He escrito esta editorial para empezar a dar cabida en el blog a todas aquellas novedades llegadas de la comunidad científica (y cientifista) que me parezca interesante comentar. Vamos a comenzar por dos noticias relacionadas con lo erótico que llevan ya algún tiempo recorriendo los medios. Desde esa temática llega últimamente mucho material y es algo a la vez que me interesa especialmente:
Una investigación que realizó un psicólogo de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), afirma que el placer de las mujeres está directamente relacionado con el tamaño de la cuenta corriente del hombre.
Este estudio señala que este fenómeno es fruto de una «adaptación evolutiva» del sexo femenino que lleva a las mujeres a elegir a su pareja en función de su calidad. Según el psicólogo se traduciría en que los hombres más adinerados serían “compañeros más deseables y provocarían en las mujeres mejores orgasmos”.
Thomas Pollet, psicólogo de la Universidad de Newcastle, es contundente respecto a las conclusiones que ha arrojado el estudio, «La frecuencia de los orgasmos en las mujeres incrementa con los ingresos de sus pareja”.
Pollet y el profesor Daniel Nettle, coautor del estudio, creen que el orgasmo femenino es una adaptación evolutiva que permite a las mujeres elegir y retener a parejas de alta calidad, según informaciones del diario británico ´The Times.
Lo cierto es que el orgasmo femenino ha sido y es investigado en distintos campos de la ciencia debido a que no parece tener ningún tipo de propósito reproductivo: las mujeres pueden quedarse embarazadas sean cuales sean sus niveles de placer.
Funciones del orgasmo
De las 1.534 mujeres participantes, 121 tenían orgasmos ´siempre´ durante sus relaciones sexuales, mientras que 408 los tenían ´frecuentemente´, 762 ´a veces´ y 243 ´rara vez´ o ´nunca´; unos resultados muy similares a los que los psicólogos afirman haber obtenido en Occidente.
Pollet explica que evidentemente, además del dinero de la pareja sexual, hay muchos otros factores que influyen en la cantidad y calidad de los orgasmos de las mujeres, pero que, en cualquier caso, el tamaño de la cartera es un factor a tener muy en cuenta.
«Aumentar los ingresos de la pareja tenía un efecto altamente positivo en la frecuencia de orgasmos sobre el que las mismas mujeres informaban», señala el científico, que explica este hecho porque «compañeros más deseables provocan a las mujeres que tengan mejores orgasmos.
Estudios previos en Alemania y Estados Unidos han apuntado a atributos como la simetría corporal y la apariencia física como causas interrelacionadas con la frecuencia de orgasmos de las mujeres, factores a los que ahora habría que añadir el dinero.
David Buss, profesor de Psicología en la Universidad de Texas, cree que los orgasmos podrían tener diferentes funciones. «Podrían promover la afinidad emocional con machos de alta calidad o podrían servir como una señal de que las mujeres están altamente satisfechas sexualmente y, por lo tanto, no buscarán sexo con otros hombres», señala el psicólogo, que resume esta teoría como: «Lo que los orgasmos están diciendo es ´Soy extremadamente leal, así que deberías invertir en mí y mis hijos´».
Pues sí, en esto se gasta el Sistema el dinero del contribuyente. En hacer obvio lo que ya lo es. En reinventar una y otra vez las ruedas. Yo comprendo que cualquier adolescente inexperto en cuestiones eróticas viva en la estupidez de creer que mujeres y hombres comparten una sexualidad similar, lo mismo que comparten unas dotes intelectuales similares, pero que los sagaces gabinetes científicos, hombres y mujeres hechos y derechos, se sorprendan de descubrir profundos dimorfismos sexuales entre los géneros me da la talla del despiste en que los ideólogos de nuestra cultura andan atrapados, y atrapan a la cultura en general. No sé cómo nos puede extrañar la crisis de valores actual. Hemos perdido las referencias. Se nos vende por todos lados que conocemos los secretos del Universo, y resulta que en realidad hemos olvidado incluso lo que ocurre a la vuelta de la esquina, o en el dormitorio de nuestro propio apartamento.
Allá por el año 1996 tuve un affaire con una chica que era un dechado de sentido común, inteligencia y perspicacia. Me enseñó un aforismo que desde entonces también he hecho mío: «Cuando un hombre empieza a sentirse atraído por una mujer, se la imagina desnuda. Cuando una mujer se empieza a sentir atraída por un hombre, se lo imagina con un traje caro». De hecho, la primera condición que me impuso para convertirse en mi pareja fue que ella se haría cargo de comprarme las camisas.
