Moisés Garrido
Mucho se viene especulando desde mediados del siglo XIX acerca de la fuerza que originan los fenómenos paranormales. Desentrañar su naturaleza ha sido el objetivo de los primeros metapsiquistas, pero también sigue siéndolo de los modernos parapsicólogos. Y aún el debate sigue abierto, a pesar de que hay un consenso casi general para aceptar que la mente inconsciente es el epicentro de estos hechos. Siendo así ¿habría alguna zona cerebral implicada? ¿qué tipo de energía psíquica es la que se libera? ¿podemos conectar mentalmente con otras realidades?…
Un misterioso fluido
Las teorías mesmerianas sobre el ‘fluido magnético’ -una especie de radiación fisiológica humana- ejercieron una gran influencia en algunos científicos del siglo XIX a la hora de identificar la energía potenciada por los médiums para producir diversos fenómenos como los que pronto se harían frecuentes en los velatorios espiritistas de la época, tras popularizarse la conocida historia que protagonizaron las hermanas Fox en Hydesville (Nueva York), en 1847.
El químico Reichenbach escribiría varios tratados refiriéndose a una fuerza natural presente en la materia que bautizó en 1852 con el nombre de ‘od’. Esa ‘fuerza ódica’ podía llegar a ser vista por los sensitivos, quienes aseguraban que de la punta de sus dedos -tras sentir una especie de picazón- irradiaban extraños efluvios que se propagaban por el aire. El doctor Baréty continuó en 1880 con las investigaciones iniciadas por Reichenbach, asegurando que dicha ‘fuerza néurica’ -como él prefirió llamarla- brotaba, no solo de los dedos, sino también de los ojos y de la boca. El coronel francés Albert de Rochas también se interesó por este extraño fluido y en 1891 publicó un libro titulado ‘Les fluides des magnétiseurs’ donde se hacía eco de los experimentos realizados al respecto con sujetos hipnotizados, aunque fue incapaz de pronunciarse sobre su naturaleza.
Más precisos fueron quizás los experimentos magnéticos llevados a cabo por el físico Karl F. Zöllner y el anatomista y psicólogo Ernst H. Weber con el médium norteamericano Henry Slade. En su célebre ‘Tratado de Parapsicología’, René Sudre nos cuenta lo siguiente:
“En una experiencia hecha con dos brújulas, una grande y una chica, encerradas en globos de vidrio, Zöllner y Weber sostuvieron sobre la mesa las manos abiertas de Slade, a treinta centímetros de las brújulas. Las agujas oscilaron, la más chica con gran rapidez, y luego comenzaron a girar, la segunda con más lentitud y como si estuviera influida por un movimiento de la mesa. Una aguja de tejer, desprovista de magnetismo, se volvió magnética cuando Slade (siempre con las manos sostenidas por los experimentadores) la mantuvo unos instantes sobre una tablilla debajo de la mesa. Se creó un fuerte polo sur, sin polo norte en el otro extremo”.
Al alcanzarse los primeros años del siglo XX, diversas investigaciones realizadas con médiums como Eusapia Palladino y Stanislawa Tomczyk sirvieron para descubrir también los supuestos efectos eléctricos del ‘fluido vital’. Destacables en este sentido fueron los experimentos efectuados por el profesor polaco Julián Ochorowicz, empleando para ello galvanómetros. Ante él, Stanislawa era capaz de cerrar una corriente galvánica entre dos electrodos situados a varios milímetros de distancia o desviar la aguja de un galvanómetro hasta cincuenta grados. Por su parte, Eusapia descargaba un electroscopio cargado con una placa de ebonita con solo acercar sus dedos a escasos centímetros. Esa radiación podía incluso atravesar pantallas metálicas con una fuerza de penetración superior que la de los rayos X, como comprobó el ruso Yurievitch. Al actuar en forma rígida, las radiaciones emitidas por el efluvio fueron bautizadas por Ochorowicz con el nombre de ‘rayos rígidos’. René Blondier, profesor en la Universidad de Nancy, sugería que eran producidos por el sistema nervioso humano, al igual que el Dr. Chevillard quien afirmó que “los fenómenos llamados espiritistas no son más que manifestaciones inconscientes de acción magneto-dinámica del fluido nervioso”. El psiquiatra italiano Ferdinando Cazzamalli, por su parte, encontró cierta analogía entre dicho fluido y las ondas electromagnéticas atenuadas de longitud variada.
