Uranian insights II

Escorpio según Reynaud de la Ferrière

Vamos a continuar donde lo dejamos. Hablaré poco, pues hay que recordar el viejo código: Saber, Querer, Osar y Callar. El ambiente está ya sobradamente cargado de radiactividad arquetipal, y es menester contener con el brazo de Saturno la vehemencia de Urano.

La dualidad Afrodita Urania/Pandemos se corresponde con un problema astronómico que se vivió en la Antigüedad: se pensaba que el planeta Venus por la mañana no era el mismo astro que el planeta Venus al atardecer. Al lucero vespertino se le llamó Héspero, y se le relacionó con todo lo que es evidentemente venusino: jardines exuberantes y voluptuosos, ninfas muy atractivas, enorme belleza física y material en general. Vida amable y opulenta. El Jardín de las Hespérides lo situó Estrabón, ojo a este dato, en la Península Ibérica, en el reino de Tartessos, y ya sabemos la íntima relación de ese semi-mítico pueblo con la cuestión de la Atlántida. Obviamente, el atardecer, el ocaso, señalan a Occidente, y el griego cuando mira a Occidente pone su rostro en dirección a la actual España. Al lucero del alba, por el contrario, lo llamaron Eósforo, Fósforo, Lucifer, «el portador de la luz». De entrada, ya podemos ver que por un lado el planeta Venus, Afrodita, se adscribe al calor sensual, y, por otro, empieza a mostrar un extraño rostro relacionado con la luz, es decir, el saber. Los babilonios ya conocían que se trataba del mismo astro, y los griegos se dieron también cuenta muy pronto, en realidad. Pero se mantuvo durante mucho tiempo esta forma dual de mirar a Venus, intuitiva, solapada con la otra, la científica.

Esta íntima conexión entre la sexualidad y la gnosis, el conocimiento, es un problema nuclear que afecta a todo el entramado mitológico y, por ende, a todo el entramado psicológico del ser humano. Mejor, diremos: es un gordo problema universal. En la mitología judeocristiana lo tenemos plantándonos cara desde el mismo principio: esa serpiente luciferina en el paraíso, que no sabemos bien si provocó un pecado relacionado con la desnudez, la sexualidad, o con la ambición prometeica de querer saber lo que no debíamos saber… El diablo cristiano es a veces Belcebú, un animalesco, dionisíaco y orgiástico Baal, amante incontinente de Afrodita/Astarté, y a veces Mefistófeles, Lucifer, una forma de Prometeo (el titán, el ángel caído), un ente cargado de sagacidad intelectual, un interlocutor muy convincente. Patrón, entre otras cosas, de todo avance tecnológico, de la Ciencia en general.

Venus rige según la ortodoxia astrológica dos zodíacos: Libra y Tauro. Pero la idiosincrasia del Eros que representan los dos es unilateral y por eso superficial: se refiere a Hésperos, nada más. Si queremos acercarnos a la realidad última de la sexualidad, hacia el verdadero rostro de Afrodita, tenemos que enfrentar a la serpiente, al dragón: Escorpio. En efecto, él es el único zodíaco que tiene una simbolización dual: se representa o bien con el telúrico, ctónico y venenoso escorpión o bien con la etérea águila angelical. Ya tenemos ahí a Urania (el amor celestial, la luz) y Pandemos (el amor vulgar, el de toda la gente, el mundano, el calor). Cuando con absoluta naturalidad la intuición ve en Escorpio a la serpiente, está viendo el viejo símbolo que representa por sí solo esa dualidad: cabeza, cola. Sabiduría, excitación. Por esto suelo decir que Escorpio, por él mismo, representa a todo el zodíaco en sí, y al proceso evolutivo que trata de reflejar. En él se inscribe como en ningún otro la cuestión última de la transformación vital, ya que es un signo sujeto esencialmente a la dialéctica hegeliana, a la dialéctica heraclitiana, a la guerra entre los opuestos, tesis y antítesis, que es la madre de todas las cosas, pues todo, en efecto, es devenir y transfomación. Y el amor, la sexualidad, son el modelo paradigmático de todo esto.

