Conversaciones con Giegerich

Enrique Eskenazi lleva tiempo haciendo una gran labor en la divulgación del ideario de esta nueva lumbrera del «junguismo» que es Wolfgang Giegerich. Al final, todos regresamos al pensamiento hindú, al griego y/o al alemán, al parecer unidos en su común vocación por la abismal profundidad a través de una atávica y especial aura catena diferenciada dentro de lo indoeuropeo. La lucidez y agudeza de este pensamiento, de rasgos tan prometeicos, sólo es alcanzada por anglosajones, franceses y latinos a través de puntuales genialidades. A duras penas.

En efecto, Giegerich es de esa raza de pensadores que agarran el toro por los cuernos y, así, analiza los asuntos fundamentales que incumben a lo junguiano sin andarse por las ramas. Las últimas consecuencias, los fines, y las raíces, las bases, de la construcción filosófica junguiana es su principal interés. Lo trascendente de lo trascendente. El espíritu, hablando en plata. Hillman, por poner un ejemplo de una forma de pensar distinta, baila de puntillas y remolonea cuando tiene que acercarse al espíritu. Por eso crea una filosofía-psicología descentrada, es decir, sin centro. Algo artístico-sentimental. Claro que toda la producción hillmaniana gira alrededor de lo esencial, pues la intuición busca el centro espiritual como el imán el polo norte, pero él prefiere que aparezca todo bajo la forma, digámoslo así, de un secreto a voces. Si no, tendría que responsabilizarse por algo peliagudo cuyo abordaje reclama voto pitagórico, kantiano o de fakir: años de vida ascética contemplativa. Lo cual es bastante antiamericano.

Sin embargo, no he encontrado aún que Giegerich diga algo sobre lo esencial que sea certero, o, al menos, novedoso. En lo mejor, lo que hace es ahondar más con el afilado arado de su mente en un surco que ya está trazado. Se replantea una y otra vez los básicos, tratando de ser original, y lo único que hace es girar una rueda que ya está muy desgastada. Alcanza a plantear cuestiones que lo junguiano ya ha contestado. En lo peor, las flechas de su pensamiento-intuición dan en cualquier sitio menos en el centro de la diana. Al final, Giegerich se convierte en otra promesa más de la filosofía que no acaba de encontrarle el centro, el lingam, a su mandala. Supera a Hillman en aspiración y ambición (intelectuales), pero no consigue recorrer ni la mitad de su camino.

Así, al menos, lo veo yo. Para descubrir cómo lo perciben ustedes les animo a leer al menos este artículo publicado en la web de Don Enrique: El Fin del Significado y el Nacimiento del Hombre. Como todo pensador que lo es esgrime su espada con ansia de hacer sangre, ya sea en enemigos o compañeros de armas, y, sobre todo, buscando el corazón de la autoridad, el padre: Jung. En realidad, todos los junguianos pensadores lo hacemos. Pero es inútil el esfuerzo cuando te autoproclamas junguiano no por seguir a Jung, sino por ser ese un adjetivo de significado bastante accesible con el que nos hacemos reconocer públicamente ciertas personas que en nuestra propia, íntima, intransferible e insobornable experiencia, siguiéndonos a nosotros mismos, hemos visto cosas similares. Te cortarías tu propia rama, esa en la que estás sentado. Quiero decir que cuando no se trata de creer en la gravedad por leer a Newton, sino por caerse de culo, tratar de contradecir al maestro sistemáticamente puede convertirse hasta en contraproducente. Pero, bueno, no es inútil sino necesario el ampliar, comprobar, delimitar, fijar, puntualizar y pulir las consideraciones que los otros, incluido Jung, y nosotros mismos, tenemos al respecto de todo aquello que abarca la psicología analítica. Esa es la fuente de muchos de los grandes y honrosos logros en la ciencia, en el conocimiento. La individuación de muchos filósofos ha consistido en añadir una nota a pie de página en un texto de Platón, parafraseando a Whitehead. Nada más, y nada menos. Y todo eso empieza con la dialéctica, con la crítica, con el replanteamiento de todo, con la espada desenvainada y la empatía guardada en un saco sellado. Incluso en contra del amado maestro, incluso en contra de uno mismo. A mí no me parece que Giegerich vaya a alcanzar el sueño de todo discípulo aventajado: convertirse en el Eisntein del Newton de turno, en el Aristóteles de un Platón, en el Jung de un Freud, y armar así una revolución copernicana en su campo, pero subrayo que ni falta que hace. Es suficiente con seguir profundizando, según manden el pensamiento y el destino. Y eso es lo que voy a tratar de hacer yo a continuación comentando párrafos del incisivo alemán que me parecen de especial importancia:

Una de las voces más persuasivas que durante el último siglo planteó la cuestión del «significado de la vida» o como también podríamos decir, la cuestión del significado «mítico», «religioso», o «metafísico» (1), fue la de CG Jung. Sus ideas se movieron entre dos polos. Por un lado, estaba su implacable diagnóstico de que «evidentemente ya no tenemos ningún mito» (Jaffé, 1989, p. 171), o «nuestro mito ha enmudecido y ya no da respuestas» (p. 332), hoy «permanecemos con las manos vacías, confundidos y perplejos» (ibíd.), y «ya no hay dioses a los que podamos invocar» (Jung, 1964, § 598). Jung (1954a), incluso llegó tan lejos como para afirmar que «sería mucho mejor afirmar humildemente nuestra pobreza espiritual, nuestra carencia de símbolos–en vez de simular un legado del cual no somos los legítimos herederos» (§ 28). Jung fue muy consciente de que «el hombre moderno vive consigo mismo en soledad», «donde en la fría luz de la conciencia, la desnudez vacía del mundo alcanza a las mismas estrellas» (§ 29). (2) El otro polo del pensamiento sobre el significado sale a primer plano cuando al citado diagnóstico de que «no, evidentemente ya no tenemos ningún mito», Jung inmediatamente reacciona con la sorprendente pregunta, «Pero entonces ¿cuál es tu mito? ¿Cuál es el mito en el que vives?» Jung no aceptó el «no» como respuesta. En su opinión, el significado es indispensable, y la pérdida de significado en los tiempos modernos es la razón final de toda neurosis. La neurosis se debería a la falta de significado y a la falta de objetivo en la vida de todos aquellos que la padecen. (3) «Todo es banal, todo es ‘nada sino’; y esa es la razón por la cual las personas están neuróticas» (Jung, 1939, 18 627). «Como veis, el hombre está necesitado de una vida simbólica —verdaderamente necesitado» (ibíd., 18 625).

Ambas cosas, por un lado el diagnóstico de la pérdida de significado y la idea de la urgente necesidad de significado (que se unen en aquella frase de Jung que dice: «no podemos ni siquiera meternos en la cabeza el que ningún mito vendrá a nuestra ayuda a menos de que tengamos la urgente necesidad de uno» [Jaffé, 1989, p. 332f.]) no son nada nuevo. Ya se habían experimentado y ya se había luchado con ellas de diferentes modos, por lo menos durante cien años antes de Jung. En el siglo XIX no sólo se había descubierto lo que se conoce bajo el lema de «nihilismo», definido por Nietzsche como la falta de objetivos, la falta de respuestas al «¿Para qué?»; sino que también se había intentado desesperadamente, siempre con nuevos planes utópicos, proporcionar un nuevo objetivo final para la vida. Para mencionar sólo tres ejemplos, Kierkegaard había propuesto un salto hacia la fe, Marx había prometido la sociedad comunista, y Nietzsche había puesto todas sus esperanzas en la ansiada llegada de lo que él imaginó bajo el nombre simbólico de «Dionisos», que vendría e inspiraría a «Ariadna», el Alma abandonada, lista para recibir a Dionisio, poniendo fin así a la esterilidad que se había alcanzado en el siglo XIX. (4)

1. La Auto-Contradicción Inherente en la Búsqueda de Significado

Uno podría pensar que el diagnóstico de la pérdida de significado es la causa, mientras que la búsqueda de significado es el resultado; además, que la pérdida de significado es la «enfermedad», mientras que la búsqueda de significado sería la cura. Pero, la «pérdida de significado» por un lado, y la «búsqueda de significado» por el otro, se han de considerar, más bien, como las dos caras de una misma moneda. Así como el sentimiento de la pérdida de significado es lo que crea un anhelo de significado, también, y del mismo modo, la idea de la necesidad de un mayor significado es lo que hace que la vida aparezca intolerablemente banal y «nada segura», simplemente «maya, en comparación con aquella cosa que hace que tu vida sea significativa» (Jung, 1939, § 630). Cuanto más se añora el significado, más banal se vuelve la vida, mientras más banal uno sienta que es la vida, más dirá con Jung, «Todo mi ser estaba buscando algo todavía desconocido que pudiera conferir significado a la banalidad de la vida» (Jaffé, 1989, p. 165). No hay aquí dos fenómenos, sino sólo uno. La búsqueda de significado es el opuesto de sí mismo.

Es lo que hace que la realidad se vuelva aquello mismo sin sentido que se intenta vencer; es el síntoma o la enfermedad mismos, cuya cura pretende ser. El deseo de significado se engaña respecto a sí mismo. ¿Cuál es la ilusión? La búsqueda de significado busca algo que no puede ser buscado, porque cualquier búsqueda destruiría lo que pretende obtenerse. El significado no es una entidad que podría tenerse, ni es un credo, una doctrina, una visión del mundo, ni tampoco algo como el tesoro tan difícil de conseguir de los cuentos de hadas. No es semántico, no es un contenido. El significado, en el caso de que existiese, sería, ante todo, un hecho implícito de la existencia, un a priori. Nunca puede ser la respuesta a una pregunta; por el contrario, es una indiscutible e incuestionable certeza anterior a cualquier posible cuestionamiento. Es el estado de tener base [groundedness] de la existencia, es un sentido de encastramiento [embeddedness] en la vida, de un estar contenido en el mundo—incluso podríamos llegar a decir una adentridad en tanto que lógica de la existencia como tal. El significado de la vida es tan auto-evidente como la adentridad del agua lo es para los peces.

El mito, la religión, la metafísica—nunca fueron respuestas a cuestiones explícitas y angustiosas sobre el significado de la vida, tales como cuando, por ejemplo, William James en 1897 planteó la pregunta «¿Vale la pena vivir la vida?» No, fueron meramente la articulación o la formulación concreta, en forma imaginal y, en el caso de la metafísica, la explicación, bajo el modo del pensamiento, de la forma de la adentridad existente de hecho, o del poseer base de la existencia propia de cada situación histórica respectivamente. Los cuentos de los mitos, las prácticas religiosas, las doctrinas o los dogmas, los elaborados sistemas de la metafísica, expresaban en diferentes modos la lógica que de hecho gobernaba la vida vivida de la gente. Eran la auto-expresión en la conciencia del significado que había entonces. Por esta razón, los mitos, los rituales y la metafísica, simplemente decían—y celebraban—la verdad. Esa era su tarea. Así como el pez nunca hubiera podido cuestionar seriamente la falta o no de sentido de estar en el agua, así, desde la época del mito, hasta el final de la era de la metafísica, es decir, a través del tiempo de Hegel y Schelling, el hombre no podría posiblemente, con toda sinceridad, haberse planteado seriamente la pregunta «¿Vale la Pena Vivir?» como una pregunta real, sino meramente retórica.

Si en el siglo XIX la cuestión del significado y del valor de la vida súbitamente—o poco a poco —se hizo posible, y de hecho, entonces se volvió una pregunta seria y urgente más que posible, es porque tuvo que haber tenido lugar un cambio radical en el modo de estar-en-el-mundo del hombre. El hombre tuvo que haberse salido de su previo y absoluto contenimiento en la vida, de modo que ahora se le ha capacitado y, a la vez, se le ha obligado a ver la vida como si ella estuviera fuera, pues sólo de este modo puede, en primer lugar, volverse temática y problemática la totalidad de la vida. Ahora, con la cuestión acerca del significado y el valor de la vida, la existencia como tal se ha colocado, por así decirlo, enfrente de la conciencia, que es lo opuesto de la adentridad. Ahora, el Hombre, por primera vez, tiene una posición hacia el mundo per se. (5) La cuestión del significado, es la marca de la época moderna después de la conclusión de la edad de la metafísica a comienzos del siglo XIX.

Ahora podemos entender por qué la búsqueda moderna de significado es necesariamente auto-contradictoria. La búsqueda de un significado es verdaderamente, si bien es de manera oculta la añoranza de un estado de adentridad, pero puesto que la pregunta sobre el valor y el significado de la vida tiene existencia como un todo en su campo de visión, inevitablemente nos coloca afuera y frente a la vida misma. La búsqueda de un significado inadvertidamente tiene que construir aquello que justamente desearía que fuese la lógica o la sintaxis de la vida, como un contenido semántico, como una especie de doctrina de sabiduría, o de credo, o de ideología, y en ultima instancia como un bien de consumo. Esta es la razón por la que hoy el significado existe en una pluralidad de significados diversos en competencia, puestos a la venta en un enorme «mercado de significados» por toda una entera «industria del significado», y por lo cual estamos en la posición de consumidores que tienen que tomar sus decisiones y elecciones respecto a estos «significados.» (6) Incluso si «compramos» un cierto significado y nos emparedamos en él, y nos metemos dentro de él, nada puede deshacer el hecho de que se trata de una adquisición secundaria y que nuestra adentridad en ese significado, si llegara a existir, sería como aquella en una casa que nosotros mismos hemos construido o alquilado, y no ya aquel tipo de adentridad a priori, no elegida e irrevocable, que era lo que realmente se estaba buscando.

Además de la contradicción intelectual inherente a la cuestión del significado existe también una contradicción emocional: no podíamos ni siquiera desear seriamente encontrar realizado de hecho lo que en verdad está buscando nuestra búsqueda de significado. Porque si de hecho se realizara el tipo de adentridad que se añora, resultaría intolerable e insoportable para el sujeto moderno. Chocaría con nuestra insistencia inalienable en la individualidad emancipada y en la racionalidad libre. Necesariamente sería sentida como un aprisionamiento, como una pesadilla, de la cual ya nos han dado una muestra de lo que podría ser la experiencia de los estadios totalitarios del siglo XX y las sectas fundamentalistas.

Unos pocos ejemplos podrían servir como ilustraciones sugerentes para evocar al menos cierto sentido inevitable del estar contenido que una vez fue, pero ya no puedo dar aquí una exposición más elaborada para lo que este punto requeriría.

En definitiva, trata de convencernos Giegerich de que la persona aquejada de dolor por la carencia de un sentido elevado en su vivir es un «malade imaginaire», un enfermo imaginario. Mal asunto el tomar ese derrotero por parte de un psicólogo, cuya ocupación es precisamente la neurosis, la depresión y todo ese abanico de «enfermedades imaginarias», de enfermedades de eso inasible que es la psique, tejida con esa gasa etérea de los sueños y la imaginación. A la propuesta de toda esa corriente de la filosofía que considera real sólo lo inmediato, lo sensorial, lo racional que se construye sobre eso y todo el acervo de asuntos que alcanza a valorar el mero sentido común es a la que precisamente responde la psicología profunda trayendo a consideración algo tan extraño, extravagante y sui generis como es lo inconsciente. Algo que, en efecto, para aquella forma de pensar tiene bastante de imaginario. C. S. Lewis contaba en sus memorias que se convirtió al cristianismo pleno de fe, pero en contra de su voluntad. Giegerich parece haber abrazado lo junguiano de un modo parecido.

De igual modo podríamos emplear su argumento para tratar de convencer a la audiencia de que la desesperación por amor es irreal, pues parece proceder de un caprichoso deseo que se empeña en padecer el sujeto, cuando nada hay en él que podamos tildar de verdaderamente necesario. La gente, sin embargo, sigue suicidándose por amor. No soporta su imaginaria carencia.

Como vemos, él es consciente de que los hombres en general sienten horror vacui ante la vida banal del barquero, y, por lo tanto, que Jung es de todo menos un caso único de obsesión idealista y romántica. Nos cuenta otra vez la realidad flagrante ya asumida desde hace rato de que la religión no se crea ni se destruye, sino sólo se transforma: en utopías políticas, en todo tipo de -ismos, en ateísmo incluso, pero llega a la conclusión de que todo eso, a día de hoy, es un anacronismo, un error. Una contingencia prescindible. Habla del mercadillo espiritual actual pero no para contraponer esa tonta manera de buscar la verdad a la legítima forma, sino para romper la mayor y decir que toda búsqueda es en sí tonta. Una y otra vez el pensamiento de este filósofo va a tratar de sostenerse por sí sólo en la racionalidad, en la conciencia, haciendo caso omiso de la conexión que su intuición le proporcionaría con su inconsciente. Por eso no parece comprender en su verdadera implicación lo que él mismo dice. Cuando afirma «El significado, en el caso de que existiese, sería, ante todo, un hecho implícito de la existencia, un a priori» no parece darse cuenta de que está aludiendo precisamente al arquetipo, algo que, a pesar de su desafortunado nombre, estará plenamente vigente mientras el Hombre sea lo que es. Pero quizás le ocurra precisamente que no acaba de darse cuenta de que arquetipo no es un concepto, ni una curiosidad arqueológica, sino una realidad fáctica, un a priori, también de su pensamiento, que, de hecho, existe incólume y omnipotente ahora mismo, aquí mismo. «Nunca puede ser la respuesta a una pregunta; por el contrario, es una indiscutible e incuestionable certeza anterior a cualquier posible cuestionamiento. Es el estado de tener base [groundedness] de la existencia, es un sentido de encastramiento [embeddedness] en la vida, de un estar contenido en el mundo—incluso podríamos llegar a decir una adentridad en tanto que lógica de la existencia como tal. El significado de la vida es tan auto-evidente como la adentridad del agua lo es para los peces«. Si Giegerich no afirmara que el agua es auto-evidente para el pez, como tampoco el océano interior, lo inconsciente, es auto-evidente para nosotros, los hombres-peces, podría captar el sentido tácito de lo que está expresando, de lo que se está diciendo a sí mismo. Si dejara de pensar que el sentido de la vida o es consciente (auto-evidente) o no es, ya que no es así, ni lo fue ni será, razonaría mejor. El que no sea consciente no significa, obviamente, que no exista, así como todos hacemos la digestión aunque no tengamos ni remota idea de ella. Si entendiera la búsqueda idealista, la pregunta romántica, como el intento de elegir la mejor y más sana alimentación para algo de lo que se es apenas consciente, aún siendo un a priori de la existencia (el estómago psíquico), vería como cuadra todo de un modo diferente.

El problema está, de hecho, en la metáfora del pez rodeado de agua. Eso nos muestra que piensa en el sentido de la vida como algo que pertenece eminentemente al entorno cultural, a la ideología, a la religión exotérica. Como decimos: a la conciencia. Está pensando de oficio como filósofo racionalista o, mejor, como extravertido sociólogo. Si pensara como psicólogo usaría otra metáfora, quizás la del ánfora (muy acuariana), donde ese agua brota de dentro hacia fuera. La sociología ha visto que ahí en el exterior se han derrumbado todos los ídolos, pero la psicología los ha vuelto a encontrar perfectamente erguidos buceando adentro. Podemos inventarnos muchos modos culturales, llenos de sus propias modas y creencias, pero el Alma del Mundo no podemos recrearla a capricho.

Yo lo diría así: el Hombre no se inventa su necesidad de conexión con lo Infinito. No es una apuesta racional, es un impulso desde lo inconsciente. Pero la conciencia en su libre albedrío puede ensayar miles de formas erróneas de crear esa conexión. Por eso es pertinente la escrupulosa y responsable búsqueda. Ayer, hoy y mañana.

Por otro lado, es interesante la fijación que tiene con el siglo XIX como origen del razonable nihilismo actual. A la Historia le resulta obvio que el movimiento decidido hacia el humanismo laico, el cientifismo, es muy anterior, y que el XIX representó precisamente una escisión en la personalidad del occidental al aparecer toda esa corriente romántica que quería reencontrarse con la magia medieval en contra de todo el poderoso movimiento racional positivista que estaba triunfando políticamente por doquier, consolidando su paradigma. El XIX como continuador del movimiento que ya estalló en pleno vigor en el XVIII ha dado lugar a esto que tenemos hoy, claro, pero el XIX como contexto del retorno de los brujos, el XIX que inaugura un Goethe, que caracterizan un Wagner, un Poe, un Blake, todas las mesas de oui-ja que pulularon por Europa y toda aquella mediúmnica histeria, es el directo precursor de la psicología profunda en general, de lo junguiano en particular y de la New Age actual. Esto me hace deducir que este siglo es problemático para Giegerich desde dos frentes: como junguiano le cae mal todo lo que tiene de continuador del cientifismo, y como el filósofo racionalista casi en estado puro que es se incomoda ante todos esos rebrotes impetuosos anímicos, procedentes directamente de un subversivo inconsciente, que hacen del romanticismo eso que todos reconocemos.

Cuarto, la adentridad fáctica se veía también en la sumisión resignada e incuestionable del pueblo al destino, a las vicisitudes y rigores de la naturaleza, a los caprichos de los gobernantes, a los caminos inescrutables de Dios.

Quinto y último, si como pretendía Jung, los primitivos australianos, por ejemplo sacrificaban dos tercios de su vida consciente a lo que él llamó la «vida simbólica» (Jung, 1939, § 649) y si la vida pública y privada del pueblo en todas las otras culturas anteriores similarmente tenía su centro en sus cultos, vemos que el mirar hacia arriba era más que una inconsecuente actitud subjetiva, era una realidad práctica. Desde un punto de vista estrictamente financiero, es absolutamente sorprendente, por ejemplo, cuánto invirtieron los Egipcios en sus pirámides y tumbas, lo cual no servía a ningún fin práctico inmediato para la supervivencia. Expresaba su dedicación metafísica a algo mayor, en lo cual la existencia humana estaba contenida como un todo.

Éstas son unas consideraciones que a mí me interesan especialmente. Cuando tienes que analizar cómo es verdaderamente una persona lo primero es tomar nota de a qué dedica su dinero, sus recursos, su tiempo. Lo mismo que un «te quiero» no significa nada si no va acompañado de una notoria demostración, lo que las personas definan como sus más altos ideales, si no va acompañado de unas ostensibles preocupación y ocupación en esa dirección, es un engaño y un autoengaño. Por eso es muy fácil saber cuándo Europa, como sociedad, abandona su último mito religioso: cuando deja de construir catedrales. Y ya se da ahí esa pérdida, aunque la inercia y el costumbrismo alarguen por siglos ciertos ademanes culturales procedentes de ese período anterior. Sin que sea óbice para que se sigan dando hasta hoy mismo, como se dieron siempre, poderosas vocaciones particulares o subgrupales.

«Vemos que el mirar hacia arriba era más que una inconsecuente actitud subjetiva«. Precisamente porque quiere argumentar en dirección contraria nos descubre aquí Giegerich que parte de pensar en lo mítico como una mera proyección de lo psíquico, entendido además lo psíquico como algo solamente subjetivo. Claro que el mirar hacia arriba siempre es algo más que una inconsecuente actitud subjetiva. No hace falta demostrar ahora que se trata de otra cosa, encima trayendo argumentos periféricos. Lo junguiano no entiende lo Inconsciente Colectivo como algo interior, como una cuestión sólo de imaginación humana, por más importante que sea ésta para nosotros. En la observancia del mito se están honrando leyes sobre el comportamiento individual y social, y también de la naturaleza y el cosmos. ¿O acaso está traída de los pelos las relaciones de la psicología analítica con la física cuántica, la astrofísica o la biología? Parece que él parte de la idea de que sí…

«La adentridad fáctica se veía también en la sumisión resignada e incuestionable del pueblo al destino, a las vicisitudes y rigores de la naturaleza, a los caprichos de los gobernantes, a los caminos inescrutables de Dios«. Así era y así es. Antes explícitamente, ahora tácitamente. En contra de lo que cree ver Giegerich, no hay cambio sustancial en la realidad y en el alma en el paso del mundo antiguo al moderno. Hay un cambio dramático, eso sí, en la perspectiva del ego. Que él piensa es evolutivo, y yo, en muchos aspectos (aunque acepto que no en todos), involutivo. Lo diré otra vez: la religión no se crea ni se destruye, sino sólo se transforma. Cuando se transforma el dios en contenido intelectual, el destino en utopía sociopolítica, y el pensamiento mágico pierde la credibilidad, entonces ha ocurrido una grave involución, porque el Hombre se ha apartado lo más que puede de la Naturaleza, parapetándose en el ego. Que se cree libre. Pero es meramente una creencia. Y de las más falaces y peligrosas, aunque a Giegerich no se lo parezca en absoluto.

Todo lo que se ha descrito en relación con la contención metafísica del hombre en la naturaleza durante las edades del mito y de la metafísica ya no existe más. En la era moderna, que comenzó en el siglo XIX, Atlas perdió su trabajo; ya no hay más arriba y abajo en un universo en el cual la tierra ya no es más el centro, ya no hay más Midgard. Las ideas de centro, de arriba y abajo, se han convertido cosmológicamente en sinsentidos. Sin Atlas que constantemente sostenía y separaba al Cielo de la Tierra, los padres del mundo han caído el uno sobre el otro en la positividad, de manera que ha desaparecido la diferencia metafísica entre Cielo y Tierra, así como la diferencia entre la tierra, la luna, el sol, los planetas, y las estrellas. La dualidad esencial de este mundo terrenal, por un lado, y el mundo trascendente por el otro, simplemente se ha ido, estado que se refleja en la búsqueda de una fórmula uniforme del mundo. Ahora hay positivistamente sólo una sustancia metafísicamente homogénea a partir de la cual se construye en su conjunto todo el «universo» (¡ya no hay más kósmos!) […] De modo semejante, las ideas y los conceptos han perdido su estatus previo de última realidad en tanto que «universales» en el sentido neoplatónico de la palabra, es decir, en tanto que realidad superior a la del particular y del individuo concreto, que anteriormente sólo poseía realidad en tanto participaba y estaba subsumido, o contenido en un universal. La imagen más clara de esto es la liberación sexual. Anteriormente había una idea muy clara de lo que era «un hombre» y «una mujer», así como su verdadera naturaleza y por lo tanto sus papeles en la sociedad. El concepto era physei, es decir, expresaba inmediatamente, o mejor dicho, era la naturaleza y la verdadera realidad de las cosas y de las personas. El individuo particular tenía su verdad y realidad sólo en y a través del concepto, y por esta razón se consideraban «no reales», «falsas», perversas, no verdaderas las conductas que se desviaban de tales definiciones, como por ejemplo la de los homosexuales, a pesar de que de hecho ocurrieran. Hoy en día, lo único real es lo que de hecho ocurre en los individuos en toda su diversidad, y las ideas, los conceptos y los roles son vistos solamente como construcciones humanas. El singular se ha emancipado del concepto universal, el cual hoy, de hecho, se reduce a un flatus vocis o se experimenta como un mero instrumento humano de opresión.

Esto es de una importancia radical. Está muy, pero que muy bien traído. La intuición, por un lado, una y otra vez se recrea en la captación de un cosmos sustentado en pares de opuestos, cuya formulación más honda y paradigmática es el mandala Yin Yang del taoísmo, y, por otro, en la absoluta realidad de lo sistémico, en la tangibilidad de los universales, tema que empecé a desarrollar prolijamente aquí. El pensamiento positivista, por el contrario, es esencialmente reduccionista, democritiano: «todo lo que hay son átomos y vacío». Trata de encontrar la última realidad en un elemento, el más simple posible. Es unívoco. Entonces las escalas de valores se pierden. No hay, en efecto, arriba y abajo, así que vale todo y no vale nada. No puede ver diferencias sustanciales entre una casa de citas y una pirámide, pues la realidad última que ve en ambas es el ladrillo. Por cierto, nótese que acabo de recrear una dualidad en mi concepción del asunto ahora mismo.

Debe sernos obvio, tal y como traté en el artículo antes citado, que estas dos formas de crear conciencia y cultura giran sobre sí mismas históricamente y que en ningún caso puede verse el reduccionismo como una evolución de la visión sistémica. El reduccionismo en realidad no crea cultura, la deconstruye. Todo período de deconstrucción, de decadencia y reconstrucción, es reduccionista. Se desmontan los edificios ladrillo a ladrillo para volver a construirlos otra vez, con una forma nueva. La visión junguiana de las cosas viene como respuesta a nuestro particular período de decadencia. Es el aire acuariano que sopla desde el futuro. Justificar la permanencia en una etapa reduccionista es un pecado contra el auténtico devenir histórico.

El culto de los antepasados ha sido reemplazado por la adoración de la niñez y la juventud; en lugar de la orientación hacia el conocimiento de los antepasados muertos, de los ancianos sabios del pasado, y en vez del cultivo y el respeto por la tradición, la modernidad se caracteriza por la necesidad de originalidad individual y por la constante innovación, así como el deleite en la irreverencia y en la provocación (¡arte moderno!)

Hay que entender que una época reduccionista está a la espera del Superhombre, el Salvador, el Héroe, cuya epifanía comienza, naturalmente, con el Puer. Si esa energía Puer no logra materializar los valores del Padre, del Anciano, todo queda en rebeldía sin causa, en revolución que es involución y en una proliferación desmedida de arte basura. El Puer es aquella fuerza que viene a destronar al destronador Saturno, el demiurgo, el regente en los períodos deconstructivos, para devolver el reino al abuelo Urano. Medítese en estos símbolos.

Amenazar con los horrores del vacío es una estrategia usual de aquellos que insisten en el significado. Otra estrategia favorita para el mismo propósito consiste en interpretar el cambio que ha ocurrido en términos de una psicología de la culpa. El cambio es visto como una caída, como una decadencia, como un error, como una enfermedad; se debe a nuestra culpa, a nuestra Hybris, a nuestro descuido y a nuestro olvido. Es todo culpa nuestra. Occidente ha dilapidado su herencia espiritual, decía Jung (ibid.). Hemos sido demasiado racionalistas, o demasiado patriarcalistas, o demasiado unilaterales. De modo que ahora, con esta concepción tenemos que humillarnos y volvernos hacia el desconocido inconsciente como la verdadera fuente del significado.

Esta estrategia opera con una escisión estructuralmente neurótica entre el alma y el ego, el alma y el intelecto racional. Sigue la idea de que «omne bonum a deo, omne malum ab homine.» (14) Incluso si el mismo Jung ocasionalmente estaba dispuesto a afirmar que «estoy convencido de que el creciente empobrecimiento de los símbolos tiene un significado» (Jung, 1954a, § 28), esto implicaría que el empobrecimiento de los símbolos es un desarrollo necesario en la historia, o en la historia de la alquimia del alma, y no nuestro hacer, sin embargo su posición dominante era la de que esto era culpa nuestra.

Otra vez regresamos a la paradoja de Prometeo. El jaleo del pecado original. Debería saber Giegerich que no va a desatar ese nudo gordiano cortando y obviando una de las dos mitades en esta dialéctica. Prometeo es un héroe salvador y un pecador. Judas, en cierto modo, es lo mismo también. Que alguien gracias a una gran desgracia, por ejemplo, un atentado terrorista, encuentre su auténtico lugar en la vida, no exculpa a los terroristas de su terrible acto. ¿O sí? Bueno, si en vez de terroristas les llamamos revolucionarios, porque nos adherimos a su causa… Qué lío, sí. Todo esto es bastante complicado para la razón. La mejor postura es, por ende, la de Jung, que oscila entre las dos. Pero tratemos de simplificar el problema usando una metáfora esclarecedora: no hay error ni culpa en que el Sol se oculte por la noche, eso tiene que pasar así. Necesita renovarse. El error está en salir gritando por las calles con una vela que el Sol se ha muerto y no existe más, y convencerse y convencer al barrio de que hay que aprender a vivir en la oscuridad. Es el error más simple que existe, un sumar dos más dos igual a cinco. Es, sencillamente, mala ciencia. Visto así, no es tan complicado el juicio.

Claramente, el encastramiento del hombre en la naturaleza ha terminado. Pero puesto que el sentido de «significado» no era sino otra cosa que la adentridad, es obvio porqué en los dos últimos siglos se tuvo que experimentar una pérdida de significado, (13) un sentimiento de alienación y de nihilismo. Como Jung (1939g) dijo, el «alma se ha vuelto solitaria, está extra ecclesiam y en un estado irredento» (§ 639). De modo semejante el alma ya no está solo extra ecclesiam, sino que está extra naturam. Con esta visión hemos regresado a nuestra discusión, y hemos proporcionado un sutil contrapunto al diagnóstico inicial de Jung cuándo afirmó, «No, evidentemente, ya no tenemos ningún mito.»

Aquí vemos a Giegerich coqueteando con el paradigma psicoecológico: cuando el alma está fuera del mito, está también afuera de la naturaleza. Exacto. Por eso una vida sostenible, como se suele decir ahora, no puede ser si es extra ecclesiam. Ésta es la formulación más simple de este paradigma.

Como modelo general para tal interpretación podemos apoyarnos en una concepción de Jung, muy diferente sin embargo, que parece más bien aislada en su obra y que parece no haber tenido consecuencias en su pensamiento ulterior. En su enfoque de los símbolos que se encuentra en la sección «Definiciones» de su Tipos Psicológicos (1971) (15) Jung escribe:

«En tanto un símbolo sea una cosa viviente, es una expresión para algo que no puede caracterizarse de ningún otro modo mejor. El símbolo está vivo sólo en tanto está preñado de significado. Pero una vez que su significado ha nacido fuera de él, una vez que se ha encontrado una expresión que formula la cosa buscada, esperada, o adivinada de manera mejor que el símbolo aceptado hasta el momento, entonces el símbolo ha muerto, es decir, sólo posee significación histórica. Podríamos continuar hablando de él como un símbolo, bajo el supuesto tácito de que estamos hablando de él como era antes de que hubiera nacido de él la mejor expresión… Para toda interpretación esotérica, el símbolo está muerto, porque el esoterismo ya ha dado de manera muy ostensible una expresión mejor, por lo cual el símbolo se vuelve meramente un signo convencional para asociaciones que ya son más y más cabalmente conocidas en otro contexto. Sólo desde el punto de vista exotérico el símbolo es una cosa viva». (§ 816)

Aquí, por lo que respecta al significado de un símbolo, Jung opera con la imagen de la preñez y del nacimiento, y por lo que toca a la interpretación del símbolo, con las ideas de la perspectiva exotérica y esotérica. El símbolo es sólo la forma embrionaria inconclusa de un determinado significado. En la medida en que el símbolo está vivo, su significado aún no ha nacido, no ha visto plenamente la luz del día. El nacimiento del significado, a la vez, significa la muerte de su antigua forma embrionaria, es decir, la muerte de la forma del símbolo, y significa que su significado ha recibido una mejor expresión. La muerte de un símbolo, en tanto equivale al nacimiento de una formulación mejor de aquello de lo que habla, no implica que deba enfocarse como una catástrofe intolerable. Se trata de una transformación que ciertamente va acompañada de una pérdida, pero en última instancia es una ganancia, un progreso, al igual que lo es el nacimiento en el caso del embarazo biológico. Por lo tanto, así es precisamente el destino del significado, nacer a partir de su forma de mera preñez original (implícito, Ansichsein).

El movimiento de la mente que interpreta, en cambio, es el opuesto del movimiento del significado. En tanto que el significado aún está oculto en el vientre del símbolo, la mente lo ve o lo adivina desde fuera; esto es lo que Jung llama el punto de vista exotérico de la mente. El nacimiento del significado a partir del símbolo, va de la mano de la iniciación de la mente en el significado de modo que entiende el significado desde dentro mismo y es plenamente consciente de él; el significado se ha vuelto así explícito, comprendido conceptualmente (= la perspectiva esotérica), lo cual, sin embargo, equivale naturalmente a la pérdida de su mística. Se ha vuelto por lo tanto, desmitologizado y desacralizado y ahora es meramente un contenido común de la conciencia (como diría Jung, se ha vuelto un «signo convencional»).

De modo que tenemos que entender que la «adentridad del significado» (= cuando el símbolo viviente aún está meramente preñado con su significado) y un «punto de vista exotérico» son descripciones de la misma situación desde lados opuestos.

Este pasaje de Jung acerca del símbolo es uno de los raros momentos en que Jung se eleva a un verdadero pensamiento dialéctico en términos de una superación hegeliana.

Jung habló aquí de la historia o del destino del significado de los símbolos individuales. En el caso de la muerte de un símbolo individual a través de la transición de la conciencia individual de un punto de vista exotérico hacia uno esotérico, podría ocurrir que esta pérdida fuese compensada por la emergencia de un nuevo símbolo que está preñado con un significado diferente, de modo que aparezca una nueva fascinación. Esto es lo que de hecho ha ocurrido en la historia muchas veces; ha habido numerosos períodos de crisis cultural, en que los viejos dioses o símbolos habían perdido su convicción y los nuevos todavía no habían fascinado a la gente, pero iban emergiendo lentamente. Estos tiempos de transición fueron tiempos de sufrimiento empírico y temporal por la pérdida de sentido, mientras que la adentridad lógica fundamental continuaba, incluso en el período de su ausencia empírica. Este tipo de cambio y de problema podría compararse a la inquietud durante una mudanza, cuando uno ya no está en la casa antigua y todavía no se ha mudado a la nueva casa.

Esto es trascendental. Estamos diferenciando imágenes primigenias de ideas primigenias, los símbolos de los contenidos filosóficos, las formas de la no-forma dentro de la fenomenología del espíritu, la imaginería del sueño de su interpretación. Muchas veces he denunciado que Jung y los junguianos se ocupan poco de tratar y traer a colación el asunto de las ideas primigenias. Una idea primigenia es por ejemplo aquello de «los universales son entidades reales. No son meras abstracciones lingüísticas, flatus vocis«. La religión está llena de imágenes primordiales y la filosofía de ideas arquetípicas. La cita de Jung no es muy correcta, por incompleta, y el comentario de Giegerich es directamente desafinado y desafortunado. Jung habla de los casos en que la idea primigenia desplaza a la imagen, lo cual es la dirección de la gnosis: desde la visión hacia la comprensión. Desde el sueño a la interpretación. Pero la numinosidad no se agota en ese proceso, ni mucho menos, cosa que Giegerich deduce apresuradamente desde las palabras de Jung, cuando no dan ningún pie a eso. Nada se vuelve «desmitologizado y desacralizado» (qué barbaridad…), ya que la energía trascendente que portan las ideas primigenias (las formulaciones metafísicas) es superior incluso a la de las imágenes. Por eso el dominio de la gnosis, del conocimiento esotérico, es el nivel superior de todas las formas místicas. Pero hay que añadir a las disquisiciones de Jung que no siempre una imagen agota su numen en la expresión de una idea metafísica contenida en ella. Hay imágenes que son como una matriz de significados, que irradian en tantas direcciones y afectan tantas áreas que resultan de validez prácticamente eterna, por más que destilemos desde ellas profundos pensamientos (invoquemos las figuras del Tarot, por ejemplo). Aún más: hay imágenes que parecen tener consistencia propia, como los difuntos que aparecen a veces en los sueños, y que son irreducibles in toto a una expresión mental, a una concepción que los reduzca a lenguaje, a representación. Son como símbolos-cosa. A veces cosas, sin más. Pensemos en la Astrología, por ejemplo. Esta misma semana he obtenido magníficos ejemplos del poder fáctico, objetivo, que puede animar la representación de un ídolo, incluso aunque ya no se crea desde hace siglos en él.

Por lo tanto, ni pasar de la imagen al significado intelectual que le es inherente la desacraliza, ni la inmanencia tiene por qué infectar a los símbolos, incluso aunque se crea que están muertos y vacíos ya de toda su trascendencia, ni es mero lenguaje todo lo que la psique ve más allá de los órganos de los sentidos. Otra cosa es la cuestión de la renovación de los símbolos y las ideas a lo largo de la Historia de una cultura, ese ocultarse para volver a salir del Sol que hablábamos antes. Tengo que decir que esta muerte y renacimiento de los dioses es un asunto que afecta mucho más a la vertiente exotérica que a la esotérica. Ahí afuera, en las sociedades y su literalismo inmanente, la gente y sus guías intelectuales cada tanto tiempo se decepcionan de que las promesas míticas jamás se cumplan, de que las tierras prometidas que todos los mitos pregonan sigan sin materializarse aquí abajo. También se hace necesario que cada cierto tiempo el mito se transforme para adaptarse a, para albergar, las nuevas creaciones tecnológicas y las nuevas adquisiciones culturales. Es así como decepcionados de los ángeles de antaño pasamos a ver hoy extraterrestres. Sin embargo, en el mundo del esoterismo se habla de filosofía perenne, de tradición. Se es consciente de que la enseñanza gnóstica es fundamentalmente la misma hoy y 10.000 años atrás. Hoy hablamos de arquetipos y de inconsciente, antes de Logos, o de Shiva. Es lo mismo. Existe una depuración, una amplificación, una traslación, una cierta evolución, en la gnosis, cierto. Pero el concepto de arquetipo, repito, contiene la idea de lo ancestral en paralelo con las de actualidad y vigencia.

Muchas cosas cambian, mientras que otras no.

De modo que cuando el hombre nace en un sentido literal, no ha nacido en absoluto. Meramente ha intercambiado el útero biológico de la madre por un segundo útero, el útero espiritual, el saco amniótico de la mente, de las imágenes y los significados. El hombre no ha nacido directamente en su entorno. Ha «nacido» en su ser mente y alma. Un poco como los astronautas que realmente no se aventuran al espacio exterior, sino que permanecen en sus trajes espaciales o en sus naves espaciales que los protegen del espacio exterior, de modo semejante, el hombre, aún cuando literalmente y biológicamente ha nacido en su entorno, está lógicamente vestido en su traje espacial, o podríamos decir en su traje ambiental, o si se quiere decir así, está vestido en sus imágenes, ideas, conceptos y palabras. Cuando dije que el hombre nació en su ser mente y alma, esto fue un poco prematuro. La idea de que nació en un traje espacial de imágenes es más correcta. Hace evidente que la persona en el traje espacial y el traje espacial mismo en principio son separables como dos «sustancias» distintas. El hombre pre-moderno en tanto que individuo estaba en la mente y en el alma. Vivía fundamentalmente encapsulado en sus imágenes y concepciones. La mente y el alma estaban afuera, a su alrededor, en el mundo. Como hemos visto, las ideas y los conceptos eran inmediatamente reales, eran hipóstasis en el sentido Neoplatónico. Eran la verdadera naturaleza de las cosas. Por el otro lado, hay una limitación en la imagen del traje espacial. Porque sugiere algo demasiado rígido. De modo que, cambiemos a otra imagen y digamos que el hombre estaba flotando en la mente y en el alma como en su segundo líquido amniótico.

El movimiento junguiano es la respuesta que se ha dado dentro de la historia del pensamiento a las formulaciones de una Ilustración, de un Nietzsche, de un Freud: puedes pretender matar a Padre y Madre, a Diosa y Dios, pero sólo destruyes su apariencia. Puedes quemar iglesias, pero la religión continúa intacta. Puedes despreciar la metafísica en los libros y en la cultura, pero sigue formando parte de tu sangre. Puedes quitarte el rígido traje espacial, pero sólo para descubrir que el traje espacial es también tu esqueleto.

En esoterismo hablamos del segundo nacimiento, el que de verdad convierte al Hombre en adulto, y emancipa de ese traje rígido espacial que significan la familia carnal y la cultura en general en la que tuvo lugar el primer nacimiento. Pero seguimos tratando con Padre y Madre celestiales, con Shiva y Shakti, pues la libertad del ego no significa en realidad nada que no sea la capacidad de ponerse al servicio de todo eso que está por encima de él y frente a lo cual tiene que rendir cuentas como hijo obediente.

Es obvio que Giegerich tiene un concepto lineal del tiempo. Ve la evolución filogenética humana como una línea evolutiva ascendente, y la compara con la ontogénesis individual, el viaje del feto al viejo. Pierde de vista completamente el aspecto circular del tiempo, el Ouroboros, la cadencia del Samsara. Ni siquiera se da cuenta de que este período iconoclasta de la Humanidad ya lo atravesaron los hombres muchas veces antes. Muchas veces ha ocurrido ya que el Hombre se sintiera primero libre al destrozar sus viejos ídolos y luego desolado. Rebuscando desesperadamente los añicos para volver a rearmar las piezas. Debemos tener claro que la razón científica es un instrumento tecnológico prodigioso, que, en ese aspecto, supera al pensamiento mágico, el cual no tiene ninguna pretensión de ser ni industrioso ni industrial. Pero el pensamiento mágico es una instancia más adulta, más madura y más evolucionada que aquel en todo lo demás. Digo algo así, rompedor y retante, para que se note que la inconoclasia no es una característica propia sólo del pensamiento cientifista.

El Hombre moderno, en ese pretendido estado de madurez histórica, sin embargo no hace otra cosa que mirar hacia su niñez en busca de traumas y disfuncionalidades para entender la amargura de su vida adulta. Ve el mundo igual a los 15 que a los 95 años. Las mujeres modernas son caprichosas como niñas mimadas y los hombres sensibleros y cobardes como niños débiles y asustadizos, ambos irresponsables y narcisistas. Malcriados. No hacemos más que protestar exigiendo a mamá Estado que nos mime, que nos done, que nos ampare. Toda nuestra pretendida libertad se deshace en el miedo enfermizo con el que nos enfrentamos a los rigores de la vida. Nos hemos convertido en tan dramáticamente ingenuos que queremos conjurar con nuestras ruidosas declaraciones sobre lo que creemos que son nuestros derechos universales las universales y arduas responsabilidades que nos impone la madre naturaleza.

El animal se ve llevado desde dentro de sí mismo por instintos, como empujado por detrás. Esto es fundamentalmente inconsciente, tiene sus leyes contenidas en sus mecanismos de liberación, incorporados físicamente e innatos, siempre empujándolo como por detrás suyo. El hombre, por contraste, tiene el equivalente de los instintos, las leyes o la lógica de su naturaleza humana y de su vida, ya no en sí mismo en forma de mecanismos de liberación, sino, fuera de sí mismo, como en el horizonte del mundo en el que vive (en el cosmos, en las estrellas, en las cosas y acontecimientos de la naturaleza) y los tiene en la forma de figuras y mensajes divinos. Y el conocimiento acerca de la lógica de su naturaleza le llega al hombre fundamentalmente más tarde, a posteriori, en parte como visiones espontáneas, revelaciones o apariciones, en parte como algo que se lee en el mundo, en parte y mayormente a través del antiguo almacén tradicional de imágenes y concepciones del pueblo que han sido transmitidos y llenados de vida en cada nueva generación. Este es el motivo por el cual el hombre es fundamentalmente consciente, por naturaleza e inalienablemente, por tanto: las «leyes» de su naturaleza, están delante de su mente, tienen la forma del conocimiento para él; las ve ahí afuera (percibidas mítica o imaginalmente) en el mundo natural como si fuera un espejo. Él es «sobreanimal», hombre, humano, porque ha abandonado el adentro inconsciente (los instintos) a cambio de tener sus «leyes» ahí afuera en la forma de un horizonte que lo envuelve, y porque ha abandonado la naturaleza mecánica de las leyes naturales arraigadas en el cuerpo individual a cambio de la forma del conocimiento de sus «leyes» de manera mental, nocional, conceptual, cultural y comunal. El antiguo símbolo de los árboles que tienen sus raíces en el cielo y que crecen hacia la tierra, podría reflejar justamente la inversión que aquí se está discutiendo.

Párrafos muy lúcidos en lo que tienen de obvio, problemáticos cuando se lanza a argumentar otra vez apoyado en su leitmotiv «lo instintivo es inconsciente y lo espiritual consciente», aunque aquí concede al menos que la conciencia de sus designios espirituales «le llega al hombre fundamentalmente más tarde, a posteriori» (o sea, que antes era algo inconsciente). La cuestión es que todo el mundo sabe cabalmente desde muy pequeño lo que tiene que hacer cuando tiene hambre y sin embargo se tardan a veces décadas en comprender lo que un sueño te envió en clave simbólica acerca de lo que deberías hacer con tu vida. Los hindúes dirían que se tardan miles de reencarnaciones en hacerse consciente del espíritu. Señalemos la obviedad de que si «el hombre […] tiene las leyes o la lógica de su naturaleza humana y de su vida […] fuera de sí mismo», eso ni quita que esté al mismo tiempo empujado por los instintos, como cualquier otro animal, ni convierte al «cosmos, las estrellas y las cosas y acontecimientos de la naturaleza» en algo consciente, comprensible y legible (hoy o lo más tardar pasado mañana) como sí lo es un código moral o penal. El verdadero misterio, eso abismal e ignoto, está en el plano espiritual del arquetipo, en la formulación intuitiva, en el mito y el símbolo, aunque sea desde ahí desde donde se construye la máxima complejidad y esplendor de eso que llamamos conciencia. Pero lo hacemos a duras penas, abriéndonos paso en una densa bruma, discutiendo interminablemente (con nosotros mismos y los demás) sobre las leyes morales, científicas y metafísicas que vamos barruntando. La zona instintiva en sí, sin embargo, es bastante accesible. Tengamos presente que mientras Freud creyó descubrir que lo inconsciente estaba cargado de misterios sexuales, la realidad es que el sexo en sí no tiene misterio ninguno como instinto, y todo el del mundo como depositario de una gigantesca carga espiritual, mítica, que le subyace. Esto no lo vio Freud precisamente porque le era inconsciente esa parte, mas no la biológica, claro. Así que no tuvo más remedio que representarse lo banal como trascendente.

Además: ¿realmente lo vuelve a uno neurótico la falta de “la cosa única”, el significado? Sostengo aquí que no hay ni un sólo caso dónde la falta de significado en la vida fuera causa de enfermedad. Usando una figura de pensamiento nietzscheana, digo que “es un fallo filológico: uno confunde continuamente la explicación con el texto”. El sufrimiento por la falta de significado y de dirección es “una formulación, no una causa” (Nietzsche, 1956, p. 306ff., # 953) de la neurosis. Es la expresión de una pretensiocidad neurótica, una demanda de pomposidad metafísica. Es el engaño de que la vida sólo es vida si, como en las carreras de perros, hay la salchicha o algo que perseguir sin nunca poder alcanzarla. Por lo tanto una persona que busca esa cosa única preciosa, el significado, “es como una bestia sobre un suelo desnudo obligado a girar en círculo por un espíritu maligno, mientras a su alrededor hay hermosos prados verdes”.

Jung se negó a ver ésto. Ciertamente, vio el peligro de una búsqueda inútil. Una vez dijo que “en mis muchos viajes he encontrado gente que estaba dando ya su tercer vuelta al mundo—ininterrumpidamente. Sólo viajando, viajando, buscando, buscando.” A una mujer así, Jung le preguntó, “‘¿Para qué? . . . ¿Qué está tratando de hacer con esto?’ Y me sorprendí cuando miré en sus ojos—los ojos de un animal acorralado, cazado. . . . Casi poseída.” Pero luego continúa “¿Y por qué estaba poseída? Porque no vive una vida que haga sentido. La suya es una vida totalmente, grotescamente banal, completamente pobre, sin significado, sin sentido en absoluto. Si muriera hoy, nada habría ocurrido, nada habría desaparecido— porque ella no es nada. Pero si pudiera decir, ‘Soy la hija de la Luna. Cada noche tengo que ayudar a la Luna, mi Madre, a que cruce el horizonte’ —¡ah, entonces sería otra cosa! Entonces estaría viva, entonces su vida haría sentido, y haría sentido en toda su continuidad, y para toda la humanidad” (Jung, 1939, § 630). Y, podríamos añadir, entonces estaría curada.

¿De qué estamos hablando entonces, Giegerich? ¿Tú has atravesado una neurosis? ¿Has profundizado en ella? ¿Tienes experiencia real, personal, de lo que significa individuación? ¿En qué te basas para hablar así? ¿En tu mente lógica? Sólo con este párrafo el autor nos obliga a pensar que todo lo que «escribe es pura paja», parafraseando a Tomás de Aquino. Pero sirve para escribir libros y redactar entradas en blogs. Así que seguimos con la cháchara:

Pues la adentridad en la situación pre-moderna también había sido contenimiento en el lenguaje. Cuando uno tiene el propio lugar lógico dentro del lenguaje, las palabras como hechos concretos (como sonidos fonéticos), como medios fácticos de expresión, pasan totalmente inadvertidas. Las palabras hacen su trabajo, pero no se saltan a primer plano. El hombre aquí está completamente entregado al significado de los sonidos; se demora únicamente en las ideas o en las cosas y acontecimientos aludidos por el lenguaje, usando las palabras y sus sonidos solamente como algo para saltar al reino del significado. (19) La conciencia flota en los significados. Las palabras y la gramática, es decir, el lenguaje como tal, se daban por supuestos, un poco como un pez que toma el agua como el elemento de su vida por supuesto. Aunque las palabras, las sílabas, los sonidos del lenguaje, por supuesto, no hacen su función como ciegos agentes silenciosos, sin embargo se vuelven audibles sólo para morir inmediatamente y, porque sólo desvaneciéndose como sonido pueden realizar su trabajo como portadores de significado. La muerte o la superación de las palabras como sonidos es el significado de la frase. Este y el hecho de que la conciencia más o menos viviera exclusivamente con su significado, es por lo cual las palabras, las frases, las imágenes poéticas, son aquí inmediatamente lo verdadero y lo real. (20) Ellas son Sachen selbst [las cosas mismas]. La invocación que en el siglo XX hace Husserl, «Hay que volver a las cosas mismas,» no hubiera hecho ningún sentido aquí. El lenguaje aquí, es en sí mismo simbólico (en el sentido en que Jung habla de una vida simbólica), si no epifánico (por supuesto epifánico en el nivel mental o lógico, no experiencialmente o religiosamente). Esta naturaleza simbólica del lenguaje, sobrevivió incluso en la emancipación explícita de la mente en el pensamiento filosófico durante el curso de la Edad Media en la que hubo la gran disputa acerca del Realismo de los universales y la emergencia del Nominalismo.

Aquí regresa a sus preocupaciones sobre la forma y la no-forma, el significante (símbolo) y el significado (la idea filosófica), pero reduciéndolo todo al final, significante y significado, a epifenómenos psíquicos, a viento intelectual. Aquí casi se autodefine nominalista. Se nota mucho que sólo ve mente, pensamiento, razón, delante de sus narices, y que estos, los suyos, lo tientan a sólo ver en el mundo objetos individuales y separados, la primaria percepción de los sentidos, lo opuesto al pensamiento mágico, platónico, junguiano, sistémico. Olvida que el Logos no son meras palabras como constructos de nuestro intelecto (tan humanas, demasiado humanas), ya que las ideas primigenias, las ideas metafísicas, arquetípicas, tienen vida propia. Alteran el talante, el carácter, y el destino. Son mágicas: si se invocan pasan cosas extrañas.Es más: aunque no se invoquen, están presentes, como los duendes. Por supuesto que su epifanía no es solamente a nivel mental, o lógica, sino que es fundamentalmente experiencial y religiosa. Me atrevo a decir: la naturaleza, desde antes de que existiera el hombre, desde el principio, es, en sí, la epifanía del pensamiento de los arquetipos. Este mundo está hecho de palabras.

Por supuesto, «Dios ha muerto», como dijo Nietzsche, y por supuesto, «Ya no hay dioses a los que podríamos invocar para que nos ayuden», como dijo Jung. ¿Cómo podría haber dioses, cómo mirar hacia arriba si no hay ni arriba ni abajo en el sentido metafísico, ni hay ningún Atlas que sostenga el Cielo y lo mantenga apartado de la Tierra, y si el hombre esencialmente mira hacia abajo al planeta Tierra y a sí mismo desde el espacio exterior? Los dioses sólo pueden ser para el pez que nada dentro del agua, para una conciencia que todavía está contenida en el saco amniótico de sus imágenes y de sus ideas que aún son percibidas como sustancias, como hipóstasis Neoplatónicas, como la verdad de la naturaleza misma, como cosas-en-sí mismas

Vuelve a la carga. Y yo: lo junguiano precisamente es un recolocar las cosas en ese orden que se perdió después de la Edad Media, un volver a darle trabajo a Atlas: el mundo aquí, lo inconsciente colectivo allá, el cielo allí, la tierra debajo, los hombres caminando entre ellos… ¿Qué triunfo podría esperar el neoplatonismo más grande que el redescubrimiento de la naturaleza, el redescubrimiento de los arquetipos? Giegerich sigue pensando que lo arquetípico es solamente psicológico, subjetivo, imaginal.

Una vez que el hombre ha aprendido a interferir con la naturaleza misma, y por lo tanto a superarla, haciéndose cargo de ella, una vez que el pez ha emergido de las aguas y se ha trasmutado en Acuario, toda la lógica o el modo de mirar hacia arriba, como tal, se han acabado. E ipso facto la misma noción de «dios» se ha vuelto imposible, en tanto que los dioses no son sino, figuras personificadas imaginales, en las que se han congelado y se han vuelto objetivas para la conciencia las diversas formas de mirar hacia arriba o de adoración. Acuario mira hacia atrás desde arriba, a las aguas desde las cuales ha emergido, y mira desde arriba al pez en las aguas, cómo un elemento perimido y descartado de su historia previa. La condición de posibilidad de lo sagrado, de lo numinoso, de los misterios de la vida simbólica, del mito y la religión—cada uno de ellos tomado de acuerdo a su determinación suprema—ha desaparecido.

¿Porqué los símbolos y las ideas religiosas son obsoletos, porqué los rituales, en el mejor de los casos, son bienes de consumo, porqué las prácticas religiosas no son más que una afición (elevada, espiritual)? Porque están fundamentalmente superados [sublimados]; ya no tienen ninguna tarea lógica para la conciencia. La tarea que la religión tuvo una vez, ya se ha cumplido. El «significado» con el que una vez estuvo preñada la religión, ha nacido de ella, ya se ha encontrado la «mejor expresión»: la conciencia ha captado el mensaje que se había proyectado fuera como su contenido, como símbolos en el sentido de Jung. La religión había sido la representación objetiva en forma imaginal o conceptual de la lógica interna de la existencia humana. Pero ahora la conciencia ha integrado su contenido anterior dentro de sí misma, como la forma de su constitución lógica. Mientras que antes la conciencia había tenido su verdad o su lógica, su self y su esencia superior, ahí afuera como sus contenidos objetivos e ipso facto había tenido que mirar hacia arriba, esta verdad entre tanto, ha vuelto a casa a la conciencia misma; así como un terrón de azúcar se disuelve en el café, así lo que anteriormente se había visto como una sustancia sólida se ha disuelto en la forma misma de la conciencia. De este modo, aparentemente ha desaparecido, pero aún sigue allí: sólo ha desaparecido como objeto concreto visible (o imaginal), pero en cambio está presente como una cualidad: la dulzura del café, la forma lógica de la conciencia, sus categorías. La conciencia se ha reconocido a sí misma, su propia estructura, en sus contenidos previamente proyectados o extrayectados. Los ha comprendido como el auto-retrato de la mente.

Qué forma tan curiosa de definir las funciones de Acuario… Von Franz dice algo opuesto: Acuario, conscientemente, alimenta a lo inconsciente vertiendo agua en él. Así, von Franz y Jung acabaron sus días tratando de hacerle entender a los teólogos católicos que ellos habían encontrado una vía de renovación de su religión, un ánfora desde la que verter nueva agua en el ya seco cauce. Pero, como el mismo cristianismo sabe: no sirve de nada verter vino nuevo en odre viejo. Es cierto que nuestra prometeica ciencia, nuestro prometeico interferir en la naturaleza misma es un rasgo acuariano. Pero el mito de Acuario no se detiene ahí, así como el mito prometeico no se detiene en el robo del fuego sino que se continúa en el mitema del castigo divino. Ni Prometeo ni Lucifer desbancan a los dioses primigenios. La psicología junguiana tampoco, evidentemente. En la perspectiva de Giegerich, sin embargo, afectada de psicologismo, del reductor «no es más que cosas de la mente», pareciera que la revelación junguiana viene a asestar la puntilla esotérica a la estocada mortal que el positivismo ilustrado había asestado ya a todo el aparato exotérico de lo religioso. Se olvida que Jung se construyó un torreón (¡el retorno de la catedral!), donde vivía como en la Edad Media. Se olvida que Jung se acabó comportando en la vida como un arcaico mago, hierofante, como si hubiera reencarnado tres mil años atrás. Se olvida que la interpretación de sueños convierte al profesional en el antiquísimo sacerdote del serapeo. La katoché, los ascéticos votos que abrazaban los oniromantes griegos y egipcios podrán ser vistos por la conciencia actual como rancios y retrógrados, pero, al contrario, para nada están obsoletos. En definitiva, se olvida de que la individuación saca al hombre de este tiempo y lo lleva al illo tempore, desde el que hablar del pasado y el futuro de la religión se vuelve paradójico…

Por lo tanto, predicar aún la religión con honestidad -en lugar de verla, apreciarla, y estudiarla de manera estrictamente histórica- significa llevar leña al monte. Es como regalar un manual de lectura a un universitario, o si consideramos el carácter opresivo y embrutecedor de tales esfuerzos, es como tratar de comprimir un adulto dentro de una cuna.

Léase lo anterior.

Los dioses no se han vuelto enfermedades, como nos querían hacer creer Jung y Hillman, sino que se han vuelto recuerdos, recuerdos de modos previos de la manera del hombre de ser-en-el-mundo. He hablado de «vidas pasadas» y de «elementos descartados y caducos». También podría hablar de lo que se ha vuelto obsoleto. Empero, esto necesita alguna precisión. Lo que ha sido descartado no son los elementos y los contenidos mismos, sino, su o nuestra pretensión de existir en el status de una realidad presente de numinosidad, de misterios sagrados. Esto habían sido para el pez. Para Acuario, aún están aquí y ciertamente incluso como fuente de inspiración, pero sólo en Mnemosyne. Son presencias históricas.

Si él no cree a Jung y a Hillman, seguro que a mí tampoco, pero yo afirmo lo mismo que ellos. Ni Freud pudo evitar acercarse a la Psique y empezar a hablar poseído por la mitología griega, obsesionado por su numinoso Edipo por aquí y por allá. ¿Ésa es la actitud que el filósofo quiere que vuelva a tener la Piscología profunda? ¿La de los mitos como mera inspiración, digamos artística? Pues que despierte, porque lo junguiano es justo lo que ocurre si empiezas a desenterrar viejas tumbas jugando a las metáforas con la religión. Ya ocurrió esa evolución, no podemos regresar atrás. Y si regresamos, será para volver a llegar a este mismo lugar. ¿A cuento de qué algo es fuente de inspiración si no está cargado de una energía genuina, actual y eficaz? Para Acuario, lo junguiano es el referente, lo que estaba agazapado detrás del coqueteo diletante, llamémoslo así, de lo freudiano, ese «casi sí pero no».

No hay más que un modo en que la religión puede aún hoy ser una realidad presente y no sólo un bien de consumo o una afición. Bajo las condiciones de la modernidad el precio por dar a la religión el status de realidad presente, es sin embargo, que tiene que reducirse al grado cero de sí misma, la religión sin ninguna dignidad, sin ningún contenido sustancial, y sin ninguna apercepción consciente. ¿Dónde se muestra hoy la religión como una realidad presente? Sólo en los actos momentáneos de ciertos crímenes irracionales, absurdos: en la action directe de los bombardeos, por ejemplo, el caso de Unabomber y los disparos de los institutos Columbine and Erfurt, en ciertos casos de abuso sexual y de asesinato de niños, etc. Aquí, lo numinoso es una realidad inmediata, como un tremendum irrumpiendo a través de la indiferencia y la «banalidad» de la vida cotidiana, y como un poder abrumador «religiosamente observado» por los individuos que cometen éstos crímenes, quienes usualmente abandonan por su pasión cualquier esperanza de felicidad futura. Pero lo numinoso es aquí una realidad sólo por un breve instante, sin ningún contenido sustancial dignificado, totalmente abstracto y absolutamente ciego, que no trae la menor recompensa espiritual (bendición, iluminación, experiencia de significado) para nadie. Es tan sólo la caparazón vacía de la religión, es decir, la forma desnuda, abstracta de lo sagrado, y como tal, la forma legítima de religión como realidad viviente hoy en día.

¿En qué quedamos? Justo el filósofo acababa de decir que los dioses no se han vuelto enfermedades, para correr a decir inmediatamente que lo religioso lo volvemos a encontrar hoy en la sombra morbosa del hombre actual. En su neurosis, en sus brotes psicóticos, en los raptos de su voluntad por impulsos altamente coercitivos, en todo lo que la sociedad define como enfermo, como patológico, como inaceptable.

Dicho de un modo más preciso, cuando lo religioso desaparece de la directriz cultural la esfera del amor y el odio se cargan con una numinosidad extra. Se esfuma la observancia hacia los rituales sagrados y se multiplica en la sociedad la obsesión por los rituales del sexo y la guerra. Es falso que desaparezca toda esperanza de felicidad futura: el amor y sus mieles son la única gran promesa que sostiene la vida de las personas cuando se ha perdido la fe en todo lo demás. Otra cosa es si esa fascinadora promesa es tan engañosa como la del Reino de Dios en la Tierra o no.

Por lo tanto, el temor de que a través de la muerte de Dios el hombre se infle, o que a través del hecho de que con los enormes avances de la física nuclear y de la biología genética junto con las correspondientes tecnologías, ahora haya en las manos humanas increíbles poderes para crear y destruir -el miedo que el hombre se haya vuelto semejante a «Dios» o «igual a Dios» carece de fundamentos. Encontramos este miedo expresado en Jung: «Nunca antes se le dio a manos del hombre un poder tan absoluto de destrucción. Es un poder semejante a los ‘dioses’ que ha caído en manos humanas. La dignitas humani generis se ha dilatado hasta una grandiosidad verdaderamente diabólica» (Jung, 1973b, p. 225, a Pater Lucas Menz, 22 de Febrero de 1955). (26) Este miedo, además de no tener fundamento, se contradice a sí mismo; implica que no se permite que ocurra en absoluto el dejar a atrás el mirar hacia arriba como tal, que es el mensaje específico de la afirmación de «la muerte de Dios»; que en cambio se imagina una mera transferencia: el hombre se concibe como mirando todavía hacia arriba, sólo que ahora en lugar de mirar a Dios, se mira a sí mismo, y de manera semejante se asigna ahora un aura y una luminosidad a sí mismo. No ocurre que la dignitas humani generis se haya dilatado hasta una grandiosidad verdaderamente diabólica, sino que Jung emplea categorías infladas con las cuales interpreta el cambio histórico, un cambio que observa adecuadamente. Lo que está inflado y mistifica es la conciencia que usa términos como «diabólico» y «semejante a los dioses» para este avance tecnológico y para el avance de la conciencia. La adquisición del poder destructivo y creativo que ahora está en las manos del hombre sólo es cuantitativamente diferente de la conquista del fuego y de la invención del arco y de la flecha por el hombre primitivo, pero no cualitativamente. No se trata que el avance prehistórico sea inofensivo, y que el de hoy sea diabólico.

Yo retaría a Giegerich a realizar un experimento: asistir a una fiesta disfrazado de Superman, donde sobre todo se dedique, aparte de a beber mucho, a realizar pomposas, titánicas, declaraciones sobre el poder de la raza humana. Luego, que observe lo que ocurre en los días siguientes. Que esté pendiente de los accidentes, espero que no graves, pero siempre significativos, que podrían sobrevenirle «casualmente»… Pensar que los griegos se inventaron a capricho el pecado de hybris es una temeridad, la hybris en sí misma. Giegerich lo ve todo como si fuera un adolescente recién emancipado que piensa que el mundo es un pastel que está ahí para dejarse comer, porque todavía no ha sentido el lacerante aguijón de la responsabilidad. Pero la Humanidad ya está gravemente herida por eso mismo. Muchos de los agoreros pronósticos proféticos sobre nuestro desmesurado crecimiento en número, voracidad y destructividad son una realidad hoy. Se habla en ciencia, no ya sólo en esoterismo, de la «línea de no retorno», traspasada la cual el equilibrio entre nuestro orgulloso crecimiento y la obligada responsabilidad para con el cosmos y sus leyes ya no puede ser recuperado. Giegerich se inventa un más allá del bien y del mal en la ciencia, y parece estar convencido de que todo lo que puede hacerse e inventarse debe hacerse e inventarse.

En verdad, es imposible detener a través de consideraciones morales la orgía tecno-científica a la que nos hemos lanzado. Es tan difícil como coartar el impulso de un criminal sexual. Estoy convencido de que todo esto forma parte de un plan predestinado. Pero eso no significa que no haya que pagar las consecuencias, y que el destino no tenga prevista a su vez la saturnal catastración de nuestra uraniana expansión actual.

