Entiendo por función inferior aquella función que queda rezagada en el proceso de diferenciación. La experiencia enseña, en efecto, que apenas es posible -a causa de lo desfavorable de las condiciones generales- que alguien consiga desarrollar a la vez todas sus funciones psicológicas. Ya las exigencias sociales comportan que el ser humano diferencie al máximo, antes que nada y más que nada, aquella función para la cual está más capacitado por naturaleza o que le brinda los medios más eficaces para el éxito social. Con mucha frecuencia, casi por lo regular, nos identificamos de modo más o menos completo con la función más favorecida y, por ello, más ampliamente desarrollada. De ahí brotan los tipos psicológicos.
Dada la unilateralidad de este proceso evolutivo ocurre que una o más funciones quedan necesariamente rezagadas en su desarrollo. De ahí que sea adecuado llamarlas «inferiores», pero en sentido psicológico, no en sentido psicopatológico; pues esas funciones que han quedado rezagadas no son en modo alguno patológicas, sino sólo retrasadas en comparación con la función favorecida. Ciertamente, en cuanto fenómeno la función inferior es consciente, pero no es conocida en su auténtico significado. Se comporta como muchos contenidos reprimidos o no suficientemente considerados, que de un lado son conscientes, pero de otro son inconscientes, de igual modo que hay con frecuencia casos en que conocemos, sí, a un determinado hombre por sus manifestaciones externas, pero no sabemos realmente quién es. Así, en los casos normales la función inferior permanece consciente, al menos en sus repercusiones; en la neurosis, por el contrario, cae parcial o casi totalmente en lo inconsciente. En la medida, en efecto, en que toda la libido es llevada a la función favorecida, la función inferior se desarrolla de modo regresivo, esto es, retorna a sus estadios arcaicos precedentes, con lo cual se vuelve incompatible con la función consciente y favorecida. Cuando una función que normalmente debería ser consciente cae en lo inconsciente, también cae en lo inconsciente la energía específica de esa función. Una función natural, como, por ejemplo, el sentimiento, posee una energía que le viene por naturaleza, es un sistema vivo firmemente organizado que en ninguna circunstancia puede ser despojado totalmente de su energía.
Al volverse inconsciente la función inferior, su resto de energía es trasladado a lo inconsciente, con lo cual lo inconsciente es vivificado de manera no natural. De ello surgen fantasías que corresponden a la función que se ha vuelto arcaica. De ahí que una liberación analítica de la función inferior con respecto a lo inconsciente sólo pueda efectuarse si se hace que afloren los productos inconscientes de la fantasía suscitados precisamente por la función que se ha vuelto inconsciente. Haciendo conscientes esas fantasías se lleva también la función inferior a la consciencia y con ello se la conduce a la posibilidad de que se desarrolle.