Ken Wilber vs. Jung

Nuestro amigo y colaborador José Antonio Delgado acaba de publicar una entrada en su blog abordando la polémica que suscita el gran Ken Wilber cuando tacha a los junguianos de «elevacionistas» (que tratan estados pre-racionales, infantiles, de la conciencia como estados superiores y místicos) y habla de los arquetipos como estructuras colectivas, pero no transpersonales (a excepción del arquetipo del Self, que sí acepta como transpersonal). Por la importancia e interés del tema vamos a intentar abordarlo al alimón en los dos blogs. Copio a continuación lo ya vertido por José y luego añado mis comentarios:

CRÍTICA A KEN WILBER EN SU INTERPRETACIÓN DE LA PSICOLOGÍA ANALÍTICA
Por José Antonio Delgado

Recientemente, he tenido ciertas discrepancias con una estudiosa de la psicología integral, referidas a algunas de las críticas que hace el escritor norteamericano mundialmente conocido, Ken Wilber, a la psicología analítica de Carl Gustav Jung. Y lo hago después de haber profundizado durante más de una década y media en la ingente obra del psiquiatra suizo y, lo que es más importante, de haber realizado un análisis de lo inconsciente siguiendo su cartografía. Desde luego, mapas del territorio anímico, a día de hoy, hay donde elegir. Ahora bien, por afinidad subjetiva, por mi propia ecuación personal, y, por considerar el abordaje de lo inconsciente por parte de la psicología analítica como uno de los métodos más acertados (si bien, susceptible de ser trascendido), he dedicado una buena parte de mis energías a recorrer el camino que Jung denominó Individuación.

Pues bien, mi discrepancia principal radica en lo que Ken Wilber denomina “la falacia pre/trans”. Con ello, el autor quiere reseñar la importancia, especialmente para el psicoterapeuta, de distinguir entre los estados pre-racionales (posteriormente, los denomina pre-personales) de consciencia, o sea, aquellos que tienen que ver con la primera infancia, tales como el narcisismo primario, la indiferenciación entre sujeto/objeto, fusión oceánica, etc…; y los estados trans-racionales (o transpersonales) de consciencia, tales como las experiencias de unión mística o las experiencias contemplativas, verbigracia. Hasta aquí, no hay nada que objetar. Ahora bien, el error que, a mi juicio, comete Ken Wilber lo hallamos cuando afirma que Jung es un “elevacionista”, contraponiéndolo a Freud, como un reduccionista. Dejemos que sea Wilber, en su libro Sexo, ecología, espiritualidad, quien lo exprese:

“… si uno siente simpatía por los estados superiores y místicos pero aún no distingue entre pre y trans, entonces elevará todos los estados prerracionales a algún tipo de gloria transrracional (el narcisismo infantil primario, por ejemplo, es visto como un sueño inconsciente dentro de la unión mística). Jung y sus seguidores a menudo siguen este camino y se ven forzados a interpretar estados de indisociación o indiferenciación, carentes de toda integración, como estados profundamente transpersonales y espirituales.

Freud fue reduccionista, Jung elevacionista: son las dos caras de la falacia pre-trans. Ambos tienen razón y están equivocados al cincuenta por ciento. Una buena parte de la neurosis es, efectivamente, una fijación/regresión a los estados prerracionales, estados que no deben ser glorificados. Por otro lado, los estados místicos existen realmente, más allá (no debajo) de la racionalidad, y no deben ser reducidos.”

Aún respetando y elogiando la tremenda labor de integración que Wilber ha realizado en el ámbito de la Psicología, y admitiendo no ser un conocedor especialmente profundo de su obra, considero que estas afirmaciones sólo pueden ser sostenidas si se sobrevuela la obra de Jung y de aquellos que han continuado su legado, sin realmente pararse a profundizar en ella (por no hablar de vivenciarla). Jung no sólo no se contrapone a Freud, sino que, siendo honestos, continúa su obra y la trasciende. Dejemos que sea Jung quien tome la palabra, en el volumen 4 de su Obra Completa, Freud y el Psicoanálisis. Trotta, Madrid, 2000, p. 306. :

“Frente a Freud, cuyo principio explicativo es esencialmente reductivo, remitiendo continuamente al condicionamiento infantil, yo concedo un peso algo mayor a la explicación constructiva o sintética, reconociendo que el mañana es prácticamente más importante que el ayer, y el ‘desde entonces’ menos importante que el ‘hacia donde’. Aún apreciando la historia como se merece, me parece más significativo vitalmente lo por crear, y estoy convencido de que ninguna comprensión del pasado o ninguna reviviscencia, por fuerte que sea, de recuerdos patógenos, libera tanto a una persona del dominio del pasado como la construcción de lo nuevo. Soy muy consciente de que sin comprender el pasado y sin integrar importantes recuerdos, no puede crearse en absoluto nada nuevo ni se está en condiciones de vivir. Pero considero una pérdida de tiempo y un prejuicio erróneo excavar en el pasado buscando pretendidas causas específicas de enfermedad, pues las neurosis, indiferentemente de los primeros motivos a partir de los cuales pueden haberse originado, siempre están condicionadas y se mantienen mediante una actitud indebida presente que, una vez reconocida, debe corregirse hoy y no en la prehistoria infantil. Tampoco es suficiente el mero hecho de hacer conscientes las causas, porque la curación de la neurosis es en último termino un problema moral y no un efecto mágico de la evocación de recuerdos».

Por lo tanto, Jung, como su, en un tiempo maestro, Freud, toma muy en serio las experiencias biográficas de la infancia (lo que Wilber denomina estados pre-racionales o prepersonales), y la importancia de su integración en la consciencia, pero busca, al tiempo, la finalidad, el para qué de determinados síntomas. Pues, como es bien sabido, para Jung la raíz de toda enfermedad psíquica reside en el fracaso del individuo en su individuación, por una actitud unilateralmente dirigida, bien hacia el mundo exterior (con una identificación con la persona o máscara de adaptación a las demandas de la sociedad, en una suerte de proceso de masificación), bien hacia el mundo interior (por una identificación con una imagen arquetípica, y su correspondiente estado de inflación del ego, posesión del complejo del yo o Ego por un arquetipo, y, en último término, por una desintegración, entendida como pérdida en un mundo delirante de imágenes). Y, el proceso de individuación, como Jung insiste en numerosas ocasiones, no es otra cosa que la asunción y realización simbólica de los distintos arquetipos, de los constituyentes universales de la psique objetiva o inconsciente colectivo (entre los que destacan la persona, la sombra, el anima/animus, el puer aeternus o el anciano sabio) en la singularidad de uno mismo, lo que les confiere una expresión única e irrepetible en la manifestación del Sí-Mismo realizado, expresado o encarnado. Así pues, la individuación es un proceso de diferenciación, de distinción y, al tiempo, un proceso que tiende a la unificación, a la coagulación, de esos constituyentes psíquicos diferenciados, en una unidad superior que los engloba, lo que constituye, por consiguiente, la personalidad única que es el Sí-Mismo individuado (Antonio Vázquez expresa la misma idea en su artículo Proceso de Individuación y Proyecto Existencial).

