Inauguración de la filial de la Fundación C. G. Jung en Buenos Aires

Silvia Tarragó, presidenta de la Fundación C. G. Jung, nos anuncia con esta circular la inminente inauguración de la filial porteña de esa institución, que será dirigida por nuestra querida inagotable Nora Galliano:

Dentro de la trayectoria de la psiquiatría y de sus maneras de intervención, la familia profesional del psicoanálisis siempre fue, ya desde el principio, una familia extraña y compleja. No tuvimos madre. Sólo padres y tíos. Luego llegaron algunas tías jóvenes, que se convirtieron en bisabuelas sin lograr ser matriarcas. Debemos recordar que esos primeros fundadores resolvieron sus diferencias y rivalidades de un modo tradicionalmente «femenino», o sea : o guardando silencio y trabajando solos, o lanzando mensajes envenenados a la propia comunidad profesional. Este fue el clima anímico de la constitución de esta manera de atender al sufrimiento psíquico que nosotros ejercemos y que parece que aun perdura. Ninguno de nosotros conocimos a Freud, ni a Lacán, ni a Jung…. Somos sus herederos. Hemos seguido la tradición y todos la sufrimos.

Los junguianos siempre hemos sido los hijos díscolos y rebeldes de esta familia. Rechazados por la ortodoxia psicoanalítica, hemos comprobando una y otra vez que las críticas que han perdurado son frecuentemente ciegas, porque han seguido sosteniéndose generalmente no en un conocimiento riguroso del cuerpo teórico que desarrolló C. G. Jung sino en un fondo de prejuicio difamatorio. Bien es verdad que el movimiento «new age» descubrió a Jung a mediados del siglo pasado, pero casi fue peor que la distancia psicoanalítica, porque por lo menos estos últimos, si bien no habían leído a Jung, no le atribuían cualidades profesionales tan desorbitadas que le dejaban casi fuera del ámbito de la psiquiatría, empeorando enormemente el conocimiento sobre su rigurosa obra. También sabemos, como colofón, que la mayoría de programas universitarios de psicología , empobrecidos por su acomplejada necesidad de justificarse con el mito de lo supuestamente «científico», ya ni tan siquiera le nombran. Debido a este contexto nos sigue pareciendo casi «milagroso» que se mantenga vivo el conocimiento de Carl Gustav Jung; y es debido a esta complicada trayectoria que mantenemos el empeño, entusiasta y obcecado, de seguir contribuyendo a divulgar el rico y profundo contenido de su obra.

La Fundación C. G. Jung de España es modesta en sus recursos, aunque se nos ocurrió que lo que sí podíamos hacer era intentar tender siempre algunos «puentes». «Puentes», por ejemplo, entre la obra completa de Jung o el Libro Rojo, que no estaban traducidos al castellano, animando y empujando para que se iniciaran dichas traducciones y su correcta edición; o entre los escritos de otros autores junguianos como Hillman, Von Franz, López Pedraza, etc… Y bastantes personas interesadas que nunca habían oído hablar de ellos, organizando seminarios y conferencias donde pudieran acceder a ese conocimiento. Y así seguimos… Puentes, puentes… Que permitan seguir dando a conocer su obra.

Ahora el puente que se nos ha ocurrido es un poco largo: otro lado del mar… Muy cerca entre nosotros, todos nosotros, que somos pocos en el mundo de habla hispana. Y no sabemos donde nos llevará esta aventura, pero es una apuesta que intenta otra vez tender puentes. Esta vez entre la «Fundación» española y «Jung Buenos Aires», entre todos los que estamos detrás de todo este empeño… ¡Barcelona, Madrid, Buenos Aires!

Ya ven,  ese sigue siendo nuestro modesto objetivo: seguir abriendo vías entre Jung y sus lectores, analistas junguianos o personas fuera del ámbito clínico sencillamente interesadas en leer y conocer, en serio, la obra de este valiente, incansable y conmovedor erudito.
Buenos Aires, allá vamos… No habrá mas penas ni olvidos.

Silvia Tarragó. Fundación C. G. Jung de España.

Esta entrada fue modificada en 30 mayo 2015 19:47

    Categorías: Noticias
Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.

