Una propuesta Junguiana
Ana María Vargas Betancur
C: 42791491
“ Solo puedo esperar y desear que nadie se vuelva junguiano, dice jung en una carta de comienzos de 1946, no sostengo ninguna doctrina sino que describo los hechos y propongo algunas concepciones que considero dignas de ser discutidas… No enseño ninguna doctrina ya lista y concluida y me horrorizan los ciegos partidarios. A todos dejo la libertad de arreglárselas con los hechos a su especial manera, pues yo también me tomo esa libertad…” (Tomado de www.fundacion-jung.com.ar/ )
Para Carl Gustav Jung, psiquiatra suizo ( 1875- 1961), su concepción de los fenómenos de la psique no es una red de conceptos acabada y por tanto estática; lo suyo no es un dogma que quiere imponer como verdad absoluta sobre lo humano. Por el contrario es la visión de un hombre, como muchos otros, apasionado por el conocimiento de los hechos psíquicos, derivada de un camino de observación, explicación e intervención sobre aquello que lo ocupa: el alma humana[1] . Sus propuestas teóricas y prácticas dan cuenta de conceptos precisos y de apuestas psicoterapéuticas consecuentes con ellos; su búsqueda es científica. Siendo su objeto de estudio algo inmaterial, la psique, la precisión de los conceptos permitirán la racionalidad en la descripción de los hechos; es esa precisión conceptual la que puede reemplazar la ausencia de la exactitud que aporta lo material- objetivo, objeto de estudio que hace exacto a las ciencias exactas. (Jung, 1921,483)
La psicología analítica, nombre inicial de la propuesta de Jung a la que luego llamaría psicología compleja, surge como tal a partir de su ruptura con Sigmund Freud; la concepción de libido, inconsciente, sexualidad y otros, son divergentes en ambos investigadores. Sin embargo como finalidad de su psicoterapia Jung también propende por un hacer consciente lo inconsciente; el mismo horizonte del psicoanálisis freudiano, pero por caminos distintos. “La finalidad de la psicoterapia en la psicología analítica es hacer conscientes contenidos inconscientes e integrarlos con la conciencia” (Jung, 1992,18) Ambos prestan especial atención entonces a las formaciones de lo inconsciente, pero, mientras que para Freud estas han sido distorsionadas por el desplazamiento y la condensación de representaciones reprimidas, para Jung estas son lo que son, emergen tal cual pretende lo inconsciente que emerjan. En Freud lo inconsciente contiene las vivencias reprimidas de la vida del sujeto, en Jung este es un contenedor previo, que si bien guarda lo reprimido, es muchos más vasto: cuenta con la información colectiva del devenir de la humanidad. ( jung, 1986,49)
Freud acentúa el análisis del discurso mientras Jung el análisis de la imagen, por ser esta más primitiva que la palabra y por tanto, más cercana a lo inconsciente[2] . La imaginación tiene una función simbólica, entendiendo como símbolo aquellas emergencias psíquicas inconscientes, espontáneas, que indican una significación desconocida para el sujeto, que representan algo ignoto y en el que, mientras más profundo sea su origen, coexistirán elementos paradójicos. (Jung, 1995,554). Desde esta concepción la atención del psicoterapeuta se centra en la movilización y análisis de imágenes, de símbolos que hablen a la conciencia subjetiva y le permitan un reconocimiento profundo de ese “Otro” inconsciente. Mas que escucha y análisis del discurso, son las imágenes las que aquí tienen la palabra y en la que se enfocaría la atención del analista Junguiano;[3] él lee en esas imágenes que describe el paciente, las analiza e interpreta para indicar a este las señales de su propio recorrido vital, recorrido que en muchos de sus puntos se encontrara con el de toda la especie a través de imágenes primordiales que se enlazan con lo mítico. Esta movilización imaginaria es técnica de escucha, de emergencia de información subjetiva a ser analizada, y de intervención, pues con el surgimiento de símbolos la energía psíquica sigue una labor de compensación que es a su vez una labor estructurante de la psique (Vélez, 1999, 5).
Es estructurante, pues la transformación de la libido propende por el encuentro subjetivo con el propio ser, con el si mismo, y por lo tanto por el encuentro de una verdad singular, por la construcción de un camino propio que ha de ser labrado en gran parte desde la consciencia. Es aquí donde el acento de la imagen sobre la palabra puede constituirse en una vía incompleta para el encuentro con el si mismo. Lo significante tiene un valor y un sentido fundamental en ese “saber sobre si mismo”; se auto reflexiona a través del discurso y la relación con los otros se sustenta en él. Si bien la imagen que surge del interior de la psique ha caído en la desestimación y se ha acentuado la que viene de afuera, que “entretiene”, distrae a la conciencia y se liga con el discurso en todas sus formas, no implica esto que deba subvalorarse el valor del lenguaje articulado; si la introversión de la consciencia se encuentra en el fondo con las imágenes propias, la extraversión de ella se topa con la imagen.- palabra, con el encuentro significante, constitutivo de lo propiamente humano.
