Cuentan que Napoleón, después de tener noticia de la «Exposition du système du monde», abordó a su autor, el físico Pierre Simon Laplace, con este cuestionamiento: «Me cuentan que ha escrito usted este gran libro sobre el sistema del universo sin haber mencionado ni una sola vez a su Creador». A lo que Laplace, como ateo y típico producto de la revolución ilustrada francesa, contestó: «Sire, nunca he necesitado esa hipótesis». Hawking ha vuelto a armar revuelo mediático, afirmando exactamente lo mismo, en el contexto de publicitar lo que con total seguridad pretende (y va a conseguir, con estas efectivas campañas de marketing) que sea su próximo multimillonario éxito editorial: «The Great Design», un libro meramente divulgativo, escrito al alimón con Leonard Mlodinow, que parece aportar tan poca novedad a la Ciencia como estas declaraciones sobre la divinidad que venimos escuchando desde los recalcitrantes positivistas desde hace dos siglos.
Aquí tenemos calado a Hawking hace rato, y venimos avisando que el popular físico últimamente parece que pica en barrena tratando de saciar una senil e imperiosa necesidad de llamar la atención, de recuperar popularidad y de rellenar sus arcas. El viejo truco de hablar de Dios con la tiara papal científica puesta, usando además argumentos tan rancios y manidos como estos, es un recurso tan flagrante, por fácil y recurrente, en pos de la mera propaganda, que incluso los simpatizantes de este personaje se las están viendo y deseando para sostener en él la impecable imagen de santidad científica, abnegada, desinteresada e imparcial, que lo canonizó para más gloria de nuestra religión cientifista hace ya algunas décadas. Para más inri, el libro saldrá el 9 de septiembre, una semana antes de la visita a Gran Bretaña del (otro) Papa. ¿Una casualidad, o una prueba más de lo conscientemente orquestado que está todo?
No es la primera vez que Hawking recurre a este clásico recurso: en 2005 publicó «Dios creó los números: los descubrimientos matemáticos que cambiaron la historia». En efecto, hace décadas que los publicistas nos vienen avisando de que en cuanto los científicos incluyen referencias a Dios en sus trabajos las ventas se disparan. Es un truco vox populi. Será que como por sí solo el título-cebo no resultó bastante rentable hace cinco años, ahora la campaña de su nueva producción se ha planificado más agresiva, con declaraciones sensacionalistas en los medios.
Una vez que el tema de los agujeros negros y los viajes en el tiempo, su antiguo hit-parade, ya no «suena tanto por la radio», Hawking echa mano de otros estribillos igualmente efectistas para proseguir su estelar carrera.
Pero hay que decir que estos engranajes no darían resultado si no hubiera ahí afuera una ingente comunidad de feligreses sumisos, ciegos de fe, esperando ávidos a que uno de estos patriarcas de la cultura occidental de un bostezo para subirlo rápido al púlpito desde donde el mundo entero le escuche más alto y mejor. La gente como Hawking debería decir, como cualquier artista famoso: «Gracias a mi fanático público, sin el cual nada de esto sería posible». Beatos laboriosos, ignorantes de la verdadera ciencia (como el beato católico suele serlo de la religión), sólo esperan impacientes que sus nuevos héroes, como los viejos, les den las buenas nuevas, en un lenguaje para niños que puedan entender, sobre el de dónde venimos, adónde vamos, y qué sentido tiene existir. Pero la ciencia, la de verdad, no puede hacer eso. Sólo en boca de pastores y predicadores populistas como este la ciencia se estrecha, se reduce y se simplifica tanto como para poder enunciar cosas como la que nos convoca ahora aquí.
Laplace, como muchos intelectuales de su tiempo, estaba pletórico de esperanza en el poder absoluto de la ciencia como pilar teórico y práctico de un inminente Nuevo Orden Mundial. Llegó a afirmar que estábamos a punto de conocerlo y explicarlo todo. Desde él se habla del «demonio de Laplace», que es una especie de superconciencia científica capaz de saber todos los pormenores de los eventos cognoscibles, y por tanto capaz de predecir con total exactitud todo lo que va a ocurrir en el Universo a continuación. Desde estas megalomaníacas imaginaciones utópicas nació nuestro mundo actual. Pero lo que ha ocurrido desde entonces en el seno de la auténtica ciencia es que la desesperanza ha minado cada día más la fe del científico legítimo en estas pretensiones. El siglo XX y los primeros años del XXI han sido para la ciencia una sucesión de desconciertos. Paradojas, sinnsetidos, singularidades, irregularidades y excepciones por doquier le han tirado encima un jarro de agua muy fría de humildad.
Primero fue la luz, que parecía extrañamente propagarse siempre a la misma velocidad, independientemente del sistema de referencia tomado para medir el dato. Llegó Einstein, y tuvo que remodelar los conceptos de espacio y tiempo para que este comportamiento absoluto de la luz tuviera algún sentido. Pero entonces llegó la Cuántica, con un «Dios que juega a los dados», y Einstein se tuvo que retirar, desconcertado. La nueva Física no cabía entre sus ecuaciones. Murió buscando una teoría unificadora para la tremenda paradoja que aún hoy deshace a la Física en dos planos ontológicos, y 55 años después Hawking tiene que declarar que quizás no encontremos nunca esa unificación, ese puente de unión entre ambos universos: el de las micropartículas y el de las galaxias.
