Una de tantas paradojas inherentes a nuestro estilo de vida es que siendo la información y la masiva acumulación de ella parte de sus claves definitorias, ésta se transmite y almacena haciendo uso del medio más endeble y efímero que nunca una cultura utilizó: el soporte digital. De tal manera que, en unos años, y no muchos, de seguir esta escalada hacia la volatilidad y la provisionalidad, toda la abrumadora cantidad de datos de que ahora disponemos podría quedar reducida a la nada. Memoria borrada. Visto desde un hipotético futuro, este período de la Historia podría no ser otra cosa que un agujero negro de datos, un lapso precisamente vacío de información. Esto es lo que, en principio, alienta al genio Stewart Brand (un pionero en la informática e Internet, uno de los padres precisamente de nuestra tecnología) a bautizar críticamente al espíritu de nuestra época como «Oscura Era Digital».
Pero más allá de la indignación que produce en cualquier inteligencia sensata corroborar que la necedad de nuestra forma de vida y de ser ha llegado a tal punto que es incapaz de inferir las consecuencias flagrantes de sus actos al más corto plazo (mientras nuestra Ciencia se jacta de saber hacer predicciones que se extienden hacia el pasado y el futuro infinitamente), este asunto de la precariedad de los soportes digitales toca sectores aún más importantes de nuestra psicología. Se trata de la necesidad primaria de nuestro aparato anímico de descansar en una conexión con lo Eterno, lo Infinito.
A mí, que me preocupa en la práctica y en la teoría, desde hace algunos años, el enojoso problema de la volatilidad de los datos informáticos, me ocurre que, desde cierta perspectiva, esta inestabilidad me resulta, sin embargo, inspiradora. Hay algo muy santo en el hecho de que unos monjes tibetanos se concentren intensamente en la construcción de un mandala de arena para luego… borrarlo. Esta parte de mí es la misma que se resiste a la conservación y a la acumulación, y actúa incluso a mis espaldas tratando de poseer sólo el ajuar que cabe en una maleta. Todo siempre dispuesto para la partida; para el borrón y cuenta nueva. Por supuesto, esa actitud se compensa con ciertos intereses en mi vida donde soy un consumista feroz como el que más. El equilibrio entre ambas tendencias es posible a veces. Otras, es un irritante dilema (aún cuando suelas tener tanta facilidad para decir «hola» como «adiós», esto no te va a resultar sencillo siempre). Obviamente, la clave de la armonía entre estos dos opuestos, cuando se da, es el desapego: el tener sin aferrar.
Mi primera cámara fotográfica la compré sólo hace unos días, y tengo 42 años. Siempre me ha resultado un poco incómoda esa cuestión de atrapar, detener, el tiempo. Y luego archivarlo en álbumes. Supongo que tiene algo que ver con esa idea supersticiosa primitiva sobre la fotografía como «ladrona de almas». El libro, a su vez, es como una fotografía del pensamiento. Pesada y voluminosa. Escribir en internet tiene, sin embargo, cierto encanto similar al de dibujar en la arena. El pensamiento plasmado en la red es casi ubicuo, casi inextenso. Caduco. Éstas son para mí buenas razones a día de hoy para darle preferencia a este soporte a la hora de expresar mi creatividad. Odisea del Alma es en sí un mandala, construido de vientos y flotando en el aire. Como debe ser, me digo yo.
En mi estadía en tierras americanas arrastré por México y Argentina una enorme maleta verde donde atesoraba lo único que en aquel momento me parecía indispensable poseer: muchos libros, algunos compactos musicales y pocos calzoncillos, pantalones y camisetas. No estaban de moda aún ni el libro digital ni el formato mp3, que si no, ¡qué peso me hubiera quitado de encima! Era poco equipaje aquel, pero aún demasiado.
Ahora bien, el monje tibetano puede permitirse borrar de un zarpazo su mandala de arena, construido con supremo esfuerzo y dedicación a lo largo de meses, porque en ese acto se expresa implícito que el mandala verdadero queda grabado a fuego en su corazón, que es su genuino hábitat. Podemos aceptar la caducidad, la relatividad y lo efímero que es consustancial a lo externo e inmanente en la misma medida en que estemos conectados al valor eterno y absoluto de lo arquetípico, lo interno y trascendente. No hay nada más desolador para el Hombre que crear alimento para el vacío, para la nada. Construir cosas sin eco, sin participación, en la eternidad. Eso se siente como la maldición de Sísifo, que a mí me recuerda siempre el lavar los platos: lo que haces se deshace en un absurdo bucle incesante. No, más absurdo todavía: lo que haces se acaba deshaciendo finalmente con la muerte aún más. Una pirámide, sin embargo, representa el trabajo del Hombre que discurre justo en la dirección opuesta. Una pirámide se alza buscando la estabilidad inexorable de los cielos, y parte del mismo estímulo que hace buscar al físico incansablemente una ley universal. Por cierto que el instinto de perfección llega un punto en que es indistinguible del hambre de eternidad.
Cuando un pensamiento reverbera con la ética de los arquetipos, o una obra artística reverbera con su estética, no es tan grave que el fuego queme el pergamino o el lienzo que le han servido transitoriamente de soporte. No puede morir lo que es inmortal. Un mandala de arena y una pirámide de dura roca comparten exactamente el mismo fundamento y la misma aspiración. El que uno guste regresar antes que tarde al lugar del que partió, la Conciencia, y la otra prefiera seguir encarnada ahí afuera, bien palpable, es porque el mandala, al destruirse, subraya la verdad eterna del cambio y la transformación, mientras que la pirámide prefiere apuntar hacia la impasibilidad de los principios superiores que rigen incluso ese cambio.
El hombre muere bien en paz cuando ha saciado su sed de Infinito.
