Sobre dos facetas en el amor: exogamia y endogamia

Lo que llamamos con un solo nombre, amor, contiene en su interior dos sustancias diferentes, incluso opuestas, que bien merecerían cada una su sustantivo propio, para evitar tantas confusiones. Una de esas esencias es una tendencia exogámica, que es de la que se ocupa la biología, la sociología, la neurología, y todos esos libros tan de moda de gente como el Punset. Es el costado más evidente del amor, el más «científico», por ser el más superficial: machos y hembras se buscan para crear familias y perpetuar la especie y los genes. Para garantizar la calidad genética, y, como ya veremos, para diferenciar en lo posible esta dirección erótica de la otra, las comunidades humanas hace mucho que se impusieron rígidamente el tabú del incesto. Al impulsarse la coyunda entre miembros de familias dispares y distantes, muy lejos del parentesco sanguíneo, las comunidades pueden crecer mucho sin dispersarse, y fue así como pudieron aparecer las polis y los estados. Gracias a la tendencia exogámica del amor, cualquiera puede enamorarse de cualquiera dentro de una más o menos amplia comunidad, y así es como llegamos a simpatizar unos con otros dentro un vasto vecindario, considerándonos unos a otros, literalmente, amables (léase en cursiva). La globalización es posible, entre otras cosas, porque hoy día el mercado del amor es universal. Cualquier persona en cualquier lugar del mundo, sea de la raza que sea, de la nación que sea, es alguien potencialmente amable, deseable. Un posible papá o mamá para nuestros hijos. Hasta que eso no pasa, hasta que el amor no trasciende las fronteras, hasta que el interés exogámico del deseo no se abre al mundo que está más allá de nuestra etnia y nuestra raza, el separatismo y el nacionalismo se imponen sobre la unidad y la cooperación, digamos, federal, rechazando todo proyecto asociativo que se llame, por ejemplo, España, UE u ONU. ¿Parecen éstas unas consideraciones extrañas y rebuscadas? ¿De qué se ha reído entonces toda España cuando ha ido a ver «Ocho apellidos vascos»? ¿Nadie ha entendido la película?

Concluyamos diciendo que la esencia de esta tendencia amorosa es la multiplicación. Un hombre y una mujer se unen y de ellos nacen nuevos seres. Sociedades que crecen y se expanden indefinidamente.

El otro aspecto del amor es el endogámico. Posiblemente la mejor manera de entender esto sea releer a Platón:

«Hubo un tiempo en que la tierra estaba habitada por personas esféricas con dos caras, cuatro piernas y cuatro brazos. Tres sexos existían entonces: el masculino, descendiente del sol; el femenino, descendiente de la tierra y el andrógino, descendiente de la luna, que participaba en ambos. Como eran tan poderosos querían escalar al cielo a luchar contra los dioses, y por ello, Zeus los dividió en dos mitades, convirtiéndolos en seres incompletos y condenándolos a anhelar siempre la unión con su mitad perdida. A partir de ahí, hacían esfuerzos por encontrar a su otra mitad, y cuando se encontraban no querían separarse la una de la otra. Los hombres que provienen de andróginos aman a las mujeres, y las mujeres a los hombres. Las mujeres que provienen de las mujeres primitivas, aman a las mujeres. Y los hombres que provienen de los hombres primitivos aman a los hombres. El amor es el deseo de encontrar esa mitad que nos falta».

A Platón no le importa favorecer la homosexualidad, porque en estas consideraciones los hijos, la familia, la sociedad, no tienen mucha importancia. Este amor busca regresar a un estado de unidad anterior, y quiere reabsorber lo múltiple en lo uno. Desde dos, en lugar de crear más seres (hijos), trata de volver a engendrar, por fusión, un Uno. Si pudiera, volvería a reabsorber toda la Humanidad en Adán y Eva, de regreso al paraíso original. Y es así como se sienten los amantes cuando están poseídos por este anhelo: como una pareja primordial, enfrentada a los problemas primordiales humanos. Solos frente a los dioses. En efecto, como vemos en el texto de Platón, este amor busca siempre ascender al cielo, plantarle cara a la divinidad, no medrar en la tierra.

La tendencia endogámica significa siempre, en el fondo, una unión consigo mismo, una unión con lo semejante, el encuentro y unión con el alma gemela (gemelos = hermanos = lo más semejante), lo cual está siempre jugando con la ruptura del tabú del incesto. Por esto los faraones, más cerca de los dioses que de los hombres, se casaban entre hermanos. Por eso el Olimpo está lleno de parejas incestuosas (Cronos y Rea son hermanos, Zeus y Hera también, etc.). Se trata de la intención de volver a unificar lo que el amor meramente reproductivo ha dividido y multiplicado, viajando de nuevo de regreso al cielo y al inicio del tiempo.

Entiendo esta tendencia del eros exactamente igual que Platón: la búsqueda de una media naranja, del alma, de aquello que nos completa y nos devuelve a nosotros mismos. Un amor que no mira al mundo, sino que más bien es un mirarse en un espejo. La unión con el alma no sólo nos completa, sino que nos eleva. Por más poderosa y obscena que sea la sexualidad en este entorno lleno de excesos pasionales, es una fuerza que empuja hacia el arte, primero, hacia la mística y la filosofía, después.

Creo que resulta obvio decir que en torno a esta fuerza se tejen los valores nacionalistas, los racismos y los elitismos, lo mismo que, claro, también se genera ese pegamento supremo que une a padres con hijos.

Hay que decir que todo amor es una mezcla de ambas fuerzas. Varían dramáticamente, eso sí, las proporciones, como varían las almas y sus sensibilidades. En sociedades primitivas intuitivamente se sabe que hay que darle cabida a ambas tendencias, por lo que es extraordinariamente común el impulsar el matrimonio entre primos, a mitad de camino entre una cosa y la otra. La antropología trata de explicar la popularidad del matrimonio de primos cruzados de otras maneras, pero también trata de explicar todas las tendencias primitivas nacidas de la intuición de cualquier otra manera, incluidas la creencias religiosas. Nosotros preferimos explicar la psicología primitiva según lo que sabemos de psicología humana en general, y no echando mano de la lingüística o la economía, que siempre implican un gratuito escorzo.

Esta entrada fue modificada en 10 septiembre 2015 13:39

Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.