Los descubrimientos de la Cuántica introducen elementos inesperados en el panorama de la Ciencia que aún estamos lejísimos de asimilar (aunque no tan lejos si tomamos una perspectiva mítica, esotérica, religiosa, precisamente). Por ejemplo, a través de ella conocemos eventos desde hace mucho que son más rápidos que la velocidad de la luz, y hoy esta constante está a punto de relativizarse como antes lo hizo su papá tiempo-espacio. El pilar sobre el que se construyó la Teoría de la Relatividad, una de nuestras queridas nuevas tablas judaicas, en cualquier momento cae desmoronado.
Nos dimos cuenta que el Universo estaba en expansión (a través de un argumento de puro sentido común que podía y debería habérsele ocurrido a cualquiera nada más Newton publicar sus ecuaciones gravitatorias, pero que se le pasó por alto a varias generaciones de lumbreras -entre todos ellos, a Laplace-), creamos entonces la teoría del Big-Bang, y la apuntalamos con un par de supuestas pruebas. A día de hoy, el modelo estándar del Big-Bang requiere tantos parches traídos de los pelos y tantas peticiones de principio, tanta fe (pues tantas observaciones han dejado de encajar en ese patrón en los últimos años), que muchos científicos hoy honestamente piensan que posiblemente el Universo no funcione así.
La Teoría del Caos da una tremenda estocada en la cerviz al «demonio de Laplace», pues ella afirma, con su «efecto mariposa», que las consecuencias futuras en los sistemas de infinitesimales variaciones en las causas y los antecedentes pueden ser devastadoras, echando por tierra cualquier pretensión de exactitud en la predicción física a gran escala. Por otro lado, al francés le debemos la archiconocida hipótesis de la formación de los planetas, soles y sistemas a partir de nebulosas de polvo cósmico en giro, que hemos ido dando por válida década tras década. Sin embargo, los últimos estudios, empleando sofisticados algoritmos de computación (cosa antes impensable), parecen demostrar que es imposible que al menos el Sistema Solar se formara así.
Darwin… Darwin tendría que retirarse rápidamente a la soledad de su querido palomar, si levantara ahora la cabeza, frente al aluvión de nuevas consideraciones a través de la Biogenética, la Paleontología y la Exobiología, que ponen en jaque los simplistas mecanismos de sus teorías.
Las morfologías orgánicas e inorgánicas, a pesar de su trivialidad y universalidad, siguen presentando unas facetas misteriosas que estamos lejos de resolver por los caminos de la Ciencia clásica. Desde el ojo a las galaxias, la generación de formas que se dan en el Cosmos sigue siendo refractaria a una explicación racional que sólo tenga en cuenta las variables físicas conocidas hasta ahora.
La Cuántica introdujo la variable sujeto en el laboratorio, y los descubrimientos de la Psicología Profunda definen un sujeto tan complejo y desconcertante para el saber positivista que toda la Historia de la Ciencia, y de la Humanidad en general, se hace necesario reescribirla.
Hoy sabemos que aún más del 99% de la realidad material es vacío. Pero también sabemos que el vacío está lleno. Y no sabemos de qué.
Por otro lado, los horrores de estos últimos siglos han socavado profundamente la esperanza positivista en la infalibilidad de la Ciencia como precursora de un beatífico Nuevo Orden Mundial social.
Todo esto (y más que me dejo en el tintero) contando sólo con aquellas cosas en las que la Ciencia se aplica con fruición, en sus laboratorios. Si introducimos el fenómeno paranormal (como la sincronicidad), ése del que la Ciencia huye como la peste, por más evidente que sea, como la luz y el calor, su existencia, entonces el panorama se vuelve aún más desalentador para ella y sus paradigmas.
Pero Hawking, en lugar de decir «sólo sabemos que no sabemos nada», que es verdadera Ciencia, dice que sabemos lo suficiente como para decir lo que es, y lo que no es. Lo que existe, y lo que no. Y el biológo Dawkins, muy reconfortado con la «sorpresiva» e «impactante» «nueva» noticia (¿habrá oído hablar de Laplace alguna vez?) ha declarado que «Es exactamente lo que afirmamos nosotros. No conozco los detalles de la física, pero es lo que he sospechado siempre». No, no ha debido oír hablar jamás de Laplace. A lo mejor ni ha leído bien a Darwin siquiera. Es normal: no tiene tiempo con su intensa carrera de predicador…
Voy a copipegar dos noticias al respecto. La original, y una secuela que se ha producido por el impacto en la gente de estas declaraciones actuales. Más comentarios míos, debajo.
Hawking, en el centro de la polémica
Su último libro vuelve a abrir la heridas de la vieja disputa entre Ciencia y Religión
JOSE MANUEL NIEVES / MADRID/ABC.es
Día 03/09/2010 – 09.38h
El último libro de Stephen Hawking «The grand design», cuyo avance se ha publicado estos días en The Times, parece haber reabierto las nunca del todo bien cicatrizadas heridas de la vieja disputa entre Ciencia y Religión. La pregunta fundamental sigue siendo la misma: ¿Es Dios necesario para explicar el mundo en que vivimos? Las respuestas, sin embargo, según el punto de vista desde el que se aborden, pueden ser, y son, completamente diferentes.
