6.- Deméter
Deméter es una diosa ancestral, cuyo culto probablemente precede al del resto de los habitantes del Olimpo, un lugar al que ella no parece pertenecer del todo. En realidad, la adoración de lo que ella representa nos remonta hasta la revolución agrícola del Neolítico, siendo la regenta del cultivo, y como deidad de la fertilidad natural en general, los antecedentes más remotos de su representación los encontramos en las famosas venus paleolíticas, de enormes caderas y ostentosos pubis. Es la Diosa Madre, personificación de los inexorables ciclos y leyes de la generación de vida en la Naturaleza, algo que el entendimiento humano, desde siempre, ha visto expresado con inmediatez en la fisiología reproductora femenina (menstruación y embarazo). Ella es la musa inspiradora de las recurrentes ideas de historiadores y arqueólogos acerca del matriarcado primigenio, y la forma clásica en que la cultura se representa el concepto de Eterno Femenino.
La mujer deméter, la sólo madre, está profundamente insertada en lo instintivo, lo biológico, lo corporal. De hecho, la etimología de las palabras madre y materia es la misma. A través de la maternidad, la nueva vida, el nuevo ser, toma forma en el mundo, se encarna, y lo carnal es aquello que para Deméter es verdaderamente sustancial. En su unívoca vocación de ser incondicional cuidadora y protectora de esos vulnerables organismos biológicos que son los hijos, pasa la mayor parte del tiempo inmersa en el rol de nutricia, empleada amorosamente en el prolijo ritual culinario, con las manos en la masa y los bistecs, en contacto permanente con la tierra a través de sus frutos. La cocina es para ella un altar, y el hambre la peor representación del Mal. La otra ocupación que la entretiene mucho es la limpieza y acomodo del hogar, inmersa en una permanente cruzada contra la mugre y el desorden. Hay que entender que la casa tiene aquí el significado de nido de procreación, y es una extensión del espacio contenedor del útero.
Por todo lo anterior, comprendemos que sean instrumentos como el caldero y la escoba los que se le asocien, los cuales permanecen junto a ella incluso en la personificación de sus aspectos negativos: la bruja. Ésta es la Madre Devoradora, una Deméter sobreprotectora que se niega a la emancipación de sus polluelos porque ella perdería la razón de ser. La madre que, preocupada sólo de las necesidades biológicas del hijo, mata su personalidad de inanición psicológica, indiferente ante ella y sus requisitos. Por otro lado, y contrariamente, la bruja también se expresa en el arquetipo de Lilith, la mujer resentida con el instinto materno, en encarnizada lucha contra él, como represor de su propio desarrollo personal y de la expresión de otras necesidades de su psique (lo cual, en efecto, nos resuena mucho como actualidad del feminismo más radical, y, en último extremo, se expresa en el complejo de Medea, esa figura mítica que fue capaz de matar a sus propios hijos). Pues así como el instinto sexual atonta y obnubila con facilidad la conciencia en el varón, esto mismo provoca el instinto materno cuando se apodera tiránico de la psique femenina. Ahoga las facultades psíquicas superiores. Convoca un sumiso y adormilado costumbrismo, contrario a todo impulso despierto en pro de la evolución y la autodeterminación. Por esto las estatuillas paleolíticas a veces no tienen rostro, y a la diosa Deméter a menudo se la representa como yegua, o con cabeza equina. Así es como ve el hombre a la mujer cuando está poseído por sus instintos animales, y así es la forma psicológica que toma ella cuando está poseída por los suyos. Tal para cual.
La complementación de las esferas instintivas de ambos sexos es algo que se extiende un poco más allá del pacto procreador. La mujer deméter posee un corazón cuya capacidad de amar parece poder multiplicarse hasta el infinito, adecuado al cuidado de una familia no importa cuan numerosa sea y cuan diferentes y hasta antagónicos sean sus integrantes. Todos son bienvenidos a la mesa, y todos son merecedores por igual de su ternura y protección. Pues bien, precisamente es este tipo de corazón, generoso e indistinto, el que otorga a la diosa Afrodita su cualidad de patrocinadora de la prostitución. El vetusto oficio, que es también un pacto entre los instintos de ambos géneros, seria inviable sin esa capacidad de empatía indiscriminada que procede del arquetipo de la Gran Madre.