Ver Comentarios (8)

  • Felicidades! Es bueno que puedan ampliar para estos pagos genuina psicología y forma de vida.
    Un saludo Raúl.

  • Gracias señor Ortega por la difusión! Los tendré al tanto de las dos actividades que se llevarán a cabo en febrero con motivo de la inauguración.

  • Decía Jung en Psicología y Simbólica del Arquetipo que cuando el racionalismo reclamó su supremacía absoluta en esa única alianza que hubo en occidente entre el irracionalismo cristiano y el racionalismo al que la Iglesia tuvo que acudir para luchar no sólo contra sus enemigos exteriores sino contra fenómenos internos como el gnosticismo, se irguió ante él en enandiotromía el irracionalismo como garante de los derechos y libertades individuales. El racionalismo, tras el cual afirmaba Jung se encontraba, la locura y el infierno, luchaba con la espada en militancia eclesiástica contra este irracionalismo, cuyo mayor riesgo es el egocentrismo caótico.

    Puentes para evitar caer en los amorfos ríos del egocentrismo caótico, puentes que comuniquen, que atraviesen fronteras naturales; puentes y no muros de Iglesias que se cierran sobre sí mismas , en la que se quedan los hijos buenos y mojigatos que desde su santurronería beata desprecian a sus hermanos pródigos y se parapetan en el dogma de la fe que difama.

    Puentes y no espadas...bueno, no seamos tan santos -mejor dicho, ingenuos-, y tengamos la espada a mano. En los caminos y en los puentes hay mucho ladrón silencioso,pero los únicos pasos que se escuchan son los nuestro hermano mayor,que son los nuestros, al que creímos dejar atrás, que lo único que desea es construir una casa, nuevos muros, en las coordenas de las que se cree dueño, y que nos acompaña siempre deseando corregirnos, y lo que es peor corregir a los demás.

    Gracias por vuestra labor. De un lector de Jung.

    • Los gnósticos decían: "sólo uno de cada millar será capaz de encontrar el camino". Demasiado optimistas, la proporción, en realidad, es más mezquina. Así que hay que pensar en estas cosas con una conciencia doble: lo que es bueno para los escasos, y lo que es bueno para el abundante resto. Crear un puente entre ambas verdades es no ya difícil, sino imposible, pero fue lo que intentó, precisamente, la Iglesia (como todas las religiones en su faz exotérica): tratar de poner una verdad exclusiva y elitista al alcance de cualquiera. Enarbolando la bandera de un comunismo populista con respecto a las riquezas espirituales, repartiendo al mismo tiempo y a todo cristo hostias consagradas y bollos. Así se creó ese engendro mezcla de lujos reservados a santos, místicos y gnósticos con formulaciones propias de una ONG para pobres de espíritu y pasta. Tal y como decimos hoy de la democracia que es el "menos malo de los sistemas políticos", no podemos decir otra cosa de esta misión universal y ancestral de todo lo que es culto y mito colectivo. Dudo que inventemos algún día un sistema menos imperfecto. El colectivo tiene que creer que el sistema, por sí solo, le salvará. Cosa que no ocurrió ni ocurrirá nunca. No le veo ningún sentido a popularizar la idea central gnóstica de que "la Humanidad debe desaparecer del Cosmos". Yo mismo, que los considero a ellos mi familia verdadera, si hubiese nacido en mitad de aquel atormentado tiempo de los orígenes cristianos hubiera apoyado fielmente a los Padres de la Iglesia a repudiarlos a todos al fondo del más hermético desierto. Por el bien del resto. Y, por supuesto, me hubiera exiliado con ellos.

      Esto no tiene mucho que ver con tu comentario, querido JA, pero me apetecía decirlo...

      • Lo último de los gnósticos me ha mareado.

        Pero habría que preguntarse ¿existe la humanidad?.
        Porque si algo no existe no puede no merecer seguir existiendo.

        Pero con la actitud de los gnósticos ¿puede existir eso que quizás no existe?

