La dimensión espiritual en la psicoterapia

Mª Isabel Rodríguez Fernández, José Antonio Delgado González

Ponencia publicada en el 11º Congreso Virtual de Psiquiatría – Interpsiquis – Febrero/marzo 2010

RESUMEN

Desde que existe el hombre, éste se ha planteado preguntas sobre cuestiones relacionadas con la espiritualidad y ha tenido experiencias que se han llamado «espirituales». Diferentes autores (Frankl, Jung, Assaglioli, James, Wilber, etc.) a lo largo de la historia de la Psicología y la Psiquiatría, han señalado la importancia de tener en consideración la dimensión espiritual, dentro de un planteamiento global de abordaje del paciente. Diversas investigaciones e historias de personas individuales, muestran que ciertas experiencias, en este ámbito, ayudan a las persona a recuperarse antes de padecimientos psíquicos y a llevar mejor las dificultades de la vida. Si se tiene en consideración la dimensión espiritual, como una más que constituye la realidad de la persona, se ha de tener en cuenta dentro del abordaje psicoterapéutico, especialmente, si los pacientes manifiestan aspectos relacionados con esta temática. De tal forma, que al menos respetemos y tengamos un mínimo de conocimientos sobre las cuestiones que se nos plantean en una consulta de psicoterapia, para no frenar o minusvalorar aspectos de lo espiritual, que puedan ser de ayuda al paciente. Y en el mejor de los casos, sepamos como alentar al desarrollo de inquietudes y estímulos en este sentido.

PLANTEAMIENTO GENERAL

Un tema recurrente en los textos de Frankl es el de la importancia de la dimensión espiritual en el ser humano, como un aspecto esencial de su existencia. Ésta sería «la genuina dimensión del existir humano» (1), y sería importante tomar conciencia de ella, porque es relevante para las personas con las que nos podemos encontrar como pacientes y puede serlo para nosotros mismos, como terapeutas, y está íntimamente conectada con lo que dota de sentido a la vida humana. Pero, como Frankl afirma, la psicología, en general, no tiene en cuenta la dimensión espiritual, ya que en su ansia de pretender ser objetiva incurre una y otra vez en numerosos reduccionismos (1­3). Así que la psicología se olvida de un fenómeno fundamental, dentro de la experiencia humana, en aras de ser científicos, cuando se supone que ser científico es tener en cuenta los diferentes elementos que acontecen en la realidad. Y si en la realidad humana, se dan diversos fenómenos relacionados con la espiritualidad, lo que parece poco objetivo es obviarlos, porque no entren en el esquema conceptual del científico.

Para ser realmente científicos, parece que sería más adecuado, que no hacerlo, tener en cuenta las diferentes dimensiones y vivencias del paciente. Pero para saber cuáles son, habría que tener una mirada libre de prejuicios, que facilitara adquirir una visión lo más global posible de lo que es una persona. Y para contemplar al hombre en su totalidad es preciso incluir la dimensión espiritual, configurando así una antropología más completa y más realista (1, 4). Jung, por su parte, ahondó en la idea, de que la convicción moderna acerca de la primacía de lo físico conducía a una psicología sin alma, en la que lo psíquico no puede ser contemplado sino como un epifenómeno de sustrato, es decir, como un efecto de la bioquímica del cerebro (algo que sostienen gran parte de los neurofisiólogos). Así, resulta bastante impopular la idea de un espíritu per se, de un sistema espiritual basado en sí mismo, que sea el presupuesto necesario para la existencia de almas individuales autónomas. Dicho sistema espiritual tendría que ver con lo que Jung denominó Inconsciente Colectivo (5).