Afrodita fue enlazada por obligación, en matrimonio concertado, con Hefesto, un dios tan plutoniano como el mismo Plutón (siempre en su subterránea fragua, sofocado por su fuego infernal). Tan feo como prometeico, es decir, ingenioso, científico, luciferino (no hacía más que inventar artilugios). Es cojo, y la cojera tiene mucho que ver con la castración, así que, por esto y lo anterior, en la relación con Hefesto tenemos un reencuentro, quiero llamar kármico, de Afrodita con su padre, el gran ingeniero celestial. Es decir, su animus. Reflexionemos con esto que hasta en los matrimonios concertados puede intervenir fuertemente el destino. Pero Afrodita, como le suele pasar a la sexualidad en sí, no tiene ninguna gana de jugar a cosas tan aburridas y densas como tratar de transformarse integrando su complementaria función mental, pudiendo, sencillamente, disfrutar del primario y directo placer del amor. Así que cometio adulterio con Ares. Eros y Ares son hasta lingüísticamente tal para cual, así que tampoco ahí el capricho sexual se escapó de cumplir, en realidad, un designio poderoso prefijado, concertado. De hecho, Ares, dios de la guerra, rigió durante muchos siglos a Escorpio, antes del descubrimiento de Plutón. Ya sabemos que el corazón del amor es un campo de batalla, y que Escorpio está ahí para que no se nos olvide jamás. Así que la enorme tensión guerrera que se creó en el triángulo Hefesto-Eros-Ares, digo abiertamente, no hace otra cosa que explicitar la verdadera naturaleza del amor.

El cuento de Psique y Eros, que nos transmite Apuleyo, que es una historia de transformación, que es una odisea, una individuación, abiertamente relacionada con el amor, donde Afrodita tiene un papel esencial como psicopompo (cruel), nos avisa también de esta tácita relación entre los calores y las luces. Lo mismo que el mito de Perséfone, que empieza por un arrebato calenturiento de Plutón y acaba conduciendo al culto iniciático de Eleusis, eje de la espiritualidad en la Antigüedad.

Hoy día hemos redescubierto la realidad fáctica de que no hay una sola Afrodita, una sola anima. En efecto: hay dos. Jung nos habló de un anima y sus distintos estadios evolutivos, pero no, eso no es suficiente. Los griegos tenían razón: por más que sepamos que Venus es un planeta, la realidad es que funciona exactamente igual que si fuera dos. Quien no las distingue, es porque se enfrenta aún al caos primordial, donde todo se confunde con todo. Así debe empezar el amor. Y en ese estado de ignorancia debe sostenerse si pretende hesperidiana estabilidad. Pero quien encuentra su pasión regida, de repente, por Escorpio, sufrirá los rigores de la diferenciación. Las dos hermanas entrarán en litigio, como Medusa contra Atenea. El escorpión, atrapado en un círculo de fuego, tendrá que clavarse su propio aguijón, y morir. El único modo de escapar. ¿Lo que parecía uno, vuelve a converger al final? Es posible. En el mismo punto donde convergen Dios y Diablo y se lava la mancha del pecado original. Pero es más útil atenerse a la realidad inmediata de que no hay final a la vista: es un proceso que gira sobre sí mismo. Entendiendo una Venus como alfa y la otra como omega, y vuelta a empezar, como sigue el día a la noche, aprenderemos de forma más práctica a interrelacionarnos con las dos, a sobrellevar el urobórico designio de ese adulterio aparentemente sin fin.

Serge Reynaud de la Ferrière fue un ser singular. Nacido capricornio (eso sí, con ascendente en escorpio), su alma sin embargo es un modelo perfecto de acuarinidad, de uranidad. Se consideraba a sí mismo profeta de la Era de Acuario, y fundó la hoy archiconocida Gran Fraternidad Universal. Su intuición es muy poderosa. Voy a dejar que él hable de Acuario y Escorpio un poco:

El Aquarius, que está representado en Astronomía por dos líneas onduladas paralelas, es el jeroglífico que representa el agua tanto en Egipto como en México. Es por lo demás extraño encontrar de ambos lados del océano el mismo símbolo que se pronuncia ATL, raíz de la palabra ATLÁNTIDA. En los mapas celestes, el Aquarius está representado por un joven, el Aguador, que tiene un jarro derramando una onda que se extiende en el cielo; su nombre es Ganímedes, cuya historia forma parte de la mitología griega. Es muy apreciable conocer esa leyenda que contiene un sentido oculto, sentido que encontramos en varias narraciones. Por ejemplo: el hecho de haber sido raptado Ganímedes por un águila, lo encontramos en el Dante quien dice que Lucía en persona lo vino a raptar. Lucía = Luz, lucius en Latín. Esta Lucía es la luz mística hipostasiada en el águila que, como sabemos, es el símbolo de San Juan (simbolizado por la Constelación Escorpio-Aguila).