Por tanto, y resumiendo un poco, Jung expone en muchas de sus obras que el inicio del proceso de individuación se corresponde con una toma de consciencia de lo inconsciente personal o individual, lo que Freud llamó el subconsciente, y, por consiguiente, lo que se pretende integrar en la consciencia son los estados prepersonales, de los que habla Wilber. Luego, tras esa primera etapa del análisis, el individuo se enfrenta a una sombra mucho más cerrada, que es lo que Jung denomina lo inconsciente colectivo, constituido, como hemos indicado, por esos constituyentes universales que él denomina arquetipos, la parte transpersonal de la psique.

Wilber, en una entrevista, afirma que los arquetipos no son transpersonales, sino colectivos. Y que, el único arquetipo realmente transpersonal en Jung es el Sí-Mismo o arquetipo de la Totalidad. Mucho se podría debatir sobre éste último comentario. Sólo mencionar que, por ejemplo, el arquetipo plutoniano de la Sombra colectiva, como Mal Absoluto, la otra cara de Dios, representado muy elocuentemente en el libro de Job, es tan transpersonal como lo es el Sí-Mismo. Son las dos caras del mismo arquetipo. Pues, todo arquetipo, tiene su lado oscuro y su lado luminoso. Siendo el arquetipo, el correlato del instinto en la psique, evidentemente la energía puede ir hacia arriba y hacia abajo, y el ego puede perderse en el pathos del ciego instinto o quedarse atrapado en un mundo de ideas delirantes. Sobre este particular, el lector interesado, puede consultar la última parte de mi ensayo sobre el arquetipo del puer aeternus, el conocido síndrome de peter pan. Continuaremos desarrollando estas ideas y aclarando lo que, a nuestro juicio, Wilber no parece haber contemplado.


Siempre he sentido una fuerte empatía por la figura de Wilber. Al principio me parecía que sólo se debía a la comunión de nuestros intereses y a la manera similar (demasiado intelectual) de abordarlos. Podría decir que la fuerza mental de Wilber es una versión muy mejorada de la mía (y su voluntad una cualidad que en mí inexiste), pero el estilo enciclopédico, esa manía trágicamente ambiciosa y obsesiva por descubrir «la breve historia de todas las cosas«, la teoría del Todo, nos iguala. Cuando leía por primera vez «El proyecto Atman», allá a principios de los noventa, ocurrió que más o menos a la mitad del libro se me ocurrió de repente escribir unas acotaciones y excursos que su lectura me había inspirado. Esto en sí es raro, para mí. Yo jamás subrayo ni anoto nada cuando leo. Me resultó ya en principio curioso que mis pensamientos, totalmente terminados, hubiesen ocupado, exactamente, el arbitrario e irregular espacio del trozo de papel que había arrancado para redactarlos, pero lo que me conmovió fue comprobar que unas páginas más tarde Wilber había desarrollado el mismo excurso, párrafo a párrafo, asociación de pensamiento a asociación de pensamiento, casi palabra por palabra. Ocupando el mismo espacio.

Sin embargo, con el tiempo descubrí que, más en el fondo aún, lo que ocurre es que los dos estamos poderosamente atrapados por nuestro común signo natal, Acuario. Atrapados por igual en el enciclopédico mito acuariano. Von Franz lo aclaró finalmente aún más todo (ella aclara tantas cosas…), al expresar que su intuición le decía que el espíritu que impulsaba a Wilber era el de otro esclavo de Acuario, el más célebre de todos, el más enciclopédico de todos: Tomás de Aquino, el amado héroe (aparte de Jung) de la magnífica junguiana. Un pope por el que, con el tiempo, no he podido otra cosa que ir acumulando también más cariño. Indiscutiblemente, dicho sea de paso, somos incapaces de amar verdaderamente nada ni nadie que no sea nosotros mismos (¿esto será sólo narcisismo infantil o también transpersonal anhelo por el Self?). Y ya que hablamos de amor: Tomás ahuyentó a su pretendienta con una antorcha, Wilber vivió una tragedia romántica con Treya y yo… El caso es que el mito acuariano conlleva una sui generis relación con la Dama del Agua. Esto ya me lo avisó un curandero portugués muy poderoso hace unos 12 años, cuando trataba de explicarme las cualidades propias de mi natal. Claro que yo no le creí entonces una palabra.

El asunto es que me siento en condiciones de decir que comprendo más o menos bien el proceso mental de Wilber, y hay un punto, que es éste que tratamos hoy, en el que me aparto de él y lo rechazo. Justo en esta cuestión abandoné a Wilber y sus escritos, hace muchos años atrás. Simplemente creo que comete un grave patinazo. Un patinazo muy acuariano.

La estructura de su doctrina es una arquitectura perfecta. Es como un mandala, geométricamente impecable. Todo está solarmente iluminado. Yo sé qué gran satisfacción produce eso en un alma como la suya: se siente como la contemplación de la belleza matemática de las esferas celestiales. Hemos encontrado la fórmula del Todo, y hemos comprendido, o sea, abrazado, ese Todo, con la Supramente. Ahí sí que campea a gusto Acuario: en la estratosfera, mirándolo todo desde la razón, de arriba a abajo. Eso para él, para nosotros, es intensidad vital. Es en sí la Iluminación, la expansión de la conciencia, aunque deberíamos llamarlo estado suprarracional, no trans-racional. Por supuesto, cuando él habla de los estados más altos de la transpersonalidad, está en el fondo sintiendo la llamada a esto, aunque trate de negarlo incluso ante sí mismo. Él hablará una y otra vez de los maestros orientales y sus estilos, alabará y aconsejará la meditación, pero sus guías, sus modelos de Self, son realmente gente como Newton. O como Freud. El desarrollo del saber cartesiano hasta su último grado es para él, para nosotros, la diferenciación máxima de la conciencia. Aunque tratemos de ocultarlo haciéndole teóricas concesiones a otros modos de crecimiento psíquico.

Hace un rato estaba curioseando en las publicaciones del mundo wilberiano antes de ponerme a escribir este comentario y leí un comunicado que hizo él mismo en 2002 a sus íntimos (luego se hizo público) sobre la enfermedad que padece (deficiencia de la enzima Rnase). Ahí podemos escucharle decir lo siguiente:

[…] La primera fase de la enfermedad dura cerca de 5 años, y llega a su fin, irónicamente, cuando la aptitud del cuerpo para sintetizar proteína está tan dañada que ya no puede producir Rnase tampoco. La persona entra entonces en una segunda fase, la cual dura aproximadamente diez años, dónde las cosas están relativamente tranquilas en términos de la enfermedad misma, solamente que su actividad física se ve gravemente comprometida y deben vivir en lo que ha sido llamado una «burbuja funcional,» a menudo teniendo sólo algunas horas de caminata al día. Afortunadamente, yo había cultivado un estilo de vida que nunca requirió un cuerpo, así es que tuve unos años diez intermedios bastantes buenos (casi todos los 90’s).

[…] El síntoma básico es la «hipoxia,» o falta de oxígeno en las células (debido al daño en la mitocondria), así es que uno siente que se está sofocando y permanece postrado en cama todo el tiempo (literalmente). También afortunadamente para mí, esto significa mega-meditación. También significa depresión, tristeza, y dolor, no tanto por el dolor en este cuerpo, sino por el dolor de lo que este cuerpo no puede hacer.