Una reflexión relativamente sencilla nos conduce a darnos cuenta de que el conflicto entre lo físico y lo espiritual, es sólo aparente y en él se refleja la paradójica esencia de la psique: ya que ésta tiene un aspecto físico y un aspecto espiritual o intangible. Y esta es una contradicción aparente porque, en realidad, no entendemos en qué consiste la esencia última de lo anímico, pese al hecho, innegable, de que las imágenes anímicas constituyen nuestra experiencia más directa y, en consecuencia, podríamos decir que la psique es la única realidad inmediata (pues lo psíquico son los fenómenos que acontecen en nuestra conciencia y, por lo tanto, es lo que se nos hace más evidente). Un análisis de este último concepto, el de la realidad inmediata de la psique, nos conduce directamente al asunto que nos interesa, que es, en definitiva, la importancia del factor espiritual en el ser humano. De esta suerte, cuando decimos que algo es físico o que es espiritual, aludimos, en última instancia, al supuesto origen del que proceden los contenidos psíquicos que acuden a la consciencia. De modo que, así considerada la realidad psíquica, el conflicto entre naturaleza y espíritu se disipa, puesto que ambos son elementos constitutivos de una única y misma psique (6).

Llama la atención, además, la idea de Frankl de que hoy en día las personas han puesto a los médicos en el compromiso de hacerse cargo «de la cura de almas en la psicoterapia» (1), teniendo que hacer, según Jaspers «tareas que anteriormente eran del sacerdote y del filósofo» (1). En el mismo orden de ideas, Jung afirma que en la búsqueda del sentido que tiene el padecer de su paciente el médico bien podría «remitir a su paciente a un teólogo o a un filósofo», mas la mayoría de los enfermos acuden al médico, y no al sacerdote (7). Estas ideas abren un nuevo campo al quehacer de la psicoterapia, mostrando una nueva dimensión posible, en la que intervenir en el mundo del paciente, pero también se podría añadir que quizás sea una dimensión desde la que el terapeuta también puede amplificar su conciencia para hacer una intervención adecuada. Es decir, se puede intervenir en el espíritu, pero esto parece ser más adecuado desde el espíritu, en una conciencia de responsabilidad y libertad, por parte del propio terapeuta (2).

Este nuevo horizonte, de plantear lo espiritual en la terapia, es una nueva perspectiva, que muestra la Logoterapia, con una propuesta propia y original. Pero la idea de incluir y valorar lo espiritual en la terapia no es propiedad exclusiva de la Logoterapia; podemos encontrar esta inquietud en otras escuelas psicológicas que denuncian los diferentes reduccionismos de escuelas previas y apuntan hacia la dimensión espiritual de la conciencia humana, como un campo en el que es fundamental intervenir o, al menos, considerar o reforzar si resulta de ayuda al paciente. Por ejemplo, la Psicología Analítica considera fundamental una actitud espiritual o religiosa, en el sentido original de ésta última palabra, es decir, una actitud que favorezca al paciente religarse con su esencia última. A esta esencia la Psicología Analítica la denomina Sí­Mismo y al proceso que conduce a esa reunión con el arquetipo del Si­Mismo lo llama proceso de individuación. Por su parte, el psiquiatra Stanislav Grof, incide en la importancia que supone considerar seriamente el aspecto espiritual de la psique o, como este autor lo denomina, el dominio transpersonal del psiquismo humano (8, 9).

Dentro de la historia de la psicología, sabemos que el prestigioso psicólogo William James, hace un primer intento serio de considerar lo espiritual en la psicología, en su libro «Las variedades de la experiencia religiosa», que abre nuestra mirada hacia una nueva perspectiva. En sus propias palabras: «para un psicólogo, las tendencias religiosas del hombre deben ser como mínimo tan interesantes como cualquiera de los distintos hechos que forman parte de su estructura mental» (10). Este es un claro intento de incluir lo espiritual, considerado como «tendencias religiosas», dentro de un estudio serio y riguroso del ser humano. En la citada obra, James critica los reduccionismos y las visiones sesgadas de la realidad, y plantea la apertura a lo espiritual de una forma honesta y seria, dejando de lado los prejuicios científicos, algo que Frankl también pone de manifiesto en sus obras. Asimismo, se hallan semejanzas con Frankl (en relación con la posibilidad de desarrollar valores de actitud), en la siguiente idea de James: «en el fondo, todo el asunto de la moralidad y la religión se encuentra en nuestra manera de aceptar el universo», en ese «aceptar el universo» está implícita la posibilidad de posicionarnos ante lo que nos sucede, que también en Frankl tiene resonancias con lo espiritual. De igual modo, encontramos paralelismos entre James y Frankl, con respecto a la cuestión del sentido, cuando James hace alusión al significado de las cosas concretas del mundo «en un universo de ideas abstractas más amplio y elevado que lo dotan de significado» (10). Refiriéndose al sentido explícitamente, más adelante, en su libro, lo expresa en la siguiente frase: «Es como si en la conciencia humana hubiese un sentido de la realidad, un sentimiento de presencia objetiva, una percepción de lo que podemos llamar algo más profundo y general que cualquiera de los sentidos especiales y particulares mediante los cuales la psicología actual supone que se revelan originalmente las realidades existentes» (10). Como podemos observar, la búsqueda de la dimensión espiritual desde una perspectiva psicológica lleva a conclusiones parecidas en Frankl y James.