        Has dejado de creer en las revoluciones (no sé si creistes alguna vez en ellas), y por eso has dejado de ser moderno.El hombre que ha dejado de creer en las revoluciones ha superado la modernidad, porque el hombre moderno es un hombre esencialmente revolucionario, o sea, un hombre que cree poder adaptar el mundo a una idea que lo que ha de ser el mundo.

        Porque se me apetece añado a lo anterior que escribí es que estos puentes de los que hablé me parecen estar vedados. Por más que leo a Jung menos lo entiendo -y lo último que has escrito sobre los gnósticos me ha provocado mareos-. Decía Von Franz que lo que más le cuesta a un tipo es entender a su mismo tipo contrario. Soy intuitivo extrovertido y quizás por eso me es imposible entender a Jung y lo junguiano por mucho que lo intente. Y la verdad, es como estar cerca y muy lejos, como ser la cara de una moneda, y sentir que tu otra cara está muy cerca, y girarse en busca de ella y por supuesto no dar nunca con la misma. Y por eso veo en el afuera el campo de batalla. Más que nógstico me consideraría aprendiz de templario (aunque esto sería imposible, incumpliría el voto de castidad siempre que pudiera, y el de obediencia no lo incumpliría, porque simplemente me sería imposible prestarlo).

        Muchas cosas me vinieron a la mente cuando hablas del desierto y de los sistemas. Me vino a la mente una película que vi hace unos días y que he recomendado a un par de amigos, -me han pedido amablemente que no les haga más recomendaciones sobre cine y otros géneros-. Se titula Los hombres que miraban fijamente a las cabras. El inicio es ya impactante. Se ve un primer plano de un soldado, ya veterano, sentado ante un escritorio, mirando fijamente una pared, de repente se levanta y corre hacia ella, hasta estamparse con la misma. Aparte de reirme con ella no pude dejar de simpatizar con el protagonista, Bob -¿bobo?-( interpretado por Ewan Mcgregor), un tipo ingenuo, periodista, una profesión en la que hay que tener olfato para la noticia, y que no nota que su novia se la está dando con su jefe ante sus narices.

        Y cuando cae en ello inicia un periplo en busca de su hombría marchándose a Oriente Medio donde coincidirá con un tipo, Lyn Cassady, que le habla del proyecto jedi, un experimento que se realizó en el ejército norteamericano consecuencia de la feliz-ingenua intuición que tuvo un oficial, Jim Django (Jeff Bridgges), al observar que a la orden de fuego ante un enemigo indefenso su pelotón tendía a disparar hacia lo alto para evitar hacer blanco. El oficial tuvo la iluminación de crear un ejército de salvación, el Ejército de la Nueva Tierra. Todo parecía ir muy bien, flores, grito primal, meditación... Cassady se convirtió en el alumno más fiel y aventajado de Django. Pero todo se estropeó cuando arrivó el lado oscuro: Larry Hooper (interpretado por Kevin Spacey), un oficial que quiebra la unidad y el espíritu del ejército de la Nueva Tierra, poniéndo al servicio del mal el proyecto jedi. Este final llega a su cenit cuando Cassady incitado por Hooper mata con sus poderes y mirada a una cabra. El jedi siente que se ha pasado al lado oscuro, y a partir de ahí comienza su noche oscura. Además está muerto: Hooper lo mató el día en que le aplicó una técnica especial en el corazón en la que el atacado no muere en el acto, pero sólo es cuestión de tiempo.

        Ambos personajes, Bob y Cassady, recorrerán el desierto a realizar una misión, que no saben cual es; serán secuestrados, pisarán una mina, etc...todo delirante e hilarante. Y cuando están realmente en las últimas una cabra los conduce a un campamento, en el que están Hooper y Django ;y saben entonces que la misión será liberar a Django, que se encuentra como un paria en medio del desierto, en ese campamento secreto tipo Guantánamo, donde torturan a los presos con los métodos deformados del Ejército de la Nueva Tierra.

