La experiencia mística: ¿milagro religioso o fenómeno transpersonal?

Moisés Garrido

“En mi yo no vivo ya,
y sin Dios vivir no puedo;
pues sin él y sin mí quedo,
este vivir ¿qué será?
Mil muertes se me hará,
pues mi misma vida espero,
muriendo porque no muero”

Así comienza una de las ‘coplas del alma’ escrita por el célebre místico español del siglo XVI San Juan de la Cruz, considerado el poeta más sublime de la literatura española. Al igual que Santa Teresa de Jesús (nuestra otra gran mística española), el autor de ‘Subida del Monte Carmelo’ dejó escrito en forma de bellísimos poemas sus encuentros con Dios, eso que se ha dado en llamar ‘unión mística’. Las visiones que tienen lugar durante la vía unitiva producen un gozo indescriptible en quien las vive. “El efecto que hacen en el alma estas visiones -dice el propio San Juan de la Cruz- es quietud, iluminación y alegría a manera de gloria, suavidad, limpieza y amor, humildad e inclinación o elevación del espíritu en Dios”.

Pero ¿qué entendemos por experiencia mística? ¿qué es lo que la desencadena? ¿son los místicos personas con facultades especiales que las hacen diferentes del resto?… Intentaremos responder a estas y otras preguntas a lo largo del presente trabajo.

LOS VUELOS DEL ‘ALMA’

“No salgas fuera. Vuelve a ti mismo. En el interior del hombre habita la verdad”, dijo San Agustín… La mística es un camino de perfección y plenitud espiritual. Un viaje ascético al reino interior. A la luz que, según ciertas tradiciones sagradas, llevamos dentro y que nos conecta con la divinidad y con todo lo manifestado. “Mística no es lo mismo que religión -nos explica Alfredo Fierro en su obra ‘El hecho religioso’(…) Es una búsqueda religiosa de liberación, mediante la unión y, a veces, fusión con la divinidad, fuente de salvación”.

Desde la noche de los tiempos, han existido individuos que, de forma espontánea o provocada, logran alcanzar lo que hoy técnicamente se viene definiendo como ‘estados modificados de la conciencia’, para así trascender lo mundano y penetrar en una dimensión espiritual. El éxtasis místico, por tanto, no es algo localizado única y exclusivamente en el contexto cristiano. Se ha dado en muchas otras sociedades y religiones. Es un fenómeno transcultural.

A mediados del siglo III d.C., el filósofo Plotino, en su célebre tratado Eneadas, escribió: “Frecuentemente me despierto a mí mismo huyendo de mi cuerpo. Y, ajeno entonces a todo lo demás, dentro ya de mí mismo, contemplo, en la medida de lo posible, una maravillosa belleza. Creo sobre todo, en ese momento, que me corresponde un destino superior, ya que por la índole de mi actividad alcanzo el más alto grado de vida y me uno también al ser divino, situándome en él por esa acción y colocándome incluso por encima de los seres inteligibles…”

El místico mira hacia su interior y se aisla del mundo de las apariencias. Adquiere un conocimiento esencial de sí mismo. Al acceder a ese mundo invisible, se amplia su percepción y se vuelve uno con el infinito. Es una vivencia trascendente y atemporal. Una experiencia de lo inefable. Algo imposible de traducirlo en palabras. Es, según Aldous Huxley, “la mente en toda su amplitud”

Cuando se corre el velo que permite al místico ver con toda claridad ese otro mundo metafísico, ciertamente lo que percibe y siente no es fácil describirlo una vez que regresa al estado normal de conciencia. El lenguaje es limitado a la hora de expresar una experiencia tan sublime. Angela de Foligno, mística del siglo XIII, contaría a su confesor: “A menudo, veo a Dios de una manera y con una perfección que no puede explicarse ni imaginarse (…) Veo que es el bien absoluto (…) Cuanto más profundas son las tinieblas, en mayor medida excede del pensamiento este bien y se muestra inexpresable (…) Cuando me sumerjo en este bien y lo contemplo, ni recuerdo ya la humanidad de Jesucristo, ni la Encarnación, ni nada que tenga forma. Lo veo todo, no obstante, y no veo nada”.