En su imprescindible obra ‘Los Fenómenos de la Mediumnidad’, el médico alemán Albert von Schrenck-Notzing, uno de los metapsiquistas más destacados de la época, decía sobre estos efluvios que “son de naturaleza física, rectilíneos (…) Son hilos más o menos elásticos, rígidos, casi siempre invisibles, que pueden no sólo poner en movimiento, sino también elevar en el aire objetos colocados en el campo medianímico (…) Su acción varía y depende de la influencia ejercida por la ideoplastia inconsciente…”
Asimismo, se realizaron experimentos para detectar los efectos mecánicos del ‘fluido humano’. Se inventaron aparatos para tales pruebas como el magnetómetro, el estenómetro o el biómetro. Los resultados parecían confirmar la existencia de un fluido que podía ser exteriorizado por el médium. En ocasiones, el fluido impresionaba placas fotográficas sensibles, y en otras, se condensaba para producir fenómenos de materialización, como el ectoplasma, una sustancia viscosa de contornos indefinidos que se moldea hasta adquirir a veces rasgos humanos, para luego ser reabsorbida de nuevo por el médium. El físico y premio Nobel Sir William Crookes, que ya desde 1870 venía investigando a fondo y rigurosamente las manifestaciones mediúmnicas (ectoplasmia, raps, fotogénesis, telecinesia, levitación, etc.), sometiendo a numerosas pruebas a médiums como Florence Cook y Daniel D. Home, comenzó a hablar de ‘fuerza psíquica’. “Desde el comienzo de mis investigaciones comprobé que el poder que producía esos fenómenos no era una simple fuerza ciega, sino que había una inteligencia que la dirigía o por lo menos que la acompañaba. Es a esa fuerza a la que he dado el nombre de psíquica”, postuló Crookes.
El ya aludido Schrenck-Notzing se oponía a la entonces tan en boga hipótesis espiritista, al aclarar que todos estos hechos dependen en el último análisis de los fenómenos psíquicos que se desarrollan en el subconsciente del médium. “El misterio de la fenomenología psicodinámica de que son capaces estos sujetos no reside en la naturaleza de seres extracorporales hipostasiados -concluye el médico alemán-, sino más bien, en una transformación desconocida hasta hoy de las fuerzas biopsíquicas del organismo del médium”.
Definiendo términos
La Metapsíquica -madre de la moderna Parapsicología- siguió acumulando evidencias a favor de la existencia de fenómenos que contradicen las leyes físicas conocidas hasta el momento. Fenómenos que siempre se producen en presencia de una o varias personas. La auténtica precursora de la investigación metapsíquica fue la Sociedad de Investigaciones Psíquicas de Londres, creada en 1882. Uno de sus fundadores, el filósofo Frederic W. H. Myers ideó el término ‘telergia’ (tele=lejos; ergon=acción), para designar la energía mediúmnica e inconsciente causante de tales fenómenos. Este nuevo vocablo fue aceptado por la mayoría de investigadores que estaban en desacuerdo con la creencia de que estas manifestaciones podían ser causadas por la acción de entes desencarnados.
Asimismo, se habló de ‘bio-electricidad’ para definir de alguna forma la peculiar naturaleza de la telergia, al depender ésta de la voluntad del dotado y al ser sus efectos semejantes a los de la electricidad estática. En su libro ‘Las Fuerzas Físicas de la Mente’, el veterano parapsicólogo Oscar Glez. Quevedo nos presenta una interesante pista a modo de pregunta sobre esa cualidad bioeléctrica de la telergia: “¿En este sentido de analogía con la electricidad, se comprendería mejor el olor a ozono frecuentemente percibido durante los fenómenos, y por qué los fenómenos son más fáciles (o menos dificiles) en una temperatura entre 20 y 25 grados centígrados y con aire seco? ¿Todo análogo a las condiciones que favorecen los fenómenos electrostáticos?”…
Los parapsicólogos soviéticos aceptaron de muy buen grado la teoría electromagnética para explicar fenómenos como la telepatía (conocida por ellos con el nombre de ‘bio-información’). El neurólogo W. Bechterew estaba convencido de que la información de un cerebro podía ser transmitida a otro cerebro mediante ondas similares a las radioeléctricas. Uno de sus discípulos, el doctor Leonid C. Vasiliev, catedrático de Fisiología en la Universidad de Leningrado -quien se convertiría en uno de los principales investigadores de lo paranormal en la antigua URSS- estudió a fondo las capacidades parapsicológicas de la célebre Nina Kulagina. Él estaba convencido de que sus sorprendentes facultades psi se debían a una desconocida energía física emitida por el cerebro.