Extrañamente, claro está, mi mente-espíritu continúa escribiendo libros, y durante este último período realmente severo (el último semestre), ingenié cerca de 800 páginas realmente buenas, a menudo escritas en la cama; pero eso no importa.

[…] A veces me siento bien con ella, a veces no. La mayor parte del tiempo tengo suerte, y hay un sahaj radiante, con un cuerpo dolorido espontáneamente surgiendo en un océano de vacío bienaventurado. Otras veces, hay solamente un cuerpo dolorido. En todos los casos, mi Ser es libre y radiante, pero mi yo está jodido, de modo que es simplemente una cuestión de en qué lado de la calle de la identidad decida jugar.

Lo que no es genial son las cosas que no puedo hacer durante infecciones activas, razón por la cual tuvimos que cancelar el Seminario de Psicología Integral y el seminario en el ITP (Institute of Transpersonal Psychology). Esas cosas son de lejos las más duras con las que debo lidiar, el no poder hacer eso. A veces simplemente pienso en esta cosa como una herida de guerra que me hice mientras cuidaba a Treya, y en cierta forma eso lo hace más fácil de aguantar. Pero otra vez, en tantas formas he sido tan extravagantemente bendecido más allá de cualquier cosa merecida. Esta mente intercepta a veces a Dios, y aún los ángeles lloran.

Profundamente conmovedor ¿no? Por cierto que justo no más que ayer me acosté pensando sobre mi salud. Hace demasiado tiempo que no me cuido nada, y ahora padezco una especie de fatiga crónica que me incapacita físicamente bastante. Pensé que mientras mi mente-espíritu no estuviera afectada por este cansancio, todo lo realmente importante estaría a salvo. Pero noto que Wilber se siente más seguro frente a eso que yo. Bueno, esto son otras historias…

Stephen Hawking también nació en Enero, como Wilber. Aunque cayó en la franja de otro hijo de Saturno: Capricornio.

En definitiva, es obvio que con Ken estamos sumergidos en el prometeico Mito de la Diferenciación de la Función de Pensamiento. Algo que en sí mismo implica, de entrada, una extraordinaria grandeza al lado de una ineludible parcialidad (de momento lo corporal importa un pito). Para ser exacto, también la diferenciación de la intuición juega aquí un papel radicalmente importante. Pero me las imagino ahora a las dos en un tándem tipo Quijote y Sancho Panza: una tiende a mandar, la otra a seguir y apoyar. Wilber expresa el dueto nítidamente: «mi mente-espíritu«. Por supuesto, esto es lo que pide el Self de Wilber, y se alienaría si tratara de convertirse en otra cosa, de diferenciarse en otra dirección. Éste es su Dharma. Pero, en pro precisamente de la suprema diferenciación del pensamiento, que es el encuentro con las verdades universales, hay que saber lidiar con sus peculiares limitaciones y sus tendenciosidades prejuiciosas, que son el lastre de Karma.

Uno de los problemas en que se enreda el pensamiento camino de su refinamiento es en su dificultad para distinguir lo abstracto de lo metafísico, y es ahí donde sólo la intuición, y la fenomenología intuitiva, puede ayudarle a diferenciar. La cuestión es que lo metafísico está vivo, aunque sea incorpóreo, y es actuante, y lo abstracto no. Pero como el pensamiento se desenvuelve tan bien con un cuerpo postrado, medio muerto, en la cama, le cuesta distinguir este matiz. Como consecuencia de todo esto cae a menudo en la trampa de creer que lo matemáticamente bello es real. Es curioso, pero precisamente el pensamiento, tan opuesto al sentimiento, puede volverse muy ñoño frente a la estética formal. Pierde rigor, y se abandona al sentimentalismo. Una construcción lógica simétrica y proporcionada tiene todos los condimentos para ser aceptada a priori como suprema verdad. La bella pureza de la idea de tiempo en Newton, como ser eterno, constante y siempre tan coherente consigo mismo le llevó a considerarlo la suprema realidad de Dios, cuando no era más que una mentira física. Hay mucho de atracción por la simplicidad en todo esto, y esa atracción por la simplicidad se deriva de la… pereza (otra vez de regreso a la cama). Es muy confortable en la práctica manejarnos con ideas y objetos que son sencillos de comprender y de utilizar al primer tiento. Sabemos sentarnos cómodos inmediatamente en una silla perfectamente construída sobre un suelo perfectamente plano. Esto vale también para las ideas. Pero en la Naturaleza, la vida real, las cosas no están construidas con escuadra, cartabón y nivel.

Todo esto me lo dicta la intuición y mi pensamiento se deprime y sufre. A mí me fascina el ouroboros. Al primer golpe de vista transmite una profunda, compleja y poderosa verdad. Pero si espero encontrar esa inmediatez lógica, esa simetría, en los procesos de la psique vivita y coleante y en los procesos de la physis, voy a fracasar. Porque el ouroboros real tiene cien cabezas y cuatrocientos rabos, y es circular aquí y una elipse allá, y, en verdad, parece un muelle más que un círculo perfecto. Es más: a veces parece convertirse en justo su contrario. El ouroboros es una metáfora que me ayuda a captar cierto aspecto de una verdad universal, expresado del modo más cómodo posible para mi limitadísimo y vago pensamiento. Apunta hacia lo metafísico, pero está atrapado en una pueril abstracción. Es un resumen. Pero un resumen, por definición, es una verdad parcial.

Las doctrinas de Wilber sobre el desarrollo psíquico son tan lineales y perfectas como la trayectoria de un cohete a la Luna. Son matemáticamente tan exactas, simétricas y proporcionales, tan bellas, que por ello hay que entenderlas como una metáfora intelectual simplificada, pedagógica, y no una descripción exacta y fiel de lo que ocurre en la realidad. Como aproximación, son una maravilla y un hito en la historia del desarrollo de la conciencia de toda la Humanidad. En su carácter de verdad resumida y un poquito apresurada, una construcción que es contradictoria con la pretensión última de ser una expresión de la Verdad Total. Para acercarse aún más a la auténtica realidad psíquica les falta paradoja, esa cosa fangosa que ensucia y tira al traste todo lo bello que busca la función intelectual. La paradoja, sin embargo, es acogida por la función intuitiva. Como la realidad arquetípica es tan paradójica, y Jung es tan paradójico en su faceta intuitiva, y tan hipócritamente ambiguo ante el público general, la prometeica necesidad de claridad de Wilber no la ha logrado entender correctamente.

También les falta una necesaria concesión a la irregularidad. A la complejidad, a lo abstruso. El desarrollo psíquico real es bastante confuso y desconcertante. 

