Es difícil exagerar subrayando la importancia que tiene la investigación del proceso cognitivo en sí. Consustancial a la preocupación filosófica desde su atávico origen, viviendo ahora inmersos en la sociedad de la información el asunto ya no atañe sólo al ser o no ser del siempre especialmente delicado y sensible filósofo. Es el vivir o el morir de todos los individuos, desde el más necio al más listo, engullidos por ella.
Antes de la decisión está la realidad sobre la que decidirse. La razón es posterior a la experimentación. Hoy en día, especialmente, entre la fenomenología, el suceso, y la decisión, se entrometen miríadas de datos que, en principio, parecen estar ahí para ayudarnos a ver los hechos mejor. Al menos esa es la premisa de la que partimos. Pero, en realidad, lo que está ocurriendo constantemente es que la densidad de la información que nos abruma distorsiona nuestra aprehensión de los fenómenos y obnubila de un modo trágico nuestro razonamiento alrededor de ellos. Aún peor: la información por sí misma se acaba convirtiendo demasiadas veces en la única realidad.
Cada cual cuenta la fiesta según cómo le fue. Hay tanta gente contando sobre sus fiestas que ya nadie va a ninguna abierto como tabula rasa, desprejuiciado, hacia la prístina y directa experimentación. Incluso muchos prefieren escuchar los relatos a ir por su propio pie a enfrentarse con su propio destino. Estamos ya en el siguiente paso de la sociedad de la información: la sociedad virtual.
Todo es blanco, negro, verde, amarillo y azul a la vez. Cuando todo vale, ya no vale nada.
«La opinión es como el culo: todos tenemos uno». Entre tanto culo el horizonte no se ve. Entre tanto hedor, es imposible pensar con claridad.
Por todo esto, nadie debería extrañarse si opino, de camino, que son los medios de comunicación el primer poder en nuestra moderna sociedad. No el cuarto: el primero. Bueno, para ser exactos diría que empezaron siendo el segundo, a las órdenes del capital corporativo. Pero rápidamente se convirtieron ellos mismos en la Gran Corporación.
A colación de estas inquietudes copipego algunas noticias recogidas de la red. Hay mucha más información por ahí, pero, ya saben: cuanto menos, mejor 😉
OJO: No se pierdan el video conspiranoico que he colgado abajo del todo.
UPDATE: Este otro video que cuelgo a continuación ha querido colarse de motu proprio. Me lo acabo de encontrar por ahí. Precisamente es de Mr. Entrañable Punset (siempre irónico Mr. Inconsciente Colectivo). Es divertido que incluso una de las escenas esté titulada «Cuando todo vale». Aparte sincronicidaditas, poniéndonos rigurosamente lógicos, yo no comparto ni mucho menos el concepto de intuición que se maneja en este programa, ni los intentos de explicación del mecanismo intuitivo que se exponen. Todo lo demás, bien:
NOTICIA:
(Servicio de noticias de NewScientist.com)
Según un nuevo estudio, cuando llega el momento de las decisiones complejas es mejor dejar funcionar a la mente inconsciente, parece que pensar y repensar en los problemas podría llevar a cometer errores graves.
La investigación sugiere que deberíamos confiar en la mente consciente solo para decisiones sencillas, tales como seleccionar una marca de manoplas para horno. Consultar con la almohada las grandes decisiones, como comprarse un coche o una casa, conducirá probablemente a un resultado que dejará más satisfecho a quien así lo haga que a quien sopese conscientemente los pros y los contras del problema, dicen los investigadores.
Pensar duramente en una decisión compleja que depende de múltiples factores parece engatusar a la mente consciente, de modo que la gente solo considera un subconjunto de la información que han sopesado inapropiadamente, lo cual da como resultado una decisión insatisfactoria. En cambio, la mente inconsciente parece ser capaz de ponderar el total de la información y producir una decisión que dejará satisfecha a la mayoría de las personas.
Ap Dijksterhuis y sus colegas de la Universidad de Ámsterdam en Holanda, reclutaron a 80 personas para una serie de pruebas efectuadas tanto en laboratorio como en el “mundo real”. Se les suministró información a los participantes y se les pidió que tomaran decisiones relativas a compras fáciles y complicadas, cuyo rango variaba desde champús, a muebles y coches.
Decisiones rápidas
En una de las pruebas, se pidió a la mitad de los participantes que ponderasen la información recibida y después decidiesen qué producto (entre varios similares) debían comprar. A la otra mitad se les suministró la información pero luego se les hizo resolver una serie de rompecabezas, incluyendo crucigramas y aritmética simple. Al final de la sesión de rompecabezas, se pidió a los participantes que tomasen decisiones rápidas acerca de los productos.