Gran parte de lo que se ha dicho acerca de la idea de la muerte de Dios se aplica también a la idea de la pérdida de significado. Si realmente escucháramos a lo que dice, comprenderíamos que el significado ya no es más un asunto importante. Como asunto o como noción está muerto y acabado. Ni siquiera podríamos hablar de su pérdida, porque entonces secretamente lo resucitaríamos y nos aferraríamos a ello como si fuera una categoría lógica a la que sólo por accidente hoy le ocurriera estar empíricamente vacía
Este vacío, entonces, crearía necesariamente una aspiración, una obsesión con la búsqueda de un significado. Pero el vacío es sólo el resultado del hecho de que se ha refrenado reductivamente esta pérdida en el estatus de un acontecimiento semántico, y por lo tanto como algo particular. El vacío, y con él la adicción, desaparecen inmediatamente si se permite a la «pérdida», experimentada inicialmente como semántica, que infecte y penetre la sintaxis de la conciencia como tal. La «pérdida» experimentada quiere volver a casa a la conciencia, ser integrada en ella; quiere «iniciar» a la conciencia en la «pérdida» como su nueva verdad, iniciación que significaría una transformación de la conciencia como un todo a través de su descomposición y reconstitución. Pero con mucha frecuencia la gente prefiere un gran e interminable sufrimiento empírico/semántico a la transformación lógica, a la iniciación que podría ocurrir de una vez y para siempre.

No acaba de comprender este pensador la historia, la Historia. No ve que ya pasamos por un riquísimo período laico-cientifista en los siglos precedentes a nuestra era cristiana, y que lo inconsciente colectivo reaccionó tal y como vemos que reaccionó, exactamente igual que está reaccionando ahora. No ve eso tan crucial, y creo que esa es la razón fundamental por la que se ve obligado a hablar del sentido como si fuera no más que una categoría lógica, un producto mental, un significante vacío de significado. En definitiva, es un junguiano que, en efecto, parece creer que los arquetipos no son más que categorías lógicas y/o metáforas poéticas. Definitivamente, se nota en Giegerich el germen de su carencia y ceguera: no ha pasado por ese gran e interminable sufrimiento empírico del que habla, al parecer, sólo de oídas, y sobre el que sólo razona mental y teóricamente. Un junguiano sin libro rojo no puede ser más que un discípulo freudiano, un psicólogo empapado del espíritu de su época. Por muchos destellos de intuición que tenga.

En cierto modo, por lo que toca a la metafísica, he regresado al estado de los cazadores y los recolectores. Metafísicamente, vivo al día. En una popular novela del siglo XIX de Karl May, el narrador—solo en el vacío de una pradera en el Lejano Oeste—se encuentra con otro jinete solitario. Cuando a éste se le dice que el narrador es un autor que escribe novelas sobre sus viajes para que las lean otras personas, encuentra esto muy cómico, porque tal cómo dice, él ni soñaría en cazar para otra gente, sino sólo para su propio sustento. Esta no es una escena muy inteligente. Pero sin embargo, la idea está bien captada. Tengo que vivir mi vida por mi propia cuenta, incluso con respecto a mis verdades y mis valores.

«Metafísicamente, vivo al día». Yo lo entiendo así: Giegerich, metafísicamente, vive en nuestros días (empapado del espíritu de nuestra época). Por otro lado, brillantes giros de la intuición están presentes en este párrafo, porque mis metáforas favoritas de los buscadores, de los pueres, esos peregrinos, son precisamente los cazadores recolectores prehistóricos o los llaneros solitarios del Lejano Oeste. Dos de mis películas favoritas son, por ello, «En busca del fuego» y «Los siete magníficos», siendo que la segunda se ocupa abierta y explícitamente del problema del desarraigo puer. Giegerich, pues, está en el camino correcto, aunque ni sabe aún dónde está realmente. Sólo le falta dejar de perder el tiempo escribiendo libros y concentrarse más en la caza de su mamut/bisonte blanco. A la espera de esa trascendental experiencia metafísica que anda buscando.

La referencia a los cazadores y recolectores y a vivir al día no debiera sugerir que encuentro mis valores en la calle como cosas ya listas para ser consumidas, o en el mercado “allá afuera” como mercancías, ni que pudiera declararse como mi verdad cualquier impulso momentáneo. A fin de encontrar mi verdad y mi verdad, hablando alquímicamente, tengo que percibir y observar como el homo totus mis reacciones más sinceras, enfocando en el logos como el alma de mi mundo.

No te preocupes, yo te entiendo.

La magia, es decir, la relación simpatética con el mundo, el modo de adentridad metafísica, es algo que nosotros sólo conocemos de oídas. Ya hace tiempo que cada uno de nosotros está frente a una naturaleza “alienada”, superada (sublated) y cada uno de nosotros es una persona sola, y metafísicamente desnuda.

Qué torpe es nuestro amigo, cuando se empeña… El pensamiento mágico es, hoy día, el eje sobre el que se vertebra, sin ir más lejos, mi propia vida. Ser un cazador-recolector significa para muchos junguianos y para mí mismo algo más que una metáfora, y estoy convencido que así será también para Giegerich, seguro que en breve. Que no se asuste demasiado cuando redescubra a Madre Naturaleza en sus verdaderos esplendor y gloria, que es la que tuvieron los dioses de todos los tiempos y todas las vidas. Reaparecerá ante sus ojos el Cosmos hoy negado: Cielo arriba, Tierra abajo, y nosotros caminando en la tierra media como por encima del filo de una navaja.

Y así podríamos seguir… Pero, de momento, lo voy a dejar aquí. Creo que es suficiente. Sólo una cosa más: Giegerich juega constantemente en su ensayo con la metáfora del pez, consciente de que quiere referirse al eón de Piscis, ese que queda atrás, que se vuelve obsoleto, frente al avance evolutivo que significa la llegada del nuevo eón de Acuario. A mí, sin embargo, me resulta tentador analizar esto como lapsus: en su pretensión de sacar al pez de su adentridad en el océano, postula entonces que el Hombre no tiene más remedio que acostumbrarse a vivir como pez fuera del agua… Ah, qué interesante: me acabo de dar cuenta que mientras pasaba los días construyendo este artículo he estado ejerciendo en paralelo de perfecto aguador. Mi hermana me dejó a cargo del acuario de sus tortugas, el cual hay que vaciar frecuentemente para rellenarlo con agua limpia de nuevo. El aguador garantiza que la necesaria adentridad no se pierda…

Esta entrada fue modificada en 22 marzo 2019 13:41

Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.

Ver Comentarios (135)

  • Conversaciones con Raul

    Evidentemente cuando el hombre moderno observa, vive y actúa bajo el condicionamiento del mecanicismo racional como sistema de relación con el mundo este acaba por evidenciar sus limites estrechos, que no van mas lejos de jugar con una recolección de inventarios sobre las cosas, palabras que conceptúan con su significado dado según la real academia de turno, esto lleva a contemplar cognitivamente el mundo de manera mecánica, y solo a un mecanismo se le puede ocurrir por su naturaleza preguntar por el "Significado o sentido de la vida...", lógico,... necesita instrucciones y seguridad conceptual para desarrollarse con un comportamiento dado, la unica respuesta que puede encontrar es el dominio de lo material en todas sus formas.

    Pero no se ha perdido ningún significado/Sentido. Lo que se ha perdido es el "Vinculo" de pertenencia a la totalidad...y eso se siente "Animosamente" como un sentimiento de conexión con su luz numinosa incluida, se podría decir por tanto que el "Vinculo" totalmente limpito es sentir, saber de manera innata que el Samsara es el Nirvana, pero sin vinculo el Samsara, no es mas que el Sam y la Sara a tortazos .

    Ahora bien si el vinculo delata que hay unidad pero la actitud es mecánico racional al perderlo, esto evidencia que al estar dentro de la unidad no puede ser un proceso escogido, erróneo, con libre albedrío, por que esta mas allá del individuo al pertenecer a la unidad de facto, digamos pues que esto señala que toca lo que toca..., posiblemente por que para trascender y valorar la salud, hace falta estar enfermo, donde la enfermedad de la mecanicidad es el desafió que la conciencia necesita para apoyarse y elevarse, el error mecánico es una necesidad evolutiva como escalón para saltar

    El pensamiento mágico esta mas cerca de la unidad de lo que puede estar el pensamiento mecánico, pero por debajo segun se mira a la izquierda, obviamente si observamos que venimos del pensamiento mágico para atravesar el desierto de lo mecánico, no es para retroceder/involucionar de vuelta al arcaico pensamiento mágico..., si no para elevarse por encima de ambos pensamientos en una tercera atención que aglutina la razón creativa y la Magia de la percepción, trascendiendo ambas por separado....hacia su integración.

    Esto es lo que parece indicar las señales dios mediante la razón Sr Raul Orte_Ga, dibujando una piramide de totalidad.

    Juan Manuel

    • esto lleva a contemplar cognitivamente el mundo de manera mecánica, y solo a un mecanismo se le puede ocurrir por su naturaleza preguntar por el “Significado o sentido de la vida…”
      Esto es lo contrario de lo que dice Giegerich, y lo apoyo: esa pregunta sólo se le ocurre a un idealista romántico, no a un mecánico. En realidad, no hay pregunta importante que te formules con la mente que no sea porque ya sabes la respuesta en alguna parte aún por descubrir de tu alma. Es la respuesta la que convoca la pregunta. Pero si eres mecánico, ni lo captas. Esto es el inicio de Matrix the film: Neo se pregunta ¿qué es Mátrix? Porque intuye que es algo real, que existe. Y tiene razón. Está perfectamente explicado todo en esas escenas.

      Pero no se ha perdido ningún significado/Sentido. Lo que se ha perdido es el “Vinculo” de pertenencia a la totalidad
      Fíjate bien: se ha perdido el vínculo, y se ha perdido la idea de que exista en algún lado una totalidad. Si sólo se pierde el vínculo, entonces lo que aparece, precisamente, es el idealista romántico que grita en el huerto de los olivos una noche como ésta: "¿Por qué me has abandonado?". Lo que es igual que decir: "¿Dónde sigo el hilo de mi mito? ¿Cuál es el sentido de todo esto?"

      El pensamiento mágico esta mas cerca de la unidad de lo que puede estar el pensamiento mecánico, pero por debajo segun se mira a la izquierda, obviamente si observamos que venimos del pensamiento mágico para atravesar el desierto de lo mecánico, no es para retroceder/involucionar de vuelta al arcaico pensamiento mágico
      Durante muchos años viví impregnado por la idea, que hoy siento algo prejuiciosa, de que todos los opuestos deben unirse para formar una tercera entidad, hijo de ambas. La fantasía ideal del punto medio, del camino medio. Esto es así. Pero tiene severas condiciones. Te planteo el problema del viejo tópico: ¿cuál es el punto medio entre estar embarazada y no estarlo? ¿Estar medio embarazada? O bien: ¿cuál es el punto medio entre el error y la verdad, entre 2+2 =4 y 2+2=5? ¿2+2=4.5? No. Hay una parte de los opuestos que se puede unir, y otra parte que no. A veces ninguna parte, y entonces es esto o aquello, no los dos. Giegerich dice con toda la razón que el primitivo tenía buena ciencia, fabricaba buenas armas, ciudades y barcos, mientras vivía en la adentridad. ¿Es más difícil ir a la Luna o hacer un trasplante de corazón que crear pirámides? Buena pregunta ¿no? Pues ya está: ahí estaba ya el punto de equilibrio. No es nada que tenga que venir, no es nada que esté escondido ahora y que nos espere a la vuelta de la esquina, nada nuevo con que la era de Acuario nos vaya a sorprender.

      O estás dentro del agua o eres pez fuera de ella. Ok, mala metáfora en este contexto: están las ranas. Pero ranas ya somos los idealistas y los románticos que vivimos en esta época. O, parafraseando a Giegerich: somos hombres-peces de toda la vida que estamos obligados a vivir ahora embebidos en un incómodo traje de buzopez para poder respirar en la orilla. Lo suyo es salir de ese armario ya.

      • A un pensador se le debe objetar con razones y nunca con descalificaciones ni con "a mí me parece", "yo creo que", etc. Y defender la teoría de la gravedad de Newton por "el hecho" de "caerse de culo" y creer que eso es una objeción a la teoría de la Relatividad de Einstein (defender la validez del CONCEPTO de gravedad newtoniana equivale a negar la teoría de la relatividad) muestra el horizonte desde donde está elaborada la crítica (!) que aquí se le hace a Giegerich. Esto prueba una vez más el lamentable estado actual de la pretendida psicología "junguiana"
        http://homepage.mac.com/eeskenazi/esk_giegjung.html

  • Conversaciones con Raúl - II parte

    Bien es cierto que el aspecto mecánico de la mente se expresa a través de sus amados inventarios, pero no por ello deja de tener su Cosmo_visión femenina a la altura de sus limites/desarrollo que puede ser variable según individuo, donde su corazoncito, su anima compañera del llamado idealismo puede derivar en romanticismo. Hay muchas maneras de hacer la pregunta del millón "Significado de la vida", pero el caso es que al hacer la pregunta se le ven los calzones de metal. Es dentro del sistema Matrix donde encontramos un ancho de banda donde tienen cabida los opuestos, desde la rana idealista romántica al racionalista que no mira al cielo y desconoce el mito, incluso se extasía pero sin imaginación y mucho menos magia, es un idealismo mas cerca de Corin Tellado que de la rana Trinity. Pero ambas bajo el yugo del patriarcado racional mecánico.

    Sobre el tema de los opuestos has citado ejemplos vease el delirio del embarazo que en si mismos son una trampa mecánico-racional de una rana adormilada, en tanto en cuanto el ojo izquierdo no es opuesto al ojo derecho, si no complementarios que alcanzan la integración cuando se abren de par en par. Mientras tu racionalismo Sr. Raúl Gustavo me habla de si esta ciego o tiene vista de lince..., cuando hay que recordar que el mecanicismo tiene un parche en el ojo izquierdo, y en el derecho un orzuelo en el peor de los casos, en el mejor siendo Rana goza de cierta libertad para imaginar e intuir, pero sin olvidar el patriarcado que aunque mas liberal sigue siendo mecanico.

    Resumiendo Matusanamente, Tonal y Nagual, primera atención tonal...segunda atención nagual deriva en una integración llamada tercera atención o totalidad.

    * Nota adjunta - Por cierto el Bulo_conspirador Icke de los lagarteranos, rana idealista romántica del patriarcado mecánico acaba de sacar un nuevo libro, por lo visto se ha inspirado en Castaneda, pero lo que es funcionarle el ojo del nagual..como que no.... mas parece un aprovechado de la vision tolteca al que se le ha parado el relog.

    Juan Manuel

    • Has estado fino como sapo partero trayendo a colación lo del tonal y el nagual en este contexto. Mientras conversaba con Giegerich a mí también se me venían a la cabeza una y otra vez esos dos conceptos. Pero caminas tan lejos en el concepto advaita de la no-dualidad que postulas una tercera entidad, el tonagual, cosa que ni a Don Juan se le ocurre, pues la tercera atención no vuelve a unir los dos mundos, sino que comprende el mecanismo en el que interactúan uno con el otro, como cuando un mono comprende que él es el mono, y no otro, que ve cuando mira a un espejo... Esto es tan viejo como aquello de "así es arriba como es abajo". Lo cual no elimina la dualidad arriba y abajo, obviamente.

      Voy a ser muy audaz, dentro de mi idealismo, que es esencialmente advaita: la no-dualidad es una idea romántica que al lado de su gran verdad está lastrada también de cierta zona ilusoria. Todo lo que sea sólo unir, es Maya. Todo lo que sea sólo separar, es Maya. Unir y diferenciar, diferenciar y unir, es el Tao. Porque es imposible conocer y vivir en el Tao si no sabes distinguir nítidamente qué es Yin y qué es Yang.

      Nadie debe ser advaita sin ser a la vez tántrico. El Tantra es la via regia advaita, el compromiso advaita con la vida. Advaismo es la parte que le corresponde a Shiva dentro de la via tántrica. Advaismo es la conciencia, el conocimiento, de lo tántrico. Tantra sin embargo incluye a Shakti, es decir, el camino, la experiencia, la vida. El tántrico conoce y vive la relación íntima existente entre lo Alto y lo Bajo, así como el mono se relaciona con su imagen en el espejo. El hombre común no distingue esos matices, y confunde la no-dualidad con su confusión y su incapacidad para distinguir los elementos. Cree que esto es lo mismo que aquello. Por eso en el Kularnava Tantra se advierte:

      "¡Oh Diosa!, si los seres alcanzan Liberación a través del goce de mujeres, entonces todas las criaturas de este mundo se liberarían frecuentando mujeres".

      Todo es lo mismo, y nada es igual.

      • ...Pero la afirmación de Nora procede de una idea primigenia propia del Anthropos y Nietzsche, en plena posesión de su lucidez, habla del hombre de nuestra cultura. Que, en efecto se cree muy listo. Por ejemplo, mata a Dios, mata al mito y al sentido, parpadeando. Nietzsche al menos conocía la gravedad del asunto.

        • ¿Qué es el Anthropos? ¿La idea "abstracta" de hombre independiente de toda cultura? ¿La idea nihilista de lo a-historico y a-cultural, de un "más allá" religioso o metafísico? ¿Es sólo una postulación metafísica? Porque Nietzsche, como bien observas, habla de "lo real" y no de postulados metafísico-religiosos en los que "creer". No propone "religiones"
          A mí me parece que lo que defendéis, tanto Nora como tú, es un "credo". Pero ya ha pasado la hora de los credos, que son otras tantas ideologías... Nietzsche no ha "ocurrido" en vano, aunque muchos jueguen a no saber lo que ya se pensó y está integrado en la lógica del mundo occidental.

          • ¿Qué va a ser el Anthropos si no el mismísimo Zaratustra que vomitó Nietzsche desde lo más sagrado de su imaginación? Quizás la formulación más real de toda su filosofía. Al menos, la más real declaración de intenciones acerca de quién era él y qué tipo de ser tendía su destino a convertirlo. Dios murió en su conciencia y Dionisos y Zaratustra se levantaron de la tumba dentro de su inconsciente. ¿No es flagrantemente real ese proceso? Como real fue la energía que lo cercó y emboscó por el otro lado, la vida cotidiana: Salomé, nacida y parida desde el mismo lugar que todo lo demás, incluida su obra. Porque Zaratustra y Salomé son dos energías que se pertenecen en matrimonio indisoluble la una a la otra.

            Un cordial saludo

      • Raúl, el Zaratustra de Nietzsche es un personaje de un libro filosófico, y toma su fuerza y su significado del contexto de esta obra. Suponer que "más allá" del texto existe efectivamente (en el ámbito metafísico, supongo) un "ente" llamado Zaratustra, es MUCHO suponer y ciertamente no es hacer psicología. Si Zaratustra (me refiero al de Nietzsche) es la personificación de una IDEA, para comprenderla hay que comprender que esa idea brota en momento histórico y como respuesta a la problemática cultural de ese momento y de ese lugar. Y en el caso de Nietzsche, ese momento y ese lugar es la Europa de finales del siglo XIX: el momento en que el nihislimo -ya en acción, según Nietzsche, aún antes de que surgiera el cristianismo- se vuelve explícito. Fuera de ese contexto, el Zaratustra de Nietzsche no es ni el "anthropos" ni nada más que una abstracción o una etiqueta que se puede "pegar" a cualquier cosa.
        El "anthropos" en la obra de Jung (obra surgida en y desde la misma situación cultural que diagnosticó tan claramente Nietzsche) ni remotamente tiene algo que ver con el Zaratustra de Nietzsche, con el profeta que anuncia al SuperHombre o el UltraHombre. Es una imagen que arraiga, según Jung, en la alquimia. Si no comprendes cuán distintos son, cuánta diferencia hay entre, por ejemplo, la imagen de Cristo rodeado de sus cuatro apóstoles y la figura del Zarastustra profético de Nietzsche.
        Creo sinceramente que estos son temas de importancia, para ser tratados sólo como excusa para exibirse y hacer comparaciones más o menos vagas y gratuitas. Frases como "Zaratustra y Salomé son dos energías que se pertenecen en matrimonio indisoluble la una a la otra" me parecen infundadas y delirantes, o en el mejor de los casos una suposición no argumentada ni justificada ni avalada por nada, una suposición acerca de dos personajes de la literatura (¿"energías"?) y que por tanto sólo sirve de "juego (masturbación) para la imaginación privada y particular, y para ostentarse en la web, por ejemplo

        • En global, ahora tenemos aquí la pugna entre Platón y la realidad de sus IDEAS, que hereda Jung con su realidad de los arquetipos, y ese otro pensamiento que entiende que esas cosas son meras abstracciones o metáforas poéticas.

          En lo concreto, entiendo que Zaratustra es en Nietzsche algo más que un recurso imaginativo, más que un producto literario. La forma filosófica es en él decididamente profética, algo que a mí personalmente me choca, porque es más demandante y pomposa que discursiva. La proliferación de aforismos en su obra delata su fuerte complexión intuitiva, que le capacita, dicho sea de paso, para empatizar con otro ser semejante: Schopenhauer. ¿Por qué digo esto? Porque las ideas primigenias que provee la pura intuición son en forma de flashes, frases cortas y contundentes (aforismos), llenas de pasión, numinosas. Su modo favorito de pensar es retirarse al bosque, siendo el bosque un símbolo de lo inconsciente. El modelo Zaratustra está representado en el Tarot por El Ermitaño, el sabio escondido en el bosque, o en el desierto. El desierto, ese otro lugar predilecto para la revelación, donde Dios le hablaba a sus profetas. Sin extenderme más, ya vemos que Zaratustra es, como poco, un modelo de la personalidad de Nietzsche. Un modelo que vive en él, cada día. Cuando una energía así te "patrocina", es esperable que acabes un día retirándote a vivir en soledad a un bosque, de facto. Nietzsche, antes de su colapso, coqueteaba con la idea de formar una comuna, una secta, una idea que se da también muchas veces en las vidas atrapadas en ese patrón. Pero su destino, también ahí, corrió en paralelo con el de su patrocinador: nadie le hizo suficiente caso. Dos profetas desprovistos de discípulos.

          Pero ahora, demos un salto mortal más allá: ¿qué descubre el pensador introvertido cuando se concentra profundamente en descubrir la fuente de sus pensamientos? Que esos aforismos caen como dictados de un cielo. Aprende rápido que suele estar más inspirado en el bosque por la mañana, después de haber "consultado con la almohada" sus inquietudes. Como si algo dentro de él pensara por él, como si algo desde algún lugar que no es meramente el yo le insuflara la inspiración. Como si esos pensamientos tuvieran, en efecto, vida propia, inteligencia propia. Y más, cuando descubre que alrededor de ellos se trazan incontables sincronías, algo que delata al testigo que su pensar enraíza más allá del propio cuerpo, de la propia personalidad, de sí mismo. Como si estuviera observado por un "ojo en el cielo". A veces se produce una manifestación aún más palpable de este profeta arquetípico. Es el caso del Elías, del Filemón de Jung, por ejemplo. Veamos parte de sus conversaciones, que hoy conocemos bien por la publicación del Libro Rojo:

          ("E." es el profeta Elías, "Yo" es Jung)
          Yo: "Pero yo no pertenezco a los muertos. Yo vivo a la luz del día. ¿Por qué he de atormentarme aquí por Salomé? ¿Acaso no tengo bastante que cargar en mi propia vida?".
          E.: "Tú escuchaste lo que dijo Salomé'.
          Yo: "No puedo creer que tú, el profeta, puedas reconocerla como hija y compañera. ¿Acaso no ha sido engendrada con simientes infames? ¿No era ella vana codicia y lascivia criminal?".
          E.: "Pero ella amaba a un santo".
          Yo: "Y derramó vergonzosamente su preciada sangre".
          E.: "Ella amó al profeta que anunció al mundo el nuevo Dios. Lo amó, ¿comprendes eso? Pues ella es mi hija".
          Yo: "¿Crees que porque es tu hija, ella amó en Juan al profeta, al padre?".
          E.: "Por su amor puedes reconocerla".
          Yo: "¿Pero cómo lo amó? ¿A eso llamas amor?".
          E.: "¿Qué otra cosa fue?".
          Yo: "Me horrorizo. ¿Quién no habría de horrorizarse si Salomé lo ama?".
          E.: "¿Eres cobarde? Considera que yo y mi hija somos uno desde la eternidad".
          Yo: 'Me planteas crueles enigmas. ¿Cómo podría ser posible que esta mujer infernal y tú, el profeta de tu Dios, fuerais uno?".
          E.: "¿Por qué te asombras? Ya lo ves, por cierto, estamos juntos".
          Yo: "Lo que veo con mis propios ojos, precisamente eso me resulta inconcebible. Tú, Ellas, que eres un profeta, la boca de Dios, y ella, un monstruo sediento de sangre. Vosotros sí que sois los símbolos de los opuestos extremos".
          E.: "Nosotros somos reales y no símbolos".

          Es inquietante ¿no? No para Platón, claro. Ahí está de camino la declaración cuya importancia es imposible de sobrevalorar:

          "Considera que yo y mi hija [Salomé] somos uno desde la eternidad".

          Si, Enrique, un desvarío... Pero hay que joderse: conocer que las cosas son así permite predecir incluso en la vida de los pacientes cuándo va a aparecer una mujer así, sólo con ver que está constelado en su alma y su destino el arquetipo de Zaratustra, de Elías. También podría haberse predicho en la de Nietzsche, como mortal más que no escapa a las leyes arquetípicas. Pero es que en Nietzsche era predecible incluso su final. Ahora bien, predecir sobre lo ya cumplido es patético, sí...

          • Hola Raúl y un saludo a todos:

            Dado que traes a colación el tema del discipulado en personalidades "patrocinadas" por el arquetipo del Ermitaño. No puedo sino reafirmar esta idea tuya, y decir que la he desarrollado en mi última novela, como bien sabes.

            Un abrazo

            José

  • Raúl, este “análisis” de la Psicología de Giegerich que haces muestra, antetodo, una falta de argumentos inquietante. Sobran alusiones a tus preferencias personales y opiniones que viertes sin fundamentar ya no digamos las acusaciones y/o alusiones a la persona de Giegerich y sus supuestas intenciones.

    Resulta evidente que has hecho una lectura superficial y apresurada que no cala en lo más mínimo en las ideas del psicólogo alemán. Y para no “pecar” de lo mismo que te atribuyo paso a justificar el porque afirmo lo que afirmo. Aclaro antes que no voy a extenderme en las justificaciones, en primer lugar porque para cualquier interesado están expuestas con todo detalle y peso en sus obras y en segundo lugar, porque llevaría mucho tiempo y esfuerzo, factores que si han estado ausentes en la confección de tu “análisis” no creo que ahora y por lo que yo diga brote la motivación necesaria.

    “la persona aquejada de dolor por la carencia de un sentido elevado en su vivir es un “malade imaginaire”

    Giegerich nunca ha expresado tal idea, para Giegerich precisamente la búsqueda de significado más que un intento de curación es un síntoma más de la neurosis. En este sentido, la propuesta junguiana de una “vida simbólica” en pos de un significado trascendente constituye una “defensa neurótica” frente a la carencia, nada que ver con el “malade imaginaire”.

    “de eso inasible que es la psique, tejida con esa gasa etérea de los sueños y la imaginación. ”

    Esa “definición” que haces de psique muestra palpablemente que no tiene nada que ver con la noción que propone el autor, la psique objetiva cuya dinámica es la vida lógica del alma.

    “A la propuesta de toda esa corriente de la filosofía que considera real sólo lo inmediato, lo sensorial, lo racional que se construye sobre eso y todo el acervo de asuntos que alcanza a valorar el mero sentido común es a la que precisamente responde la psicología profunda trayendo a consideración algo tan extraño, extravagante y sui generis como es lo inconsciente”

    Giegerich adopta el pensamiento dialéctico (Hegel) como su principio metodológico fundamental. Precisamente este pensamiento niega valor de realidad a lo inmediato, siendo éste casi siempre una expresión de ideas sin determinación, declaraciones abstractas y fijas, empezando la realidad a llenarse de contenido a medida que las ideas abstractas se vivifican por el pensamiento que saca a relucir sus íntimas contradicciones.

    “Nos cuenta otra vez la realidad flagrante ya asumida desde hace rato de que la religión no se crea ni se destruye, sino sólo se transforma: en utopías políticas, en todo tipo de -ismos, en ateísmo incluso, pero llega a la conclusión de que todo eso, a día de hoy, es un anacronismo, un error. Una contingencia prescindible.”

    Giegerich nunca afirma que la religión se crea o destruye, su propuesta es que la realidad y su dinamismo histórico es el que implacablemente vuelve obsoletas determinadas ideas religiosas, no porque las descarte en cuanto temas sino porque las integra dialécticamente en el proceso de transformación histórica de la consciencia

    “decir que toda búsqueda es en sí tonta.”

    Se deja entrever en esta afirmación cierta malicia pues Gieigrich no se cansa de repetir incesantemente e incansablemente que la única búsqueda que vale la pena es la búsqueda de conocimiento, de la verdad, sobretodo la de la época que nos ha tocado vivir y la del proceso histórico que a ella nos ha conducido.

    “Una y otra vez el pensamiento de este filósofo va a tratar de sostenerse por sí sólo en la racionalidad, en la conciencia, haciendo caso omiso de la conexión que su intuición le proporcionaría con su inconsciente. ”

    “El pensamiento que se sostiene por sí solo en la racionalidad” constituye un enunciado que no dice nada si no se explicita que entiendes por racionalidad. Aunque “intuyo” que sacas a relucir el tópico de pensamiento versus intuición y su variante pensamiento versus sentimiento. Pares de opuestos que parecen exigir una toma de posición, un situarse a favor de uno y en contra de otro, cuando él se empeña, en varias obras, en mostrar y argumentar que la intuición y el sentimiento son formas de pensamiento, que las supuestas contradicciones son fruto de un planteo que escinde neuróticamente los opuestos ocultando así su dinámica interna que los revela como diferentes momentos de un único proceso.

    “El significado, en el caso de que existiese, sería, ante todo, un hecho implícito de la existencia, un a priori” no parece darse cuenta de que está aludiendo precisamente al arquetipo,”

    No, él no alude al arquetipo dado que uno de sus principales argumentos consiste en demostrar como el concepto arquetipo es una hipóstasis, un concepto metafísico creado por Jung para justificar su proyecto psicológico y su intento de restaurar una realidad anímica obsoleta.

    “Si dejara de pensar que el sentido de la vida o es consciente (auto-evidente) o no es, ya que no es así, ni lo fue ni será, razonaría mejor.”

    Para nada Giegerich razona así. Para él, el sentido, el significado cuando esta vivo, está presente como valor del alma, como realidad viviente, precisamente cuando empezamos a hablar de él es cuando lo hemos perdido.

    “Si entendiera la búsqueda idealista, la pregunta romántica, como el intento de elegir la mejor y más sana alimentación para algo de lo que se es apenas consciente, aún siendo un a priori de la existencia (el estómago psíquico), vería como cuadra todo de un modo diferente”

    Para él, la búsqueda romántica peca de un desliz en la nostalgia, experiencia muy legítima para las personas que la viven pero inútil cuando ha de utilizarse como justificación para buscar respuestas a los problemas de la época pues supone un dar la espalda a la necesida de dejarse enseñar por ellos. Lo que alimenta o no no se elige, a uno le toca descubrir el alimento presente y alimentarse de éste, sea del gusto esperado o no.

    “piensa en el sentido de la vida como algo que pertenece eminentemente al entorno cultural, a la ideología, a la religión exotérica”

    Giegerich piensa que el sentido de la vida es un tema estrenado en nuestra modernidad, una modernidad que se caracteriza precisamente por la pérdida de sentido como ya bien Nietszche lo diagnóstico hace ya más de 150 años. Sí el sentido de la vida cuando estaba presente no era una realidad o experiencia en la esfera de lo subjetivo y privado, era una verdad comunal y exotérica. Precisamente su muerte ha empujado a muchos a “redescubrirlo” como necesidad privada, como un tema de elección personal.

    “ Esto me hace deducir que este siglo es problemático para Giegerich desde dos frentes: como junguiano le cae mal todo lo que tiene de continuador del cientifismo, y como el filósofo racionalista casi en estado puro que es se incomoda ante todos esos rebrotes impetuosos anímicos, procedentes directamente de un subversivo inconsciente, que hacen del romanticismo eso que todos reconocemos.”

    Nada que ver con las preocupaciones de Giegerich, al menos las expresadas públicamente. A él no le molesta el cientifismo, lo considera un destino histórico, tampoco se incomoda frente a los rebatos anímicos, más bien intenta comprenderlos y ofrece argumentos en su análisis.

    “Giegerich que parte de pensar en lo mítico como una mera proyección de lo psíquico, entendido además lo psíquico como algo solamente subjetivo”

    Esta afirmación muestra a todas luces que no has captado para nada uno de los pilares no solo de la psicología tal y como la entiende Giegericho sino de la entera tradición junguiana, la psique no es subjetiva, es objetiva, no es una propiedad de las personas “el alma no está en las personas, las personas están en el alma”

    “En contra de lo que cree ver Giegerich, no hay cambio sustancial en la realidad y en el alma en el paso del mundo antiguo al moderno. Hay un cambio dramático, eso sí, en la perspectiva del ego. Que él piensa es evolutivo, y yo, en muchos aspectos (aunque acepto que no en todos), involutivo.”

    “Es obvio que Giegerich tiene un concepto lineal del tiempo. Ve la evolución filogenética humana como una línea evolutiva ascendente, y la compara con la ontogénesis individual, el viaje del feto al viejo”

    Decir que la realidad no cambia substancialmente resulta tan temerario como pretender que el ego siempre existió, sin ver que es un producto histórico más. Antes de la modernidad no existía ego como no existía “significado de la vida”. Giegerich no sustenta para nada un planteo evolucionista, ni involicionista, el contempla la realidad dinámica del alma en sus expresiones históricas y sus transformaciones dialécticas que no lineales, que varían en complejidad, sin presunciones valorativas.

    “aunque aquí concede al menos que la conciencia de sus designios espirituales “le llega al hombre fundamentalmente más tarde, a posteriori” (o sea, que antes era algo inconsciente)”

    No es lo mismo que la cosnciencia sea incosnciente, estamos ante un predicado, que defendamos “el incosnciente” un sustantivo, un ente.

    “¿De qué estamos hablando entonces, Giegerich? ¿Tú has atravesado una neurosis? ¿Has profundizado en ella? ¿Tienes experiencia real, personal, de lo que significa individuación? ¿En qué te basas para hablar así? ¿En tu mente lógica? Sólo con este párrafo el autor nos obliga a pensar que todo lo que “escribe es pura paja”,”

    Este cuasi “vómito” de alusiones personales sólo delatan a quien las hace. Se suele recurrir al artificio, al truco retórico de cuestionar al mensajero cuando no hay argumentos para responder al mensaje.

    Hay muchas más objeciones a tu “análisis” pero de momento lo dejo aquí.

  • En respuesta a Eskenazi y Moreno:

    La mayoría de las entradas de este blog tienen un costado inconsciente abundante, jugoso. Lo que se ve, lo que publico, es sólo escasa parte, y a menudo se acaba convirtiendo en lo menos interesante del asunto. Como es normal que suceda en las dinámicas entre el yo y lo inconsciente. Ocurrió esta vez, entre otras cosas, que cuando saqué a la luz este artículo una íntima amiga se puso en contacto conmigo para contarme los pormenores de una anécdota al hilo que había vivido dos años antes. Ha aceptado amablemente transmitirla aquí para todos, en sus propias palabras:

    Llegué a Barcelona en mayo de 2009 y, entre todas las cosas que planeaba hacer, una era ir a la librería Sto. Domingo a averiguar sobre los cursos de Enrique Eskenazi. Al segundo intento logré abordarlo justo al inicio de uno de sus talleres. A pesar de que el curso ya estaba empezado, Enrique amablemente permitió que pasáramos mi novio y yo como oyentes de esa sesión, exhortándonos a que si no nos interesaba la temática saliéramos silenciosamente por la puerta. Resultó que el asunto de la charla era el pensamiento de Giegerich. Comenzó a leer y comentar sus textos. Un pasaje en particular me marcó. Un pasaje procedente precisamente del artículo "El Fin del Significado y el Nacimiento del Hombre". Cuando vi que Ortega había comentado justo ese escrito, y no otro, sentí que lo que ocurrió aquel día se había mantenido en algún lugar agazapado para continuar hoy. El pasaje en cuestión es éste:

    "[Jung] una vez dijo que 'en mis muchos viajes he encontrado gente que estaba dando ya su tercer vuelta al mundo ininterrumpidamente. Sólo viajando, viajando, buscando, buscando'. A una mujer así, Jung le preguntó: '¿Para qué? ¿Qué está tratando de hacer con esto?. Y me sorprendí cuando miré en sus ojos -los ojos de un animal acorralado, cazado... Casi poseída.' Pero luego continúa '¿Y por qué estaba poseída? Porque no vive una vida que haga sentido. La suya es una vida totalmente, grotescamente banal, completamente pobre, sin significado, sin sentido en absoluto. Si muriera hoy, nada habría ocurrido, nada habría desaparecido, porque ella no es nada. Pero si pudiera decir "soy la hija de la Luna. Cada noche tengo que ayudar a la Luna, mi Madre, a que cruce el horizonte" ¡ah, entonces sería otra cosa! Entonces estaría viva, entonces su vida haría sentido, y haría sentido en toda su continuidad, y para toda la humanidad' (Jung, 1939, § 630). Y, podríamos añadir, entonces estaría curada.

    Lo que Jung no advierte es que la curación que propone es sólo una repetición de esa misma enfermedad que él había diagnosticado correctamente, pero no es una cura en absoluto. Al imitar el modelo del los indios Pueblo, solamente prescribe más de lo mismo: “Hija de la Luna”. Esto está absolutamente fuera del alcance de cualquier mujer moderna; es precisamente una idea que sólo podría originar una búsqueda sin fin e inútil."

    Eskenazi aclaró: "Si Giegerich se hubiese encontrado con esta mujer en ese barco le habría dicho: 'Márchese ya a casa. No busque más que no hay'". Me quede helada y consternada. Hasta ese momento habia estado tomando notas, en ese mismo momento cerre mi libreta y no anoté mas. Yo era esa mujer que anhelaba alcanzar la Luna, y esa era la respuesta inasimilable que había recibido: que ya no existe

    Por supuesto, ella me había reseñado en su momento esa visita a la librería Sto. Domingo, pero nunca detalladamente. Hace dos años, además, no hubiese reconocido a Giegerich aunque me lo hubiera cruzado en la cubierta de ese maldito barco. Pero las cosas de la Luna, que, en realidad, claro que existe (eppur si muove), funcionan así, como un puzzle cuyas piezas van cayendo a veces en muy lenta cadencia, al compás de años...

    Este es el problema que plantea realmente el pensamiento de Giegerich: si no hay esperanza de alcanzar una Nueva Adentridad, entonces sólo queda aguardar, con más o menos entereza, elegancia, a que todo este teatro del mundo termine su última función. Nos queda la "defensa neurótica" de la belle indiference. Es cierto que la propuesta de Jung sólo cura a muy, muy pocos (el largo y tortuoso camino), pero la propuesta de Giegerich no acaba de remontar más allá de la belle indiference (la de la zorra frente a las uvas, por ejemplo), o, desde otra perspectiva, de la "restauración regresiva de la personalidad", ambos dos modos muy definidos hace rato ya de "defensa neurótica".

    Los arqueólogos dicen que es muy difícil traducir el maya prehispánico porque tiene muchas palabras que no se corresponden debidamente con las actuales. Una de ellas es la que emplean para definir lo que pasará en el mundo a partir del 2012. Lo más aproximado, y remarcan que no es del todo correcto, sería desencanto. Consideran que en esa fecha se acaba el calendario porque los hombres, sumidos en el desencanto, ya no tienen ningún interés en medir los días y los años. Se habrán convertido en peces fuera del agua, sin esperanza ya de regresar a su auténtico hogar. Ya que estamos con esto, aprovecho. Por incluir más de lo que no se ve en el blog, contaré una anécdota arqueológica que la amable Luna me ha regalado a la sazón, venida directamente desde su protagonista:

    El arqueólogo X se encontraba en Centroamérica realizando excavaciones en un poblado maya, cuando encontró una estela representativa del dios Chac, dios de la lluvia. El cuerpo indígena de ayudantes y porteadores le exigió que realizara un ritual apotropaico antes de desenterrar totalmente la reliquia, cosa a la que él se negó, tachándolo, lógicamente, de impropia superchería. Los indígenas, sin embargo, prefirieron abandonar en ese momento la excavación. Se lavaron las manos del asunto, y se adentraron en la selva a recorrer los dos kilómetros que separaban el centro de trabajo de los vehículos. Cuando X incorporó la estela y la hincó erguida en el suelo, comenzó inmediatamente a desatarse un viento huracanado. Los animales de la selva enmudecían mientras el viento comenzaba a traer una terrible tormenta tropical. El agua caía con tal fuerza que mojaba más la que rebotaba del suelo que la que bajaba del cielo. Algunos árboles enormes se partieron por la mitad. El equipo científico, realmente asustado, decidió ir a su vez a la búsqueda urgente de los coches, selva a través. El tránsito fue muy difícil. Cuando se reunieron con los indígenas, estos, muy enfadados, espetaron a X: -¡te lo advertimos! Aún quedaba la epopeya de cubrir con los vehículos los 5 o 6 kms. que los separaban del campamento base. Fue imposible, tuvieron que abandonar los coches y hacer el trecho a pie. Llegaron todos absolutamente empapados y aterrorizados. Los indígenas prohibieron a X dormir a cubierto hasta que la ceremonia con copal purificador no se hubiese realizado. Debía sufrir su prometeico castigo. Finalmente, el ritual se realizó y todo volvió a la normalidad. Al día siguiente volvieron a la excavación y ahí estaba Chac, impertérrito en su recién recobrada y orgullosa verticalidad. El señor X me confesó que desde entonces no piensa lo mismo de muchas cosas...

    Digo constantemente que arqueología y psicología junguiana están íntimamente relacionadas, y no es algo que nace meramente de la lógica y la razón, es algo que avalan constantemente, como en este caso, en que un junguiano acaba providencialmente hablando con un arqueólogo de estas cosas, las mismísimas fuerzas de esa Luna que en este comentario no me voy a cansar de invocar (exactamente como haría un indígena maya). Giegerich tambien lo sabe, ya que todo esto enlaza con algo que aparece en el artículo que Eskenazi me recomienda leer: http://homepage.mac.com/eeskenazi/esk_giegjung.html. Aquí vemos:

    (3) que [Jung] se dio cuenta de que "sin historia no puede haber psicología", y que dentro de su entendimiento de la profundidad arquetipal de los símbolos abrió el camino para una arqueología del alma

    Correcto. En realidad, ese artículo de Giegerich lo conocía ya y me gusta bastante mucho de lo que dice ahí, con lo que estoy de acuerdo. Tenía pensado usarlo para una siguiente entrada. Son muy inspirados y veraces sus alegatos contra el fascismo de la institución, también la junguiana. Mas un pensador busca antes la crítica, la pelea, y luego la reconciliación. Pero volvamos a la arqueología: ¿qué concepción es la que tiene Giegerich de ella? ¿la hegeliana de que lo pasado, pasado está? ¿la de X, que desentierra una estela y piensa que es sólo un recuerdo muerto? ¿o la de los indígenas, Jung y yo mismo?

    Es obvio que la razón tiene sus límites. No puedes entender el mundo razonando meramente, ese a veces oculto, a veces explícito, deseo de racionalistas e idealistas. Si parafraseo a los empíricos cambiando una palabra les doy la razón: "nada hay en el intelecto que no estuviera antes en la experiencia". ¿Qué ha hecho que X se replanteara su forma de pensar el sentido de lo que es la vida? Su forma de experimentar la vida. Por eso remarco una y otra vez que es importantísimo conocer la biografía de un pensador. Hay que conocer en todo lo posible su tipología, su carácter, las experiencias que le han marcado, tratar de entrever así su destino, su mito... Tomar la producción mental en sí como un ente con vida propia, que se explica a sí mismo, es un error. Hablar de filosofía sin incluir la psicología es un error. No hay que preocuparse: no se trata de encasillar, de aislar; no se trata de eso cuando tratamos de conocer la tipología y la biografía del sujeto en cuestión. Se trata de diferenciar, de recolocar, de comprender. A Giegerich parece que le encanta Tipos Psicológicos, y no es difícil entender por qué: es el libro más cargado de la función intelectual de Jung de todos. El más, digamos, puramente racional (quizás los más cargados con su función intuitiva sean Arquetipos e Inconsciente Colectivo y Aion).

    Hay que volver a la antigua buena costumbre de leer "vidas de santos". ¿Cuáles son los libros más importantes de Jung para entender realmente su filosofía, su psicología? Sin dudas, sus biografías y el Libro Rojo.

    Por todas estas razones he considerado publicar ese artículo sin profundizar en el debate puramente intelectual, prolijo, puntilloso. Por estas razones, Sr. Moreno, me atrevo a "vomitar", por aquí y por allí, mi subjetividad. Porque, al final, de eso es de lo que se trata: de una vida y la ciencia que crea en base a sus experiencias (internas y externas, obviamente), enfrentada a otra dentro de sus propias premisas. La clave última no está nunca en debatir las conclusiones, las síntesis. Está en enfrentar las premisas. De dónde parte una doctrina, y de dónde parte la otra. Cosa que, por cierto, vertebra una de las tesis principales vertidas por Jung en Tipos. Pero, tiene usted razón: el mundo intelectual está acostumbrado a otra cosa. Cree que los epifenómenos lógicos se pueden entender entre sí aunque las almas de las que nacen sean ajenas. Cree a pie juntillas en el debate parlamentario sin fin. Cree que los problemas de amor se arreglan dialogando. Cree que hablando se entiende la gente, y que el conocer y la filosofía son un proceso mental, en buena parte mayéutico. Hasta Platón se equivocaba con eso, pues su obra no nace de los diálogos con otros, sino consigo mismo, con Sí mismo... Hablando se entienden los que ya se entienden sin hablar. Pero, bueno, está bien, por alusiones, sigamos un poquito el juego. De esto se trata, por otra parte: los intelectuales deben pelear. Es su deber. Está avisado en el prólogo de mi artículo.

    Dice Eskenazi: A un pensador se le debe objetar con razones y nunca con descalificaciones ni con “a mí me parece”, “yo creo que”, etc. Y defender la teoría de la gravedad de Newton por “el hecho” de “caerse de culo” y creer que eso es una objeción a la teoría de la Relatividad de Einstein (defender la validez del CONCEPTO de gravedad newtoniana equivale a negar la teoría de la relatividad) muestra el horizonte desde donde está elaborada la crítica (!) que aquí se le hace a Giegerich. Esto prueba una vez más el lamentable estado actual de la pretendida psicología “junguiana”.

    Esto es curioso. A Giegerich le fascina Hegel, y yo soy decididamente "schopenhaueriano", su acérrimo enemigo. Schopenhauer era muy pasional, romántico, mientras que Hegel era un flemático cartesiano. Schopenhauer llegaba a tratar públicamente a Hegel de "vulgar, necio, asqueroso, repulsivo e ignorante charlatán". ¿Nos vamos a llevar las manos a la cabeza a estas alturas de lo que realmente es la confrontación entre los pensadores? Yo, por el contrario, estoy siendo extremadamente respetuoso con él y, sobre todo, porque no conozco de Giegerich más de lo que puntualmente dice en sus ensayos por aquí y por allá, los que usted mismo traduce. Quizás conocerlo más a fondo me lleve a encresparme más. De momento, me irrita poco. Sólo me decepciona, al estilo del mucho ruido y pocas nueces. Pero reconozco que conozco aún poco ruido. Me baso estrictamente en lo que él dice párrafo a párrafo. Ahora, si para entender lo que un pensador dice en una idea que parece acabada y escasamente ambigua hay que leerse su obra entera... Como digo, a mí me interesaría más conocer cuantos más detalles mejor de su vida privada.

    El tema "anal" parece que le ha chocado. Bien, parafraseando a Franz: "hay que hablar en los seminarios de masturbaciones porque la parte baja del ser humano tiene que tener cabida". Lo apoyo. Y recordando al mismo tiempo al escatológico Montaigne, ilustre filósofo que escribía muy al estilo del grosero Cela. Opino que a veces es necesario ser grosero (y lamento utilizar el modesto "opino". Debería haberlo obviado). Por ejemplo, yo definiría la Psicología analítica in toto como una construcción que se eleva por encima de tormentosas experiencias alrededor de la jodienda, que sí que tiene a veces alguna enmienda. Dicho a lo fino: es una reactualización de la filosofía tántrica. Pero con tanto eufemismo y fineza al final así estamos, que no nos enteramos de nada, ni de lo que es pan pan, ni vino vino. Y ahora, con menos sarcasmo: creo que ha entendido la metáfora, más allá de usarla para engranar su propio sarcasmo. No estoy diciendo otra cosa que a Jung se le entiende a través de la experiencia personal, o no se le entiende de ninguna forma. La filosofía racionalista, que hereda Giegerich, dio lugar al cientifismo porque abrazaba la idea de que los logros de la razón podían ser al mismo tiempo últimos, definitivos, y públicos, universales, contrastables (como exige el método). Descartes, maestro de Hegel, dijo aquello (si no me equivoco) de "si todos pensaran el mismo tiempo que yo llegarían a las mismas conclusiones". Siempre parte de la premisa de que la razón encuentra cosas que todos pueden ver. Así se creó, en efecto, el método científico. Pero el esoterismo, corriente a la que pertenece lo junguiano, es absolutamente refractario a eso. Entiende quien entiende, y quien no, no. Hay secretos, hay iniciación, hay ciudadanos que saben y otros que no.

    -Moreno dice: Raúl, este “análisis” de la Psicología de Giegerich que haces muestra, antetodo, una falta de argumentos inquietante. Sobran alusiones a tus preferencias personales y opiniones que viertes sin fundamentar ya no digamos las acusaciones y/o alusiones a la persona de Giegerich y sus supuestas intenciones.

    Resulta evidente que has hecho una lectura superficial y apresurada que no cala en lo más mínimo en las ideas del psicólogo alemán. Y para no “pecar” de lo mismo que te atribuyo paso a justificar el porque afirmo lo que afirmo. Aclaro antes que no voy a extenderme en las justificaciones, en primer lugar porque para cualquier interesado están expuestas con todo detalle y peso en sus obras y en segundo lugar, porque llevaría mucho tiempo y esfuerzo, factores que si han estado ausentes en la confección de tu “análisis” no creo que ahora y por lo que yo diga brote la motivación necesaria

    Touché. Ya lo confieso más arriba. He hecho una lectura no superficial, pero sí brevísima, de su obra. Sin embargo, ya ve usted: no soy el único que se acerca brevísimamente a su obra y recibe la misma bocanada olorosa. Tampoco es un hombre tan complicado. Dice lo que dice, una vez o trescientas, pero se entiende lo que dice bastante bien con que sólo lo escuches una. Ahora bien, si es del estilo "donde dije digo, digo Diego" (cosa más bien de Jung), ya me daré cuenta yo mismo, con más tiempo. No se preocupe.

    Por otra parte: Schopenhauer criticaba a Hegel de que sus escritos son tales que él pone las palabras y el lector su sentido. Bien; podría criticarme a mí a menudo de lo mismo. Ya sabe lo que opino de hablar demasiado a quien no comparte tus premisas. Y quien las comparte, es entendedor que a pocas palabras bastan.

    -Moreno dice: Giegerich nunca ha expresado tal idea, para Giegerich precisamente la búsqueda de significado más que un intento de curación es un síntoma más de la neurosis. En este sentido, la propuesta junguiana de una “vida simbólica” en pos de un significado trascendente constituye una “defensa neurótica” frente a la carencia, nada que ver con el “malade imaginaire”.

    Giegerich claramente habla de que pérdida de significado y búsqueda de significado son una y la misma cosa. Como un perro que se busca la propia cola, lo cual es una imagen perfecta para lo que le ocurre a un enfermo imaginario, que se crea un problema al inventárselo él mismo. Decir que el anhelo de significado mítico, místico, es el que convoca el dolor por la pérdida de éste en un mundo que propiamente, legítimamente, está ya banalizado, es hablar de enfermedades imaginarias. No le demos más vueltas a la metáfora, como el perro con su rabo. Me parece cansino tener que apuntar la obviedad de que esta forma de ver el asunto parte de entender las grandes formulaciones metafísicas sobre el sentido como algo más cercano a la sociología histórica y la evolución de la cultura (es decir, algo epifenoménico, eventual, temporal, contingente) que a la naturaleza humana en sí, y divorciado absolutamente de las bases mismas de la estructura objetiva de la realidad, eso que está incluso más allá de nuestra propia naturaleza. Podría quizás seguir manteniendo que el hombre actual padece genuinamente de desorientación y pérdida de sentido, y proponer que busque a través de la Ciencia, o la filosofía, como hace nuestro paradigma. Claro que de esa manera volvemos a hacer el viaje de Hegel a Marx, y ya Marx le parece demasiado ambicioso y metafísico a Giegerich. No. Giegerich lo dice claramente:

    Una verdadera cura sería moverse en la dirección opuesta. Tendría que hacerla plenamente consciente de que obviamente piensa inconscientemente que ella debiera ser la Hija de la Luna o alguna cosa semejante, y que por eso está viajando desesperadamente, en contínua búsqueda; en otras palabras, que ella—al igual que Jung aquí—trata de resolver su problema en el nivel semántico, a la vez que deja intocado el nivel sintáctico. Un verdadero cambio terapéutico tendría que hacer que se dé cuenta de que su problema es un problema sintáctico o lógico, y confrontarla con la inflación y la exaltación de estas expectativas y demandas inconscientes, que—un poco como el Kitsch—son el resultado de una semántica que no está cubierta por el alcance, la forma, y la sofisticación de la sintaxis. ¿Por qué no va a ser capaz como todo el mundo de encontrar satisfacción, (30) contento, en la vida común? Quizás cultivando su jardín, haciendo sus tareas cotidianas, disfrutando de algunos buenos libros y exposiciones, ayudando a sus vecinos— quizás también y sobre todo, dedicándose a una tarea útil que le permita descubrir y emplear sus capacidades específicas a fin de ser productiva. Todo el mundo puede seguramente encontrar algún área dónde ser productivo de alguna manera. ¿Por qué tiene que hacer tanto alboroto e inadvertidamente darse aires, como si de alguna manera fuese una reina de incógnito en busca de su corona perdida y del reconocimiento que, según ella, se le debe pero se le niega? ¿Por qué no puede ser su yo común y encontrar el camino hacia la simplicidad de la vida y la simplicidad de ser humana? ¿Por qué no puede entender que no hay nada que buscar, nada que debiera estar en algún otro lugar, ya sea en el futuro o en la trascendencia? ¿Por qué no puede ver que "¡eso es ésto!"? Esta vida suya real contiene todo lo que necesita en su interior. Esta vida de ella aquí y ahora que ya está en marcha es el origen y la circunferencia de toda felicidad, de toda productividad, y de todo cumplimiento posible para ella. No hay nada en absoluto que buscar. Por el contrario, su búsqueda es la huida de su realización.

    ¿De verdad a estas alturas tenemos que argumentar contra esto? Esto lo llamó Jung, como ya dije, la defensa neurótica de la "restauración regresiva de la personalidad". El tratar de huir de esas locas ambiciones que en última instancia propone lo inconsciente acerca de ser reina de un secreto laberinto subterráneo, o de la Luna. Huida hacia la simplicidad que, más tarde o más temprano, resulta improducente. La respuesta a este problema es toda la Psicología analítica en sí. ¿Es un problema que Jung formula mal? Lo tengo en mi consulta constantemente, lo tengo en mi experiencia humana con el mundo y sus gentes, lo tengo en mi propia experiencia... Son inmensos argumentos contra los que esgrime Giegerich. La gente que cae neurótica normalmente no tiene ni idea al principio de que su inconsciente quiere que se convierta en hada o faunos mágico. La gente cae neurótica porque cree firmemente que el mundo que se ve y en el que la Ciencia cree es realmente el que puede abastecerlos de toda la felicidad que necesitan, y lo inconsciente opina lo contrario. La búsqueda del sentido mitológico no es una máscara de la conciencia, ni una pose de la conciencia. Es una idea primigenia, que nos fundamenta a nosotros, porque esa es la experiencia que tenemos con estas cosas: que son no contingentes, sino fundamentales. Ya que la psique se revuelve de ese modo tan ensecial contra la banalidad de un paradigma racional-empirista. Y, luego, descubres, investigando incansablemente, que los mitos no sólo te fundamentan a ti, te guste o no, sino que, como el dios Chac, fundamentan lo que pasa en los cielos y la tierra. Le guste o no al que lo vea. Pero, de veras, es absurdo tener que argumentar a un junguiano con los más básicos argumentos junguianos. Esto es desandar lo andado...

    Giegerich regresa a Freud, y, más atrás, a Hegel. Schopenhauer, con su poderosa intuición, decía que la filosofía de Hegel era pseudofilosofía, porque le molestaba tanta visión externa en ella, tanta sociología. Hegel reconstruye tremendas ideas primigenias pero a través de mirar constantemente hacia afuera, lo que tiende a hacer Giegerich. Por eso prefiero a Schopenhauer: lo inconsciente brota en él y lo atrapa desde adentro, como a Jung. Llegan antes al grano. Por cierto que Hegel recibe el mismísimo testigo que ya esgrimía Heráclito. A ambos les llamamos "los oscuros", porque en cuanto el intelecto tiene que pensar de manera dinámica en paradojas se obnubila y oscurece.

    -Moreno dice: "... de eso inasible que es la psique, tejida con esa gasa etérea de los sueños y la imaginación. ”

    Esa “definición” que haces de psique muestra palpablemente que no tiene nada que ver con la noción que propone el autor, la psique objetiva cuya dinámica es la vida lógica del alma.

    Es una ironía. Para los racionalistas y los empiristas los sueños no valen nada. Para los junguianos genuinos, exactamente igual que todo lo demás que consideramos real. No por capricho, sino porque se demuestra una y otra vez que es tan decisivo el encuentro con ellos como lo es con el amor, o la guerra, o un muro. Lo que Giegerich y usted entiende (me atrevo a suponer) sobre la vida lógica del alma es lo que entiende un Hegel, por ejemplo, en su fenomenología del espíritu. Bien, pues eso no es la psique objetiva. Eso es sólo la parte que concierne al aparato lógico y su mecánica. Es el mundo de la abstracción, al que ni yo mismo me atrevo a darle per se y sin mucho reparo consistencia más allá del flatus vocis o de la mera aproximación semántica, mundo que deja de lado toda la realidad positiva metafísica, las palabras vivas, el Verbo. Así que es poca cosa, aunque resplandezca con el brillo de lo numinoso (proyeccción, siempre proyección). Los fenómenos espirituales se extienden mucho más allá. El espíritu es algo más. Detrás de la lógica están las ideas primigenias, siendo Hegel un buen ejemplo de ello, precisamente, como ya hemos dicho. Detrás está, otra vez regresando a los básicos junguianos, toda la fenomenología arquetípica. Mucha de la cual tiene una lógica "alógica" desconcertante. A diferencia de las categorías lógicas kantianas, que es de donde parte Hegel, y que es un mero aparato cognitivo, el Logos neoplatónico es una entidad, con voluntad propia, que interfiere en los destinos y es causa primera de lo que ocurre en el alma de los hombres y en el mundo. Y esa es la experiencia objetiva que acumulamos todos los días, todos los días, enzarzados en la partida de ajedrez con los arquetipos.

    -Moreno dice: “A la propuesta de toda esa corriente de la filosofía que considera real sólo lo inmediato, lo sensorial, lo racional que se construye sobre eso y todo el acervo de asuntos que alcanza a valorar el mero sentido común es a la que precisamente responde la psicología profunda trayendo a consideración algo tan extraño, extravagante y sui generis como es lo inconsciente”

    Giegerich adopta el pensamiento dialéctico (Hegel) como su principio metodológico fundamental. Precisamente este pensamiento niega valor de realidad a lo inmediato, siendo éste casi siempre una expresión de ideas sin determinación, declaraciones abstractas y fijas, empezando la realidad a llenarse de contenido a medida que las ideas abstractas se vivifican por el pensamiento que saca a relucir sus íntimas contradicciones.

    Ya está respondido con anterioridad. Ya sabemos cuáles son los fundamentos de las filosofías racionalistas y las idealistas, como se oponen a las empiristas, y ya sabemos, como la misma historia nos demuestra, que tienen en común con sus contrarias el no alcanzar a separarse lo suficiente de lo inmediato, del sentido común, de lo banal, como para dar cobijo a las ideas e imágenes primigenias, al mito y a la fuente de la filosofía en sí misma, cosa que se produce en otros pensamientos más, digamos, oscurantistas, esotéricos, elitistas. Giegerich es un perfecto ejemplo de esto mismo.

    -Moreno dice: Giegerich nunca afirma que la religión se crea o destruye, su propuesta es que la realidad y su dinamismo histórico es el que implacablemente vuelve obsoletas determinadas ideas religiosas, no porque las descarte en cuanto temas sino porque las integra dialécticamente en el proceso de transformación histórica de la consciencia

    Muy freudiano: "lo que antes era inconsciente, consciente debe ser". Como argumento contra eso, de nuevo, todo el cuerpo doctrinal junguiano. Cuando Jung dice aquello de "una antigua gracia de antaño nos sale ahora al paso como una temida fantasía erótica", no está diciendo que la fantasía erótica forma parte de nuestro acervo consciente. ¿Está el dios Chac desprovisto de su poder gracias a la "dialéctica histórica"? ¿Poseemos ahora al mito, como posee un museo ánforas fenicias, en lugar de ser él quién nos posee a nosotros, como siempre?

    Hegel es la reencarnación de Heráclito, y no sé si esto es sólo una metáfora. Ahora bien, en forma de Heráclito, y conociendo, me atrevo a decir, científicamente en algo cómo se estructura la psique objetiva, las escasas formulaciones de Heráclito de que disponemos afirmo que son más profundas y valiosas que toda la obra del moderno Hegel. Y si lo comparamos con un Lao-Tsé...

    -Moreno dice: Se deja entrever en esta afirmación cierta malicia pues Gieigrich no se cansa de repetir incesantemente e incansablemente que la única búsqueda que vale la pena es la búsqueda de conocimiento, de la verdad, sobretodo la de la época que nos ha tocado vivir y la del proceso histórico que a ella nos ha conducido.

    A las pruebas me "repito": antes transcribí todo un pensamiento acabado de Giegerich donde parece que ya ha encontrado el sentido de la vida, para él y los demás: aprende a vivir de cara a todo lo trivial y común de la sociedad y de espaldas al mito y todas esas cosas raras y antiguas, y encontrarás el secreto de la felicidad. En realidad yo me refería exclusivamente a que le parecía tonta a Giegerich toda búsqueda espiritual, mítica. Pero ahora rectifico y le contradigo a usted: parece que le resulta tonta toda búsqueda, a la vista de lo que le gusta hipostasiar la vida sencilla. ¿Por qué no deja de pensar tanto en cosas etéreas y se dedica a su jardín, a ayudar a sus vecinos, a encontrar alguna tarea productiva, de verdad, no a esto de calentarse la cabeza y calentársela a los demás con la filosofía, cosa que ya hace rato que considera nuestra sociedad decadente, como antes consideró al mito? Me recuerda a Freud: tanto hablar de que la base de todo es la sexualidad, y lo que él hacía era pasarse la vida pensando y escribiendo artículos, dejando a su mujer posiblemente (igual que a él mismo) insatisfecha... Pues claro que nadie puede renunciar a las grandes ambiciones que dan el auténtico sentido a la vida. Encontrar la Verdad, el Camino, la Vida... Si es que de eso parte toda esta charla. La mujer del barco seguirá buscando el Santo Grial, lo mismo que Freud, y Giegerich. Cada cual como sea capaz de representárselo.

    -Moreno dice: No, él no alude al arquetipo dado que uno de sus principales argumentos consiste en demostrar como el concepto arquetipo es una hipóstasis, un concepto metafísico creado por Jung para justificar su proyecto psicológico y su intento de restaurar una realidad anímica obsoleta.

    Pues que siga intentándolo. Yo acumulo pruebas todos los días de todo lo contrario: es imposible sobrevalorar el poder y la realidad del arquetipo. Igual que los antiguos, opino que ni la catedral ni la pirámide más grandes le hacen justicia. Pero ya estamos otra vez con el problema de que el arquetipo no se puede deducir haciendo filosofía racionalista (menos empirista) desde los hechos triviales externos, desde la sociología ni la psicología de masas. En realidad está ahí también, claro, pero tan oculto, tan escondido, que sólo cuando lo has visto de otra manera más flagrante empiezas a reconocer su rostro entre la multitud confusa.

    Hablemos groseramente de nuevo, al pan y al vino: ¿Se puede entender lo arquetípico en general, la doctrina junguiana en particular, sin tener de algún modo experiencia con el fenómeno paranormal, con el misterio, el milagro? No. ¿Hay que convertir la experiencia mistérica y misteriosa en ciencia, en filosofía? Sí, eso es la Psicologia analítica. ¿Se puede alcanzar el misterio filosofando al estilo de nuestros filósofos desde la escolástica para acá? No. Precisamente por eso le hemos perdido el hilo a la adentridad, al mito. Más claro, imposible.

    -Moreno dice: “Si dejara de pensar que el sentido de la vida o es consciente (auto-evidente) o no es, ya que no es así, ni lo fue ni será, razonaría mejor.”

    Para nada Giegerich razona así. Para él, el sentido, el significado cuando esta vivo, está presente como valor del alma, como realidad viviente, precisamente cuando empezamos a hablar de él es cuando lo hemos perdido.

    Si argumentamos usando el concepto fe, creo que se entiende todo mejor. Giegerich quiere decir ni más ni menos que el mito funciona cuando se tiene fe en él y que cuando se pierde la fe, no se puede recuperar ya de ninguna forma. Hemos pasado página. Yo vuelvo a argumentar en contra con todo el peso de la formulación clásica junguiana, y precisamente anteponiendo lo que significa lo junguiano en sí en la evolución del mundo moderno. En este proceso vemos que la fe en una forma se pierde, o no se tiene, que el mito mismo llama convocando una pregunta y que la respuesta es una que vienen encontrando los obligados buscadores desde tiempo inmemorial. Esa respuesta es arquetípica. Para la sociedad es un mito ancestral revestido con nuevas formas y para el Sabio Anciano de todos los tiempos es una no-forma de contenido prácticamente idéntico a sí mismo a través de las eras.

    Volveré a ser grosero y obsceno: Giegerich se plantea una pregunta para él esencial: ¿cómo viviremos en un futuro que se plantea evidentemente ateo? Y mi pregunta esencial para él es: ¿por qué no buscas a ver si en algún lugar del mundo ha nacido ya la religión que unificará a la Tierra para los próximos mil años?

    -Moreno dice: “Si entendiera la búsqueda idealista, la pregunta romántica, como el intento de elegir la mejor y más sana alimentación para algo de lo que se es apenas consciente, aún siendo un a priori de la existencia (el estómago psíquico), vería como cuadra todo de un modo diferente”

    Para él, la búsqueda romántica peca de un desliz en la nostalgia, experiencia muy legítima para las personas que la viven pero inútil cuando ha de utilizarse como justificación para buscar respuestas a los problemas de la época pues supone un dar la espalda a la necesida de dejarse enseñar por ellos. Lo que alimenta o no no se elige, a uno le toca descubrir el alimento presente y alimentarse de éste, sea del gusto esperado o no.

    Si nos fijamos, aquí nos damos cuenta que no se trata en el fondo tanto de que mi postura carezca siempre de extensos argumentos, como de que mis argumentos sencillamente no les gustan a los que piensan de modo diferente. Ya sabemos lo que opina el señor Giegerich sobre esto, señor Moreno. Yo opino otra cosa. Él se basa en sus datos, espero, yo en los míos. Sencillamente.