De hecho, algunos científicos soviéticos aseguraron en los años setenta haber captado fotográficamente dicha bioenergía mediante la llamada Cámara Kirlian -un generador que utiliza corrientes eléctricas de alta frecuencia-, inventada por el matrimonio Semyon y Valentina Kirlian. En su libro ‘Las Probabilidades de lo Imposible’, la doctora Thelma Moss, especialista en fotografía kirliana, afirmaba: “Como resultados de estos estudios preliminares, creemos que estamos obteniendo pruebas palpables de que existe un flujo de energía, de una interacción entre los seres humanos y aquello que les rodea”. De todas formas, la fotografía Kirlian no goza actualmente de demasiada credibilidad, al ponerse en duda que lo registrado sea realmente una radiación o campo de fuerza desconocido emitido por el ser humano.
Aunque sigue siendo defendida por los parapsicólogos más tradicionales, la idea de una poderosa energía psicobiofísica exteriorizada por la mente humana encuentra cada vez más adversarios. El prestigioso psiquiatra y parapsicólogo Ramón de Aguilar afirma que dicha hipótesis da lugar a confusiones conceptuales inadmisibles, como pensar que existe en el inconsciente un ‘estanco’ o depósito especial cargado de dicha energía: “Rechazamos la existencia de una energía ‘estancada’; afirmar tal cosa es un disparate mayúsculo. ¿Cómo puede darse a un estado de conciencia la capacidad de almacenar algo? La conciencia es un estado, no un lugar”, asegura el citado especialista.
El extraño factor «psi»
No obstante, la hipótesis energética para explicar la fenomenología paranormal ya se vio eclipsada en la década de los treinta del pasado siglo, cuando irrumpió en escena el biólogo norteamericano Joseph B. Rhine, considerado tiempo después el padre de la Parapsicología moderna. En 1934 aparecía publicada su célebre monografía ‘Extra Sensory Perception’, en la que detallaba los experimentos cuantitativos y estadísticos realizados por él y su esposa Louise E. Rhine en la Universidad de Duke (Carolina del Norte) con estudiantes que aparentemente no tenían ninguna facultad mediúmnica. Sus fructíferas investigaciones sobre la ESP (Percepción Extrasensorial) y la PK (Psicocinesis) atrajeron a numerosos científicos de diversas disciplinas hacia el campo de la incipiente Parapsicología, lográndose que finalmente ésta se abriera un hueco en el mundo académico al ser aceptada en 1969 por la Asociación Americana para el Avance de las Ciencias.
