Sekhmet: la diosa presente

Una breve introducción

El contenido de este genial ensayo, desde la pluma del veterano analista junguiano Vicente Nadal, tal y como su título indica, sigue estando absolutamente vigente y presente a pesar de haber sido escrito originalmente en 1999. Es por esto por lo que su publicación nos sigue pareciendo muy consecuente y oportuna también ahora, una década después. En él encontraremos una condensada y conduntente exposición de ciertos problemas capitales de nuestra cultura que no hacen con los años sino exigir más perentoria atención.

SEKHMET: LA DIOSA PRESENTE

VICENTE E. NADAL GRANELL
Analista junguiano

Valencia – febrero-1999

Son muchos autores los que afirman que cualquier mitologema hecho consciente puede llegar a cumplir una función múltiple en nuestras vidas; confieren nuestro sentido de la identidad personal, posibilitan nuestro sentido de comunidad, afianzan nuestros valores morales, e incluso, la mitología, constituye una forma de enfrentarnos al inescrutable misterio de la creación (R. May /1991).

Pues bien, acordamos que los mitos representan patrones arquetípicos de la conciencia humana, permanentes y anteriores a nuestra existencia terrenal; su negación hace que permanezcan formando parte del magma indiferenciado inconsciente, se energeticen, y puedan llegar a poseer al individuo, sometiendo su personalidad consciente a los rigores y propias exigencias. Sin embargo, la integración en nuestro desarrollo cognitivo de los mitos individuales, que siempre resultan ser una variación temática de los clásicos, nos proporciona una notable ampliación ético-perceptiva producto de la convergencia de ambos mundos, al contrario que lo percibido por el mitológico cíclope (kyk-lops) Polifemo con su único «ojo redondo».

El argumento que expongo en este artículo se basa en la observación clínica durante un período de varios años, desde la década de los ochenta hasta hoy, tanto en la práctica médico-asistencial como en el ejercicio de la psicoterapia analítica. En la población atendida es mayor la prevalencia de mujeres, lo que permite afianzar el estudio del influjo solar femenino cuya diosa representante, Sekhmet («La poderosa»), tuvo su culto y reconocimiento en el antiguo Egipto. No por ello se debe despreciar la influencia que ejerce sobre lo femenino (Yin) que existe en el hombre; ahora bien, el fenómeno psicológico se puede observar con más pulcritud y reiteración entre las mujeres de nuestro entorno; los hombres muestran contaminaciones de otros elementos psíquicos que disimulan el análisis de esa «posesión divina».

Lo que, en primer lugar, me llamó la atención fue el abuso adictivo de farmacología psiquiátrica y su irremediable pero continua prescripción médica. En segundo lugar, la instauración corporativa de la Psiquiatría Biológica, limitando tan estrechamente con la Neurología que a veces se confunden. Es coincidente, también, el cambio acuariano y el ocaso de un período patriarcal monoteísta en Occidente, donde muchos feelings han de transformarse. En fin, que el terreno está sembrado para el desarrollo de una hermenéutica que oriente a la «Ciencia de la humanidad» (aquella que pretende aunar para individualizar, al contrario de las ciencias humanas que atomizan para unificar después -A. Verjat /1989-) hacia otros logros y coincidencias.

El proceso por el cual se hizo contingente la tríada memfita en mi trabajo es arduo de exponer en estas líneas, pero valga decir que, en la búsqueda de imágenes arquetípicas contempladas por la humanidad anterior a nosotros, traté de alcanzar aquellas que dotaran de sentido a nuestro acaecer, y, que permanecieran lo más intactas posible a la influencia racional.

Aproximación al mitologema

El Imperio Antiguo egipcio (2780-2280 a.C.) se conoce como período memfita y comprende desde la III a la VI dinastías. En él se elaboraron las grandes síntesis teológicas que culminan en los núcleos de Heliópolis (III y IV) y Memfis (V y VI dinastías). Hacia el 2500 a.C. se consolidó la doble función humana y divina del soberano; aseguraba la inmortalidad de sus servidores y del pueblo como colectivo indiferenciado. El faraón será la fuerza y de él dependerá la prosperidad de su pueblo.