Vamos a ver a continuación a un Stewart Brand lleno de malestar por una cultura que ha decidido preservar sus valores en unos formatos que tienen muy poco valor. Enfadado con el imperio de la provisionalidad. Pero lo vamos a ver viviendo en un remolcador, llevando, como lo ha hecho desde siempre, una vida cimentada en la provisionalidad, y paralelamente sabemos que esa interinidad del imperio digital en parte es una herencia que procede precisamente desde él (por cierto que todo lo bohemio y contracultural que aún le queda a Internet -que tiene todo mi beneplácito- lleva el sello de Brand como gran patriarca hippie). Así que podemos deducir, por un lado, que debe padecer cierto complejo de Dr. Frankenstein, o sea, cierta culpabilidad por los derroteros que ha acabado tomando su engendro, y, por otro, que el problema práctico alrededor de la pérdida de datos debe ser sólo la punta del iceberg del asunto que de verdad inquieta su ánimo, ya que en la práctica él, en su alma de «monje tibetano», se mueve muy cómodamente en lo provisorio. Más bien debe ser la endeblez y fragilidad, cada día más acusada, de los valores en sí de nuestra cultura aquello que lo tiene hondamente decepcionado. Su desconexión de lo Infinito. Y así es: en el documental descubriremos que la respuesta que él ha dado a este problema es la co-creación de la «Fundación del Largo Ahora», cuyo proyecto central es la construcción del «Reloj del Largo Ahora», una máquina que mide años por segundos y siglos por horas, preparada para funcionar incansablemente 1o milenios. Construido en un garaje, parodiando así el nacimiento del ordenador personal, volviendo sobre los pasos dados desde entonces para recrear un renacimiento de la era informática, el Reloj del Largo Ahora es una máquina cuya lentitud quiere oponerse a, y burlarse de, la endemoniada e inconsistente aceleración de nuestros procesadores y nuestro tiempo. Obviamente, es una pirámide, es un mandala no destructible, y es el reloj cósmico que desde hace mucho aparece en los sueños y la imaginería en general como símbolo del Self. El egipcio dentro de Brand, finalmente, ha pedido la vez, y ha exigido compensar la desconexión de lo arquetípico del espíritu de nuestra época con lo único útil en un caso así: la veneración de un mito que represente al espíritu de las profundidades. Él (se)lo explica así:
«Nuestra civilización padece una cada vez más patológica estrechez de miras. Esta tendencia podría venir de la aceleración de la tecnología, de la perspectiva a corto plazo de la economía impulsada por nuestro estilo de mercado, de la perspectiva sólo abierta hacia las siguientes elecciones en nuestras democracias o de las distracciones inherentes a nuestros sistemas de trabajo multi-tarea. Todo esto está en aumento. Algún tipo de correctivo a esta miopía se hace necesario; es preciso algún mecanismo, o mito, que aliente la visión a largo plazo y la toma de responsabilidad a largo plazo, donde «largo plazo» se mida por lo menos en siglos. La Fundación del Largo Ahora propone a la vez un mecanismo y un mito.»
Stewart Brand
Moisés Garrido dice
Muy buena reflexión sobre dicho documental. Y muy bien traído el ejemplo de los mandalas tibetanos. De todos modos, en una cultura de por sí efímera en muchos de sus aspectos intrínsecos (amores que duran dos días, contratos laborales que duran escasas semanas, grupos musicales que duran lo que les dura el éxito de una sola canción, hobbys efímeros, modas efímeras…), no es de extrañar que al final la información sea también efímera. Eso dice mucho de nosotros y de lo que estamos construyendo para el futuro: torres de babel que no son más que castillos de naipes que se desmoronan al menor soplo.
Saludos.
Moisés
Juan_x_Manuel dice
La era digital como cualquier otra cosa llámese mandala o una partida de parchis es totalmente neutra. Tachar de oscura a la era digital mas parece un prejuicio. En ultimas lo que determina su uso es la expansión o contracción de la conciencia de cada individuo o grupo que transcurre en paralelo a la forma y frutos que desarrollan en torno a la misma. La expansión de conciencia permite disminuir la velocidad de la vida ejerciendo un control mas austero y profundo, pues es un estado flexible. En contracción todo transcurre mas rápido perdiendo el control. En ambas hay un orden ajustado, preciso, paralelo y armónico. Cada uno tiene lo que se merece en conciencia, todo esta bien. Los estados de conciencia son los que determinan y no pueden ser ni mejores ni peores de lo que son.
Uno de los clásicos inflacionistas es entrar en expansión y descubrir la unidad de todo para volver posteriormente a una contracción cotidiana, para entonces lo sentido y lo que se vive no cuadra. La solución inflacionista es tachar de pecador y responsabilizar a los pecados, a los que se comportan en relación a su conciencia. El énfasis negativo refuerza la estructura del ego inflado por su éxtasis pasajero.
Tachar de oscura a la era digital es otra forma sutil de ego inflado posiblemente por que desconoce la unidad de todo y perfección de todo nivel. O metafóricamente hablando sale de la cueva tibetana de alta expansión de conciencia con mandalas y baja a la urbe social donde todos vibran mas bajo a jugar al parchis, (Mandala cotidiano), como no esta dispuesto amar lo negro mas negro, el acaba bajando en la medida que se infla.
Bueno es mi visión desde mi propia ignorancia.
Un saludo cordial
Juan_x_ Manuel
Raúl Ortega dice
Hola, Juan_x. Muchas gracias por tu comentario.
A mí me parece que estás observando el panorama desde la postura del «no hay mal que por bien no venga», que es también «sin atravesar la oscuridad no hay luz» y demás ideas alrededor de «el camino iniciático de la enfermedad». Estoy de acuerdo. Hay que tener bien presente eso.
Yéndome al extremo, a las últimas consecuencias, lo más seguro (con certeza no lo sé, obviamente) es que todo esté bien como está. Incluidos el holocausto judío, las bombas de Hiroshima y Nagasaki, los atentados a las Torres Gemelas y la invasión de Irak. Parece sarcasmo, pero no lo es. Quizás sea verdad que éste sea el mejor de los mundos posibles, como decía Leibniz.
Pero hay algo dentro de nosotros, muy contundente, que nos dice que los errores existen, que hay males que deben subsanarse, no soportarse, y crímenes que hay que pagar. Tan arquetípico es el Dios iracundo y justiciero del Antiguo Testamento como el compasivo del Nuevo, y me temo que aunque nuestra nueva conciencia cristiana haya capacitado ahora a mucha más gente (proporcionalmente) que en la Antigüedad a encontrarle el sentido al Mal, y a ver luces al final de los túneles, está claro que la idea de «Satanás», de «Mal absoluto», no ha sido erradicada, obviamente.
Las preguntas del millón son siempre: ¿cuál es el mal que tenemos sacrificadamente que aceptar para llegar a la otra orilla de luz y alegria? ¿Cuál el Mal que tenemos que combatir como Jorge al dragón?
