Lo Colectivo
Llamo colectivos a todos aquellos contenidos psíquicos que son peculiares no de un individuo, sino de muchos individuos a la vez, esto es, de una sociedad, de un pueblo o de la humanidad. Tales contenidos son las «representaciones místicas colectivas» (représentations collectives) de los primitivos descritas por Lévy-Bruhl, y también los conceptos generales de derecho, Estado, religión, ciencia, etc., que le resultan corrientes al hombre culto. Pero no sólo han de calificarse de colectivos las nociones y los conceptos, sino también los sentimientos. Lévy-Bruhl muestra cómo en los primitivos las representaciones colectivas constituyen a la vez sentimientos colectivos […] En el hombre culto se asocian también sentimientos colectivos a ciertos conceptos colectivos, como la idea de Dios o de derecho o de patria. El carácter colectivo es propio no sólo de elementos o contenidos psíquicos individuales, sino de funciones enteras [1] (pensamiento, sentimiento, sensación e intuición)
No es difícil, por lo tanto, entender cuál es el estrato colectivo de la psique, en cuanto se significa, de entrada y principio, en algo tan evidente como la riqueza cultural grupal, comprendida la cultura como modo de ser humano en sociedad en todas las direcciones psíquicas, como explica Jung arriba. Todo aquello que nos identifica con un grupo humano, todo aquello que nos afecta y es a la vez afección a nuestro alrededor, general, desde el cuerpo de leyes que nos gobiernan en conjunto hasta las comunes creencias y celebraciones religiosas, pasando, por ejemplo, por la devoción a los mismos personajes famosos, es psíquico colectivo.
En principio, pareciera que esto psíquico colectivo, definido sólo hasta ahí, fuera un estrato de ubicación y generación externa, cuyo territorio propio es el lugar en que lo personal se integra en una sociedad y pasa a relacionarse con los otros. Que lo colectivo es ámbito sólo del uso y la costumbre, del hombre y su circunstancia social, y que la adaptación al medio, a menudo apoyada por la subyacente facilidad humana para el contagio mental, son los únicos avales de esta instancia psíquica. Esta visión relativiza el valor de la representación colectiva y coloca frente a ella un valor con la posibilidad de ser más genuino: el de lo individual y personal.
Sin detrimento de que parte de la cuestión hasta ahí nos lleva, en efecto, queda sin embargo por incluir en la ecuación psíquica de lo colectivo una magnitud de importancia crucial, que cambia el aspecto completo de la apreciación de estas cosas, y que coloca un fundamento basal de lo colectivo en una posición excepcional: lo más profundo del individuo, su propia mismidad, su raíz y naturaleza humana genuina primordial, en un nivel más allá de lo personal. Se trata del Inconsciente Colectivo. De este modo, llegamos a ver que en realidad los opuestos que se enfrentan no son lo colectivo social y lo individual personal, sino que, en última instancia, son lo colectivo consciente y lo colectivo inconsciente. El valor del código legal político, el rito religioso y la costumbre moral social, frente a sus propios fundamentos internos, frente a la fuente de la que nacieron, en la que se reflejan, y de la que toman prestado su más o menos ocasional, su más o menos universal y legítimo, según su tino y acierto, valor.
El individuo aparece así como el punto de contraste entre el ser humano primordial y sus genuinos instintos, desde lo animal a lo cultural, que subyace latente en su inconsciente profundo, y la forma ocasional en que se ha intentado resolver ese contenido y se ha concretado en lo externo comunitario, que llamamos sociedad. El camino hacia el Inconsciente Colectivo, no olvidemos la paradoja, es un camino por lo tanto extremadamente íntimo e individual, y ahí radica, dicho sea de paso, el valor universal del individuo heroico en todo colectivo humano: el profeta que por sí mismo renueva la fe de toda una sociedad, el ideólogo que es capaz desde su inquietud personal de acabar provocando un movimiento de masas y una revolución. El Héroe es una figura cuyo valor colectivo, pues, no se basa en haber logrado hacer aquello que quería conseguir para sí, contra toda dificultad, sino en que al hacerlo, al expresar su más profunda genuinidad, ha dado expresion a un aspecto del alma humana universal.
Lo Inconsciente Colectivo
Capa estructural de la psique humana que contiene elementos heredados, difiere del inconsciente personal […].
El inconsciente colectivo contiene toda la herencia espiritual de la evolución de la humanidad, que nace nuevamente en la estructura cerebral de cada individuo.
Jung derivó su teoría del inconsciente colectivo de la ubicuidad de los fenómenos psicológicos que no podían explicarse en base a la experiencia personal. La actividad de la fantasía inconsciente, por ejemplo, puede caer en dos categorías:
- Fantasías (incluyendo sueños) de carácter personal, que vuelven indiscutiblemente a experiencias personales, cosas olvidadas o reprimidas, y por eso se pueden explicar totalmente a través de la anamnesis individual.
- Fantasías (incluyendo sueños) de carácter impersonal, que no pueden reducirse a experiencias pasadas del individuo, y por eso no se pueden explicar como algo adquirido individualmente. Estas imágenes de la fantasía sin duda tienen sus análogos más cercanos en los tipos mitológicos […] Ya que estos casos son tan numerosos, estamos obligados a suponer la existencia de un sustrato psíquico colectivo, que yo he llamado el inconsciente colectivo.
El inconsciente colectivo -antes de entrar en detalles- parece estar constituido por motivos mitológicos o imágenes primordiales, razón por la cual los mitos de todas las naciones son sus verdaderos exponentes. De hecho, toda la mitología puede considerarse una especie de proyección del inconsciente colectivo […] Por lo tanto, podemos estudiar el inconsciente colectivo de dos maneras: en la mitología o en el análisis del individuo.
Cuanto más ahondemos en la asimilación de los contenidos del inconsciente personal, más nos acercaremos a las revelaciones subyacentes en el rico estrato de imágenes y motivos contenidos en el inconsciente colectivo. Así se produce la expansión de la personalidad.
De este modo, surge una conciencia que ya no está aprisionada en el pequeño y extremadamente sensible mundo personal del ego, sino que participa libremente en el mundo más amplio de los intereses objetivos. Esta conciencia ampliada ya no es ese quisquilloso y egoísta conjunto de deseos, miedos, esperanzas y ambiciones personales que siempre debe ser compensado o corregido por las contratendencias inconscientes; más bien, es una función de relación con el mundo de los objetos, que conduce al individuo a una comunión absoluta, valedera e indisoluble con el mundo en general.
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