En este período se construyen las grandes pirámides de Keops, Kefren y Mikerinos; se escriben los «Textos de la pirámides»; en la V dinastía, los faraones se presentan como hijos de Ra y con un ba singularizado al que correspondía la inmortalidad plena. Pero sería en Memfis, capital de los faraones de la Primera Dinastía, donde se desarrollará la teología más sistemática en torno al dios Ptha: tanto la teogonía como la cosmogonía se produjeron gracias a la potencia creadora del pensamiento y la palabra de un solo dios. Resulta curioso descubrir que es al comienzo de la historia egipcia cuando aparece una doctrina comparable a la teología cristiana del Logos.

Por la dificultad en mantener cultos separados, entre otras razones, se agruparon varias divinidades en un mismo templo, como una familia de dioses (tríada: padre, madre, hijo). La tríada memfita se compuso de Ptha como esposo de Hathor/Sekhmet/Bast y su hijo Nefertum.

Veamos a continuación lo que nos explica F. Max Müller en su trabajo elaborado en la Universidad de Pennsylvania sobre mitología egipcia:

[…] la palabra egipcia para «ojo» es femenina, por lo que el disco del sol puede también ser considerado como hembra […] «ojo» y «aspid» [serpiente, el ‘uraeus’ de los griegos y romanos] se volvieron sinónimos […] Estos dos ojos o serpientes eran llamadas las hijas del dios sol […], eran Tefênet, Sekhmet y Ubastet, leonas la primera y segunda, gato la tercera

Podemos, sin embargo, enfatizar el hecho de que todas las personificaciones femeninas del sol no tienen real cabida en la mente de los egipcios, acostumbrados a considerar al sol como una deidad masculina.»…..

La citada diosa con cabeza de león (Sekhmet) corresponde a la Sakhmis de los griegos, es la terrible diosa de las guerras; su nombre significa «la Poderosa; la Fuerza contra la que ninguna otra prevalece», que caracteriza un aspecto de Hathor cuando nos referimos al episodio en que, convertida en leona, defendió a su padre Ra de las conspiraciones humanas. Paradójicamente, se convertirá, con el tiempo, en patrona de los sanadores.

La relación de la diosa madre con las leonas parece comprobado que existe desde el Paleolítico: cueva de Les Trois Frères, en la Dordoña francesa, entre 18000 y 14000 a.C.; también en el templo de la cueva francesa de Pech Merle, con la forma de una insólita figura roja conocida como la reina león; en lo alto de Yazilikaya, capital de los hititas, la imagen espectacular de la diosa madre de Anatolia de más de dos metros de altura.

Siguiendo el estudio de Max Müller, citaré el texto traducido por J. A. Sanchez al español, cuya primera copia de las inscripciones funerarias de las Dinastías XIX y XX (Imperio Medio) fue realizada por E. Neville -1876-:

Una vez hubo reinado sobre la tierra Ra, el dios que resplandece, el dios que se formó a sí mismo. Después de que hubiera sido regidor de hombres y dioses por igual, cuando los hombres conspiraron contra él en la época en que Su Majestad -¡vida, combate,salud (a él)!- había madurado. Sus huesos eran de plata, sus miembros de oro, su cabello de genuino lapislázuli. Su Majestad supo de la conspiración que los hombres habían formado contra él y dijo a sus seguidores: «Convocad a mi ojo y a Shu y Tefênet, Qêb y Nut, junto con mis padres y madres que estaban conmigo cuando yo estuve en los abismos, y también al dios Nuu. Él vendrá con sus cortesanos. Traedlos secretamente; los hombres no deberán verlo y sus corazones no huirán. Venid con ellos a palacio y ellos expresarán sus opiniones respetuosamente, y yo podré ir al abismo, al lugar donde he nacido».

