(viene de aquí)
Agnus Dei, qui tollis peccata mundi:
Dona eis requiem…
Cuando llega el día,
Todas las manifestaciones surgen
De lo inmanifestado y,
Cuando llega la noche, se
Disuelven en… lo inmanifestado.
Bhagavad Gita. Cap. VIII,18.
Copta Virgen María,
De entre las tinieblas emergida.
Querida, amada, deseada
Buscada y añorada.
Reina de las Profundidades,
Señora de los Misterios Carnales,
Iniciadora de comunidades,
Origen de las mayores Calamidades.
El autor. Sueño 2.
Difícil emerger,
En estadios converger,
Muero para renacer,
Inmolación a fin de trascender,
Y al pasado disolver.
Nueva vida nacida,
Tras la Hecatombe contenida,
Años ha gestada, hoy actualizada.
La nueva vida acontecida
En la cercenada oquedad constreñida.
El autor
Cristo Nuestro Señor,
Reino de Dios en nuestro interior,
Invocado en el holocausto iniciador,
Cordero de Dios que redimes del horror.
El autor. Sueño 1.
En estos últimos años, multitud de autores han señalado, advertido y explicado la peligrosa situación que la humanidad ha creado para sí misma. La catastrófica crisis global se ha caracterizado con diversas metáforas que indican, todas ellas, una idea muy clara: una escisión entre el hombre interior y la realidad “exterior” u “objetiva”. Esta realidad mundial se ha expresado en términos de cisma entre sentimiento y pensamiento, hombre y naturaleza, inundación por las fuerzas instintivas e irracionales de lo inconsciente en el ámbito de la conciencia, etc. Lo cierto es que el desarrollo de ego patriarcal nos ha conducido a un callejón sin salida, si se me permite la expresión.
La humanidad moderna destruye el mundo natural del que depende su supervivencia. Los hechos son idénticos en casi todo el planeta. Los griálicos paisajes, de los que el hombre corriente parece estar completamente ciego, describen un cuadro de desolación y desabrimiento: bosques talados, pantanos drenados, arrecifes coralinos arrancados, tierras agrícolas esterilizadas por prácticas insostenibles, salinización, desertización y pavimentación de suelos feraces, contaminación de aguas subterráneas, ríos, arroyos, estuarios, mares y océanos con los residuos de las prácticas industriales o los negligentes vertidos de petróleo… El aire que respiramos, del que no podemos prescindir ni tan siquiera unos minutos, lo contaminamos con productos químicos de desecho, xenobióticos…, envenenamos los alimentos con pesticidas, muchos de ellos de probada acción cancerígena o mutagénica, etc.
En el ámbito de las relaciones la crisis de la civilización occidental ha ido expandiéndose, cual tumor maligno, por todos los ámbitos de la vida, impregnando a las relaciones interpersonales con el cuño de la discordia y la desarmonía. En la actualidad, se está produciendo un incremento en el número de casos de agresiones intra-matrimoniales. Cada vez, con mayor frecuencia, se leen en los periódicos o se escucha en los medios de comunicación los casos de violencia familiar, llegando incluso al homicidio.
La represión sexual, más típica en la época victoriana, de la que nos dan testimonio los escritos de Freud se está transformando en lo opuesto. De esta suerte, los impulsos eróticos se manifiestan de diversos modos directos y distorsionados. Las “aberraciones sexuales”, las prácticas orgiásticas celebradas en grupos, los intercambios de pareja, la sodomía, la zoofilia, la pornografía abierta, la utilización de niños y esclavos en las prácticas pornográficas, constituyen algunos ejemplos.
Por su parte, la carencia de espiritualidad es trocada en una multitud de sectas, que proliferan día tras día, en las películas ocultitas distorsionadas, cada vez más taquilleras, etc.
Y en la ceguera del hombre occidental para con la realidad de estos hechos espeluznantes tiene lugar, el pasado día 11 de septiembre, un acontecimiento no menos brutal que la situación, que hemos descrito sucintamente, en la que se halla la humanidad moderna.
Como sucede a un nivel individual, cuando el ego consciente se abroga contenidos que no le pertenecen y se infla hasta el extremo de creerse el dueño de casa, lo inconsciente reacciona para hacerlo “despertar”, obligándolo, a menudo de una forma dolorosa, a caer del pedestal en el que se había instalado. La reacción de lo inconsciente es tanto más extrema, cuanto mayor sea el distanciamiento del ego para con la realidad “instintiva” y cuanto más excedida sea la porfía en no atender las demandas de lo inconsciente.