Como digo en el comentario, a mí me parece un mal menor que los datos se esfumen para la posteridad. Es romántico incluso. Potenciamos con esto las publicaciones conspiranoicas del futuro y los negocios editoriales alrededor del misterio histórico (esto sí es sarcasmo). Pero sí que me parece también, como al hippijo del Brand, un atentado de lesa humanidad un montaje cultural que corte el flujo al yo (y sus juegos grandes y pequeños de parchís o política) del suero vital que son los estímulos arquetípicos (llenos de eternidad, absolutez, holismo, etc.). Sencillamente no es sostenible. Por definición, no es sostenible. Ya la vivimos, esa insostenibilidad. No es una teoría filosófica. No creo que se trate en esencia de un problema de inflación, y de que se estén inventando un dragón aquellos que quieren ser considerados héroes. Aunque no lo parezca, hay tíos que se meten en activismo social por algo más que llevarse revolucionarias al huerto.
La oca es un juego profundamente esotérico que tiene mucho que ver con los templarios y con el Camino de Santiago. El ajedrez, por supuesto, es obvio… Del parchís no sé, pero seguro que también. La baraja española procede del Tarot. El arquetipo, lo eterno, inflama e infunde valor a todo, desde lo pequeño y cotidiano, a lo alto. Hace que las actividades más humildes se tornen sagradas, porque se inflaman de significado. Pero sin Mito, sin Arquetipo, se cae toda la pirámide, desde la punta de las ideologías y los principios morales hasta la base de los trabajos manuales y los juegos de mesa. Se desmorona todo como un castillo de… naipes.
Un saludo
Juan_x_manuel dice
Mi observación es una paradoja que intenta conjugar el paso por la oscuridad hacia la luz y esa expresión de rebeldía ante el Mal. Tu pregunta del millón va muy relacionada a tus expresiones. De pago, subsanación, y soporte paciente de la oscuridad. Te limitas a concentrar el problema en la capacidad de sacrificio y aceptación. Es en este punto donde divergimos.
Sacrificio y aceptación son dos conceptos que lo único que producen es una fragmentación en la conciencia, pues implica que una parte de nosotros sacrifica moldeando a otra, la sacrificada. Mal asunto.
Yo te propongo otra pregunta.
Cuanta cantidad de mal eres capaz de encauzar mediante una acción correcta y equilibrada sin oponer resistencia psicológica, sin contraer tu conciencia, sin sacrificar a ninguna parte de ti ?.
La sostenibilidad de un sistema esta basado en las relaciones de sus componentes, esto implica un comportamiento con sus formas afines. Los frutos que aportan van en consonancia con el estado de conciencia de los que la componen. Donde esta el error?. Que tu incomprensión del estado de conciencia de un Taliban o fundamentalista, pedofilo, violador o criminal o usuario de la era digital no implica que el se comporte de manera natural a su estado vibratorio. Igual que tu te comportas en relación al tuyo.
El problema por tanto es de relación, de encauzar el mal y no caer en la negligencia estupida de enfrentarlo pues lo vigoriza, o de ignorarlo pues te comerá.
No se trata tanto de hacer, si no de cambiar la mirada de lo que es. Ahora solo nos queda crear una base sólida que permita cimentar y conjugar la paradoja.
Por supuesto esta ha de estar basada en la comprensión, no en una percepción intelectual o un raciocinio consolador. La comprensión de que cualquier ser humano cuando esta contraído vibrando bajo puede encarnar al mismísimo demonio o mal absoluto, canal de la serpiente ctonica. Por el contrario en expansión y vibrando alto su comportamiento será iluminado.
Esto lo da la experiencia de la propia vida por que yo se que potencialmente soy tan bondadoso como malo. También se que el énfasis negativo fortalece la estructura del ego y contrae por tanto la conciencia en una espiral hacia lo inferior. Como comprenderás el único camino es la acción sin resistencia psicológica, pues ello eleva.Esto es valido para el projimo y para uno mismo. Amate aunque sea un cabron eso a la larga eleva. Pon sacrificio y resitencia, aceptacion sumisa y bajaras te contraeras.
Es interesante señalar que tu propio estado de conciencia es el que moldea el mal donándole su intensidad y malevolencia. Observa a un ser expandido y observaras como su mirada comprende la relatividad de los hechos.
Se por propia experiencia que a la serpiente símbolo de las fuerzas primitivas de la naturaleza no se la vence con resistencia psicológica, ella siempre renace. Por tanto el camino del héroe no es encarnar a Zeus pues acabas con complejo de Apofis. Mas bien consiste en compartir el espacio con ella llegando a la conclusión de que si ha de haber un desafió es precisamente amarla, pues es hija de la tierra. Amar lo divino y celestial es sencillo y no conlleva desafió, y sin desafió no hay héroe.
Un saludo y gracias por permitirme tu espacio y relacion.
Juan_x_Manuel
Raúl Ortega dice
Yo te propongo otra pregunta.
Cuanta cantidad de mal eres capaz de encauzar mediante una acción correcta y equilibrada sin oponer resistencia psicológica, sin contraer tu conciencia, sin sacrificar a ninguna parte de ti ?.
Esta pregunta nos vuelve a conducir a las mías: sólo soy/somos capaces de encauzar el mal que comprendemos a priori o a posteriori como conducente. Pero ¿cómo reconocemos este tipo de mal? Es aquel que tiene en algún lugar la capacidad de transformarse, de vibrar en un nivel superior. Es un mal luciferino. El sacrificio de Odín, el sacrificio de Dionisos, el sacrificio de Cristo o el de Prometeo son buenos ejemplos míticos. Es el beso al sapo que lo convierte en príncipe. Es el aceptar el amargo cáliz que conduce a la resurrección. Sin embargo, dicho así huele todo a demasiada previsión, a saber con antelación el resultado, a negocio (uno invierte, pierde primero, para una ganancia posterior). Esto encaja en la forma que nos muestra el sacrificio odínico, que fue abordado adrede, pero la mayor parte del tiempo y de las veces nuestra conciencia va a rastras, a ciegas, y el pulso entre bien y mal es el mal en sí de una crucifixión en la que no resulta nada evidente el resultado. Sin ases en la manga. Es lógico: si esa tensión va a transformar tu nivel vibratorio, sólo desde ese nuevo nivel entiendes el «mal que por bien vino», pero precisamente ese es el estado vibratorio que aún no tienes. Lo que trato de decir es que “encauzar el mal”, y estamos hablando ahora del mal en versión “provechosa”, jamás se consigue sólo a través de una mera acción “correcta y equilibrada”. Si logras eso, es que no estabas enfrentándote a un mal de verdad, a tus verdaderos adversarios. Encauzar el mal tiene que atravesar una zona de zozobra, de desequilibrios; un estrechamiento, un túnel negro. Una muerte, en definitiva. Un apagón de luz. Y sí, claro: es consustancial con el sacrificio de una parte de ti. Que unos se tomarán con mayor deportividad que otros. Quien alcanza la “vibración Tao”, deja atrás los placeres del Yin y los del Yang.