Esos dioses fueron llevados a este dios, y esos dioses se colocaron a su lado, tocando el suelo con sus frentes ante Su Majestad que debía presentar su informe ante su padre, el dios más antiguo, es decir, Nuu, el hacedor de los hombres, el rey de los seres humanos. Ellos dijeron ante Su Majestad: Háblanos que queremos escucharte. Ra dijo a Nuu: «¡Tú el más antiguo dios, del que yo he surgido, y los dioses de una era anterior! Salud, los hombres que han surgido de mi ojo, ellos han conspirado contra mí. Dime que debo hacer contra esto. Yo estoy dudoso. No debería matarlos antes de oír lo que tienes que decir». La Majestad de Nuu dijo: «Ra, hijo mío, dios más grande que el que lo ha creado y más poderoso de los que fueron creados por él, ¡permanece en tu lugar!. Tu temor es grande; delgado ojo tendrán quienes han conspirado contra ti». Ra dijo: «Observa, con el terror en sus corazones han huido hacia las montañas el desierto a causa de lo que han dicho». Ellos dijeron ante Su Majestad: «¡Haz que tu ojo castigue a los que han instigado cosas malignas! ¡No dejes que el ojo esté ante ella para castigarlos!». De modo que fue como Hathor.

Entonces esta diosa volvió cuando destruyó a los hombres en las montañas. Entonces la Majestad de este dios dijo: «Bienvenida, Hathor, ¿has hecho aquello a que te he enviado?». Esa diosa dijo: » Por la vida que me has dado, he sido poderosa entre los hombres; ha sido un placer para mi corazón». Dijo la Majestad de Ra: «Serás poderosa entre ellos en Herakleópolis por su aniquilación». Este fue el origen de Sekhmet (es decir, La Poderosa) y de la mezcla de bebida, de la noche de tránsito de su sangre, originalmente en Herakleópolis.

Ra dijo: «Llamad ahora veloces mensajeros, que se deslicen como la sombra de un cuerpo». Tales mensajeros fueron traídos de inmediato. Este dios dijo: «Id a Elefantina y traed muchos frutos de mandrágora». Esas mandrágoras fueron traídas, y Ra indicó al molinero que moraba en Heliópolis que trozara esas mandrágoras mientras las esclavas preparaban el grano para la cerveza. Entonces las mandrágoras fueron puestas en mixtura, y fueron como sangre humana, y siete mil jarras de cerveza fueron llenadas.

Luego vino la Majestad del Rey del Alto y Bajo Egipto, Ra, con aquellos dioses para ver esa cerveza cuando despuntó la mañana en que los hombres fueron muertos por la diosa en su hora señalada de ir hacia el sur. La Majestad de Ra dijo: «¡ Qué hermoso es esto! Protegeré a los hombres de ella.» Ra dijo: «Llevad esto ahora al lugar donde ella dijo que mataría a los hombres».

Desde ese día Ra se mantuvo de pie en la mejor parte de la noche para hacer que esta cerveza de sueños fuera vertida, y los campos se inundaran cuatro palmos de alto por ese líquido a través del poder de la Majestad de este dios. Cuando esa diosa vino en la mañana, se encontró con que había una inundación. Su rostro se vió maravillosamente reflejado. Bebió el líquido y le gustó y volvió a casa ebria sin reconocer a los hombres. Ra dijo a la diosa: «¡Bienvenida, la que causas placer!».

Así aparecieron las jóvenes en la Ciudad Placentera. Ra dijo a esa diosa: «¡Haced cerveza de sueños para ella cuando llegue la festividad del Año Nuevo!. Su número estará de acuerdo a la de las esclavas de mi templo». Esto originó la costumbre de hacer cerveza de sueños de acuerdo al número de esclavas en la festividad de Hathor que todos los hombres celebran desde ese día.

Aunque la diosa con cabeza de leona es feroz, parece ser que sus poderes eran usados desde la obediencia al padre, y, para proteger/defender; no existen documentos que hagan pensar que sea ella quien provoca los conflictos; además, también queda claro que puede ser engañada y olvidar sus propósitos. Incluso, podemos interpretar, que permite sustituir su furia y apetencia por la sangre humana por ese «estado alterado de conciencia» que proporciona el bebedizo de Ra.