Wilber se acerca a la psique desde la mente-espíritu, Jung lo hace desde el alma, y a través de ella y su fenomenología, manejando hábilmente la mente, arriba hasta el espíritu. Una diferencia metodológica fundamental entre los dos autores es que la doctrina junguiana está cuajada de eso, de fenomenología. Sus pensamientos están ampapados de agua del alma, de sangre de anima. De biografía, de experiencias y experimentación. Es una doctrina lunar. Por contra, todo lo lunar de Wilber queda al margen de su producción intelectual. Por ejemplo Treya, y su tragedia sentimental, no aparece entre líneas. Todo es apolíneo, solar. En ese comunicado del que me ocupé más arriba, dice:

¿Paso mucho tiempo preocupándome acerca de la «lección» que trato de enseñarme dándome esta enfermedad? «Váyase a la mierda», ¿responde a su pregunta? Treya y yo pasamos 5 años escuchando a gente decirle por qué se había enfermado de cáncer. Todos ellos le decían lo que espiritualmente había hecho mal para que esto le hubiese ocurrido. El problema es que ninguno de ellos estaba de acuerdo con los demás y lo único que todos tenían en común era la suposición arrogante de que sabían lo que le ocurría a Treya, o sus propios temores profundos proyectados en Treya y leídos entonces en ella como causa de su cáncer. Por supuesto que hay factores espirituales, mentales y emocionales en todas las enfermedades. Si quieren saber los míos pregúntenme en vez de decírmelos. Si me interesa saber su opinión prometo preguntarles. De otro modo, guárdese sus proyecciones para ustedes mismos, porque ya tengo a un idiota asustado y confundido -yo mismo- con quien lidiar y con uno, realmente, tengo suficiente.

Bueno, este es el tema. Las doctrinas sobre la realidad psíquica realmente agudas se cimentan sobre experiencias como esa. Esa es la auténtica materia prima que nos conduce más allá de la especulación intelectual, a la realidad más profunda del alma. Si no, nos ocurrirá como al hermano Tomás de Aquino: «Todo lo que he escrito hasta ahora me parece paja».

Más arriba dije que el mito acuariano tiene una enorme facilidad para tratar de seguir los derroteros de gente como Newton, Freud o Kant. Los grandes arquitectos teóricos. Pero más allá de esa fase hay otra, auténticamente transpersonal: la del Fausto. Con Fausto se expresa el hecho de que por más que seamos doctos en todo (por más desarrollada que esté la función intelectual), siempre hay un punto en que lo que necesitamos saber a continuación es algo que aún no somos ni siquiera capaces de pensar. Horrenda paradoja: ese lugar donde lo que necesitamos conocer intelectualmente sólo nos lo va a otorgar el amar, el dejarnos arrebatar por una experiencia portando una cabeza de chorlito, lo cual nos empuja a las antípodas de nuestro más querido mundo. ¿Podría habérsele ocurrido a Darwin algo interesante sin haber pisado las Galápagos? La relación con Treya, su enfermedad, la relación con su propia enfermedad, son los pinzones de Darwin de Wilber. En la medida en que solucione ese rompecabezas, que justo se da en territorios exóticos para su carácter, entenderá el Arquetipo. Quizás hasta de un modo más profundo que Jung.

Por todas estas peculiaridades del carácter personal y el método de investigación de Wilber es por lo que se resiste a captar que el mismísimo concepto de arquetipo incluye la conditio sine qua non de transpersonalidad. Claro que Jung no ayuda en nada a una mente como la de Wilber cuando propone por aquí y por allá su confuso (por excesivamente racional) concepto de arquetipo como «precipitado de experiencias vividas a lo largo de generaciones por la Humanidad». Esta aproximación trivial, pacata e inexacta le vale perfectamente a un Sheldrake, que sólo tiene en principio que entenderse con la conducta animal, pero para un teólogo como Wilber… Cuando digo el mismísimo concepto de arquetipo me refiero a la definición de verdad, aquella que surge de la experiencia con él. Jung no descubrió el arquetipo a través del estudio antropológico de las costumbres humanas ni a través del estudio comparativo de nuestra sexualidad. Lo logró captar a través, y sólo a través, de la experiencia transpersonal y paranormal. Sólo puedes entrever la forma de su cuerpo a través de la experiencia espiritual. El lugar de encuentro con lo arquetípico es lo trans-racional. Pero entonces descubres que si su cabeza es la responsable de la vida espiritual, su cola lo es de muchos aspectos de la vida instintiva y sexual (José Antonio ya ha señalado muy certeramente en esta dirección en sus comentarios). Que esto signifique que no hay una separación limpia, lineal y nítida entre lo bajo y lo alto, entre lo pre- y lo trans-, como le gustaría al intelecto progresista racional… Si un «transpy» como Lao Tsé se fuga a los 80 años con una bailarina adolescente ¿qué decimos que ha pasado ahí? ¿Una involución? Pues sí, puede ser. Pero las cosas son en verdad tan complejas, que en realidad lo que puede estar pasando es que esa bailarina sea la cola de un arquetipo lagarto que venga a atrapar al sabio para conducirlo, al final, a su siguiente estrato de conciencia, aún más transpersonal. ¿No pertenece esta escena a la santa vida de Buda también, en el sensual encuentro con Sajata? ¿Acaso la muerte de Treya sólo se puede interpretar, por ser desgracia, como un obstáculo involutivo, un castigo? Yo sin embargo apuesto a que ha sido uno de los sucesos más transpersonales y evolutivos por los que ha atravesado la vida de Wilber.

Hace ya muchos años que ando contando que el complejo de edipo, que se supone es un síntoma claro de conciencia pre-racional, de infantilidad y de inmadurez, en realidad es uno de los hechos espirituales y transpersonales más importantes en el desarrollo humano. Una constelación relacional que se puede dar a cualquier edad. No tiene nada de infantil ni de inmaduro. Pero para entender esto hay que apartarse de la idea, tan occidental, de que el progreso es lineal, y así también lo es el progreso de la psique, con un antes, un ahora y un después. El arquetipo es preexistente, sin embargo. Atemporal. Su faceta instintiva se está inmiscuyendo siempre, desde el momento de nacer (bueno, obviamente desde antes), y su lado espiritual también. De hecho lo hace de un modo muy especial precisamente en la infancia. Por eso nuestros mitos hablan de Niños Dioses y por eso nadie encuentra en los reinos transpersonales nada que no estuviera desde su infancia esperándolo, pacientemente, ahí. El tiempo del desarrollo es un tiempo circular. Y ya sé que con esto simplifico demasiado. Wilber se coloca en lo subjetivo, la conciencia del sujeto, y a pesar de hablar de lo transpersonal, crea una psicología sin dioses. El dios es la conciencia y su desarrollo. Pero lo que llamamos Iluminación no es otra cosa que integrar el saber que ya atesoran, desde siempre, los arquetipos, los dioses. La expansión de la conciencia es en realidad un aprendizaje. Una relación maestro-discípulo. Desde la niñez.

Por otra parte, me gustaría decir que todas esas ideas psicoanalíticas sobre la conciencia infantil, todo eso de los estados oceánicos y demás, lo tomo cum grano salis. A mí, a día de hoy, me sigue sonando a retro-ciencia-ficción y, como dice Wilber,: «guárdense sus proyecciones para ustedes mismos».

En realidad, y con esto quiero seguir exculpando al hermano Wilber de sus patinazos, yo mismo hubiera tomado en conjunto la Psicología Analítica con el más severo escepticismo si hubiese accedido a ella a través de mi pura mente-espíritu. Siempre diré que cualquiera que crea en las cosas que cuenta Jung sin haberlas vivido en sus carnes es un crédulo peligroso/en peligro, carne de cañón para cualquier secta destructiva o… algo peor.