“Descubrimos que cuando la decisión era acerca de algo sencillo, tal y como la compra de manoplas o champú, la gente tomaba buenas decisiones – de las que les dejaban satisfechos – si deliberaban conscientemente sobre la información”, dijo Dijksterhuis.
“Pero una vez que la decisión se complicaba, por ejemplo con la compra de una casa, pensar demasiado llevaba a que las personas tomaran decisiones erróneas; mientras que su mente consciente estaba totalmente ocupada en resolver rompecabezas, su mente inconsciente podría considerar libremente toda la información y tomar mejores decisiones”.
La expectación cuenta
Sin embargo, la mente inconsciente parece necesitar alguna instrucción. “Solo cuando se le decía a una persona que después de los rompecabezas necesitaría tomar una decisión, eran capaces los sujetos de dar con la correcta”, comentó a New Scientist Dijksterhuis.
Si antes de que hiciesen los rompecabezas se les decía que nada de lo que se les había mostrado tenía importancia, fallaban a la hora de tomar decisiones satisfactorias.
“En algún momento de nuestra evolución, comenzamos a tomar decisiones conscientemente, y no somos demasiado buenos en eso. Deberíamos aprender a dejar que nuestro inconsciente manejara las cosas complicadas”, dijo Dijksterhuis.
NOTICIA:
(Es el mismo estudio anterior, pero enfocando la atención en la investigación llevada a cabo en la Universidad de Londres)
Para resolver situaciones de riesgo, los científicos ingleses aconsejan no razonar.
Nuevos estudios realizados por la Universidad de Londres y de Ámsterdam afirman que uno puede tomar una decisión más correcta cuanto menos la razone, aunque estos casos sirvan solamente ante algunas situaciones.
Las mejores decisiones se toman sin pensarlo dos veces. Sin parpadear ni dudar. Un nuevo estudio de la Universidad de Londres demuestra que aquellas cosas que hacemos casi por impulso son muchas veces más acertadas que decisiones que llevan mucha reflexión e inversión de tiempo.
Esto se dedujo durante la investigación, cuando los voluntarios no tenían tiempo suficiente para dar una respuesta. En el 25% de los casos, las personas que no podían razonar debido a la necesidad de una pronta solución, fueron más acertadas que aquellas que tuvieron más tiempo para contestar.
Los encargados de realizar el estudio, sin embargo, afirman que este tipo de reacciones son correctas en cuanto a decisiones relacionadas sólo a ciertos ámbitos de la vida, como pueden ser un combate, las finanzas o situaciones de emergencia y riesgo, donde el instinto sale a florecer para iluminar parte del camino.
¿Es distinto?
Pablo Wizenberg, médico psquiatra especialista en trastornos de ansiedad y calidad de vida, explica que «la diferencia es que razonar es un proceso, un trabajo que realiza la mente a voluntad. Y pensar es lo que hace todo el tiempo la mente, el trabajo permanente de nuestro cerebro. Se puede pensar sin razonar, pero no al revés porque implicaría muerte cerebral».
Durante la investigación, se pidió a los voluntarios que se sentaran frente a una pantalla que mostraba 650 símbolos idénticos y una versión dada vuelta de éstos. Se realizaron dos pruebas que mostraron resultados dispares: durante la primera, los participantes no tenían tiempo de razonar si la figura estaba o no del lado correcto (tenían tan solo una fracción de segundo para ver la imagen). Luego se les enseñaron otra vez las figuras, pero en esta oportunidad el intervalo permitía razonar el lado correcto de la imagen (tenían más de un segundo para observar).
Los resultados demostraron que en la primera situación las respuestas correctas alcanzaron un 95% de los casos, mientras que en la repetición las respuestas afirmativas disminuyeron al 70%.
Según los investigadores los resultados demuestran que tomar decisiones rápidas en el subconsciente es más confiable que utilizar procesos cognitivos de alto nivel para tomar una decisión.
La doctora Li Zhaoping, del Departamento de Psicología de la Universidad de Londres, dijo en declaraciones a BBC Mundo que esperaban que la gente tomara una decisión más correcta cuando se le dio más tiempo para mirar apropiadamente, pero que sus respuestas fueron más precisas cuando casi no tuvieron tiempo para pensar.
Para la investigadora, las funciones conscientes o de alto nivel del cerebro, cuando se activan, vetan nuestra decisión inicial subconsciente, incluso cuando ésta es la correcta. Esto nos vuelve desapercibidos o desconfiados de nuestros instintos y nos deja en una desventaja inmediata, tomando decisiones incorrectas ante determinadas situaciones.