En ese estado se encontraba (y se encuentra) el mundo occidental y, casi podríamos decir que, la barbarie acontecida el pasado día 11 de septiembre, era una de las manifestaciones más probables, teniendo en cuenta la capacidad de autoengaño que tiene el ser humano para poder sobrellevar la angustia y mantenerse en un falso sentimiento de seguridad, para decirlo en términos de Goleman, lo que resultaba (y resulta) una traba en la toma de conciencia de la problemática crisis global actual. Esa falta de atención a la relación existente entre nuestras pautas de conducta, nuestro estilo de vida actual y sus efectos colaterales en el medioambiente, en las relaciones interpersonales y en nuestra propia vida nos está conduciendo, poco a poco, a la destrucción del planeta.
La hecatombe acontecida ha despertado sentimientos que dormitaban en lo profundo de lo inconsciente. Un sentimiento religioso (re-ligare = re-ligarse o volverse a unir con la esencia divina) está aflorando entre los países occidentales y esto se manifiesta en los lazos de unión y solidaridad creados en los últimos días.
El pasado domingo, día 17 de septiembre, tras haber terminado el ensayo en el que reflexionaba acerca de la situación actual, imperante en el mundo, y de su conexión con mis vivencias, sentimientos e intuiciones, envié el original a Ángel Almazán, para que lo publicara en la lista de eranos, de la que es coordinador. Unos minutos después me acosté teniendo la impresión de que no era plenamente consciente de lo que había escrito, o, al menos, no estaba seguro de ello.
Entonces, esa misma noche, tuve tres sueños distintos, pero que enlazan perfectamente entre ellos. Los dos primeros los he reproducido en forma poética el inicio de este ensayo. En el tercero y último una voz de un hombre de mediana edad me decía que las reflexiones realizadas en el ensayo y de las cuales no estaba seguro, habían calado bien en la problemática de la situación actual y de su relación con mi propia vida.
La constelación del arquetipo de Cristo, surgido en el primer sueño, aparece en su aspecto redentor, como cordero o Agnus Dei. En el segundo sueño, emerge la imagen de la Virgen María en una versión primitiva. Así, se entremezclan en una misma imagen el símbolo cristiano de la Virgen, como Madre de Dios, y las figuras femeninas de la alquimia alejandrina como son Cleopatra la Copta y María Profetisa. Pero, es aún más significativo, que se refiera a la virgen como Copta (egipcia), lo cual nos remite a la diosa egipcia Sekhmet.
El primer sueño expresa la constelación del arquetipo del si-mismo o de Dios en el hombre. Bajo las actuales circunstancias de caos y negritud, de disolución en tendencias contrapuestas, de lucha y de guerra abierta, de desesperación y de dolor por las vidas de los fallecidos y de sus familiares y amigos, de empatía por las víctimas y de odio y violencia contra los ejecutores, se constela (es decir, se actualiza y se prepara para emerger a la conciencia) el arquetipo de la unidad, de la totalidad, manifestándose en la forma del símbolo de Cristo, el Redentor.
Este sueño muestra hasta que punto las premisas cristianas dormitan en nuestro inconsciente. La constelación del arquetipo de Cristo como redentor anuncia una posibilidad de reconocer el misterio cristiano en nuestras propias vidas individuales. Y ese misterio se refiere a la asunción de la carga, la cruz de cristo, que supone ese impulso que nos obliga a llevar a cabo la individuación, la totalidad.
Reproduzco aquí las importantes palabras del Dr. Jung, en su magnífico libro AION:
“El reconocimiento del arquetipo no soslaya, pues, en modo alguno el misterio cristiano, sino que crea de toda necesidad, precisamente la precondición psicológica sin la cual la “redención” pareciera carecer de sentido. (…) Si (el ser humano) lo hace (considerarse obligado a la tarea de la individuación y aceptar la totalidad) de un modo deliberado y consciente, evita las secuelas dañosas de una individuación reprimida”.
Y el peligro de no hacer consciente esta emergencia de contenidos inconscientes, es decir, la constelación del arquetipo del si-mismo, como conjunción de opuestos, también lo expresa Jung afirmando que, entonces, se proyecta al exterior y se convierte en destino. Es decir, si el occidental (a la cabeza del cual está EEUU) no hace consciente sus antítesis (luz-oscuridad, masculino-femenino, Cristo-Anticristo, yo consciente-sombra, etc.) entonces el mundo representa el campo de batalla de ese conflicto y queda partido en dos.