    -Moreno dice: “piensa en el sentido de la vida como algo que pertenece eminentemente al entorno cultural, a la ideología, a la religión exotérica”

    Giegerich piensa que el sentido de la vida es un tema estrenado en nuestra modernidad, una modernidad que se caracteriza precisamente por la pérdida de sentido como ya bien Nietszche lo diagnóstico hace ya más de 150 años. Sí el sentido de la vida cuando estaba presente no era una realidad o experiencia en la esfera de lo subjetivo y privado, era una verdad comunal y exotérica. Precisamente su muerte ha empujado a muchos a “redescubrirlo” como necesidad privada, como un tema de elección personal.

    Vuelvo a repetir: en él no ha encontrado cobijo (puede que aún) la idea del tiempo cíclico. En Nietzsche, en los griegos, en postjunguianos como DS Bond, en Jung y en mí mismo, sí. Voy a transcribirle una cita de Cicerón, porque la tengo aquí a mano (no es, por supuesto, un pensamiento raro en su época (siglo I a.C.) sino todo lo contrario: expresa el sentir de todo su entorno cultural en general):

    "¿Acaso, pues, me obligas también a creer en los mitos? Admitamos que éstos tienen todo el deleite que quieres, que se ayudan con expresiones, sentencias, ritmos y cantos; ciertamente, a narraciones inventadas no debemos dar autoridad ni credibilidad alguna." [...] Y, por cierto, -pues quiero que esto se entienda bien-, con eliminar la superstición no se elimina la religión. Pues, por una parte, es propio del sabio proteger las instituciones de los mayores conservando los ritos sagrados y las ceremonias; por otra parte, la belleza del universo y el orden de los cuerpos celestes nos obligan a confesar que existe un ser superior y eterno, digno de ser honrado y admirado por el género humano".

    Cicerón, de Divinatione.

    Esto es el deísmo ilustrado, idénticamente argumentado 18 siglos antes. Estos son los mismos problemas y cavilaciones de la modernidad, en la antigüedad. Son las mismas conciencias, el mismo yo, el mismo inconsciente. La misma historia una y otra vez. De pérdida, de duda, de reencuentro... En biografías personales, en la Historia.

    -Moreno dice: “ Esto me hace deducir que este siglo es problemático para Giegerich desde dos frentes: como junguiano le cae mal todo lo que tiene de continuador del cientifismo, y como el filósofo racionalista casi en estado puro que es se incomoda ante todos esos rebrotes impetuosos anímicos, procedentes directamente de un subversivo inconsciente, que hacen del romanticismo eso que todos reconocemos.”

    Nada que ver con las preocupaciones de Giegerich, al menos las expresadas públicamente. A él no le molesta el cientifismo, lo considera un destino histórico, tampoco se incomoda frente a los rebatos anímicos, más bien intenta comprenderlos y ofrece argumentos en su análisis.

    Me dedico desde que tengo uso de razón a tratar de ver lo que hay más allá de lo evidente, lo público. Giegerich es analista, yo soy un antiguo oniromante, pero más o menos, es lo mismo. Así que él analiza los arrebatos anímicos, y yo le trato de analizar a él. Es lo que hacemos la gente así. Que desprecia el romanticismo lo dice abiertamente él. Todo su ensayo trata de eso. Usted mismo lo señaló más arriba: "Para él, la búsqueda romántica peca de un desliz en la nostalgia". Desprecio no es la palabra quizás, pero no hay que sobreanalizar tanto. Se entiende. Él es el eterno retorno del flemático Hegel, así que faltaría más que no se vengase hoy de los insultos del romántico paradigmático Schopenhauer. Que aprecia al cientifismo es lo que digo constantemente en mis réplicas. Pero en mi análisis avanzo que eso debe crearle cierta incomodidad interior, por toda la concesión que ha hecho en su vida al "romanticismo" junguiano. Hay un pequeño Schopenhauer viviendo dentro de él. Por eso hipotetizo que el siglo XIX le resuelta, como diría un junguiano, un siglo complejo.

    -Moreno dice: “Giegerich que parte de pensar en lo mítico como una mera proyección de lo psíquico, entendido además lo psíquico como algo solamente subjetivo”

    Esta afirmación muestra a todas luces que no has captado para nada uno de los pilares no solo de la psicología tal y como la entiende Giegericho sino de la entera tradición junguiana, la psique no es subjetiva, es objetiva, no es una propiedad de las personas “el alma no está en las personas, las personas están en el alma”

    Es obvio que usted me lee a mí con más velocidad y descuido de los que me acusa de leer a su defendido. Por supuesto que la psique vive en la paradoja objetivo/subjetivo, y en la personal/colectivo. Yo apuesto a más, decididamente: está más allá de la especie humana. Siguiendo su aspecto psicoide, se emancipa del Hombre y se adhiere al Cosmos en sí. A lo astrofísico. La cuestión es que no sé si lo de Giegerich es paradoja o contradicción: ¿cómo puede algo objetivo, real, genuino, desaparecer de una época a otra? Entonces tengo que pensar qué es lo objetivo que ve Giegerich. Si no son los arquetipos, el mito, ¿qué es? Sinceramente, no lo sé. Intuyo, ya que lo conozco poco, que algo así como el Ello freudiano, o así como concibe la psicología moderna la naturaleza eterna del hombre: un ser que necesita amar, vivir en sociedad, seguridad, alimento, y cierta entretenida actividad extra que llamamos arte y deporte, los hobbies, que entran dentro de la necesidad lúdica del cachorrito humano. Qué tierno es todo esto...

    -Moreno dice: Decir que la realidad no cambia substancialmente resulta tan temerario como pretender que el ego siempre existió, sin ver que es un producto histórico más. Antes de la modernidad no existía ego como no existía “significado de la vida”. Giegerich no sustenta para nada un planteo evolucionista, ni involicionista, el contempla la realidad dinámica del alma en sus expresiones históricas y sus transformaciones dialécticas que no lineales, que varían en complejidad, sin presunciones valorativas.

    Aquí las posturas divergen 180º. Antes de la modernidad no existía ego es algo para traca, permítame usted. A no ser que le llame modernidad a los últimos 10 millones de años, claro. La ciencia empezó con Galileo, la filosofía con quién ponemos... ¿Rousseau? Las disquisiciones de Cicerón que cité antes y que pertenecen a todo un ensayo completo en el que enfrenta ciencia y religión las hizo no sé, un extraterrestre que firmaba con su nombre... No, por favor. Vamos a los básicos rápidamente:

    1) La mitología no la encuentra una sociedad jamás ya hecha, lógicamente. La mitología es una elaboración. Incluso si fuera una revelación pura, que no se comenta ni se discute por los intelectuales del pueblo que la ha recibido, alguien, un individuo, la tiene que recibir. Ese individuo la recibe porque está desconcertado, ha perdido el hilo, el sentido, o nunca lo tuvo. La mitología desde el principio es una respuesta a una búsqueda, ni es auto-evidente, ni está dada per se. Hay un héroe civilizador, un individuando, detrás. Una personalidad que atravesó el proceso al que su destino le abocó. Un personaje al que la respuesta le tiró encima como un yugo la pregunta, igual que la Esfinge a Edipo. Así se elaboran los implacables destinos arquetípicos

    2) Gracias a la escritura conocemos ese proceso tal y cómo se dio en Grecia, sin menoscabo de que ocurra siempre lo mismo en otras culturas y en otros tiempos de los que no tendremos jamás datos. Conocemos cómo los dioses se agotan, y cómo la filosofía pasa a buscar el sentido perdido (no hay expresión mejor). Los presocráticos son un hito imponente, porque acogen el Logos de una forma purísima, en una mezcla esplendorosa entre mito y ciencia. Un esplendor que sólo heredará después Platón, y todo su linaje, parte del cual dará lugar al Cristianismo, que reinstaurará el mito renovado después de una caída de varios siglos donde la razón y el cientifismo acabaron de demoler lo que le quedaba al antiguo mito grecorromano. Cristianismo que sufre similar proceso, que a su vez se desgasta, en cierto momento en vez de presocráticos aparecen alquimistas, y vuelta a empezar. Y este movimiento de la gigantesca rueda de las eras, que engarza a los egos como Shiva a las calaveras en su collar, queremos reducirlo al último grito, este exiguo grito, de nuestros últimos años...

    3) Don Enrique, según me cuenta mi amiga, dijo en aquella reunión: "Si Hillman le da una vuelta de tuerca al tornillo junguiano, Giegerich le da otra más". Sí, estoy de acuerdo. Sólo que esas dos vueltas de tuerca en lugar de apretar el tornillo, lo sueltan otra vez, porque van en la dirección equivocada. Apretar el tornillo junguiano significa, más bien, seguir el hilo del gran obviado, Edward Edinger, y retroceder hasta Schopenhauer, y con él hasta los vedas, y más atrás. Los presocráticos. Los órficos, los sadhus y los gnósticos. Hasta los cazadores-recolectores, que irrumpen incluso en la conciencia del gran modernista Giegerich. Este proceso se dará históricamente a nivel global. No creo que nosotros lleguemos a verlo. Pero sí si asumimos esta responsabilidad por el futuro implacable en nuestras vidas individuales.

    No son profecías. Son sucesos que cuentan con una altísima probabilidad de acaecer, una vez que conocemos algo de la lógica interna de las leyes del mito.

    -Moreno dice: “¿De qué estamos hablando entonces, Giegerich? ¿Tú has atravesado una neurosis? ¿Has profundizado en ella? ¿Tienes experiencia real, personal, de lo que significa individuación? ¿En qué te basas para hablar así? ¿En tu mente lógica? Sólo con este párrafo el autor nos obliga a pensar que todo lo que “escribe es pura paja”,”

    Este cuasi “vómito” de alusiones personales sólo delatan a quien las hace. Se suele recurrir al artificio, al truco retórico de cuestionar al mensajero cuando no hay argumentos para responder al mensaje.

    Las razones de decir las cosas así están expuestas al principio. Al final, vuelvo a decir lo mismo: lo más importante de un pensador no es su pensamiento, sino su experiencia vital. En ella se resumen las premisas de su saber: su carácter, y su destino, ambos indisolublemente unidos, y caminando juntos hacia la búsqueda del sentido, personal y/o global. Sin las psicopatologías de Jung no existiríamos ni Giegerich, ni ustedes, ni yo. Seríamos otros, estaríamos en otra

    Los argumentos son tantos que abruman. Es la experiencia personal, es la experiencia clínica, es la experiencia en las relaciones personales, es el conocimiento de la historia, sus pensamientos y sus biografías, es el estudio de las experiencias místicas, es la interpretación de miles de sueños, es... Somos Jung, un puñadito de junguianos de los que todavía no tienen el tornillo flojo, y la tradición religiosa y esotérica universal.

    -A Eskenazi:

    Varias anécdotas que he vivido me han metaforizado adecuadamente el estado del "junguismo" desde hace varias décadas hasta aquí. Por ejemplo, cuando me vi tratando de sacar de la cárcel a una reconocida eminencia junguiana. Las vivencias y los mensajes arquetípicos sobre el estado de las cosas en el fascismo junguiano dan un diagnóstico claro. Pero lo más triste no es eso. Es ver como, generación tras generación, se desgasta el mito junguiano rápidamente a nivel exotérico, y a nivel esotérico también. A este misterio sólo lo alimenta el misterio, está claro. Eso tan raro, tan único... Algo que no se puede estudiar, que no se puede transmitir en una academia. El secreto de los filósofos, pero filósofos en el sentido en que así se llamaban a sí mismos los alquimistas, esos locos presocráticos. Es mi apuesta regresar a los orígenes. A las sanas psicopatologías. A los orígenes del pensamiento, y de lo junguiano también. Porque todo lo esencial está ya ahí. Pero no es algo que se pueda decidir

    Un abrazo a los dos

  • Raúl, tus respuestas son muy largas y excesivamente retóricas para detenerme frase por frase a mostrar o 1) que no entiendes a Giegerich, puesto que no afirma las cosas que tú le atribuyes y luego críticas 2) que no adviertes tus propias contradicciones. Pero he aquí algunos botones de muestra:
    "skenazi aclaró: "Si Giegerich se hubiese encontrado con esta mujer en ese barco le habría dicho: ‘Márchese ya a casa. No busque más que no hay’". Me quede helada y consternada. Hasta ese momento habia estado tomando notas, en ese mismo momento cerre mi libreta y no anoté mas. Yo era esa mujer que anhelaba alcanzar la Luna, y esa era la respuesta inasimilable que había recibido: que ya no existe

    Por supuesto, ella me había reseñado en su momento esa visita a la librería Sto. Domingo, pero nunca detalladamente. Hace dos años, además, no hubiese reconocido a Giegerich aunque me lo hubiera cruzado en la cubierta de ese maldito barco. Pero las cosas de la Luna, que, en realidad, claro que existe (eppur si muove), funcionan así"

    En primer lugar nunca he dicho que Giegerich le habría indicado a "la hija de la luna" que "se marchara a casa y que no buscara más, porque no hay". ¡Qué absurdo, cuando HAY tanto que esa mujer se pierde, y más se perderá jugando a ser "hija de la luna"! HAY mucho, pero hay que poder verlo, y para ello hay que pensar, y para pensar hay que ser humilde en lugar de sentirse "hijo del sol", "hija de la luna" y jugar como niños en un parque a ser chamanes...todas impostaciones y falsificaciones completamente fuera de lugar en un mundo mediático, post industrial, en el que ocurren procesos francamente fascinantes y SERIOS a los que se da la espalda mientras uno se infla "sintiéndose" algo tan pomposo como "hijo de la luna". ¡Vaya ego! Aquí haría falta una buena lección de humildad... Si "la hija de la luna" (y tu amiga) son incapaces de apreciar la magnitud de y el "misterio" (sí, sí: misterio real y no la forma arcaica y obsoleta de "misterio": dioses, iniciaciones, rituales arcaicos, turismo cultural finalmente), antes de pedir "algo" que les de sentido, debierais aprender a ver. Pero claro, para ver se requiere un intelecto un poco más refinado y una mente curiosa en pos de la verdad, y no verse compelido por una inflación a fin de sentirse "importante" y "significativo". Hay que interesarse por algo más que "yo me mi conmigo" y la gratificación narcisista de "sentirse" conectado con dioses, la "luna", etc.
    Como bien dices, "la luna claro que existe". ¿Y quien lo dudaría? Pero la luna que HOY existe no es una antigua diosa, sino un satélite de la tierra, cuya constitución se investiga y a la que se han enviado naves espaciales. Por supuesto, a alguien que quiere ser "hija de la luna", esa luna -la REAL- le importa un comino, no tiene la menor curiosidead. Quiere una "luna" privada, mística, que le haga sentirse única. Vaya problema. La falta de interés por el opus magnum, por el gran mundo y el "alma objetiva", en lugar de "yo me mi conmigo", sí que puede requerir una terapia, pero en ese caso la terapia consistiría en desinflar al ego, en lugar de inflarlo más. En una época en que se imponen las redes, la globalización, Internet, resulta inflado y obsoleto tratar de poner el acento en la particularidad egoica y subjetiva. Justamente por eso no se advierte el "misterio" que ya está acaeciendo.

    En cuanto al "desencanto" de tu historia de arqueólogos, es sorprendente que aún no hayas advertido que ese "desencanto" ya hizo su presencia en la cultura Occidental hace unos cuantos siglos. Y no hablo de un "desencanto personal", sino del desencanto con el derrumbe de una cultura: el "nihilismo" del que tanto habló Nietzsche, y que tuvo importantes expresiones culturales, espirituales, artísticas... además de políticas, económicas y sociales (no sólo Nietzsche o Dostoievski, o Chejov, sino también James Joyce, el surrealismo, Schönberg, Alban Berg, van Gogh, Cezanne, Matisse... para hablar sólo de finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX). Pero es obvio que a "las hijas de la luna y a los hijos del sol" les importa bien poco las expresiones culturales, espirituales y comunales, no les interesa mucho la vida del espíritu, ya que sólo quieren sentirse privadamente como conectados con "dioses" o "arquetipos" o cualquier otra ficción gratificante en lo personal, que cierra los ojos al opus magnum. Pretender, en pleno siglo XX, usando Internet, jets velocísimos, trenes de alta velocidad, tecnología digital, rayo laser, transplantes, manipulación genética, etc. y sobre todo en medio del desastre de las nucleares, pretender ser "hija de la luna", impostar -en ese medio cultural e histórico en el que uno vive y uno es, aún a pesar de uno-y jugar a ser un indio maya que invoca a la luna, es no sólo artificioso y falso, sino irresponsable. Es una forma de huir de la verdad, de la verdad del tiempo que te ha tocado vivir, y de "los dioses" que en este tiempo YA están presentes en esos mismos fenómenos. Eso es lo que Giegerich llama "el alma en lo Real", en lugar de "mi alma privada y subjetiva que me permite fantasear en ser hijo del sol o de la luna".

    El desencanto es un fenómeno cultural importante, al que responden los filósofos del siglo XX, tanto Heidegger como Wittgenstein, y del cual también es expresión el positivismo, la filosofía analítica y demás. Siendo un "fenómeno" del "alma objetiva", necesita reconocimiento y no rechazo. Cualquier psicólogo fiel a Jung sabe que éste nunca reprimió los síntomas, sino que les dio espacio para que revelaran lo que querían expresar y para que en ese desarrollo se operara una transformación. ¿O acaso no fue Jung quien dijo que no se trata de curar la neurosis, sino de que la neurosis nos cure a nosotros?
    Hacer del desencanto un patrimonio personal e ignorar su enorme significado anímico desautoriza a que uno se considere un psicólogo de la "profundidad", justamente.

    Luego resulta que quieres "luchar" contra las siguientes frases de Giegerich que, obviamente, no comprendes: "no hay nada que buscar, nada que debiera estar en algún otro lugar, ya sea en el futuro o en la trascendencia? ¿Por qué no puede ver que "¡eso es ésto!"? Esta vida suya real contiene todo lo que necesita en su interior. Esta vida de ella aquí y ahora que ya está en marcha es el origen y la circunferencia de toda felicidad, de toda productividad, y de todo cumplimiento posible para ella. No hay nada en absoluto que buscar. Por el contrario, su búsqueda es la huida de su realización"

    Tú entiendes, parece, el "no hay nada en absoluto que buscar" como si fuera simplemente un "no hay nada". Muy poco fiel al espíritu de Jung, que sabía que "convocados o no, los dioses están presentes". ¿Cómo vas a buscar en el futuro o en la trascendencia lo que ya está presente, aquí y ahora?. Hillman recuerda muy bien la anécdota contada por Porfirio de que, cuando a Plotino se le criticó que no fuera al templo a orar a los dioses, éste respondió: "el dios que me requiere ya está presente". No necesita ser buscado. Claro que acaso no esté presente para una conciencia egoica que quiere lo que quiere y que no "deja ser". Pero eso no invalida su presencia, sólo pone de manifiesto la ceguera de esa conciencia, puesto que es ella la que no se hace presente, sino que se fuga a paraísos e infiernos imaginarios con tal de esquivar LO QUE SE PRESENTA. Ya.

    Escribes: "La gente que cae neurótica normalmente no tiene ni idea al principio de que su inconsciente quiere que se convierta en hada o faunos mágico. La gente cae neurótica porque cree firmemente que el mundo que se ve y en el que la Ciencia cree es realmente el que puede abastecerlos de toda la felicidad que necesitan, y lo inconsciente opina lo contrario. ".
    Yo no sé qué idea tienes de eso que llamas "la Ciencia", evidentemente no mucho conocimiento de los enigmas apasionantes que abren la biología, la física, la astronomía, enigmas que sólo pueden enfrentarse con un pensamiento sumamente sofisticado, mucho más riguroso y rico y complejo que el que muestra en esta cadena. Despreciar "la Ciencia" y no reconocer en ella una manifestación importante del espíritu de occidente, a la que se han consagrado los intelectos más brillantes, las mentes más creativas, y los esfuerzos más ingentes, es una especie de analfabetismo (y una apología del analfabetismo) casi insultante.
    ¿Y tú piensas sinceramente que Einstein creía en "el mundo que se ve"? (Por no mencionar que el mundo "se ve" a través de ideas, muchas veces recibidas acríticamente, como tú "ves" un mundo newtoniano de cuerpos que caen de culo atraídos por la gravedad, otra noción intelectual que en su momento fue una conquista del intelecrto) Ni Galileo ni Einstein ni ningún creador en la ciencia se atiene a lo que "se ve": no "se veía" ni "se sentía" el movimienhto de la tierra, al contrario: justamente eso se le objetaba a Galileo, y lo objetaban las mentes más conservadoras, más ancladas en ideas recibidas. "Eppur si muove", como parece que te gusta decir, aunque no parece que advirtieras el alcance revolucionario de esa afirmación: se mueve, A PESAR de que no se ve ni se siente ese movimiento, ni tampoco es de sentido común. Vaya con los tontos de los genios científicos, que razonan (en lugar de hacer actos de fe, rituales arcaicos o simular ser indios mayas) y muestran que lo que se ve NO ES, sino que ES (lógica y analíticamente) lo que NO SE VE: movimiento de la tierra, gravedad, átomos, espacio curvo, dimensiones paralelas, cuerdas... todo muy lejos del sentido común de su época. Y tú te eriges en defensor de ese "sentido común" que siempre ha resultado una rémora y una reacción al inevitable proceso de sofisticación del logos y del mundo.

    Bueno, seguir sería demasiado prolijo. Pero te sugiero que cuestiones tus propios presupuestos en lugar de "proyectarlos" en Giegerich o en la ciencia o en cualquier fenómeno real del alma hoy, a fin de ser un indio maya que invoca a la luna. Hay en la obra de Giegerich más misterio y más descubrimiento de dimensiones inauditas que en todos los rituales arcaicos, a los que uno juega en su particular museo de culturas arcaicas. Como un consumidor ávido de consumir productos "espirituales". Y ya Jung habló de eso. Pero evidentemente muchos por aquí lo ignoran.

    Tu frase "su inconsciente quiere que se convierta en hada o faunos mágico" tiene unos presupuestos terribles. ¿SU inconsciente? Un inconsciente del ego? ¿Un inconsciente privado? Vaya, cuando Jung se esforzó tanto para abrir el terreno hacia un ámbito que trasciende "lo mío", "lo tuyo", porque es objetivo (y no subjetivo) y comunal (como él dijo "colectivo") y no privado.
    ¿Así que el inconsciente quiere que la gente se convierta en faunos? ¿Y qué es ese inconsciente "que quiere" algo de la gente? ¿Y nada menos que se conviertan en faunos mágicos y hadas? No siente un poco de pudor ante tal afirmación, que carece del menor rigor y sería adecuada para un niño pequeño, pero no para un adulto que además dice interesarse por la psicología? Con ese tipo de lenguaje y de inquietudes, es casi lógico que no puedas acceder al discurso de Giegerich (y que desprecies a Einstein y a todos los fenómenos comunales ya presentes... Pero esa no es justamente la actitud de un psicólogo ante los fenómenos del alma, sino la de un niño que no quiere salir al mundo porque prefiere permanecer en su cuarto privado con sus juguetes privados y sus ensoñaciones particulares.

    Saludos
    Enrique

    • -Eskenazi dice: Como bien dices, “la luna claro que existe”. ¿Y quien lo dudaría? Pero la luna que HOY existe no es una antigua diosa, sino un satélite de la tierra, cuya constitución se investiga y a la que se han enviado naves espaciales. Por supuesto, a alguien que quiere ser “hija de la luna”, esa luna -la REAL- le importa un comino, no tiene la menor curiosidead. Quiere una “luna” privada, mística, que le haga sentirse única

      -ML von Franz dice: '[el día que conocí a Jung] me contó la historia que puede leerse en sus memorias sobre la muchacha que estuvo en la Luna y que tuvo que pelear contra un demonio, y el demonio negro la atrapó... Y él fingía, o lo contaba como si ella hubiera estado realmente en la Luna y le hubiese pasado. Y yo tenía un gran entrenamiento racionalista por el colegio, así que le dije indignada: "Pero ella imaginó estar en la Luna, o lo soñó, pero no estuvo en la Luna. Y él me miró muy serio y dijo: "¡Sí que estuvo en la Luna!". Aún recuerdo que miré al lago y pensé: "O este hombre está loco o soy demasiado estúpida para entender lo que quiere decir". Y luego, de repente, comencé a darme cuenta: "quiere decir que lo que sucede psíquicamente es la realidad verdadera, y esta otra Luna, este desierto pedregoso que gira alrededor de la Tierra es una ilusión o es sólo una pseudorrealidad". Y eso me impactó tremendamente...'

      Confieso que he estado irritándote con el abuso del mitema "Luna" porque sabía que existían bastantes posibilidades de llegar hasta aquí. Todo se ha dado extraordinariamente rápido. Bien está. Quería esto porque enfrentadas así las posturas se entiende meridianamente qué es lo que cada parte quiere decir. Cualquier lector puede ahora ver, si no se había dado cuenta aún, hasta qué punto un Giegerich no sólo en algunos temas podría complementar y ampliar lo junguiano, sino que en cuestiones esenciales se opone frontalmente a ello.

      Empezando por el final, tendría que decir que me parece algo impropio seguir amparándose en el carisma y popularidad de Jung para hacer psicologías que se apartan tanto de lo que realmente quiere decir junguiano. Es como si Jung se hubiese seguido presentando por ahí como psicoanalista freudiano, abusando de la penetración que el nombre Freud tiene en sociedad. No, hay que ser valiente. Cuando uno siente que el Cosmos que ve difiere esencialmente de ese que postulaba el que en principio parecía ser su maestro, debe ser honesto, despojarse de sus títulos y etiquetas, que ya no significan para él nada (o demasiado poco) y confunden a los demás, y volver a empezar, creando una propia escuela. Bien está montar una franquicia de McDonald's si se van a vender hamburguesas. Pero si sólo va a haber comida vegetariana, mejor cambiar el letrero ¿no?

      Regresando al principio: no hago más que releer las declaraciones de Giegerich a ver si estoy mirándolas al revés, ya que tanto te empeñas en que mi capacidad intelectual no da para entenderlo. Será por eso, pero yo sigo entendiendo lo mismo. Es más, cuando te leo a ti, me parece corroborar que lo he comprendido bien, pues nada hay en tu discurso que me de una perspectiva de lo giegerichiano distinta a la que ya tengo sobre ello (aclaro: no estamos discutiendo lo giegerichiano in toto, obviamente. Sólo su visión de la Luna y sus hijos. Algo radicalmente importante, definitorio y definitivo, eso sí). Te propongo, por tanto, una alternativa: que tú no me entiendas a mí. Es igualmente comprensible: sólo me has leído rápida y superficialmente, y aunque quisieras hacerlo en más profundidad encontrarías poco, ya que no soy una persona popular, mediática, harta de ir contándole a todo el mundo todo lo que se me va ocurriendo en libros y conferencias... Ahora bien: mi discurso, mis ideas, en esta concreta discusión no hacen más que abundar en los tópicos junguianos (usado el término en propiedad). Algo que debiera serte absolutamente familiar. Luego tengo que plantearme la posibilidad, compréndeme, de que no entiendas a Jung. De hecho, esa es la idea que me transmite Giegerich en ese ensayo: no de que piense más allá de Jung, o que interprete los mismos fenómenos astropsicológicos de manera diferente, sino de que, directamente, no sabe bien de qué habla Jung.

      Siguiendo en mi empecinada tónica de que sólo a través de las personalidades y las biografías se pueden sentar las premisas de una auténtica comprensión intelectual, te comento someramente quiénes somos la hija de la Luna y yo mismo. Ella es ingeniera, y yo casi lo soy. Llegué a plantearle al catedrático de Física, que a la sazón estudiaba filosofía (muy interesante esto -lo del físico filósofo-), estructurar un nuevo marco teórico para la cinemática vectorial, cosa que él acogió con interés. Ese proyecto quedó en el olvido tras mi abandono de toda institución educativa oficial. Quiero explicarte con esto que yo provengo de una muy decidida vocación científica. No soy de esa cosa blandengue y proteica que llamamos "Letras". Pero, al mismo tiempo, la hija de la Luna y yo mismo somos artistas. Cuando no estoy interpretando sueños, tratando de hacer ciencia o escribiendo en este blog estoy haciendo arte, incluso profesionalmente, algo profundamente necesario para mí. Ella, a su vez, fue profesional del arte muchos años. Con unas cultura y sensibilidad artística, literaria y filosófica muy, muy por encima de la media. También los dos somos programadores. Ella a nivel profesional, y yo digamos como hobbie, aunque realmente le dedico a eso bastante tiempo. No te equivoques, Enrique: no estás hablando con beatos de la New Age, con el corazón lleno de fe en el lugar de la cabeza llena de crítica. Beatos de la New Age los hay, quizás en número más grande que en cualquier otro lugar del mundo, en Alemania. Es normal qie Giegerich reaccione de algún modo frente a eso. Todo está allí lleno de maestros de pacotilla que se agencian sus buenos dineros y se consiguen sus bellas arias dando cursillos de toda esa espiritualidad de segunda clase para religiosos de segunda clase. Éste es un tema de alto interés que nos llevaría a hacer un poco de sociología, planteando que todo ese magma intuitivo mitológico del alemán que salió en aquello que pasó allí y que aún nadie entiende, ahora se trata de expresar de esta manera. Pero la New Age en Alemania es como darle migajas a un dragón. Giegerich debería avanzar más en su preocupación hegeliana por la sociología y entender que están en juego fuerzas extraordinariamente peligrosas alrededor de sus disquisiciones. Su propio pueblo es exponente paradigmático del ansia dionisíaca que late debajo del aparente, parafraseándolo, "contento y satisfacción de la vida común". De hecho, esto le toca de cerca. Lo deja entrever en el ensayo, cuando habla del repunte de lo religioso a través del crimen. Muy de Whitmont esa parte, por cierto.

      Los arquetipales precisamente adolecen de esta laxitud de la beatitud de consumo moderna. Yo me he visto obligado a criticarlos por eso. Ese quedarse enganchados al hedonismo de la imagnación, ese arte por el arte, esa gratificación sentimentaloide hipostasiada es muy de la escuela de Hillman. Cuando compartía seminarios con ellos siempre se enfadaban conmigo porque yo interpretaba los sueños, mientras que ellos sólo querían recrearse en los sueños. Por cierto que el público, que no es tonto, siempre ha preferido la interpretación. En realidad, es más placentera que el jugar ad libitum con la proteica imaginación. Es como beber vino sin encontrar un amor o una pelea: un placer mediocre. Interpretar los sueños es una de las vías desde el arte al espíritu. Una filosofía o psicología sin espíritu es una medusa gelatinosa. Giegerich, tú y yo, criticamos en ese punto lo mismo. En ese sentido, y sólo en ese, Giegerich regresa a Jung donde los arquetipales se habían alejado. Pero regresa al espíritu de los racionalitas, al olimpo de los idealistas. A lugares donde la razón ahoga demasiado a la intuición. O donde la intuición y la experiencia vital son tan justas que se remontan con enormes dificultades hacia la metafísica, el verdadero espíritu. En una entrevista Franz se lamentaba de que nadie siguiera un verdadero camino de futuro de la Psicología analítica: la fusión de ella con la Física contemporánea. El destino lo intentó en sus amores con Pauli, todos lo sabemos, y aquello no salió del todo bien. Nadie ha vuelto a intentarlo, al parecer. Pero la vía está ahí, ese es uno de los auténticos cauces de crecimiento. No es otra cosa que ahondar en la Alquimia, pero también ahora en la "Alfísica". ¿Quién podría acusar a nadie de que ese camino esté falto de coherencia, de profundidad espiritual, de responsabilidad? Hillman, sin embargo, lo detesta.

      Von Franz decía que Pauli tenía muchas dificultades para abordar públicamente sus coqueteos con la Psicología analítica, porque sus colegas tenían muchos celos de su Nobel y él no quería dar pie a la mofa y el escarnio en mitad de esa cruda batalla de poderes y egos. Se ve que conoces poco los entresijos científicos y la realidad tan poco ideal y tan poco científica que se cuece ahí, dicho sea de paso. Yo te diría, Enrique, que no te preocupes tanto por los que se creen reyes del otro mundo y muchísimo más de los que se creen reyes de éste. He conocido a muchísimas hijas de la Luna y la honestidad, la humildad y la compasión son sus vestimentas en este mundo. He conocido a muchos gallos de corral, hijos de la Tierra, y lo convierten todo en una bazofia de ambición y vanidad. La filiación con la Luna te obliga a vestir lino y retirarte a un torreón, o vagar mendigo. La filiación con la Tierra es lo que convierte a la institución junguiana, y a todo el stablishment científico en general, en un fascismo. Llevamos con este saber delante dos mil años: es una de las esencias de ese inflado hijo de la Luna que representa Cristo, que se llamaba hijo del Padre y al mismo tiempo trató de educar a toda la sociedad occidental en la renuncia y el desapego. Para aprender qué significan en la práctica, en este mundo, en lo tangible, ser rey de este mundo o del otro, obsérvese alrededor o estúdiese el mitema cristiano del I.N.R.I. ¿Estamos hablando de los peligros de la inflación en la asimilación de lo inconsciente? Claro, viejo tema. Tratado suficientemente por Jung. Pero en la asimilación hacia el mundo el tema de la vanidad y la competitividad está aún más presente. Tratado ampliamente por Adler.

      Wilber contaba que un santón habló una vez con un psicótico que se creía Jesús, y le dijo algo así: "Yo me siento Jesús, igual que tú. La única diferencia entre tú y yo es que tú te crees único". Esa es la cuestión, que no ve Giegerich. Él introduce subrepticiamente la acusación de creerse especial, única, a la cuestión de sentirse hija de la Luna. Eso no es así. Se trata de una dignidad referida a otra visión del Cosmos, basada en otros referentes, pero no de una dignidad basada en el ser más que nadie. Las hijas de la Luna forman hermandad en respeto y amor mutuo de una manera natural. La Luna es un misterio acuariano, afín a comunas y ajeno a privacidades. Por supuesto, hay clases. Exactamente igual que aquí abajo, donde todo está estrictamente estratificado y donde, como me decía una bella amiga, hija de la Tierra: "tanto tienes, tanto vales".

      Hegel debería haberse dado cuenta que su dialéctica predecía a Schopenhauer, y de que él era parte de una estructura que buscaba resolverse hacia un tertium non datur. Yo no quiero perder esa perspectiva. El discípulo hegeliano habla del "contento y satisfacción de la vida común" y el discípulo schopenhaueriano mira la vida como un valle de lágrimas, un sinsentido del que hay que abstraerse. Sin embargo, él era ateo, aunque su interés por los textos místicos orientales delata lo que hay en su sombra. Bien, ahí tenemos un buen potaje dialéctico. De esos que jamás se resolverán anulando a una de las partes, Enrique. Recuerda a Jung: esto ya fue avisado.

      La vida es maravillosa, así es. Los bosques, las playas... El sexo. La maternidad. Los amigos en el bar, en el local de ensayo... La Ciencia es fantástica, así es. Yo estoy tan orgulloso de mis archisofisticadas y carísimas máquinas... ¿Y el arte? Bueno... ¿qué diría de él un artista? El asunto, Enrique, es que la realidad no se agota ahí. Hay más. Es un fastidio, sí, desde cierta perspectiva. Aristóteles, el pobre, quiso simplificar la realidad, y unificar los dos mundos en uno. Pero... no se puede. Hay que caminar por los dos. Cosmología obliga. "Alfísica" obliga. Y no todo es un fastidio: la belleza de las esferas celestiales supera a todas las demás bellezas. Un pequeño toque de varita de hada que rasga el acontecer cotidiano asombra y deleita más al filósofo contemplativo que todo lo que puede contener el Louvre.

      Has perdido la poesía, Enrique, tú que tanto ahora celebras el arte. Ser hada, o fauno, es el interés máximo de lo inconsciente porque consiste en convertirse en ese mágico ser habitante en la raja de los mundos que es todo místico, todo filósofo contemplativo, es decir, todo gnóstico, una de las más acabadas autorrepresentaciones del Self. De ese Self que sí, es así, tira del ego hacia adelante, fundamenta su "para qué", es la base de su teleología. Pero a mí me encanta la poesía con que dice las cosas el artístico inconsciente, incluso en sus producciones más infantiles. Porque trata de no reducir jamás la trascendencia y la magia que en efecto entretejen el mundo real a conceptos fríamente abstractos y definiciones cerradas. Esa es la fuente del arte ¿no?

      • Giegerich ha dedicado hermosas páginas a esta anécdota de "la mujer en la luna", y ha hecho un magistral interpretación del papel que desempeña en la obra de Jung, aparte de ponerla (mediante argumentos y detalladas interpretaciones) como ejemplo de uno de los estadios del ánima en su relación con el animus (¿puede hacer ésto un psicólgo que NO sea junguiano?)

        El lema de Giegerich, explícita y declaradamente, es: Con Jung, contra Jung, más allá de Jung. Y esto está presente en cada fragmento de su enorme obra escrita y publicada, presente no como "tema" o "contenido", sino como actitud que se manifiesta en cada línea escrita, como "hacer" y no sólo "pensar abstractamente".
        Con Jung. Esto -tan fácil de constatar si se lee su trabajo- hace que pueda considerarse junguiano. Hillman también siempre se ha considerado Junguiano, y sin embargo ha atacado ciertas ideas de Jung e incluso ha sido denostado por los "junguiano" (los "ortodoxos", que no son los únicos)
        Contra Jung. De modo que es cierto que cuestiona (con argumentos, y no con poses emocionales ni deseos ni gustos personales de por medio) varias ideas de Jung, pero las cuestiona desde "dentro" del pensamiento de Jung, y no permanece -como tú haces con el pensamiento de Giegerich- "afuera" de ese pensamiento, sin pensarlo, como un objeto que tiene al frente y al que modela a su gusto. Todo lo contrario, Giegerich PIENSA a Jung, y lo critica desde la interioridad misma del pensamiento. Es un "contra Jung", "con" Jung ( "desde" Jung). Casi toda la obra de Giegerich es una continua reflexión sobre la obra de Jung, y esto puede comprobarse sencillamente. Pero estando con Jung y contra Jung (algo que el pensamiento abstracto, que "pone etiquetas" en lugar de pensar, que "abstrae generalidades" en lugar de aprehender lo individual y lo único, no PUEDE hacer) también "va más allá de Jung" (pero siempre CON JUNG). Creer que Giegerich sólo critica es no conocer su trabajo revolucionario sobre la tecnología y la ciencia y la publicidad -entre otras actividades contemporáneas- son una forma de devotio en que se está consumando actualmente el mensaje del Cristianismo. Interesante, no? Parecido a Jung? NO ¿Copiado de Jung y repetido hasta el infinito, como toda la cháchara sobre la sombra, el anima, el proceso de individuación que no son tomados como moldes abstracos)? NO. Y sin embargo arraigado profundamente en la revolucionaria idea de "alma objetiva" -que no es propiedad de ni pertenece a ninguna persona, ningún ser humano-, así como en la insistencia de Jung de que la neurosis no era un problema del individuo, sino del alma de la cultura, era un problema que trascendía el "opus parvum". También Jung vio claramente (como Freud, por su parte) que no se puede comprender el alma desvinculada de la cultura, de la religión, de los mitos, de los valores, las formas políticas, de instituciones (como por ejemplo "la familia" o "la Iglesia") y demás. Ambos se opondrían -como Giegerich- a la reducción "positivista" de alma a "cerebro"-
        Giegerich es "junguiano" cuando insiste en que la "patología" no está para ser "curada" exteriormente sino para ofrecer su propia "curación". Y la lista podría seguir indefinidamente. Pero tú, que tienes tu propia definición de "junguiano" y que no explicitas (aunque por la forma en que lo usas parece ser "repetidor de lo que dijo Jung", como quien repite el "Padre Nuestro"...una concepción sumamente estrecha y cuestionable) No quieres considerarlo junguiano porque... vamos, si no ofreces una sola razón, sólo es que "no te gusta", o molesta a tus expectativas, o pone en cuestión tus deseos más queridos, algo más o menos "personal" y por tanto no argumentable. el ejemplo de la comida vegetariana es lamentable y NO VIENE AL CASO. Aunque comprendo que para tí el pensamiento de Jung o el de Giegerich sean productos a consumir según tus gustos, es decir: objetos de consumo. Pero justamente eso me parece lamentable. Y podría argumentarlo, pero este no es el lugar y ni tampoco el momento. Espero que comprendas lo que estoy diciendo.

        Escribes: " hasta qué punto un Giegerich no sólo en algunos temas podría complementar y ampliar lo junguiano, sino que en cuestiones esenciales se opone frontalmente a ello.". Pero claro, qué sean "cuestiones esenciales" parece quedar al gusto del consumidor. Porque una cuestión esencial puede ser la del alma objetivaq -tema que apasionaba al Jung maduro tanto que su muerte le encontró elaborando este tema en su magistral "Mysterium Coniunctioniis". Donde curiosamente está el lema que Giegerich toma como guía metodológica: "Y ante todo no dejéis que se entrometa nada ajeno al tema, pues la imagen de la fantasía tiene dentro de sí todo lo que necesita". DENTRO DE SÍ, y no en el supuesto "interior" de la gente. ¿Qué quiere decir aquí Jung? ¿Alguien lo ha pensado? Sí, claro: Giegerich. Toda su obra es una puesta en práctica de este "axioma alquímico". Pero claro, para comprenderlo hay que pensarlo, y no limitarse a imaginarlo, o aceptarlo ciegamente porque "lo escribió Jung".
        Y la idea de que no hay expresión del alma que pueda comprenderse sin captación de su "telos", de su "meta", de su teleología... ¿de dónde la hereda Giegerich sino de Jung? ¿O vas a decir que es una idea "freudiana"?
        ¿Y porqué dedica Giegerich tanto tiempo y tanta tinta a los sueños (sí, a los sueños, hecho que pareces desconocer por completo, ya que Giegerich además lleva treinta años haciendo talleres de sueños para psicólogos junguianos y estudiantes), a los mitos, a la alquimia (y es el único gran pensador alquímico en esta tradición, acaso junto con Hillman, mientras que los demás no hacen sino repetir una y mil veces lo mismo que ya dijo Jung, sin poder ¨pensar más allá"? ¿No fue el mismo Jung quien dijo que "el mito cristiano tiene que ser soñado aún más allá? ¿No intentó Jung reinterpretar y llevar más allá el núcleo del mensaje cristiano? ¿Y no es muy semejante a lo que hace Giegerich con Jung y con Hillman? ¿Qué psicólogo que no perteneciera a esta tradición podría afrontar, y con tanta profundidad, semejantes tareas? Otra vez, yo aquí podría seguir enumerando la continuidad que hay entre el pensamiento de Jung y el de Giegerich, porque sin un conocimiento "desde dentro" de la obra de Jung (desde "dentro" de esa obra, no desde el supuesto "dentro" personal y privado de las gentes) no puede comprenderse la obra de Giegerich.

        Escribes: "me parece algo impropio seguir amparándose en el carisma y popularidad de Jung para hacer psicologías que se apartan tanto de lo que realmente quiere decir junguiano. " Si has leído con atención lo que escribo en esta respuesta, ahora hazme el favor de defrinir "junguiano". Tienes que hacer explícitos (conscientes) los presupuestos implícitos (inconscientes) de tu discurso. Allí comienza "la labor del concepto". Es obvio que usas "junguiano" de una manera que para tí debe ser muy clara, pero que a mí me parece enigmática ("lo que realmente quiere decir junguiano"). Pues trata de explicar "lo que realmente quiere decir junguiano". Te pongo sobre el antecedente de que Giegerich escribión un magnífico artículo pensando justo el tema de "¿qué quiere decir junguiano?" Giegerich no se "ampara" en Jung, sino que lo desarrolla, y por eso mismo es y se considera junguiano. Al igual que Hillman. ¿O este también está "excomulgado" según tu criterio personal de "lo que realmente quiere decir junguiano"?

        Supongo que no me acusarás de estar leyéndote "rápida y superficialmente". Como ves, me detengo en cada expresión. Eso no es rápido ni superficial, ciertamente. Tu propuesta de que "no te entienda" sinceramente me parece una huida ante la posibilidad de una discusiòn inteligente, es decir, pensante. Espero estar equivocado...
        Y por cierto, Giegerich no se ocupa de ningún fenómeno "astropsicológico", Giegerich se ocupa de cualquier expresión del espíritu. Eso de lo "astropsicológico" ¿te lo acabas de inventar? Yo creo que Giegerich sabe perfectamente de qué habla Jung, y no sólo por su devoción y dedicación a lo largo de más de cuarenta años sostenidos por comprender y analizar y hacer incluso explícitos los presupuestos (lo inconsciente) de la obra de Jung. Obviamente, en el ejemplo de Acuario y de Piscis, Giegerich se está refiriendo a la obra de Jung "Aion", y a cómo Jung emplea allí estos símbolos. No está haciendo, ni pretende hacer "astropsicología". Giegerich es un psicólogo, no un teósofo, ni un astrólogo, ni un sociólogo.

        Escribes: "mi empecinada tónica de que sólo a través de las personalidades y las biografías se pueden sentar las premisas de una auténtica comprensión intelectual". Pues mal vamos, ya que en lugar de atender a la verdad que pueda haber en la obra de esas "personalidades", tu atención se centra en las personas, en lo personal. Es lo que Giegerich llama ego-psicología. Un interés bien legítimo que hace inaccesible la dimensión del pensamiento, del logos y, por tanto, de una "psicología con alma objetiva" y no con "almas DE personas". Giegerich desarrolla este tema en TODAS sus obras, una y otra vez, y llama "falacia antropológica" a la confusión entre el plano del alma (objetiva) y el plano del ego. Tus afirmaciones muestran que no adviertes la diferencia entre estos dos planos. Es decir, tu discurso no afronta la verdad (o falta de verdad) de una obra, como manifestaciones del alma, sino que lo ve la obra como expresión de la persona, como "personal". Ahora comprendo que te importe más la retórica que la lógica de las ideas....

        Ufff, cuánto llevo ya escribiendo!!!!. Continuaré -si es que continúo- en otro momento. Ya he escrito suficiente que da qué pensar, a quien este dispuesto a pensar, y no esté enfocado en "su" crecimiento personal, sino que ame apasionadamente al TEMA (no a las gentes).

        • Raúl, vuelvo a tu escrito. En él hablas de tí, de tu pareja, de tus opiniones, de tus experiencias. Pero parece que no comprendes que aquí de lo que se trata es de lo que TU ESCRITO DICE, y ninguna información que des sobre tí va a cambiar la validez o falta de validez de tu escrito. Pienso que aquí estamos para analizar la verdad o falta de verdad del escrito, y no para conversar sobre nosotros. ¿Notas la diferencia? Son dos planos totalmente diferentes.

          En tu texto se dicen muchas cosas, varias son expresiones de deseos, de gustos o preferencias personales, de anhelos y de objetivos. Todo eso está fuera de discusión, ya que cada cual es libre (al menos en nuestro tiempo y en nuestra sociedad) de "tener" sus gustos, sus preferencias, sus anhelos y sus objetivos. Pero sobre eso no puede haber una discusión inteligente ni una investigación que se acreciente a sí misma, como el logos de Heráclito. Si tú hablas de tí y yo de mí cada uno queda encapsulado en su "burbuja", y no hay dia-logo, no hay búsqueda de la verdad, no hay TEMA común, solo confesiones personales.
          Creía que te interesa el tema. Y sólo bajo ese supuesto estoy escribiendo. Prefiero reservar mi intimidad para mis amigos y la gente de mi vida, y no para ventearla en Internet.
          Pero en un punto escribes: "Has perdido la poesía, Enrique, tú que tanto ahora celebras el arte. Ser hada, o fauno, es el interés máximo de lo inconsciente porque consiste en convertirse en ese mágico ser habitante en la raja de los mundos ". Como no me conoces, me imagino que te refieres a mi discurso, y sólo a ello me dirijo.
          Es probable que creas que la poesía no se encuentra en este mundo, el de la realidad efectiva, y que por ello la busques "en la raja de los mundos" (otra vez imágenes, otra vez metáforas, y luego criticas como "esteticista" a la psicología imaginal de Hillman. Pero sin advertirlo tu discurso sigue ese estilo, y nunca se abre a las ideas, al pensamiento, y por ello mismo al dialogo.
          Mi discurso, en cambio y el de Giegerich) reivindican la poesía de lo real, de lo efectivo, así como la efectividad de ESA poesía. No la "poesía" aólo como "género" literario, sino como lo que originalmente significa la palabra "poiesis": creación, producción, gestación de una obra, "hacer" y no un decir que no dice "lo que hace".
          ES notable y obvio que quienes perciben desde una alternativa excluyente: o poesía o realidad, y las ponen en compartimentos estancos, están ciegos para la poesía de la realidad y para la realidad de la poesía. Lo que ven "ahí afuera" no es sino la consecuencia, la extensión de su propia mirada, una "raja", una "grieta", un "corte", en lugar de la interrelación dialéctica, la transformación de lo uno en lo otro y viceversa, la posibilidad de apreciar la identidad de la identidad y la diferencia. Pero para esto hay que salirse del plano sólamente metafórico, puramente imaginativo, retórico, y empezar a pensar, que es un HACER y no un "contemplar"- Pensar en el uno que es dos y el dos que es uno. Y esto no puede imaginar, no se puede sentir, sólo se puede PENSAR.
          A ver si puedes comprender de qué estoy hablando. No entenderme a mí. Sino entender lo que el discurso que aquí escribo EX-PONE.
          Saludos. Y saludos para Nora, je je

          • No compartes mi apreciación de que es imposible hablar seriamente de nada sin incluir la biografía, la personalidad global. Estás convencido de que las funciones intelectuales, por sí mismas y aisladas del resto, pueden hallar algo de valor. Me refiero a valor real, no el flatus vocis de lo meramente intelectual, que, como las matemáticas, no introducen en el fondo nada nuevo que no estuviera antes ahí. Intelecto vs intelecto conduce a demasiada tautología. Como querer salir de las arenas movedizas tirándose del propio cabello. A lo que conduce el debate aislando lo puramente intelectual del resto ya lo encontró Wittgenstein: "de lo que no se puede hablar, mejor es callarse". La confrontación puramente intelectual conduce al silencio, al nihilista silencio, se tarden dos horas o tres siglos. Mientras lo real que se dejó al margen de la discusión sigue haciendo un ensordecedor ruido. Ahora pienso en Parménides, que negaba el movimiento porque no cabía en su ecuación intelectual. Y esgrimía muy ingeniosos argumentos en la defensa de su tesis.

            Yo percibo la burbuja cerrada en el aislamiento de la función intelectual en sus torres de marfil.

            Bien está, son tus convicciones, Enrique. Pero espero que en algún momento comprendas desde qué premisas trato de dialogar desde ahí. Para mí son dos planos que no pueden ser diferentes. Yo leo lo expuesto, y entre los huecos de las palabras expuestas, me contrapuntean ideas, que me conducen a toda la psique que queda detrás de lo que expone el autor. Y espero que al leerme a mí la gente haga lo mismo. Y si no hacen lo mismo, sé de antemano que ninguna comunicación realmente productiva se dará. Ahora pienso en la imagen que me vino cuando Giegerich habla de lo agradable de aquel saludo por la calle. Pregúntale, si quieres. Hay tantas probabilidades de que quien lo saludara fuera una bella señorita, dulce como una mañana de sol... Una señorita que resplandecía con toda la (l)numinosidad de su función sentimental. A mí esas cosas me dicen tanto de lo que habla el autor como lo que se restringe a contar desde su puro intelecto, pulido y maquillado como una máscara. Son deducciones arriesgadas, lo sé. Pero los pueres somos así: muy arriesgados para unas cosas y muy cobardes y débiles para otras.

            Pero vamos a las espadas, estrictamente. De acuerdo. Mi primera pregunta es ¿dónde está esa pretendida argumentación prolija y profunda de Giegerich en su ensayo? Yo sólo veo una exposición de ideas, sin más datos, sin más apoyos extra. Una construcción que se cierra en sí misma y que pretende ser un producto acabado per se, por tener cierta pinta de mandala, de círculo. Eso lo produce el pensamiento introvertido constantemente, "demostrando" una verdad y la contraria. Y, si procede de un tío listo de veras, seguro que alguna verdad habrá por ahí, algún correcto insight. Pero lo cierto es que en esta discusión no han aparecido aún esos "sólidos argumentos", de los que se le acusa a este bando de carecer (me divierte la metáfora bélica). Él, por ejemplo, dice que la sensación de perdida de sentido procede meramente del anhelo de sentido. Y yo le pido: demuéstralo. Fotografíalo y mándame la muestra. Citar frases de Jung que a él le parecen contradictorias (y a mí en absoluto) es una mera ilustración de su artículo, no una argumentación. Ni aunque hubiera pillado a Jung en contradicción por aquí y por allí eso serviría como prueba de otra cosa que decir que Jung es contradictorio. No, hombre, yo trabajo con otro tipo de pruebas, bastante más sólidas que las típicas cititas literarias: he observado una y otra vez, una y otra vez, como personas absolutamente adaptadas a la vida normal y con un pensamiento absolutamente ajeno y refractario a lo mítico y lo simbólico enferman de repente con una psicopatología que tardan muchísimo tiempo a veces en entender que es, en el fondo, una crisis existencial, sobre el sentido. Encontrado el cual la vida de ellos sigue adelante, sigue su curso. He explicado incluso ese proceso en este blog usando casos reales y de personas famosas actuales, cuya biografía las saca de un entorno feliz, pero trivial, y las lleva al Tíbet, a embeberse en el misterio de lo trascendente. Sin que su conciencia perciba lo que en verdad está sucediendo, ahí, a la luz objetiva delante de todos. Mi primer libro de psiquiatría, de un psiquiatra absolutamente ortodoxo y academicista, ya incluía la divagación: "de alguna manera, que aún no podemos entender, la psiquiatría moderna encuentra que la angustia neurótica y la angustia existencial tienen relación". El mismo psiquiatra que 21 años despues acaba de redactar un ensayo donde dice percibir que en los delirios psicóticos hay algo más que meros absurdos. Que son símbolos cargados de significado importante. Hasta ese mismo pisquiatra lleva toda su vida, sin saberlo, viajando desde el caos del mundo al sentido implícito en los símbolos. En el contexto de una vida muy muy cómoda y adaptada, eso sí. Por eso tarda tanto, claro...

            Es absurdo defender que una neurosis es en sí un mero síntoma: una defensa neurótica frente a la nostalgia abrumadora que tiene el ego de un estado de cosas social pasado. Al menos esperaríamos extraer en algún momento la confesión, la catarsis, de esa brutal nostalgia. Lo cual no explicaría la neurosis, claro (¡sería una neurosis autogenerada por la conciencia!), pero al menos sería algo. Si suponemos que esa nostalgia abrumadora la tiene lo inconsciente, entonces llegamos a esa apreciación timorata y errónea, que de todos modos ya hace la psicología junguiana, de que tenga sentido o no, debemos servir a los arquetipos ya que estamos imbebidos en ellos. En la práctica, lo que realmente ocurre es que lo inconsciente, en mitad de la neurosis, comienza a empujar al ego hacia adelante, no hacia el pasado. Los arquetipos afloran no arqueológicamente, sino teleológicamente. Y no lo hacen sólo en forma imaginal, de fantasía, sino plasmando patrones en la vida cotidiana que empujan decididamente a avanzar por un camino. Lo inconsciente sólo en casos como el de Catalina Emmerick se preocupa del pasado. Lo absolutamente normal en el encuentro con él es lo premonitorio y lo clarividente. En la Unión Soviética este tipo de cosas estaban perfectamente engranadas dentro del temario estrictamente científico. Así que estamos trabajando por aquí con pruebas realmente muy sólidas sobre cómo actúa lo inconsciente, y cuál es su carácter en realidad.

            Y así con todo, Enrique. Si quieres le paso a Giegerich todos mis informes casuísticos. Le cuento mil anécdotas y mil experimentos que contradicen, al final, in toto, la dirección de su ensayo, desde la premisa a las conclusiones. Pero yo soy intuitivo, no me gusta a la primera de cambio empezar por los casos y los detalles. Me gusta empezar y acabar por lo global, por el orden global. Algo que siempre está por encima de lo estadístico y lo casuístico.

        • Giegerich ha dedicado hermosas páginas a esta anécdota de “la mujer en la luna”, y ha hecho un magistral interpretación del papel que desempeña en la obra de Jung, aparte de ponerla (mediante argumentos y detalladas interpretaciones) como ejemplo de uno de los estadios del ánima en su relación con el animus (¿puede hacer ésto un psicólgo que NO sea junguiano?)

          Lo leeremos. Hasta ahora lo único que tengo es lo que tú has dicho sobre las lunas como, he creído, su vocero. Algo que va justo en camino inverso a las conclusiones sobre la estructura de la realidad de un Jung en particular, de todo platónico en general. Si sigue en pié tu declaración de que G. considera los arquertipos meras hipostasías de conceptos abstractos como mucho, entonces supongo que considerara anima y animus lo mismo. Eso cambia bastante la dirección de los estudios y las tesis, advierto adelantándome.

          Con-contra-más allá de Jung:

          Yo soy rauliano. Esto, al menos en mi caso, significa bastante más que el viejo tópico entre los junguianos. Lo he dicho desde el principio: no conozco lo junguiano por leer a Jung, no conozco lo junguiano a través del intelecto de Jung. Lo conozco por "caerme de culo" yo mismo. Para resumir algo muy complejo de un modo excesivamente simplista y hasta burdo, lo diré así: yo me encontré con Jung cuando llevaba ya años investigando de modo introvertido y solitario, de modo salvaje, entre bosques y arroyos, sobre por qué los mitos y las supersticiones arcaicas irrumpían con fuerza en la conciencia moderna de personas que no tenían la más mínima simpatía consciente por estas cosas. Me encontré con Jung después de llevar años investigando qué carajos eran las coincidencias significativas, y me encontré con Jung cuando me andaba preguntando cuál es la exacta relación entre la relación de pareja, el sexo, la mujer, y la espiritualidad y la filosofía, porque la experiencia me había demostrado palpablemente que esa relación era así. Repito: esto es simplificar demasiado. Pero creo que es suficiente ahora. Yo ya estaba en todo eso, por mí mismo, por mi cuenta y riesgo. Jung y yo somos como un gigantesco alquimista y uno muy pequeño (pero honrado -je-) que se encuentran de pronto, al trabajar con los mismos magmas. Y todo esto sí que es ventilar quizás demasiado cosas personales. ¿Por qué parezco un junguiano ortodoxo, un fanático? Porque defendiendo su experiencia y su ciencia estoy defendiendo la mía. Todo lo que he encontrado en la vida, y no soy de buscar, soy de encontrar, soy pasivo-receptivo, ha ido tejiendo un mito propio del sentido y de la realidad que sigue, a día de hoy, en perfecto paraleleo con el ortodoxo junguiano.

          Creo, además, que he tenido la suerte de ir más allá de Jung en varios puntos concretos. Digo la suerte porque todo sueño ambicioso de discípulo, o de pequeño colega, es poder anotar como poco una nota a pie de página del coloso de cuya sombra no puede escapar. No es momento ahora de extenderme en esas aportaciones. Algunas están publicadas, otras no, otras sólo a retazos. Eso sí: las entrego acabadas en privado, cuando encuentro un espíritu alquímico afín.

          No quieres considerarlo junguiano porque… vamos, si no ofreces una sola razón, sólo es que “no te gusta”, o molesta a tus expectativas, o pone en cuestión tus deseos más queridos, algo más o menos “personal”

          Creía que estaba claro: lo más importante de Jung es su aportación a la filosofía, es decir, a la sociología, a la política. Tanto individuales como colectivas. Comparto plenamente la idea de Pauli de que la terapia junguiana es un pequeño apartado, y muy criticable, del entramado. Lo más importante de una filosofía es su cosmovisión. Entonces es tan simple la cosa como decir que si la cosmovisión que ofreces a las personas y al mundo difiere radicalmente de la que es esperable por tu etiqueta oficial, cámbiate mejor de etiqueta. Lo junguiano es platónico, es gnóstico: hay un mundo de sombras y uno real in illo tempore. Esto tiene una importancia política radical. Las cosmovisiones son el esqueleto de la Historia. En el mismo instante en que no se comulgue con eso, que es la columna vertebral de todo, ¿qué pinta uno ahí? ¿Para seguir usando las mismas metáforas, ya vacías? Entonces todo freudiano podría reclamarse junguiano por hablar de mitos como el del Edipo. No, se es junguiano cuando se dice que Edipo está encarnado ahora mismo en el cruce con la avenida 42, y se dice comprendiendo su estricta literalidad.

          Pero claro, qué sean “cuestiones esenciales” parece quedar al gusto del consumidor

          Ya he explicado arriba qué son las cuestiones esenciales. Las mismas que considera Giegerich.

          Pero claro, para comprenderlo hay que pensarlo, y no limitarse a imaginarlo, o aceptarlo ciegamente porque “lo escribió Jung”.

          Sin comentarios... Bueno, sí: ya está comentado arriba.

          ¿Y porqué dedica Giegerich tanto tiempo y tanta tinta a los sueños (sí, a los sueños, hecho que pareces desconocer por completo, ya que Giegerich además lleva treinta años haciendo talleres de sueños para psicólogos junguianos y estudiantes), a los mitos, a la alquimia (y es el único gran pensador alquímico en esta tradición, acaso junto con Hillman, mientras que los demás no hacen sino repetir una y mil veces lo mismo que ya dijo Jung, sin poder ¨pensar más allá”?

          Ya ha quedado mil veces suficientemente claro que estoy hablando sobre un único y estricto ensayo de Giegerich, que es un ensayo dedicado a temas que ya hemos convenido son fundamentales. Me agrada enormemente conocer todo esta detallería personal, gracias. Para mí es muy importante. Mi tesis es que las sociedades cambian sus cosmovisiones según la relación que tengan con los sueños. Dicho de otra manera: según uno entienda qué son los sueños, entenderá la realidad de un modo o de otro, como única o doble. Sí que es entonces muy interesante conocer cómo se entreteje la concepción que tiene Giegerich del sueño con la que tiene de la realidad. Para Jung y para mí, obviamente, lo que hay en los sueños ni es meramente personal, ni es meramente lenguaje, símbolo, signo.

          Y por cierto, Giegerich no se ocupa de ningún fenómeno “astropsicológico”, Giegerich se ocupa de cualquier expresión del espíritu. Eso de lo “astropsicológico” ¿te lo acabas de inventar?

          Sí. ¿No te gusta? Es una expresión que trata de unificar los dos mundos que se unen en el fenómeno paranormal, por ejemplo, en la sincronicidad: lo física, la gravedad, los planetas y esas cosas, con lo psíquico: la moral, el amor, la vocación, el dharma, el sentido... ¿Como pretendemos tener una cosmovisión si no abarcamos los dos frentes al unísono, como los abarca la Psique de hecho?

          Escribes: “mi empecinada tónica de que sólo a través de las personalidades y las biografías se pueden sentar las premisas de una auténtica comprensión intelectual”. Pues mal vamos, ya que en lugar de atender a la verdad que pueda haber en la obra de esas “personalidades”, tu atención se centra en las personas, en lo personal. Es lo que Giegerich llama ego-psicología.

          Mi atención se centra en la Psique, que abarca desde lo más bajo a lo más alto. Desde el ego digamos "corporizado" hasta la psique transpersonal, y de ella al Cosmos. Recuerda: astropsicología. La cuestión es que la personalidad es el establo donde se da la percepción, la revelación, de todo eso inmenso, objetivo y suprahumano, y depende cómo sea ese establo, dará cabida a una parte del elefante, u otra (recordando el cuento hindú sobre la percepción de lo real -¿lo conoces?-). Lo he dicho muchas veces: hay que estar zumbado para creer las extrañísimas cosas que dice Jung si uno no las ha visto por sí mismo. ¿Se van a poner de acuerdo dos egos si uno ve un rabo y otro la trompa de eso objetivo que es la realidad astropsíquica? No ¿verdad? Y si los dos egos ven el mismo elefante, no hay nada que discutir: se montan encima y hacen lo que tienen que hacer los dos, lo que el destino les demande en común.

    • He vuelto a leer mi comentario, y es realmente tan bueno y tan claro, que verdaderamente hay que "querer no-entender" para no comprenderlo: la referencia al Zaratustra de Nietzsche, a la Europa de finales del s. XIX, a Chejov, Kafka, Joyce, el nihilismo y su importancia cultural, la situación actual con temas tan decisivos como la globalización, internet, etc... y el tema del "alma en lo real" en lugar de "alma en la fantasía personal", el misterio que hoy se presenta ya no en la forma arcaica del misterio (iniciaciones, rituales, mitos, etc.) sino en los fenómenos que hoy se imponen... todo eso está tan bien explicado, que hay que ser voluntariamente ciego para no abrir los ojitos ni siquiera "un poquito". Aquí, obviamente, no hay nada más que pueda hacer.

  • He mencionado a Cezanne, VanGogh, Matisse, Picasso, Berg, Schoenberg, James Joyce, dostoievsky, y podría añadir muchísimos más exponentes del espíritu en occidente: Kafka, por ejemplo. Pero supongo que la "hija de luna" quiere algo personal y se aburre muchísimo con las obras del espíritu: demasiado centrada en vivir alguna aventura "yoica", está ciega para la acción del espíritu en lo real.

  • !Me uno al baile!

    Porque vaya baile que hay montado aquí. Y aunque soy torpe en este arte prefiero bailar torpemente que andar renqueante.

    En el pasto de este mundo,
    incesantemente aparto las hierbas altas en la búsqueda del toro
    Siguiendo ríos sin nombre,
    perdido en los senderos entrecruzados de montañas distantes,
    con mi vitalidad exhausta, no puedo
    encontrar al toro.
    Sólo oigo las cigarras chirriando en el bosque por la noche.
    Kahuan

    Según Giegerich, el poema quedaría así:

    En el pasto de este mundo,
    incesantemente aparto las hierbas altas en la búsqueda de la salcicha
    Siguiendo ríos sin nombre,
    perdido en los senderos entrecruzados de montañas sin nombre,
    con mi vitalidad exhausta, no puedo
    encontrar a la salcicha.
    Sólo oigo las cigarras chirriando en el bosque por la noche.

    Señor Enrique: para mí lo que dice Giegerich es sopa espesa sin nada de sal... Y Raúl trae sal al asunto y mira el baile que se monta... cuando Raul dice ¿Giegierich, has entrado profundamente en tu neurosis? Yo le añado a ver Giegierich...muéstrame tus cicatrices, muéstrame tus llagas?¿Qué desierto has cruzado? O tienes la piel de una virginal jovencita? Tú dices en tu “FUEGO EN LA PIEDRA” texto que paladeé con enorme gusto, “ hay tanta gente sin salero. Como no hay sal, no hay fijación. No hay cuerpo, hay humo. Hay trascendencia, se trasciende a rincones espirituales, desapasionados, desencarnados. El espíritu se ha vuelto un humo que se aleja del mundo, deja un mundo lleno de cadáveres. Ahí falta sal” Espirituales, mentales, filosóficos...No es Giegerish (y lo que representa), un pensador desencarnado,que deja un mundo lleno de cadáveres? Luego continuas y dices “Se colocan en eso en grandes fórmulas, yo diría sin sabor, “leche de virgen”. Una “leche de virgen” no nutre porque no viene de parir, es agua blanca e insípida.” A mí personalmente un significado a priori “no me alimenta”, es un significado que no es parido: me es dado, al igual que los escolásticos partían de un Dios a priori. Me expongo a la falta de significado ...eso es lo que mi Tiempo me ha entregado, no huyo de ello con un a priori: si me dices Dios, un significado, existe, dalo por supuesto, continua tu vida...!no te metas en berenjenales y pasa de largo! Estás desencastrado, acépotalo,encastra tu cabeza en la tele, en el ordenador o en un buen libro de Giegirish...
    Luego continuas “Una “leche de virgen” no nutre porque no viene de parir, es agua blanca e insípida. Entonces, con su sabiduría de “leche de virgen”, ideas deliradas y humos acerca de espíritus que no se conectan con los cuerpos y cuerpos que no tienen espíritu, se ponen a leer al consultante dándole unas lecciones de espiritualidad increíbles”. !yo quiero sal!. “La sal es el principio de la experiencia vivida, sin sal no hay más que humo”. Raul le ha echado sal al asunto, porqué tanto alboroto.

    O mejor dicho !Qué magnífico alboroto!