Es imposible hablar de Deméter sin aludir a los Misterios de Eleusis, los más importantes ritos iniciáticos de la Antigüedad, así como tampoco es posible citar a una empedernida madre pasando por alto a sus hijos. Core, Perséfone, es la insigne descendiente de Deméter, junto a la cual patrocinaba estas imponentes ceremonias, y en torno a la que se teje la trama mitológica principal en la que aparece inserta nuestra diosa. La bella muchacha fue raptada por Hades, arrancada violentamente del regazo materno, para acabar convirtiéndose en la reina del Inframundo, un oficio muy alejado del instinto materno. Lo que más nos interesa ahora de este mito es que Perséfone representa la personalidad inconsciente de Deméter, una sombra que, encarnada afuera, como hija, adquiere la vocación y vive el vibrante destino que quedan irrealizados en la madre, reprimidos por el instinto materno. La mitología apoya esta tesis al expresar claramente el paralelismo entre las dos en el episodio del rapto de Deméter por Poseidón. Ellas son madre e hija, y al mismo tiempo la misma persona. A colación de esto diremos que la mujer deméter no siente a sus hijos como entidades separadas de ella; los vive como una parte de sí, algo que le pertenece. Esto es un sentimiento a menudo compartido por el padre. Debido a ello se da a menudo entre padres e hijos la proyección en los segundos por parte de los primeros de los anhelos vitales no realizados, obligando a los vástagos a seguir vocaciones que no les pertenecen, cargándolos con la impropia responsabilidad de llegar a las metas que ellos, los progenitores, no consiguieron.
Los Misterios Eleusinos eran cultos de profundo calado transpersonal, cuya esencia era la transformación del iniciado a través de un ritual alrededor del ciclo de la muerte y el renacimiento. En ellos la Diosa Madre, regenta de la voluptuosa fertilidad, el principio de vida, el Eros, se funde con la Diosa Hija, patrona del saber trascendental, reina del Mundo de los Muertos, el Tánatos. Cuando el mito habla del Inframundo, del Más Allá, está siempre aludiendo a lo inconsciente, ese vasto territorio, cajón de sastre, que queda allende lo conocido, lo consciente, así que Deméter, a través de Perséfone, revela un aspecto que había permanecido latente detrás de su llamativa ocupación de ser fuente generatriz de los tangibles frutos del sexo y la labranza, simbolizados por la espiga de trigo: representar lo inconsciente como madre de la conciencia, siendo fuente generatriz también de los frutos del alma, simbolizados por la granada. De hecho, todo lo que tiene que ver con lo materno carga siempre este valor añadido enorme, más allá del aparente. Por eso la madre personal se convierte a menudo para el hijo en una figura de rasgos sagrados, mágicos, sobrehumanos, pues su intuición entrevé a Perséfone, la madre transpersonal, en esa sencilla y abnegada mujer deméter que trajo su cuerpo al mundo y que desde entonces no se cansa de prepararle guisos.
En la unión de las dos diosas se conjuntan los dos aspectos de la luna, el brujo y el sensual, el transpersonal y el terrenal, y en ellas se refleja entonces la totalidad de lo psíquico: lo instintivo y lo espiritual. La Gran Madre pasa a convertirse entonces en la Gran Diosa, que aglutina dentro de sí a todas las deidades femeninas. Podríamos llamarla Isis, que es a la vez solícita madre, amante y esposa, estratega ingeniosa y muy buena maga.
Es un tema muy interesante sobre la Diosa Naturaleza que fue muy venerada por diversos pueblos de formas muy diferentes. Muy buena la remontada que hace hacia isis enlazando la dos culturas.
Gracias, ingehogar. No te olvides que diosa de la Naturaleza, de la parte más salvaje de ella, de la caza, es Artemisa. Deméter lo es de la parte proveedora y amable, especialmente la parte domesticada, cuyo paradigma es la abundancia que nos garantiza la agricultura.
Quisiera saber mas acerca de las diferentes tipologías. Gracias-
En esta misma web entra en el apartado tipologías, y para continuar con el tema de caracteres-diosas, lee el libro de Shinoda Bolen «Las diosas de cada mujer«.
Me gustaría saber algunos aspectos negativos que tuvo esta diosa