El segundo sueño complementa el primero y enfatiza un aspecto del cual carece el arquetipo de Cristo: la Virgen María. Este doble sueño, está relacionado, en mi vida, con un mandala que dibujé hace más de un año, en el que se representaban los siguientes símbolos: un círculo dividido en franjas circulares que delimitan un centro. La primera franja circular es de color negro, con 12 semicírculos que miran hacia el interior, relacionados con los doce signos del Zodíaco, y separa del exterior los símbolos que se encuentran en el interior del mandala. Se crea así un tenemos, que divide la parte sagrada del círculo de todo aquello que le rodea. Seguidamente, aparece una segunda franja verde, color que se relaciona con la Naturaleza y con la función de la sensación. Inmediatamente después, una franja azul con dos peces que nadan en direcciones opuestas. El que se halla en el hemisferio boreal es de color amarillo con tres franjas azules, mientras que el que se encuentra en el hemisferio austral tiene las tres franjas rojas. El centro está formado por una cruz de cuatro colores: rojo-azul, verde-amarillo. Y en el centro de la misma, un círculo en el que se representa la figura de la Divinidad. Esta figura está formada por Cristo y la Virgen María, en posiciones opuestas. Ambos miran hacia fuera. Su expresión es cálida, afectuosa y alegre. Están en armonía. El Hemisferio Norte del círculo central, en el que se encuentra Cristo, es de color azul. El Hemisferio Sur, donde reside la Virgen María, es de color rojo.
El mandala es una imagen del si-mismo. Así, en la parte más externa encontramos dos peces numinosos (amarillo) con franjas de colores azul (pensamiento, análisis), el situado al Norte, y rojo (sentimiento, síntesis), al Sur, que nadan en direcciones opuestas (símbolo de Piscis y de la polaridad Cristo-Anticristo). Este aspecto de polaridad y oposición es la primera “prueba” a arrostrar, para alcanzar una aproximación al centro.
El centro se encuentra en la intersección de una cruz. Lo que representa la cruz de cristo, que supone la “redención”, la asunción de la mismidad como una obligación moral. Y en ese centro, la divinidad está compartida: Ya no es un Dios únicamente masculino, como en el cristianismo. Aquí aparecen dos rostros, masculino el uno y femenino el otro. Es decir, una imagen andrógina de la Divinidad. Esta amplificación surge de un sueño que tuve poco antes de dibujar el mandala y en el que aparece la imagen de un Ser bisexual, de rostro femenino, cuya influencia numinosa aún persiste indeleble en mi conciencia.
El símbolo de la Virgen María, que aparece en el segundo sueño, representa en parte a la madre divina, que es el alma en la que Dios se recibe a sí mismo, engendrándose a sí mismo en ella. Representa, tal y como afirman Chevalier y Gheerbrant en su Diccionario de los Símbolos, “el alma perfectamente unificada, en la que Dios se hace fecundo”. Como símbolo de lo inconsciente, la Virgen María da a luz a su hijo y permanece virgen, pues no hay intervención del hombre en este misterio del nacimiento divino. El contenido inconsciente nacido de la fuente y madre que es lo inconsciente es, en el sueño, el arquetipo de la unidad, de la totalidad, del si-mismo. Pero sin su participación, no es posible nacimiento milagroso alguno. La Virgen María, como figura del anima o arquetipo de la feminidad, es el puente entre lo alto y lo bajo, entre el Espíritu y la Materia, entre el Cielo y la Tierra.
Hemos dejado adrede, para un examen más profundo, el aspecto primitivo de la Virgen María, tal y como se indica en el sueño. Nos llevaría muy lejos –y no es el propósito de este ensayo- analizar los hechos que me dirigen a enlazar el arquetipo cristiano de la Virgen María, con el de Sekhmet en Egipto. No obstante, indicaré aquí que ello está relacionado con el sueño de la lucha entre dos mujeres en oriente medio –al que me referí en la primera parte de este ensayo-, con el hecho de que emerja la psicosis de masas fanática en Oriente Medio, lugar del que es oriunda la Diosa, y, por supuesto, el hecho fundamental de que el sueño indique explícitamente a la Virgen como Copta.