    En el mismo artículo dices sobre alquimia“El azufre es, por otra parte, aquello que coagula el mercurio. Aquí hay muchos mercuriales. Me gusta pensar cosas, tomar cursos, tener ideas...pero mi vida sigue igual. Me entrentengo con ideas. Pero eso no coagula, y por lo tanto no da sustancia.” Yo no he leído profunda ni largamente a Giegerish, pero es que no hace falta llegar muy lejos... Cuando habla del encastramiento del hombre antiguo: “Vanidad de vanidadesm dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo vanidad” Ecclesiastés, esto no es de ahora. Cuando habla del cielo arriba, la tierra abajo, no es lo que aparece en el libro de Job, donde se dice que la Tierra no es una tabla flotando en el vacío. Sin elefante, sin tortuga que la sostenga. Cuando dice que el hombre vivía resignado a las leyes de la Naturaleza ¿Es que no vivimos hoy resignados a las fuerzas ciegas del Mercado, de la Madre Economía?. O cuando escribe que el hombre “ha abandonado la natutaleza mecánica de las leyes arraigadas en el cuerpo individual a cambio de la forma del conocimiento de sus “leyes” de manera mental, nocional, conceptual, cultural y comunal”, me ha venido la imagen de Giegirich caminando por la sabana africana: Ve un león y piensa: león, dícese de mamífero depredador, que determinado por la naturaleza mecánica de las leyes arraigadas en su cuerpo me quiere comer, ergo corro a más no poder.

    Por favor...Este hombre quiere ser puro pensamiento, desprecia la corporalidad del hombre, no sólo la sal, sino el azufre.
    Giegerich :mercurio plomizo.

    En algún lugar Jung dijo que había que regresar al cuerpo, que si no la individuación no le sucedería a nadie porque no habría nadie para experimentarla. Me llama la atención cuando escribe“el lenguaje aquí, es en sí mismo simbólico...si no espifánico “, y a continuación recalca entre paréntesis “por supuesto epifánico en el nivel mental o lógico, no experiencialmente o religiosamente”. Gilgerish huye de lo experiencial, como como el mercurio, como si fuera a contaminarse -este hombre si que lleva puesto un traje espacial o una sotana-Yo, personalmente, no puedo concebir lo epifánico a nivel lógico, lo epifánico no tiene valor alguno si no lo experimentas, si no pasa a formar parte de tus huesos, es como hablar de América sin haber estado en América. Hasta que no experimenté un orgasmo no lo supe !Dios me guarde de los orgasmos conceptuales! Este hombre reduce lo instintivo y lo epifánico a la lógica, huye de la carne, huye de lo que te pueda tocar y te puede doler.

    ¿Es la propuesta de Gielgerihs, y de paso la tuya, que renunciemos a la pretenciosidad de ser alquimistas de “ser los verdaderos artistas, no los que exponen en los museos, sino los que viven e medio de la belleza” . Buscar significado(llámese belleza dios, alma, oro, la luna, o una salcicha) es entonces una inflación egoica que intenta “encontrar la belleza en cada movimiento de la vida. No ir a un museo a mirar cosas bellas para salir a una calle fea. Y aceptar una vida fea que tiene ratitos de belleza en lugares especiales,esa es la belleza muerta. Eso es como el mineral muerto que busca el soplador” Mineral muerto es un significado a priori, una belleza a priori, una epifanía conceptual?.Y no sólo hay museos con cosas bellas, también hay bibliotecas...

    En tu artículo citado dices“Por lo tanto, el alquimista es un artista que lleva a culminación la obra de la naturaleza. Por eso, es un hijo de la naturaleza”, un hijo de la naturaleza !qué bonito! !qué poético !El polvo del tiempo lo embellece todo! Quien aspiró en aquellos siglos a obtener el oro en el plomo no es tachado de rana, hijo de la luna, ni como buscador de salcichas, sino como buscador de lo literalmente imposible. Un artista de la Naturaleza, que culmina su obra, no un artista de bonsais, un reductor de árboles Nihil novo sub sole...
    Sidharta...pobre imbécil afectado por el “síndrome de la salcicha”. En vez de dedicarse a su mujer, a joder con sus cientos de concubinas, el tonto se va a la selva...me lo imagino alcanzando la Iluminación! Le llegó esta verdad !soy una salcilla!

    Me ha llamado la atención el modo en que le has contestado a Raul al decirle
    “¿Así que el inconsciente quiere que la gente se convierta en faunos? ¿Y qué es ese inconsciente “que quiere” algo de la gente?”

    Si nos ponemos así ¿ qué es esa Historia de la que habla Gielgersh? Y quien es él para decir que la Historia quiere que yo sea un bonsai, o esa alma de la que tanto se habla.. ¿Cuándo se habla del alma, la divina alma, y cuándo el ego, el diabólico ego?

    Y cuando concluyes vehemente (como escuece la sal) “Pero esa no es justamente la actitud de un psicólogo ante los fenómenos del alma, sino la de un niño que no quiere salir al mundo porque prefiere permanecer en su cuarto privado con sus juguetes privados y sus ensoñaciones particulares.”
    Fenómenos del alma...qué bello.
    Hay cuartos privados...y bibliotecas particulares

    No he podido más que pensar en Nunca Jamás, en Peter Pan. Mira, se nos ha ido el Eros... ¿Y quién es infantil en esa historia, en ese matrimonio aguchirli? ¿Peter Pan en Nunca Jamás? ¿La señora Darling, que permanece con la ventana abierta esperando a que Eros vuelva algún día? ¿o el señor Darling, ese hombre con tenía cara de taburete porque se llevaba todo el día sentado en uno, un tipo absolutamente infantil, que compite con su hijo a para ver quien no es un cobardica al tomarse el jarabe?
    ¿A qué llama Giegerich ser un hombre moderno? Yo diría a ser como el señor Darling, el padre de Wendy, un desencastrado castrado, que con gran dignidad va con la caseta del perro a su trabajo, y regresa con la misma a su casa, mientras la niños y adultos se ríen de él. El señor Darling le dice a su mujer !estamos saliendo en los periódicos porque perdimos a nuestros hijos! Cuando en realidad lo hacen porque el porta la caseta del perro.!A eso llama madurez, ser hombres, Gilgerish, a meternos en la caseta de un perro. Y utiliza lenguaje alquímico...la vasija histórica, el alma y demás. Pero la alquimia es un proceso para obtener oro, su finalidad no es que nos tabureticemos, que se nos ponga cara de taburetes como al señor Darling, que vivamos en la caseta de un perro toda la vida, porque la sagrada Historia o la sagrada alma así lo quiere,

    O dicen los Giegerich del mundo dicen que las mismas así lo quieren...

    • Sr. Jose Antonio:
      Es practicamente imposible tener un dia- logos ( a tendiendo al logos), con usted, porque no hay ni una sola idea, ni una sola razón, ni siquiera un hilo conductor que nos permita ver lo que se quiere decir y adonde se quiere llegar. La confusión es tal, que imposibilita la respuesta. Es tan evidente que usted no ha leido a Giegerich, como que no ha entendido nada del seminario titulado “Fuego en la pìedra” de E.Eskenazi. Es posible que usted entienda la lectura como el estar sentado frente a un libro y que confunda el “paladear un texto” con el “ me lo estoy pasando genial”, pero difícilmente en su discurso se puede avanzar más allá del: comoYO me lo paso, como YO lo entiendo, no hay ningún interés por el Tema.

      El pretender que el sr.Raul Ortega aporta “sal” a este debate, nos muestra que usted no tiene ni idea de lo que significa la “sal”. El sr.Ortega juega a volatilizar el concepto: imaginándolo, entendiéndolo desde el abstracto ( llámese mítico, simbólico, religioso). Palabras que un dia estuvieron llenas de vida, pero que hoy son carne muerta. Justo por eso hay que revivirlas, en esa especie de retorno al alma del mundo ( no enfrentando los temas actuales del alma y huyendo ante el pensamiento, que además ha sido reducido a una función). Le recomiendo el libro de Heidegger “ Que significa pensar”.

      También es verdad que seguramente le importe bien poco, pues con su idea actual ya puede jugar, alucinar y despachar a diestro y siniestro creyendo que está diciendo algo significativo, cuando tan solo pone en evidencia la comprensión desde la cual usted atiende estos conceptos. Justamente es bastante sal, yo diria que muchísima,( tal como usted la entiende), lo que le falta a su escrito ( horas de lectura y comprensión, amor por el tema, salir de su ego-trip: recuerde que la sal resucita los muertos, aceptar la inferioridad, lo que duele, lo que pica…) para que pueda “morir” ese azufre pegajoso, del que es evidente que no puede desprenderse y que impregna la totalidad de su texto. Humo negro, chapapote ideológico al servicio del ego.

      Es difícil que pueda entender lo que Giegerich expresa, sino sabe escribir usted bien su nombre: es Giegerich, no Giegerish…me imagino que usted, dada su conexión con lo inconsciente podrá sacar sus conclusiones.Cabe señalarlo porque muestra la falta de respeto que usted tiene por el Tema. No me refiero al poderse equivocar en como uno lo escribe; es en el aire de desprecio que envuelve el texto. Las transcripciones ( salchicha, etc..) son motivo más que suficiente para descartar la idea de poder contestar su escrito: usted obliga a ocupar posiciones, que ya de por si impiden el desarrollo del Tema.

      En cuanto a sus referencias a “Fuego en la piedra”, debo decirle que es muy posmoderno el “coger lo que me vale de aquí y ponerlo allí a ver como queda”, sin conocer en profundidad lo que piensa Giegerich, ni lo que postula la Alquimia. Es obvio que usted no ha hecho este esfuerzo (total para qué si a usted ya le está bien, no le interesa el tema por él mismo: lo que habrá de verdad ahí). En cambio sí se atreve a jugar a hacer un “corta y pega” alucinante ( donde imagino que se lo habrá pasado muy bien), pero que a quienes conocemos la obra de Giegerich y el seminario de Eskenazi, nos parece ABSURDO, DELIRANTE, SIN RIGOR, no se le puede hacer caso!!

      Tan solo agradecerle el interés, que ambos compartimos. No se lo tome como algo personal, eso no es lo importante. Hablo de la concepción desde la que usted enfrenta los temas, no de usted.
      Un saludo!

      • Hola José, qué gusto y qué sorpresa "verte" por aquí. El tema de la sal alquímica lo traté (siguiendo fielmente a Hillman y su estilo) en el curso sobre "Paracelso y la sal alquímica". No recuerdo haberlo tratado (aunque puede ser) en "Fuego en la Piedra" realmente lo que ya escribí o elaboré no me interesa tanto como para releerlo. Fue parte de un camino, y lo interesante es adonde se esté "ahora" (en un "ahora" situado históricamente y culturalmente, y no sólo "personalmente", y que por ello lo sitúa a uno, no como el "ahora" subjetivo con el que uno puede jugar a voluntad. Ese "ahora" subjetivo que uno imagina desgajado de su ambiente cultural e histórico a pesar de ser también, sin que uno lo sepa, manifiestación de ese espíritu histórico-intelectual)
        Así se puede hablar de salchichas y de comida vegetariana queriendo referirse a la obra de Jung y a la de Giegerich. El ejemplo pretende ilustrar (es decir tiene como contenido "semántico") la relación entre dos psicologías. Pero por su sintaxis, por cómo está escrito, por el tipo de conciencia (no de persona) que está implícito en ese texto, es obvio que está afrontado desde una conciencia consumista, una conciencia que coloca "afuera suyo" los temas -la semántica- y se "cree libre" de elegir o criticar a placer, de consumir, sin haberse ni siquiera planteado la verdad o falta de verdad de esas psicologías. Son alimentos que uno toma para saciar un impulso o para "disfrutar". Es, obviamente, una conciencia post-moderna, una conciencia que NO existía antes de la modernidad, donde los temas no se afrontaba como productos en el estante de una tienda. Así que la sintaxis es moderna, es la del ego que arraiga en Descartes, aunque esa misma conciencia moderna pueda tomar como TEMA el repudio a la cartesiano. Es una conciencia que no es conciente de sí, y por tanto es una conciencia no-psicológica.

        Como bien señalas, la sal alquímica se conecta con el tezón, el esfuerzo paciente, lo que los astrólogos llaman lo "saturnino" (símbolo profundamente vinculado al de "la tierra" (Saturno rige a Capricornio) y lo terrena. Obviamente, esto para algunos puede ser aburrido, y necesitar otro tipo de "sal", la "sal común", pero nunca la alquímica (nuestra sal no es la sal común, decían los alquimistas, al igual que lo decía de "nuestro oro": no es el oro común, el oro del vulgo, el oro de "la gente"). Sabor y sabiduría, alquímicamente, van de la mano. Y la sabiduría es resultado de un trabajo (una obra) y no un talento o una adquisición "personal".
        Bueno, aquí la corto, porque la verdad que me parece inútil un mayor desarrollo

        • Dicho sea de paso, el ego típico cartesiano, el "cogito ergo sum" y, por supuesto, su obra consecuente, parten de aquellos famosos tres sueños que antecedieron al insight de "Discurso del método...". Que, en agradecimiento, le valieron una devota y piadosa peregrinación. Así que, de nuevo, si buscamos un supuesto hito, momento, real o incluso meramente poético, metafórico, en que el ego escapa a la adentridad en la Historia, vemos que se produce todo dentro de la adentridad misma.

          Vamos a ser claros: de lo que en realidad estamos tratando en todo momento es de la emancipación de la función intelectual del resto de la Psique. Eso es lo que tácitamente dice "cogito ergo sum", y ya la misma filosofía moderna, sin necesidad de psicología junguiana, lo ha descubierto y criticado convenientemente. Lo que estamos escuchando una y otra vez desde el discurso giegerichiano, tácitamente, es que en la época moderna el hombre tiende a identificarse con la función intelectual, y que eso está bien que suceda. No quiero poner en boca de él ni de ti, Enrique, cosas que no habéis dicho. Por eso remarco: tácitamente, inconscientemente. Yo digo que eso está bien que suceda, no porque sea una evolución en sí, sino porque provocará, en su desvarío, la adecuada crisis deconstructiva. Y también digo que eso no está pasando sólo en la época moderna, sino que viene pasando en las vidas de los hombres y de la raza humana desde siempre. Las funciones luchan, todas quieren ser el rey. A veces una consigue monopolizar la personalidad. Básicos junguianos, básicos del vivir, básicos biográficos, básicos históricos. A Descartes, la función sentimental, encarnada en Reina de los Hielos, lo acabó llamando, cuan sirena, y acabó con él. Ok, es sólo una leve intuición de su proceso biográfico... Pero la intuición trabaja con posibilidades, y existen algunas de que la base de lo que le ocurrió al final fuera esa.

          Los símbolos son polisémicos a menudo, si no siempre. No nos liemos más. Sal en la alquimia es la coagulación, está relacionada con la Rubedo, con la construcción sólida, el trabajo final del albañil laborioso. Pero sal también se le llama a la chispa numinosa que anima lo aburrido, lo inerte. No le demos más vueltas. José Antonio juega con esta última acepción, intuyendo, adecuadamente, que Saturno sin el Puer (es decir, intelecto virginiano sin intuición) significa meramente rigidez cadavérica. Demiúrgico fascismo.

          No, no puede haber obra sin talento. Meramente trabajando, sin ninguna revelación con la que trabajar, no hemos llegado ni a la Nigredo siquiera. O los cuervos buscan al alquimista, o no dejará jamás de hacer tisanas y ungüentos en una vida perfectamente al margen de la piedra filosofal.

          • Se me olvidaba lo más importante: ni José Antonio, ni Eskenazi, ni Vila, podrían haber sabido que llevo dos semanas largas trabajando con el significado de la "salchicha y el chorizo" vs. el vegetarianismo integral. A lo peor se le ha pasado a mi intelecto alguna conexión causal entre mis preocupaciones personales al hilo y el tema saltando en mitad de esta discusión, pero si es todo como ahora me parece, mi intelecto y mi intuición convergen, según su compartido C.I., en la apreciación de un bellísimo orden inteligente acausal...

          • Lo que ni José ni Enrique ni tú sabéis es que llevaba varios días paseando por tu blog sin encontrar ningún artículo que paladear. En esos días previos a esta batalla me estaba leyendo (consumiendo) "El Final del Significado y el Nacimiento del Hombre". Cuando me lo zampé visito tu blog ¿y qué encuentro en él? Una invitación tuya a leer el texto que comentas...
            ¿Me estaba preparando para la batalla antes siquiera de saber de ésta?
            Hechos como éste desequilibran mi consciencia cartesiana.

            Un saludo Raul.

            postdata: proverbio chino "En una montaña no hay lugar para dos tigres".

            Tendré que ronronear

  • A José Vila y Enrique Eskenazi:

    Es maravilloso lo que en conjunto está ocurriendo aquí. Tiene una belleza más que meramente artística. La intuición usa sus tropas peterpanianas, su fuego de batalla de lo imberbe ariano, para enfrentarse contra las vetustas huestes del pensamiento saturnal. En el fondo, es eso. En el fondo y en la forma. El pensamiento que prolija, paciente, detenida, lenta y virginianamente busca su logro, se irrita contra la intuición que caza conclusiones a vuelo de pájaro y al primer toque, y es descuidada, juguetona y rebelde en su exposición. Y el insulto que prefiere usar una y otra vez contra ella es el de "infantil". Puer vs. Senex. Todo un clásico ¿no? José, ya hemos tratado en el blog varias veces el asunto del lenguaje típico que brota espontáneamente desde la constelación puer de una conciencia regida por la intuición y el sentimiento, el fuego y el agua. Es un lenguaje neoglósico, indefinido como una obra de arte, construido a pinceladas, a chispas, de revelación, de impresiones, lleno de metáforas, pues las metáforas, lo retórico, es el lenguaje propio de la intuición. Yo le he llamado a menudo "lenguaje neptuniano", un jeroglífico que hay que interpretar. Pero para ello se necesita tener una piedra de Rosetta, claro. El intelecto tiene que entender previamente cómo se conecta la intuición con el pensar, cuáles son las bisagras de unión entre ellos.

    El Puer, y lo hemos hablado miles de veces en este blog, está pésimamente diagnosticado por todas las escuelas junguianas hasta ahora. Lo Puer no se fundamente en complejos paternos y maternos ni en fijaciones infantiles: se fundamenta en el esencial rasgo ariano de ser "niño Dios" (y no "Dios Padre") que tiene la función intuitiva, de ser el alfa que predice y, de algún modo, contiene, al omega. En palabras de Jung: "el magma inicial con el que se construye la obra". Pero ya estoy usando metáforas intuitivas. Lo siento, no lo puedo evitar... Es la bellota hillmaniana: el futuro en el presente. La bellota hillmaniana es un alfa, un Peter-Pan: el niño-árbol. Podríamos y deberíamos seguir agotando las definiciones de la intuición ahora, mejor fijándolas, coagulándolas, con el prolijo virgo del pensamiento tierra, pero no lo voy a hacer. Es un trabajo de ensayo monográfico.

    Gurdjieff decía: "cuidado, no vayas a vaciar la bañera de agua sucia con el niño dentro...". Excelente metáfora al hilo de lo que quiero decir: cuidado, a ver si con tanto despreciar lo infantil acabamos rechazando a la fuente original de todo el conocimiento superior, que es la intuición. La intuición puede llevarse toda la vida insultando a saturno pensador y viceversa. Uno le llama a la otra "arquitecta pomposa y delirante", y el otro le llama a la una "viejo albañil, banal y aburrido". Es un juego absurdo, pues ambos se pertenecen mutuamente, se necesitan mutuamente, como, precisamente, los arquitectos y los albañiles. La construcción gnóstica, filosófica, no puede ser otra cosa que una estrecha y ordenada construcción a partes exactas y justas de los dos.

    ¿Qué es pensar? La psicología moderna lo diría rápidamente así: la capacidad de encontrar orden y patrón en lo aparentemente caótico. En eso se basan los tests de C.I. Y esa es precisamente la capacidad prodigiosa de la intuición, que el pensamiento hereda después, así como un sistema de riego va después de la fuente. La intuición a pequeña escala no se despega apenas del pensamiento, digamos, tipo "computadora": descubre patrones en lo dado, en lo estadístico, en lo inmediato. La intuición a gran escala descubre patrones complejos muy por encima de lo dado, de lo inmediato. El descubrimiento de los arquetipos es un ejemplo de uno de esos logros elevados de la bella niñita intuición, sin ir más lejos: ellos son patrones suprafísicos de orden. El pensamiento, per se, es incapaz de ver tales cosas. No es de su jurisdicción. De hecho, él no está ahí para ver nada nuevo. No es inventor ni descubridor. Está para trabajar con lo que ya se ve. Pone a prueba las visiones. Ordena las visiones. Ordena correctamente las palabritas en la sintaxis de un escrito, por ejemplo. Meticulosamente. Para comunicar lo visto a los demás de un modo legible, universal. Este proceso lo vemos representado en el paso de la experiencia intuitiva original de Jung al libro negro, y de ahí al libro rojo. Esa meticulosidad en la caligrafía refleja todo el tremendo trabajo de su pensamiento para poner orden en la arrolladora información que le proporcionaba su intuición. Ahora bien ¿conocen a algún buen calígrafo que haya cambiado sólo con su arte el mundo?

    Saludos cordiales

    • Raúl, aquí me despido. No hay posibilidad de diálogo, y quien cierra la puerta es tu mismo discurso. Llevas exceso de equipaje todo el tiempo: fórmulas repetidas pero no elaboradas (Sénex, Puer, etc.) y no haces sino refugiarte en etiquetas. Así no se puede. Confundes el intelecto con "la función pensamiento" (función del ego), y por tanto una y otra vez te instalas en el plano del ego y eludes afrontar el plano del alma. No creo que puedas advertirlo, pero la puerta está cerrada: te gusta meter al pensamiento en la gente, y lo vuelves parte de la burbuja personal, y no afrontas la verdad o no de ese pensamiento. Desde ese horizonte, no hay ninguna chance. Lamento por tí que sea así, pero acaso sea un destino y no una elección: no se le puede exigir a nadie que haga más de lo que sus límites imponen. Creí que tendrías interés por comprender otras razones, pero vuelves a las etiquetas y a lo personal. Y realmente, a mí todo es discurso gastado del Sénex y del Puer me resulta historia conocida y, a esta altura del partido, repetida y gastada hasta la saciedad. Hillman lo pensó. Los demás lo repiten como formulitas y esas fórmulas están muertas. ¿Por qué no sueltas todo lo prestado, y afrontas por tí mismo, desnudamente, la tarea de investigar? Es otro viaje, y vale la pena, porque no te encuentras con el intelecto "de" nadie, sino el Nous. que no tiene autoría, que no le pertenece a nadie. Pero claro, tampoco pude evitar reirme al leer que consideras a José un sénex, increíble. El hombre más intuitivo, volado e imaginativo que conozco, y no sólo en su discurso, sino también en su vida y en su hacer. Pero claro, eso de pegar etiquetas y clausurar el tema es mucho más fácil que la labor del concepto. No es poner una peli en la tele y disfrutar, sino que es trabajo. No es como comer salchichas o sandwiches vegetales (o como "pensar" en salchichas y sándwiches), es bastante más serio, más responsable y, sobre todo, más comprometido.
      Hasta otra, si se da....

      • Reconozco que soy un alquimista asalvajao que trabaja fundamentalmente en mitad del bosque. Si has encontrado a un junguiano, o hillmaniano, o -ano simplemente, que explique al Puer seriamente a través, sin más historias añadidas, del poder de la intuición, como hago yo, y no usando los viejos, erróneos y repetidos clichés, por favor, házmelo saber. Me reconfortará.

        No, las funciones en la conciencia son el extremo de unas ramas que se continúan hacia un tronco, que se continúa a la vez hacia una raíz, que no tiene ya nada que ver con el ego ni su personalidad. Ya está explicado en el comentario sobre Zaratustra: las formulaciones filosóficas últimas proceden de la psique objetiva. Es más: de un ser que no pertenece ni a este mundo siquiera. Proceden de la pura metafísica, un plano no sólo real, sino más real que éste. Pero esto lo he dicho desde el momento en que hablé de ideas primigenias en la entrada original que dio pie a todo este debate. La idea primigenia es objetiva. Es la base objetiva de toda filosofía, que se va luego subjetivizando al pasar por el establo, el yo, del filósofo, y vertiéndose después a los demás. Suele degradarse en ese camino bastante, dicho sea de paso. Medita en el concepto idea primigenia. Tampoco conozco a muchos junguianos ni hillmanianos, ni otros -anos, que lo hagan.

        Yo te prometo a mi vez que seguiré profundizando en Giegerich.

        Despedida y cierre
        Estaba escrito. Literalmente. Desde el principio de este debate estoy diciendo que la confrontación meramente intelectual está abocada a fracasar. ¿Se ha puesto alguna vez de acuerdo Platón con Aristóteles, por más siglos que pasen discutiendo entre ellos? Plotino se pone de acuerdo con Platón, aso sí. Plotino tenía éxtasis místicos, y una concepción de lo físico como degradación. Así sí se pueden entender las gentes, con esas cosas esenciales en común. Quizás hablando con Giegerich o contigo de sueños, o de mujeres y hombres, nos habríamos hecho amigos los tres. Pero si el discurrir de una vida larga, con sus decisivas experiencias, a uno lo lleva a ver cosas tales como dos mundos, y a otro uno, no hay conversación lo suficientemente prolija que vaya a crear un puente de unión entre esa dos colosales y divergentes cosmovisiones. La única esperanza, la que he buscado con ahínco, es encontrar experiencias decisivas comunes. Entonces podría ocurrir algo: que la oposición sólo se de por una divergencia en la mera interpretación. Como cuando dos personas que tienen el mismo sueño lo interpretan de modo distinto. Ahí sí podríamos hacer algo. Uno puede ayudar al otro a advertir lo que quizás no ve.

        La confrontación intelectual conduce al nihilista silencio, antes o después, y la fuente primordial de la filosofía está en el pensar en soledad. Que jamás es en soledad, porque siempre anda Elías rondando. La gran creación es solitaria. El filósofo y sus arcanos. Ya está. Pero la dialéctica estimula a contar muchas cosas a mucha gente. La guerra remueve las aguas, y todos los pescadores que se asomen a estos campos pillarán algo. De unos ríos o de los otros. Ha sido un honor y un placer espadear contigo, Enrique. La verdad es que lo he pasado francamente bien, aunque ya era hora, sí, de regresar al resto de quehaceres, que ya vienen reclamando su espacio. Muchas gracias, y hasta esa otra, que espero se de. Ojalá con el mismo ímpetu, pero con menos acritud.

        Un fuerte y sincero abrazo.

  • No es acaso el intelecto y sus producciones un collar a la subjetividad, por que le guste o no al portador del intelecto todo es subjetividad a la que se intenta anudar. Y a este nudo gordiano le llama "verdad", justicia, imagen que hay que salvaguardar por aquello del que diran, o en su modelo pro_celestial epoque,.... producción espiritual. No corre mayor suerte un sueño o una intuición, que al ser interpretado nos habla mas del que anuda que de lo anudado.

    En estas nos encontramos con Pinto y Valdemoro que lo que mas le gusta es intercambiar nudos, esa y no otra es su cocaina versus La_sal, ..bueno y tambièn ganar_demostrar lo listo que es su cerebro-esponja, cada uno en su pastizal y por la noche a dormir, a soñar que fueron lobos. Luego llega un día en que un medico nos dice aquello de : Señor Pinto le quedan tres mese de vida objetiva frente a una desconocida subjetividad que en un intento vano le llaman muerte, como si supiera ese maravilloso intelecto que significa morir o vivir en la morgue. Se le acabo el entretenimiento. Ahora ya la vida se ve distinta, ya no hay tiempo...Se acabo la buena educación.

    Donde quedo Kafka y su metamorfosis ?, y la araña?. Ya no es Spiderman...ni una hija Peter Paker_Lunática, ni ha nadie le dan un contrato de que mañana vaya a ver amanecer..y la vida sigue.

    Atrás quedo Platón, Plotinio y Mouriño..Y uno habla del 42 y del significado de la vida, y el saturnino de turno que con la boca de pez buzo se llena cual defensor del pueblo de la intuición maltrecha, te pega una censura mandandote al cajón del olvido con mucha Onra.

    Se creerá superior la post-production de la intuición?, por que con el intelecto como que ya no pierdo el tiempo.

    .... Querida milagros.....lo del pez Adrián..es por que te trago..por la boca.

    Juan Manuel el Ultimo de la Fila

  • Hablar de una algo o de una colocación -sobre todo si es una colocación con "profundidad" -como si fuera "meramente intelectual" ya revela el horizonte en el que se está instalado, sin ninguna capacidad de hacer consciente y someter a crítica inteligente sus presupuestos. Allí "intelecto" quiere de antemano decir algo que "meramente"... algo incompleto, una "herramienta". Nada que ver con el Nous. Plotino (y también Hegel) sabían MUCHO MÁS. El Nous no es una "herramienta" que uno use o deje de usar, qué va. "El alma piensa siempre, aún cuando tú no pienses".
    Y por supuesto, habla también de una "función sentimiento" muy poco desarrollada, y que no puede captar la diferencia entre un discurso "profundo" y la charla banal, la ostentación narcisista o el discurso gastado y repetitivo.
    Pero, de modo análogo a cómo la web está en acción todo el tiempo, independientemente de si uno se conecta o no a la web, tiene vida autónoma, y tiene VIDA LÖGICA, y pone de manifiesto una dimensión (es decir: HACE REAL una realidad y una verdad comunal y no privada y subjetivamente) una dimensión que de "meramente intelectual" no tiene NADA: la realidad del mundo virtual, poblado de imágenes, de experiencias, de sexualidad, de información, de películas, de videos, de publicidad, de sueños, de anhelos, de cine, de comunicación y redes, de transacciones financieras que mueven el mundo, de mensajes terroristas cifrados dirigidos a otros terroristas, de luchas políticas e ideológicas, de la información periodística, de otros modos nuevos de información que están provocando que el periodismo impreso entre en crisis tanto en su estilo como en su "materia": el papel impreso... Una revolución tan grande como el descubrimiento de la imprenta es así reducido a algo "meramente intelectual" y se pasa de largo ante su impacto determinante en la conciencia y en la realidad que ya está actuando en nuestras, y en la verdad del alma que hace posible tal realidad. En fin, de algo que sólo cuando uno está ahí y participa de lo que eso es puede entender, pero que no puede entenderse si uno nunca se ha conectado a la web o si uno no sabe qué es una computadora (porque uno es un maya hijo de la luna que se pasa el día jugando con hadas y con faunos, o porque uno considera subjetivamente que la informática es algo técnico y por tanto sin alma o demoníaco, o porque sencillamente uno carece de la sensiblidad para advertir allí la "presencia de un dios", para decirlo con lenguaje imaginal )

    Gracias Ale por publicar tan interesante fragmento de una clase que di ya hace 2 años. Con tu permiso, la publicaré también en mi web. Conste que he vuelto a este blog porque me enviaron un mensaje diciendo que había una intervención de Ale Bica y, lógicamente, la curiosidad me mató, je je je. Me gusta ver en acción a "la escuela de Barcelona", je je je. Un gran abrazo

    • Estimado Enrique, sacaste a colación el tema Nous en un comentario anterior y, entre el fragor del rápido fuego cruzado, se me pasó, siendo un elemento fundamental. Aquí lo tenemos de nuevo, en una segunda oportunidad que no puedo obviar. Ese concepto es, hasta ahora, uno de los pocos, si no el único, que puede tender un puente entre lo que unos y otros quieren decir. Nous es para mí ese Intelecto Objetivo del que tú también hablas, y coincide ontológicamente con aquello a que me refiero cuando hablo del plano de la idea primigenia. El concepto Nous resuena en mí numinoso y sagrado, lo mismo que parece que lo hace en ti, y supongo que en Giegerich. Tocar la realidad del Nous es borrar de un plumazo toda esa sucia corriente moderna relativista. A través de él concebimos la existencia positiva de la Verdad, con mayúsculas, presunción sin la cual la Ciencia misma se desmoronaría. Por cierto que es curiosa nuestra era. Se sostiene en la búsqueda de las verdades universales y absolutas que contextualiza a las ciencias naturales y a cada paso se hace más confusa, indecisa y relativista en la ciencia social, en los humanismos. El Nous, sin embargo, acaba con ese juego esquizofrénico: lo mismo produce la revelación de la teoría de la relatividad (cuyo desafortunado nombre no debe llamarnos a engaño: es uno de nuestros valores absolutos) que emana la revelación arquetípica, donde el Hombre vuelve a reconocer el suelo objetivo sobre el que se asienta su moralidad, lejos, por ejemplo, de toda esa arbitrariedad existencialista, nihilista, que nos envuelve como individuos y sociedad por doquier.

      El hombre moderno acepta dócilmente todo el fascismo científico, pero se revuelve como perro rabioso contra toda doctrina moral que quiera imponerle valores por encima del arbitrio personal, prejuzgándola siempre de fundamentalismo. De esto es perfectamente consciente Giegerich. Es así como la religión tiene hoy la fama que tiene. Pero no podemos ver este estado de cosas como un avance de la conciencia. Es un problema que tenemos, es el problema que tenemos. Una enfermedad cognitiva.

      Sí: Nous es nuestro valor seguro. Por supuesto, sus hechos son en sí los frutos maduros de la intuición. Por eso hablo de revelaciones y sólo secundariamente de logros meramente intelectuales. Si comprendes como veo yo estructurado el aparato cognitivo humano, así como un intelecto diligente y aplicado que recibe su inspiración, su materia prima, desde el Nous, dejarás de pensar que mi visión del proceso intelectual global es reduccionista y personalista. Por cierto que Puer y Sénex son para mí mucho más que dos meros tipos humanos. En realidad, lo personal no tiene más interés que ser reflejo eventual de lo abstracto, de las Ideas. Lo más interesante de las personas es lo que son como reflejo de la Eternidad, esa a la que se asoma el Nous. Puer y Sénex son en realidad Aries y Capricornio, dos "energías" (lo entrecomillo para no alterarte) que confluyen, dicho sea de paso, en la idiosincrasia de Acuario.

      El concepto individuación procede de la parte leonina de Jung, tiene su relevancia y realidad, en lo personal y lo histórico, pero a mí me interesa más su formulación puramente acuariana de Inconsciente Colectivo. La Noosfera, el Logos. Por fin, dejo atrás también al Nous y salto al Logos, el auténtico Más Allá. Porque hay que darse cuenta de una cosa: el Nous es una función, un talento, una capacidad. Si sólo hablamos de Nous, la máxima trascendencia y objetividad que invocamos es el arquetipo Puer. El ángel, el puente, el mensajero. Pero ¿de quién? ¿de qué? Del Logos, claro. Sólo si contemplamos la realidad sustancial del Espíritu estamos de verdad apostando por esa objetividad plena de lo espiritual de la que habla Giegerich. No, no basta con referirse al Nous. Hay que referirse al Logos. Heráclito, un verdadero ángel, decía: "No a mí, sino habiendo escuchado al Logos, es sabio decir junto a él que todo es uno". Ahí lo tenemos todo: el hombre, el Logos, el puente Nous entre los dos y el fruto, la epifanía: la idea primigenia.

      Es importantísimo darse cuenta que el Nous empuja al hombre a la Eternidad, a lo Infinito. Malvive en lo inmanente. Digo a menudo que lo Inconsciente Colectivo se expresa a través de la rendija que le dejemos abierta en nuestra cotidianidad. Hoy lo hace a través de un mero lapsus, mañana de una depresión o de una tormentosa historia de amor y, si consigues abrir las puertas lo bastante, será una epifanía que englobe a tu vida y tu entorno, raptándolo todo hacia arriba. La estrecha rendija que hoy le dejamos a los dioses para manifestarse son nuestra ciencia y nuestras pasiones. Me viene a la mente con esto la imagen de Wotan vagando como mendigo, despojado de todo su boato en un mundo que ha dejado de creer en él. Por supuesto que en nuestros logros tecnológicos se refleja el Nous, el Logos, pues vocatus atque non vocatus... El Logos se refleja en todo, por definición (la cuestión es hallar los mejores espejos de Él). Internet está empapado del espíritu de Mercurio, así es. Es un gigantesco cruce de caminos. Pero no aporta más magia ni expande más nuestra conciencia de lo que lo hace una estación de trenes también hoy o una biblioteca desde siempre. No sé por qué empeñarse en otorgarle una numinosidad que no tiene. ¿Acaso vemos que con ella el mundo ha despegado de su descontento y ha hallado al nuevo Héroe salvador? ¿Es ella la Buena Nueva? ¿De verdad es sensato coquetear con la idea de que el Espíritu hoy se ha reducido a cosas como Internet? Yo sigo viendo al Logos exactamente en ese mismo lugar donde lo veía Heráclito, y trabajo con y en la red de modo profesional. Y a esta red, si no nos forzamos a adorar becerros de oro, todos somos capaces de verla como lo que es: como una sombra más en la cueva. Ni más, ni menos. Con su claridad y su oscuridad: demasida información que embota al intelecto y lo aparta del Nous, demasiado diálogo inconducente que acaba en silencio, demasiado sexo, demasiada vanidad. El camino sigue siendo, como siempre, desde el reflejo a lo real. Desde lo inmanente a lo trascendente.

      Cuando ya no exista Internet, el Logos usará otra metáfora en la que reflejar su mercurio, tengámoslo por seguro. A lo mejor llega un día en que nos comuniquemos todos telepáticamente. Mas eso seguiría sin contener la genuina realidad del Logos, y seguiría siendo una forma de conciencia parcial, demasiado atascada en la inmanencia.

      Algunos de los puntos débiles del doctrinario Giegerich (que es una reelaboración del Aion de Jung, podríamos decir), que supongo es el que hereda tu "Escuela de Barcelona" son:

      1) Sigue repitiendo el mismo error que una gran corriente del humanismo ateísta ya comete, reactualizando su mito intelectual de que la religión, la metafísica, se produce como respuesta a una necesidad humana de protección y sentido frente a una Naturaleza caótica y peligrosa, aliñado todo con un fuerte deseo nostálgico de retroceder a un útero protector. En un muy curioso retruécano, a caballo entre las concepciones junguianas y las ateas (eso sí que es unir opuestos extremos), Giegerich no critica a la religión, basado en este mito, en su origen, pero sí para esta época. En realidad, el encuentro del Hombre con el Logos es una realidad positiva, es un hecho, no un invento que responde a una necesidad subjetiva emocional, ni antes, ni ahora. El hombre de todas las épocas se encuentra con el mundo del sueño y lo vive como lo que es: el encuentro con otra realidad. Esa otra realidad, antes que facilitarle la vida, se la dificulta. Antes de darle alivio, lo llena de estrés añadido al propio de meramente sobrevivir. Pero al ser una realidad fáctica, no tiene más remedio que someterse a ella. El tigre, el rayo, el amor e Internet son dominantes externas, demonios externos. Los arquetipos, los dioses, son dominantes internas, demonios de verdad. Lo que los junguianos decimos, precisamente, es que el prístino encuentro del Hombre con los dioses, con el Logos, sigue dándose, del mismo modo que siempre, hoy día. Busques el sentido, o no. Te guste, o no. Los invoques, o no.

      2) Tiende a pensar en los arquetipos como realidades arqueológicas. De esto tiene la culpa el mismo Jung, que hacía como Hegel: poner las letras y que el lector encuentre su sentido. Y el problema de que dispongamos hoy en el mismo momento y espacio de su obra completa, perdiendo de vista que es una reelaboración evolutiva a lo largo de toda una vida, además en transformación. Por hablar meramente de un ejemplo, Tipos Psicológicos ya he dicho que está escrito desde una postura intelectual que satisface mucho a aquellos que se alimentan sobre todo de la lógica, a los filósofos modernos, pero hay que tener en cuenta que sus disquisiciones pertenecen a una época temprana y complicada de su vida como junguiano, justo cuando tenía que proteger al máximo la cientificidad de su recién nacido doctrinario. La realidad es que los arquetipos, ni en forma de imágenes ni de ideas, son meras herencias culturales. "Zaratustra" es una realidad fáctica tanto para el profeta persa como para Nietzsche, y anda hoy vivo y coleando "en la esquina de la calle 42 con la Quinta Avenida". Anima y animus no son, ni nunca fueron, símbolos o abstracciones. Son reales. Como mínimo tan reales como lo es el yo, aunque atesoro ciertas pruebas que parecen conducir hacia algo aún más sólido. "Todo es Uno" es una última verdad que conforma la mente y la vida de Heráclito, la de Jung y la de los junguianos (hasta el 2011 al menos -aunque no a los arquetipales, claro-). Como ya apunté en otra ocasión, la teleología aristotélica está animada desde una captación noética de la dirección de esa fuerza libidinal que emana desde los arquetipos, y hoy día seguimos demostrando que el mundo de las imágenes e ideas primigenias empuja hacia el porvenir, hacia el destino, no hacia el pasado. Repito: la premonición es una de sus principales cualidades mágicas.

      3) Parte de la premisa junguiana de que "la espiritualidad no se crea ni se destruye", pero considera (hablando rápido) que ciertos -ismos, como por ejemplo el postmodernismo, son contenedores adecuados y correctos de la realidad espiritual, del Logos. Llega a llamarlo "realización del Cristianismo". De esta manera, postula que los hombres de hoy están descontentos porque son incapaces de ver que todo lo que tienen alrededor es en sí la espiritualidad, renovada y transformada en su actual y legítima forma. Incapaces de admirarse ante la numinosidad del mundo postmoderno, sufren en vano y caprichosamente. La realidad es que el "Todo es Uno" hoy sólo se ve reflejado aquí abajo, exotéricamente, en sus aspectos más sombríos, en esa homogeneización globalizadora fascista que nos embarga. El resto es disensión, separatismo, descentralización, desunión. Interna y externa. Un estado altamente insatisfactorio. Objetivamente insatisfactorio. Pero que tiene una componente legítima lógica (de Logos): el individuo, atomizado, segregado de la masa, guarda aún hoy en su interior el camino de regreso a la auténtica buena nueva universal, al auténtico sentido del "Todo es Uno". Como dije arriba, y Giegerich remarca, la religiosidad primordial está exiliada a día de hoy en los individuos, mientras que la ciencia y su industria globalizan y universalizan, en una modalidad sombría y demoníaca de catolicismo (universalidad), el mundo todo. Giegerich, como todo buen alquimista, parece estar gobernado por el mitema de la medicina católica, la cura universal. Pero la ve en la generalidad de los postulados y logros científicos y en esa globalización internáutica, que le parecen, por ser totalitarismos en sí, adecuados odres de la genuina revelación. Se olvida, entre otras cosas, de toda la verdad que también subyace debajo del chocante (para todo gnóstico) dogma católico de que Dios se encarnó sólo una vez y en un individuo único (lo que nos conduce a la poderosa realidad lógica -de Logos- del arquetipo del Héroe). Por cierto, en una época cuajada de disensiones, separatismos y descentralización, que mal ocultaba el barniz de unidad de ese proyecto globalizador, industrioso y totalitario que era el imperio romano.

      Es curioso: mientras que todos los noéticos, y un nutrido grupo de científicos, políticos y economistas, tenemos delante de nuestros ojos y en nuestros sueños la agónica y truculenta caída del imperio americano, los nuevos junguianos parecen empeñados en seguir aferrados a este actual orden mundial. Hipostásiandolo como la nueva realidad del Espíritu, ni más ni menos. La verdad es que yo mismo defiendo el doctrinario marxista y el estado del bienestar como directos herederos de toda la sociología cristiana, como la literalización actual de esas aspiraciones, pero remarco al mismo tiempo que todo eso que contiene el cristianismo desde su origen es pura paja y hasta craso error. Por otra parte, considero que la obsesión de la filosofía medieval por Aristóteles produjo el mismo efecto que produce en un monje la obsesión por la cocinera: minar su adentridad. La única manera legítima en que lo trascendente puede ser invocado en lo inmanente, a nivel social, exotérico, es mirando hacia arriba (nunca de frente, en el mismo plano) y siguiendo aquí abajo las directrices del derecho natural, es decir, los dictados legales avalados por el Nous según los teólogos más capacitados (y esto ya es sumamente problemático). La cuestión es que la fenomenología del Espíritu, la genuina, la epifanía auténtica del Logos, sigue sin embargo ocupando el mismo espacio que ocupó siempre. Su despliegue es idéntico a sí mismo desde tiempo inmemorial. La dirección la señalaron y la señalan muchos, y es la misma que ofrece el Jung original.

      Enrique: ha sido una grata sorpresa y un renovado honor verte de nuevo tan pronto por aquí. No hace falta que te escudes en excusas para plasmar aquí tus pensamientos cuando lo creas conveniente, que espero sea a menudo. Por otro lado, desearía que me permitieras colgar en la web los ensayos de Giegerich, en la sección correspondiente. Sin ninguno de mis comentarios. Imparcialidad científica obliga.

      En paralelo, quiero agradecer efusiva y públicamente la participación activa, pasiva y entre bastidores (que ha sido mucha) en este debate de los entusiastas miembros de la Escuela de la Atlántida. Esté donde esté. ;-)

      • Hola de nuevo Raúl,
        es tanta la mezcolanza de conceptos, afirmaciones que no sustentas (tú las llamas intuiciones), que mezclas indiscriminadamente en tus escritos que me saben a una ensalada mental indigerible, honestamente. Y emulando a mis compañeros vuelvo a hacer un tímido intento de “analizar” no todo tu escrito (tarea imposible por lo expuesto arriba) sino una de las ideas o temas que tocas, entre los miles otros. Escojo el tema del Nous. Dices:
        “Nous es para mí ese Intelecto Objetivo...El concepto Nous resuena en mí numinoso y sagrado...A través de él concebimos la existencia positiva de la Verdad…”
        “Nous es nuestro valor seguro. Por supuesto, sus hechos son en sí los frutos maduros de la intuición. Por eso hablo de revelaciones y sólo secundariamente de logros meramente intelectuales. Si comprendes como veo yo estructurado el aparato cognitivo humano, así como un intelecto diligente y aplicado que recibe su inspiración, su materia prima, desde el Nous…”
        “Lo más interesante de las personas es lo que son como reflejo de la Eternidad, esa a la que se asoma el Nous…”
        “Por fin, dejo atrás también al Nous y salto al Logos, el auténtico Más Allá. Porque hay que darse cuenta de una cosa: el Nous es una función, un talento, una capacidad. Si sólo hablamos de Nous, la máxima trascendencia y objetividad que invocamos es el arquetipo Puer…”
        “...el Nous empuja al hombre a la Eternidad, a lo Infinito. Malvive en lo inmanente…”
        “Por supuesto que en nuestros logros tecnológicos se refleja el Nous, el Logos, pues vocatus atque non vocatus… El Logos se refleja en todo, por definición (la cuestión es hallar los mejores espejos de Él)…”
        “demasiada información que embota al intelecto y lo aparta del Nous…”
        “La única manera legítima en que lo trascendente puede ser invocado en lo inmanente, a nivel social, exotérico, es mirando hacia arriba (nunca de frente, en el mismo plano) y siguiendo aquí abajo las directrices del derecho natural, es decir, los dictados legales avalados por el Nous según los teólogos más capacitados (y esto ya es sumamente problemático). La cuestión es que la fenomenología del Espíritu, la genuina, la epifanía auténtica del Logos, sigue sin embargo ocupando el mismo espacio que ocupó siempre.”

        El concepto Nous es tan importante en la tradición filosófica occidental que no me atrevo, dado que no soy filósofo, a enmarcarlo en su complejidad de acepciones y matices que lo han ido enriqueciendo, deteminando y complejizando a lo largo de ésta (se le define como facultad humana, forma de percepción, entendimiento, mente, razón, pensamiento, memoria, sabiduría,etc.). Simplemente partiré de la definición de diccionario de Ferrater para pasar luego a relacionarlo con el equivalente más cercano a este concepto que hallamos en la obra de Giegerich, que por algo es el tema que aquí nos interesa.

        Ferrater contempla tres tipos de acepciones básicas:
        1. como facultad de pensar, inteligencia, espíritu (frecuente en Aristóteles)

        2. como inteligencia objetiva, (vida interna del espíritu, San Agustín)

        3. como una entidad que rige los procesos del universo (concepción de Anaxágoras)

        Un combinación de 2 y 3 la hallamos en Plotino (segunda hipóstasis, emanada del Uno y emanadora del Alma del Mundo). Como vemos es impresionante la gama de significados y realidades que quedan aludidas por el término. Por lo que veo en tus afirmaciones utilizas alegremente varias de estas acepciones sin explicitar en cada caso el contexto filosófico de las que brotan, pero vamos al caso.

        Supongo que partes de la idea de que en esto coincides con Giegerich (“Ese concepto es, hasta ahora, uno de los pocos, si no el único, que puede tender un puente entre lo que unos y otros quieren decir.”). Pues no, y con ello me reafirmo en lo que ya te dije en el primer mensaje, no comprendes a Giegerich, no lo has estudiado como debiera ser antes de opinar sobre su obra.
        El concepto más cercano que utiliza Giegerich es el de alma (psyché), te recomiendo el estudio de su La Vida Lógica del Alma, un libro que a mí en lo personal me ha costado, horas, sudores y lágrimas entender y que por supuesto aún no estoy seguro de entenderlo acabadamente.

        Para el autor el alma no es una entidad (un ente positivo o metafísico), ni un valor, ni una capacidad, ni una función, ni ocupa espacio, ni es un concepto sagrado (ideas que entresaco de tus citas), no pertenece a una dimensión reificada, ontologizada, positivizada, como Jung y seguidores y tú mismo conciben lo inconsciente, más bien es propia de una dimensión lógica cuyo ámbito es el de la pre-existencia negativa. Es una actividad cuya metáfora alquimista es la del Opus Magnum: La concepción de G. del alma supone un paso de la ontología a la lógica, el alma como proceso dialéctico.

        En su artículo, que encontrarás en la web del Centro de Enrique, ¿Es “profunda” el alma? Introduciéndose y siguiendo el movimiento lógico del “Fragmento 45” de Heráclito, Giegerich, siguiendo el texto de Heráclito afirma:

        “Su interés es por el alma, pero como el alma no puede tratarse directamente, este estilo de investigación psicológica tiene que asumir la forma de comentario sobre “documentos del alma” dados. La pregunta psicológica no es ni puede ser qué y cómo es el alma, sino cómo se refleja el alma en sus manifestaciones. No somos tan ingenuos como para querer confrontar el alma directamente. Hemos entendido que la psicología es el estudio del reflejo en algún espejo y no el estudio de aquello de lo cual la imagen en el espejo es un reflejo. Esta vuelta hacia lo ya reflejado no es un truco para después de todo llegar al alma, la cual de otro modo es invisible, ni un segundo mejor sustituto en lugar de "la cosa real". Por el contrario, sabemos que lo ya reflejado es "la cosa real" de la psicología.”

        El alma para Giegerich pertenece o se refiere a un “mundo invertido (o boca abajo)” (Hegel), es contra naturam, es absoluta interioridad. Como ves, conceptos e ideas que tomaría mucho poder elucidar cabalmente. Por eso y como el autor escribe: “...he dicho que el discurso psicológico tiene que ser en sí mismo un borde cortante ”. Esto es, “tiene que ser como la negación del ego, y el psicólogo... tiene que hablar como alguien ya muerto” . Jung ya había dicho que “sólo aquellos que están relativamente cercanos a la muerte” entienden su pensamiento.

        Te veo demasiado “vivo”, rebosante de retórica y ansias de lucimiento, lo que dificulta mucho aquel pensar meditativo que se demora lo suficiente en aquello que piensa, como para permitir que lo pensado se despliegue por si mismo y con ello contradiga el suelo en el que se asienta y aposenta el ego con su esencial creencia de que ya sabe.

        Saludos

        • Me obligas a decirte, José M., honestamente, que esa "mezcolanza indigerible" que tú ves en mis aportaciones sólo habla de tus límites, de tu escasa capacidad de asimilación. Tienes un estómago delicado, eso es lo que sabemos. Estoy convencido que por más que desarrollara cada punto neurálgico de mis escritos tú seguirías sin entender suficientemente aquello que quiero decir. Con la maniobra del diccionario sólo has puesto en evidencia que, efectivamente, algo de lo que significa el Nous bien sé. Y me muevo en él de un lado a otro dentro de sus límites conceptuales con cierta agilidad, viveza, cosas de las que parece te enorgullece carecer. También dijo Jung aquello de sólo los poetas me comprenderán, y tú osas atacar a la retórica, en una conversación que gira, precisamente, alrededor de la madre de todos los símbolos, la Psique... Si te pierdes entre mis sencillos giros y metáforas, ¿cómo abordas la interpretación de un sueño?

          Se nota que quieres reducir la confrontación filosófica a todo ese artificio pseudointelectual y demagógico de enfrentar etimologías, definiciones, notas y demás menudencias. La reducción de la filosofía al debate lingüístico, filológico, sintáctico. La filosofía, por el contrario, es algo que jamás puede caber ahí (aunque verdad es que algunos opinan lo contrario). Es algo tan grande que, por muchos caminos que recorras, jamás alcanzarás a abarcar. La filosofía es pensar. No es leer a filósofos diccionario en ristre, no, como tampoco la pintura consiste en visitar asiduamente el Museo del Prado. Es una abstracción, una áscesis. Es, en efecto, morirse. Algo que, por cierto, todos hacemos solos. Morirnos, digo. Morir, pintar, hacer poemas y extraer patrones con sentido, sobrevolando, como un alma desencarnada, el circo caótico de las cosas (pensar), tienen muchísimo en común. Cierto.

          Haz un esfuerzo verdaderamente ascético y relee ese ensayo de Giegerich, sin ir más lejos: ¿Es “profunda” el alma? ¿Cuál es su punto neurálgico fundamental? Una cita de Heráclito. El fragmento 45 es observado, analizado, repensado, mimado, por el autor. Desde ahí parten la mayoría de las argumentaciones que él va vertiendo en el ensayo. Ese pensamiento de Heráclito es para él criterio de autoridad. Es una musa inspiradora. Explícitamente honra a Heráclito como pensador. Un valor seguro, sí... Un momento... ¿un valor "seguro"? ¿Cómo puede un Hillman o un Giegerich, que se suponen ya investidos con el riguroso método científico, usar cualquier cosa que diga cualquier loco como base de ninguna sensata argumentación? ¿Dónde están los argumentos de Heráclito? Igual podría haber dicho el griego: "El alma es una gallina clueca" ¿no? El ensayo de Giegerich, como todos los ensayos, está lleno de ideas nucleares que el autor no se molesta en argumentar. El filósofo se apoya constantemente en la complicidad con el interlocutor. No podría estar argumentando exhaustivamente cada punto. A veces porque eso requeriría la elaboración de una enciclopedia cada vez, y, las más, porque el método científico no provee de herramientas para demostrar ciertas cosas. Las más importantes, precisamente. En definitiva, eres extremadamente parcial, J.M, al criticarme a mí lo que no criticas en tu ídolo. Yo voy a recorrer el camino inverso: no le pido a Giegerich que argumente más, porque sé que ni puede ni debe (tampoco lo necesito), ni me lo pido a mí. Pido, como todo filósofo, complicidad. Y comprendo perfectamente que tanto Giegerich como yo tendamos a darle a Heráclito criterio de autoridad, per se. Porque sé que en determinados puntos somos cómplices. Soñamos una realidad bastante semejante. Nos separa un "poco" su interpretación. Pero de ti nos separa a los dos que eres incapaz de ver algo tan evidente como eso. Te pierdes en las palabras y no alcanzas el plano de las ideas primigenias. Estás en otra onda. Siento no poder decir otra cosa. No tengo argumentos hasta ahora para decir algo distinto.

          Dice Giegerich, a las claras: "Tenemos que entrar en el preciso y complejo proceso de pensamiento que Heráclito condensó en este fragmento, y pensarlo, reconstruirlo, es decir, seguir su movimiento interno". Así se lee filosofía, J.M. Lo demás, monsergas.

          Te digo algo con la intención didáctica de que te detengas bastante y lo medites en profundidad, tal y como Giegerich aconseja: la lógica es al Nous, al Logos, como las matemáticas modernas son a las matemáticas pitagóricas, el mundo de la numerología. En un punto confluyen, en un punto son cosas ontológicamente distintas. Dos planos de la realidad. Desde uno puedes ver a los dos. Desde el otro, sólo ves uno.

          Por esta necesidad básica de complicidad es por lo que digo siempre que ser junguiano sin tener mínimamente ciertas vivencias en paralelo a las de Jung es una arbitrariedad con la que la Ciencia en particular y la sensatez en general no pueden hacer otra cosa que rasgarse las vestiduras. He ahí una absoluta falta de argumentos. Ser junguiano se convierte así en mero acto de fe. Discípulos de academia y biblioteca en este mundo sobran. De Jung, de Giegerich, de todos. Y ya que estamos con el tema del discipulado, le contesto a Enrique rápidamente al respecto: yo hablé de la "comunidad atlante" con las frivolidad y ligereza que contiene la sorna, pero tú hablaste de tu "Escuela de Barcelona" con pomposidad y seriedad. Me temo que tampoco vas a compartir mi opinión cuando al leer eso de "[...] Porque de tal artificial distinción entre sabiduría verdadera y falsa nace esa exaltación del alma y de ésta esa soledad y adicción, como la del morfinómano que siempre espera encontrar compañeros de vicio" también veo a Jung, a Giegerich y a ti mismo. Lo del también significa que el sectarismo es un arquetipo muy poderoso que se acaba manifestando siempre. La constelación del líder y su cuadrilla (con todos sus fenómenos concomitantes, como el proselitismo) es una estructura social bastante sólida y universal por ser fuertemente instintiva. Como todos creo que sabemos, el sagaz y famoso ensayo donde Richard Noll arremete contra Jung frontalmente basa toda su crítica en el carácter fuertemente sectario, de rasgos claramente new-ages, neopaganos, que tenía el "junguismo" real, íntimo, alrededor de su figura principal y de su fundación. Tú ves una diferencia dramática (subrayo lo de dramática) entre asistir a una clase a adorar postulados filosóficos junto a sus héroes y una misa ritual. Yo no. Para mí la diferencia dramática está siempre en el error o verdad que puedan inculcar los sentidos últimos invocados, con un estilo u otro.

          Verdad y error. Aunque Jung en su retórica aparente pretender colocarse por encima de ello de manera absoluta, sabemos que se refiere en realidad al problema particular de tomar partes de la verdad como el todo, enfrentándose así a otras formulaciones que serían complementarias. Es el problema del maestrillo que convierte su librillo en El Libro. Curiosamente, la cura de esto es ser consecuentemente sincrético, nos dicta la lógica, y eso es lo que lo junguiano es. Es un viaje desde todos los cultos al culto primordial en sí. Nada nuevo: puro gnosticismo. Se le nota además a Jung en esos emotivos párrafos su propio proselitismo. Muchos posibles adeptos suyos dudaban entre unirse a su secta o a la Teosofía, que se hacía muy fuerte en aquellos tiempos, y él hacía así su propaganda. No se altere demasiado nadie: por supuesto que me considero más cómplice de un teósofo que de un lacaniano, igual que Jung, pero sigo considerando a la Psicología analítica mi contenedor adecuado, igual que él. Tiene la justa proporción de lógica y religión que me acomoda.

          A través de la imagen y/o la idea, hacia el sentido. Yo reconozco que no me siento del todo a gusto con el ritual en particular, con la imaginería, con la imaginación activa en general, a pesar de que suficientemente he constatado su solidez y eficacia. Todo esto al margen de mi observancia puntillosa hacia la imaginería onírica, claro está, ese ritual pagano espontáneo y cotidiano. Pero más bien lo considero mi defecto, mi carencia. Jung se movía a sus anchas entre ritos, amuletos y figuraciones. Era un alquimista nato, dado a recrear sus propios oratorios/laboratorios. Yo me temo que tengo una complexión más giegerichiana: desnudez frente al mundo y el Logos, es decir, la Psique toda. "[...] para poder entrar en uno mismo, donde a la fría luz de la consciencia la desnudez del mundo se prolonga hasta las estrellas". Con ese estilo, seco y adusto, que enfrenta sin mediaciones ni vaselina lo visible con lo invisible, la clave está en ir interpretando la vida delante de los ojos, tal y como se presenta, como si fuera un sueño, lo mismo que la vida "detrás de los ojos". Todo es Psique, por supuesto que sí. "El Universo es mental". Así de profunda y extensa es el alma, ni más ni menos. Pero es el alma la que busca nuestra diferenciación en correlato con la suya. No parece ser un totum revolutum: hay una mente que se concreta en forma de individuos, otra que se abstrae en forma de sistemas. Un universo perceptivo, un universo metafísico. Una libido que asciende, otra que baja. Una inspiración, una expiración. Una mente que parece llegarnos desde afuera, como nos llega el destino, y otra que parece llegarnos desde un adentro, como nos imaginamos que nos llega el instinto. Lo que es más importante al hablar con Giegerich: una forma y una no-forma.

          Todo lo anterior podríamos decirlo desde esta perspectiva: hay personas que son arrastradas por un impulso ascético fortísimo, hacia la pura abstracción, lo que pareciera ser la máxima diferenciación, el máximo alcance del intelecto. Pero uno tiene que preguntarse, reflexionando al cuadrado, enroscándose en bucle sobre la primera reflexión: ¿es el ansia del mero intelecto el ansia de la vida toda? ¿Es el Self eso? ¿No será una trampa miope de los que nacieron hijos del intelecto? He pensado mucho en esto a lo largo de años. Creo que el Self, la meta del sentido, exige bastante de esto, sí. Es una verdad menos parcial de lo que parece. El Espíritu está más entretejido de ideas primigenias, abstracciones puras, que de imágenes primigenias. La áscesis es el máximo sentido, grito con órficos, gnósticos, schopenhauers, monjes y demás hierbas. La potencia de las ideas delata su cercanía a Dios, pues quien está cerca del Él está cerca del fuego, y las ideas queman. La Historia arde al compás de los filósofos, no al de los pintores. Por eso la mujer para espiritualizarse, camino del Self, tiene que masculinizarse, intelectualizarse (¿o esto es mejor re-repensarlo aún más veces?). Pero cuidado: pensemos con Heráclito. Vemos que usa imágenes. La idea primigenia le sucede enzarzada en una imagen. La imagen es en sí una forma. Y sabemos que la forma tiene muchísimo que ver con el alma. La concepción del alma de los filósofos griegos es inseparable de sus disquisiciones sobre la forma. El mundo también es la Pisque, y el mundo son formas. Por otro lado, vuelvo a replantearme: ¿de verdad que el sentido último también del amor, y del mundo tangible, es el pensamiento supremo? ¿La diosa debe ser dios?

          A estas alturas más de uno tendrá náuseas. Pero es que todas éstas, y muchas más, son las variables a las que nos estamos enfrentando. ¿Queremos repensar, re-imaginar la Psicología? Pues tenemos que bregar con todo esto.

          Cuando penetramos en la máxima de Heráclito y en el salmo que trae a colación Giegerich vemos, en efecto, que hablan de viajes. El pensamiento introvertido, el que hace cómplices a todos los filósofos, se acompaña, diría por ley, de intuición extravertida (la pareja con la sensación extravertida produce más bien ingenieros). La intuición extravertida es la patrona de todo peregrino. De todo Ulises. De toda Odisea del Alma. La intuición extravertida busca al Self por el mundo. Por lo manifestado. Busca las epifanías del Logos en las aventuras por los caminos. Giegerich se atreve a insinuar que el pensamiento introvertido de los dos autores exime, por pura lógica, de dispersarse en peregrinaciones. Yo propongo mirarlo al revés: el pensamiento introvertido comprendió profundamente esa verdad después de que la intuición hubiera recorrido, literalmente, muchos caminos. La verdad completa sería: tienes que recorrer muchos caminos para comprender de verdad de qué está hecho el Cosmos, y tú mismo. No hay otra. La mera lógica no exime de nada. La idea primigenia no anula el movimiento. Peregrinar es en sí una idea primigenia. El movimiento es imposible sin las formas, las imágenes. Luego la idea primigenia no reabsorbe in toto a la imagen. No reabsorbe in toto al mundo. Pensar es vivir dos veces. Si sólo vives, o sólo piensas, sólo vives a medias. Ésta es la máxima del genuino filósofo.

          No olvidemos tampoco esto: las formas son el mundo del deseo. Deseo y pensamiento, realidad y conocimiento. Esto empieza a sonar más completo, más vibrante ¿no?

          Abandono ya el vano excurso, que a nadie donará más de lo que ya tiene, pensando que he perdido demasiado tiempo exponiendo esto aquí. Y si me hubiera tomado la molestia de desarrollarlo más, más tiempo perdido. Sin embargo, cuanto más leo a Giegerich más me siento su cómplice. Sí, soñamos de un modo semejante. "Sólo" interpretamos distinto. Es una lástima que mi inglés sea demasiado torpe a la hora de expresarme, si no, me pondría en contacto directamente con él. Es lo único consecuente en estos casos.

          Enrique me insulta a la carta, sin pelos en la lengua, y, victimizando a Giegerich, logra victimizarme a mí mismo. Me consta que se ha divertido con eso bastante gente. Me temo que es bastante signficativo. Yo soy de hacerme notar lo justo, ambición y áscesis se compensan, mas, aún así, en mis aventuras por el mundo he sido insultado en público por algunos egregios junguianos, maltratado cruelmente por otros que todos conocen en terribles ataques de celos... Cuánto honor ver a tanto ilustrísimo nervioso con uno... Han sido experiencias decisivas para mí, lógicamente. Todo eso me ha servido mucho, en efecto, para conocerme mejor a mí mismo. Y a los demás. Supongo que como a Giegerich.

  • Si ese joven escritor fuera Giegerich, las palabras de Sabato no podrían ser más atinadas. Soportar los insultos inmerecidos, el repudio de sus colegas, la ignorancia de sus críticos, la mofa de los ignorantes, la pequeñez de los mediocres... tal como ha tenido que soportar. Pero no entiendo qué tiene que ver la muerte de Sábato, un gran escritor, con las "Conversaciones con Giegerich", como no sea un recordatorio de que ante un gran pensador saltan siempre los mediocres y los envidiosos, los resentidos y los ignorantes, los incapaces de crear y los farsantes. Pero en una cosa ciertamente Giegerich (para volver al tema) sabe lo que no sabe Sábato, y lo pone de manifiesto al escribir sobre “la idea errónea de que una crítica es algo tan terrible que exigiría consuelo inmediato. Pero en el mundo de la mente (en contraste con el narcisismo de la personalidad del ego), la crítica siempre es constructiva”
    http://tinyurl.com/5uqq9yp

  • No, si ya Jung advirtió acerca de los mayas hijos de la luna que juegan con faunos y hadas, de la Atlántida y del sincretismo salvaje que rebusca en los dioses de todas las culturas, cuando escribió:
    “Finalmente escarbamos en la sabiduría de todos los tiempos y pueblos y nos damos cuenta de que lo más estimable y precioso ya ha sido dicho todo hace mucho tiempo en el más bello lenguaje. Como niños ansiosos tendemos las manos hacia ello y pensamos que cuando lo agarremos, será nuestro. Pero lo que poseemos ya no vale, y las manos se cansan de tanto agarrar, porque hay riquezas por doquier, tanto como alcanza la vista. Todos esos bienes se convierten en agua, y más de un aprendiz de brujo ha terminado ahogándose en esas aguas que él mismo conjuró, si es que antes no recayó en la salvadora ilusión de que esta sabiduría es buena y aquella es mala. De tales adeptos salen esos agobiantes enfermos que creen tener una misión profética. Porque de tal artificial distinción entre sabiduría verdadera y falsa nace esa exaltación del alma y de ésta esa soledad y adición, como la del morfinómano que siempre espera encontrar compañeros de vicio.” (C. G. Jung)

    Pero ¿qué sabía este Jung? Los "junguianos" de hoy seguramente saben más:
    http://homepage.mac.com/eeskenazi/jung_pobreza.html

  • La telepatía no puede ser el futuro, ni la clarividencia, tampoco las mancias, de su eliminación se han encargado la tecno_ciencia, la filosofía y el intelecto mientras de paso se cepillaban a la intuición pura aquella que surge de una contemplación del "Solo se que no se nada...", pues toda posibilidad humana se fundamenta en si es necesario para la supervivencia,... donde Phobos tiene mucho que contar, pues como se ha de poder poner en marcha la telepatía si ya tenemos un teléfono móvil, el Skype y el Internete, y a los presentes que simbolizan a la perfección la canallada, pues se vuelcan en ello

    Que sentido tiene si apalanca al ser humano en una dinámica de seguridad falsa. Que sentido tiene la filosofía si no apaciguar el elemento de inquietud frente a la vida y la muerte, que sentido tiene lo que esta mas allá en la otredad si el intelecto prepotente y omniabarcante de los que hacen gala de títulos y se muestran distantes en su vanidad lo tienen todo claro, con sus despojos y risitas como si no cagaran y mearan en el mismo vertedero de inmundicia que es este mundo desprovisto de magia. Y se atreven desde sus atalayas intelectuales de cursos de fin de semana a explayarse como si conocieran mas allá de su propia imagen infatigable y fagotizadora.