Por otra parte, ya se ha señalado que Carl Gustav Jung consideraba importante la dimensión espiritual del hombre dentro de su visión psicoterapéutica, por ser algo que tiene relevancia en la experiencia cotidiana de muchos de los pacientes a los que atiende (11). Esto lo deja plasmado en las siguientes palabras: «en virtud de que la religión constituye ciertamente, una de las más tempranas y universales exteriorizaciones del alma humana, sobreentiéndese que todo tipo de psicología que se ocupe de la estructura psicológica de la personalidad humana, habrá por lo menos de tener en cuenta que la religión no sólo es un fenómeno sociológico o histórico, sino también un importante asunto personal para crecido número de individuos» (11). Dejando así una clara justificación del por qué la psicología debe preocuparse por la dimensión religiosa (que no necesariamente está relacionada con lo espiritual, ya que esta dimensión puede expresarse más allá de cualquier religión). No obstante, Jung asume una perspectiva respecto a dicha dimensión diferente a la de Frankl, algo más difusa y menos personal, al focalizar su atención en fenómenos más abstractos, que específicamente humanos, como es el caso de su idea del Inconsciente colectivo, concepto que, en cierto sentido, se acerca a la idea de inconsciente espiritual que postuló Frankl. En ambos autores está presente la idea de que en el inconsciente puede haber elementos positivos de la personalidad, entre los cuales estaría la dimensión espiritual. Así, Jung ensalza el valor de las religiones como sistemas psicoterapéuticos. Tan es así, que afirma que una renovada comprensión de la religión constituiría un modo exitoso de abordar la curación de buena parte de los padecimientos y de las dificultades que se presentan en la vida del ser humano (11).

Hay otras escuelas psicológicas que apuntan hacia la dimensión trascendente dentro de su concepción. Son bien conocidos todos los intentos de las diferentes escuelas de la Psicología Transpersonal, que lamentablemente no siempre tienen elementos suficientes de rigor y seriedad y generan confusión entre fenómenos realmente espirituales y aspectos de tipo mágico o supersticioso que son más bien egocéntricos y regresivos (12), en contraste con la dimensión espiritual de la que hablan Frankl, Jung o Grof, por ejemplo, y que implica una evolución de la consciencia hacia estados de madurez y de autotrascendencia.

Otra opción más realista y bastante cercana a la Logoterapia por su intento serio de incluir la dimensión espiritual es la propuesta de psicología integral de Ken Wilber, que justifica la inclusión de la dimensión espiritual desde la perspectiva psicológica, en base a la idea de que las raíces de la psicología se asientan en las profundidades del alma y del espíritu del ser humano, aunque la psicología como ciencia empírica se haya olvidado de ello (12).

También es interesante la propuesta de incluir lo espiritual en la psicoterapia, que hace la escuela psicológica llamada Psicosíntesis de Roberto Assaglioli (13). Este autor propone la idea de que el hombre es una realidad bio­psico­espiritual. En sus palabras: «La concepción espiritual de la vida y de sus manifestaciones, lejos de ser teórica o no práctica, es eminentemente revolucionaria, dinámica y creativa» (13). Lo espiritual lo equipara a lo Transpersonal y lo define como ámbito del ser en donde reside una cualidad superior. Lo espiritual consiste, para este autor, en experiencias religiosas, diversos estados de conciencia y todas las funciones y actividades que contienen valores superiores (valores éticos, estéticos, heroicos, humanitarios y altruistas) (13), de modo que su abordaje de la psique humana se asemeja mucho al adoptado por Jung.