Santa Teresa, hablando del transporte del éxtasis, declara: «No se le puede resistir. Aún, previniendo todo pensamiento y toda preparación interior, cae con impetuosidad tan repentina, que uno siente que esta nube del cielo, esa Aguila, divina, nos coge y arrebata».

Es impresionante cómo esos dos parrafitos pueden resumir toda la historia entera de algunas vidas… Pero sigamos con él, y veamos cómo define a Escorpio:

EL ESCORPIÓN.—Sigue siendo el signo del misterio y de la transmutación, que rige sobre todas las personas nacidas entre el 22 de octubre y el 21 de noviembre. Bestialidad (el castaño en la parte baja del cuadro), agresividad y espíritu sanguinario (el rojo creciente, con un matiz oscuro) son las características nativas que en la mayor parte del tiempo, felizmente, se transforman. En el centro del negro de la concepción pesimista de la vida, un punto blanco (es el alma en la tormenta) y como un torbellino en movimiento se escapa la visión de la muerte. Es la meditación sobre los principios del fin de la vida, los problemas del más allá que interesan a los nativos, dadas esas consideraciones místico-religiosas o de orden ocultista… Las personas del Escorpión logran desasirse del dominio material hacia la esfera del Absoluto (humo blanco), de las escapadas hacia la religiosidad (malva), o de la espiritualidad sencilla (amarillo pálido). A veces (volvemos a descender hacia la parte baja del cuadro), del negro torbellino, un relámpago de fuego ardiente, devora la aspiración idealista (rojo vivo) y como un volcán (simbolizado por el planeta Plutón en rojo fuego) el nativo transmuta y purifica sus ideas materiales hacia el espíritu. También se le ofrece la vía devocional y a través de las pruebas de la vida (castaño claro) se dibuja el Cristo en cruz (notar los tres hilos de amarillo luminoso para caracterizar los tres principios de Vida- Forma-Pensamiento o Dios el Padre – el Hijo – el Espíritu Santo, o también Kether-Hochmach-Binah, etc.) y es entonces el ascetismo y la Vía de la Sabiduría (amarillo brillante) en la cual se percibe un águila (en blanco muy filigranado) que viene como a transformar las predisposiciones bajas del Escorpión en cualidades altamente espirituales del Águila. Del fango terrestre, el Escorpión, ciego como el materialismo, se transforma entonces en Águila que vuela en los espacios celestes de lo Divino hacia el Absoluto (el blanco puro de la parte de arriba del cuadro). Este signo sigue siendo el símbolo del Iniciado.

Ahí queda eso. Ya que Reynaud saca el tema de Ganímedes, el joven camarero, copero, aguador, del Olimpo, lo retomo. Hablemos un par de cosas sobre la dinámica Puer-Senex. Fijémonos como el mito asocia sin más problemas a Acuario, es decir, a la uraniana función intuitiva, la personificación de un efebo, un jovencito aniñado. Ahí está el Puer. Por otro lado, Urano se representó muchas veces como un viejo muy viejo, como corresponde, y Zeus es el Gran Padre. Ahí tenemos al Senex. Indisolubles. La intuición es el Sabio Anciano lleno de creatividad y entusiasmo, de espíritu juvenil, y, a la vez, el joven lleno de sabiduría, aplomo y conocimiento. «El viejo en aguardiente», que llaman en Andalucía a los niños sabihondos y precoces. La temática gay que nos ha sacado a relucir de repente este relato, y que, en efecto, tiene todo que ver con Urano y Acuario, nos va a llevar hasta el tema de la androginia, pero no me extiendo en eso ahora. Sólo un punto: ¿recuerdan el famoso caso de Sixto Paz, el contactado peruano? Bien… Él se cansó de decir que había sido raptado, literalmente, por unos extraterrestres que vivían en una luna de Júpiter, Ganímedes. De hecho, Ganímedes se convirtió en una palabra de uso común en esos ambientes gracias a esto. A raíz de ahí fundó su secta (RAMA), predicó el mensaje del Nuevo Tiempo, esas cosas. Comprenderán que yo diga ahora que, si bien la polémica sobre si en Ganímedes hay o no una base extraterrestre tiene su cosa, no es menos interesante el darnos cuenta de que esto que él vivió, en el grado de realidad que fuese, fue una reactualización del mito del propio Ganímedes. Se trató de algo así como un encontronazo con los emisarios astrales de la Era de Acuario, para que él mismo, y así ocurrió, se convirtiera a su vez en uno. Y, curiosamente, su hermano, Charlie Paz, con el que al parecer compartió algunas de estas experiencias, se cambió de sexo en 1998. Ahora se llama Verónica.