A los aforismos los podemos tachar de tópicos, pero en su esencia está ser patrimonio de un saber colectivo y popular. Lo que es patrimonio del saber colectivo y popular, del folclore, para los versados en Psicología Analítica es de supremo interés, porque es el hilo que nos suele conducir nada más y nada menos que a lo arquetípico. Del tópico típico a lo arquetípico. En relación a la sexualidad humana y al amor yo he encontrado siempre más profunda sabiduría en el chiste, lo popular y el diálogo de bar y tasca que en muchísimos tratados y ensayos científicos que pretenden sentar alguna cátedra en estos temas. El amor está en la calle, en el bar, la tasca, y se nota que es ahí donde se lo conoce mejor (aunque sigue siendo en muchos aspectos un misterio en todos lados). Se nota que es ahí donde está el laboratorio de experimentación que nos muestra la fenomenología flagrante y directa. La Sociología estadística tiene lo mejor en que sale a la calle a buscar sus datos, lo cual yo aplaudo por ser la dirección correcta. Que trate luego de vendernos perogrulladas como grandes descubrimientos, es otra cosa. Que logre extraer conclusiones acertadas del cúmulo de datos, es otra.
Es llamativo que a nuestro paradigma de conocimiento, que siente haber encontrado en la genética un asiento y referencia de verdad última sobre lo corporal y lo psíquico, se le olvide una y otra vez (yo creo que lo hace adrede, por razones políticas) al hablar de hombres y mujeres que si existe algo tan obvio que nos diferencia a los sexos es… el sexo. El pito tiene una única misión: fecundar, sembrar. El aparato femenino es más complejo. Aunque sonaría más poético decir que el aparato femenino es sembrado, es la tierra que recibe la semilla, es más científicamente exacto decir que comparte las labores de siembra (sólo que esparce la semilla sentado, como con más pereza), pero, eso sí, y aquí hay ya una diferencia tremenda fisiológica que se corresponde con la tremenda diferencia morfológica: se encarga además de la cosecha. Lo que sería altamente sorpresivo es que a una funcionalidad fisiológica tan dispar no le correspondiera una psicosexualidad también diferente.
Lo que la mujer siente cuando está enamorada es diferente de lo que siente un hombre. En la mujer existe siempre un eco, más o menos consciente, de institución matrimonial de cara a la maternidad, pues su sexualidad no quiere separarse de eso, que le forma parte. La institución de crianza que es el matrimonio requiere, como toda institución, fondos. Y ya está así cerrado el círculo completo que nos regresa a este estudio. Una mujer que se meta en la cama con un hombre, sobre todo si está en edad de formar hogar, se va a sentir más cómoda, más ilusionada y más entregada (es decir, enamorada), si siente que está haciendo una «buena inversión». E incluso así lo va a sentir, desde su inconsciente, aunque conscientemente sepa que esa aventura es de sólo una noche. A más amor, más orgasmos; no es tan difícil de inferir ¿verdad?
Así como los hombres seguimos yendo a gimnasios para forjar enormes y atractivas bolsas musculares que quieren expresar poder, y elevarnos la autoestima, incluso en una cultura donde la fuerza física es la más débil de todas las formas de poder (en el fondo para la mujer sería más atractivo que las horas de gimnasio las pasara el hombre estudiando para mejorar sus carrera y sus ingresos), a la mujer le sigue resultando atractivo el poder socioeconómico del hombre, su aspecto de proveedor, incluso cuando ella ya se provee a sí misma sola como trabajadora autónoma, sustentada en su masculinidad. De todos modos, la crianza es una labor tan complicada, dificultosa y por momentos tan desagradable que sigue siendo lo más sensato seguir pensando en ella como una tarea para dos, por más que se quieran poner de moda la madre o el padre solteros.
Nuestra cultura padece de tan enorme incultura sentimental y relacional que nos jactamos de llamar bárbaras a las comunidades que aún practican el matrimonio por conveniencia, cuando lo único que ha cambiado en la nuestra es que las parejas de conveniencia ahora las acuerdan los individuos, no sus familiares, pero de conveniencia igualmente son. Y con seguridad sería mejor seguir prestando atención en este tipo de elecciones al consejo de otros.
En el amor lo que queda a menudo escondido, obviado, dejado de lado, es la relación entre los yoes. La relación psicológica, la relación personal. El hombre busca a la mujer, en sí y por sí, pero es su cuerpo la referencia. La mujer busca al hombre, pero no en sí y por sí: son sus circunstancias la referencia.