        Los tres personajes liberarán a los presos, y a las cabras. El joven periodista regresa al mundo inflamado, inspirado, dispuesto a cambiar las cosas, a contar lo que ha visto. Y tras escribir y escribir ve como apenas le dan a su noticia 10 segundos en la televisión, donde inciden en que torturan a los presos poniéndoles música de un programa infantil tipo Barrio Sésamo, y se ven a varios encuestados estando absolutamente de acuerdo con tales métodos. Y sin embargo el joven periodista dice “porque he visto , los jedi son más necesarios que nunca”, y mientras lo dice se levanta de su silla y mesa de trabajo, corre y atraviesa la pared que tenía en frente.

        Estas cosas ya han sucedido. Ya pasó con con la compañía de Jesús, cuya organización tomó como modelo el intituto más secular que existe, el más remoto del místico: el ejército. Como dijo Ortega la compañía de Jesús es un Tercio castellano de lo divino., ahí estaba el ejército de la Nueva Tierra.Y esto sucede cuando se es un cristiano en hueco: somos todo lo que hemos dejado a nuestras espaldas. Hay una escena de la película , cuando parece la historia más demencial, estando perdidos en el desierto, Bob y Cassady,su loco y desquiciado guía insiste en que algo sucederá que los llevará a buen puerto en su misión, el protagonista sabiendose perdido envidia la fe de aquel loco, que tiene una misión. Queramos o no nuestra cristiandad en hueco nos lleva a anhelar tener una misión, un destino, la fundamental aportación de la experiencia cristiana, la vida no como ocupación, sino como dedicación, como entrega de uno mismo.

        No se trata de aguantar los golpes del destino como el griego, que es lo que hace. Y quizás eso es lo hasta ese momento ha hecho el joven, soportar los golpes del destino, y encontrarse en ese momento en el desierto ante la espada y la pared, anhelando tener un destino.

        Si me fuera al desierto sería a buscar cabras, debe estar plagado, siglos de chivos expiatorios en nuestros cotidianos Yonkippur. Iría caminando, pero no en línea recta, sino ribeteada y azarosa, parándome en los carnavales del mundo !Quizás no llegaría nunca! Y una vez liberadas dudo que volviera a mi origen, me iría al monte con las cabras, adonde ella tiran, parándome de nuevo en mi peregrinación carnavalesca, y quizás de nuevo no llegaría nunca.

        Como dije , no puedo dejar de simpatizar con el protagonista, aun soy demasiado ingenuo. Sólo me queda estamparme con un par de paredes, y eso es sólo cuestión de tiempo, quizás para darme cuenta de que para qué quiere uno atravesarlas, o quizás que lo más inteligente es irse allí adonde no las hay, al desierto.

        Aun no soy consciente del todo de habar llegado a ese punto que es estar entre la espada y la pared, y del que pareces hablar: tener a la espalda, un mundo muerto, anquilosado, mecanizado, carente de fe viva, y al frente un mundo intransformable, un mundo que no se puede cambiar. He estado en muchas ocasiones ahí, pero me he zafado !la ingenuidad! Aun sigo pensando que se puede hacer algo en nuestro horizonte, llegar a un mundo en que los pocos no tengan que ser hércules, en que al igual que hemos avanzado en el derecho de decir, o votar, o tener vacaciones, podamos también crear algo similar, pero respecto a la búsqueda de nuestra autenticidad, en el que haya al menos tiempo para cumplir nuestras obligaciones y devociones no sólo para con los otros, sino para lo otro que no es los otros. Pero esta fe o esperanza se desvanece cada vez más: por ejemplo leí con gusto y simpatía (también simpatía) a Claudio Naranjo, y su tesis de una educación para cambiar el mundo...tiene toda la razón del mundo, lo cual no quiere decir nada. Y luego me encuentro a Punset, que emite sin pudor ni rubor en su programa televisivo, y que llega por tanto a unos muchos, un documental titulado “Una escuela para fabricar ciudadanos útiles”. Sin comentarios: el muro de los muchos, y el “inofensivo Punset”encimado en él como vocero del progreso. Y del muro.

        Uno se estrella con la pared, y no pasa nada; después de todo uno es un poco burro, tiene espíritu de ariete, aparte de otras cosas como esa ingenuidad, que a veces se torna en cinismo. Lo malo es cuando te levantas, y aun mareado, Te das la vuelta y aciertas a ver la amenazante punta de una espada ante tu corazón o garganta , inmovilizántote ante la jodida pared que, por supuesto,sigue estando ahí.

