Marie L. von Franz, entrevistada por Fraser Boa
En su forma negativa, el animus, el hombre interior de la mujer, es una fuerza maligna que destruye la vida. Separa a la mujer de su propia feminidad. La aparta del calor humano y la delicadeza, aislándola en un mundo sin sentido, martirizada por manos invisibles. Se siente víctima, atrapada por circunstancias externas o un destino cruel. A la larga quizás llegue a creer que su terrible soledad no tendrá alivio en este mundo y se sumergirá en fantasías de muerte. El siguiente poema fue escrito en un estado de posesión de un animus de este tipo y expresa la pavorosa soledad de una mujer separada de su feminidad:
Busco, pero el desierto me rodea;
Tengo sed, pero no hay agua que me sacie;
Lloro, pero no hay brazos que me estrechen;
Anhelo, pero no hay seno que me amamante;
Ansío, pero no hay leche que me alimente;
Necesito, pero no hay falo que besar;
Siento sólo la explotación de mis amigos;
Temo que la muerte sea igual.
El complejo paterno puede crear un infierno en el inconsciente de la mujer. Su autoridad puede ser absoluta, impidiéndole efectivamente el contacto con su espíritu creativo. Este sueño muestra la masculinidad de una mujer en una forma altamente crítica, revelando cómo el animus la tortura y empuja a un amargo aislamiento:
Estoy sentada en el suelo de una lejana cabaña, cepillándole el pelo a un gato. No lo veo, pero sé que tiene pelaje anaranjado porque saco pelos del cepillo. Detrás mío una mujer habla por teléfono. Estoy sentada junto a un hombre que no reconozco, pero en el sueño sé que es mi padre. Es alto, fuerte, de pelo corto. Es jefe de policía y vivimos en la delegación de un remoto destacamento.
La mujer termina de hablar por teléfono y sale. Mi padre va hasta donde ella estaba, ordena algo, me mira y dice: «¡Son locos! ¡Están completamente locos!». La mujer había hecho declaraciones incestuosas a alguien en el teléfono.
Luego estoy junto a mi padre. Encontró una nota que escribí a un novio y está loco de rabia. El muchacho está frente a él. Empiezo a tiritar violentamente y salgo corriendo por una puerta que suele quedar cerrada con pestillo. Entro al baño. Hay un hombre sentado en el suelo que no me presta la menor atención. Llevo parka y sombrero, y vomito en el excusado.
Mientras lo hago, veo que mi padre va a amarrarme las manos, colgarme de las vigas y golpearme con una vara. Despierto gritando: «¡Harry, Harry!».
Soñante, mujer
En general, el primer hombre que una mujer conoce es su padre, que por lo tanto tiene una influencia muy grande sobre la niña. Si la relación con el padre se constela de modo negativo, ella reaccionará negativamente a él. El padre puede ser o no un hombre malo o difícil. Puede que la niña simplemente no lo quiera. Pero, en cualquier caso, si la relación es negativa, más tarde probablemente tendrá dificultades con los hombres y no descubrirá su propio lado masculino. En un caso extremo, podría quedar incapacitada para abordar a los hombres. El primero que encontró en la vida fue un horror, por lo tanto todos los hombres lo son. Podría convertirse en lesbiana o evitar totalmente a los hombres. Sin duda, les temería. Si no es un caso tan extremo, será lo que llamamos una mujer difícil. Discutirá con los hombres, los desafiará, criticará y tratará de vencerlos. Esperará de ellos negatividad y esta expectativa naturalmente creará dificultades en su relación de pareja.
En otras palabras, el animus, su propia masculinidad, será un problema para ella. Este tipo de mujer tenderá a comportarse consigo misma tal como su padre se comportó con ella. Si fue tiránico, aun después de su muerte la mujer ejercerá la misma tiranía sobre sí a través de ideas y opiniones originadas de la imagen paterna. Por lo tanto, la relación de una niña con el padre y su separación de él desempeñan un importante papel en su desarrollo como mujer.