Se llama período copto a aquel en el que el cristianismo se difundió en Egipto, que abarca desde principios del siglo IV hasta mediados del VII d. C., aproximadamente. El lenguaje copto se configura como una serie de dialectos –seis para ser exacto-, de los cuales el más antiguo es el sahídico, probablemente originario de la región de Menfis. Y es precisamente en Menfis donde se encontraba el centro principal de culto a la diosa Sekhmet.
Esta diosa egipcia, que encarna la fuerza salvaje, recibe el nombre de la Poderosa, teniendo un aspecto leonino, que despliega en todos sus ataques. Estos atributos los comparte con la figura de la carta número 11 del Tarot y con la diosa de la muerte-renacimiento, Minerva, el símbolo más elevado de la energía plutoniana (plutón). Los vientos ardientes se interpretaban como su aliento. Lo cual tiene un especial significado en este contexto, pues también solemos utilizar el mismo símil al referirnos a los vientos que soplan en una época. Y hoy soplan vientos de guerra, los vientos de la guerrera diosa.
Sekhmet encarnaba el vigor temible de la radiación solar, identificada con el ojo de Re, que la diosa movilizaba al servicio del orden cósmico. Todas las acciones negativas de los hombres las registraba y era ella a quien se confiaba su castigo. Participaba en el aniquilamiento de los enemigos del país. Es muy interesante observar que sus servidores se encargaban de extender las enfermedades y pestes aprovechando los tránsitos de un año a otro. Las diversas manifestaciones de sus ataques debían conjurarse con rituales y conjuros específicos. Los antiguos conocían la importancia del ritual para dar expresión simbólica a las fuerzas dinámicas de la vida. El hombre moderno, con su visión pragmática y materialista, no ve en eso sino residuos ridículos de un pasado que hace tiempo cree haber superado. Sin embargo, la psique sigue siendo la misma de siempre. Coincidente con la egipcia de Ramsés, la griega de Platón, la romana de Séneca, la árabe de Mahoma, la medieval europea, la que produjo la Revolución Industrial, las Guerras Mundiales, la Crisis Ecológica, y, por supuesto, la destrucción de las Torres Gemelas, el Pentágono y la actual guerra contra el terrorismo. En suma, la psique es idéntica en todos los hombres, en todas las culturas y en todas las épocas bajo el umbral de la epidermis individual. Como siempre, seguimos actuando bajo el influjo numinoso del arquetipo, el ego consciente sigue siendo una isla en el inmenso océano de lo inconsciente y su mecanismo proyectivo, aunque depurado, sigue siendo el mismo de siempre.
Sin embargo, la diosa no sólo era causante de las mayores enfermedades, sino que era capaz de curar. Ahí está la paradoja. Ella es capaz de herir y hasta de inmolar pero, a la par, es portadora de vida y curación. De ahí que fuese patrona de la medicina. De igual modo inspeccionaba el ganado que se destinaba al sacrificio (¿relación con el sacrificio del cordero, como símbolo de Cristo?).
¿De qué manera podemos contener, encauzar y dar expresión simbólica a las fuerzas que emergen desde lo inconsciente colectivo? Esta es una pregunta que me he visto en la obligación, una y otra vez, de responder en mi propia vida. Y creo que la respuesta es multiforme. Para empezar me pregunto quien soy yo, cómo soy, qué me molesta de mí y de los demás, qué deseo, cuales son mis motivaciones… Para responder a estas preguntas, observo tanto mis reacciones al relacionarme con las personas que me rodean, cuanto las suyas al relacionarse conmigo. Asimismo, estoy muy atento de los mensajes que brotan de lo inconsciente en forma de sueños, imágenes guiadas, sentimientos, ideas, pensamientos…
Cuando la furia aumenta y los impulsos agresivos empiezan a aflorar a la superficie, entonces hago ejercicio físico, que bien puede ser levantamiento de pesas, o bien, si dispongo de tiempo y las condiciones meteorológicas acompañan, me marcho a la montaña y camino entre paisajes de bosques de coníferas, robles, encinas, etc. Esto no sólo me permite entrar en contacto con mi agresividad, sino que la doy una expresión positiva y la utilizo para meditar y “sacar a la luz” los contenidos que motivaron mi enfado y mi furia. Contenidos que suelen pertenecer a la parte menos agradable de mi personalidad. Y con ello me relaciono conmigo mismo. Al regresar, mi disposición de ánimo se ha transformado, tras la inmersión en mis profundidades y el descubrimiento de nuevos contenidos antes cercenados, o la toma de contacto con las poderosas energías que habitan en la psique.