Para Hawking, sencillamente, Dios no tiene lugar alguno en las actuales teorías científicas sobre la creación del universo. Los avances conseguidos en Física, dice el científico, bastan para explicar, por sí mismos, el origen y la naturaleza de nuestro universo, sin necesidad de recurrir a ninguna clase de intervención divina.
Y no es que el físico británico niegue la existencia de Dios, cosa que no ha hecho nunca directamente, sino que se limita a afirmar que su intervención no es necesaria para explicar la existencia del mundo y de todo cuanto le rodea. Una idea que puede parecer, pero que no es, contradictoria. Por lo menos desde el punto de vista científico.
Pero veamos. ¿Está la mano de Dios detrás de cada fenómeno natural, manejando los hilos a su antojo en cada momento? Decir que sí equivale a afirmar que es Dios en persona quien decide si va a llover o no, si habrá un huracán o si, por ejemplo, un volcán va a entrar o no en erupción.
Afortunadamente, los tiempos en que la mano divina se buscaba detrás de cada rayo, nube, sequía o terremoto quedan ya muy lejos. La Ciencia, paso a paso, ha ido explicando cómo y por qué se producen los distintos fenómenos naturales, sean o no beneficiosos para el hombre, desvelando las leyes que subyacen en cada caso para producir los efectos que observamos.
Dios no aparece en ninguna teoría
Pero la Ciencia, hoy, no se limita a eso. Muy al contrario, los avances del último siglo la han llevado hasta la mismísima frontera del conocimiento y la comprensión humanas, desde lo más grande a lo más pequeño. La Física por un lado y la Cosmología por otro han llegado tan lejos que están al borde mismo de explicar cómo surgió y se desarrolló el universo en que vivimos. Y resulta que Dios, en esas teorías, no aparece por ninguna parte.
Ese es precisamente el terreno en que se mueve Stephen Hawking, uno de los físicos teóricos más brillantes de nuestro tiempo. Hace casi tres décadas, Hawking en persona creía (y así lo declaró a este periodista en una entrevista publicada en ABC), que para el año 2000 la Física dejaría de existir como Ciencia, ya que no le quedaría nada por explicar.
Hoy, en 2010, el físico ha cambiado de opinión al respecto y reconoce que, al final, es posible que no exista una teoría del todo, un cuerpo teórico unificado que sirva, por si solo, para dar cuenta de todos los fenómenos de la Naturaleza. A medida que el conocimiento avanza, esa «teoría total» ha dejado de ser tan necesaria como se pensaba en los años 80. De hecho, opina Hawking en su nuevo libro, es perfectamente posible explicarlo todo sin necesidad de ese cuerpo teórico global.
La Ciencia ha arrinconado a Dios
Pero, ¿Y Dios? ¿Cómo encaja exactamente la figura de un Creador en un Universo que parece explicarse a sí mismo en virtud de una serie de leyes inmutables? A lo largo de la Historia, y a base de conocimientos cada vez más abundantes y precisos, la figura de un Dios que está detrás de todas las cosas ha ido cediendo terreno. La Ciencia, opina Hawking, ha ido «arrinconando» a Dios, encontrando una explicación concreta para cada uno de los fenómenos naturales que nos rodean, desde el nacimiento de una estrella a la formación de una tormenta.
Una línea de razonamiento que mantiene desde siempre y que es, precisamente, la que le ha llevado a concluir que no se necesita la intervención de Dios para explicar la existencia y el devenir del universo que concemos.
Es importante subrayar, en contra de lo publicado estos días por numerosos medios de comunicación, que el físico británico no ha tenido nunca otra opinión diferente a ésta. Cuando Hawking escribió, como colofón a su «Breve historia del tiempo» que «si descubrimos una teoría del todo comprenderemos la mente de Dios» se refería a Él como a una metáfora, y no de forma literal. Corría el año 1988 y por aquél entonces la búsqueda de la teoría del todo estaba en pleno apogeo.
También Einstein, que no era precisamente religioso, recurrió al Creador en la célebre frase de «Dios no juega a los dados», pero lo hizo para rebelarse contra el caos que la entonces incipiente Física cuántica inyectaba en un universo que hasta ese momento se creía perfectamente ordenado y previsible.
Las ideas de Stephen Hawking a este respecto, pues, no han cambiado en absoluto. De hecho, en aquella misma entrevista publicada en ABC hace más de veinte años, el científico ya decía que la figura de un Creador no se necesita para explicar el universo en que vivimos. Para eso ya bastan las leyes de la Física.
Siempre podemos pensar, decía (y sigue diciendo) Hawking, que Dios podría ser el autor de esas mismas leyes que hicieron posible todo lo demás, pero entonces estaríamos hablando de un Dios muy lejano y apartado del hombre, que se limitó a escribir las reglas básicas a partir de las cuales surgió y pudo desarrollarse todo lo que existe. Si lo pensamos bien, eso equivale a decir que, desde que nació el universo, hace 13.700 millones de años, Dios no ha vuelto a tener ninguna intervención en su devenir, ya que todo lo que sucedió después del Big Bang se puede explicar en virtud de esas mismas leyes creadas por Él.