NOTA: Hilo actualizado aquí

Esta entrada fue modificada en 6 junio 2015 22:42

Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.

Ver Comentarios (22)

  • Hola Frater Raúl:

    Me ha parecido muy interesante tu crítica a Wilber, complementa la mía muy bien. De hecho, en mi próxima entrada a mi blog, http://psicologiaespiritualidad.blogspot.com, pretendía publicar, entre otras cosas, dos puntos que tú puntualizas muy bien:

    1. La carencia de paradojas en la obra de Wilber. La estructura lineal de su modelo unificador, en el que se ha servido del arquetipo de la Escala para ejemplificar la evolución espiritual, denota desde dónde y cómo enfoca el escabroso asunto del alma. Luz solar, en efecto, pero con una ausencia pintoresca de plateada luna, de anima p.d.

    2. Enfoque aéreo o, si se prefiere, mental-espiritual del alma. Por lo que, al final, se cae en el error de entender los arquetipos como no transpersonales. Bueno, al menos no patina tanto como para darse de bruces, como hacen aquellos que, directamente, niegan la existencia de los arquetipos. Claro que esos, precisamente esos, son los más afectados por ellos. Pero ese es otro asunto...

    3. Carencia de lo esencial para comprender lo que es el Arquetipo: la experiencia, la verdadera materia prima. Sólo ésta permite tener un atisbo de lo que aquel significa y, por consiguiente, de por qué Jung utiliza en sus obras un estilo paradójico, claroscuro para un pensamiento diferenciado, cuya intuición no esté a la altura de las circunstancias.

    Y, qué bueno que hayas traído a colación, precisamente su enfermedad y la causa de la misma: Treya, la manifestación de su anima. Así que, en efecto, es en el fango de lo inconsciente, donde se encuentra el sentimiento, su función indiferenciada, donde encontrará, a mi juicio, la clave que le permita, D.M., resolver su concreto dilema... y, tal vez, hasta se cure de la enfermedad degenerativa que le afecta. De un descensus ad inferos como ese es de donde brota un verdadero mapa del territorio anímico.

    Un fuerte abrazo

    José Antonio

  • Y, qué bueno que hayas traído a colación, precisamente su enfermedad y la causa de la misma: Treya, la manifestación de su anima. Así que, en efecto, es en el fango de lo inconsciente, donde se encuentra el sentimiento, su función indiferenciada, donde encontrará, a mi juicio, la clave que le permita, D.M., resolver su concreto dilema… y, tal vez, hasta se cure de la enfermedad degenerativa que le afecta. De un descensus ad inferos como ese es de donde brota un verdadero mapa del territorio anímico.

    Exactamente, Jose. El "caso Wilber" nos muestra los gigantescos poder y gloria de las funciones mentales e intuitivas altamente diferenciadas y la problemática por contra que significa en un estado de cosas así el mundo de las funciones sensitivas y sentimentales, su sombra.

    Podríamos analizar terapéuticamente que existe una oposición de lo más bajo de Wilber contra lo más alto (lo alto se compensa con lo bajo, el porvenir con lo dado), lo cual sería como decir que precisamente los aspectos más ordinarios de su psique trampean y obstaculizan a los superiores. Allí donde el teórico concibe la mente-espíritu como un integrador supraordinado de lo animal y lo social, esto animal-social (el funcionamiento fisiológico, el sexo, el amor) empieza a hacer de las suyas y amenaza con desintegrar al conjunto. Chocante paradoja ¿verdad?, que parece una realidad que está ahí para desdecir la teoría.

    Sin embargo, esto sería para mi gusto sólo el comienzo del análisis del mito wilberiano, una visión parcial. Otro acercamiento provisional pero también apropiado lo podríamos hacer hablando de la relación de todo esto con el mito prometeico del encadenamiento a la roca del dolor como "pago" por haber desvelado demasiadas verdades divinas (transpersonales). Realmente las ataduras del gran Wilber a su cama tiene muchísimo de esto. Pero aunque sea incluso pronosticable en un carácter prometeico como éste que los aspectos triviales y banales de la vida van a traicionar las aspiraciones complejas y sofisticadas de su filosofía, no me parece realmente integrador despachar el asunto hablando solamente de que su personalidad, su destino, busca la Totalidad (la Máxima Integración, precisamente) tratando de dar peso e importancia a los reinos inferiores allí donde Wilber pretendía despacharlos colocándolos sencillamente en subordinación de los superiores (como si la función intelectual pretendiera supraordinarse sin más a la sentimental). El tema me parece que es aún más complicado que esto, por más que ya lo sea, y parece tener que ver con una intención tácita del Self de seguir diferenciando su psique haciéndola crecer y profundizar en direcciones que están ya en el punto ciego de la mente-espíritu de Wilber. Este es el núcleo del mito fáustico y en este sentido Treya es la Margarita de Ken. Cuando la mente por sí sola es incapaz de ver más allá, el Espíritu trata de abrir los ojos del corazón, o del cuerpo, para que la verdad aún oculta sea percibida. Justo aquí viene como anillo al dedo el refrán "el corazón tiene razones que la razón no entiende". Los junguianos y Dante comparten la intuición, avalada una y otra vez por la experiencia, de que la ascensión hacia los reinos integradores transpersonales pasa por una desintegración en el túnel de los reinos infrahumanos de la sombra. Así que la tragedia de Treya y el largo camino por las dolorosas enfermedades son en el fondo una profundización de los estudios de Ken sobre la divinidad, o sea, la realidad, pero en materias y asignaturas que no están ya en los libros y que están justo más allá de lo que su mente y su proyecto vital es capaz de concebir. Por supuesto, al mismo tiempo se trata de los dolores en la transformación de las funciones inferiores, de la sombra, abandonando entre estertores los reinos inferiores de la proyección, para que pueda producirse una auténtica integración (una boda) entre todos los aspectos de la personalidade de Wilber en un nivel genuinamente, y no sólo mentalmente, superior.

    Un abrazo fraternal

    • Hola Raúl:

      Disculpa mi tardanza en responder a este comentario tuyo. Lo había pasado por alto. Nada que objetar a tu última puntualización. Como Acuario, conoces bien la tragedia Acuariana.

      En efecto, el mito acuariano (prometeico) nos habla del encadenamiento a la roca del cáucaso y a cómo el hígado es devorado por buitres durante la noche, para regenerarse durante el día. Y esto se concretiza en Wilber a través de su encadenamiento a la cama, la debilidad de su cuerpo que es "devorado" interiormente con una enfermedad rara (acuariana).

      En efecto, el trabajo con el cuerpo (recuerdo, a este respecto, la lámina alquimista en la que aparece el árbol que crece del Falo del hombre) y los dolores corporales, como dices, son el camino hacia el Sí-Mismo. (Aún recuerdo mi primera nigredo, noche oscura del alma, en la que enfermé físicamente. Demasiada tensión cósmica, encerrada en un cuerpo, por muy fuerte que éste sea).