Y ahora vuelve a quedarnos el otro asunto: siempre queda oscuridad dentro y a nuestro alrededor, te transformes cuantas veces te transformes, y hay males de una calidad que no parecen para nada que tengan intención de transformarse en estados superiores de conciencia, ni tratar de relacionarse con ellos armoniosamente parece que vaya a provocar otra cosa que una parálisis vital, una involución, un error. Por ejemplo ¿qué de bueno nos puede traer en la vida estar convencidos de que 2+2 es 5? Ahí no cabe integración, ni asimilación, sino mera rectificación. Mea culpa, borrón y cuenta nueva. Hay errores, males, que definitivamente no son sostenibles.
De ahí que sea necesario plantearse las preguntas del millón, una y otra vez, para intentar diferenciarlos y avanzar la “acción correcta”. Por cierto que el ingenio humano lleva muchos siglos tratando de hacer desaparecer la dicotomia bien-mal de manera intelectual, sobre todo para devolverle al Dios cristiano de la suprema bondad su poder en el Universo, idea que no encaja en un Universo tan lleno de guerra y mal. Por supuesto, nunca lo ha logrado, y nunca lo logrará. No hay varita mágica que haga desaparecer una realidad tan sólida, y menos si es una varita mágica intelectual.
Ahora bien, para complicar un poco más el panorama, cuando profundizas en este intento de diferenciación te das cuenta de una cosa: la mayor parte de los males que llamo conducentes pertenecen a las dos categorías a la vez. Dragones que, vistos desde un ángulo, se pueden besar, desde otro, hay que combatir. A menudo un mal que eres capaz de asimilar como iniciado en la Individuación es el mismo que tienes que pelear con saña como mero ciudadano. No, no intentemos relativizar esto: hay que combatir aquí lo que besas allá. Es una paradoja. Lo que alimenta a un estado vibratorio de la conciencia enferma inconducentemente a otro. Y, por supuesto, la masa humana en conjunto no está ahí para padecer la transmutación alquímica. Está para nacer, crecer, reproducirse y morir, lo más en paz posible (que nunca va a ser mucho). El asunto es que un estado vibracional superior no elimina al anterior. El sabio es sabio, pero sigue siendo a la vez un hombre masa, incluso un mono. Por eso renunciar al Yin y al Yang en el Tao, duele. Una parte de sí se ha elevado sobre la tierra, pero otra parte sigue estando ahí, sujeta a sus reglas, sus necesidades y sus compromisos (tú tocas este problema al hablar del místico que regresa luego a la realidad cotidiana). La traición, la enfermedad, el odio, han sido desde siempre una leña que mantiene muy vivo el fuego del atanor de la elevación de conciencia. El alquimista, por ello, besa a sus enemigos. Pero los sigue combatiendo, sin colocarlos en el altar de la virtud. Si el pueblo comienza a venerar la traición como venera la fraternidad, se acabó la sociedad humana.
En este sentido, es muy interesante que hayas traído a colación la mítica de Apofis. Simplificando muchísimo, podríamos decir que el Mal en Egipto son Seth y Apofis. Seth es nuestro mal conducente. Su odio y su envidia lograron finalmente que Osiris se transformara en una entidad superior. Claro que perdió su falo en el proceso, y he ahí el signo del sacrificio del que hablaba más arriba, y toda la tierra, y sus reyes y sus hombres, la pasaron muy canutas, pero “no hay mal que por bien no venga”. Por eso Seth es adorado a veces como Kali en la India. Desde la postura del iniciado, desde la altura vibracional, se entiende muy bien su conducente existencia. Desde una visión menos elevada, se le escupe e insulta (cosa que también merece). Todo está perfectamente contextualizado en el tema de la Sombra y la crucifixión en ella como paso ineludible al Sí mismo. Sin embargo, la serpiente Apofis es una cosa diferente. Es nuestro mal absoluto. A Apofis hay que estar peleándola siempre, en la típica contienda héroe-dragón. El egipcio entendía míticamente su necesidad, como es necesario el vacío para que pueda producirse la existencia. Sabía por ello que jamás lograría vencerla. Pero no por ello deja de combatirla, puesto que en esa cruenta batalla diaria se genera el Orden cósmico. Parece que tú ves en esto un error, un complejo irresuelto. Bueno, yo no. Yo soy más egipcio. Veo un patrón eterno, una verdad eterna, cuyo mejor modo de integración es la aceptación. Lo cual no significa pasiva resignación, sino, al contrario: vamos a la guerra.
Aunque confieso que en la práctica también yo intento la mayor parte del tiempo resolver el problema de los opuestos y del mal que me conciernen de forma meramente cognitiva. Tratando de “cambiar mi mente”, de encontrar perspectivas racionales iluminadoras que me ayuden a solventar la peliaguda cuestión. Tratando de llegar a acuerdos diplomáticos a través del diálogo. Pero la verdad es que no funciona muy bien. Las veces en que he visto integrarse la Oscuridad con la Luz ha sido atravesando con la cabeza y los pies el holístico cuerpo a cuerpo del eclipse. Un proceso existencial mucho más vasto que lo meramente cognitivo.
Juan_x_manuel dice
Ortega – Esta pregunta nos vuelve a conducir a las mías: sólo soy/somos capaces de encauzar el mal que comprendemos a priori o a posteriori como conducente. Pero ¿cómo reconocemos este tipo de mal?
Juan_x_manuel – Por repetición. Si te agrada mas el concepto «Karma» cubre el hueco. Siempre tienes que volver a subir el mismo campo base de la montaña. Una y otra vez mientras continúes rodando a sus pies. No me canso de repetir que Karma no es el pago por un acción anterior que pasa factura. Si no la posibilidad de una vez estabilizado en un nivel concreto de los múltiples posibles de conciencia, enfrentar lo que te hace bajar de nivel por no estar dispuesto ha su acogida y encauzamiento.
Es la contracción de tu conciencia la prueba de la negación del «Mal». Lo aparta de la visión, no lo enfrenta con la conciencia limpia, expandida. No es importante lo que hagas a posteriori en el caso de no contraer tu conciencia. Todo lo contrario posibilitas al «Mal» a que se eleve. Además suma el que la acción en apertura siempre será mas constructiva que la que surge del caos constrictor de una conciencia absorbida en si misma.