No es cierto, pues, que Stephen Hawking haya cambiado de idea con respecto a la existencia de Dios. Sigue pensando y diciendo las mismas cosas que decía y pensaba hace varias décadas. Sí que es cierto, sin embargo, que hace ya diez años largos que el físico británico publicó su último best seller, del que por cierto consiguió vender más de seis millones de copias en todo el mundo.
En los últimos meses, la figura de Stephen Hawking ha aparecido varias veces en los medios de todo el planeta por sus declaraciones, en un caso, sobre la peligrosidad de un eventual encuentro con una hipotética inteligencia extraterrestre; y por su convicción, en otro, de que la única posibilidad de supervivencia del hombre es abandonar nuestro planeta, moribundo, y salir a conquistar las estrellas.
Parecería, pues, que de alguna forma, y a punto de salir su nuevo libro, resulta muy conveniente que la figura de Stephen Hawking rellene periódicamente las páginas de los periódicos del mundo. ¿Por qué si no se iba a generar justo ahora una polémica sobre unas ideas que no han cambiado un ápice en las últimas dos décadas?
En resumen: Hawking, que se mueve en las fronteras mismas del conocimiento, es y ha sido hasta ahora perfectamente coherente con sus ideas y sus convicciones. Y sus opiniones sobre la necesidad o no de un Creador para explicar la realidad en que vivimos no han cambiado en absoluto. Por eso, jugar ahora con un supuesto «cambio de actitud» del científico con respecto de lo religioso con la intención de generar ruido y publicidad para su nuevo libro supone un flaco favor para la Ciencia y también para el propio Hawking, que a pesar de sus numerosas apariciones públicas y su sentido del humor dista mucho de ser un simple fenómeno mediático.
Se trata, no lo olvidemos, de uno de los científicos más brillantes y prolijos de los últimos cien años, y sus trabajos han contribuido enormemente a nuestra comprensión profunda del universo en el que nos ha tocado vivir. Sus aportaciones han creado escuela y algunas de ellas ocupan por derecho propio un lugar destacado entre las mejores páginas de la historia de la Ciencia.
Esa es la imagen de Stephen Hawking que debe perdurar y servir de ejemplo a las futuras generaciones de científicos y de amantes del conocimiento. Y no la de un personaje superficial siempre en busca de la polémica y cuyas convicciones más profundas están al albur de los intereses materiales de cada momento.
El señor Nieves, autor de este artículo, es uno de estos simpatizantes con la figura de Hawking que a duras penas tratan de limpiar su reputación. Lo que él argumenta es que son los medios, el público, los que están perjudicando a Hawking con su desmesurada atención, convocando en él esta actual imagen mediática oportunista y amarillista. Ya lo dije arriba. No le falta pues toda la razón. Pero, como toda la prensa rosa sabe, quien quiere pasar desapercibido, pasa, y quien no, no. Lo que está ocurriendo con Hawking ahora, que no ocurría en estos últimos años atrás por más activo que él también estuviera, es una premeditada sinergia entre sus nuevas estrategias y el efecto inmediato de ellas en la sociedad.
Según lo ya expuesto en la introducción, pasemos a criticar algunas polémicas afirmaciones que hace el periodista en este artículo:
-«Afortunadamente, los tiempos en que la mano divina se buscaba detrás de cada rayo, nube, sequía o terremoto quedan ya muy lejos. La Ciencia, paso a paso, ha ido explicando cómo y por qué se producen los distintos fenómenos naturales, sean o no beneficiosos para el hombre, desvelando las leyes que subyacen en cada caso para producir los efectos que observamos«.
Falso. Ya expliqué en la introducción la cantidad de profundas lagunas que tenemos incluso a la hora de explicar los fenómenos aparentemente más simples. El autor precisamente se centra en los asuntos meteorológicos (un clásico en el debate entre ciencia y superstición), y son precisamente ellos los que dieron lugar a la Teoría del Caos, que es algo así como el Principio de Incertidumbre de la Cuántica aplicado al macrocosmos. El caos, el azar, está muy implicado con las «mágicas» formaciones fractales que ha popularizado esta teoría, y con la mágica sincronicidad. Órdenes cuya causa primera escapa por completo a la ciencia que defiende Hawking, y que están ocurriendo ahora mismo. Basta con observar el panorama de eventos naturales catastróficos que padecemos en la actualidad, donde, desconcertantemente para una explicación puramente causal, se están aglutinando catástrofes climáticas con geotectónicas. Frente a este llamativo ordenamiento natural escuchamos a los geólogos y meteorólogos decir: «nos consta que no puede tratarse de otra cosa que azar».
–Pero la Ciencia, hoy, no se limita a eso. Muy al contrario, los avances del último siglo la han llevado hasta la mismísima frontera del conocimiento y la comprensión humanas, desde lo más grande a lo más pequeño. La Física por un lado y la Cosmología por otro han llegado tan lejos que están al borde mismo de explicar cómo surgió y se desarrolló el universo en que vivimos. Y resulta que Dios, en esas teorías, no aparece por ninguna parte.
