Breve tipología femenina – 1: Artemisa

I.- Artemisa

Con sólo echar una mirada a los atributos que la mitología ha otorgado tradicionalmente a Artemisa podemos entender cuál es la clave del carácter al que se refiere. La luna, que rige el tiempo de los sueños, y los bosques, nos remiten instantáneamente al nocturno, salvaje e indómito inconsciente, y el arco y los perros a la facultad que convenimos en llamar intuición, tan conspicua en las mujeres nacidas bajo el patrocinio de esta diosa, que las mantiene en un estrecho y permanente contacto con ese ecosistema natural que vive agazapado detrás de la urbana conciencia. La flecha proyecta la interacción del sujeto hacia cosas que están muy lejos del alcance inmediato de su mano, y el perro husmea para el dueño datos que para él son inaccesibles de modo directo. Todo esto son bellas metáforas de la captación intuitiva. La mujer artemisa siempre está cazando información para orientar sus elecciones y sus metas a través de la corazonada, la clarividencia y… los viajes (le gusta peregrinar, salir lejos de safari interior). «Lo esencial es invisible a los ojos”, decía el Principito, y ella así asume también la realidad. Igual que el pequeño aviador, tiene siempre algo de aniñado e inocente, resistiéndose con uñas y dientes a renunciar al mundo mágico y promisorio de la infancia a favor de la prosaica, pragmática y resignada madurez. Esto conforma la mitad de las razones por las que esta mujer tiende a la soltería y, no pocas veces, en efecto, a la frugalidad sexual: se trata de mantener un compromiso ideal con la pureza original del alma, a la que sólo se le permite hasta un límite la encarnación, la implicación en lo mundano, a partir del cual esto se siente como suciedad involutiva y angostura vital. Trata de evitar caer en lo sensorial mientras pueda sostenerse en lo extrasensorial. No es la fuente de los deseos y el impulso sexual ese inconsciente con el que está en contacto preferente Artemisa, y al que se debe en primer término. Es lo inconsciente como fuente de la conexión más intensa y pura con la Naturaleza, de la creatividad, de la inspiración, y como hábitat de lo sobrenatural, lo trascendental, el lugar al que ella se siente prioritariamente comprometida. Está involucrada de tal modo con estas cosas tan etéreas que podríamos decir que es una sacerdotisa espontánea y natural.

Muy celosa de su independencia, y a veces con cierto toque agresivo (al estilo de las guerreras amazonas, que podríamos decir representan un subtipo de mujer dentro de esta categoría). También, en paralelo a este toque belicoso, no pocas veces competitiva.  

La otra mitad de los argumentos que justifican su «celibato» procede desde la misma esencia de la intuición, que, en contra de lo que suele creerse, no es femenina, sino andrógina, y dota a la personalidad que se sostiene en ella de una fuerte constelación unisex. Lógicamente, donde ya se vive y se piensa como hombre y mujer a la vez se echa menos en falta complementarse en pareja. Artemisa es una feminista genuina, que nunca entendió que tuviera que elegir entre una falda rosa o un pantalón vaquero azul. Prefiere a menudo mantenerse en una soltería insobornable e insumisa que acatar el rol pasivo al que lo femenino puro y la cultura patriarcal la empujan dentro de una relación. Así, el amor personal se convierte con mucha facilidad en universal, y pasa a ser expresado, por ejemplo, en un contexto tan apropiado para ella como es una ONG, aún mejor si es de cariz ecologista. Pero la renuncia a la pareja, al amor romántico, es concomitante con otro desistimiento tanto o más problemático aún: la maternidad. Nuestra cultura no tiene dificultades en asimilar lo femenino a lo virginal, pero segregarlo de lo maternal es otra cosa. El símbolo cristiano tiende un puente milagroso entre ambos, la Virgen Madre, tratando de superar así el conflicto a nivel teórico, metafísico. En el mito griego la paradoja se expone sin bálsamo, y Artemisa es a la vez regenta de la independencia virginal, por un lado, y de la fertilidad y los partos, por otro. Lo que ocurre de fondo es que la luna que ella representa es la llena, como faro en la oscuridad, sabiduría sobre cosas ocultas, iluminación mistérica, siendo que la luna llena es también, desde siempre, una preeminente representación de la fertilidad y el embarazo. El mito se vuelve aquí demasiado ambiguo, paradójico. La mujer artemisa tiene que resolver este dilema en su vida de un modo personal, haciendo lo que mejor sabe hacer: buscar guía y consejo directamente en su interior. 


Nota:

Agradecemos efusivamente a A.D.V que haya cedido su imagen para ilustrar esta ficha que será publicada precisamente el día de su cumpleaños (¡felicidades!). No hay aquí trampa ni cartón: es arquera homologada y trabaja en un espectáculo itinerante de ambientación medieval. Actualmente es responsable de un programa en la televisión local sobre temática paranormal. Entre sus aficiones más queridas está el realizar actividades que la involucren con lo más salvaje de la naturaleza.

Recordemos una vez más:

«La última encarnación de Edipo, el continuado idilio de la Bella y la Bestia, estaban esta tarde en la esquina de la calle 42 con la Quinta Avenida, esperando a que cambiara el semáforo»

Joseph CambellEl héroe de las mil caras.

Esta entrada fue modificada en 17 marzo 2019 18:39

Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.

Ver Comentarios (4)