      Muy importante, yo diría que crucial, el punto en el que indicas que Wilber, a través de su viaje por mar, o su descensus ad inferos corporal, hallará, allende los libros, la Verdad que sólo la experiencia puede conferir. Como tú, estoy de acuerdo en que dicha experiencia recibe el nombre de Amor.

      Un abrazo fraterno

      José

      • Sigo con interés los comentarios de todos ustedes pues me parecen personas muy versadas y de un nivel intelectual elevado. Percibo detrás de los razonamientos expresados (algunos muy profundos y sutiles) experiencias personales que los han marcado. Pero hay algo que no deja de sorprenderme negativamente. ¿Cómo puede ser que atribuyan a la fecha de nacimiento de alguien cualidades de la personalidad? ¿Cómo afirman que alguien nacido entre el 19 de enero y el 18 de febrero de cualquier año sufre del "mito acuariano"? En otras palabras, ¿cómo pueden creer en la astrología? La astrología siempre me pareció una forma de pensar tan "mecánica" y tan mágica que no admite el menor comentario. Suponer que por la fecha de nacimiento de alguien y encasillarlo en un signo me parece llevar el comportamiento de las personas a comportamientos predecibles y deterministas... No sé como explicarlo, estaríamos frente a una psicología totalmente determinista, pues sabiendo la fecha de nacimiento de la persona ya conoceríamos en gran parte su temperamento, cosa que en mi experiencia dista mucho de ser cierto. Conozco infinidad de personas que por sus características están en signos equivocados.

        • ... Y en nuestra experiencia dista mucho de ser errado, Marcel. Para nosotros, para mí, para Jung, la Astrología no es una cuestión de fe, como tampoco lo son muchas otras cosas que hoy parecen subproductos supersticiosos. Es una cuestión de realidad fáctica, científica. Otro tema es a qué tipo de realidades científicas pertenece, pues no se trata de procesos causa-consecuencia, que son los amados por la Ciencia contemporánea. En realidad, si piensas estrictamente como científico, no puedes ser otra cosa que extremadamente determinista, y así era el pensamiento, por ejemplo, de un Einstein. Para él, que un criminal matara era algo totalmente determinado que nada tenía que ver con la moral o el libre albedrío, y que por tanto no era punible. Sus amigos, que conocían estos pensamientos íntimos suyos, lo criticaron mucho cuando él, como judió, pidió severos ajusticiamientos para los nazis. Lo que quiero decir es que el problema filosófico que plantea el determinismo se extiende más allá del sí o no a cosas como la Astrología.

          El ámbito de realidad de esta ciencia es la sincronicidad. La ley de la sincronicidad, que es algo que experimentamos muy a diario, aunque no tanto como la ley de la gravedad, dicta que sucesos aparentemente muy dispares, no relacionados en series de causa-consecuencia, pueden producirse encadenados y aglutinados alrededor de núcleos de significado y/o de matrices formales, patrones, que, como no son verificables físicamente, aunque sí cognitivamente, vamos a llamar metafísicos. La ley de la sincronicidad predice orden acausal en el azar. Y este es el principio científico que avala que el suceso del nacimiento de una psique, con unas cualidades innatas, se corresponda con cierta constelación cósmica. NO es una ciencia exacta, ojo. La s¡ncronicidad NO lo es. Se produce, sopla, donde quiere. Algunas personas parecen cartas astrales andantes y otras en absoluto. En mi experiencia personal, que seguramente se ordena de un modo que no es azaroso, el contacto con personas de la primera especie es abrumadoramente mayor. Esta inconsistencia estadística es una de las razones, aunque no la única, que imposibilitan o dificultan que la Astrología se coloque al lado de la Física. Los sucesos físicos ocurren siempre (no así en Física cuántica, pero no compliquemos la cosa más). Ambas ciencias se ocupan, por tanto, de estratos diferentes de la realidad. En Física ha costado mucho y muchos siglos darse cuenta que el observador, la conciencia, tiene mucho que ver con el Cosmos que trata de comprender. En Astrología la relación entre lo subjetivo, la conciencia, la psique, y el hecho astrofísico, es un pilar básico.

          El asunto de la determinación psíquica lo podemos despachar ahora así: sea a través de la Astrología, sea a través de la Psicología del carácter, está claro a estas alturas que la gente nace con una caracterología determinada, igual que nace con unas fisonomía y fisiología determinadas. Esto crea unas directrices vitales de las que no te puedes salir, así es. Si mides 1.50 no jugarás al baloncesto. Si naces con un estómago normal, no podrás comer alfalfa cruda como las vacas. Tienes la opción de alimentarte de papas hervidas o con aliño de cebollas, eso sí. Pues lo mismo ocurre con la tipología, el carácter. Hay un margen de acción no determinado. Pero no hay tanta libertad como para que cada cual pueda pensar que puede hacer lo que le de la gana con su vida, que donde hay una voluntad arbitraria, hay un camino. Esto es lo que acaba llevando a la gente a terapia. El haber creído que pueden llevar una vida muy diferente de aquella para la que han sido "programados".

          Carácter es destino.

        • Hola a todos:

          A lo dicho yo añadiría que, cuanto mayor sea el contacto con el Sí-Mismo, cuanto más consciencia disponga el individuo de su Destino-Personalidad Total, tanto más se adecua el horóscopo a la persona concreta. Ahora bien, el horóscopo es sólo un mapa simbólico de la personalidad, no es la personalidad misma. De ahí que Raúl diga que el enfoque de la psicología analítica utilice la astrología, el tarot y otras mancias, pero que va más allá de ellas.

          Un saludo

          José

    • Hola Raúl:

      Disculpa mi tardanza en responder a este comentario tuyo. Lo había pasado por alto. Nada que objetar a tu última puntualización. Como Acuario, conoces bien la tragedia Acuariana.

      En efecto, el mito acuariano (prometeico) nos habla del encadenamiento a la roca del cáucaso y a cómo el hígado es devorado por un águila durante el día, para regenerarse durante la noche. Y esto se concretiza en Wilber a través de su encadenamiento a la cama, la debilidad de su cuerpo que es “devorado” interiormente con una enfermedad rara (acuariana).

      En efecto, el trabajo con el cuerpo (recuerdo, a este respecto, la lámina alquimista en la que aparece el árbol que crece del Falo del hombre) y los dolores corporales, como dices, son el camino hacia el Sí-Mismo. (Aún recuerdo mi primera nigredo, noche oscura del alma, en la que enfermé físicamente. Demasiada tensión cósmica, encerrada en un cuerpo, por muy fuerte que éste sea).

      Muy importante, yo diría que crucial, el punto en el que indicas que Wilber, a través de su viaje por mar, o su descensus ad inferos corporal, hallará, allende los libros, la Verdad que sólo la experiencia puede conferir. Como tú, estoy de acuerdo en que dicha experiencia recibe el nombre de Amor.