A ver si este hombre estudia la auténtica historia de la Ciencia en los dos últimos siglos, tal y como arriba la he esbozado. Como a su querido Hawking, se le nota el caduco y trasnochado «laplacismo», con su tan ingenua como peligrosa creencia en que a la vuelta de la esquina lo sabremos todo, de todo, de una vez. Lo que suele ocurrir cuando parece que sólo nos falta una pequeña pieza para completar el puzzle es que esa pieza obliga a recomenzar el rompecabezas entero otra vez. Así que cuidadito con esa «mismísima frontera», o ese «están al borde». Pero veamos el «laplacismo» de Hawking en su máxima expresión:
–Hace casi tres décadas, Hawking en persona creía (y así lo declaró a este periodista en una entrevista publicada en ABC), que para el año 2000 la Física dejaría de existir como Ciencia, ya que no le quedaría nada por explicar.
Definitivamente, con Hawking la Ciencia no avanza. Retrocede dos siglos atrás. Lo que tenemos en Astrofísica en el año 2010 es una materia oscura, una energía oscura y una corriente oscura tan negras e irrepresentables como lo Inconsciente es. Ahí es nada…
Dios, Hawking y un señor de Murcia
La última obra del científico provoca un encendido debate también entre los lectores de ABC
p. alcalá / madrid
Día 06/09/2010 – 17.28h
«El último libro de Stephen Hawking «The grand design» […] parece haber reabierto las nunca del todo bien cicatrizadas heridas de la vieja disputa entre Ciencia y Religión». Así comenzaba el artículo que, bajo la firma de José Manuel Nieves, abordaba la opinión de Hawking, para quien Dios carece de lugar alguno en las actuales teorías científicas sobre la creación del universo.
Más de 900 comentarios de los lectores de ABC avalan la afirmación de Nieves. Las heridas siguen abiertas y han dejado prueba de ello en un encendido y brillante debate en la página de ABC.
«¿Y lo que dice Hawking es dogma de fe?», se pregunta uno de los cerca de mil contertulios de este improvisado debate. Parece contestarle otro lector que, bajo la firma de Luis Newton, asegura que «lo que Hawkings no ha llegado a entender, aparentemente, es que la esperanza no está escrita en los libros de física y que la fe va más allá que las estrellas. El mundo es muy triste si nos quedamos solamente con la Física».
Seguir el debate, las conversaciones entre desconocidos enfrentadas tecla a tecla, es tan apasionante como leer algunos de los argumentos que se cruzan. «Hawking confirma algo que ya intuyó en 1933 y confirmó en 1949 Georges Bataille (1897 – 1962) con su obra La parte maldita, que lo único escaso en Tierra es el espacio. Todo lo demás abunda hasta el extremo de crear un problema que las leyes de la naturaleza «solucionan» de continuo pero que la cultura no sólo no hace lo mismo sino que lo agrava», dice Francisco J. Muñoz de Escalona. La lectura supera el artículo para pasar a los lectores que lo han hecho suyo
Desde el ateísmo más absoluto, «el Señor dice que tenéis que hacer esto, el Señor dice que tenéis que hacer esto otro, ¿pero no os dais cuenta que no lo dice el Señor…? », a la Fe sin concesiones: «la Biblia es la palabra exacta de Dios, todas las supuestas contradicciones son fruto de las malas traducciones de los papistas católicos, nunca hay una contradicción que sea real. La ciencia no vale más que para mentir y renegar, todo lo que pone en la Biblia está demostrado, en cambio la ciencia se tiene que reescribir cada día. La palabra de Dios es eterna, y guiará por siempre nuestras vidas hasta que seamos arrebatados por la mano del Señor», el debate se mueve vertiginosamente entre la conversación continua -paradójico orden caótico- y la que a veces se hace particular entre dos o tres protagonistas.
Por supuesto hay quien cuestiona el debate entero:«Es muy bonito que periódicos como el ABC permitan manifestar a cada uno su opinión sobre temas sugerentes como éste. Lo peor de todo es que la gente no está preparada para opinar con rigor. Dice el 98% lo primero que se le ocurre o lo primero que siente, y eso no es opinar. La gente no sabe opinar. Y, como la opinión no es la verdad, que es una duda más o menos razonable y razonada, la mejor de las opiniones será la que más se acerque a la verdad sin que aún haya logrado identificarse con ésta», como hace Crazo.
«Nos guste o no en la esencia humana está la creencia en una trascendencia, y esto sí que es un hecho totalmente demostrado. La creencia en un Dios no es una cualidad accidental del ser humano, es una cualidad esencial», afirma un lector, escapando de afirmaciones rotundas entre uno y otro extremo.
Adolfo Flores Guevara cita a Rita Levi Montalcini – premio Nobel de Medicina en 1986 – para rebatir a Hawking: «Es la imperfección y no la perfección la que se encuentra en la base de la actuación humana. La razón es hija de la imperfección. Al ser imperfectos, los seres humanos hemos recurrido a la razón. (pág.366 Elogio a la Imperfección)»
Pero también hay posturas conciliadoras entre ambos prismas, que tratan de poner aristas nuevas al debate «según el excelente artículo, Hawking no afirma que Dios no exista, sino que no necesitamos recurrir a él cuando todo puede explicarse».
En un debate de lectura apasionante, que invita a sumarse, a rebatir, a aprobar, a disgustarse o a aplaudir y, sobre todo, a leer durante horas, tampoco falta el sentido del humor. Para los propios lectores el quinto de los comentarios más votados lo firma un lector llamado Abdeljalil: «Lo podía haber dicho antes de ramadán y nos ahorrábamos pasar sed y hambre…vaya, así que no existe, que ha sido todo una tomadura de pelo», ironiza.