Pero, ¿por qué este rápido repaso a las escuelas que consideran lo espiritual en la psicología? La respuesta la podríamos enfocar en que es relevante tener esto en cuenta para comprender mejor la Psicología humana. Autores como Frankl, Jung, James, etc. conectan con ideas que están latiendo en la cultura de su época y, sobre todo, con la sensibilidad que se mueve en el siglo XX en otros autores de ir más allá de una psicología limitada, que reduce al hombre a un «homúnculo», a un ser bidimensional que ha perdido la dimensión que, en esencia, le convierte en humano (la espiritual). La sociedad de hoy en día está cada vez más necesitada de un sentido que se enraíce en algo consistente y, paradójicamente, parece que lo más sutil e inconsistente de la existencia humana, desde la perspectiva empírica y materialista, podría ser lo que más sentido, consistencia y plenitud le aportara. Las personas que se toman en serio la existencia, se comprometen con la misma mediante una actitud libre y responsable y, en consecuencia, son más felices y menos susceptibles de sufrir trastornos psíquicos, tal como reflejan numerosos estudios empíricos que se están desarrollando en diversos países del mundo. El objetivo de este trabajo es señalar que diversos autores, desde diferentes enfoques psicoterapéuticos, incorporan la dimensión espiritual del ser humano, como es el caso de la Logoterapia, la Psicología Analítica, la Psicosíntesis, la Psicología Transpersonal o la Psicología Integral, aunque constituyan una minoría en el ámbito académico y el clínico, y su perspectiva parezca propia de unos pocos excéntricos, que quieren hacer algo original. Los autores citados y muchos otros que aún viven y comparten inquietudes similares, tras enfrentarse al sufrimiento de muchos seres humanos, buscan un sustento real para las personas, un apoyo consistente y firme para ayudar a quienes viven hoy día en nuestro mundo, a encontrar un sentido y un contenido real a su existencia, un sentido que le ayude a soportar mejor las adversidades de la vida sin romperse, aprovechando la oportunidad que toda crisis encierra al darse cuenta de que en su interior yace una potencia en la que reside la posibilidad de repararse, reconstruirse e incluso de renacer.

Los que hacemos psicoterapia, tenemos que añadir a las numerosas herramientas terapéuticas que han demostrado con creces su eficacia, la búsqueda de un mayor nivel de conciencia pues es el anhelo que yace en lo más profundo del corazón de los seres humanos, la finalidad que persiguen muchas crisis psicológicas, y, probablemente, todas las desorientaciones existenciales. Por ese motivo, no podemos contentarnos con parches anestesiantes, que mantengan al paciente en un estado de adormecimiento, en el que no vea lo que es incoherente y falso en su vida, como si nada pasara, para seguir funcionando desde la incoherencia, la falta de responsabilidad y la desconexión para con esa personalidad real, a veces oculta, latente que busca desplegarse desde la oscuridad del caos interior, a la luz de un nuevo orden integrador.

Frankl nos señala la «necesidad de incorporar lo espiritual en el tratamiento» (2), viendo que esa incorporación de la dimensión espiritual es un complemento a lo que consideramos tratamiento psicoterapéutico. Es decir, no hay por qué descartar todo lo que ya sabemos hacer o las distintas aportaciones de diversas escuelas de psicoterapia, sino que es posible y, parece importante, tomar conciencia e incorporar la consideración de la dimensión espiritual, al tratamiento de las personas que necesitan ayuda psicoterapéutica.