    Sois unos dogratictos del intelecto, de los conceptos y de una descripción del mundo. Del ramplón simulacro de intercambiar opiniones, eso es lo que os mola mas que a un tonto una tiza. eso es lo que os saca de vuestro aburrimiento lleno de libros, de pronto encontráis ese tiempo del que siempre presumís que sos falta, de pronto aquí que no escribe ni el tano, se llena de melodías, uff es que no tengo tiempo...... Sois transmisores de los genios, repetís como loros lo que otros han dicho y os vanaglorias en vuestra inmundicia de saber, y es ese saber ni mas ni menos es el que pone coto al misterio, lo tenéis tan claro que solo hacéis copys y pastes de lo que otros piensan, que si este dijo esto, que si el otro, que si opino que si je,je,je. Que si no voy hablar mas y hablo, como sino supiéramos lo que es la drogadicción. Que si tu, que si yo, pero seguro que esta noche habéis dormido como macarrones sin volar con conciencia en el sueño, por que ni siquiera sois capaces de tomar conciencia dentro del sueño, fijaros si estáis dormidos..listillos, que aburrís a las monas sin una pizca de magia mas que en vuestros delirios.

    Habéis dividido la conciencia con palabras como Conciente e inconsciente, mitos y palabras, pero a la postre lo único que existe en la experiencia directa es la Conciencia donde aparece todo, desde el Ego hasta el mito, desde el arquetipo al fantasma, desde la lagrima a la risa...

    Ya lo decía Matus lo única cura de humildad es ponerse frente a la muerte, a la propia muerte, entonces la conciencia se muestra clara sin titubeos, sin intelecto ni filosofía, un buen cáncer y comienza el verdadero viaje de la atención y la conciencia, una muerte inminente y se acabo el discurso, se pone la antena en toda su dimensión, el saber se apaga, ya no consuela ni Jung ni el G este que no hay quien lo escriba ni pronuncie, se acabo el rollo Macabeo, solo que para entonces ya es tarde.....

    Sois una colla de presumidos todos...mientras los tontos se ríen en silencio como las almorranas de vuestro Logos...

    En el fondo sois la encarnación del Nihilismo en su expresión mas vanidosa....

    Apa que os den morcilla.

    * Y tu Raúl, programador..., tu Web funciona como el culo, desparecen los mensajes, no aparecen los que en respuesta te indican los mails que se reciben, hay tal caos para seguir el hilo que simboliza vuestras mentes.

    Juan Manuel con cariño

    • Unos se pasan y otros no llegan... Unos pretendiendo alcanzar el Logos haciendo lingüística y matemáticas y otros pasándose el día fantaseando de una nube a otra. Chicos: vivir y pensar, soñar y pensar, amar y pensar... ¡No vale con sólo soñar! ¡Hay que interpretar lo soñado! Y cuanto más comprendas lo soñado más real es lo que soñarás. Pero claro, cada uno en su extremo... Y luego se montan estos pollos intelectuales inconducentes, y luego los onironautas y demás ensoñadores se vuelven locos buscando a un maestro Don Juan que les explique lo que ven y que les coordine la caótica vida que tiene menos sentido aún que su soñar por soñar. Mientras los inorgánicos les van chupando la esencia. Como perseguir sirenas que, si no te andas con ojo, te conduce a ahogarte en el mar.

      El 42 ya se autointerpretó a sí mismo. Estate atento, leñe. De la tontería del superordenador imaginada por el guionista en la, por demás, brava película "el autoestopista galáctico" saltamos a Joseph Campbell, guionista, vamos a decir, de Star Wars ni más ni menos, con su tremedo aforismo: "La última encarnación de Edipo, el continuado idilio de la Bella y la Bestia, estaban esta tarde en la esquina de la calle 42 con la Quinta Avenida, esperando que cambiara el semáforo".

      Lo de los mensajes era un problema de un plugin de caché que uso para que el blog vaya más rápido. Espero que ya esté solucionado definitivamente.

  • Mmmmmm..., no, era una metàfora que no entendiste. Tanto tiene que ver ya no la muerte, sino el opus de un Sabato, por ejemplo, en esta conversaciòn!! Pero bueno, es como los buenos chistes, no tiene sentido explicarlos. Y tampoco se puede leer ese fragmento, fuera de todo el contexto de la novela, que dì por sentado que como buenos lectores todos conocen. Y otra cosa: en ese fragmento, Sabato no habla ni por un momento de la critica, esta hablando de otra cosa...que, como en toda buena òpera, està resumido en la obertura.

    Buen dìa tengan

  • Buen debate que he seguido con interés y que me ha permitido conocer un poquito la figura de Giegerich, aunque sobraban insultos -directos e indirectos- por parte de uno de los contrincantes. Lástima. Enhorabuena, Raúl, por mantener el tipo y soportar los ataques estoicamente (yo hubiese sido incapaz y habría respondido como el otro se merece, jeje).

    En fin, espero que mantengáis otro buen debate -menos crispado- sobre el libro de Michel Onfray que estoy leyendo en estos momentos: "Freud. El crepúsculo de un ídolo", que acaba de salir publicado en castellano por la editorial Taurus. Ya lleva más de 120.000 ejemplares vendidos y en la contraportada podemos leer: "El prestigioso filósofo francés Michel Onfray, autor del best seller Tratado de Ateología, ha escrito un ataque virulento contra el psicoanálisis, y en particular contra el freudismo, vehementemente argumentado y que ha creado un gran polémica en Francia".

    En sus casi 500 páginas hay tema para analizar y discutir en profundidad. Y creo que sois los más adecuados para ello.

    Un saludo,

    Moisés

    • Gracias, Moisés. Sacaré ese tema cuando me tome un mes de vacaciones. Por que la que se puede liar es bárbara, y va a requerir dedicación plena...

  • Hacía tiempo que no me reía genuinamente de Corazón!

    Aunque Pensamiento,del Corazón es de lo que se tratan las conferencias de Enrique Eskenazi; pero del Corazón total, el que cuyo latido mueve la historia y al Hombre; a todos; incluso a ustedes. Se trata de la tradicional Alma; aquella que nos contiene. No hablo solamente del alma o corazón personal, cuales también contiene, el cual creemos contener.

    Por tanto aclaro: Hacía tiempo que no me reía genuinamente.

    ¿Como puede ser que una conferencia de algo tan serio, me produzca risas tan profundas y sinceras? No estamos hablando de un comediante. No son dos horas de comedia. Son dos horas de la mas refinada filosofía accesible a la verdad del momento.

    ¿Será los tiempos en que vivimos? Hoy todos estamos indiferente a la risa verdadera; la comedia sincera no se cree existente. La comedia de hoy es toda negra.Nunca escuche tantos matices paganos negros que para ser de calidad tendría que abarcar la verdad. La única y yo pensaba que ya de por si era un arte obsoleto.

    Pero comencé a escuchar a Enrique Eskenazi hablar de la verdad y ahora cada vez que comienzo a explicar lo que entiendo yo de ella, realizo lo ridículo de los cimientos de mis pensamientos ante las correcciones de Enrique; cariñosas burlas filosóficas sobre mi entendimiento. Mas que nada burlas a mi falta de concentración y vagancia de pensamiento.Es mucho mas fácil seguir pensando en pajaritos preñados;mucho mas placentero.

    Enrique tiene la facilidad de insultarte en tu misma cara de lo ridículo de tu pensamiento fantasía personal y sin embargo no sentirse ofensa.¿Sera por ser verdad;la tercera herida narcisista que habla Giegerich? En la conferencia del 21 de Julio del 2010, en un momento cuando ningún alumno de su gallinero daba respuesta a una de sus sencillas preguntas, Enrique, sorprendido exclamó algo así : “¡La verdad es que ustedes son unos niños; hay que llevarlos de la mano! ¡Espero que después de esta conferencias al menos puedan hacer pipí solos!"

    Uno se siente insultado por un segundo, pero enseguida te ríes de lo que es tan ridículamente cierto, y lo que sigue es el deseo de oírle más y más de lo que habla, pues habla de la verdad, la cual nombra pensamiento: Pensamiento lógico del alma.

    Hay que reconocer que sus conferencias son para pura clarificación de la verdad, dar una rígida definición a su noción. Como dicen los Americanos Norteños: Transparency (su termino técnico. Se trata de la verdad del alma, y de todas esas cosas. Enrique es Filósofo genuino; de los que yo pensaba que nunca me iba a encontrar de nuevo. Yo suponía que eso era historia pasada. Hay que aceptar que Enrique cada vez es mas espectacul….Ooops! Si uso la palabra espectacular parecería que hablo de apariencias; de las que engañan: Espectáculo, circo, net-blog. ¡No! Enrique es filosofía hegeliana…y en avanzada, gracias a Giegerich. Psicología moderna alemana. La del pensamiento tan "transparente" de Wofgang Giegerich, que siempre me pregunto si es extraterrestre o producto de lo Nazis com bebes nutridos con irradiación agente verde. Pero no. Es simplemente como decía Sabina Spelrein: Es simplemente Alemán. De donde sale lo mejor y peor. Algo peculiar tiene el pensamiento en esa tierra.

    Curioso eso de que para la verdad ser, tiene por necesidad de la verdad propia de nuestro momento histórico, ser circo cibernético, un absoluto y espectacular espectáculo de absolutamente apariencia. Espectáculo, apariencia, engaño.

    Cuando abres la pagina de su Centro (Centro Enrique Eskenazi), te encuentras con artículos de Tarot y de Astrología al lado de artículos de Hegel, de Heidegger y de Simone Weil al lado de Freud, Jung, Hillman, al lado de Wolfgang Giegerich. Extraño lo que el Alma nos obliga hacer en nuestros tiempos de apariencia. La verdad misma es cáscara cibernética en la net, indistinguible de todo lo cerca y todo lo lejos de ella. No es, en su absoluto no ser. A mi me parece fascinante.

    Para comprender todo esto y para poderte reír de verdad tienes que primero entrar al centro (el de la escuela de Barcelona), buscar las conferencias del curso "La Vida Lógica del Alma" y empezarlas en su orden cronológico; empezar por la primera. Como para la quinta o quizás antes, te estas riendo. Mas importante aun; comienzas a distinguir de todo, que es lo verdadero; pues para distinguir a la verdad, es necesario ir haciéndola reconociendo el interior de su pensamiento.

    Es un compromiso.

    ¡Cuanto me gustaría en estos tiempos de vacas flacas, poder decir que lo que le falta a la fórmula es comercializarla, venderla. Te diría que la verdad de hoy, para ser verdad requiere esto, engaña al pueblo. Los convencería diciéndoles que a pesar de que aquellos dos o tres, de mil que compran la formula Giegreskenazi Rosa Fuscia color Pepto Bismol color del librito Fuscia del autor Alemán extraterrestre, verdaderamente llegan a entenderla. Pero que aun asi vale la pena el riesgo (y el dinero)conocer la verdad. Mirándole a los ojos le diría: "Quizás tu seas uno de los que la verdad vean, tan clara como Luna llena y su reflejo en la belleza de lo común. Le diría que aunque va a pensar que sus ideas de Dios están obsoletas, va a disfrutar como nunca de participar de la Iglesia de sus abuelos. Que se le va a ser mas fácil y posiblemente placentero despertar por las mañanas para ir a su trabajo, sea el empleado o el Jefe.

    Le diría que aproveches y compre hoy mismo la posión mas potente, por ser la verdadera entre todas aquellas falsas que vendían por los pueblos vendedores ambulantes en el antiguo oeste, ¿Que que contiene el componente secreto: chispas de la piedra filosófica cuyo nombre los del Centro hemos descubierto y llamamos Piedra Cadidad.

    Le diría que la oferta es válida hasta el momento en que el proyecto de la verdad hacerse absolutamente apariencia cese.

    Pero no puedo. Absolutamente apariencia quiere decir absolutamente apariencia; verdad inexistente en todo el sentido de la, y sin su, palabra.

    Es un misterio inimaginable lo que estamos pensando, mas bien reconociendo, en las conferencias del Centro Enrique Eskenazi:
    El Alquímico pensamiento Misterio verdad.

    Quizás sin comprarla, ya te reveló ella parte de su idea. Ahora para su desnudez completa, solo falta compromiso y paciencia.

    Ubaldo Morales-Ramos

    • Gracias, Ubaldo, por tu distendida y amable y a la vez sagaz aportación. Tiene algo del arrullador bardo que calmaba las ansias de los soldados germanos después de la batalla; el corazón, las copas del Tarot, que vienen a templar las mentes, las espadas. Y puntualizas ciertas cosas de una importancia radical.

      Pero ser el alivio inteligente después de la tormenta considero que no es lo único que nos has legado. Hay algo muy importante en tu discurso que es poner encima de la mesa, a la luz, lo que en este debate ha estado en lo inconsciente y en lo semiconsciente: la cuestión de la secta. Tu emocionada defensa de la Escuela de Barcelona y de la calidad y calidez de su líder, a modo de broche final, acaba de sacar a la conciencia, a la vista de todos, uno de los contenidos más señeros que, opino, tácitamente nos habían convocado aquí. El hombre propone y el Logos dispone. Viejo y sabio adagio.

      Hagamos, a modo de epílogo, un poco de psicología analítica ortodoxa:

      Todo este debate filosófico ha tenido su peso, su relevancia y su enjundia, sí, pero también contiene bastante de mascarada. Aunque Don Enrique me lo ponga a veces muy difícil, yo no puedo dejar de sentir por él, sus adeptos y Giegerich bastante más complicidad que rechazo. Cuando decía en la entrada principal cosas como "Giegerich, pues, está en el camino correcto" o "estoy convencido que así será también para Giegerich, seguro que en breve", estaba declarando eso mismo: que ambos avanzamos por el mismo sendero. Con arrogante paternalismo, lo reconozco. Los pensadores somos siempre tan soberbios, quisquillosos, belicosos e hirientes... Tenemos que deducir, y así lo creo, que esas cualidades son también propias del Self, o sea, del Logos, de la vida en sí. La filosofía es el aire con que respira el Hombre y la guerra, por tanto, es necesaria. Mis adeptos conocen de sobra cuánto uso para demostrar esto la evidencia de que Atenas y Esparta, las eternas hermanas y enemigas, sean la plasmación explícita del filósofo y su sombra guerrera. Al principio, de más joven, me preguntaba "Sólo quiero pensar tranquilo. ¿Por qué el destino me propone la batalla, por qué tengo que meterme en estos problemas?". Hoy, como ven, entro al trapo rápido. Soy obediente con el arquetipo. Hasta lo aviso en los prólogos. Pero, en batallas como la dada, lo hago bastante a modo de actor, de marioneta, y se transluce en que me harto de avisar que apenas vale la pena. Sí, tiene algo de pose, aunque lo tome a la vez todo tan en serio y responda tan prolija y diligentemente. Claro que hay temas confrontados muy importantes: por ejemplo, el junguiano Giegerich tiende a avalar ciertas posturas políticas y el junguiano que soy tiende a avalar las contrarias. Pero eso tendrá relevancia cuando empiece la Tercera Guerra. Hoy no tanta. En este debate, no tanta. Además, cuando se discute acerca de la realidad última, el Logos, lo mundano, lo actual, lo exotérico, se ve especialmente ridículo, intrascendente. Incluso las guerras mundiales.

      Todo es un juego. El juego de la vida y de la muerte, tan importante en la filosofía moderna, se deshace frente a los clásicos y frente a los orientales y su Maya, su Samsara. El concepto individuación lo acuñó Jung cuando captó que el Logos tiene como uno de sus objetivos centrales sacar a los individuos de la masa, de su tiempo, de su sociedad. De la Tierra (la áscesis). La tensión entre la individuación y la socialización la podemos estudiar trayendo a colación cosas como las tensiones entre las escuelas budistas Hinayana y Mahayana. La tradición mítica alemana se hace cargo también de este problema de un modo que para mí es especialmente fascinante, absolutamente en paralelo con las ideaciones hindúes. El Zaratustra de Nietzsche está embebido en ella.

      En mitad de estas tensiones entre lo social y lo individual emerge el arquetipo de la secta. Ciertamente, la sociedad humana en sí sigue el modelo sectario, en sus Estados, en sus empresas, en sus universidades, en las familias. Pero cuando decimos secta, en propiedad, estamos aludiendo a un estadio más puro del patrón arquetípico que se refiere a lo que expresan cosas como las 12 tribus de Israel buscando la Tierra Prometida, los 12 apóstoles de Jesús tras el Reino de los Cielos o los mormones vagando por los desiertos de EU tras los designios de Moroni. En Psicología analítica debiéramos hablar también de proceso de sectarización. Todo junguiano debería saber que no existe propiamente un análisis personal, individual. En cada terapia individual se inmiscuyen, se interconectan, los procesos implicados de mucha más gente. El Hierosgamos tiene mucho, en la práctica, de orgía. De poligamia y poliandria. Usemos esta metáfora: el Hierosgamos es el retrato de un átomo. Pero ese átomo tiende a asociarse en moléculas.

      Es posible que Jung nunca comprendiera cabalmente qué significaba aquel poderoso impulso poligámico que lo embargaba. Hoy estamos en condiciones de decir que es la epifanía de ese corazón de líder que es indispensable para aglutinar a su alrededor a sus amados discípulos y discípulas, y no toda esa concuspicencia relacionada con sus adulterios. Es exactamente ese corazón que predica el cristianismo, que ha sido, en la dirección contraria, totalmente también incomprendido. La comunidad exige que no se ame sólo a una sola persona, y pone coto a esa absurda pretensión, abstracta e inútil, de amar al mundo entero.

      Estos días, mientras sostenía la espada, con el rabillo del ojo estaba pendiente a todo lo que ocurría alrededor de la consciente batalla, como de costumbre. Ya dije que siempre es más rico y decisivo lo que sucede en estos casos entre bastidores, en las sombras, lo inconsciente. Poco a poco se veía emerger el arquetipo sectario, por lo que pasaba por aquí, por allí, por todo lo que ocurría en paralelo. El tema de las Escuelas hizo su tímida aparición en el blog, yo lo subrayé adrede para que se hiciera bien patente, y así llegamos al mail de Ubaldo, que me ha animado a contar todo esto. Que, sinceramente, no sé si hago bien en contar. Cada vez que hablamos en público, cada vez que conferenciamos, la vanidad, el pavoneo, la hybris, han metido su pezuñita. Pero la arrogancia, al mismo tiempo, se excusa diciendo al oído: "explicar estas cosas no es más que didáctica, pedagogía. Noble oficio". En fin... Los caminos del Logos se escriben con la tinta negra de la sombra. De la hybris, la concupiscencia y la guerra. Así que continúo.

      Intentando comprender lo que estaba pasando en el blog estos días una allegada mía hizo una tirada de I-Ching. Esta persona era con la que he ido discutiendo todos estos días toda esa cuestión de las comunidades, las sectas, los ejércitos. Su resultado:

      1 - Ch´ien, el Creador

      Línea cambiante 6:

      "Un dragón arrogante puede dar causa al arrepentimiento"
      Cuando un hombre alcanza cumbres tan altas que no se relaciona con el resto de la humanidad, queda aislado, y esto necesariamente lleva al fracaso. Esta línea previene contra las aspiraciones que exceden la propia capacidad.

      Y me lo hizo saber. Es inquietante ¿verdad? Fijémonos, lo primero, que es nada más y nada menos que Ch´ien, el Yang puro. Sí, claro: el Logos. Ahora, en que ahí está bien presente el diagnóstico de arrogancia. Finalmente, en que las altas cumbres son la áscesis. Una áscesis que impulsa al pretendido maestro tan alto que ningún discípulo le alcanza, y aborta el arquetipo de la secta. Una áscesis que es artificiosa, porque aspira a algo que excede a la propia capacidad.

      Hay que decir que los oráculos no siempre diagnostican al consultante. A veces lo hacen a otra persona, que es importante para el consultante en ese momento, o bien a una situación, una constelación arquetípica, global, que incumbe a varias personas, incluida la consultante. Yo uso los oráculos cada vez más de tarde en tarde, sólo en situaciones muy especiales (si no vamos aprendiendo a leer al vuelo y directamente las constelaciones arquetípicas mal vamos). Pero ante una tirada así, tan turbadora, me animé a consultarlo yo, después de incluso años sin hacerlo. Mi vieja edición del original de Wilhelm. Resultado:

      61 - Chung Fu, la Verdad Interior

      Líneas cambiantes 2 y 5:
      Nueve en el segundo lugar significa: "Una grulla llamando en la oscuridad. Su cría le contesta. Tengo una buena copa. Me gustaría compartirla contigo". Se trata aquí del influjo involuntario que la naturaleza interior ejerce sobre personas anímicamente afines. No es necesario que la grulla aparezca mostrándose sobre una alta colina. Aún oyendo su llamado desde lo más oculto, el pichón percibe su voz, la reconoce y le da respuesta. Donde reina un ánimo alegre, también aparece un compañero para compartir con uno una copa de vino. Así se manifiesta el eco que la simpatía despierta en los hombres. Allí donde una disposición anímica, un sentimiento, se anuncia con verdad y pureza, donde un acto es clara expresión de la actitud interior, tales manifestaciones actúan misteriosamente y a distancia, en primer término sobre quienes se hallan interiormente receptivos. Pero tales círculos van ampliándose. La raíz de todo influjo reside en el propio interior. Cuando el interior se expresa con plena verdad y vigor, tanto en las palabras como en los actos, es grande el influjo. Ese influjo es, pues, sólo la imagen refleja de aquello que surge del propio pecho. Así toda intención de ejercer un influjo sólo destruiría ese mismo influjo.

      Kung Tse dice al respecto: "El noble permanece en su cuarto. Cuando expresa bien sus palabras, encuentra aprobación a una distancia de más de mil millas. ¡Cuánto más aún en la cercanía! Si el noble permanece en su cuarto y no expresa bien sus palabras, encuentra oposición a una distancia de mil millas. ¡Cuánto más aún en la cercanía! Las palabras parten de la propia persona y actúan sobre las gentes. Las obras se generan en la cercanía y son visibles desde lejos. Palabras y obras son los goznes de la puerta del noble, son el resorte de su arcabuz. Al moverse estos goznes y este resorte, acarrean ya honor, ya vergüenza. Mediante sus palabras y sus obras el noble mueve cielo y tierra. ¿No hay que ser cauteloso entonces?"

      Nueve en el quinto lugar significa: "Posee la verdad, con la que marcha unido. Sin reproches". Describe a un gobernante que aúna todos los elementos por el poder de su personalidad. Sólo cuando la fuerza de su carácter es tan amplia que puede influir a todo lo que se encuentra sometido a él, es lo que necesita ser. El poder de la sugestión debe emanar del gobernante. Así atina a sus adherentes. Sin esta fuerza central toda vanidad externa culminará en la decepción y se vendrá abajo en el momento decisivo.

      Lo primero es señalar el fuerte carácter mandálico que tiene este hexagrama, con su estructura simétrica:

      Simetría que queda subrayada aún más por ser cambiantes las líneas 2 y 5, precisamente. Este tipo de "detallitos" suelen ser a veces más importantes que el resto. Recordemos: el alma también es la forma. Estas conformaciones nos avisan de antemano que todo un conjunto de elementos dispares, de anécdotas y significados, van a conglomerarase ordenadamente alrededor de un eje común. Este hexagrama une inextricablemente la verdad con la comunidad. Ese eje común es el arquetipo sectario.

      Quizás sea ir demasiado lejos (o no) si apunto que mientras Chi´en nos conduce al Logos, al Yang, la Verdad Interior tiene bastante que ver con el Nous.

      Enrique usó en uno de sus comentarios esto:

      "Pero esa no es justamente la actitud de un psicólogo ante los fenómenos del alma, sino la de un niño que no quiere salir al mundo porque prefiere permanecer en su cuarto privado con sus juguetes privados y sus ensoñaciones particulares".

      Es posible que Enrique tuviera en la cabeza, subliminalmente, cómo presento la web Odisea aquí:

      "[...] Hay una sentencia china que dice: Si un hombre solo y sentado en su cuarto piensa los rectos pensamientos, éstos serán escuchados a mil millas de distancia... [...] para extender el sagaz pensamiento interior a mil millas de distancia se vale también hoy del hecho de que existe en una infinidad de claustros íntimos actuales, de habitaciones privadas modernas, una ventana al gran mundo a través de la pantalla de un ordenador conectado a la red".

      Si Enrique no conoce eso, un pie más alto el salto mortal de esta sincronicidad. En cualquier caso, de un plumazo conectados Kung Tse, cuarto, sabiduría, secta e Internet. El I-Ching, en efecto, se ha metido de cabeza en la conversación del blog. Conectado todo sin el uso de ningún servidor. El plano mercurial mágico (Espíritu Mercurio), superpuesto al plano mercurial prosaico (azogue) que representa Internet, está ya advertido por el I-Ching en "tales manifestaciones actúan misteriosamente y a distancia". De hecho, el viernes por la noche me encontré, casualmente, en una fiesta de artistas, a una entrañable amiga filósofa que hacía algunas semanas que no veía. Compartimos, literalmente, muy buenas copas y una amena conversación sobre mi debate de la semana.

      "Palabras y obras son los goznes de la puerta del noble, son el resorte de su arcabuz". Esto es de traca. Pensamientos, vida y guerra, esenciales del filósofo, traídos a colación.

      Más cosas podemos decir. A más amplificación se presta tal magma inspirador. Pero me detengo aquí.

      Las conclusiones derivadas de toda esta información, que cada cual trabaje las suyas. Todo esto, en efecto, busca un sentido. En este encuentro unos hemos jugado a ser reflejos de otros. Reflejos de potencialidades no actualizadas aún, hacia las que empuja la teleología. Potencialidades que aparecen ya bastante definidas. Hay que corregir actitudes y ponerse manos a la obra. Cada cual a la suya.

      Heráclito vuelve a tener razón: "la guerra es la madre de todas las cosas".

      Un abrazo muy cariñoso a tod@s. Gracias por participar.

       

      PD. Antes de publicarlo, he enviado este texto a mi amiga para su visto bueno. En contra de mi consejo de usar el oráculo lo mínimo posible, ha vuelto a tirar el I-Ching. Resultado:

      61 - Chung Fu, la Verdad Interior

      Líneas cambiantes 1 y 5:

      Nueve en el primer lugar significa: "Estar preparado trae buena fortuna. Si hay designios secretos, inquietud". La fuerza de la propia verdad depende fundamentalmente de su preparación y estabilidad. De este estado mental parte la actitud correcta hacia el resto del mundo, pero si un hombre trata de cultivar relaciones secretas de cualquier especie se verá privado de su propia independencia. Necesitará cada vez más el apoyo de los otros, se tornará más ansioso y los lazos secretos lo entrabarán. Por este camino perderá la propia fuerza y la propia verdad.

      Dicho de otra manera: olvídate de ser un trepa más.

  • Estimado Sr. José Vila:

    La verdad es que debo darle la razón: lo que escribí es absolutamente confuso. Es confuso hasta para mí, que fui su autor. Tengo que ser más respetuoso en mis entradas, y no entrar dando alaridos como un indio. Siento también el haber tardado en responderle. Usted se tomó la molestia (y parece que tambien se molestó conmigo) en responder a mi entrada, y yo si he tardado ha sido debido a que asuntos más urgentes -que no más importantes- me han impedido hacerlo antes.

    Sr. Vila ¿Pero quién ha dicho que yo quiero tener un diálogo? Yo dialogo con mi mujer. Yo lo que quiero es un combate, lucha. Y usted ha respondido. ¡Pero que cristiano es usted! Me ha acusado de goloso, onanista, acidioso,y soberbio (dígase en el lenguaje actual –en el suyo-, consumista, egocentrista y perezoso). También me ha dicho con otras palabras ¡vieja bruja! (chapapote ideológico al servicio del ego, azufre pegajoso, humo negro). Yo hablo de paladear, y usted me acusa de consumista, pero ustedes hablan de saborear ¡y entonces ya es el sabor de la sabiduría!…Señor Avila ¿Se da cuenta de su fariseismo?.

    En algún otro lugar leí con cierta perplejidad a Giegerich afirmando que los cruzados y los inquisidores eran los antecesores de los psicólogos, y que los alquimistas y gnósticos habían sido más bien retrocesos que retardaron el desarrollo de la psicología. Y visto lo visto, tengo que darle la razón. Si usted y yo hubiésemos vivido hace unos siglos usted no habría tenido desde su pulcra cristiandad duda alguna en quemarme en la hoguera para liberar a mi persona del demonio maligno que la tiene presa (en sus palabras actuales “la concepción desde la que yo enfrento estos temas”). Le a faltado llamarme !!demonio! Me ha recordado de nuevo a Garfio, que cuando en su pelea con Peter Pan no puede alcanzarlo le dice: niño ¿qué clase de demonio eres?, y Peter le responde : “Soy la juventud y la alegría, soy el pollo que acaba de salir del cascarón”.

    Cuando entré en este baile, dije que bailaba torpemente, pero claro usted no baila, y ve me discurso confuso. Me encanta cuando usted dice respecto a mi escrito“La confusión es tal, que imposibilita la respuesta” !Me siento honrado!. Me ha recordado a un boxeador al que admiro,Mohamed Alí, ese que “volaba como una mariposa y picoteaba como una avispa”. Apodado como “el bocazas”, se dedicaba a bailar por todo el cuadrilátero como no hay que hacerlo, con las manos gachas, sin meter la cabeza entre los hombros, girando la cintura no como dictan los canones. Boxeaba como no hay que boxear; era un boxeador bailarín que con sus idas y venidas confundían tanto a sus adversarios que imposilitaba cualquier respuesta de ellos.

    Voy a ir más despacio a ver si le pilla el hilo.

    Cuando escribí el primer poema perteneciente a la serie de los Diez Toros Zen de Kahuan supuse que el asunto discutido se hacía evidente por sí mismo, pero bueno...voy a explicarlo, me voy a esforzar: Kahuan habla de un hombre que busca la vida: a él le atañe su búsqueda, no lo hace por “amor a la verdad”. Sigue ríos sin nombre, está desorientado, no tiene mapas, perdido en los senderos entrecruzados de montañas sin nombre, exhausto: esta búsqueda es desesperada, le atañe a él, va sólo, no quiere convencer a nadie de su búsqueda, incluso se estará convenciendo en muchos momentos de si vale la pena buscar, de si ese existe ese toro del que hablan , y diciéndose a sí mismo “Por qué no voy a ser capaz como todo el mundo de encontrar satisfacción, contento en la vida común? ¿No seré un pomposo metafísico?.

    Quería mostrar que esta búsqueda personal es tan antigua como el Hombre. Y cuando cité el libro de Job, en el que se dice que la Tierra es una tabla o llanura flotando en el Vacío, quería mostrar que lo del desescatramiento es algo muy antiguo, y que pensador debe ser riguroso, y no basarse en sus fantasías sobre “el buen salvaje” para construir su pensamiento. También cité el Ecclesiastés con el mismo objeto. Simplemente supuse que eran ejemplos que hablaban por sí sólos.

    Por eso sustituí al toro por la salcicha...para hacerlo DELIRANTE : o es que no dice Giegerich que esta búsqueda del toro no es tachada por Giegerich como pretenciosa cuando afirma que “es la pretenciosidad de que la vida sólo es vida si, como en las carreras de perros hay la SALCICHA o algo que perseguir sin nunca poder alcanzarla”. Podría seguir ad nauseam con el deliretantismo: elegí a Sidharta, pero podía haber seguido con Ulises, Moisés, a Indiana Jones en Busca de la salcicha...perdón del Arca Perdida.

    Este hombre que busca al toro cuando ya lo ha encontrado dice en el último poema :

    "Descalzo y con el pecho desnudo
    me mezclo con la gente del mundo,
    Mi ropa está rota y polvorienta, y yo soy siempre dichoso".

    Vuelve al mundo, y “encuentra satisfacción y contento en la vida común. Quizás cultivando su jardín, haciendo sus tareas, en el mercado, “sin darse aires”, con la ropa rota y polvorienta de tanto caminar. El hombre de este poema asumió su tarea, no se contentó -porque no podía- con un significado dado por un cura o un filósofo.

    Respecto a la sal... Mire... E. “Eskenaci dice en su FUEGO EN LA PIEDRA ¿Dónde está la sal? En las minas de sal. , en los salares, en el mar... “Y luego continua:

    “Pero la sal que necesitamos también la produce el ser humano. En tosas las secreciones del cuerpo, allí obtienes las sales para trabajar. ¿Y cuáles son las secreciones del cuerpo? SANGRE, SUDOR, LÁGRIMAS...ahí está la sal”

    Luego un poco más abajo dice “ahí falta sal. Ahí falta el comentario mordaz, puntual, que pincha”.

    Pero !Ay amigo! por entonces en el año 2.006 escribía al estilo hillmaniano, pero “fue parte de un camino”, y la sal de que hablaba entonces ya no es sal de la que hablaba entonces sino “la del tezón, el esfuerzo paciente, lo que los astrólogos llaman lo “saturnino”.

    Bueno...este viraje de Eskenazi me lleva a lo saturnino. Paladeé con gusto se escrito “Saturno, el don de la melancolía”, un artículo en el que vierte bellas verdades y bellas necedades. Yo recibí llamado don, estuve varios años tragado por el “Viejo”, sabiendo que estaba muerto, y viéndolo todo con ojos de muerto, experimenté eso mismo que un enfermo , cuyas palabra cita, “ que no tenía nombre, ni país, que no nací, que me había vuelto “puro espíritu, un aborto, una imagen, un espejo, nada más que apariencia”. Yo también estuve obligado a “flotar así entre esto dos estados” estuve igual que él en “la tierra para siempre, y fui “ tan viejo como el mundo”, y “tuve cien años”.
    Me había vuelto de plomo, “el metal de Saturno, el plomo es la depresión”. Llegué a la desesperación, a eso que e según mi lectura de Eskenazi , el“alquimista llama, el camino seguro de la obra. Si hay entonces nigredo entonces la obra ha comenzado....la nigredo, el ennegrecimiento, es la primera señal de que estamos en el camino. Sin nigredo no hay transformación”

    Según palabras de Enrique (bueno...de mi lectura de ellas) “El alquimista lo decía: la depresión ya es un resultado de que se está en obra. No es el paso previo a la obra, es la obra.
    El que no está en depresión, ni sabe de la obra. La nigredo es un avance. El que no sabe de nigredo, ése lo tiene difícil.
    “Pero, cuidado, el alquimista está diciendo, es la señal, ha llegado la hora, regocíjate: ha llegado la hora de la liberación” . Le cuento esto no para dármelas de alquimista, sino para decirle que lo que haya leído, o dejado de leer no responde a nada similar a lo que, en creo que en ese mismo escrito narra, cuando cuenta que se contempló una hoja flotando y cayendo en el aire y se preguntó qué era ese movimiento, y se hizo filósofo. A mí esto de su vida que el “ventoseó” en uno de sus seminarios, me pareció maravilloso y poético (y no lo digo con sarcasmo, es verdad). Mis preguntas no eran de ese tipo eran otras: ¿Por qué se ha ido la luz? ¿Por qué hace frío? ¿Por qué estoy muerto? Mis preguntas me atañían a mí, yo no me preguntaba qué es la verdad. Usted verá esto desde su “consciencia judeo-cristiana” como egocentrismo. ¿Pero no hace usted lo mismo cuando se le avería un coche, o la instalación de su casa? Yo no pregunté por amor a la Verdad, yo pregunté por amor a mí mismo: todo aquello que me sucedía requería una respuesta mía, personal-

    Le cuento esto, no para hacer apología del llamado don de la melancolía (como hace Eskenazi). Mire, yo conozco el exilio, he estado en él. Pero como decía Mª Zambrano al hablar de su exilio literal, al igual que ella yo “me he reconciliado con mi pasado, pero “no espero que nadie lo entienda, porque para que lo entiendiera tendría que ser crucificado y yo no le deseo a nadie la crucifixión”. Le cuento, esto no para presumir, ni como dice Eskenazi para “ventosear mi biografía en Internet” sino para que sepa quien ha sido mi Saturno (bueno yo fui de él) Mi saturno fue el devorador; no aquel viejo, ávaro y tacaño, que con el rigor y la seriedad de un contable, de un mercader de Venecia, atesora conocimientos (dígase monedas) para sentirse seguro y darse aires.

    No salí del estómago, el Viejo me echó. Y todo fue gracias a una historia: yo creo que las historias sólo te dicen algo cuando ya tienes la respuesta escondida en tu interior. Se trata de una historia taoista en la que se dice que un hombre tenía tanto miedo que se asustaba del ruido de sus propias pisadas y de su propia sombra. El hombre corría y corría para alejarse de su propia sombra: no comprendía que si se sentaba a la sombra de un árbol su sombra y el ruido desaparecerían. En el estómago del viejo saturno se tiene miedo- creáme-, uno ve la vida pasar, y cómo ésta se le va como arena de las manos-. Yo me senté en el suelo, me dije no voy a huir de esto, aquí parece que voy a existir –que no vivir- Allí no hay árboles, pero no hubo problemas, todo allí es SOMBRA. Así que me senté, y tras un tiempo (no sé cuanto porque allí el Tiempo no cuenta, es eterno) para mi sorpresa sucedió el milagro: me entraron ganas de bailar. Y al Viejo, que odia el baile, se le indigestó mi persona y mi baile. Así que me vomitó, o quizás le produje una colitis y me excretó (y por eso usted ve en mí chapapote), o bien me ventoseó, y me ve como a una masa de fétido gas negro y sulfuroso que flota en el aire.
    Pero se confunde nuevamente: ni es chapapote, ni humo negro ¡Qué miope es usted! Lo mío es radioactividad, es plutonio. Plutón es mi otro maestro. Cuando me puse a bailar, me puse al poco a tocar la flauta !bailar sin música es tan aburrido! Y creo que tocaba tan mal que Cerbero me persiguió ferozmente pero no para impedir mi huída, sino para echarme de allí. Al final me dió caza, y para mi sorpresa el perro me cogió con una de sus mandíbulas por la nuca como a un cachorrillo, y me depositó dulcemente en el suelo, tan dulcemente que yo hice ademán de volver, y él me ladró con rabia.

    ¡Pero cómo cree usted que se sale del Hades! ¿Con cara de angelito y modales de damisela o de sacerdote castrado?

    Yo no he leído ni profunda ni extensamente a Giegerich. Alguna cosilla , y “El Fin del Significado y el Nacimiento del Hombre”, que es el artículo a cuya lectura nos invitó Raul. Y no voy a leer mucho más: mire señor Avila... es que para mí es muy simple. Si yo meto una cuchara en una olla y me sabe mal, y meto otra y me sabe aun peor…¿es que tengo que llegar al fondo de la olla para ver si alguna cucharada del fondo sabe bien? No soy amante de las gastrointeritis ni del masoquismo intelectual, ni de ningún tipo: el masoquismo !esa perversión cristiana!. Pero si es que tan fácil: Mire, Compartiré una cucharada con usted: Este pensador dice que los primitivos nacen en un mundo de respuestas.

    Y ya está, ahí queda eso. ¿Pero qué prejuicio fantasioso es éste? ¿Es que no nacemos todos en un mundo lleno de respuestas? Es que los hombres del medievo no se encontraron la respuesta a la preguanta de si Dios existe. ¿Es que no se ha encontrado usted con la respuesta de que Dios ha muerto?Y Giegerich se basa para ello afirmar esto en que los indios pueblo no sabían por qué hacían lo que hacía en uno de sus rituales. Mire (y estoy empleando la lógica), toda respuesta es antecedida por una pregunta. La verdad es que a ver si abandonamos las fantasías sobre los primitivos: para mí es preocupante que los germanos fantaseen sobre los primitivos: en algún otro lugar leía Von Franz afirmando que los colonos americanos se tuvieron que volver tan primitivos como los salvajes de allí. Y ahí queda esa afirmación -como lo dice una vaca sagrada, todos a callar-. O sea, los pobres indios asalvajaron a los colonos y luego pasó todo lo que pasó: los indios crearon el Séptimo de Caballería, un cuerpo de exterminio, cuyos ropajes no eran negros, sino azules.

    Pero volvamos a los hombres que nacen en la respuesta:que no haya pregunta no quiere decir que no haya pregunta; ésta se ha perdido en el tiempo: esa pregunta se la harían los Indios Pueblo muchas generaciones antes, y quien encontró la respuesta la pasó a otro, y éste luego a otro, y así hasta olvidarse la pregunta viva y morir la respuesta, o quedarse en puro formalismo. Mire, señor, le voy a poner un ejemplo de ahora: hace siglos, sus antecesores, los inquisidores, castigaban a las personas al escarnio público, embadurnándolo en aceite y colocándole un capirote. Lo sacaban por la calle y la gente escupían, insultaban y arrojaban basura sobre el pobre desgraciado. Un día un hombre cualquiera se sentía muy culpable, y quería hacer una penitencia en Semana Santa. Se preguntó ¿Cómo puedo hacer esa penitencia? Y encontró una respuesta -la suya-: me pondré un capirote (muy probablemente era un puer de su época, sólo a los pueres se nos ocurren estas cosas).Salió detrás del paso uniéndose en procesión, y la gente indignada gritaba -¿ Pero dónde vas tonto del capirote? (muy probablemente la expresión tonto del capirote provenga de ahí)- pero esos insultos formaban parte de esa penitencia. Al año siguiente se le unió sin embargo otro, y luego otro. Así hasta llegar hasta ahora. Vaya usted a Sevilla y grítele a algún nazareno tonto del capirote. Esos cristianos le lincharan. Y si en vez de eso le pregunta por qué hacen eso de llevar un capirote, le responderán “porque esto se lleva en la sangre”, o porque es un sentimiento que no se puede entender. Al menos aquellos primitivos tenían la decencia de reconocer que no sabían porqué hacían lo que hacían. Ellos no se ocultaban como nosotros en respuestas sentimentalistas. (esta Teoría del Nazareno es mía, no tengo pruebas científicas ni históricas de ello).

    Usted me ha recomendado un libro -le prometo que me haré del mismo- Yo le recomiendo una obrita de Ortega y Gasset, “En torno a Galileo”, y entonces comprenderá porqué considero que Giegerich es un pensador mediocre. En ese libro verá como TODOS venimos a un mundo de respuestas; verá cómo el hombre se ha quedado una y otra vez sin respuestas, entraron en crisis. En el mismo se dice, “hay crisis histórica cuando el cambio de mundo que se produce consiste en que al mundo o sistema de convicciones de la generación anterior sucede un estado vital en que el hombre se queda sin aquellas convicciones”. Le he adelantado este bocado para que lo paladee (o bueno, en su terminología, lo saboree). Y esta vez no he cortado ni he pegado, lo he tenido que copiar del libro. Señor Vila, pero que judía es su consciencia: yo corto y pego, soy un pecador !Pero quien no haya cortado y pegado, que pulse la tecla él el primero!

    Lea esta en la que se dicen cosas como “la vida como crisis, es estar el hombre en convicciones negativa. Esta situación es terrible. La convicción negativa, el no sentirse en lo cierto sobre nada importante impide al hombre decidir lo que va a hacer con precisión, energía, confianza y entusiasmo sincero: no puede encajar su vida en nada, hincarla en un claro destino. Todo lo que haga, sienta, piense y diga será decidido y ejecutado sin convicción positiva, es decir, sin efectividad; será (sólo) un espectro de hacer, sentir, pensar y decir, será la vita minima, una vida vacía de sí misma, inconsciente, inestable”. Estos periodos han sucedido cíclicamente, no como imagina Giegerich (la fantasía es la perdición del Alquimista), y no hay que confundir rigor que pesadez.
    Le recomiendo, a usted que ama la Verdad, la lectura de este libro. Pero es un obra para carnívoros como yo , para aquellos que le gusta la carne muy poco echa, que sea jugosa. Se le puede indigestar, y yo no le deseo eso (si en verdad le he cogido afecto, será porque yo tambien soy cristiano -todos tenemos una consciencia cristiana dice Giegerich en algún otro lugar -lo cual es muy evidente). Por eso quiero mostrarle bocados de carne cruda que pueden indigestársele, para que usted decida por sí mismo: en dicha obra se asume que todo hombre se cree el centro del Universo, y el español más. También se dice que el hombre no es su carne ni su alma, sino su vida, y también se pone al cuestiona el principio intelectualista del pensar por el pensar. Y curiosamente Ortega y Gasset dice que en épocas de crisis como la nuestra, y las anteriores, una de las repuestas de los hombres a los que le toca vivir una de estos periodos de crisis es una llamada a la simplicidad. Le digo esto porque Giegerich cuando habla de la “reina de incógnito que busca su corona perdida” se pregunta “¿Por qué no puede ser su yo común y encontrar el CAMINO HACIA LA SIMPLICIDAD de la vida y la SIMPLICIDAD de ser humana.? Este llamado a la simplicidad de este pensador ya fue realizado en otras épocas en las que el hombre estuvo desencastrado.

    Certero ha sido Eskenazi al decir que mi síntaxis es la de un ego que arraiga en Descartes ¡qué jodidamente bueno es!. Me ha cruzado me ha estrellado una derecho en mi mentón. El golpe ha sido tan certero y contundente que me ha arrancado mi protector bucal. ¡Joder, qué castaña! Pero bueno: sin protector bucal puedo hablar más alto y más claro: es cierto, yo me muevo cómodo en la psicología del ego, es la mía . ¡Soy un pagano!, un bárbaro enamorado de las metáforas, que arrivó al País de las Metáforas, la Tierra donde dicen que éstas existen, que no son nuestras, que ellas nos tienen. Me muevo en este país con gran dificultad: su idioma, sus costumbres, caminos y edificios, me son ajenos. Mire hasta qué punto esto es así que en alguna otra ocasión le he preguntado a Raul donde puedo encontrar algo sobre eso que llamáis Anima. En la tierra de la que provengo no existe eso, y por tanto no hay una palabra para equivalente para ello. Y Raul me ha contestado hospitalariamente (debe ser que más que de cristiano tiene alma de berebere). No me repudió, ni me gritó ¡necio consumista, infiel, vete de aquí, esto no es un supermercado, no es un sex shop, cerdo onanista!.

    Porque soy extranjero encuentro grandes dificultades para leer y entender a los junguianos (y no digo esto con maldad ni sarcasmo, es verdad). Pero a Giegerich no, y esto es lo curioso ¡ me es tan claro lo que dice!. Usted afirmaba en su entrada que no sabía adónde yo quería llegar con la mía: a este punto precisamente. Porque soy un pagano y un bárbaro comprendo a Giegerich, simplemente porque es uno de mi especie. ¡JUNGUIANITOS! Estáis sacralizando a uno de mi especie que se os ha colado en vuestras filas: lleva vuestras ropas, domina muy bien vuestro idioma: pero uno nunca pierde su acento de origen, y yo conozco ese acento, el acento de un racionalista. ¡Bastante descrédito tenéis entre mis hordas! No os odian, simplemente os ignoran.! Dicen que el Imperio romano cayó no por las hordas que lo desmembraron, sino que se deshizo desde dentro, los bárbaros sólo recogieron los fragmentos. Se os ha colado un Saul en vuestros púlpitos, y lo estáis convirtiendo en San Pablo. Éste y su prosélitos repiten como un mantra ¡Desde Jung, contra Jung, más allá de Jung! Allá ustedes, olvidad quien es la piedra de vuestra Iglesia, y sustituidla por otra, y os sucederá como a la Iglesia Cristiana, que nunca fue cristiana.
    ¿Y qué pinto yo en esto, un pagano de la psicología del ego? No lo sé -esto es delirante e hilarante-, simplemente la globalización me asusta.

    Señor Vila. No me he tomado nada de lo que me ha dicho personalmente, quizás porque yo no me tomo en serio nada !ni siquiera mí mismo!, o quizás porque mi vanidad es demasiado grande para ser herida con sus mosquetonazos. Pero su tacto final me ha recordado al capitán Garfio, que se diferenciaba de su primitiva tripulación a parte de por sus ropas, por sus modales: al compañar a sus víctimas por la tabla al empujarlos los consolaba con un “Lo siento”. No se tome nada de lo que le he dicho personalmente ( o tómeselo). Simplemente le diría que si me conociera seguro que se tomaría unas cañas o unos vinos conmigo, quizás hasta sería capaz de reirse, y dialogaríamos acerca de cosas humanas, de fútbol, y sobre todo de mujeres . Estos temas aportan un gran significado a mi vida. Y no lo digo con sarcasmo. Es verdad. Mi tiempo lo empleo en enfundarme guantes de once onzas (y esto no es metafórico), y echar un par de asaltos en el gimnasio, y alegrarme de que aun no me han roto la nariz. También cocino de vez en cuando siguiendo alguna receta de Carlos Arquiñano También disfruto escuchando a Joaquin Sabina, -otro bocazas- o algún disco como Kind of Blue, de Miles Davis, (Jazz, una música sin rigor, orden, ni concierto.) Leo también algún libro, y paladeo los versos del yanqui y puer Walt Whitman, sobre todo su poema “Canto a mí mismo”. Abrazo los versos de ese poeta que se define en uno de los mismos como “Turbulento, carnal, sensual, comedor, bebedor y engendrador, En absoluto sentimental, NI UBICADO POR ENCIMA DE HOMBRES Y MUJERES O APARTE DE ELLOS ”. Y que maravillosos aquellos otros en los que canta “Yo no ando lloriqueando lo que el mundo entero lloriquea,
    Que los meses son vacíos y el suelo nada más que porquería e inmundicia! Y qué me gusta aquél en el que dice en otro “¿Por qué he de orar? ¿por qué he de venerar y ser ceremonioso?”

    Me ventoseo a mí mismo en Internet (utilizo las palabras que Enrique Eskenazi empleó en una de sus repuestas a Raul) para mostrarle que de hecho estoy absolutamente de acuerdo con Giegerich ¡Yo es que me troncho! Encuentro satisfacción en las pequeñas cosas cotidianas, !SOY MUY COMÚN Y MUY SIMPLE!!

    Por cierto... mi verso favorito de Song o Myself es el que abre el poema , un verso glorioso que dice: “YO ME CELEBRO A MÍ MISMO Y ME CANTO A MÍ MISMO”.

    ¿No es maravilloso?

    Postdata: Le voy a enseñar una pequeña lección de boxeo. Como decía Bruce Lee en su libro el Tao del Jeet Kune Do (Bruce Lee estudió Filosofía, y creo, no lo puedo afirmar con total seguridad, que escribió una tesis sobre Hegel -si es que para reirse las vueltas de la vida) el ataque es un gran arte, pero el contrataque es el arte supremo. Lo contraatacadotes dejamos un lugar vulnerable, bajamos la guardia, dejamos un flanco descubierto, mostrando la cara o un costado, para que nos ataquen. Por supuesto estamos esperando la respuesta del rival, que suele ser previsible, para así contraatacar. Al escribir Giegerich como Giegerish, lo hice con toda la consciencia cartesiana del mundo: sabía que si después de haber ido con la salchicha para arriba y para abajo nadie me respondía (por lo confuso del asunto), alguien no podría aguantar la tentación de atacarme con mi ortografía. Usted ha sido ese alguien. Le agradezco sus ataques a mi consciencia: gracias a ellos he podido disfrutar en mi respuesta como un niño chico. ¡Y no lo digo con sarcasmo!. Es verdad: los borrachos y los niños nunca mienten. Y YO SOY AMBAS COSAS.

    !Los de las cañas queda en pie!

    • Amén

      Con esta andanada tuya, tan vital como intelectual, tan personal como transpersonal, como deber ser, no queda ya casi hueco libre en el ring. Me apenaba no haber usado argumentos alrededor de "antes de la iluminación, barrer y fregar; después de la iluminación, barrer y fregar", y ya están aquí, muy bien traídos. Me apenaba no haber aludido a Ortega, que debiéramos considerar como el mejor especialista en sociología junguiana que tenemos hasta ahora, y ya está aquí. Con su Franz particular que es Zambrano. Chapeau.

      Espectacular: "Este pensador dice que los primitivos nacen en un mundo de respuestas. [...] Y ya está, ahí queda eso. ¿Pero qué prejuicio fantasioso es éste? ¿Es que no nacemos todos en un mundo lleno de respuestas? ¿Es que los hombres del medievo no se encontraron la respuesta a la preguanta de si Dios existe? ¿Es que no se ha encontrado usted con la respuesta de que Dios ha muerto?". Giegerich no hace más que tratar de darle sentido a la vida, de darle su sentido a la vida, de tratar de responder grandes preguntas, como humano que es, y se contradice, engaña y se engaña diciendo que el sentido que él ha encontrado para esta época es aceptar la ausencia de éste, precisamente. Él mismo es la enésima prueba de que la vida se aterra ante el vacío de grandes significados. Y él es la enésima prueba de que no sirve llenarlo de cualquier cosa. Por eso dije que trata de responder preguntas que Jung ya respondió. Que viaja más allá de Jung, sí: hacia el pasado. Hacia el mundo prejunguiano y preplatónico que son tiempos como el siglo XIX y el año 2011. Invadidos por un paradigma que quiere dar respuestas que no satisfacen realmente a nadie. Ante las que el alma se revuelve. Un mundo que ya dejó de creer en la anterior adentridad y que es incapaz de creerse a pie juntillas ésta. Que consiste en eso su nihilismo, precisamente. Ante el que se revuelve el Nous desesperadamente. También en Giegerich. Por eso él es incapaz de ser coherente con el nihilismo y decir sólo aquello de "de lo que no se puede hablar, mejor es callarse". Él no puede. No hace más que pensar y escribir, pensar y escribir, huyendo de ese horror vacui. Se le ve el plumero. Lo mismo que en lo de "con Jung". Y eso le honra.

      Los -ismos están condenados a ser siempre insatisfactorios frente al poder de las mitologías. Por eso los sistemas inquisitoriales y represivos son mil veces más cruentos en los -ismos que en las religiones, por mucho que nuestro paradigma nos quiera vender lo contrario (propaganda e hipnosis de masas: los nuevos métodos inquisitoriales). Tratar de convencer a los rusos del comunismo costó ríos y ríos de sangre. Toneladas de esfuerzo represivo. Y para durar un histórico suspiro. Comparemos esto con la imagen que el mismo Giegerich da de la adentridad mítica: una escena pastoril, donde las vacas pacen tranquilamente en un prado verde un día de, quizás ingenua, pero bella primavera. Donde las generaciones se suceden unas a otras por eones, en sólida estabilidad. Sin embargo, los pueres, los sabuesos encargados de rastrear el sentido hacia al futuro, no pueden ni saben detenerse en nostalgias. Son conscientes de dos cosas: que el pasado no existe y que el presente es inhabitable.

      Los pueres, en realidad, no se detienen a ver las vacas pastar ni en las eras míticas. Les interesa solo la transformación y la crisis.

      Ir más allá de Jung sólo puede hacerse de una forma: viajar hasta el país de Nunca Jamás, como él hizo, y forzar al gran Filemón a que otorgue más y nuevas respuestas. Dicho de otro modo: a una revelación sólo puede adelantarla otra. A un profeta sólo lo supera otro.

      La Psicología analítica está siguiendo un proceso análogo al eón de Piscis en Occidente. A cada nueva generación de discípulos, el carisma se pierde un poco más. La verticalidad se horizontaliza. En lenguaje sectario: la revelación se va diluyendo. Pasa constantemente. Es arquetípico.

      Qué fácil es entenderse, comunicarse, en la adentridad de la complicidad. Por eso: cada cual en su secta, y el Logos en las de todos (invocado o no).

      • “Qué fácil es entenderse, comunicarse, en la adentridad de la complicidad. Por eso: cada cual en su secta, y el Logos en las de todos (invocado o no).”

        Raúl, no sé a que llamas entenderse y a qué comunicarse pero con estas andanadas-vómitos de frases cuasi inconexas, de trucos retóricos que enuncian mil ideas sin pararse en ninguna de ellas, ni mucho menos justificarlas, resulta imposible y te aseguro que no es por problemas de estómago delicado o limites personales.

        Los tengo claro está, pero aún puedo distinguir cuando me topo con ellos o cuando estoy ante un caos infumable. Me rindo cuando me enfrento a algunos textos de Lacan, Heiddeger, Hegel por citar sólo algunos, tengo claro entonces que no lo tengo claro, es decir que topo con mis propios límites. Pero no amigo con los textos que encuentro en este “debate”.

        Insisto en el para mí, único estilo posible entre tanto alboroto, escoger una frase o idea y desarrollarla aunque sea un poco sólo pues hacerlo de verdad y en todas sus consecuencias supone una predisposición que me parece que brilla por su ausencia en estas lides.

        “Giegerich no hace más que tratar de darle sentido a la vida, de darle su sentido a la vida, de tratar de responder grandes preguntas, como humano que es, y se contradice, engaña y se engaña diciendo que el sentido que él ha encontrado para esta época es aceptar la ausencia de éste, precisamente.”

        No entiendes a Giegerich, a ver si se te mete en la cabeza y tienes la dignidad de estudiarlo con mayor seriedad, “no hace más que” con esta fórmula reduccionista tan en boga en nuestra modernidad (la filosofía no es más que… etc.), lo único que hace es no hacer más que confesar y realizar una especie de prepotencia suicida.

        Giegerich hace mucho más, muchísimo más, y sobretodo no “vende” un nuevo sentido, todo al contrario cuestiona la necesidad de buscarlo. Y esto no confiere de sentido más bien es la invitación a vivir y soportar la vida en ausencia de éste sin tener que inventar y/o caer en burbujas egoicas que sólo se “alimentan” de sentidos grandilocuentes (sobretodo a la hora de enunciarlos y venderlos).

        Otro tema es el de la verdad, pero este tema no pertenece al ego ni a sus intereses. La pregunta acerca de la verdad que contiene una un época sin verdades, una época que vive de espaldas a la verdad, es un asunto que interesa al conocedor en nosotros, que no es el ego aunque éste, a la mínima, se apropie de sus logros.

        Giegerich no vende sectas, ni en sus ideas ni en su vida, más de 40 años escribiendo en solitario! Sólo hay una forma de ser adepto, adepto a la verdad, o más bien, ser fiel a nuestra necesidad más genuinamente humana, entender. Lo demás veleidades del ego.

        • Vamos a probar estilo Barrio Sésamo.

          Los filósofos están obligados a definir "sentido" de modos muy sofisticados y complejos, tratando en circunvalaciones de su pensamiento, más o menos centrífugas o centrípetas, de definir algo que barrunta su intuición al respecto de lo teleológico, el para qué. La psicología profunda lo tiene más fácil: sentido es la meta de la libido. Hasta aquí bien ¿no? Fácil.

          La energía de la libido, la fuerza del anhelo, no se crea ni se destruye. Cada individuo dispone de un monto de pasión, y con ese tiene que bregar haga lo que haga, pase lo que pase. Pase lo que pase en su vida y en la Historia, en su sociedad. La forma en que se dibuja, se concreta, ese anhelo, sin embargo, es variable. El Hombre dispone de eso que llamamos libre albedrío, que es la capacidad de desear A, B o C. Es la elasticidad adaptativa del ser humano. Eso con respecto al aspecto más bien consciente. Con respecto al aspecto más bien inconsciente, como nos decía Freud, la libido se puede desplazar, se puede sublimar, aplazar, autocensurarse, etc. Tiene esa cierta capacidad autónoma de transformación. El primer libro importante de Jung se llama justamente así: "Transformaciones y símbolos de la libido". También hay que señalar que estamos simplificándolo todo imaginando una libido con una meta única. Obviamente no es así. La libido es polimorfa: quiere comer, quiere dormir, quiere soñar, quiere sexo, quiere leer un libro... Si hablamos dentro del contexto junguiano, tenemos presente que el sentimiento tiene sus metas, el intelecto las suyas, etc. Nosotros, sin embargo, vamos a tratar de enfocarnos en esa resultante global de la libido que delinea el proyecto vital del individuo.

          No nos compliquemos la vida ahora mismo reflexionando en las relaciones que hay entre la posibilidad de elección consciente y la cierta labilidad de la libido a nivel inconsciente. No son compartimentos estancos (nada en la psique lo es). Por eso use el "más bien". Ahondar en eso nos llevaría, entre otras cosas, a un profundo debate sobre si realmente la voluntad del hombre es libre o sólo lo aparenta. No nos interesa ahora. Nos interesa sólo la sencilla idea de que la misma libido puede adoptar diferentes formas.

          Un ejemplo ilustrativo:

          El señor Gutiérrez desarrolló en su adolescencia cierta pasión por la cinematografía como oficio, derivada de haberse convertido en un gran cinéfilo. Quería dirigir películas. Llegó a realizar algunos cortos caseros. Los avatares de la vida, sus urgencias y sus necesidades, lo fueron apartando de esa incipiente vocación. A partir de cierta edad, trabajando ya en otra cosa, más de andar por casa, su cinefilia retornó con renovada vehemencia, y le impulsó a invertir ingentes cantidades de dinero en tecnologías Home Theater. Todo le parecía insuficiente en esa dirección. A una pantalla LCD le siguió un carísimo proyector, a un sistema de sonido con 5 altavoces uno con 7, etc. Unos consumismo y perfeccionismo obsesivos y desatados, irrefrenables. Un estado permanente de insatisfacción. Su trabajo, que no le interesaba, era usado exclusivamente para nutrir su devoradora afición/adicción. Fuera de ese ambiente conoció a una chica que, casualmente, tenía una amiga guionista, a la búsqueda de un staff para crear un corto. Al principio renuente y de mala gana, Gutiérrez se embarcó en el proyecto. Proyecto que finalmente le acabó fascinando. De ese corto pasó a hacer otro, y al poco estaba metido tan de lleno en el séptimo arte que abandonó su trabajo anterior. A esas alturas su Home Theater se había reconvertido en un equipo profesional de filmación. Para él se trató de la recuperación de su verdadero y auténticamente sarisfactorio amor. Fue un reencuentro con él mismo. Y en eso sigue Gutiérrez actualmente. Vamos a llamarlo su "fase genital".

          En esta caso, real como la vida misma, que pasa todos los días y en todos los sitios, vemos perfectamente perfiladas las fases por las que puede atravesar la misma libido. Se cancela transitoriamente, se desplaza, se sustituye, se reduce, vuelve a sublimarse... Todo ello sin perder una potencia que, según la fase, se expresa de un modo u otro, que podríamos decir propio o impropio, morboso o saludable. Otro ejemplo cotidiano y universal que podríamos poner es lo que yo llamo "efecto rebote" de la libido. Cuando el anhelo erótico se proyecta en el objeto A, y A lo rechaza, entonces salta al siguiente "número de la agenda", el objeto B, que se recarga de una fascinación que antes estaba proyectada en A. Cuando en la agenda no hay más números, y existen obstáculos para correr con la libido a buscar nuevos objetivos, salta al pasado, y se reavivan los recuerdos placenteros inscritos en las relaciones anteriores. Una frustración erótica en el presente puede recrear series enteras de sueños eróticos con parejas pasadas. El sujeto, en inconsciencia de estos procesos, suele preguntarse en estos casos, desconcertado ¿por qué me acuerdo ahora tanto de X?

          Hasta aquí, todo sigue siendo fácil de entender ¿no? La libido no se puede detener, no se puede destruir. Sólo transformarse. La vida se abre camino. Si no puede hacia arriba, cae hacia abajo. Si no encuentra camino a la izquierda, tira para la derecha. Si no cree en el futuro, regresa al pasado. Con una lógica meridiana deducimos ya, sin más argumentos, que el nihilismo, como todo antivitalismo, significa per se enfermedad y es inaceptable. No por la razón, que lo comprende perfectamente, no por la filosofía: es inaceptable por el organismo humano. Una persona tiene que creer en algo. Tiene que amar algo con la fuerza que le es inherente a su corazón. Si no, la vida se atasca. Nihilismo y depresión son sinónimos. De estas disquisiciones deducimos la metáfora del horror vacui.

          Queda claro, me parece, que nadie debe defender entonces el nihilismo como una propuesta saludable. Sólo es defendible desde el punto de vista alquímico, donde Nigredo, la muerte en vida, se comprende como una etapa necesaria hacia una expresión del sentido, de la fuerza de la libido, más objetiva, intensa y satisfactoria. La Nigredo, el nihilismo, no se buscan (hacerlo como individuos es insensatez, proclamarlo como programa sociocultural es locura). Se encuentran. Para desgracia del alquimista novato. Sólo después será capaz de decir que la Nigredo tiene algo de positivo. Cuando haya escapado de la muerte y la nada por los pelos, y haya visto que hasta atravesar el sinsentido tiene un sentido.

          Descartes se deconstruyó (atravesó su nihilista nigredo) a través de la duda metódica y rápidamente obtuvo una respuesta: su doctrina. Que se convirtió en su nuevo credo. La libido necesita respuestas. Necesita cauces lo más sólidos posibles para discurrir. Estamos listos para abandonar nuestro anterior sistema de creencias cuando ya tenemos a la mano uno nuevo, con recargada energía.

          Subrayemos que el diagnóstico de nihilista para un período histórico o biográfico coincide con el de mórbido. Nihilismo no es liberación, es enfermedad.

          Ahora coloquémonos en el plano social. Si una sociedad perseguía ciudades celestiales y unicornios en el pasado, y deja de creer en ellos, si se obstaculiza la libido en esa dirección, con exactamente el mismo fanatismo pasa a creer en utopías políticas. Si la teología deja de ser una pasión universitaria, entonces la ateología ocupa su puesto. Y obliga a igualmente intensas vocaciones. Si el Vaticano pierde credibilidad, la gana Harvard. Si antes tenía santos, ahora premios Nobel. Si los mitos dejan de fascinarnos, entonces lo hace la vida cotidiana. Si el rey pierde su carisma, pasa a obtenerlo el pueblo. Si el centro se difumina, se acentúa la periferia. Si lo metafísico se desdibuja, lo material gana peso.

          Un individuo sano (lo cual quiere decir entusiasmado con su propia vida) te dirá siempre que cree sólidamente en el proyecto vital que tiene. Los pensadores, los filósofos, son un caso aparte. Se enredan en sus propias elucubraciones. Freud fue capaz de decirle al mundo que la libido era fundamentalmente sexual cuando la meta primordial de su propia libido eran la ciencia y la fama, no la cama. Giegerich habla con profundo sentimentalismo pastoril de la intensidad vital que contiene pasear por la ciudad una mañana, y, en realidad, su libido no cesa de pensar y repensar durante 40 años en el sentido último de la vida y la Historia, algo que excede por completo el contenedor de la vida simple y cotidiana. Los que de verdad creen en la vida simple no escriben libros de filosofía para predicarlo. Están en el bar tomándose una cerveza. Retomo: un individuo sano defenderá la validez de su credo a ultranza, e, igualmente, cada tipo de sociedad, mientras atraviese un período fructífero y sano (o sea, mientras la libido discurra en ella con suficiente fuerza), defenderá incluso con armas su paradigma. La libido es como un perro: gruñe y ataca si siente amenazado su hueso.

          Hasta ahora estamos exponiendo la banalidad de que todo hombre y toda sociedad tienen su zanahoria. Sólo los neuróticos, los depresivos y los nihilistas no tienen nada que llevarse a la boca. Usando conceptos de Giegerich: hoy, ayer, y siempre, estamos inmersos en la adentridad de una eventual zanahoria. Es evidentemente falso que hayamos salido de ningún sitio, de un adentro hacia un afuera. No podemos salir de la libido. No podemos salir del alma. Ojo, que esto forma parte también del doctrinario Giegerich.

          Todo esto es también obvio ¿verdad? Espero que hasta aquí me haya podido seguir cualquiera.