      Un abrazo fraterno

      José

  • Estimados: he leído con mucho interés lo escrito por José Antonio y Raúl lo cual me dejó muy contento por los conocimientos expuestos. Lo que no entiendo es el porqué de la referencia al signo de Acuario (yo también lo soy: 15/02/59), pero no creo en nada de la Astrología. Lo único que quiero exponer acá es que he leído bastante a Wilber y se puede ir a consultar el libro de él "El ojo del Espíritu", en el capítulo 11, "¿Avanzamos hacia omega?", págs 264, 265 y 266 con las notas 6 y 7. Allí Wilber expone en forma clara las 3 acepciones del término "arquetipo" que usan los jungianos, y como él separa las formas arquetípicas arcaicas de las trascendentes. Yo no voy a defender a Wilber -no tengo con qué-, pero me parece que él tiene muy claro todo este tema y vale la pena leerlo.
    Saludos.

  • Me olvidé decirles que Jung empezó a interesarme mucho hace un tiempo y estoy leyendo su autobigrafía "Recuerdos, sueños, pensamientos", además de haber tenido charlas con un amigo que lo está leyendo y le cuesta mucho entenderlo. Mi idea es seguir profundizando en Jung. Lo comento para que no me etiqueten como un "racionalista/lógico/mental" perdido. Para nada. Considero que las verdades más importantes no son comprendidas por la razón. Pero al mismo tiempo digo que la razón es una guía muy buena, evita que creamos en cualquier cosa. Eso sí, la razón debe ir acompañada de la intuición.

  • Hola, Marcel. Muy interesante lo que traes. Te instaría a leer la segunda parte de este hilo, donde contesto directamente a unas declaraciones muy concretas de él. Pero si en el "ojo del Espíritu" consideras que Wilber expresa mejor que en esas declaraciones su postura frente al arquetipo, háznoslo saber y traeremos a este debate ese capítulo 11.

    Lo de Acuario en relación a Wilber en realidad la primera que lo trajo a colación fue Marie Louise von Franz, a la hora de hablar sobre él y su obra. La Psicología analítica va más allá de la Astrología, pero pasa a través de ella (y de la Alquimia, el I Ching, el Tarot, la Psiquiatría, etc. etc.). Es mucho más fácil captar a Jung si ya de antemano has captado los fundamentos astrológicos.

    Saludos

  • Estimados amigos,

    Realmente me resultó interesante el debate, siento que nos pone a indagar sobre las cosmovisiones personales y cómo, muchas veces, especialmente cuando se han recorrido importantes caminos de conocimiento e indagación, pueden resultar que ¨nos identifiquemos y apropiemos¨ de aquello que hemos entendido y, desde esta postura caer en sentir que tenemos verdades reveladas que excluyen las de otros.

    Desde mi cosmovisión y experiencia en mi propio camino, siento que Ken Wilber nos ha aportado un extraordinario marco explicativo del Kosmos, su trabajo –brillante- nos permite ordenar e integrar nuestras observaciones del despliegue de la conciencia, sus indagaciones, postura y construcción del conocimiento, tal cómo lo han expresado, es sumamente masculina (animus). En el caso de Jüng el nos aportó la experiencia del trabajo con el alma, podríamos afirmar que su legado es eminentemente femenino (anima).

    Así que, entiendo ambos formarían el YIN-YANG de las verdades espirituales, pero como toda polaridad parece que se oponen, generan antagonismos, pelean entre sí, se desconocen … esto, desde mi perspectiva, sería solo la tensión necesaria para producir la integración de los opuestos.

    Ambos, Wilber y Jüng constituyen, a mi entender, la priedra angular de la emergencia de una psicología evolutiva-espiritual.

    Saludos

    • No puedo estar más de acuerdo, Margarita, con la idea de que los dos conforman los pilares de la que bautizas como nueva "psicología evolutivo-espiritual". Eso sí: yo los entiendo más como complementarios que como opuestos, en el mismo sentido en que se complementan más que se oponen la razón y la intuición, o la teoría y la experimentación, podríamos decir. Lo que pasa es que el pensamiento, el Logos, es en sí un caballero con montura, coraza, lanza y espada, y su forma de crecer es en la batalla, el debate, la dialéctica. Sin "crítica de las razones puras y prácticas", sin reproches, no se entiende la construcción de las filosofías, y en este marco comprendemos que von Franz, cimitarra en ristre, haya censurado a Ken mientras éste vitupera a su mentor. Forma parte de la naturaleza congénita del conocimiento racional el duelo.

      Pero, a veces, como en este caso, la excusa para entablar pelea resulta a toda luz demasiado forzada, traída de los pelos.

      Saludos

    • Oposición, complementación, Wilber de Acuario, Jung de Leo.
      Dónde se encuentra la crítica de Von Franz a Wilber? Agradezco el dato.
      Saludos y felicitaciones por el artículo.

      • Estoy tratando de recordar dónde hace esas declaraciones la Franz, y no lo logro con seguridad. Creo que es en "El Puer Aeternus". Rebuscar entre sus páginas ese pequeño excurso me supondría un tiempo que no tengo, así que esperemos que algún socio del blog que tenga más fresco este dato te lo confirme.

        En un googleo rápido he hallado sólo este dato: un artículo en inglés que trata también de la controversia Jung-Wilber y que recoge el pensamiento de Franz de esta manera:

        [...] Around that time there appeared in German a book by Edith and Rolf Zundel about leading psychotherapists of our time.[1] In that book one chapter was devoted to Ken Wilber, though he is not a psychotherapist. Edith Zundel tells us that Marie-Louise von Franz regarded Wilber as the modern Thomas Aquinas who was writing the Summa Theologia of our time. What could that possibly mean? On the one hand it is certainly a compliment. But on the other, it could mean that Wilber runs the risk of overlooking something of essential value. Aquinas himself suspended his writing in the third part of the Summa, because of the inner, mystical change that befell him. He said to his friend Reginald of Piperno: 'I cannot go on, Reginald, everything I have written seems as worthless as straw.' [...]

  • Fantásticos aportes, José. Muchas gracias.
    La crítica que aquí se le ha hecho, centrada en el concepto de arquetipo, corresponde a estos apartados de la crítica general que hace Kazlev (qué buena pinta tiene el colega :-) -parece bisnieto de Nietzsche-):
    -Insufficient Research
    -Misinterpretation and/or misunderstanding of Original Sources

    En el apartado
    -Faulty Correlation
    Kazlev habla justamente de algo esbozado también aquí como crítica general: el problema de acomodar un material irregular, complejo, fractal, holográmico, a un diagrama simple (simplista), tipo ecuación lineal, cartesiano. En, me parece que puedo decir, la misma dirección, Jeff Meyerhoff debate precisamente su particular modo de hacer "pensamiento sistémico". Yo diría, con simplismo deliberado, que la idea de la complejidad emergente debe estar siempre contrapunteada con aquella que postula que en el principio, en el Alfa, ya existe la complejidad que va, no a emerger desde la nada, sino a manifestarse digamos materialmente, en el futuro, en el Omega. Esto crea un entramado evolutivo bastante más complejo de entender y de mostrar.