Por ejemplo, Frankl, al igual que Jung, como hemos visto más arriba, considera que la confesión con un sacerdote tiene efectos terapéuticos porque «la pena comunicada es una pena compartida» (2), aunque evidentemente, desde una perspectiva espiritual puedan suceder cosas que escapan a nuestra comprensión racional. En la confesión, se interrelacionan aspectos psicológicos y espirituales, puesto que en el ser humano las diferentes dimensiones actúan sincrónicamente en el seno de una totalidad omniabarcante. Si podemos comprender qué aspectos de una confesión tienen la capacidad de sanar y lo hacemos desde nuestra perspectiva de terapeutas, es posible que ayudemos mejor a nuestros pacientes. La Logoterapia y el Análisis Existencial que Frankl propone, así como la Psicología Analítica y el análisis de lo inconsciente en un proceso de individuación, propuesto por Jung, o la adopción de una orientación holotrópica, como la denomina Grof (9), constituyen ejemplos diversos cuyo principal objetivo es conseguir una cura de almas, que complemente a la psicoterapia, tal y como se hace habitualmente (2, 4). No se trata de métodos excluyentes, sino, por el contrario, de considerar a la persona como a una totalidad, conformada por tres dimensiones, la dimensión física, la mental y la espiritual, incluyendo más aspectos que pueden repercutir en la sanación del individuo. Por otra parte, Frankl muestra una diferencia importante entre una psicoterapia y la confesión, y es que ésta tiene como finalidad la salvación del alma y no está centrada exclusivamente en su curación. En este sentido, hay que tomar conciencia de que nuestro papel como psicoterapeutas no es asumir lo que hace un sacerdote, sino aprender de los aspectos en los que es capaz de tocar la psique de la persona sufriente, y ayudarla, independientemente de la administración de un Sacramento, del que no dudamos que pueda tener unos beneficios, que van más allá de nuestras pretensiones.

También Frankl plantea que, la intervención considerando lo espiritual, no es algo que sirva para ayudar exclusivamente a quienes son religiosos. También sirve para quienes no son religiosos y buscan respuestas a problemas que les inquietan en lo más profundo de su ser (2). Esto se puede relacionar con la idea de Frankl de un inconsciente espiritual, o con la idea de Jung de una función generadora de símbolos espirituales en lo inconsciente (11) que tiene que ver con que, en el fondo del ser humano, hay un deseo de trascendencia y unos anhelos más allá de las satisfacciones materiales inmediatas, idea afín a la propuesta por Maslow (14), se sea o no consciente de ello (3).

Este sentido de la ayuda, que toca lo espiritual, tiene que ver con que las personas buscan en el médico o en el terapeuta a alguien que tiene experiencia de la vida (2) y les puede orientar. Por eso es tan importante que la persona que trata a otros cultive realmente todas sus dimensiones, cuerpo, alma y espíritu. Es decir, que si quiere ayudar a otros se ayude en primer lugar a sí mismo, busque armonía, equilibrio y, sobre todo, sabiduría, para poder realmente ayudar a los demás en sus tribulaciones y necesidades. Porque si no, el quehacer psicoterapéutico se puede reducir a la aplicación mecánica de una serie de técnicas vacías de contenidos reales que, convierten la relación terapéutica en una relación despersonalizante e incluso iatrogénica. Si realmente cultivamos nuestro equilibrio y sabiduría interiores, podemos llegar a ser un modelo o al menos mostrar un mínimo de coherencia para hacer de guías a otros seres humanos que se hallan en una situación de enfermedad, sufrimiento y vulnerabilidad. En este sentido Frankl (2) habla del valor del encuentro con el otro, un encuentro que si tiene una base de amor incondicional, puede facilitar enormemente la labor terapéutica, siempre y cuando se apoye en la autenticidad del terapeuta, algo muy en conexión con las ideas de equilibrio y sabiduría citadas anteriormente. Y muy en relación también con los supuestos éticos implícitos en el acto médico y los valores que considera preponderantes. No es difícil encontrar puntos de unión entre la espiritualidad y dichos supuestos éticos y valores.