          Una vez plasmado todo esto, queda el auténtico trabajo por delante. Esta parte no es tan obvia y requiere de auténtica profundidad científica, psicológica y filosófica. Viviendo como peces dentro de la libido y sus designios, ya sabemos que podemos nadar en unas aguas o en otras. Ya sabemos que podemos estar atrapados (ahora metaforizo) en una fase oral, anal, genital... Hay distintos niveles de salud, o morbidez, libidinal. Por lo tanto es de primera importancia embarcarse en lo que hace Giegerich, que es valorar en qué estado, propio o impropio, está nuestra libido en estos tiempos. Es exactamente lo que ya hizo Jung mucho antes, ocuparse de eso. Este período histórico convoca muchos pensamientos y replanteamientos alrededor del sentido de la vida porque se respira nihilismo por todos lados, y ya demostramos más arriba que eso es enfermedad. Las zanahorias de este tiempo parece que no saben bastante dulces para muchísima gente. Por más espectaculares, como el Dolby Surround, que sean. En realidad, el diagnóstico del presente es claro, y es lógico que la gente sensible y responsable se preocupe ante tal terrible evidencia, con talante terapéutico. La gente con una libido vehemente, los románticos, los filósofos, son los que mejor perciben, por contraste, la enfermedad de la libido atascada en un impasse en su sociedad. La gente de libido vehemente es la que primero y más sufre los estados impropios o regresivos de ella. En contra de lo que dice Giegerich, y tal y como demostré antes en mis disquisiciones sobre el "efecto rebote", no es la nostalgia lo que convoca un impropio deseo. Es el deseo el que convoca la impropia nostalgia. Los junguianos ortodoxos partimos de esta evidencia, sumergiéndonos experimentalmente en la libido, en el alma, y proclamamos, con Giegerich, que no es apropiada la salida per se hacia el pasado, la salida reaccionaria, y proclamamos que el deseo, la libido, quiere salir hacia el futuro, como es su esencia, pero revigorizada con valores eternos y míticos que se automanifiestan en el poder de los arquetipos. Algo que conecta fuertemente, indisolublemente, el pasado con el presente y éste con el futuro. Esa es la respuesta de la propia libido a la enfermedad nihilista de este tiempo. Una respuesta que ha dado siempre que se le ha hecho a ella la misma pregunta. En realidad si le preguntas a la libido por su meta, se enrosca sobre sí misma en una paradoja urobórica y dice "mi meta es obligarte a llegar hasta esa pregunta para que pueda darte esta respuesta". Y ahí, exactamente, entendemos por qué los alquimistas proponían la autodestrucción de la vida, la muerte Nigredo, como una fase del camino hacia la más auténtica y "genital" forma de vida.

          Esto no son retruécanos tan pomposos como fatuos lacanianos. Esto no es decir mucho para no decir nada. No hay que entenderlo con la mente, con la lógica. No hay que quebrarse la cabeza. Hay que quebrarse la vida. Decir "sí" a la libido, en cualquiera de las formas en que se presente, y seguirla obedientemente hasta el lugar que te lleve. Hasta el final, sin dejar las cosas a medias.

          El hombre que busca una respuesta para su propio problema, cuando este problema es el problema de su tiempo, encuentra una respuesta a su propio problema que es a la vez la respuesta para su tiempo. Esto lo avala la mera lógica. Pero es la ciencia, la experiencia, la que avala la universalidad de los contenidos arquetípicos. "Todo es Uno". No existe "mi" Plutón ni "su" Plutón. Existe Plutón, el mismo para todos. No existe "mi" Acuario ni "su" Acuario. Existe Acuario. La dialéctica hegeliana no es "su" idea. Es una idea universal. No es "mi" Luna. Es la Luna. Es muy complicado para mí entender cómo Giegerich, en una subversiva reinterpretación de ciertas realidades psíquicas básicas, hace que el arquetipo conduzca a lo subjetivo e individual exiliándose de su naturaleza esencial que es lo colectivo. Claro que la vivencia del arquetipo es personal, eso sí. No es lo mismo la Luna para un astronauta que para un kiosquero. Quizás la idea primigenia que lo posee tenga que ver con eso. Quizás esté dándole vueltas confusamente a la realidad de que los arquetipos son cosas colectivas que, sin embargo, a partir de cierto estado de la libido, conducen a una muy clara individuación, segregación, sólo en determinadas biografías. Ya hablé antes de eso, refiriéndome al arquetipo de la secta. La tensión entre lo individual y lo grupal. El sabio en la montaña y la sociedad en el pueblo. Más bien me parece que lo que ocurre con Giegerich es que es capaz de razonar lo que sea, por absurdo que sea, antes de concederle validez y actualidad a la religión exotérica, a la institución religiosa. Porque esa es la pregunta esencial que tenemos que hacernos de cara al mundo y al futuro. Ya sabemos que la libido conduce al final al sabio en la montaña. A muy pocos. Y sabemos que eso no es válido como respuesta para la comunidad. Eso es esoterismo. Giegerich parece que sabe esto también. Pero también sabemos que la forma eterna en que los arquetipos congregan a las comunidades en su forma exotérica, más inmadura, como la comunidad en sí es, es la iglesia. La cual empieza siendo primero una secta. Luego la pregunta urgente en la actualidad es ¿qué iglesia arribará en Occidente después del colapso definitivo del Cristianismo? ¿Será el Islam, hacia el que claramente se está desplazando la libido en nuestra sociedad? ¿O será otra, desconocida aún, llegada como ladrón en la noche?

          ¿Es que nuestra era verdaderamente ha abolido la conciencia propia del hombre religioso, del beato? Absolutamente no. El mundo sigue estando de libido de fe tan lleno como siempre. Sólo ha quemado las iglesias y ha cambiado unos ídolos por otros. Lo del becerro de oro, ya saben. Si es todo un clásico...

          Una pregunta muy interesante es ¿en qué punto está entonces la libido de Giegerich? Se resiste a caminar hacia la montaña, su destino genital natural. Se resiste a admitir el poder actual, efectivo, ahora en lo inconsciente, de la religión institucional. ¿Que tiene para enamorarse? Claro: los paseos por la ciudad, por el campo, mirar bellas arias rubias delante de los escaparates y comerse una salchicha bávara. No está mal... Ojalá su libido se conformara con eso y no quisiera transformarse más. Ah, no, qué error... Si él mira esa belleza de la vida simple la mayor parte del tiempo como un niño pobre el escaparate de una pastelería... Él no puede detenerse ahí mucho tiempo. La libido lo empuja a la montaña, solitario, pobre y despojado, ascético, él frena con los pies, y queda ahí, en ese típico espacio social que ocupan las eminencias intelectuales. En los mejores casos investidos de la búsqueda honesta de la verdad, que es exactamente el mismo "delirio" que buscar el Santo Grial. En todos, sostenidos en el trono del instinto de poder y la vanidad. Es ley de vida, es arquetipo. Quien esté libre de esas sombras que...

          Pero esto es resolver enigmas demasiado pronto otra vez. Los hombres-rana de lo inconsciente lo entenderán todo perfectamente y los aviadores del pensamiento seguirán dándole vueltas a la sintaxis y los significantes. Así que sigamos un ratito más como si no supiéramos casi nada de todo lo anterior.

          Las dudas metódicas que nos embargan son: ¿habremos salido de Guatemala para caer en Guatepeor -si es que hemos salido de algún sitio-? ¿Qué significa realmente este lugar donde estamos, como individuos, como especie? ¿Qué tiene de falso y de legítimo, de verdad y error? Es complicado descubrir el verdadero rostro de la libido. Ese es el arduo trabajo de la psicología profunda. El Sr. Gutiérrez, cuando era un mero adicto a las tecnologías audioviosuales, estaba convencido de que eso era realmente lo importante. De que eso era su vida. La religión defiende la verdad y en realidad se defiende a sí misma. La ciencia defiende la verdad y en realidad se defiende a sí misma. Que la Tierra sea el centro del Universo es un error astronómico (aunque no lo es tanto metafísico). Que la psique sea un epifenómeno del cerebro es un error psicológico, pero perfectamente aceptado en nuestro paradigma. En investigar eso se invierten hoy tremendas fortunas, y el dinero corre siempre en la dirección del credo, del paradigma. El pueblo proclama su soberanía como logro en la modernidad y a la vez no hace otra cosa la masa que delegar sus responsabilidades en un líder, como siempre. Nietzsche reactualiza el mito de Prometeo, el Superhombre, el Héroe, el mito central de las formulaciones religiosas, a los dos segundos de su futurista declaración del "Dios ha muerto". La vida simple nos atrae fuertemente como a las vacas, y al mismo tiempo todos tenemos nuestras vacas sagradas (aunque no se lo digamos a nadie) alrededor de las cuales la vida se nos complica grandemente. Y, como bien sabemos, si rechazas todo lo propiamente sagrado, numinoso, entonces cualquier cosa simple se convierte en sucedáneo de eso y se complica tanto como un libro de metafísica. Es el caso que todos tenemos en mente ahora, sí: el sexo, el amor. Ya lo advierte Giegerich: la complejidad de los dioses atrapa a la gente en esta época en la esfera de sus pasiones íntimas.

          Podemos traer a colación lo complicado que es diagnosticar bien la libido de una época recordando el caso al que hace referencia Giegerich en su ensayo: el de la mujer del barco. La compulsiva viajera. Jung dice, con arrogancia de vidente: "yo sé lo que esta mujer en el fondo busca incansablemente. Está atrapada inconscientemente en el arquetipo del peregrino, cosa que a muchos turistas compulsivos les pasa. Si se hiciera consciente que todo peregrino busca el Santo Grial, dejaría de vagar sin sentido, en banales travesías de japoneses con cámara, y empezaría a viajar con una meta más propia, más adecuada a su ser". Giegerich dice, con arrogancia positivista: "Que abandone su búsqueda. No busca nada, porque en realidad no hay nada que buscar. Que regrese a su casa, disfrute de la sencilla vida del funcionario, y se deje de tanto gastar en viajecitos. Es más cómodo ser agricultor que nómada ¿no?". Giegerich parace que acepta el diagnóstico de Jung de que ella busca la Luna. Obviamente, hay que regresar al principio y recordar que esa mujer sólo viaja. Está obsesionada con viajar. No sabe de Lunas ni ocho cuartos raros. Viajar es de gente in, de snobs, es algo de moda. Es cosmopolita, da glamour. Ni Jung va a convencer a la mujer de que se convierta en hija de la Luna ni Giegerich de que se vaya a casa, disponiendo de la fortuna de que dispone para hacer cruceros sin parar. Ahora bien, estoy con Jung: mucha gente que viaja compulsivamente es porque está buscando inconscientemente, recordando ahora a Heráclito, los límites del alma, del Logos. No exactamente los límites del alma, claro, que no los tiene. Está buscando el lugar donde termina el límite de lo conocido y se abre lo invisible y mágico: lo inconsciente. Es gente que huye, sí. Huye de lo dado, de lo conocido. Su libido la empuja a buscar, hastiada de lo banal. Pero si esto es inconsciente llega un momento en que te has gastado un fortunón en billetes de barco y no acabas de encontrar el amor que tu libido busca. Muchas veces el viajero encuentra, muchas veces no. Supongamos que Giegerich es su terapeuta, sabe todo esto, y el consejo que le da para ahorrarse unos euros es "simplifica tu vida". Jung ya le respondió esto hace muchísimo:

          La restauración regresiva de la persona

          Lo insoportable del estado de identidad con la psique colectiva empuja, como hemos dicho, a buscar soluciones radicales. Dos caminos se abren para disolver el estado de semejanza divina. La primera posibilidad es que uno intente restablecer regresivamente al estado anterior, el de la persona, tratando de subyugar al inconsciente por aplicación de una teoría reductiva; por ejemplo,interpretándolo como nada más que sexualidad infantil antes reprimida y ya hace mucho sin vigencia, que sería mejor reemplazar propiamente con un funcionamiento sexual normal. Esta explicación se apoya en el simbolismo del tipo indesconociblemente sexual que tiene el lenguaje del inconsciente y en una in terpretación concretista del mismo. O bien se recurre a la teoría del podeno, intepretando la semejanza divina como "protesta viril" y como forma infantil del propósito de poderío y la tendencia a la seguridad; lo cual se apoya en las igualmente indesconocibles reivindicaciones de poder que trae consigo el material insconsciente. O también se explica al inconsciente como la psicología arcaica de los primitivos, con que no sólo se cubriría suficientemente el simbolismo del tipo sexual y los propósitos de omnipotencia de la "semejanza divina", sino que además parece darse cuenta bastante de los aspectos y tendencias de orden religioso, filosófico y mitológico que los contenidos inconscientes presentan. La conclusión es en todo caso la misma, y afirma: el inconsciente no es más que esto o aquello; lo cual lo hace suficientemente conocido y reconocido como infantil, inútil, sin sentido, imposible y dejado atrás. No queda entonces sino encogerse de hombros, negar todo valor y resignarse. Para poder seguir viviendo de manera razonable no cabe otra posibilidad que reconstituir lo mejor posible ese recorte de la psique colectiva llamado la persona, hacer calladamente a un lado los hechos del análisis y olvidar hasta donde es factible que se posee un inconsciente. Se atendrá uno a las palabras de Fausto:

          Conozco bien el orden en la tierra
          pero lo alto su visión nos cierra.
          Tonto el que ahí clava el ojo parpadeante
          e inventa tras la nube un semejante.
          ¡Sienta el pie y mira entorno! El mundo nuestro
          no es mudo para el hombre ducho y diestro:
          ¿a qué a pasearse por lo eterno irá?
          10 que conoce, a mano está.
          El por su día terreno mueve el paso
          y, si espíritus rondan, no hace caso.
          Tormento halla y ventura a cada trecho,
          ¡él!, en todo momento insatisfecho.

          Esta sería una feliz solución, si el hombre lograra verdaderamente sacudirse el inconsciente de encima hasta el punto de retirarle la libido reduciéndolo a un estado de inoperancia. Pero la experiencia enseña que al inconsciente no se le puede retirar la energía: permanece siempre operante, pues contiene la fuente de la libido -en realidad, es esa fuente misma- de la cual emanan nuestros elementos psíquicos, primordiales, la afectividad pensante o el pensar afectivo, ese germen aún indiferenciado de lo afectivo y lo formal. Sería por eso una ilusión creer que por medio de alguna teoría o método se pudiera, mágicamente por decirlo así, arrancar la libido al inconsciente de modo definitivo, desconectándolo en cierto modo de ella. Uno puede entregarse a tal ilusión durante cierto tiempo, pero un día deberá decir con Fausto:

          Ya invade el aire tal embrujo y ruido,
          que nadie halla paraje guarecido.
          A la luz racional del día risueño
          la noche alrededor nos urde un sueño.
          Tornas del joven prado, alegría pura,
          y un pájaro te grazna: desventura.
          Tal red, temprano y tarde, irá a envolverte:
          la agorería confmna, anuncia, advierte.
          Y así te encuentras solo, acobardado.
          La puerta chirria, pero nadie ha entrado.
          ¿Hay alguien?
          El cuidado: La pregunta pide "¡Sí!"
          Fausto: Y tú, ¿quién eres, pues?
          El cuidado: El que está aquí.
          Fausto: ¡Aléjate!
          El cuidado: Estoy donde conviene.
          .........................
          Si no en tu oído, esto, empero
          retumbe en tu corazón:
          en cambiante forma impero
          con poder aterrador.

          El inconsciente no está ahí listo para ser "analizado" y acallarlo de ese modo. Nadie le arranca su fuerza operante así sea por el lapso más breve. Por eso proceder según la posibilidad aquí descrita no es sino engañarse y reeditar en nueva forma la represión acostumbrada.

          [Mefistófeles deja abierta una posibilidad que no es lícito pasar por alto, pues corresponde a algo real. Le dice a Fausto, que repulsa la "tonta brujería" y preferiría evitar la cocina de las brujas:

          ¡Bien! Un remedio tal que no precisa
          bruja, dinero, médico ni nada:
          ándate al campo ya, y de prisa
          empieza a darle al pico y a la azada;
          restringe vida y pensamiento
          al más estrecho de los círculos,
          haz de alimentos simples tu sustento,
          vive como ganado entre el ganado, y no tengas a robo
          nutrir tus mieses con tu propio estiércol.

          Quien tiene en sí la posibilidad de tal vida, empero, no cae nunca en peligro de fracaso con una de las otras posibilidades pues su naturaleza propia no lo constriñe a plantearse un problema que su misma capacidad intelectual no le alcanza para ver. Si llegara a enfrentarse con el gran problema, entonces esa salida le estaría cerrada.]

          Y esto mismo que respondió Jung hace mucho lo sigue respondiendo lo inconsciente ahora mismo.

          En cambiante forma impero
          con poder aterrador

          • Mi estimado Saturno, de entrada agradecerte el estilo Barrio Sésamo, a mi personalmente me ha ayudado a entender_me. El problema tal como yo lo observo es que toda motivación tiene como fin ultimo el llamado "Grial", sea en forma de Hada o Fauno, ensueño o hacerse materialmente rico, poder o coleccionar sellos, intelecto o filosofía, rodar una peli o tirarse a la rubia del quinto, dicho así diría que la misión ultima de la libido es enlazar tierra con cielo y ello parece disfrazarse de miles de formas, donde a la postre forma es vacio y vacio es forma. Ahora bien la rubia del quinto por experiencia se que solo me traera mas problemas, coleccionar sellos un vacio de perdida de tiempo, ser fauno es divertido pero hasta eso tiene fin..y los años pasan, y entonces subes montañas y viajas, te metes sustancias en la vena, te peleas con el mundo...y sientes que todo lo que hagas es un hacer inútil aunque entretenido.

            Aquí llegamos a un punto donde aparece la palabra "Rendición"...y querido ese y no mas Santo Tomas es el único camino hacia la Jerusalén Celestial...., por eso no me extraña que pasear por la ciudad sea un gran alivio, la simplicidad y que el mundo se pegue de leches, por que el hilo de Ariadna para poderse uno elevar necesita eso, rendición....

            Por que a través de la rendición se llegua al nagual, perdón a la percepción del nagual, y eso es un hecho probado, algo experimentado.

            Pero ete tu aquí, que el contexto no te va a permitir que te rindas, o peor,... uno mismo es incapaz de rendirse por motu propio, entonces como subterfugio sabes que te has de llenar de mierda para explotar, por que a peor va, mejor y mas rendido acabas.....

            Y en esas estamos apoyando a "G" y dando la razón a "J".....

            Necesito rendirme y pasear por la ciudad, por eso me río de las boludeces de "G" contra "J", por que ambos tienen razón, es una cuestión de orden, y si no es así, así lo vivo y así se lo he contado....

            Luego esta anima, que es digamos a la postre un camino a la rendición, por que des sus efluvios aparece la belleza que te lleva a la paz celestial, que es como una rendición pero mas natural y sin necesidad de golpearse la cabeza....

            Bueno todo esto te lo cuento desde mi ignorancia supina intelectual, como te lo contaría una Rana Gustavo dicharachera tomando una birrita en un bar, por que eso es lo que soy..

            Rendición....vía palo o vía anima, pero rendición.

            Juan Man

    • Sr. José Antonio,

      Me alegro sinceramente que usted se lo haya pasado bien. Espero que siga disfrutando con "su" Saturno, "su" Plutón, "su" salida del Hades
      y "su" lo que sea...
      Por lo demás, me doy por noqueado. He sufrido un KO técnico, por abandono.
      No me interesa este combate.

      Un saludo.

  • Pues andaba yo re_escuchando el Tongue in aspic, preguntándome el por que es tan complicado para algunos humanillos seguir el hilo de Ariadna desde su inferior.... a su superior posición relativa en la nanidad ?, cuando se volvió a llenar mi email del "G" y la "J", de estas laboriosas abejas con su hipnosis recurrente que viene de serie con el vuelo, y su natural predisposición a rejuntarse en manada una encima de la otra, siempre en su parte mas terrena y sacra, cuando como es normal en mi por que tengo alma de súper héroe me dije, y si les hecho una manita.... Un mano. Cinco dedos. Un palma con huella dactilar, por que si...., por que los súper héroes somos así, echaos palante y muy buenas personas.

    Por que los súper_Héroes no son todos iguales, los hay de nacimiento como "Yo" a imagen y semejanza de súper_man, luego están los que se hacen como Spider-Man, por error u omisión, o un golpe en la cabeza..Ahora por cierto ya camino por el Book Of. saturday, si me detengo quizás antes de terminar esta frase divague frente a Eaasay_Money, aunque a mi lo que me interesa es pegarle en la cocotera al talking Drum Artist_man, pero que no se me haga tarde "Me gusta el fútbol, los martes por la tarde" y no estoy como pa perder mucho el tempo y el compás, que Mesi tiene mas arte que el Hegel en sus mejores días.

    Que te puedo decir amigo "Drummm", y a ti epopeya de la "G" profunda, o a ti....clavicordio del incordio y la prepotencia de clases de Posología aplicada en tu belleza tan picasiana...Es tan sencillo, tan simplemente sencillo como una simple rendición

    Con las manos abiertas hacia el cielo...

    Simplemente di me rindo...

    Y el hilo te transporta.

    Y las abejas rezuman aleteos viciados

    en la noche oscura

    de los interminables pensamientos

    que auguran

    un nuevo día en la Jerusalén celestial....

    Juan_Man el Rumi poeta urban cowboy

    • jajajajaja... Nada ¿lo ves? Tanto abogar por la vida simple y ni disfrutan ellos de la primavera como disfrutaría el barquero ni me dejan a mí ni ensayar las horas que debo... No me puedo rendir porque el anfitrión de la fiesta es el último que se va a la cama.

      • Raul. Ya tendrás esa tranquilidad: la mejor,la del descanso del guerrero.
        !Animo!

      • A todos los presentes:

        A los que sean serios y estén realmente interesados en estos temas (¿y qué sea yo el que tenga que apelar a la seriedad...)
        Les invito a la lectura de una obrita titulada "En torno a Galileo" de Ortega y Gasset. Ahí se ve como estamos en un periodo de crisis tal como lo fue el Renacimiento,un periodo de desorientación, de pápito que desembocó el hombre cartesiano. Ahí se nos ve a todos retratados, incluso a Giegerich con su llamado a la simplicidad. Dice Ortega y Gasset al respecto:"La simplificación es, sin duda, lo más positivo que engendra la desesperación o su parienta la desorientación". El llamado de Giegerich es hijo de la desesperación(su mejor hijo), pero mal hace un hijo si olvida a su padre.
        Léanse ese libro !trabájenselo! No puedo transcribirlo aquí8sería demasiado trabajo. Que sea yo quien tenga que llamar al trabajo !Esto es delirante,desternillante!

        Si después de todo estoy de acuerdo con Giegerich. ¿Será verdad o será simplemente porque como Peter en su pelea con Garfio me cambio de bando según quien vaya ganando la batalla?

  • "La belleza impotente detesta al entendimiento porque éste exige de ella lo que ella no está en condiciones de dar" (Hegel: Prólogo a la Fenomenología del Espíritu). Y mientras en el mundo se están realizando los mandatos de poderes tan impersonales como la globalización, la ley de la ganancia rápida, la interconexión mediante la web, la emergencia de la virtualidad y la caducidad de las imágenes como productos de consumo y de publicidad, las cándidas "almas bellas" se deleitan jugando a faunos y hadas, y se complacen una autocontemplación narcisista y escapista, sin siquiera advertir que son exactamente la otra cara del mismo fenómeno. Supongo que en su mundo imaginario la Atlántida y el sentimiento inflado de ser muy especiales y muy libres les protege de advertir lo que no están en condiciones de afrontar. La pena es que en su inconciencia y su ignorancia supina, no adviertan su irreverente atropello ya no de la psicología, sino todo pensamiento serio. A ver si las "iglesias de la Atlántida" , con sus púlpitos pseudo-junguianos y sus defensores contra el "racionalismo" de Giegerich resisten el embate de una realidad que cada vez más los va transformando en material de deshecho. Que los ayude su chute de imaginación egoica. Lo imaginario nunca accede a lo imaginal. Pero Corbin también les queda lejos. Si sólo quieren divertirse, como niños desnudos en los bosques (en los bosques de una sociedad postindustrial, obviamente). El consumidor arrambla con todo.

    • Me recuerda a la náusea “Impotente” de Darwin ante la "Belleza Imponente" de la Naturaleza…

      https://www.odiseajung.com/2010/10/el-fuego-de-los-filosofos-desmontando-a-darwin-2-primera-parte/:

      "No sorprende, pues, que la naturaleza, turbulenta y caótica como el aborrecido mar, le produjera náuseas. Cuanto más hermosa era -una pluma de pavo real- más conmoción y más repugnancia le producía.

      El mareo físico de Darwin es claramente un síntoma de una náusea más existencial. Odiaba el mar porque nunca dejaba de fluir, de moverse, sacudiéndole hasta los cimientos. Se puede ver como una metáfora de su propia vida inconsciente y especialmente de sus movimientos, las emociones. Lo sabemos porque, en cuanto llegó a casa, se instaló en la campiña de Kent y apenas se volvió a mover. Cualquier viaje, incluso un viaje de un día a Londres, le hacía marearse de sólo pensarlo, le provocaba violentas náuseas y trataba de retrasarlo tanto como podía. Pero el movimiento físico no le afectaba tanto como el movimiento emocional. Un desacuerdo trivial con un colega le dejaba postrado con náuseas; el pensamiento de lo que la crítica pudiera decir sobre sus libros le hacía vomitar durante horas. Su enfermedad, nunca diagnosticada de manera satisfactoria, que se declaraba cada vez que se movía o era obligado a moverse, hizo que su vida llegara a veces a ser insoportable. «Una tercera parte de su vida laboral la pasó doblado, temblando, vomitando y remojándose con agua helada». No sorprende, pues, que la naturaleza, turbulenta y caótica como el aborrecido mar, le produjera náuseas. Cuanto más hermosa era -una pluma de pavo real- más conmoción y más repugnancia le producía.

      Pero la naturaleza no se estabilizaba ni se movía uniformemente, como la máquina que se suponía que era. Cada vez que Darwin la contempla, le hace estremecerse. Piensa en ella como una especie de madrastra malvada, aunque imbécil: «desmañada, derrochadora, torpe, grosera y horriblemente cruel». No puede soportar la vida, dice, sin la ciencia, su único baluarte contra el mareo y la repugnancia. Lucha por alcanzar el adecuado desapego científico, pero no puede mirar por la ventana de su estudio sin acordarse de «la espantosa aunque silenciosa guerra de seres orgánicos que se desarrolla en los pacíficos bosques y los amables campos»".

      Patrick Harpur

    • En una entrevista en que Corbin se encontró con Nurbakhsh, maestro de la Orden sufí Nematolahish , 30 años más joven que Corbin, el Maestro tras un caluroso abrazo le hizo una sencilla pregunta ¿Qué es un sufí? Corbin se quedó mudo, podía haber citado la vida -como había hecho toda la vida- de citar fechas, autores, palabras, pensamientos de la tradición sufí.

      Al rato, mientras hablaban de asuntos menos trascendentales Nurbakshs dijo (sin maldad, como quien afirma que el cielo es azul):

      “Un hombre perfecto-dijo el doctor Nurbaksh- es aquel que conoce a Dios. No a través de la palabra ni mediante la mente y el intelecto”.

      Corbin se lo tomó como un desafío personal, y empezó a discutir con Nurbakhsh -con un maestro vivo-e intentó finalizar la confrontación con una pregunta nada cariñosa. Nurbakshs, si dice lo que dice ¿Por qué ha escrito usted tantos libros?

      “Para pasar el rato” le respondió.

      Eso es maestría

      ¿Quién se está inflando aquí? ¿O mejor dicho quién está realmente inflado?

      • Como todo este debate, que es un pasar el rato nada más... No olvidemos eso.

        • Hubo una vez hace ya mucho tiempo que tuve una inmersión "Advaita", o mejor hubo por si misma una impresión "Advaita", un instante donde no había nadie, no había existencia, ni individuos, ni vacío, solo la ausencia repleta de colores, objetos, diálogos, de imágenes de personas, sonidos, como una película que representaba actores y escenarios, pero sin nadie detrás, una representación sin nadie representando nada, un juego de luz de la conciencia, su propio entretenimiento sagrado donde no hay nadie que nazca ni muera, pura imagen,....simple y llanamente una imagen que parece viva como vivo parecen los contenidos. Nadie..nada, un pasar el rato con interminables historias retorciéndose entre ellas mismas......, tan vacío como un sueño donde ni el soñador ni lo soñado tiene sustancia. Por lo visto en el sueño hay imágenes de filósofos y poetas,chamanes, musicos, psicólogos y astronautas, asesinos, sacerdotes, piratas, vendedores ambulantes, payasos, futbolistas, ancianos, gnósticos, victimas y verdugos, guerras y amor, muertes y nacimientos...pero a la postre solo luz sin ningún propósito..., un pasar el rato.

          Somos nada......

          • Mi amigo Jerónimo, que hace muchos años ya que no veo, un intelecto sólido y tenaz como una roca, contaba una experiencia límite que tuvo. Una tarde, en un cine, sintió el impulso de obligar a su consciencia a expandirse y penetrar como un cuchillo en todos los procesos vitales, internos y externos, concomitantes. Él cuenta que sintió el mundo deshacerse, y a su cuerpo también. Llegó un momento en que sus funciones vitales se empezaron a desintegrar. Perdió incluso el reflejo de la respiración. La mente había descompuesto al instinto. Hubo de ser asistido. Casi se muere asfixiado.

            Al atravesar la Nigredo, la descomposición hacia el caos de la conciencia hace que, a veces, cosas como la música se perciban como mera suma de ruidos sin ningún sentido global.

            Despierta o dormida, la conciencia sueña. Hay tantos tipos de experiencias de conciencia como tipos de conciencias y sueños hay. En unas lo perceptivo se impone sobre todo lo demás, y parece que el Universo fuera sólo percibir. En otras la mente se impone, y todo lo que no sea razón se descompone. En otras, el corazón se expande tanto que todo es amor. En otras... Esto, claro, está muy poco comprendido. Hablamos a tientas. Balbuceando podemos decir que según el tipo de experiencia uno capta con una lupa de enormes aumentos lo que una determinada parte de lo real es. En lo mejor, la experiencia cumbre es el enorme privilegio de asomarse a los límites del Universo. Es algo que cosas como el Hubble ni pueden soñar alcanzar. En lo peor, que la conciencia es tentada a tomar por el todo lo que aún es sólo una parte de la verdad. Aparece el maestrillo con su librillo del que hablábamos muchos comentarios atrás, que monta su secta proponiendo como absoluta una enorme verdad que, por más grande que sea, es aún parcial. Por todo esto hace muchos años que propuse redefinir la experiencia mística no como una meta, un final, sino como un principio. Es una puerta que se abre. Tras ella, mucho camino aún por andar...

        • Yo también estoy pasando el rato, y genialmente.

          Pero ese dardo no iba dirigido a ti !No te pongas en medio!

  • Sí, Harpur tiene una agenda (un programa ideológico) contra Darwin y contra la ciencia. Pero claro, Darwin cambió el mundo y la percepción del mundo, Darwin que viajó hasta los extremos del mundo (con mareo o sin mareos) como un intrépido explorador e investigador natural, mientras Harpur defiende el "retorno al Renacimiento" y otras posiciones no sólo imposibles, sino reaccionarias lógicamente. Eso sí, Harpur fue listo y en lugar de sólo correr por los bosques entre faunos y hadas consiguió hacer buen negocio y sacar partido de un mercado óptimo para sus productos de consumo "New Age". No, tonto no es. Otra "alma bella" aunque no tan cándida, como Tarnas, otro defensor de regresar al pasado: http://tinyurl.com/5oafdn

    • Enrique, debieras eliminar de tus ecuaciones de crítica los factores adlerianos, freudianos, sexuales y crematísticos, porque van a estar presentes siempre, tanto entre tus oponentes ideológicos como entre tus defendidos. Hay que obviarlos como se obvia en matemáticas el común denominador. La Psicología junguiana es en sí un enorme negocio. La Psicología en general lo es. Yendo a lo global: la Ciencia lo es. Jamás podríamos entender la verdadera faz de nuestro mundo actual sin comprender la inextricable alianza entre capitalistas, políticos y científicos. La Ciencia forma parte intrínseca de un determinado sistema de explotación, producción y distribución. Ninguna revolución ideológica en la Historia se entiende sin la participación de factores económicos, de competitividades por el poder y los recursos. Marx el hegeliano tenía su 15% de razón también. Es más: toda aquella lucha en que participe activamente la sociedad, es decir, la masa, está per se contextualizada en básicos y primitivos anhelos. Lo tenemos hoy en la "primavera africana": mientras los románticos ideólogos europeos ponen el acento en cuestiones sutiles como "libertad y democracia"
      , el pueblo árabe por lo que lucha realmente es por defender su dinero, en un período muy problemático de la economía mundial.
      Como ves, es fácil devolverte tu propia pelota hegeliana. Tú quieres ver estas sombras en las carreras de tus oponentes y no en las carreras de tus amigos. Te parecerá que la bruja Lola está en lo suyo por la pasta y que el psiquiatra Pepe cobra 200€ la visita por amor al arte y a la verdad. Hace algunos años supongo que pensarías que los junguianos clásicos estaban poco más o menos que estafando al pueblo y que los arquetipales cobraban justamente en fama y dinero lo que debidamente les correspondía. Piénsate todas estas cosas otra vez. Yo no puedo ver, a este nivel, tantas diferencias entre lo que buscamos tú o yo con un taller de interpretación de símbolos, a tal arancel dado, y lo que busca con sus actividades de fin de semana la escuela de Feng-shui y Tai-chi de un supuesto maestro Manolito Chen de Barcelona. De hecho, tu propio público me consta que oscila entre actividades así. Muerdes la mano a quien te da de comer.
      Ya lo dije en un comentario anterior: en el momento en que alguien publica un libro, da una conferencia y/o hace de sus inquietudes una profesión, Adler y Freud se reafirman en sus concepciones. Lo hagan el Papa o Hawking.
      He escuchado cosas absolutamente escandalosas de muy respetadas (por quien no las conoce de cerca) personalidades junguianas. Una vez alguien así me aconsejó: "Si tienes dificultades económicas, pídele prestado a tus pacientes. Plantéalo como una prueba de confianza para ellos dentro de la relación terapéutica". ¿Qué me vas a contar a mí de lo que realmente significa para la mayoría la Psicología junguiana, la Psicología en general, la Filosofía, la Mística, la "vocación", la "carrera", la "verdad", la "ciencia"?
      Basta ya de malos y buenos. Al menos en este contexto del que estamos hablando. Basta ya de sociopolítica barata. Como señalaba Jung: "detrás de un rico hay un diablo y detrás de un pobre, dos". Digamos con Hegel aquello de que "el hombre es malo por naturaleza", todos los hombres, y, una vez aceptado esto, vayamos al grano: verdad y error.
      Tú no eres ni biólogo ni físico y es normal que estés obligado a pensar en cosas de esas según se publiciten en los programas de Punset, los libros de divulgación (qué negocio, qué negocio...), y en los libros de texto debidamente filtrados por la institución. Yo tampoco lo soy, pero algo he investigado al respecto, colándome por algunos intersticios. Casi 20 años de mi vida estudiando en la adentridad de la Ciencia de algo me valen. He dicho muchas veces que la Biología y la Psicología están profundamente relacionadas. El primer modelo flagrante de esto es Aristóteles. A través del rastro que nos ofrecen biografías como la de Pauli, vemos que es preciso añadir a ese inseparable binomio (unido a través de lo libidinal, el impulso vital) la Física, que entra en el ruedo a través de la paradoja sujeto-objeto. De hecho, junto con él (Pauli), muchos físicos de la generación cuántica se interesaron profundamente por la cuestión de la psicología y el tema de la evolución. ¿Por qué? Porque no cuadra del todo el modelo darwinista entre los físicos. La Física tiene ahí la demoledora Segunda Ley de la Termodinámica que dificulta muchísimo entender el proceso de ordenación hipercompleja que es la vida. La Segunda Ley, muy posiblemente, sea vista en un futuro tal y como ahora despectivamente miramos aquello de "la Tierra es el centro del Universo". Pero no me puedo extender ahora más en algo que llevo aplazando ensayar por falta de tiempo varios años ya. Sólo apuntar que debieras oir a uno de los más grandes astrofísicos españoles, Juan Pérez Mercader, hablando de que la evolución de la vida en la Tierra sigue un patrón en perfecta correspondencia con la evolución de la materia inerte, la materia astronómica, en el Universo. O hablando de su interés por Jung...
      Un consejo: jamás pierdas de vista que la Ciencia es un mito. Nos habla de faunos y hadas como todos los demás. Hay mitos que se corresponden con la realidad, como los animales con las estrellas. Otros son meras falacias. Sigue apostando a pie juntillas por la evolución darwinista y estarás apostando a perdedor. Lo mismo si sigues apostando unilateralmente por Hegel sin darte cuenta que él mismo postuló que hay que hacerlo siempre por A, y por su contrario. Hasta que no vuelvas a reunir a Hegel con Schopenhauer no podrás pensar sobre la realidad con algo de coherencia. El asunto es que eso es exactamente lo que hacemos ya los junguianos. Claro que no esos "oportunistas, ambiciosos, oficiosos, que quieren representarla sin aplicarla a ellos mismos", como dice von Franz.
      Franz, que se tomó tan en serio, pero de verdad, la ciencia moderna. Y tanto por ello la criticó Hillman.
      El mundo moderno, el más oscuro y terrible desde los tiempos de la peste negra, es la demostración del fracaso de buena parte de la filosofía hegeliana, lo mismo que de las concepciones laplacianas y de toda la Ilustración en general. Y todo porque hemos pasado de ver la Tierra plana a verla chata. Bidimensional. Extensa, sin profundidad. Los crasos errores filosóficos unidos a nuestros sempiternos freudismo y adlerismo dan lugar a todo tipo de plagas.
      Regresando rápidamente a ese nuevo postulado científico de que la vida en la Tierra (microcosmos) se corresponde con el Cielo (macrocosmos). Regresando a la sincronicidad. En tu artículo del blog haces una fantasmagórica y falaz reducción de lo que tal cosa significa e implica. ¿Eres capaz de proponer, y quedarte tan pancho, que ese tipo de fenómenos se encuentran porque se buscan adrede a posteriori? ¿Será posible? No creo que hayas trabajado mucho con sueños, la verdad. Los sueños premonitorios están día sí día también en la consulta. Vas a llegar a decir que si uno sueña con un extraño perro verde y al levantarse para trabajar se cruza con un extrañísimo perro pintado de verde en la acera de su propia casa es porque lo ha buscado adrede, incansablemente, hasta encontrarlo... Cuando usabas el I-Ching, ¿cómo lo hacías? ¿Echabas las monedas y luego buscabas diligentemente el hexagrama y las líneas que más le cuadraban a tu forma de pensar y a tu percepción de la realidad a la sazón? Qué pensar más científico el tuyo, sí... Con tu forma de pensar acabas con los cimientos de la razón misma. La que usa Platón y la que usa Descartes, que es la misma. Porque destruyes los cimientos de la inteligencia.
      Descartes... Ya lo dije hace mil comentarios. Jamás entenderemos los logros de su razón sin regresar a sus tres sueños. Su doctrina es un producto de la adentridad, como todo lo demás. Si ya no confías en los sueños ¿a qué confiar en aquello a lo que dan lugar?
      Piensa, Enrique, piensa, pero de verdad... Estás atrapado en el mito de la evolución progresiva, de que todo tiempo futuro es per se mejor. En el mito de la revelación progresiva, que embarga a todo el islamismo, precisamente. Y a de Chardin, dicho sea de paso. Los pueres que me conocen saben lo que siempre les digo: "no seas tan ingenuamente optimista con el futuro. Sabemos que en la siguiente vuelta a la esquina que des siguiendo las señales y la intuición podría haber un tesoro, sí. Pero lo que seguro te vas a encontrar es un dragón". La revelación progresiva tiene su parte de verdad: el desarrollo hacia la totalidad va de pasado a futuro. Pero la constancia de que es posible involucionar también la tiene. La constancia de que es posible perder, equivocarse, errar, perderse. También tenemos constancia de lo cíclico, de lo kármico. Hasta tu querido Nietzsche lo trajo a colación, por Dios... Incluso la Segunda Ley de la Termodinámica tiene su razón: todo lo que no recibe renovada energía, información, inspiración, se desordena y regresa al caos original. ¿Por qué ese correr incansable y fascinado tras cada nueva "vuelta de tuerca" de la Historia en general y de lo junguiano en particular, per se? Frénate un poco, y ponte a pensar si esa vuelta de tuerca afianza el tornillo de la verdad o lo afloja, hombre...

  • Resulta muy interesante observar la sempiterna lucha arquetípica entre el puer y el senex. Sin embargo, en todo puer hay un senex y en todo senex, debería de haber un puer. El pensamiento no guiado por una portentosa intuición, no llega demasiado lejos. Y la intuición sin un buen pensamiento, se pierde en un bosque de faunos.

    Como Esquenazi, convengo en que la visión retro-romántica, al estilo de Rousseau, es propia de un alma cándida. Lo que no significa que haya de desecharse el acceso al Mundus Imaginalis, desde luego, pues éste es el verdadera manantial del que abrevar...

    • Resulta muy interesante observar el sempiterno miedo al pensamiento recurriendo a poner etiquetas (puer, senex, función sentimiento, función pensamiento) a fin de eludir la cuestión de la verdad o no de los argumentos, la validez o no de las ideas: ¡es tan fácil encapsular un argumento como "sénex" o lo que sea, y despacharlo!. Eso lo hace cualquiera, en cambio, ofrecer argumentos, como puede verse en esta cadena, eso sí que no es para cualquiera.
      http://tinyurl.com/6ekd8ef

      La impúdica referencia a la vida personal (hablar de lo que uno hace o no, de su pareja, de sus intereses y preocupaciiones, de lo que uno ha estudiado, de cuánto a uno le gusta o no le gusta tal y cual cosa, del yo-me-mi-conmigo) que puede leerse en muchos mensajes de esta cadena ya es reveladora de que aquí muchos usan cualquier tema (Jung, Giegerich, Hillman, Corbin) sólo como medios para un fin: narcisismo e inflación, continua auto(ego) referencia. ¿Puede investigarse algún tema seriamente, amarse el conocimiento, preocuparse por algo más que uno mismo, cuando se está instalado allí?
      El lector inteligente podrá sacar sus propias conclusiones.
      Lo que cuenta, como siempre, no es la cantidad de nombres que salen como temas, ni la cantidad de palabrejas filosóficas que se empleen (logos, nous, biología, Aristóteles, alquimia, Hegel, y así sucesivamente) sino el estilo de conciencia desde el cual se los afronta.

      • Por lo tanto si lo importante es el estado de conciencia Sr. Enrique con que se afronta un hecho, estarás conmigo que las verdadera prueba o madurez exige afrontar ciertos desafíos a lo largo de la vida con cierto talante digno y decisiones equilibradas, sin desborde emocionales histericos, estilo separaciones de pareja, celos, amor, enfermedad, muerte, perdidas importantes, pero de todas`posiblemente la que permite sondear el carácter de la conciencia al portador, permíteme este titulillo, seria precisamente el encuentro con lo desconocido, con lo irracional sin explicación donde el lado del pensamiento o razón no puede operar pues los elementos comunes y conocidos ya no sirven, es cuando al perceptor le pueden temblar las piernas.

        La pregunta es como un apasionado de "G" o de Hegel, "Jung", un enamorado del pensamiento racional primero enfrenta su lado emocional y no creo que Hegel o Jung tanto da el conocer sus obras completas, permita dar un entrenamiento a lado emocional, al carácter emocional del individuo, pero aunque así fuera, me gustaría saber cual es tu experiencia con lo desconocido verdadera piedra angular del modo de afrontarlo.

        Además seria interesante conocer como y de que manera eres capaz de modificar y manejar los estados de conciencia que permiten diferentes exposiciones a otros aspectos desconocidos de la realidad, que puede virar desde el mundo de las hadas y faunos a verdaderos contactos con entidades con conciencia de ser que pululan en esta gran obra que es la vida.

        Por ejemplo que tal andas de sueños lucidos ?, como te manejas en el mundo de los sueños ?, eres capaz de tomar conciencia y despertar en los mismos, moverte, modificarlos, entenderlos, sacar conclusiones practicas para la vida diaria ?.

        Como te llevas con las sincronicidades ?, abundan en tu vida ?. Te dicen algo?

        Has nombrado a Corbin, personalmente he descubierto que la posibilidad de acceder al Mundus imaginalis se basa en desarrollar cierta maestría en el arte de manejar la conciencia, mas diría se basa en un órgano perceptor que tristemente esta subdesarrollado en el hombre moderno, cual es tu experiencia, si es que la tienes, si viniera el caso quizás incluso podría echarte una mano.

        Que tal es tu dominio de la imaginación activa ?. De la creatividad artística ?, del manejo de las manos para plasmar un acorde, una pintura, un trozo de barro, una poesía, aspectos que corresponde áreas especializadas de la conciencia.

        Cual es tu experiencia Psiconautica ?, muerte del ego?, accesos otras realidades ?.

        Todos estos aspectos los nombrados al principio y los siguientes configuran algo llamado "Conciencia".

        No majete,. no Sr. Enrique no me conteste, seria entra en la boludez autobiografica del narcisismo ególatra...

        Simplemente contéstese usted mismo, y quedara contestada toda la cuestión sobre su estado de conciencia, que al fin y al cabo al que mas le interesaría seria a usted.....

        Le envió un amable saludo

        Juan Man el Súper_héroe, ademas de lector inteligente

        • ¿"Estados de conciencia"? NUNCA he mencionado eso. ¿Pensamiento "racional"? ¿Es que hay otro pensamiento? Heidegger por supuesto habla de un "pensamiento que no piensa", y eso debe ser ese "pensamiento irracional", que inmediatamente sugiere lógicamente su mención a un "pensamiento racional"...
          En cuanto a la escisión abstracta entre pensamiento y emociones (más cuando se usan esos términos como meras etiquetas para vaya a saber què), esa escisión sólo existe en su mirada (en su "nivel" de conciencia, que no "estado").
          PS: No existe lector "inteligente" que no piense inteligentemente, y esto incluye pensar "racionalmente" y no pensar sin pensar

          • Bueno Enrique es cierto no utiliza el termino estado de conciencia, usa un nunca visto e inventado "Estilo de conciencia" para afrontar algo en principio que no deja ver de que trata. Mire vayamos por puntos. La Ego_Centralizacion de la vida de un individuo perdido en los mundos de hadas y faunos puede ser un escapismo a la realidad pura y dura de una vida carente de sentido, no lo dudo, la New Age y derivados pueden ser autoconsumo ególatra, pero reconozca que para optar a un vida de simplicidad donde la busca de sentido es una patología narcisista en si misma, requiere por nuestra parte trascender ciertas áreas que abarca nuestra conciencia. El ego_centrismo no es solo el aspecto narcisista, la recurrencia en el "Yo" y el "Mi" como lo mas importante, el escapismo de no afrontar el espíritu de la época, ni en recurrir a Dioses ya muertos disueltos en el Alma del mundo con una concepción nihilista de la vida y nuestros semejantes. Existe un paso todavía no tocado por sus exposiciones, que es que para saborear la simplicidad y el paseo por la ciudad de una manera madura antes ha habido que afrontar los posibles estados emocionales a los que nos somete la vida, a saber : Los que corresponde al área del día a día como son los que se caracterizan por problemas de perdida, vease salud, pareja, económicos y mas sutiles como poder y control, en fin yo no tengo estudios de ningún tipo, pero me da que el inconsciente acaba dominando a las personas inmaduras no permitiéndoles la simplicidad de una vida que de respuestas desde la superstición o religiosidad con promesas de eternidad y redención. Pero también tenemos que no podemos llegar a conocernos a nosotros mismos si no investigamos como nos comportáramos frente a lo desconocido que puede hacer acto de presencia en nuestras vidas, por que eso delata a un Ego que racionalmente se sabe la doctrina de "G" e incluso se ha papeado a Hegel y a Jung, lo tiene todo claro, pero no deja de ser un Ego débil que busca la seguridad y el control mediante el intelecto y la razón mostrándose sin la patología de la búsqueda de sentido, pero totalmente vendido en cuanto un viento fuerte le arrebate su seguridad.

            Lo que usted no acaba de entender es que todo comienza con un desencanto y con una emergencia espiritual en el individuo que desemboca en una búsqueda de sentido vital que comienza en lo desconocido, en los mundos de faunos y hadas, que sigue con una dialéctica con el inconsciente a través de los sueños, con vicisitudes en el ámbito de lo desconocido que lo acorrala, en la necesidad de respuestas, en la paranoia, en la psicosis, dando entrada a un nuevo mundo que la razón y el pensamiento intelectual se le escapa y que necesita ser trascendido mediante la vivencia, para llegar a esa madurez de la simplicidad.

            Lo que esta claro es que la razón y el intelecto son como un dial fijo que no permite ampliar el ancho de banda de lo que nuestra conciencia es capaza de captar y que pone a prueba el talante y el equilibrio de aquel que doctrinalmente esta de acuerdo con "G" pero que es incapaz de dialogar con su anima que lo transporta al movimiento energético del inconsciente colectivo, que le impide mediante esa rigidez captar y ver y transitar el mundus imaginalis, simplemente por que de entrada la búsqueda de sentido ya le parece en si misma una patología narcisista....

            Esto es un camino, un camino peligroso, se lo digo yo y como comprenderá que me venga un inteligente muchacho titulado a decirme que soy un narcisista perdido en la búsqueda patológica de sentido, me da risa y por otro lado cierta tristeza por la incomprensión a la que nos vemos sometidos desde la atalaya del intelecto que no ve mas que lo conocido y comprendido intelectualmente.

            La persona inteligente es aquella que es capaz de manejar una situacion donde el pensamiento y el buen razonar no sirve, no es operativo, por que enfrenta lo desconocido, no hay inventario ni descripciones, solo se puede valer de su madurez emocional.

            Un saludo

            Juan Manuel

          • A colación, (yo-me-conmigo) mi ensayo de 2007 o por ahí:

            Mitos de la Ciencia.

            Que es en realidad el prólogo a todo el estudio sobre la evolución darwiniana, que algún día publicaré. O no.

      • Alguien te ha respondido ya lo obvio: el estilo de conciencia desde el que se piensa y habla es precisamente esa ¿subjetividad? "yo-me-mi-conmigo": el individuo, el yo y sus circunstancias, el yo y su biografía, que es el punto central desde el que luego se habla del Universo. En este foro y en los libros de Física y Química. Otra adentridad, otro encapsulamiento, del que es imposible evadirse. Y con esto aludimos al viejo Kant, dicho sea de paso.

        Desde el principio de la discusión te estoy alentando a que aclaremos antes que nada quiénes somos, desde qué conciencias estamos hablando de lo junguiano y del mundo, para ver si hay intersecciones cómplices o no, tú lo has rechazado sistemáticamente y ahora, en las postrimerías, justo sacas a colación eso...

        Con tu permiso, y sin él, voy a tratar de explicarle al foro desde dónde creo yo que viene realmente este rechazo a lo personal entre las nuevas hordas junguianas. En octubre del 2010 yo mismo escribí aquí esto:

        Lo importante es que él ha cogido el toro por los cuernos y está haciendo con lo junguiano algo que, en mi opinión, es prioritario hacer, independientemente de la escuela a la que se pertenezca: filosofía, ideología. Política.

        La terapia no es la máxima responsabilidad que nos echa encima el saber científico de los arquetipos. Tampoco lo es la enseñanza, por más útil que ésta sea incluso sobre la primera. El gran compromiso nos ata con la sociedad y la Historia. Lo primero que un junguiano tiene que reconocer y acatar es el explícito alcance del atributo colectivo de lo inconsciente. Sea para rechazar la sociedad actual, sea para tratar de transformarla, la prioridad junguiana es tener una postura ideológica sobre ello. Después, la divulgación no es importante si se hace a pequeña o gran escala. Lo mejor es que a menudo ocurre por sí sola.

        Saber algo de la naturaleza humana (por ende, de las sociedades y sus entresijos -y, siguiendo al oráculo, de los dioses y el Universo todo-) es lo más serio y grave que se puede atesorar como conocimiento. Recordemos la obviedad de que en un paradigma cientifista como el nuestro son las ciencias sociales en general y la psicología en particular las que heredan esa capacidad de influir inmediatamente en los códigos éticos, y, por lo tanto, legales, de los pueblos, que tiene la teología en los paradigmas religiosos. Profundizar en la Physis con fórmulas matemáticas transforma rápida y radicalmente nuestros sistemas de producción, pero sólo cuando la ciencia se ocupa explícitamente del quiénes somos la estructura social en sí misma es transformada. Desafortunadamente, es intrínseco que los saberes pierdan exactitud cuando se acercan a lo trascendente. Psyché es refractaria a ser atrapada por el cazamariposas matemático. No es un problema de endeblez científica en las Humanidades, sino que se debe a la inasible reciedumbre de los objetos a los que tratan de aplicarse.

        Según nos cuenta von Franz aquí, en la primera entrevista, Pauli también rechazaba el análisis personal a favor de lo filosófico, lo científico, lo político, el "saber impersonal", ya en los años 50 del anterior siglo. Es una polémica que viene de lejos. Viendo venir cómo esta idea se abre camino entre el mundo junguiano, no creo excederme demasiado si planteo que sería interesante analizar si todo ese rechazo que tiene Giegerich por el "fauno" y el "hada", por la producción de lo inconsciente, fundamento del trabajo en terapia, no lo es tanto por esos contenidos como por la terapia en sí. De este modo lograría entender yo esa cosa que me deconcierta tanto de Giegerich cuando acaba hablando peyorativamente de "mi" fauno, "mi" hada, como si lo inconsciente colectivo de repente en él se transformara en lo inconsciente subjetivo, personal. Si contemplamos que lo que le resulta demasiado personal, narcisista y subjetivo es el análisis individual: la persona que va a terapia a mirarse el ombligo. Aislándose en un consultorio del resto de la sociedad. "Yo-me-mi-conmigo". Es posible que Giegerich se explique a sí mismo de esta manera que yo trato de captar intuitivamente. Es posible que él sea consciente de eso mismo. Pero como conozco aún tan poco de su obra...

        Si son ciertas mis tesis cuadrarían bastantes cosas. Hegel, en efecto, ponía el acento en la sociedad y Schopenhauer en el individuo. Ahí está una de las máximas tensiones dialécticas entre los dos. La psicología junguiana, como hemos apuntado mil veces, ya trajo la síntesis de esa dialéctica al volver a recuperar para Occidente el valor eterno del "si quieres transformar el mundo tienes que transformarte a ti mismo". La manera más perogrulla y simplista de argumentar esto es diciendo que la sociedad no existe. Sólo la suma de los individuos. Luego si un uno no se transforma, un uno + uno + uno... tampoco. Pero me temo que el asunto es más complejo que esta simpleza matemática. En la práctica la Historia nunca espera a que se transformen todos los individuos de una sociedad. Suele ser uno solo, o muy pocos, los que encuentran el camino personal e íntimo que conduce a la sala de máquinas que mueve la historia colectiva, lo Inconsciente Colectivo, y traen para los demás ese transformador fuego. El camino a lo Inconsciente Colectivo es estrecho. No caben las masas. Es el "yo-me-mi-conmigo" de unos pocos el que descubre el "nosotros-nos-nuestros". Esto es lo que tengo en mente cuando tantas veces en este foro juego con la metáfora "Illuminati": los muy pocos que controlan a todos los demás.

        De todo esto hemos hablado ya al traer a colación el asunto de la tensión entre el individuo, la individuación, y la sociedad, la socialización, en el asunto de la secta. Pero no exactamente desde esta perspectiva.

        Es obvio que Jung, von Franz, van der Post, etc., toda la corriente junguiana primordial, antes y ahora, estaba y está preocupada preferentemente por las cuestiones políticas. Pero no se olvidaban, ni se olvidan, como nadie debería hacerlo, de que el camino a lo colectivo es el individual. Sin "yo-me-mi-conmigo" no hay ninguna esperanza para ninguna sociedad.

        Es más: el gnóstico, el individuando, se plantea a partir de un recodo del camino: "vine a este mundo solo, y me iré igual. Y todo este espejismo transitorio que ocurre en medio lo llamamos mundo y sociedad".

    • Sí. Lo suyo sería tener estas trifulcas hartos de rico vino en una terracita. Todo es más explosivo y peligroso pero ahí está la gracia... Sin una buena catarsis no hay verdad.

      • Pues sí, Raúl. Recordemos las palabras de Nietzsche: "El secreto para cosechar la existencia más fecunda y el más grande placer de la vida es 'vivir peligrosamente'. ¡Construid vuestras ciudades cerca del Vesubio!"...

        De otro modo, todo sería más soso y monótono. Y ya cansa un poco el Giegerich.

  • Sr. Raúl, yo sigo dándole vueltas al tema del significado de la vida, del sentido de la vida, de forma y manera que he estado rebuscando un texto que bien conoces, y aprovechando que las aguas han vuelto a la normalidad instalándose este silencio tan higiénico, me gustaría si es tan amable que me enlazara mundos y me lo tradujera desde una visión Jung, como explicarías lo que ha continuación este texto nos trata de advertir pero bajo el modelo Analítico de la Psicología. Pongo énfasis en subrayar que el significado y sentido de la vida es una minusvalía que el Ser Humano arrastra desde que perdió a su contraparte en una tonta caída en un llamado Paraíso, version mitico_religiosa. Thank you very much for you advance.

    "Desde el momento de nacer sentimos que hay dos partes en nosotros. A la hora de nacer, y luego por algún tiempo después, uno es todo nagual. En ese entonces, nosotros sentimos que para funcionar nece­sitamos una contraparte a lo que tenemos. Nos falta el tonal y eso nos da, desde el principio, el senti­miento de no estar completos. A esas alturas el tonal empieza a desarrollarse y llega a tener una impor­tancia tan absoluta para nuestro funcionamiento que opaca el brillo del nagual, lo avasalla; y así nos volvemos todo tonal. Desde el momento en que uno se vuelve todo tonal, no hacemos otra cosa sino aumen­tar esa vieja sensación de estar incompletos; esa sen­sación que nos acompaña desde el momento de nacer y que nos dice constantemente que hay otra parte de nosotros que nos haría íntegros.

    "A partir del momento en que somos todo tonal, empezamos a hacer pares. Sentimos nuestros dos lados, pero siempre los representamos con objetos del tonal. Decimos que nuestras dos partes son el alma y el cuer­po. O la mente y la materia. O el bien y el mal. Dios y Satanás. Nunca nos damos cuenta, sin embargo, de que sólo estamos haciendo parejas con las cosas de la isla, algo muy semejante a hacer parejas con café y té, o pan y tortillas, o chile y mostaza. Somos de verdad animales raros. Nos creemos tanto y, en nues­tra locura, creemos tener perfecto sentido."

    ¡El hombre es sólo mente!

    Cogió la botella de salsa y la puso en alto. Luego la dejó.

    ‑Como puedes ver ‑dijo suavemente‑, podría­mos muy fácilmente reemplazar mente por salsa de chile y acabar diciendo: ‑“¡El hombre es sólo salsa de chile!” El hacer eso no nos volvería más demen­tes de lo que ya estamos.

    Juan Manuel

    • Pero esto es otra cosa, JM. A ver... Convenimos con Don Juan en que el nagual es lo real, el noúmeno, la cosa en sí, y el tonal es nuestra percepción de lo real, nuestra interpretación, nuestra conciencia, el yo. Conciencia es interpretación. Ojo a esto, es radicalmente importante: conciencia es interpretación. Todo lo que podemos decir del nagual pasa a formar parte del tonal. La crítica de Don Juan, por tanto, es tonal. Es una botella de salsa también. La dualidad tonal y nagual es un tarro de mostaza también. Esto, visto así, sólo nos coloca en una desesperanzada posición frente a nuestra necesidad de conocimiento. Pero no hay por qué verlo así, pues la cuestión no es tan simple. No podríamos hablar del nagual si fuera completamente incognoscible. No podríamos hablar de lo inconsciente si fuera completamente inconsciente. Sería no absurdo, sino imposible, tener conceptos sobre cosas que no podemos discernir. La cuestión es que en el tonal hay, evidentemente, ventanas al nagual. El tonal es un mundo de sombras, y algunas de estas sombras reflejan con más nitidez que otras el objeto real, el objeto nagual. Las sombras son sombras, pero a partir de las sombras te haces cierta idea de aquello que las produce. Con un palo clavado en el suelo se atestigua ni más ni menos que el movimiento del Sol.

      Tonal siempre me sonó a sintonización. Hay conciencias que sintonizan fatal con el nagual, escuchan nada más que ruido y piensan que la música es así. Otras lo hacen mucho mejor, por ejemplo la de Don Juan, y cierta mejor idea se hacen de cómo funciona el reloj de los mundos. Esto es lo que nos interesa realmente. No lo que tiene el nagual de inaccesible, sino la capacidad que tiene el tonal de sintonizarse finamente con él. Según vemos en la sombra de las grandes pirámides de la vida, el sentido último de ésta es precisamente avanzar hacia esa fina sintonización. No sólo es que no se trata de un proceso megalómano y absurdo, sino que es de hecho un instinto, como instintiva es la gravedad. El principal comando del nagual.

      Si él tiene tanto interés en ser escuchado, será porque tiene bastante confianza en que los hombres, los tonalillos pululantes, algo podemos oír...

      • Lo que intentaba entender desde tu experta visión de la Psicología analítica Raúl es como explica la misma y ayuda a la expansión o contracción incluso desaparición de las diferentes formas de captar la totalidad del momento presente, que es lo único que tenemos. No me interesa la deducción pero si la intuición y ha que mecanismo esta asociado, no me interesa el sueño profético y sus consecuencias, si no si esta contraída o expandida la capacidad onírica, no busco pajearme con los mundos imaginales de Corbin, si no que estructura sustenta y permite su acceso, no todos tenemos la misma capacidad sensitiva de sentir, ni la de razonar, ni la de hablar.

        Para mi enlazar ambos mundos estriba que Don Juan tiene unas definiciones claras y simples, a saber : Tonal igual a Razón y habla, esta claro que para aumentar y expandir ambas se puede acudir a entrenar el intelecto, el conocimiento empírico, pero a la vez advierte que su excesivo manejo impide el uso del Nagual que es igual a la capacidad de soñar y tomar conciencia en el sueño, "Sentir" por todos conocido como un aspecto del nagual que tiene su propia idionsicrasia con su forma particular de conocimiento directo, también el "Ver" que tal como yo lo entiendo a pesar de ser muy amplio seria conversar con el llamado inconsciente que al no hablar se expresa mediante un símbolo, una señal en el ámbito del Tonal como una sincronicidad entre la pregunta desde el tonal a una respuesta en el mundo externo, como un ligazón que atraviesa lo psicodeo, y por ultimo la voluntad que es como un acto espontáneo directo suscitado por ver la energía directamente, una especia de mecanismo que no responde al intelecto si no a la energía donde el yo consciente puede o no puede enterarse de que va el rollito, lo que nunca me quedo claro cual era el órgano del Nagual que atraviesa el brumoso tonal y mediante un desdoble se instala en la visión como algo esporádico, pero también como un viaje a trabes del mundo imaginal, pero que existir existe y es proclive a desarrollarse.

        En fin que yo observo vuestras capacidades intelectuales de Tonales muy bien desarrollados, pero no acabo de entender sean Psicólogos Analíticos Jung o "G" de que manera ayuda a desarrollar las capacidades y posibilidades humanas para llegar a la totalidad o potencial que cada ser humano puede desarrollar en la esfera del nagual.

        Para que quiero conocer como se expresa el Alma en el mundo como si fuera un Psicólogo del alma colectiva si no como una manera de aumentar mi capacidad intuitiva, para que quiero saber descifrar el simbolismo onírico si luego tengo dificultades para recordar lo que sueño...en fin que entiendo la parte digamos prosaica de la Psicología analítica desde mi visión de aficionado, pero no acabo de captar como va mas allá en el desarrollo de las capacidades intrínsecas que nos hacen mas completo y nos dan respuesta al sentido de la vida, por que es ese desarrollo lo que al agruparse y crecer llena el vacío existencial.

        En fin he intentado desde mis carencias lanzar la pregunta a un Psicólogo Analítico.....

        Juan Manuel

  • Muy buen artículo.

    Por otra parte, no leí toda su acalorada e intelectualmente barroca discusión, aunque desde ya se nota una importante cuota de afectación en la polémica. He leído los artículos de Giegerich publicados por E. Esquenazi en su excelente pagina y, realmente, sigo sin comprender de donde nace por parte de un profundo lector de Jung como parece ser Esquenazi, la evidente admiración por este pensador que (al menos en mi interpretación de los textos mencionados) no veo que demuestre nada brillante fuera de lo que parece ser una poco disimulada ansia por ser reconocido como el genio que movió los cimientos de la psicología analítica, abriendonos los ojos encegecidos por la ilusión del viejo paradigma. Y digo esto no solo porque me resulta asombrosamente obvio en la retórica virulenta y arrogante del autor, sino porque sus grandes criticas parecen sostenerse sorprendentemente en un desconocimiento profundo del sentido de la obra de Jung (del que curiosamente dice considerarse sucesor), cuando no en una serie de postulados que repiten patéticamente muchos de las errores del positivismo más míope, desnudados por la propia obra de Jung. Hay, incluso, mentiras explicitas o errores groseros en la interpretación que Giegerich hace de ciertos aspectos de la teoría junguiana que hacen pensar si este pensador comprendió realmente a su "maestro" o profundizo lo suficientemente en su obra antes de apoyarse sobre lo que sabía o creía saber de esta para elevarse sobre ella en la postura de un genio innovador. Sobretodo porque, fuera de su falsamente grandilocuente crítica, esta autor no parece haber aportado o hecho otra cosa más que volver a las perspectivas psicologicas del materialismo más vulgar y a la soberbia más evidente del ego autosuficiente del hombre moderno.
    Verdaderamente, y aunque los textos de Giegerich proporcionados por Esquenazi sigan siendo material interesantes desde algunos aspectos concretos, en su función primaria de crítica a la obra junguiana solo pueden parecerme un lamentable ejemplo de engreímiento intelectual, pero sobretodo ignorancia.

    • Las miles de letras en los comentarios de esta entrada no hacen más que abundar en lo que acabas de resumir, a favor o en contra. Pero se entrevera la trifulca con bastante información colateral, que, para mi gusto, acaba siempre siendo lo realmente interesante. Todo lo que entra por el rabillo del ojo acaba teniendo más trascendencia que lo que buscas mirar de frente.

      Adelantándome a una entrada que quiero publicar, expreso aquí que toda esta, digamos, involución progresiva en el seno junguiano, tiene su punto de inflexión crítico en la creación de la IAAP. Lo junguiano está siguiendo el mismo modelo del decurso del eón pisciano, porque es un decurso que no corresponde sólo a esta era ni a esta complexión astrológica. Es un arquetipo bastante universal. En la Edad Media la escolástica hizo aquel pacto ingenuo con Aristóteles que provocó lo que provocó, y lo junguiano pactó con los estados la creación de una institución. El resto, ya lo estamos viendo. Era fácilmente predecible.

  • ¡Qué manía en solamente ofrecer opiniones personales acerca del mensajero y no ofrecer ningún argumento concreto en relación al mensaje! Manía, compulsión que nace de la incomprensión, por ello, estas opiniones antetodo y sobretodo "retratan" al que las formula.

    Si se opina que tal persona no comprendió uno debe ofrecer los argumentos que demuestran tal juicio, si no, todo queda, como abunda en esta página, en cháchara de egos entregados a la "sagrada" tarea de informar al mundo de sus preferencias y opiniones "personales". ¡Como si le importaran a alguien!

    En fin, páramos inhóspitos para la sana y tan necesaria reflexión sobre el tema.

    Saludos

    • Qué manía con tachar de subjetivos los argumentos de una parte y dar por hecho que la otra piensa con razonamientos de "dioses fuera de la máquina", como si el pensar se emancipara mágicamente del sujeto que lo ostenta... cuando piensa como Giegerich, especialmente, según parece que os consta. Todo el mundo ve que lo que Giegerich hace, como todos, como siempre, es hablar de sí mismo. De lo que tiene capacidad para ver, de lo que tiene capacidad de comprender. No puede escapar de eso. Todo el mundo lo ve menos vosotros, que en vuestra tremenda limitación personal no sois capaces de apreciar vuestros propios (y estrechos) límites. Eso sí que convierte cualquier conversación en árida e inconducente. Tuertos que acusan de bizcos a otros, y que quieren deificar su deformidad, convertir en modelo su incapacidad. ¿Dónde hemos visto esto? Ah, en todo lugar y en toda época, sí...

      No existen grandes pensamientos en hombres pequeños y vulgares. Así de simple. Eso sí, con un buen marketing, cualquier mona se vende sedosa. Sea de la estúpida New Age o de la no más inteligente Old Age, que es lo que tratáis de vendernos vosotros. Rancia ilustración, a estas alturas...