Rhine propuso el término ‘psi’ -vigésimotercera letra del alfabeto griego- para designar la fuerza o fuerzas psíquicas que intervienen a la hora de producirse una actividad paranormal. La función ‘psi’ no es compatible con la idea de una transferencia energética, al ser ‘psi’ de naturaleza extrafísica, puesto que aunque demuestra que existe interacción entre una mente subjetiva y un mundo objetivo, “son contactos que tienen lugar sin ningún intermediario físico conocido que sirva de estímulo o instrumento. Son también operaciones que se producen sin ninguna forma conocida de relación con el tiempo, el espacio y la masa”, observa Rhine. Y así es. La señal telepática, por ejemplo, puede transmitirse a cientos o miles de kilómetros y su efecto no disminuye en función de la distancia, como ocurriría tratándose de ondas radioeléctricas por ejemplo (tengamos muy en cuenta, por otra parte, que el campo electromagnético existente en las periferias del cerebro, generado por sus propios procesos eléctricos, es debilísimo para explicar la enormes distancias en las que a veces opera la ESP; por eso, Hans Berger, inventor de la electroencefalografía, consideró que es imposible explicar la telepatía en base a las ondas EEG). La telepatía experimental también ha funcionado colocando a uno de los sujetos dentro de una cabina construida con planchas de plomo, para impedir el paso de las ondas electromagnéticas. La precognición -uno de los fenómenos psi más desafiantes de la Parapsicología- mucho menos puede explicarse con la hipótesis energética, ya que al proyectarse hacia el futuro se traspasa la barrera del tiempo. En cuanto a las facultades psicocinéticas, se ha comprobado que no resultan tampoco anuladas por obstáculos materiales o cámaras aislantes de todo tipo de ondas físicas (como la Jaula de Faraday), por tanto, la PK no parece que responda de ninguna manera a las leyes de la mecánica. “La extraña capacidad de la percepción extrasensorial y de la psicokinesis para trascender los límites ordinarios del tiempo y del espacio crea problemas a quienes defienden modelos explicatorios basados en la energía”, advierte el parapsicólogo Stanley Krippner.
Así pues, y a tenor de las pruebas acumuladas, el factor psi parece estar limitado única y exclusivamente por aspectos de tipo psicológico. “Los factores psicológicos sí que influyen poderosamente sobre la manifestación de ESP, así como el ánimo del sujeto, su actitud hacia el experimento y las condiciones experimentales”, señala el parapsicólogo checo Milan Rýzl. En este sentido, podemos destacar respecto a los experimentos psi realizados en laboratorio que los resultados pueden verse influenciados si el sujeto en estudio es creyente o, por el contrario, escéptico en la existencia de las facultades ESP. La doctora Gertrude Schmeidler descubrió que aquellos estudiantes que creían en la ESP obtenían resultados muchos mejores que aquellos que la negaban. Éstos, incluso solían obtener puntuaciones por debajo del azar (algo que se llamó ‘efecto de fallo psi’). Además, y como sostiene el parapsicólogo Hans Bender, en experiencias telepáticas, la relación afectiva entre ‘emisor’ y ‘receptor’ es muy importante, y en todas las formas psi lo es la relación con el experimentador. También han obtenido mejores resultados en los experimentos psi aquellas personas que son extrovertidas, vitales y de fuerte resonancia afectiva.
Por otra parte, se ha comprobado que determinados ‘estados modificados de conciencia’ propician la manifestación de las facultades psi. Cuando disminuye el grado de conciencia hasta alcanzarse el llamado ‘nivel alfa’ (entre 8 y 14 Hz) -como ocurre bajo hipnosis, estando relajado, practicando meditación o durante el placentero estado de duermevela-, se logran resultados muy significativos en las pruebas ESP y PK. Asimismo, en momentos de gran tensión emocional, en situaciones trágicas o en el umbral de la muerte suelen tener lugar fenómenos de naturaleza extrasensorial.
«Psi» y cerebro
La función psi hemos de entenderla entonces como una singular facultad mental latente en el ser humano y que no está basada en principios físicos conocidos -debido precisamente a su propia naturaleza extrasensorial-. Mediante esta facultad inconsciente, es posible extraer información del mundo exterior sin emplear los órganos sensoriales o ejercer una acción sobre la materia sin intermediario físico alguno. Por ahora no se ha detectado un órgano implicado en la función psi, sin embargo el Dr. Rhine llegó a considerar que “en alguna parte del organismo debe haber incluso lo que en cierto sentido podría llamarse una localización, un lugar más identificado con psi que cualquier otro. Eso no quiere decir que tenga que existir un órgano receptor específico o una zona determinada del cerebro; en realidad, localización puede significar algo así como centro de recepción o punto de convergencia, no necesariamente una estructura anatómica completa o un conjunto de tejidos especializados, Sea que existe un puerto de entrada localizable o que resulte imposible hallar alguno, el conocimiento de ese hecho ha de revestir la mayor importancia”.