Sin embargo…
Que una componente estadística de las relaciones de pareja caiga perfectamente dentro de la ley de este tópico, y de muchísimos otros que se pueden aplicar con exactitud científica a las cuestiones del sexo y del amor, y que una componente proporcional del amor en sí y por sí siempre esté conformada por estos mismos tópicos, no quiere decir que esto sea todo lo que hay en la verdadera naturaleza del amor. Todo esto de lo que hablamos ahora y seguiremos hablando siempre pertenece a un plano determinado: es la fisiología, y es el amor que sirve a la especie. Es el aspecto colectivamente extravertido del amor. Por eso lo individual y lo interno pueden obviarse. Lo obvian los mismos amantes y lo obvia el científico observador, ese payaso arrogante a quien hasta el aire le podría parecer dudosamente real. Estos estados de deseo y conciencia son los más primitivos y primordiales, y pertenecen a un estadio concreto, inicial, en el proceso de integración de lo Inconsciente. Aquí la voz más fuerte la tienen esos basamentos de la motivación que son el instinto animal y la sociedad, o sea, lo dado, lo que heredamos, el de dónde venimos y dónde estamos. Van a ser los pilares de la atracción entre los sexos, pero el edificio de la psicosexualidad se eleva en más pisos, aunque muy pocos usen el ascensor para comprobarlo tan fehacientemente como todo lo anterior. Este viaje del amor se va a iniciar gracias a la activación de ciertos contenidos inconscientes que fuerzan la diferenciación de la personalidad (digámoslo así, de este modo tan aséptico). Estos contenidos van a ir sacando desde detrás de los bastidores cosas que antes estaban en la sombra, y van a ir introduciendo cada vez más el carácter de los participantes en la fórmula de la pareja, la importancia de la relación personal en sí y por sí, convirtiendo cada vez más el amor en un diálogo y una confrontación entre los egos. Van a alterar la fisonomía del objeto de deseo, del objeto amado, y las razones del orgasmo con él. Van a transformar en ciertos puntos el canon de belleza y de atracción al que nos veníamos sometiendo, y van a tratar de transformar incluso el deseo en sí, pues en este proceso el fin reproductivo biológico queda totalmente obviado en favor de algo así como la generación de un Hijo Interior. En estos niveles, incluso, se introduce una «parafilia» distinta a la homosexualidad, el sadismo o la zoofilia, que es la castidad.
La instintividad, espontaneidad y fuerza que tienen estos otros modos de deseo, sexo y relación es tan grande comparada con el amor reproductivo biológico, que uno debe preguntarse como auténtico hombre de Ciencia si no es ésta, y no la aparentemente obvia, la verdadeda naturaleza del Amor.
José Antonio dice
Querido hermano Raúl:
Magistral el tratamiento del tema. Un poco corta, sé que a propósito, la segunda parte de la evolución psicosexual. La más obvia, la primitiva y original atracción sexual, de la que se parte y dan buena muestra de ello los adolescentes (una etapa que cada día se hace más dilatada; será por los tiempos que corren! Que diría mi difunto abuelo) extensa, sublime, casi imposible de añadir nada más al respecto. De la menos obvia, por ser el camino muy poco transitado…, bueno…, creo que para un público amplio suficiente.
Raúl Ortega dice
Gracias, hermano Jose.
Hombre…no ya corta: es escueta y enjuta, ya que meramente es un esquema preliminar, pienso que apropiado para meramente abrir boca y poner un punto en una i. Sin embargo, en ésta o cualquier noticia la línea de comentarios puede servir para ampliar un poco más las cuestiones, si al lector le resulta de tan magra, coja la cosa. En cierta manera no estaría mal que el Blog sustituyera al clásico Foro.
Javier dice
Muy buen artículo amigo Raúl,amplio,razonado y claro.Una gran explicación sobre la sexualidad femenina, y sus diferencias con la masculina,que solo empezamos a «intuir» los hombres a partir de cierta edad…Como bien dice tu hermano,la adolescencia es un buen reflejo de esa etapa.Incluso en estas etapas tan tempranas,en las que se podría pensar que una fémina no esta interesada en la procreación,ese instinto animal,aletargado aún,ya tiene su reflejo en la atracción por el «jovenzuelo» mas «machito»… aquel que demuestra seguridad y carácter suficiente como para estar pagado de si mismo y atreverse a ser un líder en el grupo.
Y es que esa seguridad,aderezada a ser posible con un método de «locomoción» que lo separe del resto(moto o coche dependiendo de la edad…)ya son reclamos indiscutibles e irresistibles para las féminas,reflejo de esos instintos que tu explicas..Reflejos de una futura seguridad y estabilidad que la mujer siempre anhela,aunque esto no siempre se cumpla…