      Siéntate un rato y medita en que hace ya bastante tiempo que sospechamos que las mismas categorías lógicas son un asunto plagado de subjetividad. Hazlo, y verás abrirse ante ti la puerta de un jardín lleno de conversaciones realmente exhuberantes.

    • Señor Maria Moreno, usted no reconocio los argumentos en mi comentario, lo cual no los vuelve inexistentes.
      Por otro lado, ¿lo suyo no es una opinion personal? Todos las posturas, consideraciones y formulaciones que hacemos son opiniones "personales" (la mía, la suya) en última instancia, aunque tengan detrás la Enciclopedia Britanica o la biblioteca de Alejandría. La mía tiene detras los textos de Giegerich y la obra de Jung, asi como la simple convicción de que cualquier conocedor de la obra de este último puede desmontar con mucha facilidad las falacias de los postulados de Giegerich como desmonta los de un positivista ingenuo sin necesidad de reconocerlo como un autor de mayor consideración. Dejando de lado el hecho de que, dado el nivel de irrespetuosidad y la lamentable facilidad de levantar postulados no-argumentativos que este autor presenta, no parece merecer un tratamiento mucho mejor de sus criticos.
      Empero, dado que parece ser necesario para algunos, le puntualizare algunos de los argumentos que usted me pide al respecto de mi crítica en la contestación al señor Ezquenasi, más abajo.

      Saludos.

  • El Sr. Bronstein dice que Giegerich no entiende a Jung o que incluso miente, pero se ahorra mencionar exactamente POR QUÉ (citando textos, aun mucho mejor) ni expone esas "mentiras". Eso, lógicamente, no da pie a ninguna respuesta. El piensa lo que piensa sin mostrar nada que respalde su pensamiento. Yo, en cambio, puedo señalar cada frase de Giegerich y qué la fundamenta y en qué se basa. Claro, esto sólo si hay disponibilidad a entender su pensamiento, y no simplemente a rechazarlo porque "a uno no le gusta". Así no se piensa, no se argumenta, no se desarrolla nada. Sólo opiniones, hasta ahora completamente infundadas. Por último aclaro que a mí no es Giegerich quien me fascina, sino la verdad. Y estoy persuadido de que hay verdad en el pensamiento de Giegerich, porque entiendo y comparto plenamente sus razones. En cuanto a "conocer la obra de Jung", dudo mucho de que alguno en esta cadena la haya estudiado y analizado con la profundidad, el amor, la dedicación y la atención que ha mostrado Giegerich en más de cuarenta años de publicar artículos, libros y ensayos poblados de razones, pruebas, citas y argumentos. Seré amigo de Jung (o de Hillman o de Giegerich) pero aún más amigo de la verdad

    • Sr. Eskenazi, lo que usted me solicita es la densa tarea de ponerme a desarmar, punto por punto, el aparato teórico de los textos de Giegerich para exponer todos los errores, falsedades y falacias mencionados. Yo no lo considero un autor lo suficientemente relevante como para que merezca tal puntilloso tratamiento. Sin embargo, si usted me lo pide, en aras de la simplificación (y de mi tiempo), le señalaré algunos de los puntos que me parecen más importantes, tomando como referencia el texto "Es profunda el alma?" en donde Giegerich expone algunas de sus posturas más radicales con respecto a la psicología analítica:

      1)Toda la discusión sobre si el alma es o no “profunda” es estéril, partiendo del punto de que Giegerich está literalizando una forma simbólica. La “profundidad” del inconsciente es una metáfora, un símbolo imaginativo para representarlo (al respecto, recomiendo ver Patrick Harpur "El fuego secreto de los filósofos", Cap V). El “mundo del alma” se expresa en formas simbólicas, sean profundas o altas, pero no es por si mismo alto o bajo ya que estas son propiedades del mundo físico, no del mundo del alma. Aunque se pueda establecer relaciones de significado o interdependencia entre el mundo de los fenómenos físicos y el de los fenómenos psíquicos, reducir una dimensión de la realidad a la otra o fundirlas negando la diferencia entre ambas es una falacia que va en contra de la propia experiencia fenoménica (por esto creo que la frase de Raúl Ortega “no se trata de creer en la gravedad por leer a Newton, sino por caerse de culo” no es desafortunada ni poco rigurosa argumentalmente sino de hecho bastante precisa). (al respecto de la discusión sobre las superficies y las profundidades de lo real, recomiendo Ken Wilber, "Sexo, Ecología, Espiritualidad", Cap. IV).
      Aun cuando se pretenda, desde un punto de vista puramente idealista (o junguiano en el mejor sentido), considerar la totalidad de las experiencias como fenómenos psíquicos, y llamar a esta totalidad “alma”, dentro de esta experiencia psíquica no podríamos negar (sin caer en la más rotunda miopía) la diferenciación de los estados en que está experiencia se presenta: a saber, como mundo físico sensible y mundo mental no sensible (sentido o simbolizado como “interior”). Estaríamos entonces frente a un simple problema de terminología, y no fenomelógico.
      Por lo tanto, la siguiente frase de Giegerich, parte de un desconocimiento o malinterpretación del pensamiento junguiano, y simplemente no es cierta:

      "Mientras que dentro de la psicología el alma era omniabarcadora, la psicología misma fue planteada como limitando con, y totalmente rodeada por, un otro externo: la realidad “real”."

      Jung tenía ciertamente en claro la naturaleza primariamente psíquica de la experiencia fenoménica (“A los que creen haber dicho algo empleando la palabra “materia”, conviene hacerles reflexionar que lo que han hecho es sustituir la X por una Y, y que nos hallamos en el mismo punto en que nos hallábamos antes” "Recuerdos, Sueños, Pensamientos"), pero no por eso confundía los datos empíricos o era incapaz de diferenciar la fenomenología del alma de la del plano de los fenómenos físicos. La postura de Giegerich es una confusión que simplifica al extremo y quiere retrotraerse por medio del pensamiento lógico-analítico a una postura de no-dualidad (aunque sería realmente preciso llamarla "visión del mundo animista indiferenciada"), algo por cierto inherentemente paradójico, ya que todo su análisis parte del pensamiento lógico, cuya naturaleza misma es la de analizar las cosas a partir de la diferenciación (al respecto, Eric Neumman, "The Origins and History of Consciousness").

      2) Giegerich dice sobre Jung:

      “...avanzó hacia una forma pensante, reflexiva, de conciencia como único modo adecuado en el cual pensar acerca del alma..."

      Esto es una falacia totalmente anti-junguiana. Jung diferenciaba 4 funciones psíquicas básicas en su teoría, y ninguna es privilegiada por encima de las otras, sino que el ideal es que funcionen en un equilibrio dinámico (Véase Jung, "Tipos Psicologicos"). Con respecto al “pensar acerca del alma”, si nos referimos a las manifestaciones del inconsciente, es ridículo reducir la postura de Jung a la de un fenomenólogo racionalista (un estructuralista), cuando el aspecto “numinoso”, lo irracional, lo intuitivo y no lo meramente lógico-analítico-hermenéutico tienen un peso fundamental en toda su obra. El único que parece entronizar una función psíquica por sobre las otras es lamentablemente el propio Gieguerich, quien comienza y termina en la función intelectual, sin dejar espacio ni reconocer la legitimidad de las otras.

      3) Sigue:

      "Dos mil quinientos años después de Heráclito, Jung esperaba lograrlo, en su concepción del nuevo campo de la psicología de lo inconsciente, permaneciendo en el antiguo nivel de conciencia y sintiéndose eximido de tener que pensar en los temas primarios del alma.”.

      ¿Qué es esto? ¿Cuáles son los “temas primarios del alma” que según Giegerich Jung esquivaba con temor? ¿Qué es la vasta obra de Jung sino la preocupación y profundización justamente en los temas primarios del alma?

      4) Dice Giegerich:

      "El fundamento inconmovible del planteo de Jung era la frontera abstracta, externa, no psicológica (su “barrera a través del mundo mental”), que separaba “interior” y “exterior” como opuestos mutuamente excluyentes, espalda contra espalda, por decirlo así (...) En su pensamiento bien considerado, lo “interior” por una lado estaba separado de lo “exterior” (el objeto externo a nosotros) por una barrera insuperable"

      Esto es otra falacia grosera y descarada. ¿Qué es la hipótesis de la sincronicidad sino la formulación del un tema que intrigaba continuamente a Jung: las relaciones entre la psique y el mundo “objetivo”?

      5)Giegerich:

      “La implicaciones de la teoría de la sincronicidad amenazan absolutamente, en verdad sacuden, nuestra visión del mundo usual. Pero Jung no asumió responsabilidad por su teoría. Él no tenía la culpa. No tenía nada que ver con ello. No había, por su propia cuenta, llegado a una pretensión “metafísica” de una última unidad. Tan sólo había descubierto ciertos “hechos empíricos” acerca de la naturaleza psicoide más profunda del inconsciente colectivo. Vergonzoso."

      Yo diría que lo que es vergonzoso es que un pensador que se dice sucesor de su maestro bastardee sus ideas de este modo y demuestre así mismo esta desmedida falta de respeto. Pero dejando esto de lado, Jung ¿era responsable de sus descubrimientos? ¿Qué clase de idea es esa? ¿Era Einstein responsable de haber descubierto la relatividad? Como científico, como fenomenólogo, Jung era responsable de la objetividad y de la precisión de sus investigaciones y descubrimientos, no de lo que sus investigaciones revelaban. La documentación y el enorme trabajo de precisión académica en sus escritos lo demuestran con creces. Pero más importante, Jung sí tomo los datos empíricos y formulo con ellos una hipótesis: la propia hipótesis de la sincronicidad a la que Giegerich refiere, ni mas ni menos (véase Jung, "La Interpretación de la Naturaleza y la Psique").

      6)Giegerich:

      "La escisión neurótica en la psique occidental no es realmente patológica. Lo que la hace patológica es que no es entendida -no entendida como “síntoma” del hecho de que, en la historia del alma, la conciencia ha avanzado a un percatarse de sí misma como factor determinante, y como una mitad de un todo, un percatarse que simplemente requiere pensamiento y lógica dialéctica".

      Aquí la entronización de la función intelectual por sobre las otras tres se vuelve tan evidente en Giegerich como por demás patética, ya por otro lado arroja a la basura sin mas todo el modelo de Jung para la “cura del alma”, desde la confrontación con lo reprimido y lo numinoso como la necesidad de equilibrar los opuestos psíquicos, en los que toda la psicología junguiana hace especial hincapié, y que no pueden resolverse solo aplicando "pensamiento y lógica dialéctica". Giegerich, sin más, propone al “pensamiento y la lógica dialéctica” como la solución a todos los problemas del alma. En otras palabras, el retorno a la filosofía iluminista y cartesiana como modelo de la psique. Lo cual no solo es increíble (sobretodo en un pensador que se dice desvergonzadamente sucesor de Jung) sino paradójico y contradictorio con su propia formulación.

      7) Giegerich:

      "El alma no está escindida, no necesita completitud, porque siempre es completa. La escisión está en la estructura mental de Jung (y la nuestra)."

      "La escisión neurótica en la psique occidental no es realmente patológica. Lo que la hace patológica es que no es entendida (...) La escisión se vuelve neurótica, patológica, sólo porque se rechaza esta invitación, y la conciencia se encapsula obstinadamente en la inocencia de un modo anticuado de imaginar.

      La barrera no es real pero nuestro “modo de pensar” (modo de ser-en-el-mundo, en su propia terminología) la actualiza, la convierte en una realidad psicológica. Entonces esta forma de pensar, este "modo de ser en el mundo", está realidad del alma… está separada del mundo? ¿Cómo puede Giegerich no considerar este modo de pensar, esta realidad psicológica como "mundo" sin anular todos sus postulados anteriores?

      Y dice: "la escisión no es realmente patológica…" solo para decir a continuación “lo que la hace patológica es que no es entendida… etc..” Lo lamento, esto es una tremenda, absurda, grosera contradicción dialéctica que no solo no tiene nada de brillante o lucida sino que no tiene ningún sentido.

      Hay más que decir al respecto, tanto en este como en otros artículos de Giegerich, especialmente sobre sus críticas al respecto de la noción de arquetipo y del proceso de individuación, por limitaciones de tiempo, deberán (de ser necesario) quedar para otra ocasión.

      Recomiendo sinceramente volver a echarle un vistazo a ese artículo realmente lúcido, sencillo, esclarecedor y contundente de Jung que es “Consideraciones Teóricas sobre la Naturaleza de lo Psíquico”, publicado en "Arquetipos e Inconsciente Colectivo" para revisar los postulados fuertes y argumentos empíricos reales desde donde nace la psicología analítica.

      Saludos.

      • Todo lo que dice Giegerich es verdad, y es una pena que Ud. obviamente no lo comprenda (y no es mi tarea explicarle a Ud. lo que su falta de atención no percibe). En cuanto a que Giegerich "miente", tiene que tener cuidado en lanzar esas calumnias en público. Este foro no es importante, pero se hace vulnerable Ud. de una denuncia por difamación.

        • Mi comentario sobre la "verdad" o "falsedad" en los textos de Giegerich obviamente no está referida a la sinceridad científica o moral del autor, sino de su validez de verdad como postulado teoríco, asi que su aclaración está totalmente de más y fuera de lugar.
          Por otro lado, es muy fácil adoptar para usted decir que yo "no comprendo" sin explicar porque ni presentar una mínima contracritica a mis comentarios. ¿No era usted el que pedía razones, citas y argumentos?

      • Sr.Bronstein,
        Le agradezco el interés y el trabajo en su crítica a los postulados de Giegerich, como respuesta al sr. Eskenazi. Lamentablemente creo que usted no ha entendido lo que Giegerich quiere decir y que el sr. Eskenazi trata de explicarle. Tan solo me gustaria hacerle ver algunas contradicciones en las que usted cae en su respuesta. Será solamente, sobre las primeras frases de su respuesta, que quizás nos valgan como medida, para mostrar la sintaxis desde la que usted se expresa. Usted dice:

        Toda la discusión sobre si el alma es o no “profunda” es estéril, partiendo del punto de que Giegerich está literalizando una forma simbólica.

        Giegerich, en su artículo, plantea la pregunta: es profunda el alma?. La plantea como punto de partida. Hace psicologia, o sea: atiende el “logos” de la imagen. No habla de lo que es o no es el alma. De hecho Giegerich, acerca del fragmento 45 de Heráclito, comenta: “....Su interés es por el alma, pero como el alma no puede tratarse directamente, este estilo de investigación psicológica tiene que asumir la forma de comentario sobre “documentos del alma” dados. La pregunta psicológica no es ni puede ser qué y cómo es el alma, sino cómo se refleja el alma en sus manifestaciones. No somos tan ingenuos como para querer confrontar el alma directamente. Hemos entendido que la psicología es el estudio del reflejo en algún espejo y no el estudio de aquello de lo cual la imagen en el espejo es un reflejo”.

        Como ve Giegerich no habla de si el alma es o no profunda, no habla de si el alma es tal cosa o tal otra, como usted hace sin darse cuenta, calificando el debate de estéril. Justamente este aspecto es de vital importancia y es lo que no le permite a usted poder “entrar”. Usted habla directamente del alma. Y no se da cuenta que la pierde, que la cosifica, que ya no está disponible. Solo está disponible para el ego, que en su necesidad de explicación, convierte el pensamiento vivo de Jung, en una cosa muerta, una especie de “plantilla” que usted aplica a cualquier manifestación del alma; sin darse cuenta además, de que en usted se está atendiendo el ámbito del alma, desde ese estilo de consciencia.

        Giegerich expone en ese mismo artículo, acerca de como hemos de acercarnos al texto de Heráclito: “Sería un insulto a Heráclito suponer que lo único que pretendía hacer con este fragmento era establecer una especie de “máxima áurea de sabiduría” acerca de la profundidad del alma; no se trata de sabiduría, ni de máximas, ni de una verdad estática y acabada, sino de un pensamiento. Tenemos que entrar en el preciso y complejo proceso de pensamiento que Heráclito condensó en este fragmento, y pensarlo, reconstruirlo, es decir, seguir su movimiento interno; tenemos que desarrollar lo que nos presenta en la brevedad de una frase. Para hacer esto, tenemos que dejar atrás todo el equipaje que traemos, todas nuestras ideas preconcebidas acerca de la naturaleza del alma, así como de su “profundidad”, y someternos de hecho al viaje mismo al que nos envía nuestro texto, a fin de descubrir adónde conduce este movimiento y cuáles son sus resultados”.

        Como ve, intenta seguir “el movimiento interno” del texto, no lo que él cree a priori que es o no es. Permite que el texto muestre su lógica, su pensamiento, que “diga”. Es la consciencia la que toma consciencia de sí ( compara el fragmento 45 con el Salmo 139), y se reconoce como profunda. Pero que significa profunda? Hay que pensar (evidentemente no me refiero a la función pensamiento (otra plantilla) sino a lo que Giegerich hace con el fragmento de Heráclito. Eso es pensar y a su estudio le remito). Hay que pensar la expresión “houto bathys” ( tan profundo), en sus propios términos. Dese cuenta, de que en este punto, usted ha levantado el vuelo, ha huido de la tarea de “pensar”, hacia una abstracción que además de que no quiere decir nada, no tiene sentido. Tal abstracción es :

        La “profundidad” del inconsciente es una metáfora, un símbolo imaginativo para representarlo.

        Ya tenemos plasmada la huida ante la tarea de tener que pensar el movimiento interno del texto. Resulta que “ la profundidad” es una metáfora del inconsciente ( a saber lo que entenderá usted por inconsciente, parece que es un saco donde cabe todo y uno se queda tan ancho). Un símbolo imaginativo: esto no tiene sentido, un símbolo no es imaginativo. Al final de su Tipos Psicológicos, C. G. Jung escribió, "Mientras un símbolo se mantiene vivo es que constituye la mejor expresión de una cosa. El símbolo sólo se mantiene vivo mientras está cargado de significación. Mas en cuanto alumbra su sentido, es decir, en cuanto se encuentra la expresión que formula mejor que el símbolo la cosa buscada, esperada o presentida, puede decirse que el símbolo muere. Ya sólo tendrá significación histórica" (Tipos psicológicos, Capítulo XI,). Que es eso de un símbolo imaginativo, un símbolo que imagina? La imaginación, lo imaginal, lo imaginario, no son atributos del símbolo. Vincular alegremente “ símbolo imaginativo” es no decir nada, con el agravente de creer, que usted está diciendo mucho. Le sugiero que vuelva a leer el artículo. Es la mejor manera de darse cuenta de lo que le estoy diciendo. Es un artículo maravilloso en el que Giegerich, además de tratar la temática del artículo, nos muestra como se puede pensar.

        Además, sobre “ la profundidad como símbolo” y parafraseando a A. Bica:” Cuando un símbolo está vivo anímicamente no hay tres "símbolos" de lo mismo -1) lo que era cuando estaba vivo (el símbolo cargado de significación anímica, compartido comunalmente y que determinaba la vida de cada individuo), 2) lo que es hoy en su positividad (aquello que ha explicitado el símbolo y que hoy es lo que efectiva y comunalmente es compartido por todos), y 3) lo que era para otro tiempo en tanto vestidura mítica o imaginal como cáscara muerta que contenía la vida que ya no tiene (como una pieza de museo para visitar o para dedicarle un estudio arqueológico, o también como una experiencia subjetiva individual (el mundo del entretenimiento y del espectáculo))”.

        Partiendo de la pregunta acerca de la profundidad, Giegerich llega a penetrar la imagen de “profundidad”, entendiéndose ahora como absoluta interioridad. Llegar a entender “profundidad” como “ absoluta interioridad”, es algo que no se puede hacer hablando de “símbolos imaginativos” o “metáforas del inconsciente”. Simplemente, porque si usted lo hace de esa manera, se queda en la más árida de las superficies. Se queda usted “fuera”. No usted: la consciencia desde la que usted se acerca al tema.
        Tiene razón Giegerich, cuando comenta ( y lo hace en el mismo artículo, que le pido vuelva a leer), que el mundus imaginalis, no puede ser sino una manifestción de la res extensa. Voy a citar una última frase de su respuesta:

        El “mundo del alma” se expresa en formas simbólicas, sean profundas o altas, pero no es por si mismo alto o bajo ya que estas son propiedades del mundo físico, no del mundo del alma.

        Aqui se pone en evidencia la contradicción que se vive en usted y que aún no ha sido resuelta. Quizás Descartes pueda serle de ayuda...Usted califica de “profundas o altas” (que son atributos físicos), las formas simbólicas en las que se expresa, según usted, el alma. Para después pasar a decir “ que no es alto o bajo” porque esto es físico...O sea, califica con atributos físicos, lo que para usted no es físico, pero no sabe como designarlo de otra manera. No le parece que esto es quedarse en la superficie, que carece de rigor. No se puede decir es”como si fuera así, pero sin serlo..” y quedarse tan ancho.

        Justamente Giegerich, le muestra en ese artículo, como se puede ir “ más allá” de la superficie en la que , inadvertidamente, está usted instalado. Ya hablar de anima mundi, implica el estar viviendo en un mundo que ha perdido el anima. La ha perdido, porque el alma ya no se encuentra donde se encontraba. Eso lo vió Descartes y usted se empaña en negar a Descartes, pero a pesar suyo, usted la da tanto la razón a Descartes!! Usted está ya situado en la escisión y por eso lo ve todo escindido: físico/mental, interno/externo...y utiliza la “plantilla” en la que ha convertido el pensamiento de Jung, en algo que le permite vivir fuera de la historia del alma.

        Jung no sabia de “plantillas” ( esa especie de mapa que usted superpone a cualquier acontecimiento, para negarle su “verdad” y pasar a explicárselo desde “ la plantilla”: animus por aqui y anima por allá, arquetipos por aqui y complejos por allá, inconscientes personales por aqui y inconscientes colectivos por allá, si-mismo por aqui y proceso de individuación por allá, yo por aqui y sombra por allá...) Imágenes que esataban vivas en Jung, pero que en su movimiento lógico, han dado paso al pensamiento que habitaba en ellas y que supone su muerte como imagen.

        Parece que usted es partidario de practicar el más absoluto inmovilismo en la sintaxis, para luego en la semántica hablar de toda clase de fluideces y símbolos e imaginaciones. Eso es una neurosis. No suya. Sino de la verdad atrapada en la consciencia desde la que usted vive, en forma de rechazo
        .
        Desde estos presupuestos, no pensados, es muy difícil que usted pueda entender a Giegerich. Pero es mucho mas difícil aún, que usted se de cuenta de la cárcel en la que tiene encerrado al pensamiento de C.G.Jung.

        Un saludo.

      • Paso a reflexionar un poco sobre este punto

        “Dos mil quinientos años después de Heráclito, Jung esperaba lograrlo, en su concepción del nuevo campo de la psicología de lo inconsciente, permaneciendo en el antiguo nivel de conciencia y sintiéndose eximido de tener que pensar en los temas primarios del alma.”.

        ¿Qué es esto? ¿Cuáles son los “temas primarios del alma” que según Giegerich Jung esquivaba con temor? ¿Qué es la vasta obra de Jung sino la preocupación y profundización justamente en los temas primarios del alma?"

        Menos mal que aquí por lo menos usted simplemente formula preguntas, por lo que implícitamente confiesa o que no ha estudiado el tema como es tratado por Giegerich.

        Jung, por supuesto que dedicó lo mejor de su vida al estudio del alma. Fruto de ellos es su magnífica y original obra. Para el autor "criticado" los temas primarios del alma y siguiendo una de las geniales intuiciones de Jung, la psique objetiva, es que precisamente no se deciden en el plano de los humanos y sus preocupaciones y/o intereses egoicos.

        Y esta es precisamente una de las contradicciones en las que incurrió el genial psicólogo. Frente a los problemas de su época el confeccionó su propia agenda: restaurar el significado perdido (la muerte de Dios) por medio de su psicología, siendo uno de los temas fundamentales, el proceso de individuación que pone en juego supuestamente la totalidad de la psique y cuya realización consigue llenar el vacío, restaurar la presencia numinosa ahora, eso sí, en el "interior" de cada persona. Para ello vuelve su mirada atrás y busca con ahinco y fervor los temas que en su momento fueron plenamente portadores de valor anímico, los dioses paganos, la alquimia medieval, las ideas gnósticas, etc. Propone, entonces, sus hallazgos como temas primarios del alma, sin advertir que

        1. estos temas o "realidades" ya no eran históricamente vigentes, el alma los había dejado de lado tiempo atrás.
        2. los temas era seleccionados por su propia necesidad egoica de salir de la neurosis, de paliar la ausencia de dios o significado, sin advertir que la huída de esta realidad ominosa y el temor a sus consecuencias, no son las mejores motivaciones para entender el significado actual y vigente de esta ausencia de significado, sin advertir que quizás esta ausencia de significado es el tema que el alma decide por si misma como principal, que exige ser asumido, confrontado, pensado.

        Jung propuso como temas primarios aquellos que convenían a su propia agenda restauradora y salvadora, ignorando estos otros grandes temas que hoy aglutinan la pasión del alma, es decir que son sus temas primarios: la globalización, la economía, la ciencia y tecnología, el mundo convertido en parque temático, la sociedad medial , etc. etc. temas que usualmente no entran en las disquisiciones de sus seguidores demasiado ocupados en "individuarse" merodeando por los países y épocas de antaño: los faunos, las hadas, los mitos eternos, el olimpo, etc. antigüedades de museo que son "vendidos" como los temas primarios del alma y su posibilidad de "redención".

        Jung propuso como temas primarios del alma, un conjunto de "realidades" que él consideró como atemporales, creando una nueva realidad, un constructo inobservable, metafísico, el inconsciente colectivo, contenedor de verdades y presencias eternas, sin advertir que esta construcción innecesaria era lo que justamente necesitaba para dar visos de realidad y vigencia a unos temas que ya no la tenían. No tenía ni realidad ni vigencia más allá de los postulados y exigencia prácticas de su agenda "redentora".

        Saludos

        • Por enésima vez:
          -Nadie en su "sano juicio junguiano" podría atreverse a hablar de las funciones psicológicas como "funciones del ego". En cualquier caso, yo no lo hago, ni las he entendido así nunca. Ni Jung tampoco. Sin ir más lejos, Alberto Chislowsky hace ya mucho tiempo que ha publicado trabajos donde muestra la procedencia en el doctrinario de Jung de las funciones psicológicas: las intuiciones astrológicas sobre los elementos agua, tierra, aire y fuego, que son esos materiales, que tanto le interesaban a los presocráticos, de los que está compuesto ni más ni menos que el Cosmos en sí. Dicho de otra manera: son sustancias divinas, metafísicas, que se encarnan en el hombre, que descienden hasta él tomando sus reconocibles formas psíquicas. Las funciones psíquicas hay que entenderlas, por tanto, como todo el resto de lo arquetípico: desde lo transpersonal, e incluso no humano, hasta la creación y sus criaturas.
          -Estoy de acuerdo con Giegerich en hacer una gradación vertical en el valor de las funciones (que él no hace explícitamente hasta donde yo sé, sólo se le capta por inferencia). Igual que existe una jerarquía que ordena al Yin y al Yang, las funciones espirituales no se integran al mismo nivel de importancia y relevancia con las funciones terrenales. El pensamiento, heredero privilegiado del Logos, hay que situarlo en la zona superior, por ejemplo, al lado de la intuición. Es así cómo se entiende que el arte y el amor orbiten alrededor de Sofía, y no al revés. Esto es polémico y está sujeto a cierta reconsideración y ajuste, según caso, según individuo.
          -Estoy de acuerdo con Giegerich en sus planteamientos frente a la terapia. Son los mismos que tengo yo desde el principio. No se trata de aliviar síntomas y reducir dolores, sino de la búsqueda de la verdad que nos hace libres. Aunque te vuelva un tanto lisiado...
          -Comparto sus reticencias frente a lo institucional. Eso sí: me pregunto si aún forma parte de la IAAP. Y si lo hace, por qué.
          -Es viejo el darse cuenta que los aspectos filosóficos, científicos y políticos de lo junguiano son un asunto crucial. Desde el principio lo junguiano es una cosmología que crítica a toda una cultura, que tiene otra. Lo que falta es convertir eso en activismo, en práctica. Falta el Marx de Jung. Pringarse con toda esa suciedad. La cuestión es que el individuando debe dar al César lo que es del César, y a Dios lo propio. Y la ingente mayoría de junguianos no tiene ni idea de cuáles son ni sus dioses ni sus césares. Mucho menos "el" Dios y "el" César. Son como los indignados de la Puerta del Sol: sin saber realmente ni por qué ni contra qué. El junguiano está aquejado inherentemente de "malestar en su cultura", pero hay demasiados que siguen sin encontrar el verdadero alivio a eso. Frente al sentido no dejan de dar manotazos en la oscuridad, a ver si lo encuentran. Están en proceso, como sus pacientes. No se puede luchar si no sabes bien para qué. El sentido, lo más importante en la vida individual y colectiva, el centro, sigue siendo una polémica abierta en el seno junguiano. Caso por caso y grupalmente. Una polémica que tiende a convertirse cada vez más en galimatías. Giegerich es un ejemplo de ello, proponiendo mitos del sentido incluso antagónicos a los de Jung.
          -Hay algo legítimo en que las cosas sean así. Al Dios, al César... Es la misma psique, y no las teorías de Jung, lo que empuja fuera de la sociedad al individuando, fuera del espíritu de su época, y luego, cíclicamente, lo vuelve a reintroducir en él. Es la misma psique la que avala el yo-me-mi-conmigo de la terapia, de la individuación, y toda la trascendentalización personal, que es exiliante, al lado de los fenómenos sociales de sectarización y secularización. ¡Por supuesto que uno no se encuentra con esos antiquísimos motivos en la psique porque esté fastidiado con los intereses del mundo actual! ¡Eso es una locura total, una inversión de los básicos más básicos junguianos y esotéricos! Sobre todo, va contra todas las evidencias, experiencias y vivencias, y toda la lógica aplicada a ello. La experiencia primigenia es la de la irrupción sorpresiva, como el trueno, del mundo férico, el hada y el duende, en un mundo psíquico que se creía completo en sí mismo, completo y seguro, enraizado en su presente. Un mundo que está fuera, más arriba, de lo que vemos mirando el horizonte. Más arriba de nuestro tiempo, de nuestro espacio. Por encima incluso de nuestras leyes generales científicas.
          Claro que la psique está completa en sí misma siempre. Ya lo decimos constantemente: la energía no se crea ni se destruye, sólo se transforma. Cuando el anima se proyecta en una mujer, ahí delante nuestro, en la línea horizontal, estamos completamente enamorados. Y nada hay más traumático y doloroso que esa misma energía queriendo sublimarse hacia un espacio abstracto superior: el anima en sí. La verticalidad atraviesa como una daga la horizontalidad y la rasga. Todos los planes que tenía la libido para este mundo se rompen. Tratar de mantener esa libido sujeta al horizonte es antiterapéutico, y una pésima postura política.
          Es complicado, como vemos, servir al espíritu de la época, el César, y al de las profundidades, Dios. Es complicado más allá de la misma torpeza, inoperancia, estulticia, que impregna por doquier al mundillo junguiano, y a todos los mundillos (por ser mundanales mundillos, precisamente). El primer servicio se hace en grupo, el segundo más bien en soledad. Pero sí, en efecto, hay que hacer las dos cosas. Como digo a menudo: cuando empiece la tercera guerra ¿en qué bando lucharás? Un junguiano oponiéndose a las políticas que incluyan conceptos alrededor de la verticalidad sí que es una verdadera vergüenza. Un junguiano que no vote a nadie es comprensible y hasta loable. Más loable aún sería embarcarse en una revolución, si el espíritu lo demandara y hubiera agallas para ello. Un junguiano apoyando políticas ilustradas, cientifistas, progresistas, laicistas, es diabólico.
          -Lo peor de Giegerich es... Hegel. Y volveré a decir una y otra vez que es algo que se cura tomando una pastilla de Schopenhauer cada 4 horas. Al mismo tiempo, vuelvo a repetir: lo mejor de Hegel es Heráclito. Lo peor de Giegerich es su amor por la res extensa, por los horizontes, que lo obligan a despreciar la res cogitans. Claro, no puede darse cuenta de su propia oposición, porque está convencido de que él es el vocero de la misma res cogitans en sí. En realidad es así: el Logos es numinoso en él. Pero no acaba de hacer consciente lo que eso significa. Significa, antes y por encima de cualquier otra cosa, verticalidad. Profundidad. Significa que la res cogitans, el individuo, el yo-me-mi-conmigo, es la puerta al mundo superior. Las ideas primigenias, hechas de la misma materia que el Logos, se encuentran asomándose a un mundo extraño desde la soledad interior. Pero bueno, éste es el problema de toda la filosofía racionalista en sí. Son hijos del Logos y abjuran de él, en lo que realmente esto significa. Desprecian la numerología y reivindican la matemática. Desprecian las ideas platónicas y entronizan las ideas abstractas. Son como timoratos y pusilánimes. Como Pedro con sus tres negaciones. Jung, la parapsicología y la New Age en general son la respuesta histórica de Psique a la Ilustración. Con mejor o peor fortuna, claro está. Y ahora aparece entre los junguianos un ilustrado que vuelve a contestar a Jung... Giros y giros, vueltas y vueltas... Así es la Historia en general. Creer que esa rueda conduce per se a algún lugar especial e interesante es ingenuidad optimista. La dialéctica hegeliana, aplicada a la res extensa de la sociología (cosa que no se le ocurría a Heráclito), no es más que otra representación del Samsara.
          -Jung es un pneumático, Hillman es más bien un psíquico. El pneumático sólo se satisface con la interpretación, con el Logos, con el sentido. Es el gnóstico auténtico. El psíquico con la vivencia en sí de las emociones, de las imágenes, de lo psíquico que va y viene. Es bastante subjetivo y autoerótico. Giegerich mezcla constantemente las críticas a lo arquetipal con las críticas a lo junguiano. No ayuda lo suficiente al público a diferenciarlas. En lugar de trazar un camino de regreso a lo superior, al Logos, al Pneuma, después de la caída hillmaniana, lo que sería una restauración, se engancha en la res extensa, la horizontalidad, el psicologismo, al servicio absoluto de su época, y acaba reivindicando, sin darse creo que cabal cuenta, al hombre hylico. Ahí es nada.
          -Le encanta rastrear contradicciones en los pensamientos junguianos. Piensa que así llega a los límites de lo junguiano, y coquetea con la idea de traspasarlos él. En realidad una y otra vez denuncia contradicciones donde lo que hay son paradojas, o donde lo que hay son los mismos términos pero estudiados y razonados desde distintas perspectivas. O expuestos desde diferentes perspectivas.
          -Cada frase de su ensayo ¿Es profunda el alma? podría ser analizada, repensada y criticada. En general, son divertidas las producciones del pensamiento introvertido. El autor va vertiendo ideas, meticulosamente, a menudo con calzador, forzando los significados, las interpretaciones, usando la técnica dialéctica de la crítica y la negación (esto no es, esto tampoco), pasando por alto todo lo que no encaja, para llegar finalmente a lo que de verdad quiere expresar en positivo. Es como si tuviera miedo de exponer desde el principio, abiertamente, lo que quiere decir. O, mejor, como si quisiera hacer pasar al lector por el suplicio que ha pasado él hasta abrirse camino esa idea final que lo subyuga. Pero es una recreación falsa de ese tránsito. Él no ha llegado hasta eso abriéndose paso entre los razonamientos que desarrolla luego en el escrito que hace público. Ha llegado a través de infinitas reflexiones más, impresiones caleidoscópicas, sueños, vivencias, emociones, un laberinto mental y vital tras el cual él ha visto, o creído ver, más como una epifanía regalada que el resultado de un esfuerzo, el oasis salvador: la idea abstracta, elegante, que da el sentido a todo ese caos. Este oasis, por cierto, es a menudo aún un espejismo, pues la verdad tiene muchas capas, y todas, menos la última, son mentira. Constantemente interpretamos sueños con sueños, y desciframos mitos con otro mito. El escrito que hace público tiene al final mucho de autojustificación acelerada y forzada, insuficiente siempre para convencer a nadie. Cuando decimos que los filósofos son en realidad la expresión acabada de los pensamientos de una época, queremos decir que a los filósofos sólo los entiende y sigue el que ya, de antemano, es cómplice de las resultantes principales de sus pensamientos. Analizar meticulosamente esos escritos es una pérdida de tiempo. No tanto, si lo hace uno para uno solo. La mente piensa a muchísimas más ideas por segundo que lo que el habla o la escritura pueden reflejar. Pero analizarlos públicamente es tedioso y cansino... Es mejor meterse en clases de ajedrez, si lo que se busca meramente es entrenar el intelecto...
          Sólo como mera muestra:
          -"Esta vuelta hacia lo ya reflejado no es un truco para después de todo llegar al alma, la cual de otro modo es invisible, ni un segundo mejor sustituto en lugar de "la cosa real". Por el contrario, sabemos que lo ya reflejado es "la cosa real" de la psicología".
          Cuidado Giegerich: no te sacudirás tan fácilmente ese fantasma de encima. Una vez que delatas, ante ti, ante los demás, que piensas que la "cosa real" podría ser en verdad un reflejo, no podrás quitarte de la cabeza mucho tiempo que hay algo más real que esa "cosa real", esperando a que te ocupes de ello. Luego, sí que hay algo trucado en esos razonamientos. Si de verdad estuvieras atrapado en la adentridad de la imagen en el espejo, no habrías dicho eso. No tendrías ni la más remota sospecha de que eso que ves es un espejismo, un reflejo. Te pronostico que cuando veas venir un asesino detrás tuya mientras te miras al espejo, no le pegarás una patada al cristal para romperlo. Te girarás y te defenderás de la verdadera realidad de ese asesino. Por una parte está el tomarse lo imaginal como realidad física, al modo de los esquizofrénicos con sus visiones. Que concomita, en efecto, con esta manía que tenemos especialmente los occidentales de tomar la materia como algo último, realmente sólido, y no como lo que es, un sueño. Por otro lado está el psicologismo, que es pretender que la última realidad que se ve en el alma es meramente imaginal, subjetiva, fantasmagórica. Bastante obviable, en definitiva. Jung usaba este truco, como truco, cuando decía cosas como "yo no puedo decir que Dios exista, sólo que su imagen existe dentro de nosotros". Luego enmendaba bastante la cosa cuando decía: "de todos modos, si son meras imágenes, son imágenes en las que estamos contenidos" (o sea, puede que todo lo arquetípico sea un espejismo, pero entonces nosotros también lo somos, así que volvemos a reestructurar las mismas categorías ontológicas sólo que en un cosmos más, digamos, etéreo, sutil. Metemos todo el cosmos en un espejo). Y, finalmente, cuando le preguntaron en la vejez, directamente, si creía en Dios, se giró decididamente del espejo y dijo: "no creo, yo sé".
          Por cierto que Giegerich con este tipo de "contradicciones" hace una fiesta. Cree haber hallado el límite de algo, la puerta de salida hacia un más allá inspirador. Lo único que tenemos ante estos casos es la necesidad de tener las ideas propias muy claras sobre las cosas, y entender que todos contamos la misma historia de manera diferente según la ocasión y el interlocutor.
          -"Si uno se acerca a nuestro fragmento con la expectativa de que es el locus classicus acerca de la profundidad del alma, uno se sorprende de encontrar, mirando con más atención, que Heráclito no dice que el alma es profunda. Usa la palabra “profundo” con respecto al logos del alma (que en la versión traducida arriba ha sido vertido como “medida”). El logos es profundo. Que esto también haga profunda al alma, es una cuestión abierta".
          Lo primero a apuntar es que Giegerich pasa de un párrafo a otro de citar la traducción clásica del fragmento 45, que es: "No encontrarás los límites del alma ni aún cuando recorras íntegramente cada camino sobre la tierra; tan profundo es su logos" a una versión algo apócrifa: "No encontrarás los límites del alma, aunque viajaras por todos los caminos: tan profunda medida tiene". Traducir logos por una acepción colateral y trivial en una frase escrita por uno de los pensadores más fascinados por el Logos como trascendencia es el segundo truco que encontramos. Y no hemos hecho nada más que empezar. Ya vemos que va tratando de barrer para casa, forzando lo que sea necesario. Ahora tenemos delante un verdadero sofisma... A ver, propiedades transitivas matemáticas: Si A contiene a B, y B contiene a C, A contiene a C. Las crines son muy largas, el caballo tiene esas crines, el caballo es muy peludo. Profundidad es atributo de logos, logos es atributo de alma, profundidad es atributo de alma. La verdadera pregunta curiosa aquí es ¿contiene el alma al Logos entonces o es precisamente al revés? A mí me resulta obvio que Heráclito, muy ajeno a las payasadas obsesivas de un Russell con la perfección matemática del lenguaje, pensó y escribió eso lleno de emoción poética, de intuición, como corresponde. Para que lo entendiera otro ser cómplice, en su mismo estado. Que cace las ideas al vuelo, y no trate de entenderlas con un microscopio (sobreanalizar es desintegrar el alma de las cosas). Sabemos de sobra que para él el Logos está por encima de todo lo demás, pero si nos ponemos tiquismiquis, estúpidamente virginianos, somos capaces de decir que él mismo se contradice aquí. Heráclito lo que dice abiertamente es que los límites de la res extensa no coinciden con los límites del logos. Está diciendo, claro, que el logos está más allá. "Aunque agotes todos los caminos de este mundo, el alma seguirá estando más allá". Para el griego la idea primigenia de que forma y alma están íntimamente relacionadas es muy poderosa. No nos debe extrañar que Heráclito se plantee ideas sobre los límites de las cosas (límite, contorno, forma) a la hora de hablar de su sustancia. Al decir que los límites de una cosa no coinciden con los límites de la otra, está diciendo que sus sustancias son distintas, así que podríamos interpretar legítimamente que está diciendo que una y otra son cosas totalmente diferentes, que no tienen nada que ver, como si dijera: "aún cuando te bebas todo el vino del mundo...", lo cual iría en la dirección completamente contraria de las disquisiciones de Giegerich. También anularíamos todos sus argumentos si propusiéramos algo tan simple como reescribir el pensamiento así, en una acepción nada descabellada (es lo que tiene más bien Hillman en la cabeza): "No encontrarás las fronteras [que introducen en el alma] ni aún cuando recorras íntegramente cada camino sobre la tierra; tan profundo es su logos". Pero no sería justo ser tan beligerante e interpretar así, porque Logos tiene que ver con todo. Es el alma del mundo, es el creador de todo. De los caminos y del vino. Aceptaremos, porque nos complace, que el Logos es la res extensa, aunque al mismo tiempo sea otra cosa, que se extiende más allá. Como las dimensiones de la res extensa las metaforizamos ágilmente como "horizontalidad", a pesar de que hoy podemos decir cosas como "aún cuando desciendas a la fosa de las Marianas o subas a la Luna...", no nos queda más remedio que adjudicarle al Logos un extenderse de sus límites, de su forma, de su sustancia, hacia otras coordenadas, que metaforizaremos como "verticalidad", y que la intución del filósofo ha instado a llamar profundo. Heráclito nos corregiría: "así como alma no es cuerpo, res extensa no es Logos, ni siquiera en una parte de su extensión. Pero así como el cuerpo se corresponde al alma, el Logos se corresponde al mundo. Si lo entendéis así, ok". Pero a Giegerich le daría una bofetada, por poner en su mente conceptos que no tiene, jugando con la ilustrada idea de trasladarle a la res extensa la numinosidad que antes poseía el Logos, coqueteando con la idea de hacer coincidir contenedor y contenido, los límites, la sustancia, de una cosa y la otra, y por robarle conceptos que sí usa, como el de profundidad, verticalidad.
          -"Tendemos a conectar “profundidad” primariamente con verticalidad. Así James Hillman, después de citar nuestro fragmento, afirmó “Desde que Heráclito unió alma y profundidad en una formulación, la dimensión del alma es la profundidad (no extensión o altura) y la dimensión de nuestro viaje anímico es hacia abajo”(3). Y en una nota al pie de la cita, añade, “el alma no está en la superficie de las cosas, las superficialidades, sino que llega hacia abajo a profundidades ocultas, una región que también se alude como Hades y muerte”(4). Ahora bien ¿no es extraño que la fantasía que Heráclito nos presenta en la parte más larga de este fragmento sea de horizontalidad, un movimiento sobre la superficie de la tierra?".
          Por supuesto que tendemos a conectar profundidad con verticalidad. Lógicamente. Lo vertical, que escinde y jerarquiza lo superior de lo inferior, es el atributo esencial de lo alto y de lo profundo, ya que ambos son la misma cosa, dependiendo sólo de dónde coloques el punto de referencia. Profundo es una buena forma de definir lo alto, lo superior, que está rodeado al mismo tiempo de misterio y trascendencia, ya que lo profundo nos da una idea primaria de oscuridad, de gruta, de pozo, y lo alto de visibilidad, de nitidez. Decir que el Logos es profundo es muy adecuado, por tanto. Los caminos del Logos son inextricables (oscuros, misteriosos. Profundos)... No, no es nada extraño que Heráclito nos presente una imagen de superficialidad, de horizontalidad, que adjudica a la res extensa, para contrastarla rápidamente con la imagen de profundidad que adjudica al Logos, ya que trata de distinguir, precisamente, una cosa de la otra. Giegerich visto así resulta retorcido... Donde el autor dice que esto NO es eso, él se emperra en que los demás veamos que eso precisamente SÍ es. Donde el autor expresa que lo extenso tiene límites, porque se imagina que es posible recorrer todos los caminos, y donde nada dice de si es posible hallar los límites o no del alma (sólo que tremendamente difícil sí que es), él se va a lanzar de cabeza un poco más abajo a un pajar de límites e infinitudes sobre esto, lo otro y lo de más allá, en una orgía mental autoerótica tremendamente subjetiva que le va a durar varios folios. Sin embargo, jamás hemos de despreciar la intuición que mueve detrás de bambalinas el cerebro de un filósofo enfebrecido. Giegerich barrunta algo. Y es algo real. Lo hablaremos en el siguiente punto.
          Tengo que decir ya que esta cita de Heráclito se corresponde realmente con las grandes preocupaciones presocráticas acerca de la epistemología, sobre lo que podemos y no podemos conocer, y entendemos mejor su sentido si la contextualizamos en lo que otros coetáneos decían al respecto. Pero, sobre todo, siendo Heráclito un muy inspirado e inteligente místico, es una muestra más de la eterna compulsión religiosa a alabar la profunda grandeza de lo divino, frente al mezquino pulular de los hombres por sus caminos, llenos de superficialidad. Giegerich así lo reconoce al relacionar esto con el salmo.
          En cierta manera, como decía Hillman, es una reivindicación de la Psicología profunda, y su concepción de una realidad (lo inconsciente) que no es perceptible a través de lo mundano, lo trivial, porque se extiende en otra dimensión. No esta cita en particular (estaría traído de los pelos), sino el pensamiento de Heráclito en general podría ser reivindicado por la Psicología analítica. Heráclito era consciente de que el Logos intervenía constantemente en sus pensamientos, su alma, su biografía, y al mismo tiempo conformaba la res extensa, el mundo. Esto es un básico junguiano, fundamento además de sus posturas políticas consecuentes. Giegerich tiene razón cuando critica que es un básico que lo junguiano sólo se atreve a reivindicar tímidamente en lo público. Yo me quejo de lo mismo. Ahora, y aquí. En otro lugar y momento diré que es lo adecuado y correcto. Y no estaré incurriendo en contradicción.
          -"Qué extraño sería que Heráclito, al pensar acerca de la dimensión del alma (psyché) ofreciera la imagen de viajar por caminos (carreteras). Nadie que hoy intentara buscar los límites del alma comenzaría con la idea o imagen de una búsqueda en el mundo exterior"
          ¿Qué tiene de extraño? ¿Se nos ha extraviado en algún cajón el arquetipo del viaje heroico? ¿El de la peregrinación? ¿La Queste del Santo Grial? ¿Quizás también La Odisea? Hemos cazado a Giegerich en un tremebundo lapsus. Un error que comete él, pero no su inconsciente. Algo en él supo desde el principio por qué Heráclito usaba una metáfora viajera al hablar del Logos. Algo en él, lo mismo que en el griego, le alentó a acercar tremendamente dos cosas: el viaje por el mundo y la búsqueda del alma. Heráclito, consciente de las diferencias. Giegerich, en su inconsciencia, llevado a pensar una y otra vez que ambas cosas son una sola. Mezclando indiferenciadamente todo: viaje, mundo, alma. Estoy tentado de aconsejarle que libere su intuición extravertida de una vez, que se deje de convertir las hijas de la Luna que viajan en barco por todos los caminos del mundo en reflexiones, y las sentencias que hablan de caminos en ensayos, y que viva eso tal cual es. Que se vaya con una mochila a la India. Pero no lo haré.
          En efecto, existe un lugar donde la búsqueda del Logos y los caminos por entre el matorral de la res extensa son casi una y la misma cosa: el viaje iniciático. El imperio de la maravillosa intuición extravertida, la función secundaria de todo filósofo que se precie. La intuición extravertida lanza a la gente a buscar por el mundo lo que sólo está en una dimensión diferente. Pero el asunto es que encuentra, en efecto, el límite del alma así. Sin necesidad de recorrer todos los caminos, sólo el adecuado en el momento adecuado, la intuición extravertida lleva al exacto lugar donde lo vertical y lo horizontal se interseccionan de un modo arrolladoramente transformador.
          Mientras Giegerich pensaba una y otra vez, delante de la frase de Heráclito, que reflejaba un asfixiante estado de esclavitud, de adentridad, del cual no era posible salir, la intuición lo que encontraba en ella era todo lo contrario: el impulso a salir y buscar. El miedo nos hace huir, el amor avanzar. No importa tanto desde donde nazca la excusa del movimiento, lo importante es viajar. Vivir, ver, experimentar, y luego pensar, reflexionar, integrar.

          Y así podríamos seguir, ad infinitum, sobreanalizando cosas virginiamente que ya se ven a vista de pájaro y al primer golpe de intuición. Recorriendo todas las circunvalaciones de los escritos de éste y de cualquier pensador, sólo para darnos cuenta de que el Logos no lo vamos a encontrar así. La vida es muy corta. La del individuo, al menos. Y créanme, la sociedad podrá hacerse infinitamente vieja, pero jamás llegará en ninguna de sus formas hasta donde el efímero individuo puede y debe alcanzar.

          • Raúl Ortega escribe: “-Nadie en su "sano juicio junguiano" podría atreverse a hablar de las funciones psicológicas como "funciones del ego". En cualquier caso, yo no lo hago, ni las he entendido así nunca. Ni Jung tampoco. ”

            Bueno Sr. Ortega, ¿ha leído Ud. a Jung? Me remito a la traducción al inglés de su obra, revisada por R. F. C. Hull que es más confiable que las traducciones al castellano. En "Psychological Types", vol. 6 de las "Collected Works", § 139 , refiriéndose a la "discordia" entre "la relativa constancia del ego" y su "propensión variable al afecto" (estas son expresiones de Jung) Jung escribe: "the one side of it (the discord) is the conscious ego-function, while the other side is the ego's relation to the collective. Both determinants are inherent in human psychology".

            O sea: "un lado de ella es la función-del ego consciente. mientras que el otro lado es la relación del ego a lo colectivo. Ambos determinantes son inherentes en la psicología humana"

            Las funciones son funciones "de la conciencia", "funciones de orientación" (¿de quién? de la conciencia o "el ego") como opuesta a "lo inconciente".
            Pero ¿qué sabrá Jung? El Sr. Ortega sabe muchísimo más.

          • Pero hombre, Enrique... También hablamos de la sexualidad DE fulanito, de la espiritualidad DE menganito, de los sueños DE zutanito... En general, todo lo que hablamos de lo inconsciente es a través de una "cosa ya reflejada" en la conciencia, a través de algo que ya forma parte del acervo DE la conciencia. Pero la Psicología profunda se basa precisamente en reconocer en todo momento que lo que está en la conciencia, lo que conforma a la conciencia, lo que es DE la conciencia, no tiene por qué pertenecerle a ella (pertenencia en relación a procedencia y/o supra/subordinación). La proposición DE es bastante polisémica y aparece entre las de pertenencia, tiempo, causa, instrumentación, lugar... Quiero decir con esto que su significado no es taxativo y deja bastante margen a la especulación intuitiva sobre las ontologías, los orígenes y las pertenencias. "Función DE la conciencia" quiere decir, antes que nada, que es algo que encontramos ahí. Continuamos diciendo que no es precisamente algo que esté ahí de casualidad, como el recuerdo de un chiste, sino que es ni más ni menos que un constituyente esencial de la conciencia, como forma de la libido que es. Y seguimos apuntando que la conciencia tiene amplias capacidades de instrumentalizar la libido, desde el sexo hasta el pensar, sin dar por hecho que por esto la libido surja de ella y termine en ella, obviamente.

            Las frases hay que reflexionarlas en su contexto, y el contexto de cualquier aseveración de Jung es la Psicología profunda, que siempre tiene en mente un inconsciente cuando habla de algo que ocurre en la conciencia. Aunque no lo haga explícitamente.

            Ya he apuntado antes que Tipos es la obra más resueltamente racional de Jung. La menos "esotérica". Fue el primer gran proyecto público después de su "viaje al infierno", y se nota bastante que fue un trabajo compensador de eso mismo. Una enantiodromía: en cuanto escapó de las potencias de la intuición (no diré SU intuición), se refugió en las de la razón. Fue, en cierta medida, una "restauración regresiva de la personalidad". Ésta es la descripción de un período biográfico demasiado general y grosera, pero sólo quiero dar una delineación general para llegar a decir que al leer Tipos tenemos que poner nosotros la intuición que él reprimía en ese momento, de cara al menos a su exposición colectiva.

            En el Círculo Hermético de Miguel Serrano leemos a un Jung, ya de vuelta de mucho, y sobre todo de sus grandes campañas publicitarias en el espíritu de la época, que dice: "Cuando me es difícil entender a un paciente, le pido que se haga un horóscopo. Y éste siempre corresponde a su carácter. Interpreto psicológicamente su horóscopo". Todo astrólogo sabe que ni mucho menos siempre la carta astral ayuda a entender la tipología real de alguien. Yo mismo tengo claro que, para cuestiones sobre el carácter básico y primordial, como el MBTI no hay nada. Pero bueno, Jung dijo eso... Al menos se lo dijo a esa persona en particular (seguro que a otro, otra cosa, sutilmente distinta). En la teoría y en la práctica, parece que Jung mezclaba constantemente las dominantes transpersonales (que en la Astrología se reflejan en los planetas, etc.) con las "conscientes ego-funciones". Y, si no lo hubiera hecho, los junguianos deberían de todos modos hacerlo. Por pura consistencia teórica y práctica. El contexto junguiano es gnóstico, platónico. No podemos pensar en el pensar sin tener presente al Nous, al Logos, y declaraciones como las de Heráclito: "No a mí, sino habiendo escuchado al logos, es sabio decir junto a él que todo es uno". Y tantas otras. Como la experiencia cotidiana con la intuición, que fuerza constantemente a entenderla a ella, entre otras cosas, como "razonamiento por vía inconsciente". Las posturas de una Greene o una Zondag, que abiertamente asocian los cuatro elementos a las cuatro funciones, me han resultado siempre las obvias, coherentes y lógicas. Pero tienes tu parte de razón, sí. Es mucho concederle al mundillo junguiano general que atesore esas virtudes...

          • Raúl Ortega escribe: “Función DE la conciencia” quiere decir, antes que nada, que es algo que encontramos ahí”

            Ahí ¿adónde? ¿Quién es el positivista que “se encuentra ahí” con “cosas” que observar y sobre las que decidir? ¿”Hechos” acaso? ¿”cerebros”, quizás? ¿Son las “funciones psicológicas” algo así como “cerebros”? ¿Adónde se encuentra uno con las ideas, como por ejemplo la NOCIÓN de “funciones de orientación de la conciencia”?

            Así que la sexualidad es “la sexualidad de zutanito”… Y supongo que, por la misma lógica, el “inconsciente colectivo” será “el inconsciente colectivo DE Menganito", no? ¿Y toda la psicología se limita a ser "psicología de individuos"? Eso es lo que Giegerich llama "ego-psicología". Material para revistas como Interview, 7 Días, Hola, esas que se miran en las peluquerías y en las salas de espera, y que traen tests para gratificarse sabiendo cómo "es" uno (el individuo, lo único "real", el sujeto único de la sexualidad, de lo inconsciente, de la conciencia, etc.) Supongo que es el terreno de caza para los alquimistas asalvajaos, ideal para los mayas hijos de la luna, eh?

          • Mecachis... Toda una parrafada para decir que "DE" no significa pertenencia, para nada... Bueno, lo diré así: MIS pensamientos son TUS pensamientos, MIS hadas son TUS hadas, y tú eres un maya asalvajao también. Y todo el que lea esto, también. Mejor aún: tú y yo, y todo el que lea esto, le pertenecemos al mismo pensamiento. Luego ¿aquí? ¿allí? ¿dónde?

          • "MIS pensamientos son TUS pensamientos, MIS hadas son TUS hadas, y tú eres un maya asalvajao también"

            ¡Anda! ¿Y TU dinero es también MI dinero? Si es así muchas gracias, te mandaré un número de cuenta a la que puedes hacerme la trasnferencia.

          • Sr. Ortega:
            Tal como comenta W. Giegerich en su artículo “Esfuerzo, sí esfuerzo” ( traducido por E.Eskenazi)

            “La psique no debe ser separada de su propia lógica, ni la lógica del alma: psicología debe seguir siendo una sola palabra. Y debemos soportar la complicación, cuando no la contradicción, de que la psique se someta a un análisis del estatus lógico en que está, y la lógica se vea humedecida por la psique. La psique sola, escindida del logos, no bastará. La inocencia de la imaginación por sí misma, de las visiones originales tal como vienen, de la retórica sin conciencia lógica, sólo hacen una pobre psicología, una pobre aisthesis, una pobre poesía, y un anima mundi tísica e incluso quizás ilusoria. Ya no podemos darnos más el lujo de la inocencia -no tan sólo porque abundan las funestas señales, sino porque fallaríamos y dejaríamos pasar de largo las mismas cosas que pretendemos que nos importan, la psique y el mundo”.

            Entender el pensamiento de Giegerich, requiere un esfuerzo. Supone dar un salto: de la ontologia a la lógica. Cuidado, no estoy separando ontologia por un lado y lógica por otro. Ni tampoco que el salto tenga que darlo usted. Estoy aludiendo a como la consciencia se piensa a si misma, mostrándose ahora como vida lógica (el estatus lógico en que está) y negando por tanto su estatus ontológico, (donde estuvo). Descartes encarna históricamente este salto. Pero la sintaxis del texto que usted ha escrito ( la consciencia que se pone en evidencia en el texto), pone de manifiesto, que para ella, Descartes no ha existido. Como usted comprenderá, eso a la consciencia le importa poco. Ella está donde está ( estatus lógico). Se vive por tanto, una profunda contradicción ( neurosis). La consciencia, está atrapada en su antiguo “estatus ontológico”. Pero ya no hay alma ahí. Se vive ahora como vida lógica, se descubre a si misma como vida lógica. Si la consciencia se encuentra atrapada en su antiguo estatus ontológico, no puede entender lo que Giegerich expone.
            Se puede vislumbrar entre las rendijas de su texto, lo inaccesible que es para ese tipo de consciencia acceder al pensamiento de Giegerich, que en cambio es transparente cuando se piensa lógicamente. Igual que en el fragmento de Descartes: “por más que se recorra la extensión del texto que usted ha escrito, no se encontrará ni un solo pensamiento”. No tiene acceso a la sintaxis ( no puede ser consciente de la sintaxis y por tanto regresar a casa), y confunde entonces: el proceso dialéctico necesario para pensar a nivel sintáctico, con la dimensión imaginal (que tuvo vida psicológica, cuando el alma se vivia a si misma, ontológicamente) que no puede penetrar la sintaxis y redunda en la semántica. Semántica que no hace otra cosa, que mostrar la escisión cartesiana no reconocida y que convierte en hecho positivo, en “cosa” todo lo que en el antiguo “estatus ontológico” era numinoso y estaba lleno de alma: emanaciones, dioses, hades, nigredo, planetas, agua, aire, arquetipos…Res extensa. Res extensa no reconocida como res extensa en su sintaxis y que se vive semánticamente como mundus imaginalis entendido como el “opus para hacer alma”: el lugar donde habita el misterio. Pero ahora no hay nada ahí: y eso es lo que se desprende de su texto. Ya no hay misterio ahí. La sintaxis (neoplatónica) del texto, se ve convertida en res extensa, cuando usted dice:

            "Las funciones psíquicas hay que entenderlas, por tanto, como todo el resto de lo arquetípico: desde lo transpersonal, e incluso no humano, hasta la creación y sus criaturas.."
            No se da cuenta de la escisión desde la que se formulan esas frases: separa usted creación de criaturas, transpersonal de creación..Es una consciencia atrapada en la imagen de “emanación” platónica (y posteriormente cristiana), en el sentido de valorar la abstracción, lo sobrenatural, desde la que emana todo y a lo que finalmente regresa todo. Pero la consciencia ya no está allí. Se manifiesta ahora como absoluta interioridad: no hay emanaciones, ni planos, ni grados. No hay nada fuera de ella. Como aclara Giegerich en su comentario al fragmento 45:

            “Imagen es forma y la forma es espacial. En este sentido, lo imaginal es indudablemente res extensa. Pero es materia extendida sólo en cuanto está referida al contenido de la imagen. Su forma lógica (como imagen en la imaginación o como idea en la mente) no es extendida, por supuesto. Por su forma participa de la naturaleza de la res cogitans de Descartes. Al separar estrictamente el contenido y la forma lógica de la imagen, cada una a un lado, la idea de lo imaginal es el truco que permite tenerlo todo en ambos sentidos. Es el truco de intentar hacer justicia a la res extensa y a la res cogitans a la vez, mientras se impide que se vuelva manifiesta y efectiva la naturaleza auto-contradictoria de este emprendimiento, lo que lo llevaría a su auto-destrucción. El truco consiste en camuflar la obediencia simultánea a ambas y distribuir sistemáticamente los opuestos netamente uno a cada lado. Así se preserva la cordura de la mente. Se evita la caída en la contradicción y la dialéctica resultante. La psicología imaginal puede rechazar indignadamente el diagnóstico de estar firmemente enraizada en suelo cartesiano; cuando se señala el carácter de extensión del contenido de sus imágenes, rápidamente insiste en su forma ideacional no extensa; y cuando conversamente se acentúa el carácter ideacional de la forma o estatus como imágenes, niega tener alguna parte en lares cogitans y aporta como contra-prueba su conexión, por metáfora, con el mundo físico, sensorial”.

            Tampoco entiende usted la manera en que Giegerich piensa el fragmento 45. No lo entiende por los motivos antes expuestos. Por eso usted afirma:

            “Por supuesto que tendemos a conectar profundidad con verticalidad. Lógicamente. Lo vertical, que escinde y jerarquiza lo superior de lo inferior, es el atributo esencial de lo alto y de lo profundo, ya que ambos son la misma cosa, dependiendo sólo de dónde coloques el punto de referencia.”

            En su texto, verticalidad y profundidad, superior y inferior, son “cosas”: objetos que están ahí enfrente para que usted opere con ellos en el mundo espacial, extenso"

            . Aunque en la semántica, les quiera otorgar a estas palabras desprovistas de alma, cierta numinosidad. La manera en que esa consciencia trata esas imágenes, nos indica la superficie en la que ,ya, está instalada. Consciencia inconsciente de que es consciencia y se vive atrapada, petrificada, en las “cosas” ( materiales, imaginales, espirituales…)Justamente en su artículo, (siguiendo lo que pide el texto, no lo que arbitrariamente uno quiere o no quiere), Giegerich no encuentra ninguna “conexión” que vincule profundidad con verticalidad. Eso no está en el texto. Giegerich piensa lógicamente,dialécticamente, y no tiene que conectar nada ( lo cual implica que profundidad y verticalidad están , ya en sí, separados, puesto que hay que conectarlos. Al estar separados, limitan entre si. Pertenecen pues, a la res extensa que comentábamos anteriormente).

            Más bien es partidario de atender el movimiento lógico, para pensar el texto:
            “La interioridad infinita o la infinitud interiorizada acaece mediante el proceso alquímico, lógicamente negativo, de una putrefacción interna, corrupción, fermentación, sublimación aún más profunda dentro de sí de "lo que sea que está allí".
            Sin embargo esta conquista de la dimensión de una infinitud intensional o “interior” equivale a nada menos que a un colapso de todo pensamiento espacial. Y este a su vez es el colapso del modo de la imaginación en favor de la reflexión, del pensamiento en sentido propio. Heráclito es llevado más allá de la imaginación”.

            Es por eso, que no puede entender lo que Giegerich expone. Es necesario que la consciencia que se expresa en su escrito, tome consciencia de que ya dió el salto. De que ya no hay nada, donde una vez lo hubo. De que ese es el movimiento, la vida lógica del alma. Sin atender la consciencia desde la que usted opera, ( previa a Descartes), no hay posibilidad de entrar.

            Finalmente ya que usted se considera un alquimista asalvajado, quizás pueda presentir el Mercurius ( la consciencia, la sintaxis) prisionero en la materia ( la semántica) y entender que ese es el “opus” y no llevarlo a la experiencia personal, que créame, aquí no viene al caso.
            Un saludo.

          • Esta conversación hace rato que se adentró en los límites de lo patológico, de lo mórbido. Que está motivada desde la compulsión y la obsesión. Pero eso, como diría el mismo Giegerich, es la garantía de que hay divinidad soplando fuerte detrás. Esta conversación gira exactamente como la Historia del pensamiento, entre los platónicos y los que no lo son. El sempiterno, numinoso, mórbido y compulsivo bipartidismo. Es un ejemplo en sí de dialéctica hegeliana. Que nos está demostrando a todos que la dialéctica hegeliana conduce a menudo a esto: a un girar y girar, sin más esperanza. No al tertium non datur, a la auténtica solución (lo cual sería, precisamente, dejar la dialéctica en sí atrás. Abandonar un plano ontológico y ascender a otro). Lo que parece ser una solución a la antinomia suele ser sólo una nueva versión de uno de los viejos contendientes, como el mismo perro con distinto collar. Hegel cree superar a Aristóteles, y lo único que hace es volverlo a corroborar: no existe ningún tertium (no hay tertium en la horizontalidad. Sólo si nos movemos en la vertical). Ahora decimos eureka metidos en una bañera y más tarde decimos eureka al inventar Internet. Ahora a la República le sucede un César y luego un Napoleón. Y nos parece que una frontera ha sido trascendida, un peldaño de progreso avanzado, mientras lo único logrado es girar y girar. Noches y días, días y noches, desde el principio a la eternidad. Como esta conversación.

            Esta conversación se terminaría si yo me olvidara de todas las experiencias con lo inconsciente que atesoro (desde el mí -que no sólo soy yo-, el mí -que no sólo son ellos- de muchos demás, y el dominio público de la res extensa en general), o alguno de ustedes se topara mañana con un pelotón de violadores astrales con pinta de proceder del espacio exterior. Encuentro a partir del cual ni sus lógicas ni sus ontológicas volverían a ser iguales.

            Es improbable una y la otra cosa, así que sigamos girando. Yo esto me lo tomo como un sueño: mientras lo siga soñando, lo tengo que seguir trabajando.

            Sin realizar mayor esfuezo lógico, la mayor de Giegerich se cae sola. La premisa que sustenta todas sus formulaciones, a saber, que la conciencia ha trascendido la adentridad, y que ya desde Descartes "está en otra", es evidentemente falsa. Primeramente: ¿la conciencia de quién? ¿de la sociedad? Tal cosa no existe positivamente. Conceptos emparentados con ese son el "espíritu de la época" de Jung y el "paradigma" de Kuhn, que son abstracciones desde la suma de las conciencias individuales de una sociedad. Que son denominadores comunes desde las concepciones culturales mayoritarias de los individuos de una sociedad. Freud ya colocó lo social como instancia dentro de lo personal: el super ego. Así que mientras algo parece empujar a Giegerich a asumir como un mantra que la sintaxis de lo inconsciente es subjetiva y la de lo consciente objetiva y universal, lo cierto es que algo tan universal y común como "silla" es un evento consciente absolutamente personal. Este camino ya lo recorrió, precisamente, Descartes: "pienso, luego existo". "Yo existo, de lo demás no estoy seguro". Esto, obviamente, es un pensamiento lleno de truco, claro está. Pero es un buen truco. Deshace bastantes sintaxis estúpidas que contaminan la lógica epistemológica. Además, sabemos que Descartes prestó una atención principal, precisamente, a sus sueños, y a la ontología del mundo del sueño. Jung, que también lo hizo, mostrándonos así que su conciencia y la de Descartes, al menos ahí, eran comunes, se preocupó de re-mostrar que lo inconsciente está lleno de universales, como de comunes mesas y sillas la conciencia. Y opuso un inconsciente colectivo a la conciencia colectiva y social. ¿Qué es más subjetivo que qué?