Es posible que al plantear estas cuestiones, nos surja la pregunta sobre los aspectos en los que religiosidad, espiritualidad y psicoterapia pueden solaparse, pues se podría decir que toda experiencia religiosa auténtica, remite en última instancia al conocimiento de lo más profundo de uno mismo (15). Ante esta cuestión se nos plantea la necesidad de delimitar hasta dónde podemos llegar, pero también podemos tomar conciencia de que los límites entre unas y otras disciplinas son difusos. A veces una persona cae en un cuadro aparentemente ansioso o depresivo por una crisis de fe, porque se le tambalean las ideas que hasta entonces consideraba seguras y eso le desestabiliza psicológicamente. Ahí la función del psicoterapeuta no puede ser elucubrar sobre cuestiones teológicas, sino que su función debe estar en una posición lo más neutral posible y de sumo respeto al proceso que está atravesando el paciente; brindando un apoyo humano y a la vez tratando de ordenar la maraña mental y emocional en la que se ha metido la persona en crisis. Nuestra ayuda ha de tocar lo psíquico, pero sin despreciar la fuerza del espíritu a la que autores como Frankl, Jung, Grof, Assaglioli o Wilber hacen alusión. Aunque es importante tener en cuenta que podemos reforzar la autenticidad de la persona, su búsqueda de sentido o de mayor coherencia personal, pero no está en nuestra mano demostrar la existencia o inexistencia de Dios. Tal vez sí podemos ayudar a que se desarrolle una imagen más madura y equilibrada de Dios, en el caso de que la persona crea en Él. O bien, dejar que el paciente interprete cuál es su propia responsabilidad ante el Dios en el que cree (2).

Otro tipo de situación que se puede dar en el transcurso de una terapia es aquella en la que alguien que no tenía fe o la había perdido, la encuentre después de ponerse de manifiesto que estaba a un nivel inconsciente y latía por ser expresada. En este caso, la función del terapeuta es ayudar al paciente a expresar y a tomar conciencia de lo que está buscando realmente. Según la perspectiva de Jung, este algo, sería aquello que estaría emergiendo de lo inconsciente, por ejemplo, mediante la aparición de imágenes psíquicas, de orden, como mándalas (figuras simétricas, circulares, que representan armonía, unidad y totalidad).

También podemos hallar conexión entre la religiosidad y la psicoterapia, en la Logoterapia, en la idea expresada por Frankl, de que logos quiere decir espíritu, además de sentido. Así que traduciendo esto literalmente, podríamos decir que la Logoterapia es una terapia del espíritu o desde el espíritu.

Otra idea en la que se puede relacionar psicoterapia y espiritualidad, tiene que ver con la pregunta sobre el sentido de la existencia humana, que se manifiesta de forma implícita o explícita en las principales religiones, en las que se muestra una estructuración de la existencia humana en horizontes de sentido. Un sentido que no se limita al universo material, ni al ser humano aislado sino que apunta a la trascendencia y a un significado más profundo de la existencia. En esta línea también hay elementos comunes con la Logoterapia, o con la Psicología Analítica, que tratan de buscar sentido, pero no parten de una estructura de sentido como las diferentes confesiones religiosas, sino que empujan al hombre a preguntarse por dicho sentido y a buscarlo por sí mismo, en función de sus características personales. No cabe duda de que esta búsqueda puede llevar a más de una persona a encontrarse con la dimensión trascendente de su existencia y, en ciertos casos, a buscar su estructuración en la religión. En conexión con esta idea de la relación entre búsqueda de sentido y religiosidad es interesante lo que Albert Einstein escribió al respecto: «plantear la pregunta sobre el sentido de la vida es ser religioso» (2).

Aparte de los innumerables aspectos positivos citados en relación con la consideración de lo espiritual en la psicoterapia, es importante señalar algunos riesgos que pueden producirse. El más importante sería el de imponer una concepción del mundo o un sistema de valores al enfermo (2, 16). Si un terapeuta es ateo, puede creer que lo bueno es transmitirle el ateismo al paciente y despreciar o no saber valorar sus creencias religiosas. Lo mismo puede suceder a la inversa, es decir, si el terapeuta es creyente y pretende imponer sus creencias al paciente. En ambos casos habría una vulneración de la libertad del paciente y, por lo tanto, no estaríamos ayudándole, sino perjudicándole. Es importante, por ello, ser cuidadosos con este aspecto, para respetar a la persona que acude a solicitar nuestra ayuda, pues no tenemos que imponerle nada sino enseñarle a ser más libre y responsable, estimulando su decisión y momento de evolución personal, desde la comprensión y la acogida auténtica. Algo que es mucho más fácil integrando en la relación, una actitud de apertura y aceptación, que ayude al paciente a plantearse cuestiones esenciales de su ­existencia y a mirar más allá de lo aparente y lo superficial. Y, por supuesto, es imprescindible que el psicoterapeuta sea consciente de su ecuación personal, para que ésta se inmiscuya lo menos posible en su relación con el paciente. La idea en palabras de Frankl, es que la cura de almas médica sirva para «guiar al enfermo hasta la vivencia radical de su responsabilidad» (Frankl, 1990, p. 319).