Estabilizarse en un nuevo nivel es fastidioso, bajo zozobra, pues otros Karmas te esperan. Otros sapos esperan ser besados por el príncipe. No hay antelación del resultado por que la resistencia psicológica parte de un condicionamiento, un automatismo del que solo Karma te permite tomar conciencia. Pero la gracia de todo esto radica en que ahora eres tu el que se autodeterminas en el nivel que te sientes mas cómodo. No hay ni peores ni mejores niveles de conciencia, todos juegan, a nadie se le olvida, todos aportan su granito al equilibrio, la responsabilidad es tuya. Tua culpa. borrón y cuenta nueva
El mal no desaparece nunca por que para ello debería desaparecer su artífice el ser humano y la herramienta egotica del pensamiento estructurado moral. Es consustancial como la bondad. La naturaleza no conoce el Mal, ni el rey león, ni una flor. Acotar a partir del Hombre ayuda a entender el laberinto. Entender que el ser humano no se responsabiliza de sus creaciones, si creas al Dios bondad o al santo, creas al malvado demonio, al pecador. Por lo tanto de universal tiene poco. El que se eleva sigue combatiendo pero no a los mismos enemigos, karma funciona por la ley de la atracción vibratoria.
Ortega – Simplificando muchísimo, podríamos decir que el Mal en Egipto son Seth y Apofis. Seth es nuestro mal conducente. Su odio y su envidia lograron finalmente que Osiris se transformara en una entidad superior.
Juan_x_Manuel – El retorno al paraíso perdido, es el retorno a la edad Pre_Egotica del Hombre o a la edad Pre_Egotica de nuestra propia transición en vida. Dicen los expertos que es con los Sumerios y la cultura egipcia cuando comienza la edad Egotica y tan destructiva. Lo dejo como dato anecdótico y ha considerar seriamente.
Ortega – Sin embargo, la serpiente Apofis es una cosa diferente. Es nuestro mal absoluto.
Juan_x_Manuel – Perdón muestro mal absoluto es una ilusión real, surge cuando se crea el bien absoluto, el entorno humano es único no es transpolable a ningún ser vivo mas allá de el mismo. La serpiente símbolo de las fuerzas primitivas de la naturaleza estaba antes que el hombre y su descripcion del mundo que le acompaña , como no a la imagen y semejanza del pensamiento.
Ortega – Aunque confieso que en la práctica también yo intento la mayor parte del tiempo resolver el problema de los opuestos y del mal que me conciernen de forma meramente cognitiva. Tratando de “cambiar mi mente”, de encontrar perspectivas racionales iluminadoras que me ayuden a solventar la peliaguda cuestión. Tratando de llegar a acuerdos diplomáticos a través del diálogo. Pero la verdad es que no funciona muy bien. Las veces en que he visto integrarse la Oscuridad con la Luz ha sido atravesando con la cabeza y los pies el holístico cuerpo a cuerpo del eclipse. Un proceso existencial mucho más vasto que lo meramente cognitivo.
Juan_x_Manuel – Es un proceso existencial muy simple, no hay integración de la oscuridad y mucho menos bajo la batuta del raciocinio o la llamada percepción intelectual. Todo es una creación del pensamiento generador del problema, una vez el problema crece urge darle una solución, creando mas causas y efectos hasta quedar encerrado en un laberinto mortal, un pecado original inexistente pero activo. Por lo tanto como diria Jiddu K – «No mas fuerza de voluntad».
El ser humano comenta Don Juan vive atrapado en una descripción del mundo, y el mito que subyace detrás de mi parafernalico discurso es el de Quetzola. Es el águila quien eleva a la serpiente a los cielos en una unión matrimonial.
Saludos Fraternales y masonicos
Raúl Ortega dice
Juan_x_manuel – Por repetición. Si te agrada mas el concepto “Karma” cubre el hueco. Siempre tienes que volver a subir el mismo campo base de la montaña. Una y otra vez mientras continúes rodando a sus pies. No me canso de repetir que Karma no es el pago por un acción anterior que pasa factura. Si no la posibilidad de una vez estabilizado en un nivel concreto de los múltiples posibles de conciencia, enfrentar lo que te hace bajar de nivel por no estar dispuesto a su acogida y encauzamiento.
Tampoco me canso yo de decir lo mismo. Nunca he encontrado en el Karma razones para pensar que viene del pasado y siempre argumentos que delatan que empuja hacia el futuro, proponiendo una cuestión a resolver en la que estás atrapado, y te mantiene encadenado a un estado de conciencia dado, cuya solución te trasladaría a un estado de conciencia superior. Hablando psicológicamente, es un complejo activado que convoca un malestar interior a la vez que unos patrones repetitivos de destino aciago para llamar la atención de la conciencia y convocarla a buscar urgentemente una solución, la cual siempre viene a través de un despertar de conciencia. Si nos ceñimos al Mal como Karma, el discurso de los dos va a ser muy similar y nos vamos a poner de acuerdo antes que tarde. Lo que ocurre es que yo tengo en mente al hablar del Mal también otras perspectivas y consideraciones respecto a él.
Imaginemos por ejemplo una mujer que se ha emparejado 4 veces ya con maltratadores. Ha acabado varias veces en el hospital y corre auténtico peligro de muerte física. Un trabajo espiritual la llevará a descubrir que tiene una masculinidad interior tan fuerte y agresiva como su ego es sumiso y pasivo. Una integración de esas dos potencias la llevará a contemplar la vida de un modo diferente, a embarcarse en proyectos vitales diferentes, y hasta a enamorarse de hombres diferentes a partir de entonces. Hasta ahí, tú y yo lo vemos igual. Pero ahora yo añado: ¿qué hacemos con los maltratadores en sí? Por supuesto, ellos también están en proceso de crecimiento, pero la realidad es que mínimos son los casos en que una mujer maltratada se cura de su karma y mínimos los casos en que un preso en la cárcel tiene una iluminación. No podemos sencillamente esperar a que la gente cambie, mientras sigue delinquiendo y padeciendo, matando y muriendo. Hay que tomar postura frente al delito y el crimen. El que tenemos dentro, y el que nos llega de afuera. La vida nos plantea problemas y elecciones que van mucho más rápido que la evolución interior. Nuestra cultura está muy lejos de lograr una “conciencia Gaia”. Pero si no tomamos posturas ya, no nos va a dar tiempo a alcanzar ese estado. No habrá Gaia con la que conectarse.
