Encontrar espíritus afines es una de las alegrías más importantes que puede darte el agridulce juego de vivir. Al menos así lo siente mi corazón (claro está que cada pecho prioriza de modo distinto sus placeres…). Agradezco, y mucho, que una serie de cirunstancias fortuitas me hayan conducido a conocer el pensamiento del catedrático de Evolución Humana y Ecología en el Departamento de Biología de la Universidad Autonoma de Madrid, Máximo Sandín. Publico hoy en el blog varias conferencias y entrevistas de este bravo intelectual, y en confianza digo que mientras miraba algunos pasajes determinados me he sentido azorado, al sentir como si yo mismo me estuviera desnudando delante de la cámara. Ha sido una curiosa experiencia especular de orgullo/vergüenza ajena.
Desmontar a Darwin, pilar esencial del altamente tóxico paradigma cientifista moderno, era la piedra angular que me motivó a empezar la redacción del ensayo Mitos de la Ciencia. Nunca llegué a ese núcleo, que pospuse como segunda parte, quedándome sólo en la introducción, que es lo que en realidad pretende ser la primera. Quizás algún día lo termine. Los que conocéis sobre tipología sabéis que las personas como yo son de arranque de caballo y parada de burro. A los niños eternos nos fascinan los principios, y los finales necesitamos dejarlos abiertos. Para que se escriban solos. Aparte, no nos gusta trabajar mucho, porque necesitamos mucho espacio para jugar. Y si alcanzamos la comprensión de que el sudor es en vano, menos aún. Con este tema, y con muchos otros, hace tiempo que he llegado a la conclusión de que es como hablarle a la pared. Como escucháreis al mismo Sandín decir, es muy frustrante la experiencia de que toda una sociedad, desde el stablishment a los currelas, incluyendo a un montón de personas por lo demás inteligentes y críticas, se cierre en banda al sensato debate protegiendo celosamente sus falsos mitos, en paralelo con sus mezquinos intereses, esmerándose sólo en reproducirlos como discos rayados de generación en generación. Ir a contrapelo del paradigma del mundo es muy estimulante, pero llega a hacerse muy cansino. La pereza es el vicio que a menudo vence al final, y con la edad uno comprende, a cada paso más, que sólo van a cambiar su modo de entender las cosas aquellos que por destino e instinto están llamados a hacerlo. Con lo cual, te puedes ahorrar bastante el esfuerzo vano de tratar de convencer indiscriminadamente a los demás.
Máximo es más responsable y trabajador que yo. Y supongo que le tiene más fe al poder de la palabra (ajena) en la evolución humana. Así que por eso lo podemos traer aquí a que sude la camiseta de sermoneador público. Una cosa: no suscribo cada coma de lo que dice, ojo. Hace muchos excursos, y con unos planteamientos en esas digresiones comulgo y con otros no. Pero hablando de la Biología contemporánea y del stablishment científico en general, el acuerdo es casi completo.
Es preciso que diga otra vez que considero a la Biología prácticamente una hermana siamesa de la Psicología. La segunda podríamos tomarla como una especialización de la primera, de regreso ya a la ciencia madre, la Filosofía, el saber de saberes. Investigad por vuestra cuenta un poco y veréis que a nuestro alrededor tenemos infinitas muestras de que esta conexión interdisciplinar es tal que así. Es algo que se da en el seno de nuestra alma, y se refleja en lo social, en la Historia y las biografías. Aporto una prueba ahora mismo, que es el encuentro cumbre que acabo de publicar entre Krishnamurti, el biólogo Sheldrake, el cuántico Bohm y el psiquiatra Hydley. El tema que debaten es la naturaleza de la mente. Está clarita la interrelación ¿no?
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