La invitación a la lectura surge en esta pieza más allá del artículo, para pasar al tejado de cientos de lectores que lo han hecho suyo. Y tú, ¿qué opinas?
«Nos guste o no en la esencia humana está la creencia en una trascendencia, y esto sí que es un hecho totalmente demostrado. La creencia en un Dios no es una cualidad accidental del ser humano, es una cualidad esencial». Exacto, ahí le hemos dado. Esta declaración alude directamente al tema de nuestro interés máximo: las investigaciones en materia de Psicología Profunda. ¿Dónde está la sensatez de seguir apostando por un paradigma que desconoce esta realidad (no importa si le llamamos objetiva o subjetiva) y que apuesta por un Universo desmitificado que es en realidad una creencia, una petición de principio, más? Nuestra sociedad necesita urgentemente reflexionar sobre esto. Pero no lo hará.
Raúl Ortega dice
En efecto: no lo hará. Más bien reflexionará en los términos de este otro «viejo amigo» de nuestro blog, el hipermediático Eduard Punset:
Punset afirma que el «pensamiento científico» de Hawking tiene «todas las de ganar»
-Stephen Hawking descarta en su último libro la existencia de Dios
-Eduard Punset valora este nuevo episodio en la batalla entre ciencia y fe
-El divulgador cree que el pensamiento científico va ganando terreno
VANESA RODRÍGUEZ
02.09.2010
El último asalto en la vieja batalla entre Ciencia y Religión ha sido protagonizado por Stephen Hawking, que en su próximo libro descarta la existencia de Dios en la creación del Universo. «El Big Bang fue una consecuencia inevitable de las leyes de la Física y se creó de la nada». Así de tajante se muestra el científico británico en su último libro, ‘The Grand Design’ o ‘Magnífico Diseño’ en el que desgrana una serie de teorías sobre la creación del Universo.
El escritor y divulgador científico Eduard Punset resume para rtve.es esta lucha en «dos tipos de pensamiento básico: el pensamiento dogmático que ha prevalecido hasta ahora y que sigue ocupando o influenciando la mayor parte de los mecanismos de decisión social por una parte, y el método o pensamiento científico que ha contestado mediante la comprobación y la prueba experimental algunos de los postulados anteriores.»
El director y presentador del programa de TVE Redes añade que a lo largo de la historia la batalla ha sido «desigual» ya que el pensamiento científico «se caracteriza por ser reciente, tierno y solo consolidado en determinadas cuestiones»
Punset ve en las últimas afirmaciones de Hawking que poco a poco el pensamiento científico ha ido ganando «el espacio ocupado por el dogmático» y poco a poco «mediante la experimentación y la prueba científica se ha visto que la solución de determinados problemas no es la que mantenía el pensamiento dogmático sino otra bien diferente».
Una lucha «amorosa»
El divulgador recuerda otros momentos en los que el pensamiento científico ha rebatido creencias dogmáticas sostenidas durante siglos, como por ejemplo que la Tierra tenía unos cinco mil años. «Los geólogos y la teoría de la diversidad de las especies pudieron comprobar que la vida del Planeta era superior a los dos mil millones de años», explica.
Asímismo, añade que «hasta hace cuatrocientos años se asumía por el pensamiento dogmático que la Tierra era el centro del universo y que todo giraba alrededor de ella; Copérnico pudo demostrar, en cambio, que la Tierra no era el centro del universo y otros científicos demostraron luego que ni siquiera podía afirmarse que teníamos domicilio fijo, puesto que nuestra galaxia se expansionaba con el Universo».
Punset señala que esta batalla constante entre los dos tipos de pensamiento «lejos de ser despiadada es casi amorosa» y aunque hoy en día todavía sigue prevaleciendo el dogmático, «el científico tiene todas las de ganar».
Qué sarta de disparates… Punset nos asalta con todo esto de nuevo, justo cuando yo me estaba convenciendo de que últimamente este hombre estaba madurando y profundizando su pensamiento un poco más allá de sus tópicas y clásicas formas de opinar…
Nada más y nada menos que desde el Renacimiento la élite intelectual occidental, el grupo de ideólogos desde el que parten las directrices fundamentales de la política y la cultura en nuestra sociedad (ese lobby al que pertenece ahora el mismo Punset), es marcadamente racionalista. Desde hace ya tres siglos la alianza entre las ciencias, la política y el capital es lo que nos define como occidentales. En este lapso de tiempo hemos transformado nuestro modus vivendi y la faz del planeta de un modo radical. Y el ilustre catalán nos viene a hablar de la lucha entre Ciencia y Religión como si aún estuviera por suceder que el pensamiento medieval declinara… ¿El "científico tiene todas las de ganar"? ¿Se referirá a que pronto la Univesidad permitirá que se estudie Física en sus aulas y no sólo Teología? ¿Se referirá a que pronto los presupuestos de los Estados financiarán investigación científica en lugar de monasterios y abadías? ¿Se referirá a que Sony ahora apostará por el comercio tecnológico y abandonará la exportación de Coranes, Biblias y Tao-Te-Kings? Pero ¿en qué mundo cree que vive este hombre, por Tutatis? ¿Por qué hay tantos que no se enteran de que la guerra entre Ciencia y Religión ya terminó, y ganaron quienes lo hicieron, de modo aplastante? Quizás sea porque la Historia la escriben los triunfadores, y se han lanzado a tergiversarla tanto que cada día distinguen menos sus ficciones de la realidad. Pero, con mayor probabilidad, lo que ocurre es que a los vencedores no les basta con el copioso botín de guerra que ya detentan. Quieren aún más poder y más gloria. Más presupuesto, más representación, más influencia. Hoy día escuchas por doquier que "la religión y sus moralidades son algo que pertenece al ámbito personal, privado". Sin hueco ninguno en el sistema productivo de las naciones, por ende con una representación anecdótica en el sistema educativo, si la hubiere, el espacio que desde hace siglos tiene la religiosidad en la vida pública es similar, y aún menor, a aquel que tienen las artes. Pero toda ideología por definición tiende a ser dictadura absolutista, y el cientifismo quiere recrearlo todo a su imagen y semejanza. Aniquilar completamente a su rival. Sacarlo a patadas incluso de los rincones en los que hoy día trata de subsistir.