Para el psicólogo William James, autor de la imprescindible obra ‘Las Variedades de la Experiencia Religiosa’, una de las características que define la experiencia mística es, precisamente, la inefabilidad: “El sujeto afirma inmediatamente que desafía la expresión, que no puede darse en palabras ninguna información adecuada que explique su contenido. De esto se sigue que su cualidad ha de experimentarse directamente, que no puede comunicarse ni transferirse a los demás. Por esta peculiaridad los estado místicos se parecen más a los estados afectivos que a los estados intelectuales”.

Sin duda, estas experiencias trascienden el lenguaje común. Los místicos tienen que recurrir muchas veces a un lenguaje simbólico y alegórico. A símiles y metáforas. Sobre la inefabilidad de la experiencia mística da buena cuenta el filósofo y místico del siglo XVI Jacobo Boehme al escribir: “¿Quién puede expresarlo? ¿Por qué y qué escribo? ¿Qué lengua puede hacer otra cosa que balbucear como un niño que está aprendiendo a hablar? ¿Con qué puedo compararlo? ¿A qué puedo asemejarlo? ¿Debo compararlo con el amor de este mundo? No, no es más que un valle oscuro frente a él…”

¿ENFERMEDAD MENTAL?

La psiquiatría occidental califica a los estados místicos como patológicos. Y creemos que es un error. Porque ¿y si estos estados transpersonales no son más que manifestaciones naturales de la psique profunda?… El estado místico nos muestra una visión mucho más amplia de la conciencia. Nos adentra en territorios hasta ahora inexplorados del ser humano. Son experiencias que tienen un profundo carácter numinoso. Abren las puertas de la percepción. Y eso produce una transformación positiva en quienes las protagonizan.

Aún así, algunos especialistas aseguran que tales experiencias no son más que sintomáticas de un estado psicótico. Por tanto, serían experiencias ilusorias. Freud estaba a favor de esta idea. Jung, en contra. Para este último, la experiencia mística deriva de los niveles más profundos del inconsciente. Es un tesoro enterrado bajo el inconsciente colectivo. Según Claire Myers, estudiosa de las experiencias transpersonales, “el estado místico puede describirse como una regresión hacia el primer nivel preinfantil del inconsciente colectivo que constituye la matriz del hombre, nivel en que residen las semillas de su creatividad, su sentido del ser, su fuente de integridad y de armonía interior, su identidad con la humanidad y su profunda unión interior con el principio integrador del universo”.

Ese binomio entre misticismo y psicopatología -producto de un superficial estudio cartográfico de la psique humana- es dificil de erradicar con el actual modelo médico. Ejemplo de ello es la monografía ‘Teresa de Jesús: una ilustre epiléptica’, escrita por el neurólogo madrileño Esteban García-Albea. “La hipótesis epileptogénica nos parece la más plausible para explicar sus éxtasis -asegura el Dr. García-Albea-. Los antecedentes claramente epilépticos en su juventud, el perfil recortado de morfología epiléptica de los episodios, y su parentesco con otros casos de indudable carácter epiléptico apuntan firmemente tal posibilidad”. Calificar de un plumazo a Teresa de Jesús como enferma mental nos parece muy poco acertado. Pero nos demuestra en qué nivel de conocimiento se halla la medicina actual en cuestiones como los estados no ordinarios de conciencia y las experiencias transpersonales. Precisamente, la moderna Psicología Transpersonal es la que está elaborando un mapa más exacto de la conciencia humana, al tener en cuenta esas experiencias trascendentes y descartando cualquier interpretación psicopatológica de las mismas.

Los psicólogos transpersonales nos dicen que existen ciertas técnicas mediante las cuales es posible traspasar a esa otra realidad que se vislumbra a través de la experiencia mística. El aislamiento sensorial, la meditación, el ayuno prolongado, la fatiga extrema, la hipnosis profunda, las drogas psicodélicas como el LSD, etc. también pueden conducirnos a un estado de iluminación. Provocan visiones semejantes a las que se tienen durante el arrobamiento místico. Y el individuo se siente en unidad y armonía con el mundo. Uno con todo. Experimenta un conocimiento que va más allá de lo cotidiano. Comprende el significado del universo. Mediante la experiencia de liberación, se alcanza la verdad que siempre ha estado ocultada. Un entendimiento que jamás alcanzaríamos a través de nuestro estado normal de conciencia. Lo inaccesible ahora se vuelve accesible. Lo intangible, tangible… De esa profunda experiencia visionaria -a pesar de los elementos subjetivos que la caracterizan-, se vuelve transformado. La conciencia se ha despertado a un mundo nuevo y eso dejará una huella imborrable. La realidad ya se mirará con otros ojos. “La iluminación -nos aclara John Whitees el acto reflexivo en que la mente se comprende a sí misma, incluyendo la experiencia misma del entendimiento. El regreso a la divinidad (contenido de la conciencia) es equivalente a la conciencia de la conciencia cósmica (la conciencia misma)”.