Esta entrada fue modificada en 24 diciembre 2017 20:07

Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.

Ver Comentarios (9)

  • Cuanta información. Curiosamente en estos días estuve pensando que ha veces algunos hombres tenemos una Medusa interna, que nos petrifica y no nos deja actuar y genera toda clase de limitaciones tanto en la simple vida cotidiana como en las situaciones trascendentes, impidiéndole a uno avanzar hacia el justo camino. Y evidentemente no se trata de una sola, sino de dos Animas y que Medusa encierra a Atenea y vicerversa, tal como comenta usted, mas allá de los cuatro estadios planteados por Jung. Sino me equivoco Medusa significa "protectora", y recién ahora me pregunto; ¿protectora de que? ¿sera que al final protege el conocimiento a uno mismo?
    Para mi, también es importante recalcar lo que usted dice de los escorpios que ante tal situación (de lucha interna) ha de clavarse su propio aguijón, algo similar a lo urobórico. Al comerse a uno mismo uno se transforma, no es un circulo vicioso de nunca acabar. La energía del primer cuerpo se transmuta en un segundo cuerpo. Y esto según usted se amplifica a todo el zodiaco. Osea que es apto para todos y todo.
    Con respecto a Ganímedes, solamente una amplificación que encontré y viene al caso; Zeus sube a Ganimedes a los cielos como la constelación de Acuario, que todavía esta relacionada con la constelación Aquila, que representa a un águila. Esto lo encontré tratando de saber quien era Ganimedes en Wikipedia. Posiblemente por esto estén vinculados Acuario y Escorpio, y por ello también Ferrière vincula lo acuariano (Genimedes) al escorpio renacido (el águila); "El Escorpión, ciego como el materialismo, se transforma entonces en Águila que vuela en los espacios celestes de lo Divino hacia el Absoluto".

    Saludos Raul y excelente entrada nuevamente.

    • En realidad podría haber usado la enemistad entre Atenea y Afrodita para exponer mejor esta dualidad. Se trata de ellas dos. Ambas tienen sólo padre, y una nace de la cabeza y la otra de los genitales. Es todo muy obvio. Afrodita Urania es Atenea. También Artemisa, añadiría. El juicio de Paris, que incluye el tema de la manzana (lo cual lo enlaza con la escena del Génesis), es un buen exponente del asunto: Paris tiene que elegir entre Atenea y Afrodita (olvidémonos de Hera de momento), elige con la "cola" y se arma la guerra de Troya, porque, como todos sabemos, había problemillas de adulterio por ahí. En esta historia de pecado (no tan) original el papel de la serpiente tentadora lo cumple una airada Eride.

      Ouroboros es una imagen del Self, del Andrógino, del Tao, no prima en él la idea de autosacrificio, aunque está implícita, así es, en el hecho del autocanibalismo. El escorpión que se mata es el Colgado del Tarot, o Cristo en la cruz, que está bien a mano. Pero el Ouroboros sí está relacionado directamente con los ciclos eternos, samsáricos incluso, sisíficos incluso. Tiene un aspecto negativo, como de maldición. De hecho, es una serpiente, lo cual debe, como el escorpión, dar mucho respeto. El Ouroboros es, en cierta manera, Abraxas. Alfa y Omega, Afrodita y Atenea. Obviamente. Una no contiene a la otra, ése es el asunto. Una contiene a la otra, y la otra contiene a la una, podríamos decir. Después de la filosofía el sexo, y después del sexo la filosofía. Y eso no tiene por qué ocurrir una vez. Muchos veranos preceden a muchos inviernos, y viceversa. Muchas destilaciones por el alambique alquimista son normalmente precisas hasta que madura el fruto estable de una coagulación. Jung es el autor de esa escala lineal de purificación del anima, pero en su vida real se pasó 40 años siendo pareja de dos mujeres a la vez. Posiblemente estaba con una por la mañana, con la otra por la tarde. Y vuelta a empezar.

      Claro, el proceso iniciático, la individuación, es universal. No hay una distinta para cada tipología MBTI, para cada zodíaco. Siempre es el dragón, la serpiente, y el yo.