    Saludos

  • Muy interesante el escrito de Antonio Delgado. Quería pedirle (a la luz de todo lo que en él habla y su conocimiento sobre Jung) qué opina sobre el fenómeno de la transferencia en psicoanálisis. Todos podemos irnos a la teoría, de Freud, Lacán... etc. y leer la teoría al respecto, pero mi pregunta es más profunda, y es ¿por qué y cómo es posible una fusión total del analizando con el analista?. Que el paciente quede apegado de forma esclavizante al analista, para mí, indica que hay una tecla del cerebro que el psicoanálisis viene tocando, sin deber hacerlo. Espero no me tomen por loca :) . A ver, el psicoanálisis desata viejos nudos, ok, es terapia, pero queda una dependencia anormal, incluso racionalmente pensada por el paciente, que puede encontrarse ya muy bien a todos los niveles de su persona, salvo por esa fijación mental al analista. Esto sucede, y a miles de personas. ¿Qué se hace mal? porque el analista dice: "eso hay que trabajarlo en las sesiones". No..... no hay trabajo para eso. Es algo que supera y excede al paciente. Hay que hacer un duelo, costotísimo de años ¿Era necesario?. No sé si se entiende mi planteamiento. ¿No se estará cometiendo algún exceso, o provocando con el estilo del psicoanálisis, algo anormal en la mente de los pacientes?. Parafraseo una cita bíblica cuando dios en el sinaí le dice a Moisés: quítate las sandalias, porque estás pisando un terreno sagrado. ¿No habrá aspectos del ser humano y su mente, que se están pisando sin sandalias, y quedan tristemente adulterados? Quizá porque se mete todo en el mismo saco, y se reduce al ser humano a mente, y pero éste es cuerpo-mente-espíritu. En fin, disculpen la extensión, y cualquier aporte será muy bienvenido.

    • Estaba respondiendo comentarios atrasados y de repente me ha aparecido el tuyo, recién posteado, así que mientras José Antonio te responde y no, déjame darte mi propia opinión. Transferencia es una palabra técnica rimbombante que en el fondo se refiere a algo tan conocido, y tan trivial al mismo tiempo que trascendente, como es el amor. El amor toca "teclas" que muy a menudo hubieses querido que no. En la calle, en el bar, en el autobús, en el concierto, en la terapia... En todo lugar y momento estás expuesto al grave contagio. Es como un tigre que salta y te clava las garras, y tu tranquila vida cambia para siempre. Traumas con el amor lastra una persona sí, otra también. El psicoanálisis freudiano parece sólo querer centrarse en los problemas eróticos de niños con padres, pero los verdaderos problemas de amor vienen después. Los que a veces (no pocas) cuestan la vida. Todo aquello de la infancia no era más que una preparación, un prólogo.

      Pero esto es el drama, o la comedia, o la tragedia (según como a cada cual le vaya), de estar vivo.

      ¿Cómo evitar la empatía en el ser humano? ¿Cómo evitar que la psique humana tenga esa facilidad para la fusión, para la compasión? Malas preguntas esas. Una mucho mejor es: ¿por qué habría que evitar el amor, a pesar de su pathos, de su morbosidad? Pues, en realidad, la "tecla" del Eros no es una que el psicoanálisis toca enojosamente de casualidad: es a veces la única "tecla" que puede servir de algo en la terapia. Precisamente, desde la psicología junguiana tenemos esta perspectiva, bastante más coherente con los hechos y la realidad del proceso terapéutico.

      El amor es fisiológicamente reproductivo y psicológicamente transformativo. El proceso de transformación se da en las siguientes etapas: proyección en la otra persona, atracción, fusión paradisíaca, serpiente en el paraíso, ruptura de la relación, muerte, introyección, asimilación, cambio curativo de la personalidad, renacimiento. Esto a través del terapeuta o del novio, da igual. La verdadera diferencia está en el análisis de la situación. En el "vamos a hablar de ello", y en la capacidad que tengan terapeuta y paciente de comprender la situación. Aunque, en realidad, para una persona capaz de practicar la autoterapia, que es lo mismo que ser capaz de mantener cierta objetividad en mitad de la irracionalidad erótica, cualquier relación de amor lo ayuda a psicoanalizarse. Si no te mata, te engorda, podríamos decir.

      En definitiva: en el espejo de la otra persona ves lo que le falta a tu personalidad que te está costando tanto dolor. Luego tienes que recogerlo desde ahí y volverlo a ti. Este es el secreto del amor y de la transferencia. Este arte de amar aún casi nadie lo aplica en la vida cotidiana, porque seguimos creyendo que todo amor quiere conducir a la pareja, y no a la transformación. En consulta la primera responsabilidad del terapeuta es enseñar estos secretos del amor, que también van a ser invocados en el decurso analítico. Eso debería ser el contenido principal del "vamos a hablar de ello". Pero ¿qué terapeuta los conoce? Ya por ahí empiezan los problemas. Más problemas, cuando el paciente, a pesar de las explicaciones, es incapaz de sustraerse a la dulce atracción del amor reproductivo, a la pretensión de casarse con el analista. Siguen los problemas cuando llega el momento crucial de recoger para sí todo lo proyectado en el Otro, y no se hace. Entonces queda un lazo por años. Un lazo a través del cual lo inconsciente quiere señalar en la dirección de lo que le falta a la persona, pero ésta sólo ve atracción, sentimientos, hacia otro ser. No hacia sí mismo. O sea: Sí-mismo, el Self.

      Gajes del oficio. De terapeuta, de analizando, de estar vivo...

      A mí me llevó a psicoanálisis freudiano un trauma amoroso, y con mi psicoanalista freudiano se dio una bella relación de amor filial (de philia, amistad). Fue fácil la transferencia: él era un psiquiatra que hubiese querido ser músico, y yo era un músico que empezaba justo ahí a descubrir que debía estudiar psiquiatría. Así que los dos éramos muy buenos espejos transferenciales. Y esto, justamente, era lo más importante de la relación médica entre los dos, pues el trabajo con los sueños, el trabajo mental en general, no tuvo ninguna importancia con él, y sólo tomó relevancia cuando empecé a autoanalizarme yo. En este caso, la relación paciente-terapeuta descansaba en la transferencia por completo. En él encontré un amigo con el que hablar de cosas que no podía con los demás, y la relación de los dos convocaba la imagen de una personalidad mayor, trascendente a los dos, y que era modelo curativo de ambos: el músico-psicólogo. Esas fueron las dos "únicas" teclas que sonaron en aquel piano, y yo me ocupé de seguir componiendo la canción por mi cuenta, Dios mediante. Mi modelo terapéutico actual quiere ser bastante más completo, aunque soy consciente de que nadie puede hacer por otro lo que le toca hacer a él. Ninguna psique se recompone por psique ajena. La transferencia sin embargo es algo que se debe dar solo, por sí mismo, es lo dado en la terapia, una materia prima sine qua non. Lo que hay que hacer no es huir de ella, ni eludirla, sino aprovechar la oportunidad de comprenderla, como tratamos de comprender los sueños y todos los demás mensajes que lo inconsciente envía en la dirección de la salvación.

  • Estimada Olga:

    Gracias por tu interés. En principio, mi opinión con respecto a la transferencia es, en general, tal como la expone Raúl. Por eso, considero que con lo que él ha expuesto el grueso de lo que es la transferencia,para la psicología analítica, es suficiente. Hay un libro de C. G. Jung llamado Psicología de la Transferencia en el que el autor expone, de modo bastante prolijo, este tema tan fundamental.

    Saludos a todos

    José