Hablar de una orientación analítica en la psicología compleja implica rescatar el valor del discurso sin desatender por ello lo simbólico y lo imaginario. Implica una actitud de escucha del discurso y una lectura de imágenes, no una u otra sino ambas; se esta simplemente “abierto al discurso del otro”, no enfocado en la “caza” de símbolos, no cerrado a tal o cual posibilidad preestablecida, sino con la atención abierta al otro en lugar de enfrascarla en la expectativa del “encuentro con lo esperado”, con el símbolo. Implica dar el valor a la verbalización como acto de articulación de cada ser con el mundo humano y como pacto de encuentro, no quedarse solo en ella pero si volver a ella continuamente.
Se propone entonces un espacio psicoterapéutico en un continuo de ida y vuelta en “espiral” de la imagen a la palabra y de la palabra a la imagen, en un caracol que asciende en pos del si mismo y con ello de ese “hacer consciente”.Es mantener una escucha de la psique inconsciente donde ella se presente, sea en el discurso o en la imagen, un análisis que lleve a la conciencia parte de estos contenidos, y una intervención que hace uso de la hermenéutica en lugar de la interpretación lineal- causal, de estrategias verbales, que apunten a la construcción de un discurso propio, y no verbales, como la imaginación activa, que movilizan imágenes dando cuenta del proceso individual del sujeto.
Jung deja en libertad para vérnosla con los fenómenos según nuestras particularidades; él no cree en dogmas y sabe que sus teorías pueden y deben ser ampliadas y en su momento, si es el caso, removidas o absorbidas, como ocurre con toda teoría científica. Él mismo ilustra sobre un encuentro con el hecho psíquico, en ese espacio psicoterapéutico, que se “desprejuicie” de saberes previos y permita la emergencia de lo inesperado; según él para realizar una aceptable interpretación de los sueños es necesario leer y adquirir vastos conocimientos, pero al momento de entrar el paciente al consultorio y cerrar la puerta tras de sí hemos de olvidarlo todo (Jung, 1992, 25). Este “olvido” es una suspensión momentánea de la teoría, un instante de encuentro con el otro tal cual, y no una búsqueda de confirmaciones teóricas. Es por eso que es mas Junguiano no ver el fenómeno desde lo preconcebido sino desde lo que él mismo nos muestra, arreglárnosla con él según las propias y sus propias singularidades.
Una orientación analítica, una actitud analítica, no significa entonces, en este contexto, la polarización del pensamiento racional, si bien es la razón herramienta necesaria para el análisis; el análisis no es posible sin la escucha, sin una sensación desarrollada, abierta a eso que el otro dice, y sin una buena dosis de intuición necesaria a las intervenciones. Esto lleva a recordar un principio ético implícito en la teoría y en la visión de Carl Gustav Jung: “ Quién no se conoce a si mismo no puede pretender conocer a los demás”(Jung, 1986, 50) . De esta manera aboga por la formación del psicoterapeuta dentro de un espacio psicoterapéutico, esto es, a pasar por los zapatos del paciente antes de ponerse los del terapeuta, y reconoce que no existe un sujeto totalmente neutral ni un saber absolutamente objetivo de la realidad[4] , que todo análisis e intervención de parte del psicólogo lleva su sello personal. Acompañar a otro en el camino hacia el si mismo implica un saber del propio acompañante sobre su si mismo que permita “ tomar distancia” para facilitar al otro esa construcción de su propio camino y no la identificación con las ideas y sentires del psicoterapeuta.
[1] En Jung Psique es el nombre que hoy se le da a lo que milenariamente se ha denominado alma. [2]
Se sustenta en parte en el hecho de que el pensamiento infantil es inicialmente imaginario antes que verbal, que es a partir de aquel que este se erige. ( Vélez, 1999) [3]
Varios institutos Junguianos en el mundo ofrecen esta especialización para profesionales de las ciencias sociales. [4]
Jung también le apuesta al concepto de realidad psíquica, colocándola incluso como la realidad suprema del devenir humano ( Jung, 1986, 22 – 26
BIBLIOGRAFÍA
Además de los textos de la tercera unidad del curso Post freudianos I:
Jung Carl Gustav, Los Complejos y El Inconsciente. Alianza Editorial, Bogotá, 1986.
_____________, Tipos Psicológicos. Editorial Suramericana, Buenos Aires, 1995,
_____________ Y otros, El Hombre y sus Símbolos. Biblioteca Universal
Contemporánea, Madrid, 1992.
Vélez Saldarriaga Marta Cecilia, Los Hijos de la Gran Diosa. Editorial Universidad de
Antioquia, Medellín, 1999.