Al comienzo del sueño, ella cepilla a un gato anaranjado. El gato que conocemos es originario de Egipto, donde se le consideraba un animal divino. Allí había una diosa con cabeza de gato que era la diosa de la música, la sexualidad, el placer de vivir y la fertilidad femenina. El gato, en contraste con el perro, nunca vendió su alma al hombre. Mantiene una especie de reserva ego céntrica. El gato dice: «Puedes acariciarme y servirme», pero nunca se convierte en tu esclavo. Y si lo molestas, simplemente se va. En los sueños de las mujeres, por lo tanto, el gato suele representar algo femenino, independiente y seguro de sí mismo, exactamente lo que las mujeres modernas en general no son. Un modelo que no es brutal; no presenta características masculinas. Es femenino y firme a la vez, idéntico a sí mismo. El gato no es muy amistoso, pero sí muy genuino consigo mismo.
Así, al principio del sueño, ella intenta cuidar de su propia feminidad y en ese preciso instante aparece el padre. No es su verdadero padre, sino el jefe de policía, que en el sueño se llama padre. Por lo tanto, esta mujer se tiraniza con las reglas de conducta del jefe de policía.
En la vida real, decidió ser una buena madre y se obliga tiránicamente a serlo. Su hogar, hijos y vida familiar tienen que ser como ella piensa que es correcto. Por eso el sueño dice que su padre interior, su autoridad interior, es el jefe de policía. Los policías se preocupan sobre todo de mantener el orden en forma colectiva e indiferenciada. Así, el jefe de policía es aquel animus que exige un comportamiento ordenado y convencional que no escandalice a nadie. Exactamente el opuesto de un gato. Un jefe de policía y un gato nunca se llevan bien, y esa pobre mujer carga con ambos al mismo tiempo.
Entonces, en el sueño, el jefe de policía declara que la mujer está loca. Esa es la voz secreta en ella que dice, cuando sigue sus sentimientos: «¡No, eso es una locura! ¡No lo hagas! ¡Estás loca si lo haces!». Mucha gente reprime ciertas cosas dentro de sí llamándolas locuras.
Luego, el padre-jefe-de-policía la sorprende como a una niña. Descubre que le escribió una nota a su novio. Aquí tenemos de nuevo la imagen del tirano. Naturalmente, en la realidad hay padres que piensan que deben proteger a toda costa la integridad de sus hijas, acosándolas cuando escriben notas a sus primeros novios. Pero aquí no se trata de eso, pues esta mujer está casada y ya se fue del hogar paterno. Más bien, significa que se hace lo mismo que su padre le hacía.
Esta es la mayor tragedia que produce el animus negativo. Manifiesta su poder cuando una mujer ama. Intenta apartarla de cualquier clase de relación desvalorizándola o diciendo que es una locura. El animus negativo se manifiesta principalmente como una resistencia, basada en opiniones, a cualquier sentimiento amoroso. Si una mujer se enamora o se interesa por un hombre, su animus negativo aparece y la obliga a arruinar la relación.
Subjetivamente, ella no sabe lo que está sucediendo. Cree que es una maldición. Justo cuando quiere hablar con el hombre que ama, algo en ella provoca una escena llorosa y se va a casa. Tal vez proyecte y diga: «Él fue tan desagradable conmigo…», pero si fuera un poco más honesta dirá: «Yo quería tener una buena relación con él y precisamente por eso yo hice una escena». No sabe qué mecanismo diabólico la llevó a hacerla. Si una mujer te ataca como hombre, puedes estar seguro que está interesada en ti. Realmente querría amarte, pero no sabe cómo.
El animus negativo se comporta aquí como un amante celoso. Quiere a la mujer sólo para sí y la aparta de cualquier otro hombre. Si ella tiene un sentimiento amoroso por algún hombre, aparece este animus que dice: «No deberías hacer eso». O es proyectado. Conozco un caso clásico: durante una sesión de análisis, una mujer atacó violentamente a Jung con el animus. Más tarde, al comentar lo ocurrido, Jung le dijo: «Siempre que tienes un sentimiento, atacas». Lo que pasó es que cuando se dirigía a la casa de Jung, vio unas hermosas frutillas. Su primer impulso fue: «Las compraré para llevárselas». y ahí el animus dijo: «Jung dirá que las frutillas tienen un significado erótico y se burlará de ti». De modo que no las compró, llegó furiosa y atacó a Jung durante toda la sesión. Todo por haber reprimido las frutillas. Si las hubiera comprado, todo habría marchado bien, pero reprimió sus propios sentimientos.