Por su parte, el neuropsiquiatra español Ricardo Puncernau, autor de la rigurosa obra ‘Parapsicología Científica’, afirma que “por los estudios y observaciones e incluso experimentaciones, realizados hasta hoy, parece probable que estos fenómenos se producen de preferencia en el subconsciente, cuyo substrato orgánico o neurólogico sería el cerebro profundo o cerebro interno. De todas formas no hemos de perder de vista que el encéfalo o más ampliamente el sistema nervioso trabaja como un todo, por lo que no descartamos la importancia y la influencia del cerebro superior, y de su interacción con el resto del cerebro”.
Destacables son, en este sentido, los estudios realizados por el grupo de investigación catalán ‘Hipergea’, integrado por médicos, científicos y parapsicólogos. En 1984, sacaron a la luz un informe en el cual afirmaban que: “Creemos que el oxígeno de las neuronas talámicas es el factor desencadenante del fenómeno psíquico-paranormal. En estado de concentración estas células motivan una reacción bioquímica, por medio de una descarga eléctrica en base a una mayor proporción de Na y K, transformando el oxígeno en Ozono (…) Las neuronas talámicas en cierto momento de concentración mental del individuo, ocasionan esta transformación bioquímica, enviando a través de sus axones y las dendritas más gruesas y ramificadas, la carga energético-paranormal”.
Pero aún no hay nada confirmado. Poco sabemos todavía sobre la naturaleza y finalidad de la función psi, pese a existir miles de casos espontáneos de ESP en todo el mundo y haberse probado su existencia en numerosos experimentos de laboratorio. Y hasta que no conozcamos completamente sus bases neurológicas y biológicas, y sepamos si se trata de una facultad emergente que se desarrolla de forma gradual o más bien de una forma arcaica de comunicación, resultará dificil formular una hipótesis global de psi.
La conexión cuántica
“Cuando llegamos al nivel atómico, el mundo objetivo del tiempo y el espacio ya no existe, y los símbolos matemáticos de la física teórica sólo se refieren a probabilidades, no a hechos”, aseguraba Werner Heisenberg, uno de los padres de la Física Cuántica. ¿Podría ser psi una interacción entre procesos mentales y procesos cuánticos externos?… Así lo cree el físico Evan Harris Walker, llegando a desarrollar incluso una estructurada ‘Teoría Cuántica de Psi’. Pero ya los parapsicólogos de vanguardia venían observando desde hacía tiempo determinados modelos enunciados por la Física Cuántica -cuyo objeto de estudio es el mundo de las partículas subatómicas- que no sólo avalarían, de alguna manera, la existencia de ciertos fenómenos psi, sino que incluso arrojarían algo de luz sobre su paradójica naturaleza. Por eso, en 1974, la ‘Parapsychological Foundation’ de Nueva York celebró en Ginebra (Suiza) un congreso bajo el título ‘Física Cuántica y Parapsicología’ en el que participaron físicos de renombre. “La colaboración incipiente entre parapsicólogos y físicos es el indicio de una fase nueva interdisciplinaria de la investigación parapsicológica”, anunciaba por entonces el prestigioso parapsicólogo Hans Bender.
En principio, la función psi desafía las leyes mecanicistas planteadas por la física clásica. Pero no lo hace con las leyes indeterministas de la teoría cuántica, que no se rigen por la causalidad sino por la probabilidad, y que rompen con la imagen que teníamos hasta ahora del tiempo, el espacio y la masa. “Si se permite a la física cuántica violar las ‘leyes de la naturaleza’ tal como fueron concebidas por los físicos clásicos, la ESP puede reclamar también el mismo derecho”, escribe Arthur Koestler en ‘Las Raices del Azar’.