NUEVO PARADIGMA

¿Se dan la mano las antiguas enseñanzas místicas y los modernos hallazgos surgidos en ciertas áreas científicas?… Algunas teorías vanguardistas -sobre todo, las que se postulan desde la física teórica-, nos dicen que el mundo que percibimos a través de nuestros sentidos sólo representa una pequeña porción de la realidad, y que más allá del universo cuántico, la materia deja de existir, dejando paso a un mundo de vibraciones en el que la conciencia parece que es su motor regulador. El tejido del universo estaría formado por materia mental (el físico James Jeans sostenía que el universo es como un gran pensamiento). Por tanto, conciencia y materia ya no pueden concebirse como dos entes separados, sino interconectados. “Todo lo material es también mental y todo lo mental es también material. La separación de los dos es una abstracción”, afirmaba el eminente físico David Böhm. Esta revolucionaria visión científica no dista mucho de la visión mística. ¿Qué es sino sentirse uno con el Universo? ¿O percibir que el alma forma parte de un Todo?…

A veces, los modernos físicos, cuando hablan del reino subatómico, utilizan una jerga parecida a la de los místicos cuando éstos se refieren a sus visiones celestiales. Incluso algunos físicos teóricos terminan interesándose por el estudio de la mística y otros temas fronterizos como la parapsicología. Fue el caso del físico Michael Talbot, tristemente fallecido, quien afirmaba que “según la física moderna, no puede hablarse del mundo físico como existente ‘ahí fuera’. Todo es creación de la conciencia. Hay una nueva visión del mundo propuesta por la confluencia de la nueva física y el misticismo”. O del físico Fritjof Capra, autor de la célebre obra ‘El Tao de la Física’, en la que saca a relucir los paralelismos entre las teorías físicas modernas y las tradiciones místicas orientales. “Cuanto más penetremos dentro del mundo subatómico -sostiene Capra-, más nos daremos cuenta de cómo el físico moderno, así como el místico oriental, ha llegado a ver el mundo como un sistema de componentes inseparables, interrelacionados y en constante movimiento, siendo el hombre parte íntegra de este sistema”.

¿Y si sintonizásemos a través de la experiencia mística -y otras experiencias transpersonales- con otros niveles dimensionales de la realidad de los que habla la moderna física? Tengamos muy en cuenta que estas experiencias extraordinarias parecen demostrar que la conciencia no se halla confinada en el cerebro y que actúa libremente a través del espacio y del tiempo. Esta cualidad no local de la conciencia está siendo defendida por científicos de vanguardia que estudian cuestiones como la telepatía, las experiencias extracorpóreas, las ECMs, la visión remota, los estados no ordinarios de conciencia, etc. etc. Carl Jung afirmaba que “en ocasiones, el psiquismo opera más allá de la ley espacio-temporal de la causalidad, lo cual demuestra que nuestra concepción del espacio, del tiempo y, por consiguiente, de la causalidad, es insuficiente. Cualquier imagen completa del mundo requiere, por lo menos, de una nueva dimensión…”

La teoría holográfica, que propone que nuestro cerebro funciona como un holograma que interpreta un universo holográfico, acoge perfectamente las experiencias trascendentes. Puede que la conciencia del místico conecte con el nivel primario de la realidad, donde todas las cosas y acontecimientos estarían interconectados. Esa esfera implícita de la realidad, que trasciende las fronteras del tiempo y del espacio, sería el mundo trascendental del que hablan los místicos.

FENÓMENOS PSI

La experiencia mística no concluye solo con las impresionantes visiones que nos narra el místico. Hay algo más… En muchas ocasiones, en los estados místicos (en los estados modificados de conciencia en general), tienen lugar una serie de fenómenos que hoy siguen enmarcados en el ámbito de la parapsicología. Tal vez, esos canales parapsíquicos que tenemos adormecidos durante el estado de vigilia, despiertan cuando la conciencia se expande y entra en sintonía con otros niveles de la realidad. La ESP o percepción extrasensorial suele manifestarse con asiduidad durante las experiencias transpersonales.