        El mundo parece inamovible, un gigantesco frontón, el futuro se nos ha cerrado.
        Quizás hay que irse al desierto, a lo primitivo, adonde no hay paredes.

        Uno puede hacer como el revolucionario, dinamitar la pared, y construir una nueva; o bien, hacer como el progresista, creer que esa pared va a progresar, y gotizar la pared, o bien como el cristiano, tener una misión, o bien como el romano, derribar con voluntad la pared, o bien como el estoico, soportar estar entre la paredes y el muro, o bien como el griego, pensar sobre el ser de la pared, o bien como el judío, lamentarse en la pared.

        O quizás sea ahora hacer una verdadera locura, mayor que intentar atravesar una pared. Darse cuenta de todos esos hombres que tiene uno en sus espaldas, existiendo en hueco en nosotros,empujándonos contra el muro, tenerlos presente, y con toda el alma, correr empujando contra su empuje, ahora en sentido inverso, contra la afilada punta de la espada y dejar que sea ésta la que nos atraviese.

        No es lo que apoyaba Ortega: él decía que ante el muro uno podía irse contra la espada y encontrar la muerte del cobarde, o ir hacia el muro y encontrar la muerte heróica, la bella muerte.

        Qué seductora resulta la idea de heroicidad, y más para quien, como yo, no lo es... Pero pienso que el filósofo se refería con el ir hacia la espada a la muerte literal. Quizás yendo hacia la espada lo que se obtendr ía es una brocheta, o una banderilla: uno no puede saber siempre lo que a pasar...

        Por eso para hacer esto habría que estar como una cabra, a buscar lo descarriado y expulsado de uno. Y para eso habría que ir al desierto...
        Quizás nos veamos por allí, tú con los gnósticos, y yo con mis cabras...
        Un abrazo

        Postdata: tenía que soltar todas estas ideas...y mientras lo he hecho, al ir a responder a tu comentario, he visto la magnífica última entrada que has realizado. Creo que podía haber metido este comentario en esa misma entrada, la cual me ha aclarado muchas cuestiones. Y toparme con ella antes de introducir mi comentario resulta facinante.

        Quizás debería olvidarme de captar el sentido de lo arquetípico. Después de todo decía Jung, que un hombre debe estar en lo arquetípico, lo capte o no.

        • La peli de las cabras es, sí, maravillosa y entrañable. Yo no la recomiendo ni hablo de ella mucho, porque (como has podido comprobar) o la toman por bodrio o del género risa, y ambas cosas me ofenden personalmente, ya que yo me identifico en ella hasta con la cabra. En realidad está basada en hechos reales. Ese tipo de proyectos existió durante la guerra fría en ambos bandos, y lo de la muerte del animal es un "homenaje" a la gran proeza de Nina Kulagina: http://es.wikipedia.org/wiki/Nina_Kulagina. "Uno de los experimentos más celebrados de Nina tuvo lugar en el laboratorio de Leningrado, el 10 de marzo de 1970. Habiendo estudiado primero la habilidad de mover objetos inanimados, los científicos tenían curiosidad de ver si las habilidades de Nina podían ser utilizadas en las células, los tejidos y los órganos. Sergeyev junto con otros científicos presenciaron cuando Nina intentó utilizar su energía para detener el latido del corazón de una rana. Ella se concentró intensamente en el corazón de la rana y aparentemente le hizo latir más rápido, luego muy lentamente, y utilizando en extremo sus habilidades, lo detuvo".
          En fin, que todo eso es real: la tontura, la ingenuidad, la esperanza, los poderes, la impotencia, el desierto, la amistad, la búsqueda, el misterio, los cuernos de cabra... La vida misma. Al menos algunas vidas mismas.
          Yo creo que para entender a Jung lo que te falta es entender que ya lo entiendes.

          Un abrazo caprino.

          • Y que quizás se deba a que de alguna forma que no entiendo, no quiero entenderlo.
            Un abrazo

        • Mira todos esos locos rojitos, qué lindos todos:
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