(Inicialmente publicado en formato libro, «Diosas de ayer, mujeres de hoy«, por la editorial Disco. Revisado y actualizado)
PRÓLOGO
Pero ¿qué son los arquetipos?
Para aprehender el concepto de arquetipo tenemos que echar mano de nuestra capacidad intuitiva, pues su materia es aún más sutil que aquella de la que están hechos los sueños. Es algo así como el campo magnético, del que sólo podemos inferir su realidad y carácter a través del efecto que causa en los objetos metálicos a los que concierne. Empezaremos diciendo que es un habitante del estrato más profundo y remoto de la psique, el Inconsciente Colectivo, y que funciona desde ahí como patrón ordenador de realidades psíquicas más superficiales y reconocibles, como son las motivaciones, los pensamientos y los sentimientos. Por ende, es un modelador del carácter y la conducta, un conformador de la personalidad. Su influencia se extiende desde nuestra esfera instintiva y animal hasta nuestras inquietudes artísticas, científicas, filosóficas y espirituales. Decía el genial Heráclito que “el carácter es para el hombre su destino”, y a partir de esa idea entendemos con facilidad cómo los arquetipos esculpen nuestras andanzas por el mundo a través de organizarnos el temperamento. Pero hay que continuar declarando que el misterio de lo arquetípico avanza incluso más allá: también parece ser responsable de arreglar eventos decisivos en los que la vida nos envuelve, de los cuales se hace absurdo inculpar a nuestra conducta y que exceden el límite de todo lo que solemos entender por psicológico. Encuentros providenciales inesperados, casualidades imposibles… El arquetipo es capaz de convocar todo tipo de sucesos fortuitos, objetivos, de tal significación e influencia para nosotros que transforman al mismo tiempo nuestra alma y nuestra trayectoria vital. Nos sale al paso desde adentro y nos viene a buscar desde afuera, a la vez.
Por todo ello, el psicólogo Carl Gustav Jung, que fue quien comenzó a usar el término arquetipo significando todo esto que estamos señalando aquí, y que es la acepción más extendida y popular que hoy tiene, tuvo que expandir sus investigaciones sobre el funcionamiento psíquico hasta alcanzar el mágico territorio de la sincronicidad (casualidad significativa), donde el mundo físico se une al psíquico sin solución de continuidad, y donde las lindes prescritas por su disciplina original se hacen añicos. Con tanto descubrimiento revolucionario se vio obligado a abjurar de la académica psiquiatría y del psicoanálisis freudiano, de los que procedía, para fundar su propia escuela: la Psicología analítica.
Todo esto es, efectivamente, muy novedoso para el talante de la ciencia convencional, pero, en realidad, cualquier aficionado a la clásica astrología está manejando principios muy similares, desde tiempo inmemorial hasta hoy: los signos y los planetas tienen que ver con el carácter psicológico y a la vez con el devenir de acontecimientos externos. De hecho, podríamos decir que las constelaciones zodiacales son arquetipos proyectados ahí afuera, en el vasto firmamento, y que el Inconsciente Colectivo es un universo al que nos asomamos desde adentro.
Hoy día pensadores de la talla del biólogo Rupert Sheldrake han llegado aún más lejos en esta dirección, llamémosle transpsicológica. Este científico postula la idea de que los arquetipos junguianos tienen mucho que ver con lo que él llama campos morfogenéticos, que serían los responsables, incluso, de dar forma a nuestro cuerpo físico. Desde esta visión holística, nuestro ser biológico, nuestro funcionamiento mental e incluso los avatares de nuestro destino se desvelan interconectados en un trascendente nivel.
Localizando arquetipos
Podemos reconocer de un modo bastante directo, experimental, a los arquetipos, ya que no siempre permanecen en el recóndito anonimato. En algunos sueños importantes aparecen de un modo que podríamos considerar innato símbolos y personificaciones de marcado carácter arcaico y mitológico, que llamamos imágenes primigenias, y que son algo así como “autorretratos” que de sí nos muestran los arquetipos a través del mundo onírico. También podemos verlos irrumpir a la luz en inspiradas obras artísticas y filosóficas, o en visiones místicas. Pero es en las mitologías y religiones de las distintas culturas a través de la Historia donde encontramos el acceso más rápido, cómodo y didáctico hacia la contemplación y el estudio del mundo arquetípico. Nos es muy útil considerar a la Mitología como el sueño colectivo de los pueblos, e interpretarla desde esa perspectiva. Los distintos caracteres y actitudes de los dioses y diosas se relacionan con los fundamentos de la tipología humana, y las épicas epopeyas míticas, las biografías sagradas de dioses y héroes, con el sentido último de las trayectorias vitales de cualquiera de nosotros, los más modestos mortales.