Al comenzar la amplificación de los contenidos oníricos, referidos a la diosa Sekhmet, he mostrado cómo se relacionaba ésta con Minerva, el símbolo más excelso de Plutón. Y, como hemos señalado ya, la Diosa egipcia, como la figura de la carta 11 del Tarot, tiene aspecto de león, o está relacionada con él. Y el león, según nos explica Jung, se relaciona con Saturno, el “dios de los judíos” y el “astro de Israel”.
Por tanto, volvemos a encontrarnos con Plutón y Saturno. En estos momentos, como señalé en la primera parte, ambos planetas están en oposición. Y la expresión positiva de este tránsito, en el individuo evolucionado, es la que hemos señalado con motivo de la amplificación de los símbolos oníricos: la conexión con el arquetipo de Cristo, como Dios en el hombre y la asimilación del aspecto femenino de la personalidad, que se transforma en puente entre el yo consciente y lo inconsciente colectivo y el Si-mismo.
Considero que los actuales acontecimientos, a saber, la unión y la solidaridad entre los países de todo el mundo (y en especial los occidentales), la búsqueda de una coalición integrada por el mayor número de países para luchar contra el terrorismo, los actos de carácter religioso a favor de los fallecidos y, fundamentalmente, en los EEUU, en una palabra el “cambio de actitud “que se puede observar en el mundo por el impacto del acto terrorista, son todas ellas manifestaciones de la constelación del arquetipo de la totalidad o si-mismo.
La disolución de las estructuras creadas, con las pérdidas necesarias de carácter económico-material (Saturno) y la muerte de las actitudes pasadas, deben ser reemplazadas por una nueva compresión y una apertura a la realidad de la situación mundial. La nueva re-estructuración de la sociedad requerirá paciencia, trabajo duro, y una alta dosis de comprensión. La crisis que se ha generado está dando lugar a una ampliación en el ámbito de la conciencia a nivel colectivo, de manera que la asunción y asimilación de la sombra de EEUU, puede actuar como un catalizador para el resto de países.
Pero existe el peligro de la indolencia para con los países que no se adhieren a las expectativas de EEUU. Algunos sectores de la población, de países como Pakistán, Arabia Saudí y Afganistán, entre otros, no parecen estar muy de acuerdo con prestar su ayuda a los EEUU. Y, sin embargo, esto no sería un motivo suficiente para comenzar una guerra que, por otro lado, puede marcar el destino de la humanidad para el resto de su existencia.
Estas reflexiones, junto con las realizadas en el primer ensayo, no pretenden ser más que eso, reflexiones. Con ellas trato, ante todo, de esclarecer mis vivencias, experiencias interiores, mis sentimientos y mis sueños, a fin de tomar conciencia de ellos. Asimismo, intento enlazar mi vida interior con los acontecimientos que tienen lugar en el mundo. Pues en el proceso que lleva al autoconocimiento, una vez se ha recorrido el primer trecho obscuro, la primera etapa de la noche obscura del alma, para utilizar el lenguaje de místicos como San Juan, y se ha alcanzado un cierto nivel de conciencia, los motivos individuales no reconocidos, tales como situaciones cotidianas que hemos pasado por alto, conclusiones que hemos omitido, estados afectivos reprimidos durante el día o críticas que hemos ocultado; dichos motivos individuales decimos, dan paso a un estrato inconsciente más profundo, basamento del inconsciente personal al que Jung denominó inconsciente colectivo.
Esta conciencia ampliada pone al individuo en indisoluble relación con el mundo. Toda complicación surgida en este estrato se refiere a problemas que tienen que ver con el colectivo de la época. El individuo, en el seno de su existencia y dentro del marco de su estructura psíquica propia, habrá de dar respuesta a los problemas que aquejan al resto de sus coetáneos, problemas que la humanidad siempre ha tenido que afrontar.
Por lo tanto, las afirmaciones que aquí realizo no dejan de ser una opinión, que si bien puede ser válida para mí, puede no serlo para otros. Son algunas respuestas a las preguntas que me he planteado. De igual modo, resultan ser respuestas a las preguntas que me ha formulado lo inconsciente, es decir, la dinámica de la vida, buscando el sentido que tiene todo ello para mí.
José Antonio Delgado
Ldo. en Ciencias ambientales, escritor y especialista en psicología analítica
(Este artículo puede visitarse también en la CG Jung Page americana: http://www.cgjungpage.org/index.php?option=content&task=view&id=51)