Si la conciencia está interconectada con todo, y si además, en esa esfera implícita de la realidad, el tiempo y el espacio dejan de concebirse como en nuestra realidad cotidiana, fenómenos como la telepatía, la clarividencia, la precognición o la psicocinesis tendrían su razón de ser. El modelo holográfico así lo considera. “La ESP y la PK podrían subsumirse tal vez mejor en el modelo holográfico de la realidad”, sugiere el parapsicólogo Stanley Krippner.

Es habitual que al místico esas experiencias paranormales le acompañen de por vida. Parece ser que el despertar de la conciencia activa a su vez un despertar de las facultades parapsicológicas. Las biografías de los místicos están repletas de espectaculares episodios de levitación, bilocación, xenoglosia, estigmas, telequinesia, clarividencia, olor de santidad, etc. En el voluminoso libro ‘Los Fenómenos Físicos del Misticismo’, el jesuita Herbert Thurston recoge centenares de casos paranormales protagonizados por místicos y santos de toda la hagiografía católica. “En el estado místico ocurren realmente cosas que son irreconciliables con las leyes naturales tal como se entiende comúnmente”, afirma el padre Thurston. La interpretación que de tales fenómenos se hace en el contexto religioso va a ser siempre de carácter sobrenatural. Pero sabemos de sobra que esos mismos fenómenos suceden fuera de ese contexto y que son de naturaleza parapsicológica.

RENOVACIÓN ESPIRITUAL

No hay duda sobre el potencial transformador y sanador de la experiencia mística. El sentimiento oceánico que se experimenta en ese estado de éxtasis no se puede comparar con ninguna otra cosa. Quien lo vive, no volverá a ser el mismo. Podemos hablar incluso de un profundo cambio a nivel psicofísico. “Un individuo que vive una experiencia cumbre -sostiene el psicólogo transpersonal Stanislav Groftiene la sensación de sobreponerse a la fragmentación y división cuerpo/mente, y alcanza un estado de unidad y completud interna total que usualmente resulta muy curativo y benéfico (…) Estas experiencias producen una mejora de la salud emocional y física”.

En resumen, el místico, al conectar su yo interno con la Unidad Absoluta, cree haber encontrado respuestas a las grandes incógnitas, haber comprendido el sentido de la vida y el porqué del universo y, además, está convencido de haber hallado el camino de la verdadera felicidad. A partir de ese momento, renunciará a los intereses mundanos. Y su vida ya estará siempre orientada hacia su interior y encaminada a cultivar su espíritu. ¿Qué hay de patológico en ello? ¿No es más patológica la vida que llevamos quiénes no deseamos desapegarnos del ilusorio mundo cotidiano?…

Las experiencias místicas y transpersonales aportan un denso y extraordinario material para estudiar en profundidad la psique humana. La investigación moderna sobre los estados no ordinarios de conciencia está obligando a que se revisen muchos de los modelos explicativos que se defienden en áreas como la psicología, la psiquiatría o la psicoterapia. El Dr. Stanislav Grof intenta que esa situación se remedie: “Yo mismo he sugerido una cartografía o un modelo de la psique que contiene, además del nivel biográfico habitual, dos dominios trans-biográficos: el dominio perinatal y el dominio transpersonal, capaces de dar cuenta de fenómenos como la identificación experiencial con otras personas o animales, las visiones de seres y ámbitos arquetípicos y mitológicos, experiencias ancestrales, raciales y kármicas, así como la identificación con la Mente universal o con el Vacío”. Mientras eso se consigue, y no es fácil con el actual y obsoleto paradigma científico, finalicemos con las sabias palabras de Albert Einstein: «La más bella emoción que podemos tener es la mística. Es la fuerza de toda ciencia y arte verdaderos. Para quien esta experiencia resulte extraña es como si estuviera muerto. Saber que existe lo que para nosotros es impenetrable, manifestándose como la más alta sabiduría y la más radiante belleza, que nuestras pobres facultades sólo pueden entender en sus formas más primitivas -este conocimiento, esta sensación- está en el corazón de nuestra verdadera religiosidad (…) Un ser humano es parte del todo”.