Es más: la conciencia crece dando círculos, moviéndose por los opuestos. Esa mujer que hoy ha despertado lo ha hecho seguramente sólo en una parte de sí, y en otra va a seguir tendiendo a recrearse en los mismos apegos. Hoy ha subido a la montaña, iluminada y a salvo, y mañana estará de nuevo en el valle, con una tendencia adictiva a proseguir, si no del mismo modo, sí de un modo similar, en las andadas. Esto es Samsara. Al igual que del Karma, yo tengo un concepto de Samsara diferente del tradicional. Para mí tiene mucho menos que ver con el ciclo de reencarnaciones que con el movimiento pendular-circular del Universo y del alma. Izquierda-derecha, arriba y abajo. En la masonería se recrea un crecimiento lineal, progresivo. Desde el grado 1 al 33. Pero en la “vida real”, esas escaleras evolutivas se parecen más a aquellas que pintaba Escher que incluso a las de caracol:
Las escaleras de Escher en realidad también nos valen para una representación gráfica del Karma. Pero es que Samsara y Karma son conceptos concomitantes. No nos extendamos ahora por estos derroteros; sólo apuntar que para los hindúes, los gnósticos y para mí mismo la idea de Samsara empieza a acercarnos a la intuición de lo que significa Mal Absoluto. Pues bien, para esta mujer que después de un proceso de iluminación se le vuelve a aparecer el mismo demonio en cuanto baja la guardia, existen dos opciones: o trata de seguir haciendo luz de esa oscuridad, o acepta que es una porción irreductible. Si acepta lo segundo, puede hacer a su vez dos cosas: negociar con el demonio para aceptar en esa parte de su vida el maltrato menos doloroso de todos los posibles, o erradicar, tipo celibato, “la tentación del valle”. Muerto el perro, se acabó la rabia.
Por supuesto, la última palabra en todo este galimatías la tendrá su alma, su inconsciente. Su ego tiene que jugar con el ensayo y error hasta atinar con la siguiente puerta de salida. Hacia la siguiente noria que seguirá girando.
Como vemos, los matices que yo tengo en mente son prolijos. De ahí que nos cueste ponernos de acuerdo. Pero se trata, como siempre, de un problema de definición: los dos tenemos dos imágenes algo diferentes en mente cuando pensamos en el mal. Acotando las definiciones, vamos a decir los dos lo mismo, estoy seguro.
No hay ni peores ni mejores niveles de conciencia, todos juegan, a nadie se le olvida, todos aportan su granito al equilibrio, la responsabilidad es tuya. Tua culpa. borrón y cuenta nueva
Bueno, con respecto a uno mismo es bastante sencillo ver que hay mejores y peores niveles de conciencia: aquellos que producen karma, neurosis y están sumidos en la ignorancia siempre serán peores, por ensecia, que los que producen armonía e iluminación. La psique, la vida, es una evolución, y por esencia la parálisis y la involución son males absolutos dentro de un proceso evolutivo. Si consideramos a toda la sociedad como un hombre, tampoco es tan complicado darnos cuenta de qué estados suyos de conciencia son peores que mejores. Pero los dos nos vamos a poner de acuerdo en una cosa: el iniciado tiene que preocuparse muchísimo menos de interactuar y cambiar el mundo que de interactuar consigo mismo y permitir el cambio y la evolución de sí mismo. Esté el mundo como esté, contamos con la profunda intuición de que lo que nos rodea, en su claroscuro, es el caldo de cultivo perfecto para nuestra búsqueda más importante y más profunda. Todo está bien, incluso estando mal. Sin embargo, es la misma alma la que no permite que el iniciado deje el mundo completamente a su suerte. Es la misma alma la que conoce tu estado de neurosis y disociación tan bien como los de la sociedad en general, y siempre obliga a que el hombre con un farol alumbre el camino a los demás. No siempre sólo para provecho individual de cada uno de ellos, sino por el bien colectivo. En el fondo, pensémoslo: sería absurdo que el Inconsciente Colectivo no se preocupara del colectivo…
La conciencia de la masa siempre será torpe y obtusa, pero hay períodos históricos “kaliyúguicos” en que se vuelve más lerda todavía, y se enferma gravemente. Me queda completamente claro que estamos en uno de ellos. Y tampoco estoy seguro al cien por cien que un mundo como el actual provea de todo el necesario alimento a la evolución individual, por más que ésta se alimente de escoria. Lo yermo se extiende ya tanto que uno teme incluso por la sostenibilidad de los cactus (la evolución de la conciencia es como el loto que crece del barro o el cactus que eleva sus brazos al cielo en el desierto).
El mal no desaparece nunca porque para ello debería desaparecer su artífice el ser humano y la herramienta egotica del pensamiento estructurado moral. Es consustancial como la bondad. La naturaleza no conoce el Mal, ni el rey león, ni una flor. Acotar a partir del Hombre ayuda a entender el laberinto. Entender que el ser humano no se responsabiliza de sus creaciones, si creas al Dios bondad o al santo, creas al malvado demonio, al pecador. Por lo tanto de universal tiene poco.
Tú lo has dicho: el mal no desaparece nunca porque para ello debería desaparecer el ser humano. Es así. No conocemos nada del Universo más allá de nuestra conciencia, y tenemos profunda fe en que eso nos es completamente suficiente. Nuestra conciencia percibe el ego, lo tangible, lo intangible, la vida, la muerte, el placer, el dolor y el mal y el bien. Ocupémonos de todo eso, y no intentemos escapar de la realidad que nos contiene y nos conforma, como el hombre que pretende levitar tirándose de los pelos. Tengo cierta fama entre mis conocidos de ser deliberadamente oscuro y luciferino (quizás podríamos decir sórdido) en mis planteamientos, incluso en mi trabajo terapéutico. Esa capacidad para aceptar y traer a colación el excremento de la vida me viene de mi contemplativa fascinación de la Naturaleza, y de la capacidad de conciencia para las cosas feas que me concede mi ascendente escorpiano. La Naturaleza con sus víboras, sus tormentas y sus despiadadas águilas. Pero eso no quiere decir que la Naturaleza no conozca el mal: siempre que paseo por los bosques escucho a los elementos que gritan: “Nos estáis destrozando, y aquí es donde tiene su refugio el Anima Mundi. Lo estáis haciendo muy mal”.
Estoy de acuerdo que Bambi devorado vivo por una manada de lobos no es ninguna expresión del mal. La vida y la muerte en equilibrio son en sí mismas el Bien. Pero la ruptura de ese equilibrio sí es algo maligno.