Este estudio, de todas formas, se puede aplicar en la vida diaria cuando se viven situaciones de riesgo que no permiten gran tiempo para analizar una decisión. En esos casos, las respuestas inconcientes suelen ser más correctas que cualquier otra.
Pero este grupo de investigadores londinenses no fueron los primeros en incurrir en este tema: Malcolm Gladwell, escritor de The New Yorker, afirma en su libro «Blink: el poder de pensar sin pensar», que el cerebro humano está conectado para tomar decisiones rápidas y que razonar o saber demasiado acerca de un tema pueden conducir a una decisión incorrecta. Esto se da en gran parte a que al saber más acerca de un aspecto, se tengan en cuenta datos irrelevantes.
Un estudio realizado por la Universidad de Ámsterdam afirma algo parecido pero con decisiones un poco más complejas como la compra de un nuevo automóvil. Esta investigación está basada en una hipótesis parecida a la del escritor del New Yorker, donde los seres humanos solo pueden focalizarse en una limitad cantidad de información.
Este estudio se realizó sobre dos grupos para determinar cómo funcionaba el principio de tomar una decisión sin prestarle demasiada atención. Un grupo tuvo cuatro minutos para seleccionar un auto de una lista con distintos atributos, como el consumo de combustible y espacio. El otro grupo estuvo distraído resolviendo un rompecabezas para mantener la mente focalizada en otro aspecto.
Los resultados arrojaron solamente el 23% del grupo conciente logró elegir el mejor auto, mientras que en el grupo inconsciente ese porcentaje llegó al 60%.
Para el dr. Wizenberg esto tiene que ver no tanto con las decisiones sino con las interpretaciones del mundo que tenemos alrededor. «Cuando interpretamos, la experiencia puede jugar a favor o en contra pero esto no quiere decir que la decisión intuitiva sea mejor que la razonada. El tema es que cuando razonamos metemos toda la experiencia, el conocimiento y la educación pero esto puede favorecer o entorpecer», aclara.
Nora dice
Excelente Raúl, me parece que viene a cuento un fragmento de Guy de Maupassant, en el prefacio de «Pedro y Juan», que dice así: » Hay, en todo, algo inexplorado, porque estamos habituados a no servirnos de nuestros ojos, sino con el recuerdo de lo que se ha pensado antes que nosotros sobre aquello que contemplamos. La menor cosa contiene un poco de desconocido. Encontrémoslo. Para describir un fuego que llamea y un árbol en una llanura, permanezcamos ante ese fuego y ese árbol hasta que no se parezcan ya, para nosotros, a ningún otro árbol y a ningún otro fuego. »
Te dejo un beso
Raúl Ortega dice
Pues justo en el blanco la reflexión del Edgar A. Poe francés, querida. Gracias por el aporte.
No discuto si el sustraerse al ruido informativo tiene o no su mejor meta final en hacer de cada objeto contemplado una singularidad irrepetible (pienso que Guy dibuja una circunferencia completa, y regresa al final a la individualidad del observador), pero lo que debe quedarnos claro es que quizás sólo a través de la mirada «analfabeta» que salta desnuda desde el interior hacia el mundo puede que veamos cualquier árbol y todos los fuegos, tal y como son, por primera vez.
Supongo que más de uno se habrá dado cuenta ya que esto tiene mucho que ver con esta cuestión tan famosa de hoy de retomar el «Niño Interior».
«Hay que desaprender, para desenseñar, cómo se deshacen las cosas», decía Kiko Veneno en un popular programa para niños.
José Antonio dice
Qué buen tema traído a colación, Raúl. Si recuerdas esto mismo lo expresamos en la entrevista que me concedió nuestro querido amigo Angel Almazán, con motivo del lanzamiento de mi libro El Retorno al paraíso perdido, así como también en ¿Fue Jung un egregio necrófilo? En fin, que es un tema recurrente y que, al fin, comienza a salir a la luz pública. Como siempre, cuando la patata está ya tan podrida que su olor hediondo no deja lugar a dudas.
Un abrazo
José
Raúl Ortega dice
Frater Jose, te he añadido los links oportunos en tu comentario.
Creo que me voy a animar a colgar el artículo original de Tim O´Shea que dio lugar al video «Armas de Desinformación Masiva». Está muy centrado en Estados Unidos, pero no es difícil universalizarlo mientras se va leyendo.
tech dice
beun post sigue asi