Viajando a la antigua Grecia
La mitología griega es un sueño arquetípico muy rico y elaborado. Además, procediendo de una cultura que es ancestro directo de la nuestra actual, nos resulta algo más fácil empatizar con sus contenidos y alcanzar así antes cierta comprensión de su significado. Es por esto que es una de las más trabajadas en psicología analítica, y también será de la que va a alimentarse este ensayo.
Hemos elegido seis diosas muy notables y populares del panteón griego para que nos sirvan de modelo y referencia a la hora de hablar de seis respectivos caracteres femeninos:
- Afrodita, la diosa del amor erótico, la belleza y la pasión sexual.
- Atenea, la diosa de la racionalidad, el intelecto y la estrategia.
- Hera, la esposa poderosa y celosa, la diosa del matrimonio.
- Artemisa, la diosa cazadora, fuerte, independiente y competitiva.
- Hestia, la diosa del hogar y los templos, que enfoca la atención hacia el interior, el centro espiritual de la mujer.
- Deméter, la diosa de las cosechas, dadora de pan, nutridora y madre.
Es obvio que la elección de diosas sigue el guión de la pionera y más famosa obra al respecto, «Las diosas de cada mujer», de Jean Shinoda Bolen, pues nos parece un excelente referente en este aspecto. Sin embargo, los contenidos van a seguir en este artículo única y exclusivamente nuestras propias consideraciones al respecto. En muchos puntos, obligadamente, los dos trabajos coincidirán y se tornarán repetitivos; sin embargo, los lectores de la Bolen se harán pronto conscientes de la envergadura de las divergencias.
Regresando a la actualidad
Los tiempos cambian. Las tecnologías progresan a ritmo vertiginoso. Pero en la naturaleza la evolución es tan firme como sosegada: sin pausas, pero ninguna prisa. El arquetipo es un ente natural, y por eso se mantiene vigente e idéntico a sí mismo a través de los milenios y las eras. El amor y la maternidad jamás abandonan las portadas del magazine de la vida. El matrimonio y la fundación de un hogar siguen siendo eventos prioritarios en la biografía de muchos. Atenea se instruye hoy en Astrofísica, pero es en esencia la misma mujer que antes estudiaba a Euclides y Pitágoras en la Academia griega. Artemisa ya no porta un carcaj de flechas, pero sí un portafolios lleno de diseños propios que apuntan directos a la diana de la vanguardia. Hay cosas que los tiempos cambian, y otras que nunca pasarán de moda.
No hay una mujer igual a otra, pero no le será difícil a ninguna de las lectoras reconocerse en alguna de estas diosas/tipologías. En realidad, todas habitan en el alma de cada mujer, pero suele ser una la que adquiere preponderancia, mientras otras apenas delatan su existencia. Algunas veces se produce un cambio en la jerarquía, según los ciclos vitales, y según el desarrollo psicológico. Otras, es la misma deidad la que imprime su característico sello a toda una vida entera.
Cada diosa conlleva unos dones, unas capacidades, y obliga a renunciar a otros. Auténticos bienestar y calidad de vida significan desarrollar al máximo el talento que la diosa personal exige, sin olvidarse de rendir un justo tributo a las demás. Hay que intentar escuchar las voces de todas las divinidades en el propio corazón, por muy sigilosas que sean. Al tiempo para la perfección y el éxito en áreas puntuales (amor, trabajo o arte) le sucede un llamado al desarrollo integral, hacia la totalidad, donde nuestro objetivo debe ser nutrir todo aquello que se quedó rezagado y que pide ahora sustento. Ambas fases enlazadas cíclicamente, en armonioso ritmo.
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