CONCLUSIONES

En base a lo dicho, podemos concluir que:
1.­Diversos autores, dentro de la psicología y la psiquiatría, han señalado que la dimensión espiritual ha de ser tenida en cuenta, dentro de estas disciplinas.
2.­La dimensión espiritual, o los aspectos relacionados con la misma, han de ser tenidos en cuenta en una visión completa y no reduccionista del hombre.
3.­La relación psicoterapéutica se puede ver enriquecida por la consideración de la dimensión espiritual, tanto para facilitar una mejor comprensión del paciente, como para aprovechar su potencial terapéutico.

REFLEXIÓN FINAL

Ante todo lo planteado, es posible que más de uno afirme que estos planteamientos no son científicos, porque lo espiritual no se puede ni pesar ni medir. Pero me pregunto, ¿realmente es mensurable o medible lo más importante de la experiencia humana? ¿Se puede medir un sentimiento? ¿Se puede medir la sabiduría de una persona? ¿Se puede medir la felicidad? Es cierto que ciertos terrenos de la psique son de difícil acceso y pueden parecer resbaladizos, pero si no nos adentramos en ellos, obviaremos una parte importante de la naturaleza humana.

 

BIBLIOGRAFÍA

(1) Frankl VE. Teoría y terapia de las neurosis: indicación a la logoterapia y al análisis
existencial. Barcelona: Herder; 1992.
(2) Frankl VE. 1990 . Psicoanálisis y Existencialismo: de la psicoterapia a la logoterapia. México: Fondo de Cultura Económica; 1990.
(3) Frankl VE. La idea psicológica del hombre. 6ª edición. Madrid: Rialp, Biblioteca del
Cincuentenario; 1999b.
(4) Frankl VE. El hombre en busca de sentido último. Barcelona: Paidós; 1999a.
(5) Jung CG. Los arquetipos y lo inconsciente colectivo. Madrid: Ed. Trotta; 2002. p.4.
(6) Jung CG. La dinámica de lo inconsciente. Madrid: Ed. Trotta; 2004. p. 342­354.
(7) Jung CG. Acerca de la Psicología de la Religión Occidental y de la Religión Oriental.. Madrid: Ed. Trotta; 2008. p. 347­348.
(8) Grof S. La mente holotrópica. Barcelona: Kairós; 1994. p. 38­40.
(9) Grof S., Psicología transpersonal: nacimiento, muerte y transcendencia en psicoterapia. Barcelona: Kairós; 1988. p.115.
(10) James W. Las variedades de la experiencia religiosa. Barcelona: Ediciones Península; 1999.
(11) Jung CG. Psicología y religión. Barcelona: Paidós; 1998.
(12) Wilber K. Una visión integral de la psicología. México: Ed. ALAMAH; 2000.
(13) Assaglioli R. Psicosíntesis: ser transpersonal. El nacimiento de nuestro ser real. Madrid: Ediciones Gaia, 3ª Edición; 2000.
(14) Maslow A. El hombre autorrealizado: hacia una psicología del ser. Barcelona: Kairós; 1993.
(15) Delgado González JA. ¿Fue Jung un egregio necrófilo? 2008. Disponible en: ¿Fue Jung un egregio necrófilo?
(16) Delgado González JA. El retorno al Paraíso Perdido. La renovación de una cultura. Soria: Sotabur; 2004.

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Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.