Simone de Beauvoir. Documental biográfico «No se nace mujer» (2007)

Simone de Beauvoir con un rifle

A todos nos gusta creer que nuestros pensamientos, y los actos derivados de ellos, son en esencia originales, procedentes de nuestra genuina voluntad. Necesitamos concebirnos a nosotros mismos como mentes autónomas y lúcidas, amparadas por las garantías de la libre elección. Sin embargo, la inmensa mayoría de las creencias que nos identifican como individuos y como sociedad no son más que copias, clones, que proceden desde un pensador o pensadora que sí podemos tomar como realmente original. La mayoría de las ideas que sentimos como propias (y que llegamos a defender como si la vida nos fuera en ello) suelen estar inyectadas culturalmente desde un líder intelectual, que no siempre es conocido y consciente, y que en un determinado momento se convirtió en un valor cultural colectivo; en una idea famosa, separada ya de la persona de carne y hueso de la que partió.

Es así como todo el mundo llegó a creer a pie juntillas que la tierra era plana, desde el primer torpe (pero carismático) geógrafo al que se le ocurrió. El problema es que somos capaces de idear muchas cosas, tenemos una imaginación prolífica, prolija e imparable, pero ninguna garantía de que conecte adecuadamente con la verdad. Hoy en día tenemos muy clara la brecha tan trágica que puede abrirse entre nuestras febriles creaciones y la realidad cuando contemplamos los últimos siglos desde la perspectiva ecologista. Ese abigarrado despliegue tecnológico, tan inteligente, convirtiéndolo todo, sin embargo, en una estructura insostenible, al romper las reglas del orden natural. Hace mucho que olvidamos que lo real y necesario son los ríos, las montañas y las nubes, y que los coches y los rascacielos no son más que juguetes accesorios. Caprichos peligrosos.

Hay un conjunto de filosofías en la modernidad que, en paralelo con una parte de la ciencia, han obviado que la última palabra de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser no está en nuestra mente consciente, tan fácil de manipular y programar (incluso por nosotros mismos -a través del autoengaño-), sino en nuestra alma inconsciente, la naturaleza en nosotros, que tiene sus propios pensamientos, sentimientos e instintos, enraizados en aquello que sí somos de verdad.

Simone de Beauvoir es una de las más brillantes luminarias de las que se nutren las ideologías de hoy en día. Diría que el suyo es el pensamiento más influyente en la política actual. Millones de chicos y chicas tratan de seguir sus preceptos, incluso de imitarla (aún sin conocerla), y no pocas parejas tratan de vivir sus relaciones como Simone vivió la suya con Sartre. Todas estas personas toman todo lo que procede de ella como ideal, y su libro clave, «El segundo sexo», como una nueva biblia. Pero ¿existió de verdad la Simone que refleja su famosa obra? ¿Era aquello que predicaba en esas páginas? ¿Cómo se sentirían sus seguidores si se descubriera que Simone tenía (como todos) varias personalidades con las que lidiar? Una máscara, bien maquillada, de cara a la galería, que se hizo famosa, y una sombra, la mujer en la intimidad, distinta y hasta contradictoria con la anterior, que sigue hoy negada entre sus cercanos. La que es, por ley psicológica, la Simone más real. Otra vez delante del conflicto universal: lo que somos versus las idealizaciones alrededor de lo que queremos o creemos ser.

Esto es lo que nos muestra este documental: un dibujo de la totalidad de esta prodigiosa figura cultural, desde el peso de sus instintos y su corazón, hasta las creaciones de su prodigiosa mente, que aún siguen cambiando el mundo. La pregunta (que ella misma debió hacerse a menudo): ¿en una adecuada dirección?

José Antonio Delgado nos introduce en este documental de esta manera: 

El éxito de las tesis de género de Simone de Beauvior le dicen al psicólogo junguiano que se trata de la expresión de la conciencia colectiva de una época. Ella es una vocera de una época de tremenda confusión, crisis identitaria y degradación espiritual, como lo es la nuestra. 
Uno de los básicos que caracterizan al ser humano es que estamos supeditados a ciertos condicionantes que son característicos de nuestra especie, sin importar los discursos intelectuales que puedan hacerse alrededor de ellos. Así, Simone muestra en sus cartas cómo el edificio ideológico que escribe poco después de cumplir los cuarenta se desmorona apenas se enamora de su amante americano. Es ahí, cuando el arquetipo se expresa en su modo típico, en donde nos damos cuenta de que la ideología es una mala sustituta de la experiencia, aunque a muchos y muchas, por un desconocimiento de la naturaleza humana, les parezca que esas quimeras intelectuales son auténticas.

Simone de Beauvoir. Documental biográfico «No se nace mujer» (2007)

Esta entrada fue modificada en 26 julio 2018 1:46

Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.

Ver Comentarios (2)

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    • Milagros, estoy tratando de enviarte correos pero me vienen devueltos. Dame tu correcta dirección por aquí y te respondo. Muchas gracias