Juan_x_Manuel – El retorno al paraíso perdido, es el retorno a la edad Pre_Egotica del Hombre o a la edad Pre_Egotica de nuestra propia transición en vida. Dicen los expertos que es con los Sumerios y la cultura egipcia cuando comienza la edad Egotica y tan destructiva. Lo dejo como dato anecdótico y a considerar seriamente.
Este es uno de los temas que más seriamente nuestra cultura tiene que reconsiderar. Muchas de las falacias que están contaminando nuestro mundo vienen de estúpidas proyecciones no analizadas con respecto a nuestro remoto pasado y a nuestra posterior evolución. A todo esto me gusta llamarlo retro-ciencia-ficción. Mucha sangre y dolor se ha vertido por estos errores y por eso conforman un grave mal. Me resulta obvio que la única Edad Dorada que existió y existe es el samadhi del santo desde el primer mono iluminado hasta el maestro de hoy. La Edad Dorada no es un tiempo, es un lugar, al que se llega por un estado de conciencia. Lo que hacen los egipcios, los sumerios, y todos los pueblos desde antes y después de ellos con su mitología es precisamente otorgarnos un mapa del Mundo Dorado obtenido a través de estados alterados de conciencia que se asomaron ahí.
Por lo tanto como diria Jiddu K – “No mas fuerza de voluntad”.
¡Amén! (Y como coletilla al amén: “Law Sha´a Allah” –“Ojalá”. Lo digo porque hay momentos en la vida en que la Providencia parece limitar su provisión y sólo nos queda la voluntad para seguir avanzando. Para las personas como yo, que funcionamos mal si sólo tenemos para arrastrarnos por el mundo la egoica voluntad, esos momentos son desagradablemente kármicos-).
Es el águila quien eleva a la serpiente a los cielos en una unión matrimonial.
Esos son los animales de Escorpio y uno de los mitos que más numinosos se me presentan a mí, en lo personal. Caí fascinado la primera vez que leí al gran Serge Reynaud de la Ferrière describiendo el gran Mito de la Era de Acuario a través de imágenes que mezclaban la mitología puramente acuariana con las serpientes y las águilas escorpianas. Me conmovió porque encajaba perfectamente con mi experiencia personal en aquel entonces, y sigue encajando a día de hoy.
Detrás de toda mi propia parafernalia alrededor del mal y su transformación late exactamente este mismo mito. Al que yo solamente añado ciertos matices procedentes de las veces en que he visto a la serpiente arrastrar al águila al suelo, a su vez, y las veces en que la serpiente toma forma de águila para nuestra absoluta confusión.
Un enorme abrazo, Juan Manuel. De nuevo, gracias por tus exquisitos aportes.
Juan_x_Manuel dice
De entrada Ortega no tengo mas que palabras de agradecimiento por la transferencia que recibo del amor que profesas a tus cachivaches. Si pones como terapeuta la misma intensidad, desde mi visión pseudochamanica por devoción, recuerda que el 90% del trabajo terapéutico esta felizmente concluido.
Karma como diría la reina de corazones : La mermelada es para ayer o para mañana, nunca para hoy. Mala es la memoria que solo funciona para atrás.
Karma también es sincronía como cuando se forma una espiral en el fregadero y en el punto mas profundo convergen el guisante y la seta, ambas provienen del mismo menú.
Si nos definimos como energía, digamos que la contracción y la expansión de la conciencia es el ancho de banda que simbólicamente se define mediante una serpiente por un extremo y el águila por el otro. La velocidad y vibración mas alta entre ambos extremos es el «SI mismo».
Muchas gracias mi nuevo amigo
Juan_x_Manuel
Raúl Ortega dice
no tengo mas que palabras de agradecimiento por la transferencia que recibo del amor que profesas a tus cachivaches
No las merezco, estimado Juan. Como acabas de apuntar tácitamente con la palabra transferencia, todo lo que hacemos con amor lo hacemos desde el egoísmo, la autocomplacencia y el narcisismo, pues no podemos otra cosa que amarnos a nosotros mismos. No, no es tan simple como esto, pero valga ahora esta aproximación.
Hablando de cachivaches… En Andalucía empleamos la expresión «fatiguear» para referirnos a un comportamiento vehemente, concentrado, perfeccionista y compulsivo. Con las cosas que me apasionan, soy un «fatiga». Yo, que donde nado a gusto es en lo abstracto, lo general y lo impersonal, también me apasiono por ciertos cachivaches muy concretos, y con ellos expreso una tremenda puntillosidad. Un día estaba comprando carísimos (hace un tiempo fui rico, jaja) componentes Hi-Fi en una tienda sevillana especializada, y me di cuenta de repente de lo que en el fondo significaba que esos exquisitos trastos los fabricaran marcas con nombres tan rimbombantes como «Esoterik»: en el fatigueo alrededor de esos cachivaches se expresaba inconscientemente mi necesidad de trabajar en un laboratorio alquímico. Las retortas y alambiques se habían disfrazado, sin demasiada dificultad, en metros y metros de cables de oro y plata y sofisticados circuitos.
Desde entonces comprendo mucho mejor mi facilidad para aislarme de todo trabajando concienzudamente en mi laboratorio, embutido entre trastos. Los cachivaches que me interesan hoy son bastante más baratos, pero siguen siendo, en su género, piezas para perfeccionistas. Todo sería aún más fácil si me dedicara a buscar lo mismo confeccionando mandalas de arena o pintando lienzos, pero uno no elige en qué o quién efectúa la transferencia. Como el alquimista, yo soy más técnico y científico que artístico.
Desde hace mucho mis componentes Hi-Fi de élite, y todo su oro y plata, se pasean dentro de una furgoneta por la campiña sevillana, propiedad de un querido amigo que se dedica, entre otras cosas, a hacer anuncios publicitarios a pleno altavoz por las calles rurales.
la conciencia es el ancho de banda que simbólicamente se define mediante una serpiente por un extremo y el águila por el otro
Todo lo que ocurre en esta web está presidido por la figura que mejor para mí escenifica eso mismo: el Ouroboros. Todo. En él, para irritación de Ken Wilber, el guisante y la seta confluyen en el mismo fregadero, y también es el ring donde se pelean tratando de aniquilarse mutuamente.