Anexo 1

A veces, el acceso a una experiencia mística o transpersonal se logra de forma espontánea, por personas ajenas al mundo espiritual, y en situaciones tan comunes como variadas. El psiquiatra canadiense R. M. Bucke, tuvo una experiencia cumbre con 36 años, mientras caminaba a su casa, y que él calificó de ‘consciencia cósmica’. Gracias a ella, se convirtió más tarde en un profundo estudioso de estas cuestiones. Así la relata en uno de sus libros: “Había pasado la velada en una gran ciudad, con dos amigos, leyendo y discutiendo de poesía y filosofía. Nos separamos a medianoche (…) De súbito, sin aviso de tipo alguno, me encontré envuelto en una nube del color de las llamas. Por un momento pensé que había fuego (…) Más tarde pensé que el fuego estaba dentro de mí. Inmediatamente me sobrevino un sentimiento de alegría, de felicidad inmensa acompañada o seguida de una iluminación intelectual imposible de describir. Entre otras cosas, no llegué simplemente a creer sino que vi que el universo no está compuesto de materia muerta, sino que por el contrario constituye una presencia viva; me hice así consciente de la vida eterna (…) Vi que todos los hombres son inmortales, que el orden cósmico es tal que, sin duda, todas las cosas trabajaban juntas por el bien de todas y cada una de ellas; que el principio básico del mundo, de todos los mundos, es el que llamamos amor; y que la felicidad de cada uno y de todos es, a largo plazo, absolutamente segura. La visión duró algunos segundos y desapareció, pero su recuerdo ha permanecido durante el cuarto de siglo que ha pasado desde entonces”.

Otra interesante experiencia fue protagonizada por una mujer de sesenta años. En una carta que envió a Aldous Huxley describe así lo que le ocurrió: “Tenía unos quince o dieciséis años, me encontraba en la cocina haciendo tostadas para el té y, súbitamente, todo el lugar se inundó de luz y durante un minuto estuve sumergida en ella y tuve el sentimiento de que, de una manera inexpresable, el universo se encontraba bien. Esto me ha afectado para el resto de mi vida; he perdido todo temor a la muerte; tengo pasión por la luz pero no tengo miedo alguno de la muerte, porque esta experiencia luminosa ha sido una especie de convicción de que en cierto modo todo está bien para mí”.
El parapsicólogo Charles T. Tart recoge otra interesante experiencia de iluminación procedente de un médico anestesiólogo, ateo militante para más seña: “Mi experiencia de conciencia cósmica sucedió de manera inesperada una tarde cuando me encontraba yo solo, contemplando un anochecer especialmente hermoso (…) Entonces me di cuenta que el nivel de luz en la habitación y en el cielo parecía estar intensificándose poco a poco. La luz parecía venir de todas partes (…) Pronto llegó a ser muy brillante, pero la luz no molestaba en absoluto. Empecé a sentirme muy bien, luego mejor todavía y más tarde me puse eufórico (…) Llegó un momento en que el sentido del paso del tiempo se detuvo enteramente (…) En ese momento me fundí con la luz, y todo -incluyéndome a mí mismo- se convirtió en una totalidad unificada. No había separación entre mi persona y el resto del universo…”

Anexo 2

En la magnífica obra ‘La tormentosa búsqueda del Ser’, el Dr. Stanislav Grof y su esposa Christina Grof, hacen mención de las principales características de una experiencia cumbre:

  1. Unidad (interna y externa)
  2. Una fuerte emoción positiva
  3. La trascendencia a las categorías espacio y tiempo
  4. Sentido de lo sagrado (numinosidad)
  5. Naturaleza paradójica
  6. Objetividad y realidad de las percepciones obtenidas
  7. Inefabilidad
  8. Efectos posteriores positivos

Esta entrada fue modificada en 6 junio 2015 13:15

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Raúl Ortega: Soñador e intérprete de sueños. Batería. Melómano del funk y el jazz. Creador y curador de Odisea del Alma. Ensayista. Terapeuta de orientación junguiana. Programador y desarrollador web. Criador de aves exóticas. Devorador de berenjenas y brevas. Bebedor de Ribera del Duero. Paradigmático puer aeternus. Hippie extemporáneo en formación continua.