¿El fasto y el lujo de un Vaticano? El mismo que el de las pirámides. Una imponente reliquia del pasado llena de momias. Nada más.
La actual pugna entre Ciencia y Religión no tiene ya nada que ver con aquella antigua batalla, que dio este saldo que bien a la vista está. Ahora la avanzadilla religiosa de Occidente no tiene ejércitos, ni sólida infraestructura, ni grandes almirantes. Hace meras guerrillas contra el poder absoluto de las ciencias. Se empeña en una revolución romántica como un David contra Goliat. No comete cruentos atentados, como sí hace el fanático oriental. Denuncia que no es casual que las cosas en Gaia estén tan mal. Denuncia que todo este dolor y destrucción apocalípticos procede de un erróneo modo de pensar la realidad. Denuncia que la lucha entre Ciencia y Religión es la punta del iceberg de la auténtica guerra que nos está embargando, que es la de la mente contra el Alma, el ego contra el Self. El hombre contra la Naturaleza.
¿»Lejos de ser despiadada es casi amorosa»? Otra vez Punset en sus mundo de Yupi… Inquisición y hogueras. Cruzadas y espadas. Al Qaeda. Millones de religiosos masacrados entre sí. Millones de religiosos detenidos, torturados y ejecutados en países oficialmente ateos (lo cual, por definición, es consecuencia directa del cientifismo). Tanques, cañones, misiles nucleares: la precisión científica de la destrucción. Humos, venenos, radioactividad. Multinacionales farmacéuticas y tecnobiológicas, industria global, jugando con la gente y el planeta para inflar sus fortunas más y más. Colonialismo, caciquismo y dictadura extendidos por toda la Tierra a través de la Revolución Industrial. ¿Dónde está el amor en medio de todo esto?
Es verdad: la Religión comete crasos errores haciendo Física y Biología. Pero la Ciencia los comete aún mayores y más graves haciendo Filosofía y Psicología. Vamos a hablar claro: la raza humana prosperó millones de años sin necesidad de conocer la redondez de la Tierra o el Sistema Solar. Pero nuestra especie está abocada a la aniquilación si mantenemos nuestro actual estilo insostenible de vida. Nunca vivimos de un modo tan artificial, nunca la Tierra estuvo tan degradada, y nunca hubieron tantas locuras, neurosis, depresiones y enfermedades psicosomáticas entre nuestros congéneres.
Por cierto: ya en el siglo III a.c. Aristarco de Samos propuso la teoría heliocéntrica. Pitágoras era un defensor de la redondez de la Tierra, y Eratóstenes en tiempos de Aristarco midió con bastante exactitud la circunferencia del planeta. Seguir hablando de la relativa novedad de estos descubrimientos científicos es una falacia. También el seguir usándolos como paradigma del enfrentamiento entre Ciencia y Religión es un craso error. Sólo contingentemente, y no esencialmente, el Cristianismo post-medieval se opone a estos postulados acusándolos de herejía. Con total seguridad, si en la Grecia de principios de Era, y especialmente entre los neoplatónicos, se hubieran arraigado más estas dos hipótesis, el Cristianismo desde el principio las habría incluido entre sus formulaciones. Pero esto requiere que me explaye más para explicarlo debidamente y ahora no es el momento
Raúl Ortega dice
Siguen los coletazos del tema. Destaco las intervenciones de Ángel Jiménez Lacave y de Miguel Cancio.
Y se armó la de Hawking
Intelectuales asturianos cuestionan los argumentos del astrofísico británico, que en su último libro niega rotundamente la existencia de Dios
Stephen Hawking ha abierto el debate. El astrofísico británico, premio «Príncipe de Asturias» de la Concordia, proclama en su nuevo libro que «Dios no existe» y que la ciencia moderna hace innecesaria la figura de una deidad creadora. En un asunto tan controvertido, la polémica está servida. LA NUEVA ESPAÑA ha invitado a opinar sobre la existencia de Dios a científicos y pensadores.