            Ahora tomemos la perspectiva a la que quería llegar después de este excurso. Lo que toda una época tienda a pensar no es garantía, por más que la idea se haya extendido por ella, de veracidad, ni de profundidad, ni de progreso ("que muchas moscan coman excrementos no significa que..."). Olvídemonos, por tanto, de la cantidad, de la suma de conciencias. Comparemos individuos, vayamos al átomo, que es donde se dirime la Historia en realidad. ¿Quién sería capaz de decir que Aristóteles tiene una conciencia que progresa sobre la de Platón, sucediéndose después Plotino, que vuelve a recaer en Platón? ¿Acusamos a Plotino de reaccionario, como Giegerich acusa a Jung? ¿Nos quedamos fascinados por el hecho de la sucesión temporal, la fascinación por "el progreso"? ¿Acaso la gente no es muy a menudo menos estúpida hoy de lo que será mañana? Jung es la demostración, precisamente, de que la esencia de la conciencia actual, en sí, no está ni en Descartes, ni en Hume, ni en Hegel, ni en Nietzsche. Porque la suya, tan valiosa como las demás (¿o cómo demostramos que no?), y aún más moderna que las citadas (cronológicamente), está en otra. Si en un jardín de tréboles nace uno de cuatro hojas, ni es un error, ni la Naturaleza se ha equivocado. Sencillamente hay que aceptar que existe. Que es. La existencia de platónicos en el siglo XXI, que han crecido como tales en mitad de su época, alimentados de su época, a pesar de su época, lo que demuestra es que la conciencia platónica sigue disfrutando de vigencia, salud y vitalidad. No somos zombies.

            Los junguianos decimos que la Psique sólo aparenta reducirse a Aristóteles, Demócrito, Voltaire o Locke, mientras que, en realidad, sigue siendo platónica de modo eterno y universal.

            Giegerich está emperrado en decir que los dinosaurios que señala Jung son esqueletos muertos. Que es morboso aferrarse a esqueletos. Él, y yo, decimos que están vivos, y muy vivos. Más vivos que Giegerich, que usted y que yo, en realidad. Giegerich no tiene un problema con Jung. Tiene un problema con los dinosaurios. Tiene un problema con la realidad. Y pretende difuminarla haciendo juegos malabares con la mente.

            Juguemos.

            No existe frontera nítida entre la res cogitans y la res extensa. Repensemos con Kant: una silla es un pensamiento que tiene usted. "Extensión" es un pensamiento. No me refiero meramente al concepto de extensión. Me refiero a que las dimensiones espaciales en sí, como fenómenos, como usted las capta y las mide, es decir, los objetos, las cosas, son pensamientos. Son palabras. Palabras de la sensación. Conceptos de la sensación. La sensación piensa la realidad, el noúmeno, y la traduce en un lenguaje de la consciencia que llamamos "fenómenos positivos". Una mesa es un pensamiento-forma, un sonido es un pensamiento-forma (de una forma ya sensiblemente distinta -lo que obliga a repensar la forma de un modo aún más sagaz, emancipada de lo visual-). La res extensa es una sintaxis.

            No podemos hablar de espacios sin amplificar hacia el tiempo. ¿Y qué es el tiempo? Poco podemos decir sobre él. Por supuesto, no de su noúmeno, pero es que tampoco mucho de su fenómeno. El tiempo es el cambio. Lo único positivo que podemos decir del tiempo es que es una abstracción intutitiva que tenemos, un lenguaje, una palabra, acerca de las cosas cambiando. Si ninguna cosa cambiara en el universo, el tiempo no existiría. Es imposible separar el tiempo de las cosas. El tiempo es una categoría (en el sentido aristotélico) de las cosas. Un atributo de un pensamiento.

            Para Newton, sin embargo, el tiempo era algo más real que lo real, una categoría independiente y a priori. Eterna e inmutable (impresionante, por cierto: el cambio definido como categoría eterna, ex machina, inmutable). En Newton, desde cierta perspectiva racionalista, vemos que tiempo es un modelo paradigmático de lo que llamaríamos idea abstracta. Algo que suponemos inextenso per se. Pura sintaxis, en toda su inexistente existencia. El punto donde está Dios. Para Einstein, sin embargo, el tiempo se revela ya inseparable del espacio, de la extensión, aunque no se reduce a ser un atributo de las cosas. El tiempoespacio es La Gran Cosa. Que, como todas las cosas, tiene forma. Entre Newton y Einstein, una idea se ha vuelto extensa y ha adquirido forma. Y esto nos lleva avanzar en nuestro discurso desde la otra dirección: los pensamientos son extensos, y tienen forma.

            Esto fue un tema de amplio debate entre los racionalistas: ¿cómo puede mover mi mente inextensa, la res cogitans, mi brazo, que es res extensa? ¡Deben tener algo en común! Leibniz le dio muchas vueltas a esto. Es temerario, por tanto, despachar el asunto rápido, diciendo que los pensamientos, las imágenes, no tienen extensión (tiempo, por seguro). Las cosas tienen una forma, extensa, que es, como hemos dicho, la sintaxis con la que captamos ciertos atributos de su ser (convengamos en esta aseveración positivista sobre la solidez del mundo -y optimista-). Se articula en nuestra mente una frase sensorial, y vemos un objeto. La forma de una imagen, la sintaxis imaginal, ¿no se corresponde entonces a nada? ¿En qué nos basamos para adjudicarle a un lenguaje ser vocero de toda la solidez y consistencia ontológica que luego le negamos al otro, siendo lenguajes tan, tan similares, además?

            Rupert Sheldrake se planteó profundamente el problema de la forma, partiendo de la pura fenomenología, y acabó postulando el campo morfogenético: un "algo" que no se reduce a la res extensa, que, sin embargo, interactua con ésta a nivel esencial, como no-forma que conforma. O como forma que pertenece a un plano ontológico que nuestra sintaxis sensorial no capta, y que sin embargo afecta esencialmente a la res extensa.

            Ya animé a la gente en este debate a leer el ensayo donde abordo la relación existente entre las imágenes simbólicas y las formas materiales, y como los arquetipos son una bisagra que unen la res extensa, la realidad material, con la realidad del alma colectiva. Dos mundos relacionados entre sí, y, a partir de un punto, dotados de atributos y contenidos que captamos muy, pero que muy diferentes. Con toda lógica: dos mundos entrelazados, pero distintos. Irreducibles el uno al otro.

            En la telepatía los pensamientos se transmiten. Aparentemente, como se desplaza uno montándose en un autobús. Como cosas que van y vienen. En las relaciones entre el yo y lo inconsciente lo paranormal es una experiencia fenomenológica constante. Imágenes, contenidos, entes, que a toda luz no se mueven según las coordenadas de la sintaxis sensorial, demuestran tener sin embargo una contundencia ontológica, si bien muy extraña, inapelable. Imposible de desintegrar con una interpretación. Y aunque sean contenidos interpretables: la gente piensa en un problema mítico, sueña imágenes míticas, y la cortina de la ventana del comedor se cae, la lavadora comienza a andar sola y un crucifijo se pone del revés. La imagen de un ángel aparece en un sueño, avisa que va a haber un terremoto que afectará a toda una nación, y así es. ¿Cómo reduces eso a una interpretación psicologista, a una sintaxis racional, sobre, no sé, deseos subjetivos, traumas de la infancia, tu propia preocupación por el bienestar social de los demás...?

            Hoy es público lo que antes sólo sabíamos unos pocos: que el locus fundacional de la Psicología analítica es "Nosotros somos reales, y no símbolos".

            Pero al filósofo racionalista no le gusta adentrarse en esos vericuetos, cosa que el junguiano se ve obligado a hacer constantemente, todos los días. Él prefiere trabajar con cositas muy comunes: sillas, mesas, sueños vulgares, esperanzas cotidianas... Está bien, reducidos a eso también alcanzamos los límites del pensamiento y la forma. Por ejemplo, en la vulgar matemática. La matemática es uno de los ejemplos más flagrantes de que el logos se construye sobre pensamientos y formas: Álgebra y Geometría. La sintaxis discursiva y la sintaxis geométrica se convierten en el logos de lo inconsciente en las imágenes primigenias y las ideas primigenias. Las formas geométricas son en sí pensamientos matemáticos, y estos, a su vez, se remiten una y otra vez a aquellas. Giran unos sobre otros, como el teorema de Pitágoras sobre el triángulo. Sólo realizar un pequeño esfuerzo meditando sobre esto disuadiría a Giegerich en su intentona de desactivar las imágenes arquetípicas reduciéndolas a la "sintaxis aritmética" de la interpretación. Pero también llegamos a lo mismo directamente, dándonos cabal cuenta de que la interpretación de la imagen, aún cuando parezca desintegrarla, lo único que hace es traspasar su extraña sustancia espaciotemporal, y toda su potencia, hacia la idea primigenia. Que, a la manera de la matemática, muchas veces volverá a remitirnos al logos de la imagen primigenia.

            Todo el esfuerzo que dediquemos a meditar en que todos los cosmos están construidos de una inextricable mezcla de significado, deseo y forma es poco.

          • Sr. Ortega:
            No se trata de lo que usted considera a bien hacer o ser, ante lo que por supuesto no tengo nada que decir. Solo faltaria!!. Se trata de lo que “nos dice” la consciencia. Usted puede querer ser un neoplatónico, pero no es lo mismo ser un individuo del S.XXI que juega a ser neoplatónico, que alguien que vivió en los tiempos de Plotino, por ejemplo. Sencillamente porque Plotino VIVIA INMERSO en una consciencia, que hoy ya no está ( está lógicamente superada, sublada) por más que usted se empeñe en lo contrario.No es que sea mejor ni peor, la una que la otra. Nadie está valorando nada. En ninguno de mis escritos hay un juicio de valor, ni eso pertenece a la psicologia. Todo el trabajo es intentar seguir lo que nos cuenta la consciencia, acerca de si misma.

            Y que nos cuenta la consciencia acerca de si misma, habiéndose reconocido como sujeto en Descartes?. Puede volver atrás, a vivirse psicológicamente como anima mundi?. Se puede ser hoy un indio americano de las praderas, en pleno S XXI por mas que se viva en un tipi en la montaña?

            NO. Porque el indio americano (más allá de sus particularidades personales) VIVIA INMERSO en una consciencia: dentro de una consciencia que le hacia vivir lo que vivia, de la manera en que lo vivia y que hoy ya no está,( ha sido superada, sublada) por más que uno vaya a vivir a la montaña, en un tipi.

            Que nos cuenta la consciencia del individuo del SXXI que vive como neoplatónico? Ser neoplatónico no es una opción personal, es un proceso de la consciencia y me temo, que eso, en la historia del alma ya se negó. Se puede ser entonces neoplatónico en el SXXI? No es una elección personal? Desde cuando, allí donde el alma está viva, se puede elegir personalmente?.

            No indica, el poder ser además de neoplatónico, otra cosa, que la consciencia ya dejó de conocerse a si misma desde lo que llamamos “neoplatonismo”?

            Un saludo.

          • Sr. Vila, usar adjetivos como "superada", "sublada", delatan una intención bastante diferente del condescendiente "Nadie está valorando nada". No se preocupe; por mucha buena intención que ponga usted, ya sabemos que opina G. de cualquier forma de conciencia diferente a la que domina el espíritu de esta época, y en la que tan a gusto se siente, y no me ofende para nada.

            Voy a llamarte (permíteme el más cómodo tuteo) la atención sobre algo interesante, sobre lo que espero que ya hayas razonado antes. ¿Por qué hablamos tanto de conciencia, y tan poco de inconsciente en esta pelea? Obviamente, porque G. vive en la adentridad de dos poderosas realidades: el pensamiento y la res extensa, ambas fuertemente ancladas en la conciencia (no nos compliquemos ahora con la cuestión de hasta dónde llega de profundo en realidad el pensar, ni en lo desafortunado del adjetivo "ancladas"). Una y otra vez hablamos de la conciencia de tal o cual, de la conciencia de tal o cual época, etc. Esto me lleva a un análisis del pensamiento y el ser de G. que me resulta fascinante, pero no lo expondré ahora. Ahora digo que él tiene una visión tremendamente parcial, por extravertida, de lo que significa una cultura, un dios, una conciencia. Una conciencia realmente entendida como resultante del ego y lo inconsciente que le atañe. Él piensa en Zeus, y no es capaz de abstraerse de sus circunstancias. Cosa que sí hacía, sin ir más lejos, lo inconsciente del griego. Que lo presentaba, una y otra vez, como lo presenta lo inconsciente de un europeo del siglo XXI. Las formas del rito, los rezos, los templos, son mucho más contingentes en la experiencia y la realidad del dios de lo que él se plantea. Realmente, él incurre en algo que yo llamo "retro-ciencia-ficción" y que denuncio a menudo: introducir cualidades en la psicología del niño o del hombre primitivo que sólo están en la imaginación del que cree investigarlos. Observando nada más que las diferencias en tecnología que hay entre, simplemente, cuatro décadas, en el tiempo actual, tenemos tendencia a pensar que los abuelos son unos ingenuos, bárbaros y paletos comparados con los nietos. Es algo que nuestro arte refleja constantemente. Esa distorsión de la percepción imagínate si afecta tratando de comparar psicologías distantes dos milenos de diferencia. Yo te animo, sin embargo, a que te sumerjas lo más directamente posible a conocer la psicología de nuestros antepasados. Por supuesto, relee a los clásicos. Lee cartas de amor de la época. Estudia, por sobre todo, sus escritos sobre sueños. Yo te garantizo que podrías llegar a sentirte sorprendentemente identificado. Quizás encuentres entre los alejandrinos el alma gemela que andas buscando sin fortuna en tu vecindario. Giegerich en la valoración de estas diferencias está completamente despistado. Donde sólo existe un barniz extravertido de usos, tecnología y costumbres, bastante fino, el ve fosos gigantescos que separan unas psicologías de otras.

            A él le parecen abismales cosas como el paso de las matanzas asesinas de los aztecas a las mansedumbres formales del Cristianismo, pero no a los testigos de la época, que tuvieron que acusar al diablo de haber concedido a aquellos pendencieros una mitología y una liturgia tan perfectamente paralelas con lo cristiano. Y, así de fácil, unos dioses son intercambiados por otros. Y hoy ves una procesión de Semana Santa en México, y, si miras sólo las espaldas de los penitentes, no puedes distinguir México de España. Y si miras sus caras, sientes que viajas muy lejos en el espacio y el tiempo

            G. obvia trágicamente, y, digo bien, trágicamente, la realidad arquetípica según está en lo inconsciente. No se detiene a reflexionar en el concepto arque-tipo. Sólo mira ahí, a la res extensa, y ve rústicas carretas y ropajes, un paisaje totalmente incongruente con la ciudad moderna. Pero eso no es la psique. Y no son los temas fundamentales de la psique. Los temas fundamentales de la psique son los arquetipos. Y eso crea una continuidad psicológica entre los lugares y las eras que a G. le resulta inconcebible. Y es uno de sus grandes problemas.

          • Sr. Ortega:
            Me referia a “superada (Hegel) o sublada ( Giegerich)” en referencia al proceso dialéctico .No hay juicio de valor ahí. No es un •”superada” en el sentido de mejor o más elevada en absoluto.

            Es en el sentido “hegeliano” del término: esa consciencia se ha vuelto lógica, y por tanto niega a la vez que contiene, la consciencia “neoplatónica”. “Es muy semejante a un proceso alquímico donde el estadio anterior de la materia es superado porque el material cambia a una forma más sutil, distinta, que preserva lo esencial pero ya no es el anterior”.( Eskenazi).

            Respecto al tema de "lo inconsciente":

            Si entendemos el logos como absoluta interioridad, no podemos explicarnos esa interioridad desde “lo inconsciente”. Donde estaria entonces “ese inconsciente”?. Por eso señalo “ese inconsciente”, como hecho positivo. Ya no puede estar más “afuera”. (imposible si es absoluta interioridad). No puede ya existir un “afuera” que contraste con un “adentro”.

            La interioridad de la que habla Giegerich, no tiene exterioridad. No tiene límites. Como entonces vamos a poder hablar de “lo inconsciente” que limita con “lo consciente” y manifiesta al “si-mismo” en sus “formas arquetipales”? No ve que es una geografia positiva, con la etiqueta de imaginal, pero que ya no puede ser imaginal porque la consciencia “superó, subló” ese “mundus imaginalis”?.

            Zeus limita con Neptuno y éste con Hades. No se puede entrar en el Hades ( ahí tiene un límite, que pasa por ser “imaginal” en la semántica, pero es positivo en la sintaxis). Solo Hermes psicopompo, Perséfone y pocos más, acceden al mundo del Hades. No ve usted, la geografia imaginal llena de límites. Hubo un tiempo que el alma estaba allí y eso entonces tenia alma. No creo que hoy ( habló del presente del alma, no el mio) esto sea así.

            “Imagen es forma y la forma es espacial. En este sentido, lo imaginal es indudablemente res extensa. Pero es materia extendida sólo en cuanto está referida al contenido de la imagen. Su forma lógica (como imagen en la imaginación o como idea en la mente) no es extendida, por supuesto. Por su forma participa de la naturaleza de la res cogitans de Descartes. Al separar estrictamente el contenido y la forma lógica de la imagen, cada una a un lado, la idea de lo imaginal es el truco que permite tenerlo todo en ambos sentidos. Es el truco de intentar hacer justicia a la res extensa y a la res cogitans a la vez, mientras se impide que se vuelva manifiesta y efectiva la naturaleza auto-contradictoria de este emprendimiento, lo que lo llevaría a su auto-destrucción. El truco consiste en camuflar la obediencia simultánea a ambas y distribuir sistemáticamente los opuestos netamente uno a cada lado. Así se preserva la cordura de la mente. Se evita la caída en la contradicción y la dialéctica resultante. La psicología imaginal puede rechazar indignadamente el diagnóstico de estar firmemente enraizada en suelo cartesiano; cuando se señala el carácter de extensión del contenido de sus imágenes, rápidamente insiste en su forma ideacional no extensa; y cuando conversamente se acentúa el carácter ideacional de la forma o estatus como imágenes, niega tener alguna parte en lares cogitans y aporta como contra-prueba su conexión, por metáfora, con el mundo físico, sensorial”. (Giegerich, comentario al frag.45 de Heráclito)

            Un saludo.

          • Me referia a "superada" (Hegel) o "sublada" ( Giegerich) en referencia al proceso dialéctico. No hay juicio de valor ahí. No es un ”superada” en el sentido de mejor o más elevada en absoluto.
            Es en el sentido “hegeliano” del término: esa consciencia se ha vuelto lógica, y por tanto niega a la vez que contiene, la consciencia “neoplatónica”. “Es muy semejante a un proceso alquímico donde el estadio anterior de la materia es superado porque el material cambia a una forma más sutil, distinta, que preserva lo esencial pero ya no es el anterior”. ( Eskenazi).

            Ah, bien... Entonces podemos entender que lo sutil puede ser una involución desde lo grosero, que la materia prima puede ser más elevada que la Piedra Filosofal, que las rosas pueden costar más caras que el perfume que se elabora con ellas, que la síntesis puede ser peor que la tesis y la antítesis... Ahora lo comprendo todo mejor. Estaba torpe.

            Respecto al tema de “lo inconsciente”:

            Es posible que lo inconsciente haya desaparecido hace ya varios siglos, y que la psique no se haya enterado. Puede ser. Como es inconsciente, es difícil darse cuenta de cuándo ha desaparecido de verdad; tiene cierto sentido, sí... De todas maneras, apunto humildemente, ¿no podría ser que la conciencia reconozca que todo es interioridad, y que, de todos modos, la interioridad siga teniendo grados (dentro, más adentro), siguiendo siendo el yo el punto de referencia? Lo digo porque parece que, a pesar de las noticias, como digo, el yo parece que sigue siendo consciente y hasta dueño de una parte del logos que le concierne y de otra no. No es tan raro.

            Si no te gustan ya, no usemos términos como Hades y Zeus, pero la lógica de la muñeca matrioska no está del todo mal. Aunque yo preferiría proponer la idea de una matrioska inversa. Es decir, lo inconsciente no es algo que deja de verse por estar en lo profundo, hacia adentro. Sino que deja de verse porque está demasiado lejos, más allá del, llamémosle, horizonte de sucesos de la conciencia. De esta manera asociamos inconsciente a exterioridad, lo sacamos del encapsulamiento en el yo-me-mi, y lo lanzamos al Universo, extendiéndose en él en paralelo con la res extensa. Creo que esto responde mucho más a la fenomenología. Esto, por cierto, no se me acaba de ocurrir, en mitad de la mijita de socarrona sorna. Es la idea que promuevo habitualmente sobre la "ubicación" real de lo inconsciente. Fíjate bien: no hacia dentro, no dentro del yo, sino hacia afuera, a lo lejos.

            Hegel tenía su genio como filósofo, sus cosas como sociólogo, pero era pésimo psicólogo. Decía, como todos, que lo más importante era conocerse a sí mismo. Pero estaba obcecado en lograr eso a través del curro. Del laburo. Triste reflejo de sí envía el trabajar de proletario industrial, diríamos. Así pretendía descifrar el "espíritu". Es un camino, sí. Pero hay que emprender mil más. Aristóteles proponía otro, quizás aún más efectivo: la contemplación y la autocontemplación. Ociosa. Cada cosa tiene lo suyo, Vila. No nos dejemos llevar por los obsesionados con la productividad. Con el reflejo del espíritu y del carácter ahí afuera, que tanto se difumina, coarta y diluye en el roce con los demás, no basta. O, al menos, tengamos siempre en cuenta que ese afuera está lleno por todos lados de sombras y misterios más allá de la mera res extensa. De átomos rodeados de vacío. Vacío que está de todo menos vacío. Exactamente igual al yo, rodeado de fantasmas. De los mismos fantasmas.

            El lema de Hegel es "por sus obras lo conoceréis". No mucho, si no conocemos la motivación a la vez. Y por sus sueños, también. Por sus amores, también. Por lo que le pasa, también. Por lo que piensa y no hace. Por lo que aún es incapaz de pensar...

            La dualidad cartesiana la tiene en cuenta el ser humano, la conciencia, desde su albor. Distinguir un pensamiento de un jabalí fue crucial para sobrevivir. De toda la vida. También el distinguir la vida onírica de la vida real. El hombre se ha movido siempre entre realidades que ha estado obligado a diferenciar ontológicamente. Hoy nos pueden resultar ciertas culturas precariamente diferenciadoras, es posible. También nos parece la nuestra excesivamente mutiladora.

            Por otro lado, maticemos lo de la dualidad cartesiana. Hay tres instancias. Yo pienso, el mundo existe, y algo piensa y sueña en mí, para mí, contra mí. Tres. Ese algo que piensa y sueña en mí es lo que siempre se ha mezclado con la res extensa, porque parece pensar y soñar a la res extensa también. Esta es la percepción intuitiva primigenia de la lógica de lo real. Descartes cometió un leve lapsus, al promulgar una idea demasiado "yo-me-mi-conmigo" de la res cogitans, de la que no participa la humanidad ancestral, ni lo junguiano tampoco. Pero es que siempre se nos olvida que Descartes decía: res cogitans, res extensa, y Dios. ¿Lo olvidamos adrede?

            Su forma lógica (como imagen en la imaginación o como idea en la mente) no es extendida, por supuesto

            "Por supuesto"... Ya mostré antes, y acabo de amplificar, que de "por supuesto" nada. Materia acepto que no es. Pero que materia sea el único pensamiento que la conciencia pueda albergar que contenga el atributo extensión, es muchísimo suponer. Por lo demás, ya he explicado más arriba por qué ese párrafo completo de G. no tiene el menor sentido: porque la conciencia de la diferencia entre las tres realidades ontológicas, con mayor o menor nitidez, es ancestral. Y cualquier bebé la desarrolla desde temprana edad.

          • Sr. Ortega:
            Solo hacerle notar, para que usted mismo tome sus conclusiones, que cuando usted dice:

            “Ah, bien… Entonces podemos entender que lo sutil puede ser una involución desde lo grosero, que la materia prima puede ser más elevada que la Piedra Filosofal, que las rosas pueden costar más caras que el perfume que se elabora con ellas, que la síntesis puede ser peor que la tesis y la antítesis… Ahora lo comprendo todo mejor. Estaba torpe”.

            Usted está valorando si es mejor o es peor, cuando no se trata de eso. Siguiendo su ejemplo y en sus términos: imagínese que en el mundo ya no existen las rosas, han desaparecido, solamente existe el perfume de las rosas, embotellado en frascos de perfume.

            Que diria usted de alguien, que inmerso en ese mundo( donde ya no hay rosas) dijera que el frasco tiene espinas y pétalos y tallo? Pero a su vez: porque va a ser mejor o peor el frasco que la rosa? Como le comentaba esa no es la ciuestión. La cuestión es que ya no hay rosas. La visión “neoplatónica” del mundo, el mundus imaginalis, todo eso ya pasó, está “superado” dialécticamente. Ese es el movimiento lógico del alma, al que por supuesto, no se puede acceder desde lo imaginal. Es ahí, donde lo imaginal, se convierte en positivo. Justamente en el olvido de Descartes. También comenta usted:

            “¿no podría ser que la conciencia reconozca que todo es interioridad, y que, de todos modos, la interioridad siga teniendo grados (dentro, más adentro), siguiendo siendo el yo el punto de referencia?”

            La conciencia no reconoce que todo es interioridad. Si asi fuera, habría una conciencia que reconoce y una interioridad que se deja conocer. Habría una separación. Pero Giegerich nos muestra que ahora (tiempo del alma), la conciencia es absoluta interioridad. No puede escindirse en dos. No es cuestión de cambiar los nombres y seguir inconscientes de la estructura que los nombra. Esa estructura de pensamiento ontológico, debe ser pensada dialécticamene.

            Quizás usted aprecie la posibilidad de poder hacerlo en estas lineas que nos enviamos.

            Un saludo.

          • La cuestión es que se trata justamente de eso, Sr. Vila: de diferenciación, de proceso, de progreso. De eso trata algo como individuación, o algo como alquimia. De eso trata la psicología junguiana. "Del proyecto Atman", donde evidentemente lo más valioso está en dirección a la meta y no al revés. Así que si no sabemos distinguir involución de evolución, nunca entenderemos qué anda buscando el proceso dialéctico, porque valdría todo, y no valdría nada. Puede que usted no quiera posicionarse haciendo juicios de valor. Pero la libido sí trata de hacerlos. La libido tiene su propia dialéctica interna. Que no tiene ninguna pinta de coincidir in toto, tengo que decirlo, con la dialéctica hegeliana. En definitiva: saber del alma, de la libido, es conocer en algo qué le parece a ella inferior y qué le parece superior. En esa línea de progreso, justamente en esa línea, que va de la bellota al árbol, aparece el mito del sentido. Como el sentido de la libido es inherente a ella, pero no tiene por qué ser ni mucho menos consciente (de hecho, nunca lo es del todo), el sentido de la vida puede no atesorarse. Entonces uno no se entiende a sí mismo ni al mundo. Y surge el "malestar en la cultura".

            Creo que expuesto así se vuelve a ver con claridad lo que quise siempre decir al respecto. Pero querer encontrar este sentido presente y oculto en lo externo, en tu vida externa, en lo social, es imposible. Porque, y esta analogía es muy válida, sería como querer encontrar el sentido hacia el Buda entre el ir y el venir constante, sin resolución, de la rueda del Samsara. El objetivo del mundo es no resolverse a sí mismo, dialécticamente, nunca, así que si sólo lo observas a él, no encontrarás resolución. Y te parecera que no la tiene, y que el perfume o la rosa dan igual. Que la nigredo y la albedo dan igual.

            Giegerich pretende mostrar que hasta que un filósofo no escribe y publica algo como "res cogitans" y "res extensa", la conciencia humana no sabe de esta discriminación. Para él, lo publicado y la realidad del alma tienden a convertirse (no estoy hablando de su lógica consciente -él me rebatiría esto- sino de su lógica inconsciente), en una especie de delirio, en la misma cosa. Lo mismo que le cuesta tremendamente pensar en los arquetipos más allá de sus formulaciones culturales, siempre eventuales y contingentes. Son las carencias de Giegerich. Lo cierto es que la misma conciencia de Giegerich sigue ahora, como siempre en el hombre, distinguiendo nítidamente entre lo que piensa y lo que hay alrededor. Entre esa interioridad y la res extensa. Aunque él, a la hora de escribir, de publicar, ponga el acento en el problema del subjetivismo en los sueños y la imaginación. Reconociendo, por tanto, que existe también hoy día un espacio subjetivo, interior, y un espacio objetivo, exterior. Seguimos haciendo fronteras en la Psicología, sólo cambiamos los términos, y alcanzamos conceptos e ideas al respecto más o menos afortunadas.

            Me gustaría decir que Giegerich tiene en mente algo como el viejísimo "todo es mental" cuando reflexiona alrededor de que todo lo que está ahí afuera es conciencia, es alma. Pero más bien parece tener a Hegel con su "por sus obras lo conoceréis" (uno ve su alma reflejada en el mundo). Eso es lo que parece atesorar su idea de "la conciencia es interioridad, todo está dentro de la conciencia". El "todo es mental" es un logro, vamos a decirlo así, de una dialéctica junguiana. El "por sus obras lo conoceréis" tenía que atravesar todo el siglo XIX aún para encontrar su negatividad, su genuino opuesto dialéctico, en el "por su inconsciente lo conoceréis". Estas disquisiciones le encantarían a Wilber, con su acento siempre puesto en lo pre- y lo trans-, y en cómo las cosas que están "antes de" se parecen a las que están "después de", aunque la diferencia ontológica sea abismal, como de la rosa al perfume.

            En definitiva, Giegerich quiere señalar que todo es alma, y trata de crear las mínimas fronteras posibles. Yo en anteriores comentarios quise diluir la frontera entre res cogitans y res extensa. Pero nunca podemos hacerlo tanto que no haya un limite en algun lugar. En la dialéctica, los opuestos no se unen in toto. Algo común se une, algo incompatible queda atrás. Por más que Giegerich quiera en la lógica eludir esas fronteras entre lo que todo es alma, enfrentados a la realidad del alma seguimos encontrando que no es lo mismo alma como res extensa, alma como ego, alma como sueños. Y esa es la realidad de la conciencia de Giegerich también.

          • Sr Ortega:

            En todas mis respuestas he dado argumentos y no he hablado de como yo lo veo, o si me gusta más o menos. Creo que eso es indispensable para dialogar.

            No se trata pues de convencer a nadie, ni de ser convencido, sino de pensar.

            Coincidirá conmigo en que ya ha sido suficiente. Solo si me permite, remitirle al estudio del concepto de “psique objetiva” y “falacia antropológica” tal y como lo desarrolla Giegerich en su obra.

            Son dos conceptos fundamentales, sin los cuales, no se puede entender la obra de Giegerich. Quizás le ayuden a entenderla.

            Por lo demás, le agradezco la creación de este espacio donde hemos podido dialogar.

            Un saludo.

  • A partir de las afirmaciones de Giegerich Ud. le hace decir cosas que NI REMOTAMENTE DICE NI PIENSA como, por ejemplo (y los ejemplos podrían ser MUCHOS más):

    "La postura de Giegerich es una confusión que simplifica al extremo y quiere retrotraerse por medio del pensamiento lógico-analítico a una postura de no-dualidad (aunque sería realmente preciso llamarla “visión del mundo animista indiferenciada”), algo por cierto inherentemente paradójico"

    Cómo no va a ser paradójico, si Giegerich NO QUIERE RETROTRAERSE a una "postura de no-dualidad" ni a una "visión del mundo animista indiferenciada", ni mucho menos. Eso es un ERROR, y esa conclusión que Ud. extrae jamás se afirma en la obra de Giegerich, antes bien, todo lo contrario. De "animismo" en Giegerich no hay nada.

    O Ud. escribe: "la entronización de la función intelectual por sobre las otras tres se vuelve tan evidente en Giegerich"

    Giegerich ha insistido MUCHAS VECES EN SU OBRA -obra que yo he traducido y que Ud. ha leído en mis traducciones, vaya cara que tiene Ud..- en que jamás se refiere por "pensamiento" a la "función pensamiento", ya que como Ud. sabrá, las funciones de Jung son "funciones del ego". Nada que ver con lo que significa pensar, en términos de Giegerich.
    Y por cierto, Giegerich jamás entroniza la "FUNCIÓN" pensamiento, sencillamente porque pensar no es función de ningún ego.

    Y así sucesivamente. Ud no comprende a Giegerich porque Ud. no puede evitar pensar por ejemplo que "pensamiento" no es una función del ego. Con esto, ha desvirtuado el pasaje de Giegerich. En cuanto a la "sincronicidad", Giegerich nunca ha dicho que haya o no haya sincronicidad, Giegerich no hace ONTOLOGÍA, ni METAFÍSICA, ni mucho menos FÍSICA. Giegerich pone de manifiesto los presupuestos de un pensamiento que afirme la sincronicidad: y ese presupuesto es que ya existen un mundo físico y un mundo psicológico, y que el uno "limita" con el otro, y trata de explicar esa dualidad. Giegerich no dice que haya ni que no haya dualidad, sino que pone de manifiesto que la idea de sincronicidad (porque la sincronicidad no es sino una IDEA y no una "cosa") trata de ofrecer una "solución" a la dualidad de dos mundos, uno de "dentro" y otro de "fuera". Y naturalmente, analiza lo que esas NOCIONES implican. Ud. se limita a decir que son metáforas (etiquetas), pero ¿metáforas de qué?

    Bueno, por hoy ya tiene suficiente. Hay que aprender a leer para poder comprender. Y leer en los términos que usa el autor, y no traducir los términos del autor a los propios. Giegerich habla de la lógica inevitablemente implícita en una explicación, nunca habla de la supuesta "realidad". Por ahí hay que empezar.

  • Respondiendo a los comentarios a mi crítica:
    Es posible que yo me equivoque en mis interpretación del autor, aunque en realidad creo que ustedes no comprendieron, pero no el texto de Giegerich, sino mis críticas al mismo. No tengo mucho tiempo, la verdad, para responder los post con la puntillosidad que sería adecuada, asi que tratare de ser breve y tocar lo q me parece principal:

    1- En primer lugar, que Gigerich asuma la postura de no estar haciendo metafísica, de estar hablando solo de "los documentos del alma" y no del alma en sí, evidencia que ya está instalado plenamente en el dualismo cartesiano (o kantiano, si se quiere) y que todo su analisis posterior es esteril: hay el mundo real (noumeno) y el fenómeno, que sería el mundo del alma. Aclarenme este punto, si me equivoco.
    Al hablar de los límites del mundo de alma, Giegerich ESTÁ NECESARIAMENTE haciendo metafísica, independientemente de como le guste conceptualizar a él el alma.

    2- Sobre la diferenciación que señalé entre los fenomenos del "mundo físico" y el "mundo psiquico", aclaré tambien que la postura de Jung no radicaba en la ingenuidad cartesiana, ya que entendía que todo fenomeno es primeramente psiquico. Sin embargo, la naturaleza primariamente psiquica de lo fenoménico no significa que se deba caer en el absurdo de no admitir, dentro de este campo de fenomenos psiquicos, diferentes realidades evidentes: la diferenciación entre el mundo que se presenta (a priori) como exterior, objetivo y uno que se presenta (a priori) como interior, subjetivo... son realidades del alma, o de la psique, o de la experiencia de ser y estar en el mundo, o como quieran llamarlas (por esa razón señalé que el problema central es más terminologíco que otra cosa). Les vuelvo a recomendar el texto de Ken Wilber mencionado al respecto.

    3- José Villa me responde:

    "Jung no sabia de “plantillas” ( esa especie de mapa que usted superpone a cualquier acontecimiento, para negarle su “verdad” y pasar a explicárselo desde “ la plantilla”: animus por aqui y anima por allá, arquetipos por aqui y complejos por allá, inconscientes personales por aqui y inconscientes colectivos por allá, si-mismo por aqui y proceso de individuación por allá, yo por aqui y sombra por allá…)"

    No me achaque a mi una visión reduccionista o simplificadora que yo no defiendo. Lo que usted llama plantillas son modelos teorícos que surgen de la observación y el analisis, un "mapa", como usted lo llama creo que adecuadamente, para orientar al ego por algunos de los procesos más significativos del proceso de individuación que Jung registró. Confundir el mapa con el territorio (o peor, reducirlo) es un defecto que no era de Jung, y del que yo tampoco me hago cargo. Pero negar la realidad, verdad relativa o utilidad del módelo es hacer otro tipo de dualismo: el que niega nuestra hermeneutica como parte constitutiva de lo real.

    4- Ezquenasi, ¿me puede citar el texto en el que Jung sostiene que la teoría de la sincronicidad sea la solución al problema del dualismo?

    5- Ezquenasi me responde:
    "obra que yo he traducido y que Ud. ha leído en mis traducciones, vaya cara que tiene Ud"

    ¿Le parece desvergonazado que conozca a este autor por sus traducciones y que se lo crítique? ¿Qué más quiere? Ah, claro, que lo entronice como usted. Siga participando..

    6 - Interesa muy poco si Giegerich pretende no hablar meramente desde la función intelectual-pensamiento (como le guste traducirla), porque sus opiniones o sus pretenciones al respecto no lo hacen escapar de esa función.

    7- Despues usted me "da una lección":

    "Hay que aprender a leer para poder comprender. Y leer en los términos que usa el autor, y no traducir los términos del autor a los propios. Giegerich habla de la lógica inevitablemente implícita en una explicación, nunca habla de la supuesta “realidad”. Por ahí hay que empezar."

    Y a usted, en su asquerosa soberbia, ¿quien le dijo que no leí en los términos de su adorado autor? Claro que lo hice, pero no me quedé, como usted, atrapado en su términología o en su visión del mundo, sino que la hice dialogar con la mía. ¿Cómo podría haber analízado y deconstruido sus falacias, o rastreado sus inconsistencias teorícas si no hubiera primero leído en los términos de su autor para ir más allá de ellos?
    Pero esto se lo tengo que explicar a usted, que sabe de hermeneútica, lo cual me parece rídiculo. Por las dudas, ¿usted leyo a un autor llamado Roland Barthes alguna vez? Dice algo sobre la muerte del autor, debería hecharle un vistazo.
    Bueno, por hoy ya tiene suficiente. Hay que aprender a leer más allá de lo que dicen los textos, para no quedar atrapados en cualquier punto de vista teoríco que pretendan imponernos como si fueramos una tabula rasa.

    Hasta luego.

    • Sr. Bronstein:

      No se que entiende usted por “ ingenuidad cartesiana”. No se si es la mejor expresión para poder entender lo pensado en Descartes.
      De nuevo creo que usted no ha entendido el artículo de Giegerich sobre el fragmento 45 de Heráclito. Cuando usted comenta:

      “En primer lugar, que Gigerich asuma la postura de no estar haciendo metafísica, de estar hablando solo de “los documentos del alma” y no del alma en sí, evidencia que ya está instalado plenamente en el dualismo cartesiano (o kantiano, si se quiere) y que todo su analisis posterior es esteril: hay el mundo real (noumeno) y el fenómeno, que sería el mundo del alma”. Aclarenme este punto, si me equivoco.

      Giegerich, al pensar el texto, lo hace dialécticamente. Nada que ver con lo que usted expone, que pone de manifiesto la escisión en la consceincia no reconocida, desde la que usted se acerca al tema. Por eso le comentaba, que no se si “ingenuidad cartesiana” es la mejor manera de acercarse a Descartes. Le cito un texto del sr. Eskenazi, donde de manera coloquial, se aporta luz sobre este asunto y sobre su concepción de metafísica como algo inamovible, "como algo que estuviera allí flotando en el aire".

      “Hegel habló de la dialéctica como un movimiento "lógico" (nunca físico, mecánico, exterior, nunca entre "entes" o cosas, es decir, nunca "positivo" sino puramente negativo) por el cual toda tesis (toda afirmación, toda enunciación, toda pretensión de verdad, por ejemplo una filosofía) contiene interiormente su "negación", no en el sentido de ser meramente su inversión, sino que la afirmación contiene, sin saberlo, lo que aún "no" ha pensado, y cuando esto se explicita (porque previamente estaba implícito e inadvertido), la posición se niega (ojo, no se deja de lado, sino que se cancela pero también se conserva como momento fundamental del proceso) y surge otra filosofía que negando a la anterior, la contiene como aquello a lo que está respondiendo en un nivel distinto, más complejo. A esto Hegel lo llamó "aufhebung" que suele traducirse como superación y Giegerich traduce como "sublación". Es muy semejante a un proceso alquímico donde el estadio anterior de la materia es superado porque el material cambia a una forma más sutil, distinta, que preserva lo esencial pero ya no es el anterior: el perfume de la rosa “abstraído” en forma de unas pocas gotas de aceite "esencial" ya no es la rosa, y sin embargo contiene su aroma esencializado: esencia de rosa. De ahí que Giegerich vea en la alquimia un pensamiento dialéctico hegeliano avant la lettre. Sublación, superación, es algo semejante a la sublimación alquímica (no a la freudiana, ojo, que sin embargo también arrancia de la expresión alquímica), y a mayor "abs-tracción" (=sacar fuera de) como complejidad, procesamiento, sutilización. La esencia de rosas ha sido, en este sentido, "abstraída" de las rosas concretas”.

      Como ve la dialéctica, opera desde dentro. Por eso Giegerich entiende la psicologia como “la disciplina de la interioridad”.

      Justamente, el artículo de Giegerich sobre el fragmento de Heráclito, es un ejercicio dialéctico de gran finura, en el que Giegerich partiendo de la pregunta: es profunda el alma? y dejándose guiar por el texto, no soltándolo nunca, llega a la idea de absoluta interioridad. La imagen de profundidad, ha sido negada, podríamos decir “que ya ha dado a luz”, ahora se conoce como absoluta interioridad y por tanto, como profundidad muere. Esto no significa, como usted entiende, que haya una profundidad por aqui y una interioridad por allá.

      Por eso le recuerdo, que es en la consciencia desde la que usted se acerca al texto donde está la escisión. Ya le comenté antes, que no se si es muy buena idea encerrar a Descartes en la imagen de “ingenuidad cartesiana”.

      Por otra parte, sobre su comentario sobre los “documentos del alma” le remito a que explore el concepto de negatividad en Hegel y en Giegerich, para que usted mismo pueda entender de lo que se trata.
      Un saludo.

    • Bronstein escribe:
      " ¿me puede citar el texto en el que Jung sostiene que la teoría de la sincronicidad sea la solución al problema del dualismo?"

      Y Ud. ¿puede citarme un texto donde Jung sostenga que respira? ¿Podemos concluir de ahí que Jung "NO" respiraba? Lo importante es lo que Jung en su obra HACE, lo diga o no lo diga.

      En cuanto a lo de "en su asquerosa soberbia", ese es un plano en el que se acabó todo diálogo. Ud. se ha retirado al insulto. Ahí ya no tengo nada que decir, pero esa explosión de "afecto" mostraría, según Jung, "una adaptación fracasada". Se ha acabado toda conversación entre Ud. y yo.

  • Y querer aportar una solución al problema del dualismo(aunque se pretenda en términos metafísicos o en términos "del alma")por medio de pensamiento discursivo es una empresa tan absurda como infinitamente ingenua. Si se quiere meter en esos derroteros, Giegerich debería primero leer a Suzuki.

    • ¿Quién quiere "aportar una solución al problema del dualismo"? Ciertamente no es el caso de Giegerich. Por favor, lea a Giegerich con atención. No hay soluciones a problemas, no es esa la perspectiva. Si no empezamos a partir del lenguaje y no de las cosas, de la "lógica" (no formal, obviamente) y no de la "ontología" no hay Giegerich. Es evidente que en este hilo se ha malinterpretado groseramente a Giegerich y, por lo que he leído luego, no se tiene ni remota idea del método dialéctico de Hegel. Así no se puede. Hay que hacer el trabajo, y aquí no se ha hecho.

  • He regresado, otra vez estoy aquí…

    Estoy contigo; luego de largos años de vagar

    Otra vez, he regresado a ti.

    ¿Debería contarte todo lo que he visto, experimentado, bebido en mi interior?

    ¿O no quieres oír nada acerca de todo el ruido de la vida y el mundo?

    Pero una cosa debes saber, una cosa he aprendido, que hay que vivir esta vida.

    Esta vida es el camino, el más buscado, el camino hacia lo incomprensible, que llamamos divino.

    No hay otro camino.

    Todos los caminos son senderos falsos.

    Yo hallé el camino correcto, me condujo hacia ti, a mi alma.

    Regreso, moderado y purificado.

    Entonces yo estaba totalmente absorto en el espíritu de los tiempos y pensaba de forma diferente que el alma humana.

    Pensaba y hablaba mucho acerca del alma; sabía muchas palabras eruditas acerca del alma; la juzgaba y hacía de ella un objeto científico.

    No consideré que el alma no pueda ser objeto de mi juicio y conocimiento.

    Mucho más son mi juicio y mi conocimiento el objeto de mi alma.

    Por lo tanto el espíritu de las profundidades me presionaba para que hablara a mi alma, para que la llamara como un ser vivo e independiente cuyo redescubrimiento significa la buena fortuna para mí. Me había perdido de mi alma, durante muchos años.

    El espíritu de las profundidades ve el alma como un ser independiente, vivo, y con ello contradice al espíritu de los tiempos, para quien el alma es algo dependiente de la persona, que se deja ordenar y juzgar, es decir, algo cuyo alcance podemos captar.

    Ante el espíritu de las profundidades, este pensamiento es presunción y arrogancia. Por lo tanto, el gozo de mi redescubrimiento fue humilde…

    Sin el alma, no hay forma de salir de este tiempo.

    Das Rote Buch
    CGJ

    • Nora! ¿Tú también defiendes una psicología pop, a los alquimistas asalvajaos que danzan en bosques con ninfas y faunos? Creía que eras psicóloga, pero ahora me has desconcertado. Pero si lees "bien" el mismo fragmento que citas, ahí dice Jung:
      "contradice al espíritu de los tiempos, para quien el alma es algo dependiente de la persona, que se deja ordenar y juzgar, es decir, algo cuyo alcance podemos captar.". Justamente, el "alma" NO es algo dependiente de la persona. Pero los alquimistas asalvajaos que pueblan este blog aún hablan de "mi" alma, "mi" inconsciente, "mi" inconsciente colectivo... justamente no pueden apreciar un "alma" que NO sea dependiente de la persona, que NO se deje ordenar y juzgar. Eso no es psicología pop, justamente. Ahí tienes la noción de "alma objetiva", la NOCIÓN que sustenta toda la psicología de W. Giegerich. Nada que ver con "yo-me-mi-conmigo", el alma en lo real (y no "dentro de" las personas) y no "mi Saturno", "mi anima", mis experiencias, mi yo me mi... de lo cual hacen un despliegue impúdico los hijos mayas de la luna, que atacan justamente la noción de alma como sujeto y no como propiedad de las personas. Jung sabía más, por supuesto. Sus adoradores, como los adoradores de la luna, en cambio, sólo quieren llenar su vida "personal" de significado y de importancia. ¿Tú también te apuntas a ese carro?

      • ¿Citar un fragmento del Libro Rojo es defender una psicología pop, Esquenazi?

        Si, estoy de acuerdo en que aqui se terminó el diálogo. Usted debería volver a leer a Jung.

        • Seguramente, yo no he leído a Jung. Soy un fauno que danza en los bosques y no tiene tiempo para leer... seguramente. Que le aproveche "tener tanta razón" y tanta humildad. Ejemplar. Debe estar Ud. enormemente contento, porque ya lo sabe todo, como el último hombre, ya tiene todas las respuestas, incluída su definición de alma..
          http://tinyurl.com/3z8gl2z

          • No, seguro que tengo menos razón que usted, de eso no se preocupe. Pero no rechazo a mi propia alma, ni dejo de reconocer su profundidad.
            Su profundidad no tiene fronteras ni límites.

        • "su propia" alma. Eso explica por qué no puede comprender a Giegerich ni al Jung maduro, que ya habían dejado atrás la idea de "alma" como PROPIEDAD de algún sujeto (en este caso Ud.) y habían avanzado hacia la noción de "alma objetiva": el "alma" que no es propiedad de ningún sujeto, de ninguna "persona" (en contra de la psicología egoica y personalista) sino que es el único sujeto.
          Esa es la cuestión.

          • Eskenazi, ¿no le parece ya a usted ni un poco lamentable ver como se esfuerza y se esfuerza por ganar esta pulseada patética, aunque sea de un modo casi rudimentario?

            Ahora me viene con una aclaración sobre lo que es o no es el alma, despues de haber hecho referencia a la ceguera o hybris de quienes hablan de sus caracteristicas o naturaleza..

            Por otro lado, usted no parece saber mucho del modelo jungiano del inconsciente, pero sobretodo no sabe leer una expresión poética. Yo que usted dejaría descansar un poco a esa afilada y egócentrica lógica dialectica y me sumergiría hasta el fondo en la emoción imaginativa, en la vida del alma desde la experiencia.. por lo menos para entender algo de lo que con tanta vehemencia rechaza. Le recomiendo que empiece por William Blake.

            Por otro lado, si quiere realmente ir más allá del ego, dudo que encuentre en ningun constructo intelectual la ventana que se lo permita. La empatía para con los que lo rodean, la comprensión y el amor son el único camino posible para eso.

      • Los que se remiten a Jung son adoradores de la Luna. ¿Y los que se remiten a Giegerich decimos que lo son del Sol? Lo que falta, en efecto, en mitad de todo esto, es Opus. Trabajo. Remitirse al alma, a la psique, en sí. Con el mínimo lastre de intermediarios posible. Porque trabajo psicológico no es, desde luego, pasarse el día absorto en la dialéctica entre psicólogos, encima a través de sus escritos, siendo lo escrito siempre una raspa de sardina de lo que en verdad es el pensar. Por cierto que esa sí que es pura dialéctica narcisista. Rebotar con el ego, entre egos. ¿Acaso no rezuma narcisismo, conciencia, persona, estrechez, subjetividad, un "yo pienso, luego existo"?. Yo, yo, y yo, en efecto. Está tan encapsulado en la mera subjetividad como un "yo amo".

        Puede que coquetees con la idea de que la Alquimia consiste en sí en un debate verborrágico de sobremesa, seminario o foro. Eso es tan televisivo y pop como los debates del corazón. Tan pop como la misma Internet. Puede que estés ya tan contaminado de consumismo intelectual que pienses que el discurso de Giegerich nace del alma objetiva, la voz de Dios en sí, y no de donde evidentemente lo hace: de su propio ego. Que, tengo que decir, muy amplio de miras no es. Comprendo que Hillman le critique a veces lo mismo que yo: que vuelve a desandar lo que ya se ha andado. Y eso sólo en lo intelectual, que si sopesamos el real Opus, cuyo laboratorio es la vida, algo bastante más grande que la mera lógica discursiva, ni sé lo que llegaríamos a encontrar. O, mejor, dicho, a no encontrar. Porque las lagunas que se entrevén ahí parecen océanos.

        Eres tú el que siguiendo a pie juntillas a tu ídolo se vuelve incapaz de concebir que haya alma, o sea, realidad, no solo más allá del pensar meramente discursivo, sino más allá de un pensar discursivo apegado a lo colectivo, lo exterior, lo extenso: "Para mí el principal laboratorio alquímico del alma es la historia, la historia de la cultura y de la consciencia, la historia del alma". (Giegerich, a la sombra fiel de Hegel). Ya vemos: llamamos ahora Alquimia a intentar estudiar sociología, y algún que otro libro ajeno de filosofía. Claro, qué tonta la Psicología profunda... ¡Si la vía regia al alma objetiva es la psicología de masas y los discursos del ego! Y digo intentar, por supuesto. Porque es imposible comprender lo que sucede ahí afuera sin comprender algo de lo Inconsciente Colectivo. Se reveló hace ya mucho imposible el poder hacer una mínimamente seria sociología sin incluir lo inconsciente. Un inconsciente que no puedes encontrar haciendo mera sociología. Es triste recordarle eso a uno que se autoproclama junguiano. Pero de junguiano parece tener poco más que ser lector asiduo de junguianos. Hegel tenía claro, sin embargo, una cosa: que su dialéctiva estaba vacía si no se refería constantemente a hechos, a contenidos positivos. Pensar algo así como que frente a un ensayo uno está frente a un trozo de alma objetiva es ridículo.

        Así que el jovencito rebelde y encorbatado, el aprendiz de brujo, coquetea con la idea de encontrarse con el "alma objetiva" analizando a todo el mundo, menos a sí mismo. Claro, es un básico positivista ese. Él es el "observador". Así que todo lo que atestigua debe ser realidad objetiva pura. Vieja falacia epistemológica. ¿No corresponde más al espíritu más moderno del siglo XXI hacerse neurólogo e investigar con electrodos cerebros ajenos? Encima, analizando de los demás lo que recogen las hemerotecas, los hechos pegados a las conciencias...

        Cuanto más seguís esos básicos, más os quedáis atrapados en un alma que lo único que alcanza a exponer objetivamente es un "yo (yo, yo, yo) pienso, así que eso es lo único que existe". Y el alma, lo inconsciente, se va cada día más y más lejos.

        Tengo que decir que no me cuesta encontrar en este hombre destellos brillantes por aquí y por allí. Me gusta señalar sus aciertos. Pero hay cosas realmente no ya infumables, sino esperpénticas. Lo de decir que en la sociedad encuentras al alma objetiva y en el sueño sólo capricho subjetivo es para llamar a los bomberos. En general, su entendimiento sobre la manifestación arquetípica es muy a menudo directamente infantil. Denota tener mínima experiencia a la hora de manejarse con eso. Un párrafo como este, tan cargado de voluntariosa ingenuidad, aunque me impaciente, incluso me enternece (y no creo que a ningún verdadero psicólogo tenga que explicarle por qué):

        "Para ser justo debiera cualificar que no quiere retener los dioses en su misma fenomenología histórica y con la misma forma antigua de su culto. Sólo retiene -a mi parecer- una identidad abstracta, por ejemplo, de Zeus, a la vez que declara prontamente que todos los atributos específicos de Zeus son contingentes (p. 4), y ésto hasta el extremo de que me pregunto cómo se sabría que el nuevo “Zeus” es todavía Zeus. Podría ser cualquier cosa, de acuerdo con el modo en que habla Hillman ("cualquier maldito modo”, p. 4). Todavía pienso que las imágenes o realidades imaginales tienen su identidad en su fenomenología específica; son su fenomenología; no tienen, en el estilo de pensamiento de la metafísica tradicional, una identidad detrás de su fenomenología -entonces intercambiable. Si su fenomenología se va, también se van ellas".

        En definitiva, tanto se han tergiversado asuntos capitales en Giegerich que ya poco tienen que decir sobre el alma los sueños, el amor, las sincronicidades, las visiones, los fenómenos paranormales (individuales y colectivos), los estados alterados de conciencia, los lapsus, lo que a la sociedad y a cada hombre le sucede, y no sólo hace, lo que enseña de la realidad el negativo vacío, y no sólo el átomo positivo, etc. etc. etc. Todo eso, de repente, es discurso subjetivo. Aunque objetivamente sepamos todos que todo eso, justamento todo eso, y no otra cosa, es lo que funda lo junguiano y, por ende, el sustento del que se elevó el concepto de alma objetiva.

        • "tanto se han tergiversado asuntos capitales en Giegerich que ya poco tienen que decir sobre el alma los sueños, el amor, las sincronicidades, las visiones, los fenómenos paranormales (individuales y colectivos), los estados alterados de conciencia, los lapsus, lo que a la sociedad y a cada hombre le sucede, y no sólo hace, lo que enseña de la realidad el negativo vacío, y no sólo el átomo positivo, etc. etc. etc. Todo eso, de repente, es discurso subjetivo. Aunque objetivamente sepamos todos que todo eso, justamento todo eso, y no otra cosa, es lo que funda lo junguiano y, por ende, el sustento del que se elevó el concepto de alma objetiva."

          Eso no es así, al menos no en la obra de Giegerich. Deje de colgarle etiquetas que lo desvirtúan para luego atacar a ese espantapájaros que NO representa a la obra ni al pensamiento de Giegerich. Subjetivo es "su" discurso sr. Ortega, porque desvirtúa, ataca y defiende y tiene intereses en defender una ideología y le importa muy poco la verdad, sino que es ideológico. Eso sí es subjetivo, como el ir por la vida de alquimista asalvajao que juega en los bosques con ninfas y faunos, sí subjetividad y fantasía egoica, nada más. Pero decir que para Giegerich es subjetivo " lo que a la sociedad y a cada hombre le sucede" es no entender ni una sóla palabra de Giegerich. Es, lisa y llanamente, una mentira.

          • "Lo que a la sociedad y a cada hombre le sucede"... Lo que apunto es verdad, Enrique. Piénsalo. A Giegerich la pasividad le espanta. Lo que le mueve es el hacer, el actuar. Se demora demasiado poco en esas cosas Yin.

            Giegerich es un alquimista envenenado de mercurio. Un mefistofélico parlanchín que mezcla mentira y verdad, con una enorme sombra de matador. A sus pies yace ensangrentada Perséfone. Y con ese sacrificio cierra el camino de regreso al Laberinto Interior. Pero hay que saber comprender también la necesariedad, la grandeza y la refulgente belleza de una gesta así.

            Antes de que te enfades, piensa que mis palabras sólo son logos, sintaxis. Y que Giegerich las entenderá nítidamente, sin la más mínima dificultad.

          • ¿Qué sabrás de lo que a Giegerich "le espanta" o no, cuando ni siquiera puedes entender lo que Giegerich escribe, ni su pensamiento, ni su obra, ni su aporte a la psicología? Eso que llamas "Giegerich" es una burda caricatura de una criatura más de tu febril imaginación: acaso un fauno más de la Atlántida.

      • Ante todo gracias por el piropo, pero lamentablemente para ser pop debería andar por la cuarentena y ya...la pasé hace una docena. En tal caso soy una psi rock :-).

        El párrafo del Libro Rojo que publiqué, está como bienvenida en mi sitio hace ya 14 años, y es en cierto modo, un resumen de la brújula desde la que intento al menos, trabajar y vivir, como una obrera, en el día a día con mis pacientes, con mis amores y conmigo misma.

        Por qué diste por sentado inmediatamente que la publicación del párrafo de Jung era en "contra" o "a favor", que me "apuntaba" a tal o cual carro? La edad de la pandilla, se me ha pasado hace ya tantísimo tiempo...

        Eso, yo creo, resume por sí mismo lo que subyace a esta "conversación", al menos en tu caso: o están conmigo o están en mi contra. Y qué es eso sino...

        Y hablando de prejuicios, sabemos de los de el mismo G.:

        "Para aquellos que se vuelven o son junguianos, la psicología usualmente está al servicio del propósito de autogratificación, autocomplacencia. Es un ego-trip. La gente que entra en la psicología junguiana o en la arquetipal en su mayoría se siente atraída por ella porque esperan que les proporcione consuelo para su profundo descontento con el mundo moderno, con las enormes exigencias intelectuales que plantea a cualquiera que participe en él, con la abstracción de la vida moderna, su vacío religioso y metafísico; y porque en segundo lugar puede ofrecer significado, un tipo de sistema de creencias, una ideología, y servir así como un sustito de religión; y en tercer lugar puede ofrecer todo ésto inmediatamente, sin mayor alharaca, porque se piensa que cada persona ya lleva dentro suyo todos los tesoros deseados. Respecto a este sistema de creencias, uno ni siquiera tiene que someterse a artículos de fe fijos que tuvieran que estudiarse a fin de entenderlos adecuadamente. Y no se tiene que creer realmente en nada, en el sentido de una creencia vinculante con consecuencias prácticas. Al contrario, todo lo que requiere es (a) experimentarse uno mismo y experimentarse uno mismo o (b) complacerse en imágenes, mitos, símbolos. En última instancia todo lo que se experimente vale, como vale cualquier imagen, cualquier mito. No hay criterios de verdad. No se requiere trabajo duro, ni disciplina, ni inteligencia. Bellas imágenes y algunos mantras toman el lugar del pensamiento. Una tierra intelectual de Cocaína que vuelve rápidamente disponible el significado mientras uno duerme (¡los sueños!) y que, para la mente en vigilia, tiene en reserva mucha comida-rápida (fast-food) intelectual y comida sentimental para bebés. Este tipo de psicología abastece las necesidades emocionales e ideológicas de las gentes.”

        No tengo, al menos yo, el más mínimo interés en leer a alguien que realiza afirmaciones tan prejuiciosas. Las mismas desacreditan, a mi entender, el resto de su pensamiento.

        Vos sabés mejor que yo, que el señor G., está convencido que los "junguianos", sea lo que sea el colectivo que así llama G., somos poco más que imbéciles, que no usamos ni necesitamos el pensamiento, que nos movemos por la "fe", y que está tirándole perlas a los chanchos regalándonos sus exquisitos pensares.

        Es tan naive, que sinceramente me pregunto si G alguna vez acompañó personas en sus pensadas, sufridas, experimentadas, filosofadas, desesperadas, apasionadas y corajudas odiseas de encontrarle sentido a la vida, y poder llegar aún en contra de su insistente "yo quiero" (un "yo quiero" que mal que nos pese insiste en cada uno de nosotros hasta nuestra muerte), a una descarnada entrega que podía resumirse en la frase: "Soy el/la servidor/a del Señor, que se haga en mi Su Voluntad"...

        Y ahora me disculpo, El Alma me ha asignado una extensa consulta, amigos y un familión,a los que éticamente les debo mis sueños, mi corazón, mis recuerdos, mi tiempo, un duro trabajo, y mis pensamientos.

        • ¡Qué pena Nora! Tampoco entendiste nada, y te limitaste a inferir pandilleos y disputas personales, en lugar de leer con atención mis comentarios, cosa que te invito a volver a hacer en su contexto. He ofrecido argumentos, he citado la obra de Jung, he contrarrestado afirmaciones gratuitas, ciertamente no me he privado la ironía, al constatar que conversaba no con gente interesada en los argumentos, sino con "faunos y ninfas" y "Atlantes", eso imponía un tuno humorístico. Pero jamás descendí al pandilleo. No entiendo cómo no puedes verlo. Ya veo que "el Alma te asigna" muchas cosas, segun tú; no sé porqué además necesitas sentirte hija de la luna. ¿No te es aún suficiente tener asignaciones de eso que llamas "el Alma" y que suena a Iglesia, a credo, a religión? Justamente esa psicología al servicio del ego, de la vanidad personal, de alimento para fantasías infladas, es lo que llamo psicología "pop" (popular). Otra vez, malinterpretaste, y creías que hablaba de épocas, géneros musicales, de décadas o no sé qué. No, hablaba de poner la psicología al servicio de los intereses vulgares y populares, cosa que nunca se hace con el conocimiento riguroso, sin embargo.
          Estarás satisfecha de que hoy la psicología junguiana se utilice para que unos descerebrados hagan un revoltijo de mitos a fin de sentirse "Atlantes", justificando todo tipo de histerias y de inflaciones; estarás satisfecha de verte rodeada de astrólogos y charlatanes y no de pensadores rigurosos, estarás satisfecha de poder también llenar tu imaginación de vaguedades cursis como eso del "amor" y "el servicio" y todo el lenguaje propio de una Louise Hay o una Shinoda Bolen, que deben ser tus ídolos, infiero. No sentir pudor por lo que hacéis con la obra de Jung, no digo ya de Giegerich, es todo un indicador de vanidad y de infantilismo.
          Hablas de G. como persona ("si alguna vez acompañó a personas en sus...odiseas"), sin saber absolutamente nada de su vida personal: ¿de dónde esas inferencias, como no sean proyecciones defensivas contra un pensamiento que sentís amenazante? ¿Cómo podrías inferir la vida privada de Einstein de su teoría de la relatividad, sino a base de fantasía proyectiva? Haces lo mismo con Giegerich y te consideras psicóloga, alucinante! y desciendes sin pudor a hablar de Giegerich como persona sin ni siquiera conocerle, sólo por leer sus ideas psicológicas -y no ser capaz de mantenerte en el plano de las ideas-, con falta evidente de respeto por un gran investigador, que expone ideas, razonamientos y argumentos, y no exhibe impúdicamente su persona, como hacéis vosotros sin cesar.
          Pensé que eras más seria, pero ya está todo visto y dicho en este blog: hija de luna, te mereces el alquimista asalvajao y toda su cháchara.
          Ya veo que vas de sacerdotisa que escribe (sin vergüenza alguna) cosas como: “Soy el/la servidor/a del Señor, que se haga en mi Su Voluntad”… Como tal, religiosa y creyente, cómo podrían interesarte las ideas y la verdad! Sólo defiendes un credo, ya sabemos lo que la Iglesia hacía con gentes como Galileo. En eso, la historia se repite.Cerrada para lo que no sea sólo el credo que te sienta bien, defendiéndote de la amenaza que para el creyente representa la búsqueda de la verdad. Espero que disfrutes siendo la sacerdotisa, la ninfa y la hija de la luna, y que sigas llenando tu vida de significado y comprometida con tus votos. En los fundamentalistas encontrarás tus iguales. Y a ese nivel, no hay nada que dialogar.

          • En cuanto a la cita que pones de Giegerich, tienes que leerla en su contexto y, antes de sentirte herida o atacada, preguntarte si no expone razones que sostengan esas afirmaciones. En lugar de atacar a la persona, deberías ofrecer contraargumentos, y preguntarte si sus afirmaciones son o no verdad. Pero ¿qué importa la verdad, cuando se trata de credos?
            Supongo que siguiendo tu linea de inferencia también verás un enemigo en James Hillman, que no tuvo empacho en publicar que "los junguianos son gentes de segunda con mentes de tercera". ¿Por qué lo diría? Ah, eso parece que no cuenta en tu libro. Si no ves que las afirmaciones de Giegerich están plenamente justificadas con lo que se ha escrito en este blog, por ese refrito de palabras filosóficas usadas sin sentido, y esa melange de mitos y de imágenes al servicio de la autocomplacencia y de la falta de rigor, si no ves que las respuestas de Ortega y sus acólitos, algunas francamente indigestas, no han expresado una sola idea desarrollada, son carentes de contenido, y evaden todo razonamiento para huir al país de nunca-jamás, pues entonces además de ser una hija de la luna, resulta que estás ciega. Bastaría con que releas toda la cadena, un poco menos personalmente y un poco más interesada por la verdad de LO QUE SE DICE, y no por QUIÉN lo dice (reduciendo siempre lo grande a lo pequeño, como bien decía Jung). Pero esto será mucho pedirle a una psicóloga (!) tan ocupada en amar y servir y ejercer sus rituales y salvar al mundo, apremiada por la importancia inconmensurable de su tarea y la carga heroica de ser depositaria de un significado que la hace "especial", "conectada con lo divino", sacer (sagrada) dotisa aparejada al alquimista, al fauna, al maya y al Atlante. A esta altura y con esos síntomas, yo recomendaría ya no una terapia psicológica, sino algún tratamiento psiquiatrico anti-esquizofrenia. Eso, si se hablara en serio. Pero claro, el alquimista no habla seriamente, sólo juega. Sus faunos no son faunos, sus ninfas no son ninfas, sus bosques no son bosques. Todo es "metáfora". También le recomiendo un psiquiatra "metafórico".

  • Está confrontación por supuesto que está planteada dentro del mismo recinto de los dioses las ideas que su propio elemento ! El centrarme en la interpretación de Eskinazi quizá me hizo sentir más liviano y poder librarme de mis neurosis!

  • Por principio ningún pensador como
    Los que están acá debería cerrar la puerta para confrontar al otro yo creo que el combate apenas empieza y estoy seguro que entrar a lo agreste como sugiere Giererich y dejar como fósiles nuestras más queridas creencias es entrar a ese reino de alma donde hay que entrar con traje de boda