Juan_x_Manuel dice
Tu biografía cachivache confirma mis temores hacia mi experiencia, viajas a lomos de un abstracto sentido común a rayas como los pijamas. Lo mío es mas impío, mas tupido por el velo de una inquisición invisible. A mi simplemente se me pego fuego el gran rincon de mis cachivaches de lujo y recuerdos. En fin dicen que el fuego purifica…
A mi lo que me parece que «K.W» os rompe ciertos esquemas que no estais dispuestos afrontar, desde fuera parece mas bien vuestra sombra. Esto no es nada original ni pretendo ser un experto, pero la serpiente de cascabel parece sonar cuando aparece su imagen en vuestras mentes.
En fin yo lo encuentro divertido…
Raúl Ortega dice
Con sólo dos puntos puedes definir una recta, pero una fractal se define desde complejos algoritmos. No te apresures en sacar conclusiones de ciertas cosas complicadas con sólo un par de datos contados por encima.
Podríamos apostar a ver quién es el más embestido por la Inquisición Invisible, pero sería una competición bien patética, jaja…
No, de veras. Cuando digo que Wilber me resulta un alma afín, lo digo tal y como lo siento, no es retórica. Jung sin embargo tiene un karma y una relación con la Inquisición Invisible bastante diferente. Es un Leo, con eso lo digo casi todo en este sentido. A W. lo critico como me critico a mí mismo cuando me pillo pifiándola. Con tanto cariño y condescendencia como contundencia. Fríamente hay que aceptar que en ciertos puntos Jung tenía menos información y más expandida la conciencia, y Wilber justo a la inversa.
Además, en el mundo de la «ciencia espiritual» actual Wilber es un gigante mediático. Moviliza a muchísima gente. Los genuinos secuaces de Jung formamos un grupo disperso de 4 pirados, más incomprendidos que otra cosa. Tirarle piedras a los gigantes siempre tiene algo de oportuno.
jose antonio dice
Querida alma camarada Raúl:
Me ha parecido muy enriquecedor el cruce de mensajes entre Juan Manuel y tú. Interesante que haya traído a colación el tema de El Retorno al paraíso perdido, precisamente el título de mi libro, en el que abordo justamente eso que has comentado tú:
El Paraíso perdido, desde mi punto de vista y experiencia, no es un lugar físico, no es una época pasada, una suerte de Edad Dorada de Eterna Juventud (en las faldas de la Madre), sino un retorno a la Fuente, entendida esta como Si Mismo, y comprendido éste tanto como centro o núcleo de la psique, cuanto como núcleo cósmico. El símil que a mí me gusta utilizar en estos casos es el del fuego de artificio, el de una bengala. En nuestro interior reside una chispa de luz original, ser consciente de eso es, precisamente, el Retorno al perdido paraíso.
Un abrazo y enhorabuena a los dos.
José
Juan_x_Manuel dice
Tu libro José Antonio forma parte de ese simbólico álbum de photos solo para momentos nostálgicos que año tras año ha ido adornando mi corazón. Me interesa sobretodo de tu libro no su contenido intelectual aunque importante por esa ayuda explicita a la comprensión que tranquiliza a ese monstruo de la razón cartesiana hija de la mecánica secuencial. Lo que realmente me produce regocijo es el objeto onírico llamado Libro «El retorno al paraíso perdido», el se ha impregnado del cariño que le proceso por formar parte simbólica de mi transición. Yo no tengo libros, los regalo todos excepto mis pequeñas joyas, tu librito lo encontraras en una estantería pequeña, entre Aldous Husley y Maria Sabina, a la derecha de La serpiente cósmica de Jeremy Narby, a la izquierda de la pared.
Desde un Martes de ceniza tomando una Coca Cola en el Trade Center hasta el 11/S se trazo un puente que al no poder racionalizar me dinamizo, se hundieron mis torres cual carta de tarot saltando por una ventana. Luego me regalaron un Perro(Docella de Orleans), empecé a caminar montañas y valles junto a cuevas, me engañaron los Magos, me acosté con mi Hermana Simbólica, salve dos veces en actos milagroso la vida de mi Perro, se incendiaron mis hogares, luche contra Serpientes Cobras y Reales, impacte contra Tiburones Estelares, baje a Tollan y casi pierdo la vida, viaje el Cielo y me echaron a patadas, se cruzaron Aguilas, Sabios, Cristos Crucificados, Paranoias, angustias trascendentes y Depresiones rocosas, Orientales de medio pelo, Actos Psicomagicos……..
Retornaba al hogar y allí estaba el objeto onírico del libro.
Háblame libro cuéntame lo que sepas.
Nada de esto te lo digo para alagar a tu Ego José Antonio, flaco favor en correspondencia, además que tu punto de vanidad esta saturada (ja,ja,ja,).
No es meramente mas que una proyección de lo que yo considero mas valioso, «La Maravilla» de lo que nos rodea, de lo que nos sucede, y que por desgracia suelo olvidar con demasiada frecuencia. Por eso expresándote el milagro me impregno de el, me maravillo yo, me hace recordar, me hace sonreír. Ya ves siempre hablamos frente a un espejo aunque el mío ande algo ahumado.
Ortega darte las gracias por que tu capacidad para haberlo atado y sintetizado todo, te ha tenido que llevar miles de horas y solo se sabe aquello que uno lograr escribir, confirma el trabajo realizado Disculpa mi atrevimiento por retarte, complejo de serpiente de cascabel. Me alegra mucho descubrir la pasión y por que no aportar lo poco o mucho que tenga que decir.
Un saludo a los dos.
Juan Manuel
Raúl Ortega dice
Miles de horas… y las que quedan por delante. Ese trabajo es tan agotador como apasionante, y sin embargo redactarlo me resulta casi meramente cansino. Me siento como el policía que después de llegar de la auténtica aventura, que es la calle, tiene que sentarse a cumplimentar aburridos informes. Pero tú lo has dicho: confirma de cara a la galería el trabajo realizado. Qué fastidio.
Gracias a personas como tú, con esos bagajes como peregrino y ese instinto de serpiente, la redacción se produce dentro del vivo contexto que es el de la buena dialéctica. Unos y otros acabamos escribiendo igualmente lo que pensamos, pero a través del método más, digamos, divertido…
Cuento contigo para que sigas sacando tu sano y provechoso para todos instinto de serpiente 🙂 a la menor oportunidad en este forito.
Jose Antonio: me alegro de que te haya gustado el debate. Muchas gracias por tu comentario y por estar ahí, siempre atento.
Un fuerte abrazo a los dos
Juan Manuel dice
Comentario trasladado al post de Ken Wilber