Oviedo, María LASTRA
«Dios no existe». El científico británico Stephen Hawking, premio «Príncipe de Asturias» de la Concordia en 1989, lo proclama en su nuevo libro, que se publicará próximamente. Afirma que la física moderna excluye la posibilidad de que un ser superior, una divinidad, crease el Universo. El astrofísico ha devuelto a la actualidad la eterna dualidad entre fe y ciencia. El debate está abierto y las reacciones, en uno u otro sentidos, se suceden. LA NUEVA ESPAÑA ha recabado opiniones entre hombres de ciencia y del ámbito de las humanidades y la filosofía. Muchos de ellos rebaten las afirmaciones de Hawking, cuestionan su autoridad para impartir doctrina sobre una cuestión que sobrepasa el ámbito de la ciencia y rechazan su fundamentación.
Gustavo Bueno, catedrático emérito de filosofía: «Lo que me extraña es que la prensa dé tanta importancia a las declaraciones de un físico que no tiene nada que decir sobre el asunto. Como si quiere opinar sobre Avilés, lo que dice es ajeno completamente a su materia. No tiene nada que decir, nada más que bobadas. Lo que dice es irrelevante».
Antonio Fernández-Rañada, catedrático de Física Teórica: «¿Cómo puede saberlo? La existencia de Dios no es cuestión científica sobre la que se puedan hacer experimentos y llegar a conclusiones. Muchas personalidades importantes han elaborado pruebas, que más tarde se valoraron simplemente como opiniones. Lo que Hawking ha dicho es su opinión, no son verdades científicas que se puedan demostrar. Cualquier ciudadano podría pensar lo mismo que él. La existencia de Dios es algo que no se puede demostrar».
Ángel Jiménez Lacave, médico oncólogo: «Hawking se dedica a la experimentación física y su conocimiento se basa en evidencias empíricas. El concepto o la existencia de Dios pertenece al mundo de la metafísica y su existencia no puede demostrarse empíricamente. El método físico no sirve para la metafísica. En la historia de la Humanidad hay dos formas de pensar: los que aceptan la metafísica y los que no. El primero que intuyó de una manera brillante que había algo más que lo experimentable por el ser humano fue Platón. Desde entonces, ha habido opiniones de pensadores que consideramos, como yo, que existe la metafísica y de otro cincuenta por ciento que dice que sólo se fía de lo que se puede experimentar, el mundo de los empiristas y racionalistas y, sobre todo, el materialismo filosófico».
José María Hevia Álvarez, teólogo: «Me parece simplemente una chorrada. Que me diga de qué ecuación lo ha deducido. No me resulta extraño, es una postura que Hawking ya tenía desde hace un tiempo. Es una afirmación extracientífica, no de la ciencia. El tema de Dios no se puede deducir de la ciencia».
Jaime Ferrer, catedrático de física: «Es totalmente lógico que las leyes de la Física hagan redundante la idea de la creación directa de Dios. La pregunta crucial es quién estableció las leyes de la Física antes de que existiera nada a que aplicarlas, ni siquiera el Universo. De hecho, Galileo, Kepler y otros fueron capaces de poner en marcha la física como una ciencia porque creían que el mundo era inteligible, es decir, que seguía unas reglas racionales establecidas por un ser inteligente, Dios».
Miguel Cancio, economista y sociólogo: «Sigue pendiente la principal cuestión, que no resuelven Hawking ni Marx, y es la de la espiritualidad. Hay quien dice que en el ser humano hay un gen de espiritualidad que da sentido y significado a esto, que no es materia. Dios es fundamental para nuestro alimento espiritual, para dar sentido y significado a nuestra vida. El ser humano tiene el deber de aportar el bien espiritual y de distinguir lo bueno de lo malo. Si no se tienen en cuenta estas consideraciones, todo lo demás nos lleva a la catástrofe, como se está viendo».
El Naturalista dice
Escribe tú un libro y déjate de tantos marujeos…
Raúl Ortega dice
¿Qué te hace pensar que un libro per se sienta cátedra? ¿Acaso es una prerrogativa de la letra impresa en celulosa ser más honesta, profunda y veraz? Lo que sale del aliento se lo lleva el viento, y lo que sale de la imprenta, la cisterna (no te olvides de reciclar).
Si tienes tanto interés en un libro mío, aquí tienes uno, hecho precisamente por lindas y listas marujitas (entre ellas, yo), para marujas:
https://www.odiseajung.com/libros/promocion.php#diosas_ayer
Ya quisieran muchas publicaciones pedantes y pretenciosas que pululan por ahí haber derrochado árboles del Amazonas para decir algo la mitad de interesante de lo que se cuenta ahí. Todo lo cual lo cuento igual en cualquier sobremesa. Y pronto publicaré por aquí.
Baricelli dice
Los invito a visitar la Teoría Apoloctagenica
http://apoloctagenica.blogspot.com/2011/03/el-tiempo.html
Raúl Ortega dice
Toda propuesta de mirar al Cosmos desde una perspectiva revolucionaria es buena, porque todo lo que nace desde la intuición básica y esencial de que lo aparente es Matrix va camino de encontrar la única importante verdad. Dicho esto, y sin (obviamente) más datos para contrastar los pormenores de la teoría, me quedo interesado por el poder que el 8 tiene en ella. Me recuerda la famosa novela de Katherine Neville…
Baricelli dice
El Ocho ocupa un lugar entre mis libros 🙂
Muchas gracias por tu comentario!