      El águila es un atributo propio de Zeus. El mito de Ganímedes por sí solo poco nos dice de la relación del águila con escorpio. Eso se descubre por otro camino, fundamentalmente la experiencia personal y las intuiciones y reflexiones sobre ella, aunque la mitología nos avala esa relación, por ejemplo, en el tetramorfos, ni más ni menos: un león, un hombre, un toro y un águila. O sea, justo en el lugar de escorpio, un águila, el símbolo de Juan, que sería entonces un escorpio transmutado (y, por ello, el discípulo amado, el más valioso). O en el símbolo azteca del águila devorando a la serpiente. O en María aplastando la serpiente. Pero lo fundamental no es lo que vemos por ahí afuera que visionaron otros. Lo fundamental es que uno mismo, si se enfrenta cara a cara con la fuente de la sexualidad, que representa escorpio, ve un pájaro sin alas más cerca y otro alado después. Algo parecido al Juicio de Paris.

      En su escrito original, Reynaud, justo antes de hablar de las relaciones de Acuario con Escorpio a través de Ganímedes, se deja llevar intuitivamente por lo que siente al respecto de San Sebastián. Este santo era un bello efebo, exactamente como Ganímedes, que fue asaeteado. Pero es muy simple para la intuición entender esas flechas como las flechas del Eros, el pinchazo venenoso del escorpión del amor. Y San Sebastián es eso, un santo. Luego lo que ve Reynaud en él es la transformación en pájaro alado, santo, de la energía sexual, a través de un proceso tormentoso, dramático: Escorpio. Lo que la intuición lee así, la experiencia lo demuestra literalmente, coma por coma.

  • Escorpio es el dolor de Leo al comprender que la vida es Acuario.

    Venus-Marte (o los signos que ellos rijan) son fases de esa totalidad vibratoria llamada Zodiaco, son la misma energía (Un terrible amor por la guerra, J.Hillman). No existe lo uno sin lo otro: sería polarizar (recortes que la ccia hace en su afàn de nombrar).

    • Fascinante sentencia, sí señorita... Quizás aceptes que lo diga así: la transmutación de la energía sexual es el sacrificio que envuelve al pequeño y mezquino yo para acceder a lo transpersonal, el Yo, el Self, que es una conciencia colectiva.

      • Es una interpretación, Raul, que nada que ver con sentencias... hahaha.

        A que te refieres con "transmutación....etc"?? Me gustarìa amplifiques lo que dices por favor. Están muy deformados estos tèrminos por la new age. Y he visto mucha gente muy "transmutada" con serios problemas sexuales, agresividad, etc. Creo eres terapeuta junguiano y quizàs hayas observado lo mismo que yo. Serios conflictos de afirmaciòn que se "subliman", "transmutan" y elevan al plano de la "espiritualidad" con discursos de mucho amor, paz y universalismos.

        Entiendo que lo transpersonal lo vivimos todo el tiempo. Lo transpersonal se vive a través de lo nuestro, es la forma de encarnarse. Al ego, cuya funciòn psicològica es importantìsima (habrás notado su ausencia en las psicosis), le toca un papel. Pero acuerdo contigo(si a esto te refieres) que él actuando en solitario, es limitado pues se aisla de las demandas del proceso anìmico. Como decìa Freud: No somos dueños en nuestra propia casa.
        El complejo del ego puede operar haciendo de portero y no como dueño de casa.
        ¿A eso te refieres con el Yo en mayùsculas??? (no habìa leìdo nunca ese término en Jung)

        Un saludo

        • Espíritu es un asunto del Cielo, y lo celestial tiene que ver en primer plano con el conocimiento y la creatividad, y sólo quizás y según con el amor y la paz. En Occidente lo que ocurre es que el Cristianismo se empantanó con cosas como la caridad de un modo del que ni él mismo sabe salir. Conocimiento y creatividad son la Luz, amor y paz son Calor. El Calor sirve para crear comunidad, para afianzar relaciones, para hacer sólidas las familias, las sectas, las tribus, las naciones. El Cristianismo es una excelente máquina, por tanto, de religare, de crear pueblo. A la vista está. Pero el verdadero Cristianismo, el esotérico, sólo está en sus teólogos y sesudos, en sus cruentas luchas intelectuales (y no sólo intelectuales), especialmente durante todo el primer milenio, y en sus místicos. Así que los meros discursos sobre el amor y la paz universales, al estilo de las misses, denotan más bien poca auténtica espiritualidad. Otra cuestión es la del conflicto entre sexualidad y espiritualidad. Esa es la más gigantesca polaridad cósmica concebible, y es la batalla central, el Mahabharata, en el seno de la individuación. Sin heridas en el Eros, no hay iniciación. Por eso Escorpio, el "guerrero sexual", es tan importante como lo es. Unos iniciados (permítaseme llamarlos así) tienen enormes heridas cicatrizadas, y otros van por ahí con la carne abierta, sangrando. Es natural. No debe confundirse esto con la herida que también se produce en el alma al huir de la batalla. Al huir del amor y del sexo, es decir, del destino. La herida de la mera represión, en el intento de vivir la propia vida del modo más "sensato, simple y adaptado" posible.