M.Eliade en su «Historia de las creencias» (1976) dice:

[…] La revuelta de los hombres y sus consecuencias tuvieron lugar durante la época mítica. Evidentemente, aquellos eran los primeros habitantes de Egipto, puesto que Egipto fue el primero de los países en ser formado, lo que le convertía en […]

Queda asegurada la antigüedad de este mítico relato y su valor arquetípico en todas las fuentes consultadas, aunque el Templo memfita fue de construcción más reciente y allí se instituyeron los cultos y ritos iniciáticos a esa diosa que compartía con su hermana lunar Bast ó Bastet la cabeza felina, empero ésta la tenía de gata y era considerada como Diosa del Verde Oasis, la que trae belleza y compasión al mundo, su templo se hallaba en Bubastis. Bast era considerada una diosa mansa y bondadosa que representaba los poderes benéficos del sol, protector de Egipto. Su color, a diferencia de Sekhmet (según referencia cristiana: Bruja Roja), es el verde del grano cuando crece en primavera.

Hathor-Sekhmet son formas de fuerzas cósmicas, pero J. García Font (1987) también las asocia con la clásica diferenciación escolástica de las pasiones en irascibles y concupiscibles, que concurren en una misma divinidad; si bien cabe añadir que ninguna de las historias que he leído referidas a Sekhmet expresa que sintiera horror por sus acciones sangrientas ó por sus atributos desagradables.

Los sacerdotes encargados de cuidar su Templo eran los mejores sanadores y su hijo Nefertum se constituyó como el dios de las médicos, se le puede considerar como el , en él se manifiestan todas las ambivalencias y beneficios del doble aspecto paterno y materno: es el fuego dominado por el artesano, es la cálida energía que se oculta en la materia y hace crecer las plantas, es el calor de la cocción de los alimentos en el interior de los cuerpos, pero también es el fuego leonino, airado, que destruye y arrasa.

Comentario

Dando un salto en el tiempo, quiero recordar cómo los cultos dionisíacos eran algo más que una expresión de la sexualidad, el deseo y la violencia; ritualísticamente se pretendía ante todo integrar esas furias en la personalidad total del individuo. Dioniso era pareja de Ariadna, la diosa del laberinto cretense, lugar misterioso en si mismo, de la danza de la vida y de la muerte (la danza del toro); era hijo, amante, víctima sacrificial y consorte renacido de la antigua Gran Diosa, señora de los cielos y del poder oscuro de la tierra, cuyo culto y cultura precedieron a las religiones y culturas patriarcales. En la actualidad podemos visitar en Pompeya la Villa de los Misterios y contemplar en la Sala de la Gran Pintura (s. I a. C.) la iniciación a los misterios dionisíacos, destacando en los dos últimos recuadros la escena más dramática y cautivadora de todo el ciclo.

Igualmente podemos detectar en nuestro entorno una presencia creciente de mujeres sometidas a «divinidades femeninas solares» más que a las receptivas lunares preferidas a lo largo del período patriarcal. En los sueños, fantasías, temores, etc, hace su acto de presencia exigiendo, muchas veces, la renovación de una actitud religiosa, que bajo el patriarcado ha sido reprimida y calificada de maligna, especialmente en las mujeres. Dicha transformación se puede conseguir a través de la relación consciente con el poder de la diosa solar, trabajando los contenidos emergentes de modo personal en el curso del proceso analítico; ya que, a la vista está, de casi nada nos sirve el autocontrol, la buena voluntad y la racionalidad frente a estos daimones.

E. C. Whitmont (1982) define la «Necesidad» como el impulso básico de la satisfacción biológica, emotiva y espiritual; su función es asegurar la supervivencia, la identidad personal o de grupo y la autoafirmación. En su forma más primitiva se manifiesta como el impulso de la violencia y la agresividad, sólo que en aquellos tiempos donde se consideraban como expresión de un poder divino tutelar o sirvieron para engrandecer un Imperio o Iglesia, estuvieron integradas en un sistema moral y éticamente vivo. Obviamente, hoy estamos faltos de un sistema ético digno de crédito, que permita integrar esas fuerzas de la naturaleza: deseos e impulsos agresivos, que nos hacen evolucionar al fin.

Es bien conocido que la tradición patriarcal aborrece el cambio y la rendición, teme cualquier amenaza a su continuidad, desea la vida pero muchas veces causa la muerte (¡qué mejor precedente sino el mitologema de Hathor-Sekhmet!).