No es de extrañar, pues, que fenómenos como la telepatía, la precognición y la psicocinesis hayan llamado la atención de algunos físicos teóricos como Brian Josephson, Jack Sarffati, Michael Talbot o Fritjof Capra, que han llegado incluso a aventurarse en la investigación parapsicológica, ante la perplejidad de sus colegas más conservadores. El mundo microscópico que nos revela la Mecánica Cuántica es tan imprevisible, perturbador y borroso como el mundo de los fenómenos paranormales. Los dos mundos se burlan de nuestro sentido común. Y curiosamente, en ambos, la conciencia parece jugar un papel fundamental. Los físicos teóricos han buscado sin éxito determinadas ‘variables ocultas’ que sirvan para describir el sistema cuántico y resolver el problema de la medición. Algunos de ellos, como Eugene Wigner, han pensado que quizás haya que buscarlas en la propia conciencia humana: “Los físicos descubrimos que es imposible dar una definición satisfactoria de los fenómenos atómicos sin hacer referencia a la conciencia”. Si el principio cuántico implica a la mente de una manera esencial, encontramos nuevamente en ello un nexo con lo paranormal… “Al fin y al cabo, un conjunto de ideas que otorgue un papel importante al observador que realiza las mediciones y un posible papel a la conciencia de dicho observador parece abrir las puertas a los fenómenos psíquicos”, apuntan los psicólogos Hans J. Eysenck y Carl Sargent.
Es más, los axiomas esenciales de la mecánica cuántica, según el físico Costa de Beauregard, exigen que se produzcan fenómenos psíquicos… El ‘Principio de Incertidumbre’ de Heisenberg, por ejemplo, determina que cuando observamos el mundo subatómico ya estamos alterándolo, por el mero hecho de su observación. El observador se convierte así en participante. En base a este postulado, ¿resulta descabellada la acción de la mente sobre la materia estudiada por la Parapsicología?… En absoluto. Es más, los numerosos experimentos psicocinéticos llevados a cabo por el físico alemán Helmut Schmidt, empleando ‘Generadores de Sucesos Aleatorios’ (basados en la desintegración radioactiva del estroncio-90), han permitido detectar esta aparente vinculación entre lo psi y lo cuántico. “La idea de que la PK actúa solamente sobre procesos aleatorios parece intelectualmente atractiva y coherente con los experimentos que estamos realizando. Quizás apunta a una profunda relación entre la PK y la teoría cuántica”, sostiene Schmidt.
Otro modelo teórico perteneciente a la Mecánica Cuántica, y que ya ha sido confirmado experimentalmente, es la ‘Paradoja E.P.R.’ (iniciales de Einstein, Podolsky y Rose), según la cual, dos partículas elementales que han estado alguna vez correlacionadas formando un único sistema, aunque sean separadas una de otra miles de kilómetros mantendrán una conexión no causal y seguirán transfiriéndose información de forma instantánea. ¿Esta misteriosa comunicación a distancia no recuerda en cierta manera la transmisión telepática?… De hecho, la idea de que existan partículas de energía psíquica, semejantes a los neutrinos, actuando como portadoras de la señal telepática, no resulta disparatada para ciertos científicos. El astrónomo V.A.Firsoff las llegó a bautizar con el nombre de ‘mindones’, mientras que el matemático Adrian Dobbs, prefirió denominarlas ‘psitrones’. Estas hipotéticas partículas trasladarían la información psi de una mente a otra, e incluso por sus velocidades hiperlumínicas, podrían traspasar las barreras del tiempo, explicando así fenómenos como la precognición.
Como vemos, es tal la conexión entre el mundo cuántico y las facultades psi que, en algunos círculos especializados, ya se ha comenzado a hablar de ‘Parapsicología Cuántica’. Pero es posible que la respuesta final a los fenómenos psi se encuentre más allá del universo del quantum…
Mente holográfica
¿Y si hemos de buscar el origen de los fenómenos psi en una realidad transpsíquica, como sugería Carl G. Jung?. Podría tratarse teóricamente de un dominio extraespacial y extratemporal en el que tienen lugar acontecimientos anómalos, o dicho de otro modo, donde residiría la información paranormal. Nuestra mente, a modo de sintonizador, establecería conexión con ese ‘campo psi’, que estaría más allá del marco de referencia causal de nuestra realidad material. De hecho, muchos físicos teóricos sugieren que en el nivel subatómico la realidad posee una dimensión adicional. Un nivel más profundo de la realidad en el que todo está interconectado, y que el profesor de Física Teórica David Bohm llamó ‘Orden Implicado’. Según este novedoso enfoque teórico, ya no podemos entender el universo como una máquina, sino como un gigantesco holograma multidimensional, donde pasado, presente y futuro existen simultáneamente. Es más, el físico Michael Talbot señala que “según Bohm ve la cuestión, si cada partícula de la materia se interconecta con todas las demás, el cerebro mismo puede ser visto como infinitamente interconectado con el resto del universo”. Puede incluso que la conciencia esté también estructurada de forma holográfica, como afirma el destacado neurofisiólogo Karl Pribam.