          Lo que vivimos todo el tiempo son las sombras en la cueva, que diría Platón. Lo físico y lo personal. Conocemos bien lo físico, que es la sombra de lo metafísico, y el yo, lo personal, que es la sombra del Self (el Yo, como le llaman tantas otras doctrinas), la sombra de lo transpersonal. Ahora bien, las sombras guardan estrecha relación, obviamente, con el objeto real que las produce. Por eso ocultan y muestran el camino a la Luz, a la vez. Exactamente del mismo modo en que la sexualidad oculta y muestra el camino a la espiritualidad.

          No he sido muy explícito, lo sé...

          Un saludo.

          • Lo junguiano es una tremenda novedad, gran sorpresa, en la historia de la Ciencia, pero no es más que una reactualización de las más antiguas sabidurías religiosas. Especialmente de concepciones propias del tantrismo hindú, el taoísmo chino y el neoplatonismo griego. No es que se inspire intelectualmente en estos doctrinarios, es que demuestra que esas ideas estaban en realidad firmemente basadas en la experiencia real, fenoménica, científica, con el alma en particular y las leyes de la vida en general. Todos los básicos sobre la transmutación sexual los encontrarás en la filosofía tántrica, donde se dice que la pulsión sexual no se satisface en realidad en sí misma y busca, a partir de un punto, "descargarse" en espiritualidad e intelecto. El tránsito desde lo freudiano a lo junguiano es en sí una transmutación tántrica: lo primero apuesta a que el centro del universo psicológico es el Eros y lo segundo lo contradice aseverando que en ese centro está el espíritu, y están los espíritus.

            Como terapeuta encuentro en la consulta mucho más a menudo problemas derivados de la represión de la espiritualidad por fijaciones sexuales que lo contrario. Pero es algo obvio: ¿de qué otro modo entenderíamos que una cultura que, desde Freud hasta hoy, no ha hecho otra cosa que ser más permisiva y condescendiente con lo sexual, produzca al mismo tiempo más y más malestar, más y más neurosis? Claro que una consulta está atestada de problemas de autoestima. La vida lo está: una de las razones por las que la gente busca compulsivamente el amor es porque el ego anhela ser anhelado, ser admirado, ser idolatrado. Así se siente afirmado y fuerte, de un modo tan sencillo e inmediato como falso y peligroso. A la hora de comprar autoestima el amor es lo que más barato sale (y lo barato puede salir al final muy caro). La verdadera auto-afirmación viene de saber y aceptar quién es uno mismo. Y eso es imposible de conocer si no comprendes qué quiere de ti la libido, más allá de toda la hojarasca personal, cultural y sexual.

            Ciertamente, hay mucha gente que trata de refugiarse de sus carencias en una falsa espiritualidad. Ya lo decía Marx: el opio del pueblo. Pero es infinitamente más grande el número de personas que trata de refugiarse de eso mismo en la pareja. Hay que estudiar esto caso por caso.

            La transmutación de la libido se produce de modo traumático. El trauma es conditio sine qua non de la maduración psicológica. El trauma es la herida de la que hablaba, que unos llevan mejor y otros peor en su camino hacia adelante. Una verdadera terapia debe tratar de aliviar el dolor traumático integrándolo en la personalidad mayor y el fin superior en los que se contextualiza, pero también debiera saber allanar el camino hacia el trauma si se descubre que es lo que lo inconsciente del analizando está buscando.

  • Buenísimos insights, la dualidad de Afrodita, el mito de Acuario y la transmutación escorpiana. Qué interesante esta entrada y la anterior. Me queda el alma cavilando, especialmente con el comentario de Perséfone: "Escorpio es 'el dolor de Leo al comprender que la vida es Acuario."