¿Qué delito u ofensa cometieron los hombres contra Ra? ¿Podemos imaginar la terrible amenaza que sintió aquella portentosa majestad solar?

En otro contexto, Mª. L. von Franz (1980), haciendo uso de sus conocimientos en una conferencia, citó al Papyrus de Turin (s. XIII a. C.), en el que se narra cuando el dios solar Ra envejeció y se volvió senil e incapaz de un porte digno, Isis, su hija, puso en su camino una serpiente venenosa que lo mordió y lo envenenó; después, ella misma se acercó a su padre y se ofreció a curarlo si primero él le decía su nombre secreto y de este modo le transmitía el poder del dios solar que había ostentado hasta ese momento. Isis lo tomó todo a su cargo, y los dioses masculinos quedaron relevados. Aquella enantiodromía sucedía al final de la Era de Aries, coincidiendo con el final de la civilización egipcia; ahora nuestra época, la era astrológica del pez, también reproduce el mismo tránsito hacia la nueva Era de Acuario, y de nuevo la mujer está tomando el poder de la conciencia patriarcal envejecida (simbolizada por esa masculina Majestad solar). ¿Qué nueva orientación tomará nuestra civilización actual?. ¿Resolveremos la rígida dicotomía Oriente/Occidente?.

Dioniso, el «dios de las mujeres», del cambio, de lo sombrío, es una amenaza a nuestro estado actual de conciencia occidental; por eso tememos a la muerte, considerándola el peor de los males: el cambio definitivo. Paradójicamente, siempre que se nos produzca una situación vital de estancamiento e inercia que exige una renovación, un nuevo nacimiento simbólico, surgirán impulsos destructivos de violencia y de agresividad; ley que se cumple en ambos niveles, individual y colectivo.

Sin la menor duda, las mujeres son en la actualidad las mayores consumidoras de tranquilizantes y diversas combinaciones de fármacos psiquiátricos, también la mayor parte de los sujetos en tratamiento psicoterapéutico son mujeres, así como los estudiantes universitarios de Psicología en su mayoría son mujeres; este patente desequilibrio no se debe a que el hombre esté exento de la misma problemática, pero sí parece que –como en el mito de Sekhmet- la mujer sometida históricamente a la autoridad del ego y moral patriarcales permite que la apacigüen con elementos adictivos, por ejemplo: romanticismo televisivo, el alcohol, los cigarrillos, el alimento, su figura y estética colectivas, las drogas o cualquier sustancia adictiva, etc…

Parece ser que los últimos coletazos del envejecido Logos pisciforme consisten en encerrar el sufrimiento transformador dentro de fármacos que insensibilizan; sin embargo, a partir de la responsabilidad individual así como frente a las condiciones en las que se encuentra nuestro planeta, que es una condición activa y no un sedante, puede llegar a producirse el cambio. De hecho, como afirma M. Woodman (1982), la superación de una adicción puede activar otra, pero si lo que activamos es un nuevo patrón arquetípico, es decir, favorecemos una nueva constelización de elementos naturales que compensen los engañosos ideales de poder y eficacia patriarcales, así como restauramos el lugar, en nuestra consciencia, al que pueden acudir nuestros daimones, y los escuchamos atendiendo sus necesidades, evitaremos caer en las garras de la Prostituta de Babilonia, la Bruja Roja ó atrapadas/os en el papel de Madre Terrible.

Conclusión

El mitologema de Hathor–Sekhmet se muestra en nuestro final secular, especialmente, a través de las mujeres a las que ya se les ha enseñado y han aprendido durante el período androlátrico (en el que se premiaban los valores de la mansa hermana gatuna Best) a temer su «oscuro poder femenino»; pero que, a la vez, son inducidas por nuestro colectivo social a despersonalizarse aún más al ofertar variedad de placebos y adicciones mientras, por otro lado, la misma sociedad occidental repudia a la mujer alcohólica, drogadicta clandestina, bulímica/anoréxica, sexo-adicta, ludópatas, etc.. Eso sí, con toda la farmacopea neuro-psiquiátrica a su disposición, y, con el consenso institucional en tales situaciones para su abuso y adicción.

Esta entrada fue modificada en 6 junio 2015 13:01

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Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.