Este ‘paradigma holográfico’ -según el cual el cerebro es un holograma que interpreta un universo holográfico-, nos podría aclarar muchas dudas sobre la naturaleza de los fenómenos psi. “Si existe lo paranormal -dice el propio Bohm-, sólo puede entenderse mediante su referencia al orden implicado, puesto que en ese orden todo está en contacto con todo lo demás y, en consecuencia, no hay ninguna razón intrínseca para que lo paranormal sea imposible”. El filósofo Sam Keen, otro explorador de la conciencia holográfica, aclara por su parte que “lo que llamamos ESP y experiencia paranormal cabe que no sean más que nuestra inmersión en las dimensiones atemporales que constituyen la estructura holográfica de nuestras mentes”.
En un universo en el que todo está íntimamente interconectado, ya no hace falta que la información viaje de un punto a otro. La información sería, por tanto, la sustancia última de la realidad, de acuerdo al ‘modelo holográfico’. Entenderíamos así fenómenos como la telepatía, la clarividencia o la psicocinesis. Serían sucesos que, al trascender el tiempo y el espacio, no son transmitidos, sino que son simultáneos y están en cualquier parte. “Nada necesita ir de aquí para allí porque en esa esfera no existe ningún allí”, dice el hológrafo Eugene Dolgoff para referirse a la función psi.
Los físicos Harold Puthoff y Russell Targ, del Stanford Research Institute (SRI), investigaron durante la década de los setenta a psíquicos que experimentaban con la llamada ‘visión remota’. Al no depender este fenómeno de ningún factor energético conocido, concluyeron que debía de guardar relación con el nivel de interconexión cuántica. Los experimentos ESP realizados por los parapsicólogos Stanley Krippner y Charles Tart, también encuentran en el ‘modelo holográfico’ su explicación más plausible.
Pero no solo desde la Física se habla de otros niveles subyacentes de la realidad que están más allá del espacio y del tiempo. Desde la Biología, Rupert Sheldrake -entusiasta del paradigma holístico- nos habla de los ‘campos morfogenéticos’ (campos-M), que serían regiones no materiales de influencia que actúan a través del tiempo y el espacio, y que, mediante un proceso que él llama ‘resonancia mórfica’, moldean la forma, el desarrollo y el comportamiento de los organismos. Según esta sugerente teoría -ya experimentalmente demostrable-, la memoria no se ubicaría en el cerebro, sino que es inherente a la naturaleza. Todo parece apuntar a que los sistemas naturales heredan una memoria colectiva de todas las cosas anteriores de su misma clase, sin importar lo lejos que puedan estar ni el tiempo transcurrido desde que existieron. Para este notable bioquímico de Cambridge, los fenómenos psi tienen plena cabida en su modelo teórico: “Son muchas las pruebas anecdóticas de la existencia de la telepatía, son muchas las personas que dicen haberla experimentado, y ha sido detectada en muchos experimentos parapsicólogicos. Estas pruebas son muy discutidas, principalmente porque desde el punto de vista científico convencional, la telepatía, como los otros presuntos fenómenos parapsicológicos, es teóricamente imposible. En cambio, en el contexto de la resonancia mórfica, es teóricamente posible”.
A la Parapsicología todavía le queda mucho camino por recorrer para hallar la verdadera naturaleza de los fenómenos psi. Sin embargo, el objetivo no parece estar demasiado lejano, gracias al apoyo multidisciplinar que está recibiendo en las últimas décadas, sobre todo desde el campo de la Física moderna, que con sus innovadores y excitantes postulados, cobra sentido la existencia de hechos que hasta hace bien poco parecían transgredir las leyes de la naturaleza. Como aseguraba el físico Michael Talbot, “siempre habrá en ciencia nuevas perspectivas que descubrir”. Los fenómenos paranormales, sin lugar a dudas, es una de ellas…